Capítulo 56: Verano, Magia y Hormonas
6 de julio de 2025, 23:31
Las cigarras cantaban entre los árboles que bordeaban la villa francesa donde Harry y Draco habían llevado a James y Scorpius a pasar el verano. No era la misma mansión de su luna de miel, pero compartía el mismo aire de lujo tranquilo, con fuentes mágicas que susurraban conjuros de descanso, y habitaciones que se adaptaban al estado de ánimo de quien entrara.
A sus quince años, los gemelos eran dos universos distintos que orbitaban el mismo núcleo: la magia y el vínculo irrompible de hermanos.
Scorpius, alto y elegante como su padre Draco, tenía la misma mirada afilada y el gusto por los libros antiguos, las pociones raras y el sarcasmo refinado. James, en cambio, era la mezcla perfecta de Harry y la travesura Weasley. Era carismático, energético y audaz, con una sonrisa que le valía tantos admiradores como advertencias de prefectos.
---
Un verano de descubrimientos
La casa de vacaciones estaba llena de magia tranquila. Durante el día, James y Scorpius se lanzaban hechizos amistosos en el campo de duelo que Draco había hecho instalar. James insistía en probar nuevos encantamientos de defensa, mientras Scorpius lo contrarrestaba con precisión milimétrica y notas mentales sobre el equilibrio de la varita.
—Tu estilo es demasiado agresivo —le dijo Scorpius, agachándose para evitar un Expelliarmus improvisado—. Deberías pensar antes de lanzar.
—¡Y tú deberías reírte más! —gritó James, lanzándole un hechizo que lo hizo flotar boca abajo, riendo.
Draco observaba desde una silla bajo el parasol, con una copa de té helado en la mano.
—No me rompan el campo de lavanda otra vez —les advirtió con voz seca.
—¡Fue un accidente! —gritaron los dos al unísono la semana anterior, cuando explotaron un caldero experimental.
---
Tardes con papá Harry y papi Draco
Por las tardes, jugaban ajedrez mágico con Harry o cocinaban recetas francesas con Draco, quien se tomaba muy en serio que sus hijos no salieran del país sin aprender a hacer una buena baguette con fermentación precisa.
—No es solo pan —decía Draco, con el ceño fruncido—. Es una obra de arte.
Harry, por su parte, aprovechaba esos días para charlar con ellos sobre Hogwarts, sus planes futuros y, ocasionalmente, sus primeros romances.
—¿Así que esa chica de Ravenclaw sigue mandándote cartas? —preguntó a Scorpius con una sonrisita.
Scorpius se sonrojó pero mantuvo el tono frío.
—Es una amistad intelectual.
—Claro —murmuró James—. Por eso te pasa notas perfumadas.
Harry soltó una carcajada mientras Draco resoplaba.
—¿Y tú, James?
James se encogió de hombros con una expresión inocente demasiado bien ensayada.
—Yo prefiero vivir el momento. Ya sabés... experimentar.
Draco lo fulminó con la mirada.
—Usá hechizos protectores. Siempre.
---
Una noche bajo las estrellas
Una noche, acamparon mágicamente en el jardín. La tienda tenía camas encantadas, telescopios y hasta pociones contra los mosquitos. Los cuatro se sentaron juntos, envueltos en mantas, mirando las estrellas bailar sobre ellos.
—¿Se dan cuenta de lo grandes que ya están? —susurró Harry, mirando a sus hijos con una mezcla de orgullo y nostalgia.
Draco asintió, pasando un brazo por los hombros de Scorpius, mientras James se recostaba contra su padre con la confianza de quien nunca necesitó pedir permiso para hacerlo.
—Y siguen siendo nuestros niños —añadió Draco, suave.
Scorpius miró a su hermano.
—¿Creés que las cosas cambiarán cuando cumplamos dieciséis?
James asintió.
—Todo cambia. Pero nosotros no.
—Jamás —respondió Scorpius.
Y aunque las estrellas seguían su danza silenciosa, Harry y Draco sabían que esa noche, como muchas otras, quedaría guardada como
uno de esos recuerdos imborrables de una familia tan extraña como mágica.