Capítulo 68: La tormenta Malfoy-Potter
6 de julio de 2025, 23:43
La noche envolvía la vieja mansión donde Draco estaba prisionero, un lugar oscuro y opresivo. Harry, James y Scorpius llegaron sigilosamente, el corazón latiéndoles con fuerza, conscientes de que ese encuentro decidiría el destino de su familia.
Harry miró a sus hijos, sus ojos brillando con una mezcla de furia y determinación.
—Hoy termina —susurró—. Nadie más tocará a Draco.
Los tres avanzaron con varitas en alto. La puerta principal cedió ante un hechizo poderoso y una ráfaga de viento mágico que alertó a los ocupantes.
En el interior, Draco estaba encadenado, sangrando, y muy herido, pero cuando vio a Harry y a sus hijos, una luz de esperanza iluminó su rostro.
Frente a él, Ron, Ginny y Dumbledore se levantaron, sorprendidos pero sin mostrar miedo.
—Pensaron que podrían esconderse —dijo Harry con voz grave—. Pero están a punto de descubrir lo que sucede cuando juegan con mi familia.
Sin mediar más palabras, Harry lanzó un potente Expulso que derribó a Ron contra la pared, haciendo que su cuerpo emitiera un crujido ante el golpe, su brazo quedó en una posición antinatural. James y Scorpius se movieron en sincronía, conjurando hechizos que no buscaban matar, pero sí incapacitar.
Ginny recibió un hechizo que la dejó paralizada unos segundos, suficiente para que Harry se acercara a Draco y rompiera sus cadenas con un encantamiento preciso.
Dumbledore intentó intervenir, lanzando un Protego, pero Scorpius fue rápido, lanzando un hechizo cegador que lo dejó tambaleándose.
—¡Esto no termina aquí! —advirtió Dumbledore con una voz cansada pero firme.
Harry lo miró fijamente.
—No, por supuesto que no. Ustedes tres conocerán lo que significa meterse con mi familia .
James apuntó a Ron con la varita, su voz firme y clara.
—Esto fue sólo una advertencia, pronto conocerán el verdadero infierno.
Ambos hermanos lanzaron hechizos aturdidores.La sala quedó en silencio. La familia unida frente a sus enemigos derrotados, pero vivos.
Harry tomó a Draco en sus brazos con ternura, con esa delicadeza de quién lleva un tesoro en sus brazos.
—Vamos a casa.
Mientras se retiraban, la advertencia quedó flotando en el aire: la justicia había sido servida, pero el
verdadero castigo apenas comenzaba.