Capítulo 37: Hasta que la magia se apague
6 de julio de 2025, 23:01
El día amaneció con una calma casi sobrenatural sobre el Valle de Godric, donde el encantamiento protector rodeaba un claro reservado para una ceremonia íntima y legendaria: la boda de Harry Potter y Draco Malfoy.
El espacio estaba rodeado por árboles milenarios cuyas hojas brillaban como si hubiesen sido acariciadas por polvo de hada. Un círculo de piedras flotaba alrededor del altar, dibujando constelaciones en el aire. Rosas negras y lirios encantados flotaban por el cielo, perfumando el ambiente con una fragancia suave y mágica.
Los invitados empezaban a llegar, guiados por la luz de pequeñas criaturas mágicas que revoloteaban con campanillas cristalinas.
Entre los primeros, Hermione Granger, vestida con una túnica violeta oscuro de escote sutil y detalles plateados, tomó asiento junto a Neville, que llevaba una túnica de gala verde bosque. Luna Lovegood, con una corona de flores encantadas que susurraban canciones de amor antiguo, se sentó a su lado.
Pansy, dramática y bella en un vestido negro de seda brillante, lloraba desde antes que empezara la ceremonia. A su lado, Blaise Zabini y Theodore Nott, impecables en sus túnicas negras con bordados plateados, compartían una copa de champaña y sonrisas contenidas.
La profesora McGonagall, rígida pero emocionada, llevaba un broche antiguo de los fundadores. Hagrid, en su mejor abrigo de piel, tenía los ojos húmedos y la nariz más roja de lo usual. Andrómeda y Narcissa estaban espléndidas en tonos perla y azul noche, tomadas del brazo. Y en una esquina, Severus Snape, con una túnica tan negra como su humor, observaba en silencio… aunque sus dedos acariciaban el frasco de poción calmante que Draco debía tomar después del baile.
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La música comenzó: una melodía antigua, interpretada por violines encantados flotando sobre el altar.
Harry fue el primero en aparecer.
Su traje era un conjunto de gala negro oscuro, ajustado y encantado para reflejar una tenue luz dorada cada vez que Draco lo mirara. La capa estaba forrada con la insignia de la familia Potter-Black fusionada. En su pecho, un pequeño broche. Su cabello, revuelto como siempre, estaba encantado para mantenerse en su caos perfecto.
A su paso, todos se pusieron de pie. Hermione lloraba abiertamente. Luna le murmuró a Neville: "Tiene el aura de un león protegiendo su tesoro.”
Cuando se ubicó frente al altar, la melodía cambió. Un resplandor plateado comenzó a descender del cielo, y Draco Malfoy apareció, tomado del brazo de Narcissa.
Draco llevaba una túnica blanca como la luna, de tela etérea bordada con hilos de plata. El cuello alto dejaba ver el anillo que Harry le había dado, y el vientre apenas redondeado era apenas visible, cubierto por un encantamiento protector. Su capa, de un gris perla que parecía moverse como humo, flotaba tras él como si la brisa lo amara.
Harry contuvo el aliento. Nunca lo había visto tan hermoso.
Draco le sonrió como si el mundo entero estuviera contenido en esa mirada.
Cuando Narcissa lo entregó, murmuró:
—Hazlo feliz... O te Crucio.
Harry soltó una risa suave, y tomó las manos de Draco entre las suyas.
La ceremonia comenzó. La profesora McGonagall ofició cómo Alta Hechicera del rito, con solemnidad y orgullo.
Después de los votos mágicos tradicionales, Harry fue el primero en hablar.
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Los Votos de Harry:
—Draco… —empezó, su voz algo temblorosa—, antes de ti, la guerra fue mi vida. El dolor era lo único constante. Pero entonces entraste en mi caos… y tu existencia se convirtió en mi centro.
Desde tus sarcasmos hasta tus silencios, aprendí que amar también puede doler, que sanar no es olvidar, y que confiar… es un acto valiente.
Te amo, no a pesar de tus cicatrices, sino por ellas. Porque tú y yo sobrevivimos. Porque juntos tejimos algo más fuerte que las ruinas que nos dejaron.
Hoy prometo amarte sin esconder nada. Prometo hablarte incluso cuando me cueste. Prometo poner tus manos sobre mi corazón cada noche, y proteger lo que creamos, incluso cuando el mundo no lo entienda.
Te elijo. En esta vida y en todas las que vengan. Te amo, Dragón.
Todos estaban llorando. Incluso Snape se vio obligado a sacar un pañuelo encantado para "limpiarse los lentes invisibles".
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Los Votos de Draco:
—Harry… —su voz era suave, pero firme—, nunca quise enamorarme. Había aprendido que el amor se paga caro. Que amar es abrir la puerta al dolor.
Y sin embargo… tú derribaste esa puerta. Entraste sin permiso, con tus actos impulsivos y tus ojos llenos de tormenta. Te odio por eso. Te odio por hacerme necesitarte.
Pero también… te amo por eso. Porque tu amor me enseñó que no soy una carga. Que incluso roto, soy digno de ser amado. Que la oscuridad puede abrazarse si alguien decide prender una luz.
Prometo devolverte la calma cuando el pasado te asalte. Prometo darte hogar en cada abrazo, fuego en cada beso y vida en cada mirada.
Prometo ser tuyo, en esta vida… y en la siguiente, donde sea que renazcamos.
Pansy lloraba sin disimulo. Hagrid soltó un sollozo que hizo temblar a los árboles. McGonagall apretaba un pañuelo bordado. Snape disimuló un leve estremecimiento en los ojos.
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Cuando los anillos flotaron hasta ellos, mágicamente suspendidos por las palabras que los unían, Draco y Harry los sellaron con un hechizo de vínculo de sangre y alma.
La luz que emergió fue tan intensa, que las flores estallaron en color. Un leve temblor recorrió la tierra.
La magia… los había reconocido.
—Que el amor que han conjurado hoy —dijo McGonagall, con la voz apenas contenida— perdure más allá del tiempo, del dolor… y de los nombres.
Y entonces, Harry tomó el rostro de Draco entre sus manos y lo besó. Un beso dulce, apasionado, eterno.
Un beso que sellaba una historia que el destino nunca supo cómo escribir… hasta ahora.