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19 de julio de 2025, 19:32
Han sido dos años llenos de retos para Eric T. Cartman, eso, su considerable orgullo, le permite reconocer, pues ni siquiera una mente tan brillante y creativa como la suya puede soslayar la clase de inconvenientes y obstáculos que han de presentarse en su anhelado (y asegurado) camino a la grandeza. Había esperado, con inusual inocencia y cauteloso optimismo, que, habiéndose cumplido sus planes, habiendo resultado exitoso, finalmente, su ambicioso proyecto, su vida sería completamente diferente a lo que era; no era exageración aseverar que, con su ayuda, la humanidad nunca volvería a ser la misma. Y así había sido, excepto que de la más desafortunada manera.
— ¡Eres bastante bueno en esto! —Elogia Lady Elise con admiración. Instantes después, arrepentimiento se muestra en su semblante con un marcado sonrojo en sus blancas mejillas.
— ¿Esperaba lo contrario? —Inquiere Cartman, sintiendo alivio por la eterna torpeza de Lady Elise para censurar sus pensamientos. La prefiere así, avergonzada y rehuyendo su mirada en humillación, a tener sus ojos oscuros observándolo con desesperada minucia. Ya tiene una reputación lo suficientemente mala como para que esta empeore por su propia inhabilidad de concentrarse en su pareja de baile, y no en la figura del hombre a unos metros de él, revestido en seda, muselina y lana blanca.
—Disculpe, mi Lord, no era mi intención cuestionar su habilidad para la danza.
—No, solo su relación con mi procedencia. —Repone, aún sin sentir genuina ofensa, y busca reconfortarla con un suave apretón a sus delicadas manos. — Relájese, Lady Elise, a juzgar por las expresiones de asombro apenas contenido, todos en este salón deben de estar pensando lo mismo. Al menos usted tuvo las agallas de decírmelo a la cara.
Levantan sus manos unidas, y la hace girar al ritmo de la característica música de época que solía enloquecerlo, pero a la que se ha acostumbrado ya. Dan dos pasos hacia atrás, levantan sus manos en un arco, y esta vez le toca girar a él. Es un cotillón con una formación compleja que se ha aprendido de memoria ya: Bajan sus brazos, entrelazando sus manos de nuevo, el brazo izquierdo de ella pasando por debajo del derecho de él; antes de dejarla marchar al centro, a rítmicos pasitos, para encontrarse con el resto de las mujeres aristocráticas con hermosos vestidos que varían en telas y tan diversos en sus colores claros que bien podrían cubrir la paleta de tonalidades pasteles completa.
Aprovecha a lanzar otra mirada a su compañero a unos metros. Kyle, obstinadamente, pretende ignorarlo. Si fuera a cuestionarlo al respecto, le respondería que su propósito es el de no levantar sospechas en los otros invitados y no darle la oportunidad a él de hacer ridículos e inapropiados intentos de seducción cuando están en público. Excusas como aquellas Cartman las creyó solo las primeras veces que acudieron a eventos de esa índole; ahora, sin embargo, sabe que la verdad es mucho más simple.
Cuando es su turno de pasar el centro y los cuatro caballeros extienden sus brazos para danzar a pasos ligeros sobre los pisos de madera de pino, con las damas flanqueándolos a su alrededor, Cartman se encarga de tomar la mano de Kyle exclusivamente, ignorando aquella del extraño frente a él, que debió ser sujetada acorde a la coreografía. Esto causa una breve confusión en los dos caballeros restantes, que hacen su mejor esfuerzo por continuar el baile y toman sus manos entre ellos. Es una pequeña hesitación que no pasará desapercibida por los ojos ávidos posados sobre ellos y que sin duda debió escandalizar a unos cuantos espectadores ya, pero Cartman nunca ha sido del tipo que se priva de pequeños placeres. La expresión de Kyle no revela nada, y pronto, deshacen su agarre, para volver cada uno con su respectiva pareja.
No es su única insolencia en la duración de la pieza: Tan pronto pasan cerca, el uno del otro, antes de volver a entrelazar sus brazos con sus respectivas damas, Cartman extiende su mano ligeramente, hasta rozar sus dedos con los de Kyle. Es la euforia del secreto triunfo consabido lo que lo hace permitirse el atrevimiento; uno que pudo compartir con Kyle con anterioridad, pero que había decidido conservar para él, porque de esa forma sería más divertido.
Aunque complicados en un inicio, los bailes le parecen ahora repetitivos. Les había tomado semanas aprender a regañadientes los pasos iniciales, pero habían practicado incansablemente en una academia y entre ellos, a solas, en sus ratos libres (¡Era pertinente perfeccionar habilidades tan admiradas en la alta sociedad!) y ahora, Cartman está seguro, podrían hacerlo con los ojos cerrados, sin siquiera chocar codos con el resto de los invitados. El baile, como la música y tantas otras cosas, puede reducirse a un conteo, un set de números separados por otro, cosa para la que, afortunadamente, ambos son buenos, permitiéndoles compensar por su falta de gracia.
Cuando el mismo círculo de varones se forma en el centro, esta vez, Kyle no rehúye su mirada. Su expresión es severa. No ha pasado por alto sus indiscreciones y está furioso con él. Cartman sonríe con sorna en su dirección, su satisfacción es infinita.
—Hermosa velada, ¿no le parece, mi lord? — Comenta casualmente, alcanzando a Kyle después de la cena, antes de que vacíe la copa entre sus manos y tenga oportunidad de presentarse a otra jovencita, a la que tal vez le prometa dos o tres bailes, antes de decidir tomarse otro breve descanso de la aburrida noche.
—Si vuelves a hacer eso en la pista de baile, voy a romperte los dedos. —Replica Kyle en un furioso murmuro.
Cartman carraspea para disimular su risotada, y se acerca con un discreto paso en su dirección. Aún es una distancia prudente, pero Kyle se tensa junto a él, anticipando alguna fechoría de su parte.
—Disculpe mi atrevimiento, mi lord, pero debe entender que controlar el ímpetu de tocarlo me fue imposible. Verá, luce tan deliciosamente cogible en esos apretados pantalones...
Kyle se marcha sin más, dejándolo entre arrepentido y satisfecho. En otras ocasiones les había bastado participar en al menos siete de los doce bailes, encontrando excusas para tomar descansos juntos o socializar con otros lores, pero gracias a los rumores de los últimos meses, han debido pasar más tiempo distanciados en público, en ocasiones incluso dentro de su propia residencia, solo en caso de que los curiosos oídos de la servidumbre alcancen a escuchar conversaciones íntimas.
