Tekeli-li
19 de julio de 2025, 19:32
La absoluta negrura es asfixiante. Tan anormal, que ha devorado toda luz orgánica y artificial. Tan agresiva, que cuando algunos de ellos intentaron combatirla, Kyle la vio tornarse líquida y devorarlos: una brea misteriosa, burbujeante y viscosa, que ahogó sus gritos y desapareció sus cuerpos, antes de retomar su firme estado sólido.
Las lágrimas que escurren por el rostro de Stan, en un incontenible torrente turquesa que baña su rostro, ropas y el suelo bajo ellos, apenas alcanza a formar un charco antes de ser absorbido por la extraña condición del suelo bajo ellos. La habilidad de Stan le permite crear inundaciones en minutos, y aquello, el ser anulado tan pronto como el líquido cae al suelo, es la primera vez que lo han visto ocurrir en sus vidas. Kyle, por su parte, ha organizado llamas a su alrededor: Pequeñas orbes ardientes, flotando sobre ellos, en un círculo, iluminando precariamente sus alrededores, lo suficiente para no separarse y poder caminar sin tropezar entre los cuerpos y el lóbrego líquido.
Kenny es presa de un acceso de tos sanguinolenta, y gime de dolor entre los brazos de Stan.
—Tienes que sacarlo de aquí. — Decide Kyle, observándolos con aprensión.
— ¡No voy a dejarte solo! —Brama Stan, incluso sus ecos se pierden en la negrura del vacío. Su rostro continúa empapado, el flujo de lágrimas aún constante.
Kyle le lanza otra mirada al pequeño cuerpo de Kenny: Su cabeza cuelga de sus hombros, apenas consciente, respira con dificultad, cuantiosa sangre escurre de los heridas en varias partes de su cuerpo. No va a lograrlo. Si continúan, no soportará el viaje de vuelta.
—Ya perdimos a suficientes personas hoy. —Le recuerda a Stan, quien aparta la mirada, recordándolo con horroroso detalle. — Vuelve con Kenny, si encuentro más sobrevivientes, me aseguraré de que las llamas los guíen hasta ustedes.
— ¡Abre los ojos Kyle! ¡Está fuera de control! —Replica Stan, con reanimada frustración. — ¡No puedes hacer esto solo!
Kyle traga saliva audiblemente, y sacude la cabeza.
—Lo van a matar. —Dice, con absoluta certeza, con profunda aflicción.
—Mira a tú alrededor...—Le indica Stan, con un gesto: No hay nada, excepto oscuridad. Aquella parte del pueblo se ha convertido en un agujero negro. — Tal vez... tal vez sea lo mejor.
Las llamas de los orbes de fuego crecen en tamaño súbitamente, haciendo a Stan respingar, y Kyle se fuerza así mismo a mantenerse tranquilo. Stan está aterrado, tanto como todos los demás. El trauma de haber visto a tantos de sus conocidos morir o desaparecer en el horror de las sombras, sumado a la desesperación de saberse indefensos, es lo que lo hace decir tal crueldad, con tanto desapego. Con un gesto de su mano, Kyle enciende tres orbes más de fuego, que giran con lentitud alrededor de Stan y Kenny, grandes y robustas, para asegurar una buena iluminación, y alejar a cualquier posible amenaza.
—Esas bastarán para mantenerlos a salvo. —Le indica. — He dejado un rastro de cenizas desde que entramos, el fuego encima de ustedes lo seguirá automáticamente, así no se perderán.
Entonces, retrocede algunos pasos y apaga las llamas restantes a su alrededor, dejándose engullir en la espesa negrura.
— ¡Kyle! —Lo llama Stan, desesperado. Pero Kyle, resoluto, camina a ciegas entre las tinieblas, lejos de su voz, lejos de la rojiza luz de esperanza que ha dejado junto a ellos.
Una vez que se ha asegurado de que Stan se ha marchado, y que no planea seguirlo, Kyle enciende varias llamas más, y mira a su alrededor, tratando de ubicarse.
Por varios minutos navegó en la completa oscuridad, sin guías. Había extendido sus manos frente a él, buscando refugio en alguna pared o evadir algún posible obstáculo, pero no encontró nada en su camino. Está tan sorprendido como aliviado de continuar intacto: No había tomado más que unos cuantos minutos para que los agentes que los escoltaron allí fueran engullidos por la hostil e impredecible oscuridad. Se pregunta si aquello es una buena señal o tan solo mera suerte de su parte.
Ahora, la inesperada iluminación hace a la viscosidad que había crepitado poco a poco hasta sus pies, menguar, escondiéndose entre las sombras de los helechos y el pasto, la dureza de ella dando paso a la suavidad de la tierra.
Habiendo cruzado, finalmente, el extenso patio central, Kyle debe tomar una decisión: ¿A qué edificio debe proceder? ¿En qué orden? El domo que constituye el área de visitas y administración se yergue aciago frente a él, sus ventanales de vidrio completamente ensombrecidos.
Es un miércoles por la tarde, así que sabe que, con excepción del equipo administrativo, algunos guardias patrullando, y contados docentes que, por algún motivo, pudieron haberse quedado después de finalizadas sus horas laborales, el resto de los estudiantes, incluso los peligrosos, debieron encontrarse al aire libre, disfrutando de la breve libertad que les brindan antes del atardecer, como todos los días. El entrenador Stan, el profesor Tweak, Stotch, los contados Agentes de fuerzas especiales sobrevivientes y él, inspeccionaron las áreas verdes correspondientes a los patios frontales y posteriores al llegar, incluyendo la zona cero: El área de juegos, aledaño al patio central.
Cuando un estudiante se encuentra paseando por las aulas, cafetería o centros de estudio a deshoras, son reprendidos con severidad, así que duda en demasía encontrar a sobrevivientes que no sean adultos en ambos edificios y, aunque le provoca remordimiento la idea de no acudir a su auxilio, ninguno de ellos es la razón por la cual se le fue permitido entrar a aquel infierno negro.
Así pues, determinado, Kyle se dirige a los dormitorios, dejando atrás el domo y el área administrativa, dándole la espalda a los cadáveres, grandes y pequeños, a su alrededor, y con ello, a la posible salvación de sus colegas, posiblemente aún con vida.
La espesura de la lúgubre noche parece aumentar con cada paso y Kyle se siente considerablemente agotado.
Varias ventanas del edificio han sido destrozadas, y algunas paredes y muros de los pisos superiores han colapsado, pero Kyle no tiene manera de acceder a ellos desde el primer piso. Así pues, sin electricidad para poder ingresar el código de seguridad en la planta baja, Kyle optó por fundir la gran puerta metálica, sus manos oscilando a lo largo de toda la superficie, concentrando calor en sus palmas en intervalos de 100° a 150°, tratando de conservar el mismo nivel de iluminación a sus espaldas. Es la primera vez que produce llamas con temperaturas tan elevadas, mantenerlas por tanto tiempo ha requerido inusitados niveles de concentración de su parte.
