ID de la obra: 358

Obsesión y protección

Slash
NC-17
Finalizada
7
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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autor
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
178 páginas, 77 capítulos
Descripción:
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Capítulo 34: Promesa de Sangre y Magia

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La noche había caído sobre Grimmauld Place con una quietud inusual. Las protecciones mágicas zumbaban suavemente alrededor de la casa como si presintieran que algo importante iba a ocurrir. Draco había estado toda la tarde revisando libros de crianza mágica prenatal y corrigiendo el tono de las paredes del cuarto de los gemelos —un suave tono perla con detalles encantados que brillaban solo bajo la luz de las estrellas—. Estaba tan concentrado que no notó que Harry no estaba en casa. Hasta que escuchó el leve chasquido de aparición en el vestíbulo. —¿Harry? No hubo respuesta. Solo una carta flotando hasta él, con la caligrafía elegante que Draco reconocía al instante.

"Ven al invernadero."

Draco frunció el ceño. ¿Desde cuándo Grimmauld Place tenía un invernadero? --- Lo encontró. Una antigua sección trasera del jardín había sido restaurada silenciosamente con magia: vidrio transparente con refuerzos encantados, cálido por dentro, y lleno de plantas que solo florecían bajo la luna. Había velas suspendidas en el aire, flotando en círculos suaves. Y al centro, un banco de piedra con un mantel bordado en verde y dorado. Draco dio un paso, y las velas brillaron un poco más. —Harry… —susurró, sorprendido. Y entonces lo vio. Harry estaba al centro del invernadero, vestido de negro con una capa sencilla y el rostro limpio de todo cansancio. Solo ojos verdes ardiendo. En sus manos, una cajita de ébano tallada. Draco se acercó, confundido. —¿Qué estás tramando? —Algo que debería haber hecho antes —murmuró Harry, y su voz tenía un filo inquebrantable—. Pero tenía que esperar el momento adecuado. Quería que lo recibieras no como una promesa futura… sino como una prueba de lo que ya eres para mí. Abrió la caja. Dentro, reposaba un anillo inusual. Era plata negra, pero con un borde dorado que pulsaba suavemente. En el centro, dos gemas unidas: una esmeralda que había pertenecido a la Casa Black, y una piedra rojo fuego, antigua, parte del anillo ancestral de los Potter. Fundidos. Una sola joya. —Sirius me dejó el anillo Black cuando murió. Y el de los Potter lo recibí cuando cumplí la mayoría de edad. Ambos son símbolos de herencia, de sangre, de historia. Y yo los uní. Porque no hay futuro donde tú no seas parte de mi vida. De mi magia. De mi nombre. Draco abrió los labios, pero no pudo decir nada. Harry se arrodilló. —¿Draco Lucius Malfoy… me aceptarías como tu esposo, como padre de nuestros hijos, y como la única persona que estará a tu lado hasta el final? Draco temblaba. Las lágrimas estaban ahí, pero no bajaban. Solo lo miró. —Sí. Sí, Harry. Siempre tú. Harry tomó su mano, deslizó el anillo en su dedo, y durante un segundo, el aire del invernadero se llenó de magia antigua. Como si los espíritus de los antepasados reconocieran esa unión. No de Potter con Malfoy. Sino de Harry con Draco. De fuego con hielo. De guerra con redención. Se abrazaron. Y el mundo fuera de esa burbuja —los rumores, las amenazas, los prejuicios— desapareció. Solo quedaron ellos. Y los dos latidos pequeños que vibraban entre los dos.
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