Capítulo 10: Y si me quedo, ¿quién nos salva?
7 de julio de 2025, 12:35
La mañana después no es incómoda.
Es peor.
Es silenciosa.
Ella se despierta primero. No dice nada.
Solo se sienta al borde de la cama, con la sábana cubriendo su espalda y el cabello enmarañado como si la noche le hubiera contado secretos que no puede procesar todavía.
Yo no me muevo.
No por falta de ganas.
Por miedo a que si lo hago, todo se rompa.
Porque el instinto se calmó.
Pero lo que viene después… eso sí da miedo.
—
¿Dormiste algo? —pregunta sin mirarme.
—¿Eso era una pregunta literal o existencial?
Ella suspira.
No ríe.
Eso también da miedo.
—¿Qué significa esto, Malfoy?
Boom. Ahí está. La pregunta de los mil hechizos.
Me siento. Me cubro. Respiro.
—Significa que perdí el control —digo.
—¿Eso es todo?
La forma en que lo dice.
No está enojada.
Está herida.
Y eso duele más que si me hubiera lanzado un Sectumsempra emocional.
—No —respondo.
—Significa que no quiero que lo que pasó sea un accidente. O un error. O una maldición hormonal con nombre de posada embrujada.
Ella se gira.
Nos miramos.
Y por primera vez desde que esto empezó, no hay sarcasmo.
No hay escudo.
Solo ella.
Y yo.
Y el eco de lo que hicimos anoche.
—
¿Te arrepientes? —pregunta.
—Me estoy arrepintiendo de no haberlo hecho antes —respondo. Y no me tiemblan los labios al decirlo.
Ella parpadea.
— Yo también.
Boom. Segunda bomba.
—
Después de eso, el mundo debería ser más simple.
Spoiler: no lo es.
El Ministerio envía una carta.
Oficial. Sellada. Con tono de “sabemos más de lo que crees”.
Se solicita a la aurora Hermione Granger y al analista Draco Malfoy presentarse en Londres para informar el estado del Caso 7431.
Estado actual: caótico.
Ella lee la carta.
Yo finjo que no veo cómo su mano tiembla un segundo.
—¿Crees que saben? —pregunto.
—¿Sobre el vínculo mágico?
—¿Sobre lo de anoche?
—¿Sobre el hecho de que si me dejas otra vez, probablemente voy a arrancarle la cabeza al próximo funcionario que diga "régimen de control de criaturas mágicas"?
Ella me mira.
Sonríe.
Pequeño. Pero real.
—Tenemos que ir —dice.
—Lo sé.
—Y tenemos que fingir que somos profesionales.
—¿Antes o después de que me digas si esto entre nosotros es una estrategia de contención emocional o el principio del fin del mundo?
Ella se inclina.
Me besa.
No con deseo.
Con decisión.
—Después.
Empacamos.
Salimos de Caldercross.
Pero algo se queda.
Algo nos sigue.
Porque la magia en ese bosque no solo dejó cicatrices.
Dejó huellas.
De esas que no se borran.
Y yo, que antes solo quería sobrevivir, ahora solo quiero una cosa:
Que ella se quede.
Aunque eso signifique no volver a ser el mismo nunca más.