Una vez dentro de los dormitorios, con un techo, paredes y objetos inflamables a su alrededor, Kyle hace constantes variaciones de temperatura, para no provocar un incendio accidental. Los mismos orbes grandes que iluminaron su camino hasta ahora son demasiado peligrosos en un espacio tan estrecho, así pues, su solución es, simplemente, dividirlas en figuras de menor tamaño: Pequeñas luciérnagas incandescentes a su alrededor, numerosas y letales, en caso de que algo quisiera tomarlo por sorpresa; la visibilidad, lamentablemente, merma junto a sus tamaños, así que su camino hacia el tercer piso resulta más lento de lo que le gustaría. Sumado a ello, ha captado más y más movimientos por el rabillo de su ojo. A veces grandes, a veces pequeños. Sonidos húmedos, reptantes, acompañan sus resonantes pasos en los escalones superiores que no alcanza a atisbar, y en inferiores que deja atrás. En una ocasión, le parece escuchar un siseo arriba de él, pero tan pronto dirige algunas luciérnagas sobre su cabeza, el sonido se aleja de nuevo.
Afortunadamente, no encuentra tantos cuerpos en su camino en esta ocasión, solo dos: Partes despedazadas de alguno de los guardias, y la parte superior del cuerpo de Clyde Donovan, uno de los docentes. Esto último termina por confirmar su teoría: En realidad, no es la luz lo que contrarresta esta inusual oscuridad.
Leopold Stotch, un viejo conocido que se ofreció como voluntario para acompañarlo, tenía la habilidad de producir fuentes de luz inagotables. Contar con su brillo cegador le había parecido, al inicio, una buena idea, pero tan pronto habían cruzado el laberíntico patio frontal, las sombras cambiaron a un estado líquido, cayendo de los techos y paredes en un viscoso torrente, cubriendo a Leopold en capa tras capa, de pies a cabeza, encerrándolo a él y a su luz en un grueso capullo asfixiante del cual ninguno pudo sacarlo.
Clyde, por otro lado, poseía la habilidad de desprender potentes rayos de energía de su cuerpo, sin embargo, allí está, otra víctima más, presa de una horrible, dolorosa muerte.
Ambos son... eran excepcionales en el control de sus poderes, como les es requisito para su continua libertad, así pues, como el resto de los cadáveres que ha encontrado, no es que carecieran de talento o fueran incompetentes. Sino que la monstruosa oscuridad a su alrededor tiene conciencia propia; es adaptable; es resistente; es inteligente. Pero como todo ser vivo, el calor extremo es su debilidad.
Los Kilowatts alcanzados por Butters, capaces de iluminar varias casas y hasta edificios enteros al mismo tiempo, no pudieron si quiera iluminar el camino delante de ellos de la manera que las llamas de Kyle pueden. El intenso calor emitido por su luz, no se compara con el núcleo de cada orbe que Kyle ha conjurado desde entonces, y que solo la habilidad de Stan ayudó, a duras cuestas, a que el resto de sus acompañantes pudieran soportarlo, agua fría fluyendo de sus acuosos ojos grises, constantemente, formando charcos bajo sus pies que después crepitaba por sus piernas, hasta sus espaldas y cuellos, absorbiendo el calor, refrescándolos hasta volver las altas temperaturas tolerables, mientras Kyle los guiaba metros más adelante.
Ahora, caminando solo, sin tener que velar por la seguridad de otro ser humano, hace a que cada pequeña luciérnaga a su alrededor varíe de entre 40°C a 100°C. La pintura de las paredes ha comenzado a derretirse, el pasamanos junto a él brilla, incandescente, pero solo así puede mantener a raya a lo que sea que lo ha seguido desde que ingresó al edificio. Esa es la clave para controlar a esta... "criatura". Intenso calor, que solo él puede emitir y resistir.
Esa, también, es la clave para salvar una vida. Y en aquel día, que se han perdido tantas, Kyle está dispuesto a todo con tal de lograrlo.
Una vez llegado al tercer piso, Kyle no tiene que buscar más.
Lo escucha, a lo lejos. Es el único sonido, además de sus pisadas, y la humedad sinuosa.
El pasillo, los muebles, el marco de las habitaciones... todo ha perdido su forma. Solo hay capas de negrura escamosa, engañosamente sólida, con pustulas que nacen y mueren al instante siguiente.
Cuando Kyle ingresa a la habitación de donde proviene el ruido, atisba pinceladas de color. Son, probablemente, las únicas en todo aquel piso: Sobre un largo rectángulo oscuro, que asume solía tratarse de una cama, hay un bulto, temblando bajo una cobija de felpa azul, gimoteando quedamente.
Kyle sonríe, aliviado. No es que no hubiera estado asustado como los demás ante el prospecto de atravesar los peligros de la insondable, incierta, oscuridad; sino que sabía que él debía estarlo aún más.
Se acerca, tan quedamente como puede, las luciérnagas más calurosas se quedan fuera de la habitación, y las que entran con él, menguan hasta volverse plácidamente cálidas, acercándolas lo suficiente para iluminar el cuerpo bajo la cobija.
—Hola, Eric. —Saluda, con suavidad, la sonrisa en su rostro audible.
Los sollozos se detienen abruptamente.
Lenta, tentativamente, una pequeña cabeza, de alborotado cabello castaño, se asoma por debajo de la cobija. Y allí, con lágrimas en sus grandes ojos, abrazado de su rana de peluche, se encuentra el pequeño Eric Cartman.
A lo largo de su carrera se ha encontrado con todo tipo de niños problemáticos; de aquellos que le dejan en claro su desagrado, bajándose los pantalones y cagándose a mitad de los pasillos siempre que lo ven acercarse; o de los que usan sus habilidades para importunarlo de mil maneras, como aquel chico que disfrutaba escabullirse en su oficina y camuflarse con el tapiz, esperando a que Kyle estuviera por dar el primer sorbo a su café en las mañanas, antes de revelar su presencia súbitamente, haciéndolo derramar el líquido sobre su ropa; o como aquel otro jovencito que aprendió a controlar sus poderes con tanta maestría que, una vez al mes, conjuraba insectos dentro de los folders, cajones, bolsillos y la guantera del automóvil de Kyle.
Podría escribir libros con todas sus experiencias y, sin embargo, ninguna se acerca al reto que ha sido tratar con Eric Cartman. El pequeño, con tan solo siete años, es uno de los infantes más brillantes y precoces que ha conocido, pero también uno de los más complejos. Lo ha visto desenvolverse en diferentes entornos desde su llegada, y puede decir con seguridad que Eric cumple con el perfil de un negativista desafiante: Es susceptible, desobediente, rencoroso, destructivo e indisciplinado.