Tal vez debió decirle que aquel no será un problema por mucho más tiempo, pero quería que fuera una sorpresa. No había anticipado que Kyle actuaría particularmente insufrible esa noche. Debe ser la falta de sexo haciéndole jugarretas, él mismo ya no encuentra consuelo en sus propias manos desde hace días.
—Dos años. Nos tomó dos años pasar de los asaltos, apuestas y estafas para llegar hasta aquí, y tu insistes en vernos arrestados al amanecer. —Lo reprende Kyle, habiendo vuelto de pronto, en un acalorado murmuro presuroso y acortando la distancia entre ellos aún más de lo que Cartman lo había hecho en un inicio. — ¿En serio quieres jugarte la vida solo para coquetear como un imbécil en público?
Cartman levanta las manos de forma conciliatoria.
—Bien, bien, lo siento: Mi lord, usted luce... "arrebatador", ¿eso está mejor? — Se corrige, aunque aún cree que aquella palabra no alcanza a describir lo ridículamente sexy que se ve Kyle en un traje formal del periodo de regencia. Es un Sr. Darcy pelirrojo salido directamente de sus fantasías sexuales que no logra hacerlo decidirse entre atragantarse con su pito hasta dejarlo seco, en algún rincón solitario o montarlo a horcajadas hasta que atraviesen la incómoda cama en la que duermen tan pronto vuelvan a sus aposentos.
—Olvida a la horda de nobles homofóbicos, yo mismo voy a matarte. —Decide Kyle, amenazante, dando un largo sorbo a su bebida, pero no vuelve a marcharse, y Cartman lo toma como buena señal.
—Pasé años en el closet, Kyle, nunca podrán obligarme a entrar de nuevo, al menos no por mucho.
—Se que la historia no es tu fuerte, pero si querías tolerancia, nos trajiste a la época equivocada.
Cartman rueda los ojos, aquí vamos otra vez. Han pasado dos años y continúan con la misma discusión.
Llegaron a esa época por accidente, sin un plan, sin preparación previa. La única razón por la que no murieron en aquellos primeros días puede atribuirse a tres factores: 1.- La predilección de Liane Cartman por las novelas de Jane Austen que solía leerle a Cartman cuando era niño, antes de dormir, y que eventualmente él mismo había heredado; 2.- Su habilidad para adaptarse rápidamente a cualquier situación; y 3.- la sangre judía de Kyle, que lo vuelve naturalmente oportunista y bueno en contabilidad.
En el lapso de tan solo catorce meses, pasaron de asaltar a personas en la carretera (necesitaban dinero y ropa de época), y de estafar a ludópatas y borrachos en apuestas clandestinas en diferentes bares (Gracias, Austen, por familiarizar a Cartman con el Loo) a asesorar financieramente al duque (Y, bien, eso fue gracias a Kyle, que convenció al ebrio heredero que en lugar de apostar sus tierras, lo contratara como su asesor, lo cual fue una estrategia que no habían discutido y que tomó por sorpresa a Cartman porque, ¿qué tiene de malo vivir abusando la estupidez ajena?). Treparon por la escalera social tan rápido que se crearon una reputación extremadamente cuestionable entre los nobles, y han tenido que ser el doble de cuidadosos con su rol en sociedad desde entonces.
—Hemos hablado de esto una docena de veces, Kyle, acepta que también fue tu culpa. — El aludido suelta un bufido, sacudiendo su cabeza con incredulidad.
—Sé que estabas desesperado por convencerme de volver contigo, pero secuestrar a mi hermano para forzarme a regresar a casa y atraparnos en la época más romántica que conoces, sin modo de regresar, fue irse a extremos, incluso para ti.
— ¡Yo no...!—Inicia, y se detiene, controlando el volumen de su voz. Un par de cabezas han girado en su dirección. Dios, élite chismosa. — Sabes que no fue así, en absoluto.
Y no lo había sido. Cartman no es ningún perdedor incapaz de superar su relación de bachillerato. Y si, había extrañado a Kyle, en ocasiones; si, verlo de nuevo, después de varios meses sin contacto, se sintió como dar la primera bocanada de aire luego de contener el aliento por demasiado tiempo; y, bien, lo admite, no había podido evitar seducirlo a cada oportunidad que se le presentó tan pronto se quedaron a solas en aquel periodo de mierda, pero todo aquello fue posterior a la creación de la máquina del tiempo y el supuesto secuestro de Ike, a quien por cierto le pateará el culo tan pronto regresen.
—Claro que no. — Responde Kyle, con sarcasmo, hundido en una negación que Cartman no alcanza a comprender y que lo hace querer estrangularlo.
Han tenido esa misma conversación con anterioridad, y ni una sola vez han podido terminarla sin los dos gritándose desaforadamente, así que, por ahora, se ve forzado a dejar pasar el tema. Es una noche especial, y se ha propuesto no gastar energías en discusiones innecesarias, si acaso solo por esa vez.
Pasea su mirada por el salón mientras sorbe de su propia copa, reparando en los ornamentos ostentosos y preciosos tapices en un afán de recuperar la compostura más rápido. El exquisito diseño de ninfas dibujadas en tiza de colores en el centro del salón de baile ha sido borrado ya por los invitados, que ahora dejan huellas coloridas a su paso, haciendo las imperfecciones del suelo de madera más fáciles de ver ahora, bajo la cálida luz de las incontables velas. El aroma a manzana, violetas y lavanda predominan, mezclándose deliciosamente con el sudor de los presentes, perfumando el salón con cada nueva vuelta de los coloridos vestidos, encerrándolos en una fantasiosa burbuja alejada de la pestilencia de las calles y la miseria de los pobres. De eso se trata toda esta época, pretensiones. Sofisticadas, cuidadosamente disfrazadas, pretensiones. Es encantador, a su parecer.
Varias parejas han vuelto a la pista, y a lo lejos, Lady Charlotte murmura con su chaperón, lanzando miradas torvas en su dirección, probablemente está esperando que Kyle la invite a bailar de nuevo. Cartman levanta su propia copa en su dirección, con una sonrisa. Que se joda. De pronto, siente una injustificada nostalgia. No desea nada más que volver a su época, pero a pesar de haber pasado algunos meses infernales allí, no todo fue terrible.
—Estás de buen humor. — Nota Kyle, quien también parece haber hecho el esfuerzo de abandonar su disgusto para poder sostener una conversación civilizada.
Hay alrededor de ochenta invitados en el salón, y de ellos, al menos la mitad ha vuelto a danzar al ritmo de la animada música. Sabe que no es posible, pero le hubiera gustado bailar en público con Kyle al menos una vez. No son exactamente compatibles, a veces se concentran más en dominar y corregir al otro que en disfrutar la música y dejarse llevar, pero Cartman lo prefiere a él antes que a los aburridos cortejos con las (considerablemente más habilidosas) damas de la alta sociedad. Además, juntos se ven mejor que cualquiera que estos pomposos bufones.
