Capítulo 3
23 horas y 44 minutos hace
El año nuevo la recibió con dolores, zumbidos y lamentos cuando pidió que se le dejara de administrar los tranquilizantes. Su pierna fracturada le provocaba rigidez que podía ignorar unas horas, días a lo mucho sin tener que inyectar anestésico.
En días lluviosos y de frío, tenía que apoyarse en un bastón que odiaba a muerte porque continuamente se encontraba tropezando con sus propios pies si no coordinaba correctamente sus pasos.
El regreso a su casa a mediados de febrero le dio una perspectiva diferente.
Su padre parecía más... contento, tranquilo aunque aún cargaba consigo esas ojeras prominentes y sus mejillas se veían más afiladas.
El estado anímico de su padre mejoraba lentamente hasta que pudo regresar a su peso ideal. Ella también había mejorado a la par de él.
La adaptación después de la muerte de su madre fue inesperadamente inalterable. No cambio sus rutinas entre ellos, pero durante semanas después de su regreso a casa, siguieron llegando flores y ramos de condolencias, en muchas ocasiones vio arreglos yendo directamente al cubo de basura. Presa de la curiosidad, bajo los escalones de la entrada principal con su fiel amigo bastón, y revisa la tarjeta, inmediatamente coloco la tapa del cubo de basura.
El señor Harrington dejo de enviar flores después de que su padre firmemente le pidiera que dejara de hacerlo. Alice no pregunto sus razones, internamente sospechaba que su padre ya lo sabía.
Una de las ventajas de haber estado también en esa residencia mental, era que sus estudios no se habían estancado, faltaba poco para graduarse de la preparatoria pero ella tenía miedo de no poder relacionarse y adaptarse bien si reingresaba a su anterior escuela por lo que optó por seguir acudiendo a la residencia para culminar sus estudios y como bonus, le ayudaba saber que si ella recaía, este lugar la estaría esperando con los brazos abiertos.
Con la herida en su mente que a veces supuraba, se abría y la desangraba en los meses posteriores entendió que en algún momento empezaría a cicatrizar y después cerraría completamente. No era nada fácil en los meses de noviembre.
A sus veinte años, cursando la universidad en una carrera enfocada al periodismo – porque entendió que esta rama era más apropiada para ella por irónica que fuera- y haciendo servicios sociales en una pequeña editorial que le tendió la mano gracias a las influencias de su padre, podría decirse que su vida se encaminaba por un buen camino.
Con el tiempo, su padre, había recuperado la vitalidad que poseía antes de la muerte de su madre. No era una sombra cercana a lo que fue cuando ella era niña pero no la había abandonado y eso significo mucho. Tuvo que vender la casa, donde vivieron los mejores años con su madre y ella, para pagar los trámites de titulación, la adquisición de la nueva casa y los medicamentos que seguía tomando. Su padre nunca le echo en cara todo lo que el hacía por ella. Nunca.
Se prometió en silencio, pagar hasta el ultimo centavo . Dejaría de ser una carga más en la espalda de su padre. Tenia que hacerlo. Era su forma de corresponder a la fuerza silenciosa que la sostuvo cuando todo lo demás se desmorono.
La nueva casa se encontraba en un lugar llamado Little Whinging, al suroeste de Londres.
Magnolia Crescent era un lugar tranquilo . Tenia un encanto discreto y los vecinos eran educados hasta cierto grado pero había algo que le causaba cierta incomodidad : las casas eran idénticas, no había señales de que hubiera individualidad externa en las fachadas , lo que a menudo le daba la sensación de empezar a alucinar inconscientemente. Aun así no negaba que la reservada indiferencia de los vecinos que se mantenían ajenos a la vida de los demás hizo el proceso de la mudanza y estancia más equilibrada.
