Capítulo 2: Te odio... Estás preciosa.
7 de julio de 2025, 10:49
No la había visto desde el fin de la guerra.
Técnicamente, desde la audiencia en la que testificó que no era tan malnacido como parecía.
Siete años.
Y en esos siete años, he logrado:
No romper ninguna regla del programa de rehabilitación del Ministerio.
Controlar el 93% de mis impulsos lupinos.
Aprender a respirar sin que mi pecho se rompa cada vez que alguien dice "Granger".
Hasta hoy.
Porque hoy, Granger entra a la Sala de Magia Archivada.
Y lo primero que pienso no es “¿qué hace aquí?”
Es “quiero olerle el cuello.”
Ella no me ve al principio.
Entra como si la oficina fuera suya. Carpeta bajo el brazo, cabello recogido a lo Hermione pero con un toque brutalmente eficiente. Blazer gris, varita en la manga, ceño levemente fruncido.
Y cuando levanta la mirada y me ve, hay un milisegundo de desconcierto. Solo uno.
Luego:
—Malfoy.
Y yo, que había preparado un comentario mordaz para esta ocasión desde 2003, digo:
—Granger.
Muy original, Draco. Pulitzer material.
Ella se queda parada frente a mí como si no supiera si entregarme un expediente o un puñetazo.
Yo me aclaro la garganta.
Mala idea.
Su perfume se mete directo a mi cerebro. Algo floral. Algo inaceptablemente tentador.
—¿Qué haces aquí? —pregunta.
—Trabajo. Como tú.
—¿Tú trabajas?
—¿Tú preguntas estupideces?
Pausa.
Ella se ríe.
Se ríe.
No mucho. Solo lo justo para que mi estómago se contraiga de forma no del todo humana.
No sabe lo que soy.
Todavía no.
Y por un segundo, pienso en decírselo.
Pero entonces ella se me acerca para dejar una carpeta sobre mi mesa, y mi pulso cambia de ritmo como si la luna se hubiera colado por el techo.
Si supiera lo que soy...
Podría destruirme.
O peor:
Podría quedarse.
—No puedes estar en este caso —le digo, como si tuviera autoridad. Como si mi voz no acabara de quebrarse por olerla tan de cerca.
—¿Y tú puedes? —replica.
Tiene una ceja levantada y un pergamino en la mano. Estoy condenado.
—Estoy certificado por el Departamento de Anomalías Mágicas. Rehabilitado. Monitoreado.
—¿Aprobado por quién? ¿Greyback?
Sonrío. No porque sea gracioso. Porque estoy a dos frases de morder la mesa y necesito distraerme.
—Graciosa. Muy apropiado para una reunión laboral.
Ella me lanza el expediente.
Lo agarro al vuelo.
Error.
Nuestros dedos se tocan.
Yo me quemo.
Ella ni se inmuta.
Eso es peor.
—Caso 7431. Alteraciones mágicas no identificadas en el Valle de Caldercross. Informes de criaturas no clasificadas. Magia residual inestable.
—Perfecto para una cita —respondo sin pensar.
Silencio.
Ella me mira. Lento. Como si me estuviera leyendo la mente.
No lo está. Espero.
Aunque si lo estuviera, probablemente ya me habría atado a una silla.
—¿Estás... bien? —pregunta. No como una persona preocupada. Más como una sanadora que ya sabe que estás jodido y solo quiere anotar los síntomas.
—Claro. Encantado de trabajar contigo. Como en los viejos tiempos.
—Nunca trabajamos juntos.
—Por eso estoy encantado.
Pausa.
Ella suspira, gira sobre sus talones y se dirige a la puerta.
Y yo, que debería agradecer el oxígeno, cometo el peor error:
—Granger.
Ella se detiene.
—¿Sí?
—Hueles a verbena —digo. Porque soy un imbécil.
—¿Perdón?
—Nada.
Maldita sea.
Estoy sentado frente al pergamino.
El título del informe dice:
Caso 7431 – Anomalía Mágica en Caldercross
Responsable de análisis: Draco Malfoy
Muy profesional.
La primera línea dice:
“A continuación se presenta el análisis detallado de la manifestación mágica...”
La segunda línea dice:
“...manifiesta en forma de Granger, con cejas perfectas y olor absolutamente ilegal.”
Tacho.
Intento de nuevo.
“Durante la reunión inicial, se intercambiaron informes con la aurora Granger...”
“...quien usa un perfume diseñado claramente para torturar mamíferos con sensibilidad olfativa elevada.”
Tacho.
Sigo.
“Se detectó una energía mágica latente en el expediente entregado.”
“Y también el roce accidental de sus dedos sobre los míos.”
Dibujo un colmillo.
Un colmillo, un corazón, otro colmillo.
Me detengo.
¿Estoy grafiteando informes del Ministerio como un estudiante hormonal?
Sí.
Sí, lo estoy.
Suelto la pluma y me recuesto.
Esto no está funcionando.
No estoy funcionando.
Desde que la vi, mi autocontrol se ha ido a la mierda.
Antes era simple: aire, control, rutina.
Ahora: Granger, olor, vértigo.
Hay una criatura en mí que quiere saber si su piel sabe igual que su perfume.
Y eso… eso es un problema.
—Draco —dice una voz desde la puerta.
Me congelo.
Ella.
Ella otra vez.
La aurora Granger asoma la cabeza por la entrada con su carpetita infernal. Me ve recostado en la silla, el pelo imposible, el pergamino lleno de garabatos que parecen la carta de amor de un licántropo en celo.
—¿Estás ocupado?
—Definiendo “ocupado” —respondo, bajando la pluma con disimulo.
—Me asignaron oficialmente al caso contigo.
Genial.
—Y vengo a dejarte esto —dice, acercándose.
Deja algo sobre mi escritorio.
Una bolsita.
Pequeña. De tela.
—¿Qué es esto?
—Verbena. Dices que huelo a eso.
Tal vez te ayude a concentrarte.
Me quedo mirándola.
Ella sonríe como si no hubiera dejado caer una bomba mágica.
—De nada, Malfoy.
Y se va.
Yo abro la bolsita.
Y casi me desmayo.
No es solo verbena.
Es su verbena.
Ella me regaló su propio infierno personal.
Me río.
O gruño. No estoy seguro.
Lo que sí sé es que estoy jodido.