—Bueno, no quisiera recordar nuestras últimas horas en este período y saber que no las aproveché al máximo, considerando nuestras limitaciones, claro está.
Kyle mira en su dirección, con confusión, luego, con esperanza. Cartman no puede contener la sonrisa que se dibuja en su rostro, arrojando la secrecía por la ventana.
— ¿La retroalimentación?
—Autoregulada a partir de ayer. —Confiesa, sin censurar su propia emoción, al diablo, que escuchen los curiosos.
— ¿La temperatura?
—Ambiente. Bednorsz y Mueller vendrán a consultarme a mí después de lo que aprendí de la superconductividad a altas temperaturas.
El paladio fue el más fácil de encontrar. Las joyas hechas con él se popularizaron desde que se descubrió el elemento pocos años antes de su accidental llegada, así que comenzaron a reunirlo en las pequeñas cantidades que se encontraban en aretes y collares desde el primer día en que arribaron (En otras palabras, habían robado la mayoría de él, pero en su defensa, no habían tenido opción en un inicio; en todo caso, que se jodan los burgueses). El mayor problema fue conseguir el argón. Si bien la electricidad fue descubierta el siglo pasado, la segunda revolución industrial no está programada hasta dentro de algunos años, así que fue todo excepto divertido modificar su diseño original, calcular una vez más las ecuaciones de movimiento, entropía, calor, etc., para incluir carbón y gas, sin los privilegios de la tecnología moderna. Los tubos de cobre Cartman sabe que puede conseguirlos de aparatos electrodomésticos y sabe también que los escapes de los carros prácticamente son catalizadores, ¿pero en 1800? Tuvieron que ponerse creativos.
Kyle absorbe la información, mirándolo a los ojos como si no diera crédito a sus oídos y necesitara comprobar que no se trata de una mala broma. Poco a poco, la emoción ilumina su rostro, y por un par de minutos no hacen más que mirarse, sonriendo como idiotas.
— ¿Entonces es estable?
Ah, ese detalle...
—Algo así. —Le dice, y cuando algo de la felicidad comienza a disiparse del rostro de Kyle, añade rápidamente— Me refiero a que no es comercializable, no es práctica y es peligrosa, pero servirá para sacarnos de aquí en una sola pieza.
— ¿Qué tan peligrosa es?
Lo suficiente como para que su prioridad sea someterse a rigurosos exámenes y estudios médicos tan pronto pisen el siglo XXI de nuevo, pero además de eso...
—La estabilidad dura por unos segundos antes de que la presión negativa por dentro se salga de control y los minicampos amenacen con desensamblarse. Habrá una ventana para que crucemos, pero será extremadamente breve, después de ese tiempo, no puedo garantizar nuestra seguridad.
Coño, de hecho, ni siquiera puede garantizarla por completo ahora. No pudo hacerlo con la máquina del tiempo con la que llegaron y esta es aún peor. Kyle suspira, sacudiendo la cabeza. No es un imbécil, sabe exactamente a lo que se exponen, la clase de secuelas que podrían tener en un futuro, pero a pesar de ello, una pequeña sonrisa se asoma en sus labios.
—Lo logramos. —Dice, como, finalmente, cayendo en la cuenta de que su sueño se ha convertido en una realidad. — Iremos a casa.
—Iremos a casa. —Confirma Cartman, compartiendo su felicidad.
Hace 25 meses, después de años de incansable investigación, cálculos, diseños, pruebas y errores, Cartman finalmente había creado una máquina del tiempo. La cantidad de sacrificios sociales, académicos y monetarios que realizó en el proceso fueron innumerables, en especial en las últimas etapas del proyecto. Pero lo logró, creó la primera máquina del tiempo en la historia de la humanidad.
Pero el crédito no es únicamente suyo. La idea inicial, los primeros prototipos, teorías y ecuaciones le pertenecen, pero los mayores avances los logró cuando consiguió la ayuda del hermano menor de Kyle.
A los doce años, Ike Broflovski se había sumido en una profunda melancolía a los pocos meses de entrar al bachillerato. Su perspectiva objetiva de la vida, la perpetua monotonía, y su incapacidad de disfrutar sus triviales vivencias diarias, a menudo le traían problemas en sus relaciones interpersonales. Con Kyle estudiando biomedicina en Cambridge, el estado de Ike empeoró, llegando a pasar días enteros sin musitar palabra alguna. Para Cartman, su comportamiento no era ni inexplicable ni inusual: Es parte del paquete cuando tu cerebro es superior al del resto. Lo único que el chico necesitaba era motivación y un proyecto; y, coincidentemente, Cartman necesitaba ayuda del tipo que solo mentes igual de brillantes como la suya pueden brindar. Convencer a los Broflovski de permitirle a Ike trabajar para él algunas horas a la semana a cambio de remuneración monetaria y con la promesa de que su ayuda haría maravillas para su postulación en cualquier universidad de prestigio, había sido tarea fácil.
Pero después de que su prototipo en miniatura exitosamente transportara cuatro de cinco objetos de diez gramos, ese par de horas a la semana que había prometido en un inicio terminaron por alargarse más y más.
El área de trabajo de Cartman se hallaba dentro de una bodega alquilada de 60 m3, sin ventanas. Contaba con un baño portátil recién instalado y con raciones ilimitadas de Red Bull y fideos instantáneos. Perder la noción del tiempo era sencillo, estaba acostumbrado a ello; lo inesperado y, francamente, sorprendente, es que aquella vez duró tres días.
No lo notó hasta que decidió tomarse un descanso, finalmente, y había encendido su celular por primera vez desde que entraron a la bodega (apagarlo para evitar distracciones siempre ha sido su regla).
Su sorpresa fue aún mayor cuando no solo descubrió el tiempo transcurrido, sino también que los padres de Ike lo habían reportado como oficialmente desaparecido luego de no saber de ellos por horas. Los colores se fueron de su rostro cuando vio los mensajes enfurecidos de todos los Broflovski, la cantidad de llamadas perdidas, los carteles policiacos...
Cuando Cartman comenzó a salir con Kyle, en noveno grado, le preguntó en una ocasión, porqué había aceptado ser su novio luego de tanto tiempo de rechazarlo, y su respuesta fue llamarlo, simplemente, alguien aterradoramente persuasivo. Es algo que tomó como un halago en aquel entonces, pero que solo terminó de cobrar sentido cuando volvió la vista hacia Ike y analizó su estado: Sus ojos cargaban las ojeras más grandes que había visto; su cabello estaba grasoso; estaba cubierto en aceite, polvo y sudor de pies a cabeza, luciendo como un vagabundo enloquecido.
