Capítulo 53: El Sombrero Decide
6 de julio de 2025, 23:26
El andén 9¾ estaba repleto de familias mágicas, maletas flotantes y lechuzas inquietas. El humo blanco del Expreso de Hogwarts llenaba el aire con una mezcla de nostalgia y promesa.
Harry, con su túnica de auror y mirada brillante, se agachó para acomodar la bufanda de James. Draco, impecable y sereno, ajustó el broche de la capa de Scorpius, aunque su mano temblaba apenas.
—Tienen todo lo que necesitan —dijo Harry con voz suave—. Y si algo pasa, sólo tienen que escribirnos. Siempre.
—No olviden lo que les dijimos sobre confiar en ustedes mismos —añadió Draco, posando una mano en el hombro de cada gemelo—. Ustedes ya son magia.
James y Scorpius se miraron entre ellos. Había un leve temblor en sus sonrisas, pero también emoción.
—¿Listos? —preguntó Harry.
—¡Listísimos! —dijeron al unísono, y corrieron hacia el tren.
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En el Expreso
El compartimento 7 del tren fue suyo. Se sentaron frente a frente, charlando nerviosos sobre los hechizos que esperaban aprender primero, qué harían si se perdían y cuál sería su casa ideal.
—Yo quiero Gryffindor —dijo James—. Como tú, papá Harry.
—Yo… no sé. ¿Y si el sombrero me manda a Slytherin? —preguntó Scorpius, en voz baja.
—¿Y? Papá Draco fue Slytherin. Y es genial.
Scorpius asintió lentamente. En el fondo, deseaba hacer honor a su linaje. Pero también a sí mismo.
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Llegada a Hogwarts
La noche envolvía el castillo con una bruma dorada. Las luces flotantes iluminaban el lago, y el eco de los botes mágicos sobre el agua acompañaba a los nuevos alumnos hacia su destino. James y Scorpius se tomaron de la mano mientras cruzaban el umbral de piedra del castillo, con el corazón latiendo como tambores encantados.
La profesora McGonagall los recibió con una sonrisa cálida.
—Bienvenidos a Hogwarts. La selección de casa comenzará en unos momentos.
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La Ceremonia
El Gran Comedor brillaba con miles de velas flotantes y cuatro largas mesas repletas de estudiantes expectantes. El Sombrero Seleccionador descansaba sobre un taburete al frente. Cuando empezó a cantar, todos guardaron silencio:
“Valientes, sabios, leales, astutos,
elijan sus casas sin ningún disgusto.
Ya sea en Gryffindor, Slytherin o Hufflepuff,
o incluso en Ravenclaw si tienen bastante stuff...”
Los nombres comenzaron a sonar. Uno tras otro, los niños fueron llamados.
—Malfoy-Potter, James.
James tragó saliva, pero subió con paso decidido. Al colocarse el sombrero, escuchó una voz en su mente.
—Ah, curioso… Muy curioso. Tienes coraje, pero también una inteligencia nata. Te falta paciencia… pero hay audacia. Veo tu corazón justo, pero también... fuego.
—Gryffindor —susurró James mentalmente.
--Sí, sí… pero sabés que no serías feliz si no lo intentás a tu manera. Muy bien. ¡GRYFFINDOR!
La mesa estalló en aplausos mientras James se deslizaba feliz hacia los leones.
—Malfoy-Potter, Scorpius.
El salón quedó en silencio. Scorpius subió despacio, sintiendo las miradas sobre él. El sombrero se apoyó sobre su cabeza.
—Tú… ah, qué mezcla tan deliciosa. Sensible, astuto, reflexivo. Y con un deseo profundo de hacer lo correcto… pero también de demostrar quién eres.
—¿Slytherin? —preguntó con un susurro tímido.
—Serías grande ahí… pero no sólo ahí.
—Quiero probar que puedo ser algo más. Algo distinto. Algo mío.
—Entonces, que así sea. ¡RAVENCLAW!
La mesa de las túnicas azul y bronce lo recibió con aplausos sorprendidos, y Draco aplaudió con una emoción apenas disimulada. Harry miró a ambos hijos, con una mezcla de orgullo y amor incontenible.
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Más tarde, en la sala común
Esa noche, James y Scorpius se mandaron lechuzas encantadas desde sus respectivas casas. Las cartas volaban en espiral y se abrían con sus voces grabadas:
—Te extraño ya.
—Yo también. Pero vamos a ser los mejores de nuestras casas. Y papá Harry y papi Draco van a estar súper orgullosos.
Y lo estaban. Porque el legado de los Malfoy-Potter apenas comenzaba a escribirse, en cada casa, en cada rincón de Hogwarts.