ID de la obra: 361

El Gran Lobo Feroz - Dramione

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En progreso
1
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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planificada Midi, escritos 50 páginas, 20 capítulos
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Capítulo 3: Una cama, dos colmillos y cero límites profesionales

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El Valle de Caldercross está a tres horas en traslador, dos si amenazas al encargado del Ministerio. Yo amenacé. No porque quisiera llegar antes. Porque estar al lado de Hermione Granger durante un viaje entero es un ejercicio de tortura sensorial. Cada vez que se mueve, su perfume me recuerda que mi autocontrol es una farsa bien peinada. Y eso que mi pelo ya no coopera. Llegamos. Hay niebla. Por supuesto que hay niebla. Caldercross parece el tipo de sitio donde la magia se enrosca en los árboles y murmura tu nombre con mala intención. —Encantador —dice Granger, ajustándose el abrigo. Su voz suena fría, profesional. Yo estoy ocupándome de no mirarle el cuello. —¿Sabías que aquí vivieron varias familias de druidas durante el siglo XI? —¿Sabías que a nadie le importa? Ella me lanza una mirada. No de odio. Peor. De superioridad condescendiente. Hermione Granger tiene la capacidad de hacerme sentir como un idiota solo con una ceja. Nos instalamos en la posada local. ¿El nombre? “La Dama y el Hueso”.
Qué sutileza. Casi me siento bienvenido. La señora del mostrador nos entrega una sola llave. —¿Disculpe? —dice Granger, con esa voz de “haré un informe de esto”. —Última habitación. Dos camas. Son mágicas. Se ajustan a los huéspedes. Yo asiento, intentando no imaginarme qué tipo de ajustes hacen. Granger me mira como si yo fuera responsable del caos estructural del sistema de alojamiento rural británico. —No la reservé yo —digo. —No me importa. —¿Vas a roncar? —¿Vas a aullar? Touché. La habitación está bien. Si “bien” significa: una chimenea ruidosa, dos camas juntas como si compartieran secretos y un espejo que claramente ha visto cosas. Granger lanza su bolso en una cama. Yo me quedo de pie, sin saber si debo mover la otra. —¿Te molesta si me ducho primero? —pregunta. —Solo si lo haces con la puerta abierta. Ella me lanza una toalla. A la cara. Mientras ella está en el baño, intento no oler nada. Fracaso. La habitación empieza a oler a ella mojada. Y eso, en mi estado, es básicamente una invitación al desastre. Muerdo la esquina de la almohada. Funciona. Más o menos. Cuando sale, su cabello está húmedo, suéter nuevo, sin maquillaje, y la expresión neutral. Aparentemente, no soy el único con autocontrol esta noche. —Tu turno, Malfoy. —¿Tú crees que los colchones se autodefinen como “individuales” o “compartidos”? —¿Quieres dormir en el pasillo? —Solo estoy explorando el campo semántico. Ella se mete en la cama sin dignarse a responder. Yo entro al baño, me mojo la cara y me recuerdo que soy un ser civilizado. Spoiler: no lo soy. Ya es tarde. La chimenea lanza chispas suaves. Granger lee. Yo finjo leer. Estamos a menos de un metro. La magia en Caldercross no es lo único inestable esta noche. —¿Por qué el Ministerio te asignó esto? —pregunta, sin levantar la vista. —Porque soy una criatura peligrosa con sentido del humor. —No bromees. Silencio. No sé si es por la chimenea o por otra cosa, pero el aire entre nosotros cambia. —¿Sabes qué me dijo el sanador después de la mordida? —murmuro. Ella me mira. —¿Qué? —“No estás perdido. Pero tampoco estás intacto.” Ella cierra el libro. Me mira. Largo. Firme. —¿Y tú qué crees? —Creo que cuando estás en una habitación conmigo, respiro distinto. No hay sonrisa. No hay burla. Solo ella. Mirándome como si viera algo. —No voy a preguntarte qué significa eso —dice finalmente. —Bien. Porque no tengo idea. Nos acostamos. Damos la espalda.
Respiramos.
Pretendemos. Pero el aire en la habitación huele a verbena.
Y a electricidad.
Y a algo salvaje. Yo cierro los ojos. Y me digo que si sobrevivo esta noche sin morder nada que no sea la almohada, me merezco una Orden de Merlín. De oro. Con menta.
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