Su trasfondo familiar, como es de esperarse, tampoco ha sido remotamente estable: Su padre lo abandonó antes de su nacimiento; pasó sus primeros cuatro años viendo a su madre ser víctima de violencia doméstica por parte de distintas parejas, hasta que escaparon a casa de un familiar al otro lado del país; y aunque en los exámenes físicos realizados no se encontraron pruebas, Eric ha mostrado comportamientos que aluden a haber sufrido algún tipo de abuso sexual, posiblemente por parte de su tío, el familiar quien les dio alojo en los años recientes.
Lo que vuelve su ya lamentable situación particularmente delicada, es que, hace poco más de un año, se manifestó en él una habilidad inusual: Inicialmente, se presentó como tentáculos babosos en su espalda, capaz de retraerse y surgir a voluntad, obedeciéndolo en ocasiones, pero haciendo travesuras a él y a otros con regularidad. Al ser su composición incierta y ser capaces de pasar por dos de los tres estados de la materia con facilidad, se le clasificó, erróneamente, bajo la categoría de "Cambiaformas".
Pero a los pocos meses, la señora Liane Cartman, madre de Eric, reportó un incremento inusual y persistente de las sombras de los objetos en presencia de Eric ("Es como si se expandiesen", fueron las palabras que usó), y aunque se añadió a su expediente, no fue considerado causa de alarma. La siguiente vez que ella alertó a las autoridades correspondientes sobre un nuevo cambio, su miedo, en la forma en que escribió y se expresó en el reporte escrito, fue evidente. "Se mueven, las sombras se mueven y cambian" es lo que redactó aquella segunda vez, pero tampoco se consideró que ameritaba más indagaciones.
Lo que Kyle encontró archivado después de aquellos dos reportes en el folder que se le había sido transferido cuando Eric fue ingresado al Centro de rehabilitación para menores, fueron fotos del incidente que llevó al pequeño niño allí: Una casa destrozada, sus paredes agujereadas, como por obra de perdigones, cubiertas en gruesa viscosidad negra; el cuerpo de su tío, desmembrado; y su madre, en una camilla, apuñalada más de diez veces en diferentes partes del cuerpo.
Eric fue encontrado en un estado de gran perturbación, tan confundido por los eventos ocurridos como ellos. De acuerdo con él, escuchó a su madre discutir en el comedor con su tío, a gritos, de un tema que se ha abstenido de compartir con policías, doctores y maestros por igual. Y luego, todo a su alrededor se volvió negro, tanto, que ni siquiera pudo atestiguar el acto de violencia, aunque se encontraba tan solo en la habitación contigua.
Fue sometido a pruebas y vigilado por semanas después de ello, pero además de la ocasional conducta disruptiva, en donde los tentáculos se asomaron de cuando en cuando, Eric y su temperamento irascible solo manifestaron lo registrado en los dos primeros reportes: Sombras anormales, creciendo en tamaño y cambiando de forma. No fue sino hasta meses más tarde que, Kyle averiguó, luego de confirmarlo con las cámaras de vigilancia, cuando las sombras de Eric se "extienden", los tentáculos pueden viajar a través de ellas por cuenta propia, mimetizándose en un estado sólido. En varias de las grabaciones, Eric dormitaba cuando acontecía aquello, y en algunas otras, incluso despierto, no siempre parecía percatarse.
Para Kyle, aquello significó dos cosas: Lo primero es que, si los tentáculos no son una extensión de Eric, como se había pensado en un inicio, entonces no cumplía con los criterios necesarios para ser clasificado como un "Cambiaformas", y nuevos estudios ameritaban ser llevados a cabo para el correcto adoctrinamiento de Eric y su futura rehabilitación.
Lo segundo, y lo más importante, es que, si los tentáculos se manifiestan fuera de su cuerpo, es posible que ellos fueran los responsables del ataque incluso si Eric no se encontraba físicamente en la misma habitación que su madre y su tío. Y si ellos son capaces de moverse a voluntad, ya sea porque trabajan a nivel inconsciente o porque poseen conciencia propia, como parece ser el caso, entonces es enteramente plausible que el ataque se haya llevado a cabo sin el consentimiento del niño. Teoría que Kyle logró respaldar luego de mostrar las grabaciones y llevar a cabo un experimento más, frente a otros colegas en el campo. El abogado de Eric hizo el resto, y el cargo de homicidio doloso pasó a culposo, dándole la oportunidad de permanecer en el Centro de rehabilitación en lugar de ser juzgado como un adulto.
La realidad del duro sistema de una sociedad que lidia con poderes es que viven en una armonía frágil. Cada ciudadano ha tenido que pasar ciertas pruebas a lo largo de su vida para poder ganarse su libertad, y es una lucha diaria poder conservarla. En el caso de los niños con dificultades para controlar sus habilidades, las reglas son flexibles: A menos de que atenten contra la vida de alguien intencionalmente, se les da la oportunidad de educarse en los Centros de rehabilitación, por un periodo de hasta diez años. Tienen la esperanza de reintegrarse a la sociedad en un futuro si demuestran control preciso sobre sus dones y si se les ha adiestrado a obedecer y priorizar la paz colectiva por encima de sus propias necesidades. De no hacerlo, de continuar siendo incapaces de manejar sus poderes y aceptar el papel que juegan dentro de la sociedad, entonces se les juzga como a los mayores de edad: Los adultos, sencillamente, no tienen una segunda oportunidad. Si alguno pierde el control, así sea por accidente... bueno. Viven en una armonía muy frágil.
Los maestros y entrenadores han hecho lo posible por ayudar a Eric a establecer las bases del control sobre sus poderes y ha existido una mejoría considerable, pero Kyle es consciente de que las probabilidades de dejarlo en libertad algún día son demasiado bajas. Las reglas por las que se rigen son estrictas, barbáricas en ocasiones, pero, hasta cierto punto, son necesarias, y Eric, objetivamente, merece ser catalogado como un riesgo: Sus sombras crecen o se aminoran en relación con su estado emocional, dándole, en consecuencia, más o menos terreno a los tentáculos para moverse con libertad. Un niño como Eric, con los problemas psicológicos que tiene y con la falta de redes de apoyo que posee en el mundo exterior, es la persona menos adecuada para tener ese tipo de poder, y aun así...
Kyle sabe lo que es tener un poder destructivo; sabe lo que es que su letalidad dependa de su estado mental; sabe cómo se siente el casi matar a tu familia accidentalmente, solo porque perdiste el control por un momento; sabe lo que es que te miren y te traten como un caso perdido. Kyle pudo salir adelante no solo por mera fuerza de voluntad, sino porque tuvo a sus seres queridos en todo momento, apoyándolo, perdonándolo, creyendo en él. Pero Eric no tiene a nadie.