En su vigésimo segundo cumpleaños, la generosidad de su padre rebaso los limites cuando le regalo un coche de segunda mano para que pudiera trasladarse cómodamente a su trabajo en Birmingham aunque por la distancia del recorrido le hacia considerar la posibilidad de independizarse en la ciudad. Decisión que tomo después de reducir considerablemente la medicación y de llegar a un acuerdo con su padre de hablarle tanto como le fuera posible.
La despedida fue dolorosa pero necesaria. Marcaba el inicio de su independencia y de avanzar continuamente al futuro.
Su minidepartamento era apenas la mitad del tamaño de la planta baja de su antigua casa, pero le ofrecía el espacio que necesitaba que necesitaba alguien como ella. Lo único a lo que no se acostumbraba era al constante ruido de los vías del tren , que en más de una ocasión la hizo considerar mudarse . Terminaba desechando la idea tan pronto hacia las cuentas que mantenía en su cuenta de ahorro personal . El dinero de la herencia de su tía bisabuela se mantenía intacto por lo menos en siete, esperando que le generara un minimo porcentaje de intereses beneficiosos.
Su empleo actual como asistente editorial le consumía más tiempo del que disponía pero la mantenía ocupada , demasiado ocupado para no dejar brechas que traspasaran los recuerdos insidiosos que la arrastrarían nuevamente al fondo del pozo de sus traumas .Las gestiones, llamadas , correspondencia y agendas que debía organizar en la editorial - relativamente nueva y caótica- llenaban sus días hasta el borde. Si lograba dormir por lo menos cinco horas, se consideraba realmente afortunada por evitar , aunque fuera por una noche , las pesadillas que acechaban en su mente cuando se detenía demasiado tiempo a pensar.
Alice descendió de su Ford Cortina en el aparcamiento. El viento olía a humo de autobuses y la toxicidad de las fábricas aledañas.
El edificio de la editorial Tersia no era impresionante; su fachada de ladrillo rojizo desvencijados con ventanas estrechas en las que apenas se filtraba la luz solar lo suficiente para mantener el interior ventilado . La pequeña empresa llevaba una década apenas en funcionamiento, con aspiraciones grandes de competir con otras editoriales pero con medios modestos. Las publicaciones que realizaban eran puntuales y era por eso que aun seguían a flote.
─ Buenos días, señorita Walker – la saludo el portero, un hombre mayor que siempre la saludaba con amabilidad
─ Buenos días, señor Henry – respondió ella con una pequeña inclinación de la cabeza.
Espero con paciencia finita el ascensor. En temporadas de invierno, generalmente se atascaba el ascensor y a Alice no le quedaba más opción que subir tres pisos por las escaleras, una tortura para ella porque su pierna -operada después de la explosión - apenas respondía cuando el frío se colaba por sus huesos.En esos días la cojera empeoraba y su andar torpe la hacia sentir como una mala imitación de un soldado de juguete oxidado. Así que hacía lo posible por evitar el mayor esfuerzo físico.
Sonrió con ironía, su trabajo le daba la libertad de estar sentada pero también le exigía estar en movimiento cuando se acercaba las fechas límites de entrega , usando unos zapatos con tacón de cuatro centímetros que reemplazo por unas botas más cómodas que le ofrecían un mejor balance.
En el tercer piso, el departamento de redacción ya tenia ese sonido apagado de papeles, maquinas de escribir y conversaciones en voz baja.
Colgó su abrigo , se sento en su escritorio y apilo con precisión y manía los documentos del día. Su maquina eléctrica – una Olivetti gris con letras desdibujadas por el uso continuo- la esperaba como siempre. En su escritorio había un vaso de unicel mordisqueado de los bordes y su agenda de cuero agrietado lleno de separadores y notas sueltas , completaba el paisaje rutinario.
Ser asistente editorial era cargar con el trabajo que nadie quería y que nadie esperaba que le dieran merito por ello porque era parte de su trabajo.
Se había convertido en un reflejo de su madre en lo laboral.
