Obsesión y protección

El regreso a Grimmauld Place fue un suspiro de alivio para todos. Draco, aunque débil y marcado por los meses de cautiverio y torturas, estaba finalmente en casa, rodeado por el amor inquebrantable de Harry, James y Scorpius. Las noches anteriores a su rescate habían dejado cicatrices profundas, no solo en su cuerpo, sino en su alma. Sus ojos, antes llenos de fuego y desafío, mostraban ahora la fragilidad de quien ha enfrentado el abismo. Harry no se apartó ni un segundo de su lado. Con paciencia y ternura, le ayudaba a recuperar fuerzas, alimentándolo con pociones y encantamientos curativos que Snape había preparado con esmero. —Dragón —susurraba Harry, usando ese apodo que sólo ellos compartían—. Estoy aquí. Nunca más dejaré que te lastimen. --- Mientras Draco recuperaba la fuerza, la noticia del rescate y de la confrontación con Ron, Ginny y Dumbledore se esparció rápidamente. El Ministerio no tuvo más opción que actuar. Ron, Ginny y Dumbledore fueron arrestados bajo cargos de secuestro, tortura y conspiración contra una familia mágica. El juicio fue breve pero contundente. Las pruebas, los testimonios y la evidencia mágica presentados por Harry y sus aliados hicieron imposible cualquier defensa. El veredicto fue claro: condena a Azkaban. Mientras eran escoltados hacia la prisión, el brillo de sus ojos se apagó, reemplazado por la certeza de que la justicia, aunque tardía, había llegado. --- De vuelta en Grimmauld Place, Draco continuaba su lento proceso de sanación. Cada día era una pequeña victoria: un paso más hacia la normalidad, hacia la vida que merecía. James y Scorpius se turnaban para acompañarlo, recordándole con risas y travesuras que el mundo afuera seguía siendo un lugar para ser vivido y amado. Harry, firme como un pilar, estaba decidido a proteger esa felicidad a cualquier costo. Porque tras la tormenta, el renacer es más fuerte. Y su familia, unida y victoriosa, estaba lista para enfrentar cualquier oscuridad.