Son casos diferentes, situaciones diferentes, personas diferentes. Tiene la experiencia y preparación suficiente para reconocer la proyección y el cariño; le es consabido que aquel sentir lo vuelve éticamente incapaz de darle el tratamiento adecuado.
Pero ahora, con Eric observándolo con ojos vidriosos, sus lágrimas deslizándose por sus mejillas, luciendo como si apenas puede contener su impulso de lanzarse sobre él para darle un gran abrazo, las mismas preguntas que acudieron a él cada vez que revisaba su agenda en busca de los nombres de antiguos colegas, cada vez que revisaba los perfiles de otros brillantes psiquiatras, cada vez que escuchaba el tono de marcación al realizar la llamada que alejaría al pequeño de él por siempre, acuden a él ahora: ¿Cómo podría hacerle eso? ¿Cómo podría convertirse en otra persona más en su lista de abandonos y decepciones? ¿Cómo podría dormir tranquilo sabiendo que lo puso en manos de otra persona?
Eric, a pesar de ser tan precoz, manipulador y calculador, sigue siendo solo un niño falto de atención y estabilidad. Kyle puede brindarle todo eso, confiarle su bienestar a alguien más... ¡Es impensable!
Esta catástrofe no hace sino reafirmárselo: Eric lo necesita. Y cueste lo que le cueste, Kyle no va a fallarle.
— ¿Cómo estás?
—De puta madre— Es la respuesta sardónica del niño. Su risa es queda, carente de energía o verdadera alegría.
—Lenguaje. —Lo reprende, pacientemente. Eric rueda los ojos. — ¿Qué es lo que sucedió?
Eric se encoge de hombros evadiendo su mirada, abrazándose a su peluche.
—Lo mismo que con mamá. —Lagrimas se agolpan en sus ojos, y las enjuga con el dorso de su mano. — Creí... creí que los tenía bajo control. Las sombras me obedecían, los tentáculos me ayudaban, el otro día incluso me pasaron un lápiz cuando se me cayó y hasta me enseñaron un nuevo truco, pero... —Eric mira a su alrededor, con angustia. — Ya no quieren escucharme.
Kyle ha sacrificado parte de su tiempo libre trabajando horas extra, sin paga, solo para tratar de darle atención personalizada a Eric y disciplinarlo por su cuenta, con métodos diferentes a la "Detención", que es a donde suelen enviar al resto de los estudiantes insubordinados. Gracias a esto, ha pasado más tiempo con él que con cualquiera de los otros niños, es cuestionable desde la perspectiva profesional y le ha costado gran parte de su paciencia, ¡Pero ha visto avances! ¡Avances reales! A base de mucho esfuerzo y persistencia de su parte, Eric ha respondido de forma positiva a él, a sus técnicas.
Estuvo seguro de que aquello bastaría, pensó que iban por buen camino... así que este caos, esta tragedia, es, de cierta forma, culpa suya también.
— ¿Recuerdas que hablamos de "disparadores"? –Insta, porque trabajar en los impulsos violentos de Eric es una de las primeras cosas que hicieron, y aunque su temperamento continúa siendo el mismo, Eric ha canalizado mejor su ira. Al menos Kyle lo prefiere expresivo, gritando, arrojando objetos al suelo, antes que tenerlo en tétrico silencio, con los focos titilando ominosamente, las sombras acrecentando en tamaño y las cabezas babosas de los tentáculos asomándose por encima de su pequeño hombro. — ¿Qué pasó? ¿Qué ocurrió en mi ausencia?
Aquel es tan solo el tercer día de la semana de vacaciones de Kyle. Las tomó solo porque se le fue ordenado y dejó instrucciones claras de llamarlo en caso de cualquier eventualidad con Eric. Pero entonces, desde el estacionamiento del centro comercial, mientras guardaba las bolsas con las compras en su cajuela, vio el bello cielo ópalo cubrirse de negro en la lejanía. No tuvo llamadas perdidas, ni mensajes en su buzón de voz. Solo dudas y temores, mientras veía la oscuridad devorar la parte sur del pueblo.
Eric no responde inmediatamente. Agacha la mirada, jugando con uno de los hilos sueltos en las costuras de su peluche, la frazada sobre su cabeza oscureciendo su rostro parcialmente. Si aquella se tratara de una sesión normal, Kyle lo dejaría responder cuando estuviera listo, pero tan solo logró conseguirles cuatro horas a ambos, antes de que las Tropas de choque ingresen por la fuerza, con la clara orden de neutralizar cualquier amenaza, y Kyle no tiene idea de cuántas han transcurrido ya.
—Eric...
—Hice una apuesta con Craig. — Explica, un poco dudoso al inicio, luego, las palabras se amontonan una sobre otra. — Le dije... le dije que aprendí un nuevo truco con los ojos, uno más genial que el suyo. Ya sabes que siempre tiene esa misma expresión presumida, de marica constipado, yo solo quería borrársela. Si yo lograba asustarlo, él me daría su leche con chocolate del almuerzo por una semana. Craig aceptó, y cuando terminaron las clases, fuimos al patio de juegos. Nos miramos unos segundos y de pronto... ¡De pronto, yo estaba flotando! — Eric comienza a gesticular con ambas manos. — ¡Y la tierra se estaba alejando de mí, hasta parecer una canica, azul y verde! De pronto, estuve tan solo, y sin importar cuánto gritaba, mi voz no se escuchaba. Giré y giré, sin poder detenerme, sin nada en qué sostenerme. No sé cuánto tiempo pasé así... y luego, parpadeé una vez, y estaba de vuelta en la tierra, de vuelta en el patio escolar... pero todo estaba... así. —Dice, mirando a su alrededor. — Y Craig estaba... varios de los chicos estaban...
Kyle asiente, tallándose las sienes, entendiendo la situación. Craig Tucker es otro niño de la edad de Eric, con una habilidad de un alcance tan incalculable como el del aludido. Llegó allí, meses atrás, por dejar catatónico a uno de sus profesores en primaria. Craig decía poder escuchar el canto de los astros en las noches, y que hay estrellas allá fuera a las que les gusta contarle historias con voces tan claras como las de ellos. Todo lo que saben hasta ahora en la institución, a ciencia cierta, es que una de sus habilidades, es la de crear ilusiones relacionadas, de alguna manera, al espacio exterior. Son tan aterradoramente vívidas, que los efectos psicológicos sobre las personas persisten por meses, dependiendo que tan alejados de la tierra o del sistema solar se encontrasen dentro de la ilusión.