Cartman no es ajeno a sufrir episodios maniacos, pero sin Kyle en su vida para forzarlo a descansar, dejarse llevar por la euforia fue inevitable. Ike había lucido igualmente entusiasmado en todo el proceso, con los ojos bien abiertos en concentración, soldando, atornillando, debatiendo las teorías de Tegmark con él, escribiendo y corrigiendo números en hojas y hojas de papel, releyendo a Feyman mientras vaciaba otra lata de Red Bull... En retrospectiva, cada señal estuvo ahí, pero no le pasó por la cabeza, hasta entonces, que él no era el único que debería haber estado medicado.
Cartman no se considera un adulto responsable, no tiene interés en ser uno, sin embargo, en ese mismo momento llamó a Kyle, sin hesitar, para darle su ubicación.
Y ese pudo haber sido el final: Kyle, furioso, preocupado, recogiendo a su hermano, insultando y maldiciendo a Cartman en el proceso, para viajar a Cambridge horas después y, posiblemente, cortar todo contacto con él definitivamente; Cartman, enfrentaría cargos por la abducción accidental de un menor de edad, que al parecer sufre de bipolaridad sin diagnosticar y que además es víctima potencial del síndrome de Estocolmo; Un final gris para su mente brillante, aunque no completamente inesperado. Pero olvidó que, con Kyle, las cosas nunca son tan simples.
Su relación no terminó por falta de amor: Kyle recibió una beca para estudiar en Cambridge, Cartman, una invitación del departamento de física cuántica de la ETH en Zúrich. Invitación que rechazó por dos motivos: La máquina del tiempo y Kyle. No había tenido nuevos avances con la máquina en los últimos años, y a pesar de necesitar los recursos y herramientas que la universidad le brindaría, Cartman no tenía interés en estudiar o trabajar en nada más que no fuera su proyecto, así como tampoco deseaba revelar sus avances a otros; mientras que, a su parecer, su relación con Kyle podría sobrevivir con ellos en estados diferentes, pero a países de distancia sería un reto demasiado grande para ambos. Otras personas encontrarían romántico el que priorizara su relación por encima de su progreso académico, ¡Pero Kyle enfureció! Despotricó algo sobre no querer ser utilizado como otra excusa más para que Cartman sepultara su futuro o alguna mierda así, y terminó con él.
El asunto es que la dependencia que Cartman desarrolló hacia él, en sus años de relación, fue algo que notó solo en los meses posteriores. No se trató solo del aspecto emocional, sino que solía ser Kyle quien le recordaba tomar sus medicamentos. Sin sus mensajes, sus llamadas o su presencia diaria, hacerse responsable de sí mismo en sus momentos de hiperconcentración o hipomanías, se volvió progresivamente más complicado. Tal vez es por eso por lo que, cuando Cartman lo llamó para informarle de sus andanzas con Ike, en lugar de involucrar a la policía o a sus padres, Kyle acudió a él directamente. Una última cortesía a su listo, pero trastornado, exnovio.
Desde el momento en que Kyle cruzó el umbral de la bodega, se desató una pelea. Gritos, insultos, objetos arrojados indiscriminadamente.
Hay cosas que Cartman está dispuesto a pasar por alto, pero cuando Kyle pateó y llamó al trabajo de su vida una chatarra inservible, una cosa llevó a la otra y, guiado por un orgullo amenazado y heridas del corazón sin sanar, Cartman los había encerrado a ambos en el monolito del centro y había ingresado una fecha aleatoria, la primera que se le vino a la mente, en los medidores internos.
Fue una sorpresa para ambos cuando sus vellos se erizaron, el piso y las paredes retemblaron, y la pequeña corriente eléctrica que debieron sentir como un pinchazo (de acuerdo con los cálculos de Cartman), en realidad se sintió como un corto circuito que incendió cada nervio de su cuerpo hasta hacerlos desplomarse en el piso, inconscientes. Fue más impactante aún cuando despertaron, minutos más tarde, y la bodega había desaparecido. En su lugar, los recibió un cielo de un intenso color azul, cubierto parcialmente por las hojas de robustos árboles. El suelo de concreto se había convertido en un camino de tierra irregular. Junto a ellos, los paneles de metal yacían sobre el suelo, desarmados, sus esquinas derretidas; los pilares, conductores de electricidad, habían desaparecido.
—Debiste decírmelo antes, no hubiera aceptado la invitación al baile de ser así.—Dice Kyle, con cierto arrepentimiento.
—Quería que viviéramos la experiencia de una última fiesta. Pasará un largo tiempo antes de que podamos volver. Habrá que hacerle ajustes al diseño actual de la máquina, y tendré que reconstruirla desde cero. Además, Ike y yo tendremos hacerle algunas pruebas antes de volverla a usar en seres humanos... si es que le permiten volver a trabajar conmigo, claro está. — Añade ante la expresión incierta de Kyle, nuevamente preocupado por su excéntrico hermano menor. — Ah, y el próximo viaje será el suyo porque, siendo honesto, le arrebataste su puesto. Esto era entre él y yo. –Le dice, empujándolo levemente con el hombro, y Kyle sonríe de nuevo. — Pero incluso después de ello, volver aquí, a este breve período en Gran Bretaña, no será fácil.
—Llamamos demasiado la atención en esta primera ronda, ¿no? — Esa es una forma de ponerlo. Han sido la comidilla de todos por varios meses ya: Los misteriosos plebeyos, demasiado cercanos para ser familia, demasiado conflictivos para ser amigos.
—Así es, y por si fuese poco, tú eres tan... distintivo. — Dice, sosteniendo uno de sus rizados mechones rojizos entre sus dedos. Cuando lo suelta, observa con gracia como vuelve a su forma curva original, cual resorte.
—Finalmente nos iremos. —Repite Kyle, aún incrédulo, lanzando otra mirada al salón, y suelta un largo suspiro, como si, finalmente, desde que llegaron, se atreviera a bajar la guardia. —Lo hicimos bien, ¿verdad? No cualquiera puede presumir que pasó de plebeyo a marqués en cuestión de meses.
—No cualquiera puede presumir que viajó en el tiempo, Kyle. Pero sí, lo hicimos bien. Yo siendo un genio y tú... bueno, tú siendo un judío.
