Capítulo 32: Bajo Luz de Hechizos y Latidos Dobles
6 de julio de 2025, 22:50
El aire en Grimmauld Place era distinto esa mañana.
Draco se vestía en silencio, con una túnica oscura cuidadosamente planchada. Harry lo observaba desde el umbral, su mirada fija en los movimientos nerviosos de su pareja mientras abrochaba los botones más veces de lo necesario.
—¿Estás seguro de querer ir hoy? —preguntó Harry, con suavidad.
—No vamos a saber nada quedándonos aquí —respondió Draco, sin mirarlo del todo—. Quiero saber si… está bien. Si están bien.
Harry alzó una ceja.
—¿Están?
Draco se encogió de hombros.
—No sé. Siento que… algo me dice que no estoy solo.
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Aparataron frente a la entrada de San Mungo, protegidos por encantamientos y varitas vigilantes. Harry caminaba medio paso detrás de Draco, con la mano lista para sacar la varita a la menor provocación.
Varios magos y sanadores murmuraron al verlos entrar, reconociendo a ambos. Algunos por la cicatriz de Harry. Otros por el apellido Malfoy… y el bulto apenas visible bajo la túnica de Draco.
Harry no se molestó en saludar.
Cruzó la sala de espera con los ojos afilados, como un lobo. Cada mirada prolongada hacia Draco recibía una suya, más oscura.
En el quinto piso, fueron recibidos por una sanadora de mediana edad, de ojos amables y cabello gris trenzado.
—Señor Potter. Señor Malfoy. Bienvenidos.
Draco se sentó en la camilla encantada. Harry se colocó a su lado sin soltarle la mano.
—No se preocupe, joven Malfoy. Los embarazos masculinos mágicos son raros, pero no desconocidos. Especialmente cuando hay herencias mágicas potentes de ambos lados —explicó la sanadora mientras preparaba su varita para un hechizo de diagnóstico.
—¿Duele? —preguntó Draco, con los labios apretados.
—No. Solo cosquillas —respondió ella con una sonrisa.
El hechizo se proyectó sobre su abdomen, y en cuestión de segundos, un suave resplandor azul llenó la habitación. Luego, dos destellos brillaron.
Harry parpadeó.
—¿Dos?
La sanadora asintió lentamente.
—Así es. Dos corazones. Latidos fuertes.
Gemelos.
Draco se quedó en blanco.
Harry se llevó una mano a la boca. Luego bajó la cabeza y apoyó la frente contra la mano de Draco.
—Dos. Vas a tener que compartir el sarcasmo, amor —susurró, entre una risa emocionada y el temblor en su voz.
—¿Cuánto tiempo tiene? —preguntó finalmente Draco, aún atónito.
—Un poco más de tres meses —respondió la sanadora—. Ambos están bien. Usted también, aunque deberá cuidarse del estrés mágico. Su núcleo se ha reajustado para proteger el embarazo, lo cual es normal, pero lo hace más sensible a emociones fuertes… y a interferencias externas.
Draco asintió, serio.
—Nada de interferencias. Harry se encargará de eso.
La sanadora rió suavemente.
—No lo dudo.
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Al salir de San Mungo, la nieve empezaba a caer.
Harry entrelazó sus dedos con los de Draco.
—¿Estás bien?
Draco asintió. Y luego, por primera vez desde que recibió la noticia, sonrió plenamente.
—Voy a ser padre de gemelos.
Y estoy contigo.
Estoy más que bien.
Harry lo besó. En la frente, en los labios, en las manos.
Y supo que ese fue uno de los días más felices de su vida.