No hablaba mucho con los demás, más que lo necesario y lo cortés . Sus relaciones pasadas le habían enseñado a que confiar era igual que exponer tu cuello en bandeja de plata a un león hambriento. Y en el trabajo, eso era más peligroso. No quería arriesgarse a perder la unica editorial que miro a otro lado sus expedientes clínicos y se enfoco en sus logros académicos.
─ ¿Tienes el último texto de la sección política? -pregunto Judith, una redactora con voz ronca debido a la cantidad de cigarrillos que fumaba por las mañanas.
─ Esta en tu bandeja. Desde ayer – respondió Alice sin levantar la vista del documento en sus manos, y subrayaba algunas palabras con marca textos.
Judith no respondió, simplemente dio media vuelta y se dirigió a su cubículo, aunque tampoco hacia falta. Desde que ingreso a este trabajo, se dio cuenta enseguida quienes se aprovecharían de su inexperiencia como novata y Judith era la cabecilla del grupo.
Fue hace medio año, cuando la sorprendió saboteando el trabajo de Justin, redactor de deportes, que Judith tuvo que cambiar de actitud con ella. Ahora mantenía la distancia con ella.
En el fondo, cerca de la sala de reuniones, se escuchaba la voz del director regañando a alguien con el mismo tono autoritario de siempre.
Durante todo el día pasaban entre sus manos noticias , algunas las leía con interés otras simplemente como gajes del oficio. Reservo dos fechas con un aspirante a senador para que Judith tuviera la primera plana en el periódico de mañana.
─ ¿Vamos? – pregunto Clara, su compañera más cercana que trabajaba como analista de mercados internacionales.
Alice miro el reloj en la pared, pasaba más de la 1 y era momento de su comida.
Ambas se dirigieron a la calle principal donde había un puesto de variedad de almuerzos y cafes para los trabajadores de esa área .
Regresaron a su trabajo a las 2 y media y Alice siguió pulsando teclas, revisando textos y yendo de un lado para otro a dejar las correspondencias en los cubículos.
La tarde del 15 de abril de 1989 , Justin y Charlie trabajaron en conjunto para cubrir la noticia sobre el lamentable suceso ocurrido en Hillsborough donde fallecieron aficionados en el estadio, el saldo dejo a 96 personas fallecidas y 151 salieron heridas. Fueron la primera editorial en vender sus ejemplares a un tiempo record.
El año fue un gestante de cambios prominentes y promesas de un repunte notable en las ventas
En Agosto una colisión entre el barco de pasajeros Marchioness y la draga Bowbelle en el río Támesis resultó en la muerte de 51 personas y abrió una demanda legal compleja entre las partes implicadas.
Pero fue en noviembre cuando alcanzaron su mayor impacto y comercial : la caída del muro de Berlín. Nunca se había sentido tan abrumada y útil a partes iguales con demasiados cambios políticos, socioculturales y tecnológicos sucediendo uno tras otro.
La década de los 80´s quedaba atrás y daba comienzo a los años 90´s.
Un año que auguraba cambios significativos en la cotidianidad de las personas.
Y sin embargo, para Alice no había diferencia alguna. Tenia días buenos y malos, más malos en realidad. Las alucinaciones que mantuvo a raya gracias a los medicamentos, se abrían paso a su psique como capullos de rosas en primavera : suaves al principio, persistentes, casi hermosos hasta que florecían del todo y se volvían imposibles de ignorar.
Mientras visitaba a su padre en Little Whinging, Alice perdió por uno momento la concentración entre las calles que debía tomar.Había creído ver a un niño correr como alma que lleva el diablo de un perro bastante feo. La escena en sí podría ser considerada casi cómica , después de todo, era normal que siempre hubieran niños jugando con sus perros, sino la agilidad con la que el niño trepo el árbol, como si hacerlo fuera tan cotidiano.
Estuvo tal vez cinco minutos observando como el niño pasaba de una rama a otra y el perro saltaba intentando atraparlo con una insistencia abrumadora. A sus ojos nada indicaba que se estuviera divirtiendo cuando el perro en más de una ocasión casi pescaba su pie. Finalmente, condujo su coche donde estaban ellos y toco el claxon varias veces para ahuyentar al animal.