—Este judío salvó tu culo, así que cierra la boca. —Replica, con fingida mordacidad. Kyle no miente. Sus habilidades natas cuando se trata de contabilidad y finanzas fueron esenciales, pero, aún más importante, su apoyo incondicional en los peores momentos de Cartman fue lo que lo ayudó a salir adelante. Su inestabilidad se salió de control en más de una ocasión, poniendo sus posiciones en riesgo, poniendo su propia vida en riesgo, pero Kyle estuvo allí, a veces desesperado, a veces frustrado, pero siempre con él.
Como si pudiera sentir el rumbo que han tomado sus pensamientos, Kyle se acerca a él un poco más, y lo toma de la mano.
— ¿Qué pasó con el decoro? —Cuestiona Cartman, asombrado.
—A la mierda, no volveremos a verlos. Además, no es como que no lo sepan ya, ¿por qué crees que el Duque insistió tanto que viniéramos? ¿Por qué crees que invitó a la familia de la torpe, solterona, Lady Elise? El sujeto suele ignorar los rumores, especialmente aquellos que nos involucran a nosotros, pero incluso él debió alarmarse tan pronto escuchó a la gente llamarnos "maricas incestuosos".
Esto último hace a Cartman atragantarse con su saliva. Bueno, justamente eso es lo que había estado escuchando él los últimos meses, solo no con esas palabras. Cartman tiene la sospecha de que la parte del incesto el duque la hubiera perdonado con escalofriante facilidad, es lo primero lo que había encendido las alarmas en su cabeza.
—Oye, fue tu idea hacernos pasar por primos.—Le recuerda Cartman.
— ¡Parecía la coartada perfecta! Explicaba nuestra cercanía, nuestra secrecía... Pero no tomé en cuenta la insistencia con la que tratarías de meterte en mis pantalones.
—Oh, por favor, hubiéramos terminado cogiendo de cualquier forma y lo sabes. Además, no es como que tú ayudes a desalentar las sórdidas historias que circulan: Tus abiertas miradas de desprecio hacia cada una de mis parejas de baile bastan para hacer sospechar a cualquiera. —Kyle enarca las cejas, entre ofendido y avergonzado, y antes de que pueda refutarlo, Cartman añade — No te molestes en negarlo, lo noté desde la academia, odias verme bailar con otras personas.
— ¡No es que lo odie! Ni siquiera me gusta bailar, es solo que... cuando finalmente nos vimos forzados a aprender, fue más complicado de lo que imaginé; en las primeras clases, tus patas de elefante me dejaron los pies planos a pisotones —"¡Oye!" Reclama Cartman, pero es ignorado— practicamos tan arduamente por semanas que los pies nos sangraron por todas las ampollas reventadas. Soportamos todo aquello, y al final ni siquiera pudimos... Es estúpido, pero me hubiera gustado, aunque sea una vez...
La oración queda en el aire, pero Cartman entiende bien a lo que se refiere. Se inclina más sobre su hombro. No es un abrazo, no es un beso, no es nada más que reconfortante contacto, pero algunas miradas escandalizadas han comenzado a ser lanzadas en su dirección.
— Que se jodan. Ellos se lo pierden.
No pueden bailar en público, no ahora, pero cuando vuelvan a casa, Cartman sorprenderá a Kyle inscribiéndolos en uno de esos ridículos bailes anuales de la época de regencia. No será igual: Será mejor. Y quién sabe, tal vez terminen enseñándoles una cosa o dos al resto.
No tienen intenciones de invitar a bailar a otras damas, así que no se quedan por mucho tiempo. Beben una copa más, charlan en susurros por varios minutos, y luego, decidiendo que han tenido más que suficiente, se despiden del duque y sus invitados. Son examinados con desagrado, no solo por su conducta, sino por marcharse antes del amanecer, como es la costumbre.
Pero cuando finalmente abandonan el castillo, y los recibe el fresco rocío nocturno, sienten que pueden respirar con libertad por primera vez en mucho tiempo.
—Creo que tienes razón. —Dice Kyle, en el carruaje. Y Cartman no da crédito a sus oídos, ha conocido a Kyle toda su vida y puede contar con una mano las veces que ha dicho semejantes palabras (¡Y le sobran dedos!) —Con aquello que dijiste, acerca de cómo todo esto tenía que suceder.
Cuando recién se encontraron varados en aquella época, las inquietudes de Kyle habían sido molestas e innumerables. No es que dudara de la inteligencia de Cartman y su casi inhumano instinto de auto preservación, sino que sus miedos tenían su origen, parcialmente, en su incertidumbre. Para Kyle, la respuesta a la interrogante de si serían capaces de volver a casa, se encontraba en el principio de la navaja de Ockham:
— ¿No lo ves? –Le había dicho Kyle, histérico, aquella primera noche, después de haber asaltado dos carruajes en la carretera y haber conseguido lo suficiente para rentar la habitación de una posada. — Si alguna vez hubiéramos encontrado la manera de salir de aquí, ¿no crees que nuestras versiones futuras nos hubieran auxiliado ya? ¿O hubieran impedido que termináramos aquí en primer lugar? — Kyle enterró su rostro entre sus manos entonces, con desespero. — ¡Nadie nos ayuda porque nunca logramos volver! ¡Estaremos atascados aquí por siempre!
El argumento de Kyle, si bien válido, era flojo, pesimista y sin una verdadera evidencia que avalara sus especulaciones, excepto por predecibles películas de Hollywood. La paradoja ontológica a la que Kyle se refería es poco probable, a su parecer, incluso ahora, dos años después. Si el Cartman del futuro hubiese intervenido para entregarle los planos o los materiales para facilitar su regreso a casa, él, el Cartman del presente, hubiera enloquecido en furia y hubiera negado su ayuda. No le encanta vivir sin internet, sin electricidad y tener que orinar en bacinillas, pero descubrir que la máquina en la que ha trabajado por tantos años carece de un origen y final real gracias a una estúpida paradoja, sería un castigo peor para él que quedarse atascado allí por una década más. Así que no, no hay una versión de él, en el futuro o en el pasado, que alguna vez se atrevería a hacerse tal cosa a sí mismo. Pero en lugar de explicarle aquello, Cartman respondió con otro argumento:
—Piénsalo bien, si nadie interfiere es, posiblemente, porque lo que nos está ocurriendo ahora, es lo que siempre debió ocurrir. No es que nuestros yo del futuro no puedan ayudarnos, es que no deben y no lo harán, porque nosotros, tu y yo del presente, debemos resolverlo por nuestra cuenta.
A su parecer, la paradoja de la predestinación es tan plausible en su situación como cualquier otra, sin embargo, debatieron al respecto por días. Cartman no cree que alguna vez logró convencerlo de creer en su teoría, y meses más tarde, cuando consiguió el trabajo con el duque, y se cansó de especular, Kyle le confesó que la única razón por la cual estaba tan seguro de estar en lo correcto era un simple presentimiento.
