Capítulo 23 (Parte 2): El Precio de la Ausencia
6 de julio de 2025, 22:35
El carruaje tocó suelo a las afueras del castillo.
Harry bajó con una pequeña caja envuelta en terciopelo negro entre las manos, el rostro tranquilo, confiado.
Su plan estaba completo.
Pronto, Draco sabría cuánto significaba para él.
Iba por los pasillos en dirección a la Sala de Menesteres cuando escuchó dos voces cerca de un arco.
—¿Viste la cara de Malfoy hoy? Estaba pálido como un fantasma.
—Claro. Después de que Ginny contó que pasó la noche con Potter… ¿quién no se quebraría?
—Siempre fue un juego, ¿no? Harry vengándose por los años de burlas.
Harry se detuvo en seco.
La caja tembló en sus manos.
Su mirada se oscureció como el cielo antes de una tormenta.
Caminó, rápido, casi corriendo. El pasillo giró. La puerta se formó sola.
La Sala de Menesteres lo estaba esperando.
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La puerta se abrió sin hacer ruido.
Dentro, el lugar estaba apagado. Sin magia, sin calor.
En el rincón, encogido sobre sí mismo en un diván, Draco lloraba, roto, solo.
No había rastros de la arrogancia habitual.
Sólo ojos rojos, mejillas húmedas… y una bandeja de comida intacta a su lado.
Harry sintió cómo se le rompía algo por dentro.
—Draco…
Draco alzó la mirada, despacio.
Su rostro se endureció apenas al verlo.
—Volviste.
Harry se acercó de inmediato, dejó la caja a un lado, y se arrodilló frente a él.
—¿Qué pasó?
Draco se giró, no del todo.
—Preguntale a tu… amiga. La comadreja menor. Tal vez te lo cuente entre besos.
Harry lo miró, dolido.
—¿Tú pensás que eso es cierto?
Draco no respondió. Sólo se mordió el labio, con rabia y tristeza.
—No comiste —dijo Harry en voz baja.
—No tenía hambre.
—¿Lloraste por mí?
Draco frunció los labios.
—No. Lloré porque soy un idiota. Por creer que alguien cómo tú podía… quedarse.
Harry se levantó, furioso. Pero no con Draco.
—Todo lo que escuchaste, todo lo que dijeron, es mentira.
Yo me fui por ti. Para ti.
Para conseguir esto.
Volvió a tomar la caja. Se la puso en el regazo.
Draco la abrió con las manos temblorosas.
Adentro, había una pulsera de plata encantada.
Con una inscripción grabada en el interior:
"Mi alma, atada a la tuya. Siempre."
Draco la miró, sin saber qué decir.
Harry se sentó a su lado, tomándole la mano.
—Me fui a Gringotts. Todo por esto.
—¿Por una pulsera?
Harry lo miró, intenso.
—Por un juramento mágico. Este brazalete no solo te protege.
Te reconoce como mío.
Y a mí, como tuyo.
Draco lo abrazó, por primera vez en mucho tiempo con desesperación.
Y Harry lo rodeó como si pudiera protegerlo del mundo con sus brazos.
—¿Me creés ahora? —murmuró Harry, con los labios contra su cuello.
Draco asintió, ahogado por las emociones.
—Siempre te creí, idiota… sólo… me dolía.
Harry lo besó con suavidad.
—Nunca más vas a dudar. Y mañana… todo el castillo va a saber la verdad.
Draco lo miró, curioso.
—¿Qué vas a hacer?
H
arry sonrió, con fuego en los ojos.
—Algo que hara que Ginevra Weasley se arrepienta de haber abierto la boca.