El niño bajo una vez que el perro se fue y Alice descendió del coche con cierta dificultad. No tenía experiencia con los niños pero estaba segura que así no debería de verse uno. Era pequeño y la ropa holgada que traía solo acentuaba más los brazos y piernas huesudas. Los anteojos redondos estaban rotos y se sostenían con cinta adhesiva, la mirada del niño tenía un brillo obstinado en sus ojos verdes y el cabello le salía en tantas direcciones que pareciera que jamás había conocido un cepillo
¿Este niño tenia siquiera un cuidador? Sabia que por ley, todos los menores estaban bajo algun tipo de tutela legal. A no ser que se hubiera escapado de casa o del orfanato.
Había conocido muchos casos de niños que tenían problemas familiares y huían de su “hogar”. La mayoría de esos niños se rodeaban en barrios bajos o de escasez en las que pasaban desapercibidos sin que nadie hiciera preguntas. Sabía que algunos orfanatos eran mas prisiones que un refugio para la mayoría de ellos.
Echo un vistazo a la calle. El lugar era de una clase media, jardines apodados y cercados, no había ningún bache y ni una sola basura fuera de su lugar
¿Este niño vivía aquí?
─ Hola ¿te encuentras bien? – pregunto Alice al niño , examinandolo con más atención .¿Era esa una cicatriz en su frente? Parecía algo grabado a la fuerza más que si fuera producto de algún accidente o descuido.
El chico lejos de estar asustado , la miraba con cierta curiosidad.
─ Gracias - dijo el niño , secandose el sudor con una de las mangas holgadas de su playera.
Alice sonrió , consciente de que había evadido su pregunta.
─ Ese perro debería de tener alguna cadena, no puede ser posible que ande suelto- comento con preocupación Alice , palpando su ostentoso celular en caso de tener que llamar a la perrera .
─ No serviría de mucho. Ripper tiene dueño y sus vacunas están al día - dijo con seriedad impropia de un niño.
─¿Conoces al perro?
El niño le hizo una mirada casi burlona, como si conocerlo fuera más que obvio
─ Es de tía Marge. A veces lo deja pasear … le gusta atrapar conejos – el niño desvio la mirada hacia la acera.
Una mujer regordeta cargaba al perro que no dejaba de removerse entre sus brazos acompañada de un hombre aun más gordo y con bigote de morsa a su lado. Detrás de ellos estaba una mujer más delgada de cara alargada que tenia la nariz fruncida .
─ Buenas tardes – dijo Alice saludando a los recién llegados que miraban al niño con una mezcla de advertencia – Este pequeño estaba siendo perseguido por ese perro – señalo Alice con la cabeza al animal que cargaba la señora regordeta como si fuera un peluche – Por lo visto es suyo ¿no?
La señora, quien supuso era la tía Marge , alzo al perro a un más a su pecho y dejo que le lamiera la cara. Hizo un esfuerzo por no poner cara de asco, por el rabillo del ojo vio que el niño hacia lo mismo pero mirando a otro lado.
─ Mi pequeño Ripper es muy juguetón. Es un verdadero angelito ¿verdad chiquitín?
─ ¿Jugar? Parecía lo contrario al arrinconarlo en el árbol. - dijo Alice con cierta crítica en su tono
─ A los niños les encanta trepar. Nuestro sobrino tiene mucha … energía - hablo el hombre con bigote de morsa
─ Demasiada, si me pregunta – intervino la otra mujer de cara alargada sin mirar al niño.
Ahora que lo pensaba, ninguno de sus tíos se había acercado a revisar al niño, incluso si el niño era un verdadero dolor de cabeza, los adultos a cargo mostraban alguna preocupación y un cierto reflejo protector. Pero esto era indiferencia pura y fría.