—Bueno, ya era hora de que perdieras el miedo y comenzaras a confiar más en mi brillante mente. —Le dice ahora, tomándolo por el brazo, en la seguridad del carruaje.
—Oh, no, aún tengo miedo, culón, ¡No tenemos idea de lo que nos espera! Lo que digo es que, aunque estos últimos dos años han sido una locura, no me arrepiento de haberlos compartido contigo. — Confiesa, mirándolo con vehemencia, sonrojado hasta las orejas. Posiblemente es gracias a su complicada historia juntos, que, pese a su natural elocuencia, a Kyle siempre se le ha dificultado expresarle sus sentimientos directamente, prefiriendo hacerlo mediante acciones y detalles.
La realidad es que Kyle no fue el único con temores e inseguridades en esos años perdidos en el tiempo, solo que los de Cartman fueron de otra índole. Se preguntó, regularmente, si sus caminos volverían a separarse una vez que lograran volver a su época original; Si aquello, los bailes, los besos a escondidas, las sigilosas visitas a sus alcobas, sería dejado atrás también, como un sueño que Kyle olvidaría tan pronto los recibiera la realidad; ¿sobreviviría su amor a una segunda ronda en el siglo XXI?
Ahora, mirando la determinación en los ojos de Kyle, Cartman siente que tiene su respuesta.
— ¡Jesús, eres tan gay! —El rostro de Kyle enrojece aún más, su ceño se frunce, a la defensiva, pero Cartman lo toma por su camisa antes de que pueda poner distancia entre ellos en el pequeño carruaje, y lo besa por primera vez en toda la noche. —Yo también te amo, marica. —Murmura contra sus labios, antes de besarlo de nuevo, apasionadamente.
Estarán bien, ambos, lo siente en su corazón.
Cartman saca una llave de plata de su bolsillo, y con ella abre la cerradura que había instalado en aquella estancia. Tan pronto Kyle atraviesa el umbral, Cartman asegura la puerta detrás de él.
El estudio es la única habitación en la que la servidumbre tiene rotundamente prohibido entrar, así que, como es de esperarse, es también el único sitio completamente sucio, atiborrado de piezas sin usar, herramientas esparcidas en el piso y papeles tapizando paredes y escritorios. Gracias a que las cortinas se mantienen cerradas en todo momento, el aroma a humedad es tan fuerte que se adhiere a todo lo que pase más de una hora allí.
Es también, por aquel nivel de secrecía, que ha encontrado a varios sirvientes curiosos tratando de asomar sus cabezas cuando alguno de ellos abre la puerta o, como en una memorable ocasión, atrapó a uno atisbando por el ojo de la cerradura. Así que además de mover la máquina hacia una esquina, la había cubierto con una gran sábana, solo como precaución adicional.
Una vez que terminan de encender las numerosas lámparas de aceite para iluminar apropiadamente su entorno, Cartman desvela la forma final de la máquina. La forma rectangular inicial ha sido modificada: Las paredes metálicas hacen las veces de una barrera con forma de medialuna, alrededor de una plataforma circular, sobre la cual ha colocado los paneles; los conductores han tomado la forma de tres pilares adicionales, cada uno de 1, 30 cm de altura, conectados por alambres a los cuatro exteriores. Cartman le indica a Kyle que lo ayude a posicionar las diez baterías caseras cargadas que fabricó con, entre algunos materiales más: cobre, níquel, óxido de zinc y mercurio, y le indica que las coloque en pares, en medio de los pilares externos, haciendo uso de gestos para esclarecer la funcionalidad final de cada pieza frente a ellos.
Kyle procesa la información, asintiendo de cuando en cuando. Sus estudios y propuestas sobre la aplicación de la nanotecnología en el campo médico fueron los que le abrieron las puertas a la Biomedicina en Cambridge; estar familiarizado con las complejidades de la física cuántica no es requisito en esa área, así que sus conocimientos al respecto, si bien considerables comparándolos con los de los otros chicos, son limitados. Que haya conseguido los medios para financiar los experimentos de Cartman en aquella época, y que fuera el faro que lo guiaba de vuelta a la orilla mientras él navegaba las tempestuosas aguas del TDAH y la bipolaridad, sin ayuda de sus medicamentos, era ayuda suficiente, pero, aun así, Kyle quiso involucrarse en todo el proceso de creación desde el día uno. Haciendo su mejor esfuerzo por comprender las explicaciones de Cartman y las razones detrás de los diseños que sugería, las herramientas y materiales que necesitaba, estudiando sus notas en sus ratos libres.
Así pues, no fue ajeno a ninguna etapa del proyecto, pero ahora, llegado el momento de hacer uso de la máquina, su rostro ha palidecido, y su respiración se ha acelerado.
—Espero que no te estés acobardando, porque es demasiado tarde para eso.
Kyle hesita unos segundos, llevando sus manos a su cadera, pero luego dice, resoluto:
—Te vi trabajando en esto todos los días y casi todas las noches, te ayudé de todas las formas que pude. Si dices que está lista, entonces es porque debe estarlo. —Dice, asintiendo como convenciéndose así mismo.
—Cuidado, Kyle, casi sonó como que confías en mí.
—No tengo más opción. —Kyle suelta una pequeña risa nerviosa, encogiéndose de hombros. — ¿Qué necesitas que haga?
— Debemos conectar las baterías a estos pilares, la conducción es perfecta pero será mejor que supervisemos que llegue hasta las paredes internas apropiadamente. Cuando eso suceda, los paneles bajo ellos...
—Se iluminarán, entiendo.
—El núcleo tardará aproximadamente diez minutos en calentarse lo suficiente para comenzar a trabajar y hacer ese sonido que te pone nervioso; una vez que suceda eso, el sistema de enfriamiento entrará automáticamente. Se mantendrá estable por cinco minutos como máximo, así que tan pronto llegue el momento, deberemos estar preparados para cruzar a la placa del centro. Es de suma importancia estar justo encima de la placa, con los miembros bien pegados a nuestros costados o...
—Sí, sí, podría perder alguno en el proceso o morir electrocutado, no necesitas recordarme esa parte cuando eres tú el que nunca puede mantenerse quieto.
—Entonces será mejor que hagas algo al respecto. Podemos tomarnos de las manos, o mejor aún, puedes abrazarme fuertemente en todo el proceso. —Dice, melosamente y ladeando la cabeza, buscando lucir como la misma ternura encarnada, pero Kyle solo rueda los ojos, volviendo la vista hacia la máquina. Ugh, es imposible coquetear con él cuando está tan serio. —La última prueba soportó perecederos de 90kg, pero los paneles hicieron un corto circuito y se incendiaron tan pronto como fueron transportados. Considerando nuestro peso combinado el margen para cruzar con seguridad es aún menor, y no tendremos otra oportunidad antes de que esta mierda se incendie. O explote, como sucedió con la prueba de 100kg. Así que esos cinco minutos se reducen a tres, ¿Alguna duda?