Craig, si bien problemático de una manera más pasiva y cínica que Eric, se ha abstenido de usar sus habilidades desde que fue enviado allí, si acaso por mera desidia. Kyle incluso consideró la posibilidad de dejarlo reintegrarse a la sociedad el año el entrante. Así que, conociendo a ambos niños como lo hace, Kyle deduce lo ocurrido con facilidad: Eric, de alguna manera imprevista, logró asustar al siempre impertérrito Craig; Habiendo sido tomado por sorpresa y sin la experiencia necesaria para evitarlo, su habilidad ocular se activó como mecanismo de defensa ante la inesperada amenaza; y a su vez, viéndose presa de una ilusión tan aterradora, Eric entró en pánico y, con él aún perdido en la ilusión, sus sombras tomaron las riendas de la situación.
Esa es la raíz de la catástrofe acontecida: Un accidente; una apuesta estúpida entre dos niños tontos. No sabe si echarse a reír o a llorar.
— ¿Están...? —Inicia Eric, su voz baja, casi tímida, luego se corrige. — ¿Quedó alguien con vida?
Kyle suspira, mirándolo con tristeza.
—Unos cuantos. Tu amigo, Kenny, es uno de ellos. —Le dice, antes de recordar que en realidad no está seguro. Pero al menos aquello logra dibujar una pequeña sonrisa de alivio en Eric. El niño vuelve la vista a su peluche unos instantes, y luego, mirándolo a los ojos, dice, con absoluta certeza:
—Van a matarme.
La angustia estruja el corazón de Kyle ante esas palabras. Cartman tiene siete años, pero el sistema legal se ha rendido ya con él, y lo sabe.
— Tiene sentido. Los bastardos no iban a dejarme salir jamás del jodido Centro de todas maneras. Mi habilidad es demasiado inestable. De esta forma, al menos dejo de gastar sus impuestos en vano.
Luce tan derrotado. Su pasión y su espíritu de lucha, que tanto suelen frustrarlo, parecen haberse consumido. La visión duele más de lo que alguna vez había esperado. Kyle observa a Eric frente a él, y se hace una idea de lo que ve el resto del mundo: Una bestia salvaje, incapaz de ser domada; un monstruo, que debe ser cazado, eliminado. Pero, pese al dantesco panorama que lo recibió tan pronto cruzó las tinieblas, pese a la sangre fresca de colegas y estudiantes aún en sus suelas, a sus ojos, Eric es solo un niño asustado más, criado por adultos incompetentes, prisionero de un poder que no pidió.
—Hay otra opción. —Le dice. Investigó el tema hace algún tiempo, por mera curiosidad académica, y la idea le ha dado vueltas en su cabeza desde que vio la catástrofe en el Centro.
En un mundo en donde miles de personas tienen la habilidad de destruirlo con facilidad, las segundas oportunidades no suelen ser aceptadas, pero no es imposible hacer excepciones.
—Existe algo llamado Aislamiento. La autoridad elige un área de contención en el campo, separada de la civilización, dentro de terreno militar. Ésta es controlada y vigilada las veinticuatro horas del día, y quien intente abandonarla, sin autorización, es ejecutado sin titubeos. Usualmente está reservado como una segunda oportunidad, con la adecuada defensa y pruebas, para los civiles cuyo uso irresponsable de sus habilidades fue accidental; Por su baja probabilidad de éxito y el riesgo en grado sumo que podría costar a la civilización, no suele ser utilizado, pero...
Kyle ha trabajado incansablemente toda su vida, manteniéndose al margen de los posibles conflictos, ayudando solo en los parámetros que se le ha permitido, entregando nada más que resultados. Las repercusiones que eso ha tenido en su vida personal son evidenciadas en su poco contacto con sus padres y en incontables relaciones fallidas. Pero ha logrado forjarse una reputación sólida en el área de la salud mental; es respetado, es admirado; su estabilidad económica y su posición social son envidiables; y los contactos que ha logrado obtener en toda su carrera le permiten ahora poder jugarse el cuello con una petición reservada solo para casos extraordinariamente especiales. Incluso de salirse con la suya, su credibilidad se verá afectada permanentemente; será cuestionado, será vigilado; es una locura, lo sabe, y lo sabrán también los miembros de la corte, pero si alguien puede lograr hacer que fallen a su favor, es él.
—Yo he llevado tu caso todo este tiempo. Yo corregí tu categoría, ayudé con la investigación de los Agentes especiales... Puedo conseguirnos esa excepción, estoy seguro. Si tu madre comparece ante la corte y me convierte en tu guardián legal, podré pedir que mi libertad se ate a la tuya, y exigir que se lleve a cabo, en Aislamiento, el término del tiempo que tienes por derecho al Centro de rehabilitación, antes de cualquier sentencia definitiva. Aunque claro, eso significa que me convertiría en tu supervisor, tu único profesor, y tutor.
Eric hace una mueca de desagrado.
— ¿Tendríamos que vivir juntos?
—Y alejados de los demás por, al menos, los primero cinco años de los nueve en total.
Eric palidece visiblemente. Kyle contiene una sonrisa de ternura.
—Apenas puedes soportarme una o dos horas al día sin prenderle fuego a tu oficina; y mira, en realidad no te odio por completo, pero...—Eric sacude la cabeza. — ¡Nos volveríamos locos el uno al otro!
No está exagerando. Han tenido días difíciles. Eric es un niño elocuente que puede ser bastante gracioso, cariñoso y una compañía hasta agradable en un buen día; pero en los malos, no se contiene con burlas y con insultos, le ha escupido en el rostro en reiteradas ocasiones, ha destrozado su oficina, ha llegado a interrumpir cada intento de hablar de Kyle por toda una sesión, ha tratado de intimidarlo, de golpearlo... Es consciente que, incluso con toda su preparación, será un reto ayudar a Eric por su cuenta. Pero está dispuesto a hacerlo. Así le cueste su libertad y su vida, Kyle quiere ayudarlo.
—Probablemente, pero estaríamos vivos.
Eric agacha la mirada, mordiéndose el labio inferior, sin duda considerando la situación.
—Tendrás que convencerlos. Tendrás que dar los mejores argumentos de toda tu vida. Comenzando por cómo planeas hacerte cargo de... esto. — Dice, señalando a su alrededor con un gesto— El Aislamiento solo se le ha concedido a un puñado de figuras públicas y políticos hasta ahora. Incluso con tus contactos, necesitarás demostrar ante la corte que estás capacitado no solo para cuidarme y educarme, sino para detenerme, sin la intervención de nadie más. —Kyle parpadea un par de veces, procesando la información. Al parecer, no es el único bien informado en el tema. — ¿Qué? Necesitaba saber cuáles eran mis posibilidades y opciones para ser puesto en libertad.
