Capítulo 28: Adiós al Castillo, Bienvenidos al Refugio
6 de julio de 2025, 22:43
El Gran Comedor estaba decorado con tonos dorados y plateados.
Era la ceremonia de graduación.
Los estandartes de cada casa colgaban con orgullo. Profesores y estudiantes aplaudían mientras uno a uno los nombres eran llamados.
Años de estudio, batallas y cicatrices culminaban en ese instante.
Pero entre todos, solo dos figuras captaban todas las miradas.
Harry Potter y Draco Malfoy.
Ya no se sentaban en extremos opuestos del comedor.
Ahora estaban uno al lado del otro. Silenciosos. Unidos.
Cuando McGonagall pronunció sus nombres, los dos caminaron juntos hacia el frente.
No se soltaron las manos.
Ni siquiera cuando Dumbledore los miró desde el estrado con una sonrisa forzada.
El aplauso que recibieron fue vacilante.
Pero no importaba.
Ellos no necesitaban la aprobación del mundo.
Se tenían el uno al otro.
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Horas después, mientras el castillo se oscurecía por última vez bajo sus pasos, Harry y Draco salieron por los portones de Hogwarts.
No hubo despedidas.
Solo el sonido de sus botas sobre la piedra mojada.
Y un destino esperando.
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Grimmauld Place Nº12 había cambiado.
Las paredes ya no olían a encierro, sino a libertad.
La vieja mansión de los Black, que una vez representó muerte y dolor, ahora iba a ser su refugio.
Draco caminó por la entrada con cuidado, como si temiera romper algo.
—¿Estás seguro de esto? —murmuró, mirando la escalera de madera que crujía.
Harry cerró la puerta detrás de ellos.
—Es nuestro ahora. Vamos a reconstruirlo. A llenar este lugar de algo que nunca tuvimos.
Paz.
Draco lo miró con una ceja alzada.
—¿Tú y paz? Dudoso.
Harry sonrió.
—Bueno… entonces llamémoslo una tregua con el mundo. Mientras no se atrevan a venir por vos.
Draco lo besó. Lento. Profundo. Silencioso.
Luego apoyó la frente contra la suya.
—Gracias por elegirme. Por quedarte, incluso cuando era más fácil odiarme.
—Draco… —Harry tomó su rostro—. Yo nunca fui libre, hasta que te amé.
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Esa noche, Grimmauld Place no fue silencioso.
Rieron.
Deshicieron cajas de libros y pociones.
Se besaron en los pasillos.
Durmieron abrazados en la cama más amplia del piso superior, entre sábanas nuevas y ventanas abiertas.
Por primera vez, no había amenazas.
No había espías.
Solo dos magos jóvenes, marcados por la guerra, tratando de aprender cómo amar sin miedo.
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Pero fuera de esas paredes, el mundo no olvidaba.
El Ministerio aún los vigilaba.
Los enemigos susurraban.
Y el amor de Harry y Draco, tan feroz y visible como
una llamarada, se convertiría en una amenaza para más de uno.
Pero esa… sería otra historia.