—Dijiste "Cuando el momento llegue", pero cuando cruzamos en tu máquina original no pudimos ver una mierda, ¿cómo sabremos cuándo es apropiado colocarnos en la plataforma?
—Créeme, lo sabremos, no te preocupes. Ahora que soporta tanto peso, la distorsión tempo espacial es visualmente evidente. Podría describirla, pero no le haría justicia. Trata de no distraerte demasiado cuando la veas, es increíble, sí, pero cada segundo cuenta.
Kyle aprieta sus labios, asintiendo. Bien, ahora que todo ha quedado claro...
— ¿Listo para volver a casa?
Kyle sonríe de nuevo, aún nervioso, pero también emocionado.
—Listo.
—Estoy... me siento algo... mareado...—Dice Kyle detrás de él. Cartman supervisa los pilares con atención. Poco a poco, seis de los ocho paneles han comenzado a iluminarse, tenuemente.
—Te dije que beber esa última copa era mala idea. —Dice, sin mirar en su dirección. Kyle siempre ha sido terrible con el alcohol. En las fiestas de bachillerato solía quedarse dormido después de tres cervezas, es verdaderamente patético.
—No, es... vértigo o algo así...
Cartman lanza una mirada por encima de su hombro. Kyle está de espaldas, supervisando el pilar derecho restante, sus manos en su sien. En todo su tiempo allí, Kyle no se enfermó una sola vez, no tuvo un resfriado si quiera. Es probable que sea solo ebriedad, al menos eso quiere creer.
—Resiste un poco más. Pronto estaremos en casa, y podrás tomar Aspirinas o Advil o un coctel de ambos. —Dice, con súbita presura, examinando los paneles de nuevo. Los últimos dos se han iluminado también. Excelente. — Dios, ¿Puedes creerlo? ¡Medicina moderna, Kyle! Nunca más volveré a olvidar tomar mis medicamentos, eso te lo aseguro.
—Solo te tomó vivir en el siglo XIX para aprender tu lección. —Bromea, recargándose en la pared. En apariencia luce bien, no se ve más pálido o sonrosado. Debe ser obra del alcohol, como sospechó.
—Más vale tarde que nunca, ¿no? —Cartman se dirige al tablero detrás del primer pilar a su mano izquierda, y comienza a ingresar los datos.
27 de febrero del 2032, 18:10 hrs. Esa es la fecha y hora que habían decidido. Volver el mismo día que desaparecieron es demasiado riesgoso, considerando que no recuerdan la hora exacta en que sucedió, así que acordaron volver un día después, solo para estar seguros y no provocar otra paradoja más.
—En serio no debí tomar... esa última...—Dice Kyle, su voz sonando casi distante, como si estuviera por quedarse dormido. Cuando Cartman lo observa de nuevo, lo encuentra con sus ojos apretados con fuerza, mientras se masajea la frente.
— ¿Vas a vomitar? —Cuestiona, lanzando otra mirada rápida hacia la máquina. Mierda, no tienen tiempo para imprevistos. — Si tienes ganas, hazlo, justo ahora, no trates de aguantarte.
Kyle no dice nada, sus manos se congelan sobre su cien, su ceño se frunce aún más.
— ¿Kyle?
Entonces, como si de una ilusión se hubiera tratado, Kyle relaja sus facciones. Parpadea un par de veces, como ajustando su visión.
Kyle levanta la mirada, y sus ojos se abren en sorpresa. Casi como si no hubiera esperado encontrarlo allí. Por varios momentos, no hace nada más que mirarlo, fijamente.
—... ¿Debería correr por una cubeta? —Cuestiona Eric, incierto.
Kyle parece reponerse, desvía la mirada, apartándose de la pared.
—No, estoy bien. —Lleva una mano a su garganta, carraspeando. — Fue... —Sacude la cabeza, y sonríe. — Ya se me pasó, tranquilo.
Cartman suspira, aliviado. Incluso si solo está pretendiendo, pronto podrá atenderlo un doctor real. Será lo primero que hagan cuando crucen.
—Genial, porque la máquina ya es lo suficientemente peligrosa y no quiero pensar en las catastróficas consecuencias que traería el vómito o cualquier otro líquido sobre su delicado mecanismo. —Cartman vuelve la vista al tablero, introduciendo los números faltantes. Es tan primitivo como el resto de los componentes de la máquina, pero fue lo mejor que encontró.
Por el rabillo del ojo, ve a Kyle acercarse a la plataforma, sus manos entrelazadas reposando en su espalda baja, contemplando las piezas que conforman a la máquina, individualmente, como si estuviera absorbiendo cada pequeño detalle.
—Como un Crómlech. —Dice, de pronto.
— ¿Qué significa eso? ¿Es yiddish? —Con la fecha en su sitio, Cartman se aparta finalmente, supervisando el resto de los procesos. La máquina comienza a sacudirse levemente, con el inquietante sonido que pone de nervios a Kyle. Es similar a la electricidad haciendo su recorrido por cables de alta tensión, pero cada tanto, un golpeteo sordo se cuela también, aumentando en frecuencia.
—Es galés antiguo. Los Crómlech eran monumentos funerarios. Cuando me mostraste la máquina, esa fue la palabra que vino a... a mí mente —Dice, haciendo particular énfasis, con una gran sonrisa, como si le encontrara alguna gracia. — Los pilares se parecen a los Menhir, la plataforma al Dolmen. —Explica, señalando con una mano cada parte que menciona— Siempre me dio la impresión de que la primera máquina parecía un ataúd; ésta parece un Crómlech.
Vaya observación tan sórdida, ofensiva incluso. La estructura de la primera máquina no fue ningún jodido ataúd, era una especie de monolito, ideal en su forma y material para la conductividad. Y ahora, a falta de tecnología y materiales adecuados, esta forma (la medialuna, el centro, los pilares) es la óptima, es funcional y para nada escalofriante. Que se joda Kyle.
—Viste los planos originales y no dijiste nada entonces, no tienes derecho a quejarte ahora.
—No es una queja. Simplemente no lo noté hasta el momento en que quitaste la sábana.
—¿Otro presentimiento?
Kyle sonríe, no hacia él, sino hacia la maquina, y no agrega nada más.
Cartman sacude la cabeza, mascullando entre dientes. No es momento para discutir. Una vez que estén a salvo y que se aseguren de estar saludables, podrá acusar a Kyle de ser malagradecido, pero ahora es mejor dejarlo pasar.
