Capítulo 13: Salí del bosque, pero ella todavía está adentro
7 de julio de 2025, 12:55
Hermione está con Lyra.
En una sala cerrada.
Con una niña que lee auras como si fueran etiquetas de pociones y que me acaba de decir, literalmente, que puedo amar hasta desaparecer.
No es una metáfora.
Es una advertencia mágica.
Una advertencia con ojos grandes, trenza deshecha y tono de “ya le pasó a alguien más y fue feo”.
Y ahora Granger está con ella.
A solas.
Y yo estoy afuera.
Como un perro bien peinado al que no lo dejaron entrar a la reunión emocional.
Me apoyo contra la pared del pasillo.
Respiro.
Mala idea.
La oficina sigue oliendo a ella.
A nosotros.
A decisión mal tomada con lengua.
Repaso mental:
Estuvimos a punto de recrear Cincuenta Sombras de Granger sobre un escritorio del Ministerio. Me está creciendo un vínculo mágico que zumba cuando la toco. Me acaban de decir que eso podría hacer que me desaparezca como concepto ontológico. Y encima, Hermione le está contando cosas a una niña druida antes que a mí.
Estoy perfectamente bien.
La puerta sigue cerrada.
Yo la sigo mirando.
Como si pudiera oler los pensamientos que se están intercambiando adentro.
Spoiler: no puedo.
Pero ojalá.
Porque la incertidumbre me está mordiendo desde dentro.
Y no de forma sexy esta vez.
Imagino lo que están diciendo.
Opción A:
—Hermione, tienes que alejarte. Está empezando a disolverse en ti.
—¿Eso es malo?
—Eso es irreversible. A menos que quieras un novio cuya existencia dependa de tu respiración.
—¿Y si me gusta cómo respira?
Granger suspira dramáticamente. Se miran con entendimiento femenino ancestral. El vínculo colapsa. Draco explota como poción mal mezclada.
Opción B:
—¿Estás segura de que quieres estar con él?
—No.
—¿Por qué no lo sueltas?
—Porque me mira como si yo fuera el primer conjuro que entendió sin leer el manual.
Ok. Esa me dolería. Pero poéticamente.
La puerta se abre.
Yo me enderezo como si no hubiera estado espiando con la nariz pegada al marco.
Hermione sale.
No sonríe.
No frunce el ceño.
Solo me mira.
Con esa cara de “acabo de hablar con una niña más inteligente que tu y tengo pensamientos nuevos que probablemente me arruinen la vida.”
—¿Estás bien? —pregunto.
—No sé.
Boom.
Empieza a caminar por el pasillo.
Yo la sigo.
Obvio.
Porque si no la sigo, ¿quién soy?
Un hombre.
Y claramente eso ya no alcanza.
—¿Qué te dijo? —pregunto, sin poder evitarlo.
—Cosas.
—¿Qué tipo de cosas?
—Tipo “el vínculo puede intensificarse si seguimos ignorándolo, y eso puede alterar nuestras magias individuales, nuestra voluntad, nuestras emociones, nuestra capacidad de pensar con claridad...”
—Eso ya pasó.
—Lo sé.
Silencio.
Ella se detiene.
Gira.
Me mira.
—¿Y tu? ¿Qué te dijo?
La forma en que lo pregunta.
Como si necesitara saber si escuchamos la misma sentencia.
—Que puedo dejar de ser yo si me acerco demasiado a vos.
—¿Y qué piensas hacer?
Me acerco.
La miro.
No sonrío.
—Desaparecer bien. Con estilo. A propósito.
Ella no responde.
Solo respira hondo.
Y dice:
—¿Quieres subir a mi departamento?
Boom.
—¿Por qué?
—Porque necesito verte sin el Ministerio, sin pasillos, sin Lyra, sin vínculos zumbando como colibríes mágicos entre nosotros.
—¿Y si pasa algo?
—Entonces pasa.
Tensión.
Silencio.
Deseo.
Yo levanto la ceja.
—¿Estás segura?
—Estoy harta de fingir que no estoy segura.
Y con eso…
estoy jodido.
Y feliz.
Y jodido otra vez.
La sigo.
Y mientras caminamos juntos hacia su departamento, su magia rozando la mía como una amenaza, solo pienso una cosa:
Si desaparezco, que sea con las manos en su cintura y la boca en su cuello.