Capítulo 27: El Último Juego de Dumbledore
6 de julio de 2025, 22:41
El despacho del director estaba envuelto en penumbra.
Las sombras se movían lentamente entre retratos dormidos, y el fuego de la chimenea apenas iluminaba la figura del anciano que se sentaba en el escritorio.
Albus Dumbledore estaba esperando.
Y no tardó en llegar.
La puerta se abrió con un clic seco. Harry entró sin llamar. Su rostro era una máscara de calma. Sus ojos, un abismo.
—Me llamaste. —Su tono no tenía respeto. Sólo advertencia.
Dumbledore entrelazó los dedos.
—Harry. Qué bueno que viniste.
No para discutir ni para juzgar… sino para hablar, como lo hacíamos antes.
Harry cerró la puerta detrás de él.
—No somos los mismos de antes.
—No —admitió el anciano—. Pero sigo viendo en ti al niño que miraba el espejo de Oesed… deseando sólo ser amado.
Hubo un silencio.
Harry se acercó al escritorio, pero no se sentó.
—Decí lo que tengas que decir. No me vas a hacer dudar de él.
Dumbledore suspiró con pesar.
—No quiero que dudes de Draco.
Quiero que dudes de ti.
Harry entrecerró los ojos.
—¿De mí?
—eres poderoso. Implacable. Tenés un corazón que arde tan fuerte que puede salvar… o destruir. Y eso me preocupa, Harry.
Porque ahora ese corazón está ligado a un joven que fue criado entre la oscuridad. ¿Estás seguro de que él no está guiando esa furia? ¿Que no la está usando?
—¿Querés saber qué me guía? —murmuró Harry, inclinándose hacia adelante—. La memoria de cada día que estuve solo.
De cada vez que me pediste ser “el bien mayor” y me hiciste sacrificarme.
De cada vez que Draco fue una constante, incluso en el odio.
Y de que ahora, en este caos, él es lo único que me eligió por lo que soy. No por lo que esperan que sea.
Dumbledore no se inmutó.
—Lo vas a perder si seguís este camino.
El Ministerio no se detendrá.
Yo mismo no podré protegerte si continúas…
Harry soltó una carcajada seca.
—¿Protegerme? ¿Tú?
Se alejó del escritorio.
—Draco me protege más de lo que tú jamás lo hiciste.
Y si el mundo no puede tolerar que lo ame, entonces que tiemble.
Porque esta vez no me voy a dejar moldear. Esta vez, yo elijo.
Dumbledore se levantó.
—Harry. Escuchame. Estás al borde de convertirte en algo que no vas a poder reconocer.
Harry lo miró a los ojos por última vez.
—No.
Ya me reconozco.
Y por fin, me gusta lo que veo.
Y se fue.
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Cuando la puerta se cerró, Fawkes lanzó un chillido triste.
Dumbledore se hundió en su sillón, más viejo que nunca.
Porque lo entendió, al fin:
Harry Potter ya no era una pieza en su tablero.
Ahora era un jugador. Y uno que estaba dispuesto a incendiarlo todo por amor.