Decide supervisar los alrededores de la máquina de nueva cuenta, solo para cerciorarse de que todo marche a la perfección, y aquel parece ser el caso. Calcula otro minuto más antes de que puedan cruzar a la plataforma. Están tan cerca de terminar aquella pesadilla.
—Debiste explicarme cómo luce la distorsión. —Parece lamentarse Kyle, momentos después, quebrantando el incómodo silencio que se ha sumado a ellos. —Eres arrogante en todo lo demás, pero cuando hablas de física, de tus proyectos y sus resultados, no tratas de parecer inteligente. Te entusiasmas tanto que usas las palabras más complicadas, mencionas las teorías más complejas. Y luego, me miras como si esperaras que yo, de todas las personas, te siguiera el ritmo con todo ello. Es verdaderamente halagador. En realidad, esa es la razón por la que aprendí física cuántica. Los artículos y los libros que he leído han sido con la intención de poder entenderte como crees que lo hago. Incluso es para impresionarte un poco. —Cartman vuelve los ojos hacia él, boquiabierto, sin haber esperado una confesión tan sentimental. Sus mejillas arden en vergüenza, ¿De dónde rayos salió eso? ¡Kyle jamás ha reconocido su intelecto con anterioridad! ¡Jamás ha dicho, tan abiertamente, las cosas que le gustan de él! — Escucharte explicar la distorsión me hubiera gustado mucho.
Está tan abochornado, ¡Su rostro debe de lucir cual tomate! Pero no piensa rehuir de la mirada de Kyle, nunca ha sido cobarde y no empezará a serlo ahora.
—Es algo que quiero que veas con tus propios ojos, vale la pena. —Dice, luego modula su voz de manera que suena más seguro— Hoy has estado lleno de sorpresas, ya iba siendo hora de que reconocieras mi genialidad.
Kyle ríe, su tono, su mirada, Cartman los reconoce como ternura. Lo hace sonreír también.
—Espero que estés preparado, judío, porque en cualquier momento sucederá.
—Será mejor ponernos en posición entonces, estar un paso adelante nos ahorrará preciosos milisegundos.
El golpeteo sordo es casi constante, los pilares transmiten tanta corriente ahora que sus cabezas metálicas parecen resplandecer. No es una mala idea prepararse desde ahora.
—Bien, colócate detrás de mí. —Dice, dándole la espalda, encarando la máquina en aquel espacio que divide a los dos pilares izquierdos de los dos pilares derechos, junto a sus respectivas baterías. —Cruzaré a la plataforma primero, tú me seguirás de cerca. La primera señal de que la distorsión está por ocurrir es similar a la que experimentamos en la antigua máquina, tus vellos van a erizarse, para desp...
Sus palabras mueren en sus labios. La oración, yace permanentemente incompleta.
Un segundo se encuentra contemplando las luces brillantes de la máquina en funcionamiento; al siguiente, el mundo está de cabeza. Su mejilla está contra el sucio suelo de madera. Cuando trata de articular palabras, balbuceos toman su lugar.
Un objeto cae frente a él, plateado, bañado en color escarlata en un extremo. Una palanca. Una palanca de acero. Un líquido oscuro se derrama en el suelo frente a él. Puede sentirlo escurriéndose en su rostro también. Es cálido, es espeso. Su color combina con el que pinta el extremo de la palanca.
Así como su cuerpo ha olvidado cómo hablar, parece también haber olvidado cómo moverse. En su borroso campo de visión, ve sus dedos se contraerse involuntariamente.
—Supongo que esto responde a la pregunta. —Dice una voz familiar, tan, tan familiar... pero solo cuando su cuerpo es girado boca arriba, y sus ojos se encuentran con cabellos rojizos, es que el nombre viene a su mente. Kyle, quiere decir, pero su boca abierta no emite más que gemidos rotos. En su mano sostiene un filoso objeto con el que recorre la camisa de Cartman: Un abrecartas, arrancando los botones de sus prendas con facilidad. —Al final, si se trató de una paradoja ontológica. — Continúa Kyle. Apartando la camisa de su torso, desnudándolo.
¿Qué haces? Es lo que quiere, pero no alcanza, a preguntar.
Un sonoro ruido se hace presente, como el rugido de una bestia, haciendo retemblar el suelo de madera y a su cuerpo con él. Ese sonido... es una advertencia. Es importante, no puede pensar con claridad, pero significa que algo va a ocurrir, algo... si tan solo pudiera recordar...
De pronto, ardor. Un ardor terrible, profundo.
Solo sus ojos lo obedecen ahora, y trata de guiarlos a la fuente de su agonía: Su estómago está cubierto en rojo.
Los largos dedos de Kyle se abren paso entre el líquido carmesí, entre la piel, como buscando algo... Un violento acceso de tos se apodera de Cartman, haciendo brotar sangre a borbotones de su boca, incontrolable, atragantándose con ella. Kyle parece encontrar lo que sea que busca, lo lleva a su boca, y traga ruidosamente.
Las fuerzas lo abandonan, el dolor desaparece. Tan pronto deja de toser, su cabeza se ladea hacia el suelo. Y allí lo ve, a algunos metros de ellos: Luces, parpadeando de forma intermitente, en el más asombroso, surreal espectáculo que alguna vez haya visto. Los pilares vibran con acaecida fuerza, la placa retembla sin un peso que la sostenga. En medio, se forma una brecha que distorsiona la visión del cuarto, difuminando los colores, las figuras...
Y lo recuerda: Es la brecha sobre la que deberían estar parados ahora mismo. Es la distorsión tempo espacial. ¡Kyle!, trata de llamarlo de nuevo, ¡Mira, Kyle! Esa es la distorsión que quería mostrarle. Es asombrosa, tiene que verla. Trabajaron tan duro, ambos.
Alguien ha comenzado a resollar, cual animal herido.
— ¿C-Cartman? —Escucha a Kyle mascullar, con voz trémula.
Manos temblorosas lo toman del rostro y de pronto es Kyle quien ocupa su campo de visión, está cubierto en lágrimas, un horror indescriptible grabado en su semblante. Pero lo que más llama la atención de Cartman, es el curioso garabato en su frente, dibujado con sangre. No estaba allí, momentos atrás. Kyle intenta hablar, pero su voz se quiebra, de sus labios solo salen sollozos desesperados, dolorosos. Las intensas luces de la máquina lo iluminan con un halo celestial, cada vez más y más brillantes, cada vez más cegadoras.
¡Ya vamos a casa! quiere decirle, no tiene porqué llorar. A partir de ahora, todo estará bien.