—Bueno, pues basta con verme ahora. —Explica, extendiendo sus manos, mostrando su perfecta condición, luego de haber atravesado la terrible oscuridad.— Resulta que soy la debilidad de tus "amigos". Así que no te preocupes, soy la mejor prueba de que puedo encargarme de tus sombras sin muchos problemas. — Presume, sacando el pecho con orgullo. Logrando, como esperaba, que Eric haga un pequeño mohín cruzándose de brazos.
—Meh, supongo que servirá ante el juez. —Dice, sin más. Y luego parece pensarlo mejor y agrega. — Pero en serio deberías tener un plan B, solo porque los tentáculos no quisieron herirte ahora, no significa que no puedan cambiar de opinión.
Kyle casi se atraganta con su saliva, ¿Qué no quisieron...? ¿Qué rayos significa eso?
—Parece ser cierto eso de que no les agrada el calor. —Explica el pequeño, observando a uno de los tentáculos en el techo sisear ante una luciérnaga que se acerca demasiado hasta él. — Pero tú eres... quiero decir, de todas las personas que he conocido, tú no has sido un completo hijo de perra conmigo. Creo que ellos notan esas cosas. Por eso solían ser inofensivos con mamá, hasta que decidieron que ya no les agradaba más... —Su expresión ser torna a una de pesar— Podría pasar contigo también, y yo no podré hacer nada al respecto, así que... deberías pensarlo mejor.
Automáticamente, los ojos de Kyle pasan a los escamosos, húmedos tentáculos deslizándose del techo y paredes y, junto a su revelación, la luciérnaga sobre su cabeza se ilumina un poco más.
La conciencia propia de los tentáculos... las muertes, la oscuridad...
¿Cómo no lo vio antes?
Es arriesgado... no, no, es, simplemente, estúpido, se trata de una teoría sin fundamentos, pero... una a una, Kyle ordena a sus llamas a desaparecer, hasta que queda una solitaria luciérnaga, flotando en medio de ellos, apenas cálida, apenas allí. Con una fuente de luz tan débil, apenas y puede ver el semblante de sorpresa y de terror en Eric.
— ¿Qué estás haciendo? —Cuestiona, sus ojos mirando en todas direcciones, como anticipando un ataque.
La oscuridad que desciende sobre ellos es inmediata, agobiante. El piso y las paredes se mueven, las sombras cambian de estado, y atisba la leve luz reflejándose en a una superficie escamosa de un tentáculo junto a ellos. Y aun así, Kyle continúa intacto.
Es como supuso: Los tentáculos no buscan una matanza sin sentido, buscan crear un ambiente seguro para Eric.
No es que les dejara de agradar la madre del infante, es que luego de varios años a su lado y de continuar siendo expuestos a repetidos abusos de diferentes tipos, llegaron a la conclusión de que permanecer bajo la tutela de Liane Cartman representaba un peligro para Eric. Ellos, teniendo conciencia propia, tomaron las riendas de la situación. Así que no se trata de quién les agrade o no, sino de quien puede cuidar adecuadamente al infante. El propósito de este ecosistema de sombras no es otro, sino el de mantenerlo a salvo en un territorio controlado por ellos, en donde puedan decidir quién se acerca a él y qué tanto, mientras eliminan a las potenciales amenazas.
Los agentes de fuerzas especiales que llegaron con Kyle y que fueron asesinados al poco tiempo de adentrarse en la oscuridad, no solo portaban armas de grado militar especializado, sino que contaban con habilidades violentas que buscaban capturar y contener al pequeño a cualquier costo. La muerte de Butters y Clyde igualmente puede atribuirse a que sus habilidades significaban un riesgo para la integridad del territorio de sombras; mientras que Stan, quien asistió como apoyo para el rescate de los sobrevivientes, sin estar armado, sin poseer habilidades de luz, fuego o electricidad, había entrado y abandonado el lugar, completamente ileso. La situación fue similar con el profesor Tweak y los tres agentes de fuerzas especiales con habilidades de regeneración molecular, que se habían marchado primero, acompañando al grupo más grande de sobrevivientes que habían encontrado en el patio. Ni Kenny, ni los otros niños que sobrevivieron, fueron heridos más allá de aquel primer ataque.
Y es que cuando Eric quedó atrapado en la ilusión de Craig, gritando y pataleando en terror, confuso y perdido, la oscuridad actuó en defensa propia, atacando a cualquiera que estuviera cerca de él, así se trataran de amigos o maestros, sin estar seguros de quién era el causante de semejante aflicción.
La oscuridad a su alrededor no fue creada para herir: Es un acto desesperado de protección. Y, con todos los años de trauma que han sufrido, para Eric y los tentáculos que crecieron junto a él, prácticamente todos los seres humanos son percibidos como peligrosos.
Sin embargo, lo han dejado llegar hasta ahí. A él. Es como pensó: Eric lo necesita.
—Está bien. No te tengo miedo. Confío en ti. —Le dice, con absoluta certeza. Acorta la distancia entre ellos, a pasos cautelosos, acercándose al rectángulo oscuro que constituye la cama en la que se encuentra sentado el pequeño. Un bulto húmedo se desliza entre sus pies, como una advertencia, pero Kyle lo ignora. Se agacha frente a Eric, y lo toma entre sus brazos.
Es la primera vez que se atreve a mostrar tal nivel de afecto al niño, es la primera vez que cruza ese frío umbral profesional. De lo único que se arrepiente, es de no haberlo hecho antes. Acaricia su cabeza con suavidad, y le dice, de la manera más tranquilizadora que puede:
—Todo va a estar bien. Te lo prometo.
Poco a poco, caricia a caricia, Eric se relaja. Corresponde al abrazo tentativamente, como si no estuviera seguro de recordar cómo dar uno. Sus regordetas manitas se aferran a la camisa de Kyle, escondiendo su rostro en su pecho, mientras comienza a gimotear con ganas.
Promesas proferidas con suavidad e infinita ternura abandonan los labios de Kyle, grabando cada una en su mente, dispuesto a volver realidad cada una de ellas. Es lo menos que puede hacer por él.
Cuando los sollozos de Eric se detienen y recupera la compostura, rompen el abrazo para encontrarse con que hay una nueva fuente de luz en la habitación: Afuera de la ventana, la oscuridad, lentamente, comienza a disiparse. Hay agujeros aquí y allá, por donde se cuelan los rayos de la espiral que conforma su sol y el suave iridiscente que constituye el perpetuo color de su cielo.
— ¡Lo lograste! —Lo felicita con abierta admiración. — ¿Ves? ¡Solo necesitabas seguir intentándolo!
Ve la emoción que siente reflejada en el rostro del infante frente a él y es, incluso, como si lo vivaz en su expresión se extendiera en la habitación, iluminándola, alejando las sombras a voluntad.
