“HEREDEROS MALFOY-POTTER: NACEN LOS HIJOS DEL ELEGIDO Y DEL HEREDERO DE LA OSCURIDAD”
Por Rita Skeeter
La portada mostraba una imagen en movimiento de la fiesta en la Mansión Malfoy. Scorpius bostezaba, James dormía… y detrás, Draco acariciaba el cabello de Harry con ternura. —¿La heredera del escándalo no se tomó vacaciones todavía? —murmuró Draco. —Escuchá esto —leyó Harry—: “Fuentes internas afirman que los bebés poseen una carga mágica inusual y que uno de ellos podría tener habilidades proféticas. Los círculos puristas y el Ministerio aún no se han pronunciado oficialmente, pero los nombres James y Scorpius ya retumban en cada rincón del mundo mágico.” Draco rodó los ojos. —¿Y tú les mandaste fotos? —¡Obviamente no! ¿Creés que voy a compartirlos con el mundo sin filtrar? —Bueno… salimos bastante bien —admitió Draco al ver su propia imagen arreglándose la túnica mientras sostenía a Scorpius con naturalidad—. No me odia la cámara, qué se le va a hacer. --- Visitas y ternura Esa tarde, Hermione llegó con una caja de cuentos mágicos para bebés. —No quiero leerles nada que tenga finales trágicos. Voy a reescribir "El Cuento de los Tres Hermanos" versión positiva. —¿Hermione reescribiendo mitología mágica? —murmuró Draco, divertido. —Callate, Malfoy. O el ciervo se queda sin historia. Harry rió mientras cargaba a James, quien lo miraba como si entendiera cada palabra. Por la noche, Luna mandó una carta encantada: “Que la luna siempre les brille. Scorpius tiene un aura azul muy especial. James tiembla cuando el mundo late. Cuiden sus sueños.” Draco suspiró, con Scorpius dormido sobre su pecho y la carta en la mano. —Extrañamente, eso tiene sentido. --- Última escena: paz en lo caótico La noche llegó, y por primera vez en semanas, ambos bebés dormían al mismo tiempo. Harry y Draco estaban en el sofá. Despeinados. Cansados. Contentos. —¿Creés que sobreviviremos a la paternidad? —susurró Harry. Draco apoyó la cabeza en su hombro. —No. Pero si vamos a morir en el intento, que sea juntos. Harry lo abrazó. —Y con pañales encantados volando a nuestro alrededor. Ambos rieron, muy bajo, mientras un suave ronquido de Scorpius rompía el silencio. La casa respiraba. Llena de vida. Y por fin, Grimmauld Place era un hogar.