No le agradaba estas personas, su trato despreocupado le traían recuerdos ambiguos de su madre y prefería mantener esos recuerdos en la caja negra de su mente.
─ Disculpen, creo que nos saltamos las presentaciones ¿ustedes son sus tíos, habían dicho? – pregunto Alice con cierto recelo, en estos días cualquier loco podría hacerse pasar por personas de bien y secuestrar a inocentes … incluso ella
─ Sí, bueno, en realidad yo soy su tía parental – señalo la mujer de cara alargada apenas ocultando el disgusto y señalaba al hombre a su lado – es mi esposo , Vernon Dursley y mi cuñada Marge . Yo soy Petunia Dursley.
Alice asintió con la cabeza, consciente de que esperaban una cortesia similar.
─ Alice Walker . ¿ su sobrino siempre juega tan temerariamente sin supervisión?
─ Es muy independiente, le gustar hacer las cosas a su manera aunque nunca sean seguras - respondio Petunia , cortante
─ No estaba jugando – murmuró el niño
─ ¿Perdón? – inclino la cabeza hacia el, intentando captar lo que había dicho el niño.
─ Lo que quiere decir es que se asusto un poco, nada grave. Ya hablamos con él sobre no provocar a los animales- Vernon puso una mano pesada en el hombro del niño con demasiada fuerza . Alice noto como las rodillas del niño se doblaron un poco bajo la presión.
─ Yo no hice nada – dijo el niño de pronto endureciendo su voz y mirando con desafio a su tío
─ Los niños siempre dicen eso ¿no? Mienten y mienten hasta que tienes sus dientes clavados en ti, excepto mi Dudley, el es un niño tan bueno, mi único sobrino - remato Marge , hablando como si el niño no existiera en absoluto.
Aquello ya le parecía demasiado a Alice. Cruzo los brazos incómoda.
─ ¿Y si el niño hubiera resultado herido? ¿se haría responsable por no tener con correa a ese perro?
La mujer, Marge, abrió la boca ofendida,como si decirle perro a su perro fuera insultarlo
─ Ripper no tendría que tener una cadena, en ese caso quien debería usarla – la mujer no termino la frase , le lanzo una mirada mordaz al niño
─ ¿Sabe usted, señora , que puede ser sancionada por permitir que un perro agresivo circule sin correa o bozal? – dijo Alice ya con los pelos erizados por esta evidente trato indignante al niño.
─ No hay de que preocuparse, siempre vigilamos que el muchacho este bien. Es como un … hijo mas . - dijo sin convicción Petunia
─ ¿Ah , sí? Lo parece … muchísimo .- respondió Alice dejando que la palabras flotaran.
Alice se plantó firme , acomodando disimuladamente el peso en su pierna buena. Si debía mostrarse desafiante no podía permitir que notaran su debilidad.
Un silencio incomodo después de lo que dijo. Vernon aún sostenía el hombro del niño, el perro le gruñía bajo y curiosamente casi podría jurar que la mujer que lo cargaba hacía lo mismo mientras que Petunia acomoda su bolso , claramente incomoda por la situación . Sabiendo que solo puede intervenir hasta cierto punto antes de que empeorara las cosas para el niño, descruzo los brazos y soltó un suspiro. Luego se giro al niño.
─ Escucha, no vuelvas a trepar un árbol de esa forma, es peligroso , ¿entiendes?
El niño la miró con recelo como si de pronto se hubiera pasado al lado maligno así que Alice se agacho con esfuerzo, sintiendo el crujido de su rodilla. Fingió acomodarle la playera y susurró para sus oídos - Si pasa lo mismo y necesitas escapar de Ripper, cruza el jardín del vecino. Lo más probable es que ellos logren asustarlo durante un tiempo .
Alice se levantó, oculto el gesto de dolor al sentir su rodilla crujir con más fuerza y fingió que se acomodaba su suéter.