A su alrededor, los tentáculos han desaparecido. Han vuelto a ocupar su usual lugar en la espalda de Eric, escondiéndose dentro de ella, lo que solo termina por reafirmar que ellos también confían en Kyle.
— Salgamos de aquí.
— ¿Qué pasará con mi mamá? —Pregunta Eric, mientras hacen su camino escaleras abajo. Más y más luz se filtra a través de las ventanas resquebrajadas y las paredes colapsadas.
—No podrá venir con nosotros. Pero podrás verla, en un futuro. Si demuestras buen comportamiento nos dejarán tener visitantes.
Le indicó que se coloque tras él, si acaso para tratar de protegerlo con su cuerpo en caso de que las tropas de choque los sorprendan, pero Eric lo ha tomado de la mano y se rehúsa a esconderse "cual marica", así que camina a su lado.
—Y después de esos nueve años...
—Pueden ser menos. Podemos apelar para que revoquen la sentencia si probamos que eres capaz de reintegrarte a la sociedad sin ser una amenaza, para eso, tendré que registrar todos nuestros avances y presentar informes detallados al final de cada año. Tú tendrás que presentar algunos exámenes y pruebas, de cuando en cuando.
— ¿Y qué pasa si no los apruebo? ¿O si no logro convencerlos de que no planeo un genocidio?
Los matarán a ambos. Sin hesitar, sin dejarlos objetar. Kyle ha conversado con algunos jueces y abogados en las cenas de caridad de la junta directiva. El personal de seguridad que contratan, de acuerdo con la severidad del caso, está compuesto por personas con habilidades precisas y escalofriantes. Ni siquiera alcanzarían a considerar defenderse antes de que sus cuerpos toquen el suelo. Pero eso es algo que Eric ya debe saber, y solo busca ser reconfortado por Kyle; busca asegurarse de que es consciente de lo que les espera a ambos.
—Bueno, mientras demos lo mejor de nosotros, no tenemos que preocuparnos por eso. —Es lo que responde, encogiéndose de hombros. Por el rabillo de su ojo, ve la sonrisita que se dibuja en el rostro del infante, haciéndolo reflejar el gesto en sus propios labios.
Tal vez amerite una profunda, cruda introspección, el desmesurado alivio que siente ahora. Los colegas con los que trabajó los últimos doce años, los niños a los que ha cuidado y tratado todo este tiempo aún yacen allá afuera, destrozados más allá de todo reconocimiento; cuando salgan del edificio, Kyle deberá cargar a Eric y cubrir sus ojos, para protegerlo del sanguinolento panorama que los espera en el patio central. Y aun así, la cálida felicidad de saberlo a él vivo, el optimismo que trae consigo su decisión de atar su libertad a la suya, el orgullo que le trae saber la clase de confianza que un acto tan simple como entrelazar sus deditos con los suyos trae consigo... lo hace pensar que todo ha valido la pena. No pudo ayudar a nadie, no pudo salvar a nadie, excepto a él, y eso le basta.
A su lado, Eric inhala profundamente; luego, suelta todo el aire, con dramatismo. Cuando encuentra la mirada de Kyle de nuevo, hay un nuevo brillo en sus grandes ojos azules.
—Pues qué diablos. Vivir contigo no puede ser peor que morir. Hagámoslo. —Anuncia magnánimamente, como si fuera él quien estuviese haciendo el sacrificio por Kyle.
Les espera un largo camino, días llenos de retos, de peleas, de frustración, pero Kyle tiene el presentimiento de que, a partir de ahora, todo marchará a su favor. Kyle lo protegerá, se encargará de ello. Solo él puede hacerlo.
Cuando llegan al primer piso, luego de haber evadido el cadáver de Clyde, un extraño vértigo apresa a Kyle, casi haciéndolo tropezar.
—Ten cuidado, idiota, si te desnucas ahora, estoy jodido. —Le dice Eric, apretando su mano para atraer su atención.
—Lenguaje. —Lo reprende, casi de forma automática, y se detiene en su andar.
Se siente exhausto de pronto, como si toda su fuerza le estuviera siendo despojada. Debe ser por haber abusado de sus poderes durante tanto tiempo. Finalmente, su cuerpo le está pasando factura por su imprudencia. Se recarga en la pared, y cuando siente que sus piernas están por ceder, deja de luchar contra la gravedad, y se desliza lentamente hacia el suelo.
— Dame un minuto. — Le dice a Eric, forzando una sonrisa reconfortante. — Debe ser cansancio, se me pasará en un momento.
Eric frunce el entrecejo, consternado, y se sienta a su lado.
—Es porque estás demasiado viejo y fuera de forma. —Dice, y Kyle quiere reír, pero cuando lo intenta, escucha su voz lejana, distante. El rostro de Eric se vuelve borroso, y Kyle cierra los ojos, tallándose los párpados para aclarar su vista cansada.
Tal vez Eric tiene razón, pronto cumplirá cincuenta años, tal vez sea momento de volver al gimnasio, retomar el basquetbol o algo así.
Se siente abstraído; disperso. Es como si en cualquier momento podría, simplemente...
Solo necesita descansar un momento, luego dará el primer paso hacia su nueva vida.
Abre los ojos de par en par, como despertando de una pesadilla.
Mira a su alrededor, confuso, sin comprender. Oscuridad. No hay nada más que absoluta, insondable oscuridad.
¿Qué coño...? ¿En dónde...? Trata de incorporarse, y el dolor se expande en todos sus miembros como una corriente eléctrica que lo deja inmóvil. Un patético gemido hace su camino hacia sus labios, pero es reemplazado por un enfermizo gorgoteo.
Hay un olor, vomitivo, escalofriante, permeando el aire, y las arcadas de repulsión no hacen sino agudizar las punzadas de agónica dolencia vibrando en cada nervio de su cuerpo. Otro gorgoteo doloroso halla su camino hasta su boca.
— ¡Lo encontré! —Anuncia una voz por encima de él. Siente el retemblar de numerosas pisadas acercarse. Alcanza a vislumbrar algunos rayos de luz artificial a sus alrededores, y una figura se incorpora por encima de él. Reconoce el uniforme inmediatamente: Las tropas de choque.
Los recuerdos de las últimas horas se agolpan unos sobre otros.
¿Qué le sucedió? ¿En dónde está Eric?
¿Qué es ese olor?
—Está vivo, pero está muy mal herido. —Dice la mujer frente a él, examinando su condición con manos precisas. — ¡Joder! ¿Ya pudiste establecer comunicación con Stevens? —Cuestiona a alguien que Kyle no alcanza a ver.
La joven tiene salpicaduras de sangre en el rostro y uniforme. Luce absolutamente aterrada.
— ¡Mierda, alguno tuvo que haber sobrevivido! —Maldice, desesperación colándose en su voz.
