Mi querido Draco,
"No pretendo juzgar tus decisiones. He aprendido que el mundo cambia más rápido de lo que una madre puede anticipar. Solo deseo saber cómo estás. Cómo es tu vida ahora. Si eres feliz."
"Te pienso todos los días."
"Con cariño,
Mamá"
Draco guardó silencio. Sus dedos jugaban con la taza sin beber. Harry se sentó frente a él. —¿Querés contestarle? Draco asintió, lento. —Sí. No sé si la perdono por todo… pero… no puedo odiarla como odio a mi padre. Y creo que ella está sola ahora. —Entonces escribile. No eres el mismo chico que se fue de la Mansión Malfoy. Y ella tampoco es la misma madre que te crió bajo ese techo. Draco lo miró, con una pequeña sonrisa. —¿Cuándo te volviste tan sabio? Harry se encogió de hombros. —Desde que te tengo para mantenerme vivo… y desde que descubrí cómo se prepara un café decente. --- Pasaron el día limpiando una de las habitaciones del segundo piso. Draco transformó un espacio polvoriento en una pequeña biblioteca con cojines esmeralda y estanterías flotantes. Harry encantó los marcos para que sus fotos favoritas —los dos en la Torre de Astronomía, Draco dormido sobre su hombro, la tarde bajo el árbol en Hogwarts— se movieran con suavidad sobre las paredes. En la noche, Draco escribió una carta. No larga. No melosa. Pero honesta."Estoy vivo. Estoy reconstruyendo. Estoy en paz… aunque el mundo no lo esté."
"D.L.M.B"
Harry me cuida. Yo lo elijo cada día. Te escribo no porque necesite una madre, sino porque no quiero seguir negándome el derecho de tener una familia distinta."* Harry la leyó en silencio cuando Draco se la mostró. No dijo nada. Solo lo abrazó. --- Esa noche, la casa descansó. Y en medio del silencio, Draco durmió con la cabeza sobre el pecho de Harry, sintiendo su respiración tranquila. Porque por primer a vez en años, tenía un hogar. Y alguien que no huiría con las primeras sombras.