─ Bueno, si ustedes dicen que Ripper es bastante juguetón, no habrá problemas con que un inspector venga a dar una vuelta solo para estar seguros ¿no? - dijo con falsa amabilidad
─ Parece que tiene una vena responsable con la sociedad ¿no señorita Walker? – Marge la miraba con una sonrisa dulce aunque podía notar la tensión en sus labios apretados.
─ Claro. Después de todo, pasaría un mal rato si un día paso a visitar a mi padre, quien vive en Magnolia Crescent – Alice señalo la calle vecina – y de repente Ripper le diera por ponerse juguetón y perseguirme pero sobre todo , estaría muy triste de que su adorado Ripper estuviera en una jaula. – Alice sonreía con amabilidad observando como unas manchas pálidas y rojas aparecían en la cara de Marge.
Vernon solto finalmente el hombro del niño y tomo el brazo de su hermana , como si estuviera impidiendo que se le lanzara a Alice. Casi quiso reír. Si esa mujer le ponía un dedo encima, descubriría porque el maniaco del centro de rehabilitación de adictos no pudo comer solo durante días.
Los Dursley le dieron un asentimiento seco y se marcharon nuevamente por donde llegaron.
─ La familia a veces apesta – murmuró Alice, recordando a sus propios tíos y primos que intentaron muchas veces hacer que su padre la dejara a su suerte después de la muerte de su madre.
─ Sí – respondió el niño, alisando su playera justo donde su tío le puso la mano. No sabia porque pero este niño parecía contener una voluntad indomable en su interior y pensó que tal vez eso era lo que sus tíos odiaban de él . Porque era claro que odiaban al niño.
─ Hablaba en serio de que mi padre es vecino de aquí ,así que vendré a dar una vuelta a este bonita calle de vez en cuando. – ofreció tentativamente Alice
El niño sonrió apenas y después suspiro cuando su tía Petunia se giro y le hizo señas para que se fuera con ellos. Alice quiso detener al niño, un sentimiento impulsivo nacido de su propia infancia pero el niño sacudió la cabeza y solo dijo vagamente “limpieza profunda” y comenzó a encaminarse a donde esos tiranos lo esperaban.
─ ¿Cuál es tu nombre? – pregunto Alice
El niño se detuvo , la miro como si desconfiara de ella.
─ Se supone que no debo dar mis datos personales
Alice solto una risita corta , y asintió con la cabeza . Era un chico listo, demasiado listo.
Estaba a punto de regresar a su coche cuando su voz infantil le hablo :
─ Soy Harry … Harry Potter
Alice sintió la vaga sensación de haber escuchado ese apellido pero un pitido molesto la detuvo. A veces pensaba en su cerebro como un pantano con niebla espesa, había cosas que podía recordar y otras que simplemente se hundían en el fango. Además , tenia la capacidad de mezclar la realidad con la fantasía y el terror así que su mente no era precisamente su aliado.
─ Un gusto Harry , si alguna vez necesitas algo, ve a la casa con el numero 342 de la calle Magnolia Crescent y mi padre te ayudara . Es una buena persona aunque por supuesto, no debes fiarte de los adultos .
Harry le dio una sonrisa y echo a correr a donde estaban sus tíos quienes parecían decididos a traerlo a rastras de ser necesario. Observo como Harry estaba rezagado atrás, el perro le gruñía y Marge parecía que incitaba el comportamiento del perro. Petunia y Vernon lanzaban miradas furtivas atrás.
A lo lejos, vio a una señora asomarse de su ventana y saludar efusivamente a Petunia quien le devolvió el gesto mucho más recatado . Un gato se colo en el alfeizar, cruzándose entre la cara de la vecina de los Dursley y la improvisada cortina de mandil de cocina. Volvió su mirada a ella así que pudo ver mejor ,incluso en la lejanáa, que la señora tenia un sombrero bastante extraño en la cabeza.
Tuvo escalofríos. Era como ver su versión futura y la idea le daba repelus. No le gustaban mucho los gatos pero temía que algun día empezara a coleccionarlos justo como la vecina loca de los Dursley.