Obsesión y protección

El sol de una fresca mañana iluminaba la Mansión Malfoy, que para esta ocasión estaba decorada con globos y guirnaldas mágicas que cambiaban de color lentamente, reflejando los tonos verde esmeralda y plateado, símbolos de la unión de dos poderosas familias. Los pasillos, usualmente solemnes y silenciosos, resonaban ahora con las risas y pasos apresurados de dos niños impacientes: James y Scorpius, ambos con los ojos llenos de vida y curiosidad. Harry, con su túnica de auror ligeramente arrugada, llegaba a la sala principal con un leve cansancio de las largas horas en el Ministerio, pero con la sonrisa cálida y el brillo en los ojos que solo su familia podía regalarle. Draco, en cambio, parecía el epítome de la concentración y elegancia, vestido con una túnica oscura salpicada de pequeños símbolos alquímicos que relucían sutilmente, mientras supervisaba los últimos detalles de las pociones y encantamientos que harían de la fiesta un evento memorable. —¿Están listos para su cumpleaños? —preguntó Harry mientras se agachaba para abrazar a James, quien estaba a punto de saltar de emoción. —¡Sí! —gritaron al unísono los gemelos, corriendo hacia la mesa de regalos, donde una montaña de cajas encantadas esperaba. En el jardín, la fiesta estaba en pleno apogeo. Criaturas mágicas danzaban entre los invitados, acompañando la melodía de un cuarteto de elfos domésticos encantados. Neville y Luna llegaban con sonrisas y regalos cuidadosamente elegidos, Hermione quien hacía malabares para entretener a los niños con pequeños hechizos y trucos de varita. —Cinco años ya —susurró Draco a Harry, mientras observaba a los niños jugar—. No puedo creer cuánto han crecido. Harry asintió, mirando a sus hijos correr entre los árboles, esquivando las burbujas encantadas que Fred y George conjuraban. —Y pensar que todo comenzó con aquella noche en Grimmauld Place… —dijo Harry, apretando suavemente la mano de Draco—. Somos afortunados. Las risas se mezclaban con el aroma de los pasteles mágicos que flotaban suavemente, cada uno con sabores personalizados para cada invitado. Cuando llegó la hora de cortar el pastel, James y Scorpius se tomaron de las manos, mirando a sus padres con ojos llenos de emoción. —Feliz cumpleaños, mis pequeños —dijo Draco con voz temblorosa—. Que su magia siempre brille con fuerza. —Y que nunca olviden que, pase lo que pase, tienen una familia que los ama —añadió Harry, besando las cabezas de ambos niños. La noche terminó con fuegos artificiales mágicos que pintaron el cielo con los emblemas de las familias Malfoy y Potter entrelazados, mientras los niños dormían plácidamente en brazos de sus padres.