— Eric...—Trata de decir, pero su voz se quiebra a mitad del nombre, y un líquido metálico abandona sus labios a borbotones. Sangre.
¿En dónde está Eric? ¿Por qué volvió la oscuridad? ¿Qué coño fue lo que pasó?
Apenas iluminado por el resplandor de la gran fuente de luz artificial que carga la chica en una mano, un movimiento atrae su atención; en el techo, sobre la joven, cual araña acechando a su presa, un pequeño rostro se asoma entre la líquida oscuridad; tan pálido, tan blanco, como el hueso. En inconcebible contraste, su boca y sus ojos se abren al mismo tiempo, como tres agujeros negros, regurgitando viscosidad.
Kyle suelta un alarido, pero se atraganta de nuevo, su horror alcanzando a transmitirse solo mediante más gorgoteos y sangre derramándose de sus labios.
—Tranquilo, ya viene un médico en camino. —Trata de consolarlo la chica. Se percata entonces de su mudo terror y, lentamente, vuelve la vista sobre su hombro, iluminando por completo a la figura en el techo.
Hay gritos. Hay aullidos de agonía mientras estalactitas y estalagmitas se materializan en toda superficie cubierta en sombras. Incontables figuras escamosas se mueven en la oscuridad. Entre disparos de armas de fuego, entre el uso de poderes de ataque y defensa, el negro se mezcla con el creciente rojo. Pero Kyle no presta atención a nada de ello, lo único que ve es el terrible rostro iluminado frente a él, inexpresivo, con brea deslizándose por sus mejillas, cuales lágrimas, envuelto en un capullo negro.
La respiración sibilante de Kyle se acelera, su corazón da un vuelco. Es indudablemente, él. Es aterrador, como nunca lo había sido, pero lo reconocería en cualquier sitio.
No puede explicar su palidez, pero su piel, si así puede ser llamada, parece haberse desprendido de varias partes de su rostro; carne y pellejo cuelgan como petrificados jirones de sus mejillas y barbilla, mezclándose con la piel de su cuello. Luce derretida, como si... Eric luce como... las lágrimas se agolpan en los ojos de Kyle, cálidas, incontenibles: Eric luce como si alguien lo hubiera abrasado vivo.
¡Pero no pudo ser él! ¡Kyle jamás haría...!
¡Aquella vez que lastimó a Ike, él había sido tan solo un niño! ¡Fue un accidente! Y Kyle aprendió a controlar sus poderes y su temperamento, no ha vuelto a tener un solo incidente desde entonces, es imposible que él hubiera... él nunca... ¡Lo único que ha querido, desde que lo conoció, es proteger a Eric!
El rostro blanquecino vuelve a ocultarse tras el capullo, desapareciendo en la oscuridad.
Ya no hay más gritos.
No hay un solo sonido, además de sus propios sollozos, y los húmedos movimientos de los tentáculos entre las sombras, cambiando de un estado al otro. No lucha cuando comienzan a cubrirlo, hundiéndolo en su pesada viscosidad. Sus piernas, sus brazos, su pecho, su rostro son devorados con lentitud en las frías tinieblas. Antes de quedarse sin oxígeno, antes de llenar sus pulmones del líquido oscuro, recuerda la inocente sonrisa en el rostro de Eric, la confianza en sus ojos, y en cómo se había encargado de perder ambos, en cómo terminó por lastimarlo más que nadie en el mundo. Y ni siquiera podía recordar cómo.
—Perdóname. — Logra musitar, luego de un gran esfuerzo, porque no sabe qué es lo que sucedió, no sabe qué es lo que le hizo, pero Eric ha pasado por cosas que ningún niño debería pasar jamás, y nunca ha recibido una disculpa por ello. Nunca nadie ha asumido responsabilidad por su sufrimiento. Y aún ahora, lo único que desea, es poder reparar algo del daño hecho, por pequeño e inútil que sea su esfuerzo.—Perdóname. —Suplica, una vez más, pero es demasiado tarde. Eric se ha ido y la oscuridad lo devora todo.
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Vuelve en sí, inhalando ruidosamente.
Kenny da un respingo en su sitio ¡Dioses, siempre logra asustarlo! Le gustaría que hubiera algún indicio de su llegada, alguna cuenta regresiva o algo.
— ¡Bienvenido! —Canturrea, procurando que el cansancio no se cuele en su alegre tono, aunque Kyle probablemente debe notarlo. Es casi imposible esconderle cosas. Hace a un lado su vieja tableta, poniendo en pausa su lectura de momento, para dirigirse hacia él. Se coloca sus guantes, se ata el delantal y extiende su mano frente al recién llegado. Es una rutina a estas alturas, así que ha preparado todo lo necesario con anticipación.
Kyle se palmea por encima de sus ropas, y Kenny repara en su estado por primera vez: Sus manos temblorosas, su respiración que no solo es jadeante, sino lastimera.
Oh, debió ser uno difícil. Kenny baja su brazo, incómoda. Ofrecer consuelo requiere niveles de simpatía que no siente por él, y no es como si Kyle apreciara ese tipo de tratos en primer lugar.
— ¿Todo bien? —Pregunta, dubitativa. Es difícil saber en donde están trazadas las líneas en su relación, qué supone un límite y qué no.
—No pude conseguirlo. —Responde Kyle, finalmente, ignorando su primera pregunta y anticipándose a la siguiente, su voz firme, pero baja.
Kenny suspira, cruzándose de brazos. Genial.
—El truco con sus ojos... ¡Dijo que había aprendido un truco nuevo con sus ojos! ¡Cómo pude olvidarlo! ¡Carajo! —Maldice, removiéndose el cabello en frustración, ofreciendo una explicación no solicitada.
— ¿Ojos? —Repite Kenny, con cierto recelo.
— Odio a los niños... — Es la única respuesta de Kyle, una primera confesión.
Kenny se fuerza a relajarse: se trató de un infante, solo eso.
— ¿Estás así de asustado solo por un niño? Wow, debió ser aterrador. —Dice, burlonamente, incapaz de contenerse. Kyle le arroja una fría mirada de advertencia, y Kenny agacha la cabeza, tratando y fallando de ocultar su sonrisa.
Kyle inhala profundamente una vez; conteniendo el aliento por varios segundos. Cuando exhala, parece haber recuperado la compostura. Ha adquirido su usual semblante neutral, su espalda se ha erguido en aquella perfecta postura de siempre, y sus manos reposan a sus costados, completamente quietas.
— ¿Qué estás haciendo ahí parada? Prepárame para el siguiente. No fallaré esta vez. —Ordena, con voz autoritaria. Un viaje inmediatamente después de volver no es algo que recomendaría, pero luce decidido, completamente concentrado. Kenny sonríe. Ese es el Kyle al que está acostumbrada.
— ¡A la orden, Sargento Broflovski!