ID de la obra: 415

El prisionero de la niebla.

Gen
G
En progreso
2
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 14 páginas, 5 capítulos
Descripción:
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Capítulo 3

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Pasaron los días, días en los que Richard tuvo que lidiar con un hombro dislocado debido al impacto de la explosión, la herida no era de gran gravedad, pero donde sí quedó un mayor impacto fue en la cabeza del joven bufón. Sus brazos se encontraban temblando mientras agarraba el periódico, y esto no era debido al frío que pasó esa noche durmiendo afuera de la estación de tren, sino que estaba relacionado con el tick en el ojo y en la pierna que estaba sufriendo mientras leía el titular. —“Sirius Black atenta contra el Callejón Knocturn”… con que si, ¿eh? Los pensamientos de que el presunto asesino escapado de Azkaban sea el responsable del incidente del callejón le enerva y en cierto modo le halagaba. Aunque sabía de buena tinta que las noticias podían llegar a ser sensacionalistas, y más cuando no presentan prueba alguna del delito. De cualquier manera, el andén nueve y tres cuartos le esperaba para llevarlo a Hogwarts, otro aburrido año con aburridos compañeros, el engreído de Potter, el mimado de Malfoy… Y ella Seguramente lo que llamaba la atención era verla salir de un coche volador oficial del ministerio, pero realmente Richard se quedó mirando a esa chica más que a cualquier otra persona que suela atravesarse por el camino. Su pelo largo y desordenado, oscuro como el ónix, que se removía más por cada paso que daba. Sus ojos brillaban en una oscuridad que reflejaba un destello de misterio casi cautivador que prometía muchos secretos. Era alta, bastante más que Richard, lo cual no significaba mucho, pero por lo menos daba a entender que supera la altura de 1,70 metros, tal vez acercándose a los 1,80, lo cual hacía sospechar que su edad también era superior a la del bufón. Su contextura corporal era ancha pero curvilínea, y eso se notaba por cómo su uniforme de Hogwarts se abrazaba a su figura, el cual mostraba en el lado derecho de su pecho la bandera de la casa de Hufflepuff. Su paso era firme, y acompañada por el vuelo de un cuervo que pasaba por su lado, entrando a la estación sin pararse a mirar al bufón. —Fascinante… —Susurró el bufón cuando la chica acababa de pasar —Hay algo… que me resulta familiar en ella… tal vez este año sea más interesante. Lentamente, Richard retomó su camino hacia el andén nueve y tres cuartos, para entrar al tren que lo llevaría a Hogwarts, buscando el compartimento más vacío y lejano posible al niño elegido de la profecía y a sus amigos, y en realidad, a cualquier ser humano. El viaje fue tan habitual como cualquier otro, el traqueteo del tren era una suave cuna para la siesta que se tomó Richard, una cuna que se transformó en una nevera de un momento a otro. Al abrir los ojos, Richard notó los cristales congelados, y el ambiente frío y lúgubre del tren, el cual ahora se encontraba parado. —Esto… no es usual… Pero no pudo concluir nada más antes de que en el compartimento justo detrás suyo, un potente destello mandase a correr a unos espectros que hicieron helar la sangre de Richard. —Oh oh… dementores… Sin pensarlo dos veces, Richard agarró su icónico sombrero y lo abrió, metiéndose dentro del espacio mágico y sin fondo que él mismo había encantado dentro de la prenda de vestir para guardar todas sus pertenencias mágicas. Esta estratagema resultó efectiva, ya que al abrir la puerta, y comenzar a inspeccionar el compartimento, los dementores no encontraron más que una pequeña rata blanca escondiéndose entre los pliegues del sombrero, en definitiva, nada relevante, lo que los convenció lo suficiente para abandonar el compartimento y seguir avanzado. Pasado un minuto, Richard volvió a salir del sombrero de bufón sin fondo, retomando su asiento en su compartimento. —Uff… eso estuvo cerca, pero ningún dementor puede contra el mejor ilusionista del mundo —Proclamó con fuerza mientras Carnada volvía a subirse por su hombro —¿Quién es mi ratita valiente? Esos espectros debieron salir corriendo al ver a mi pequeño guardián personal. El bufón acariciaba y jugaba con la pequeña rata, solo para que el destello de luz que vio antes se le pasase por la cabeza, parecía un hechizo poderoso, entonces su usuario sería un mago interesante, uno que mereciera la pena. Al caer en cuenta de esto, Richard lanzó de forma cómica a Carnada hacia atrás, mientras gateaba a la parte más externa del compartimento para mirar de forma disimulada a quien tenía delante suyo, notando una cabellera negra que se le volvía a hacer muy familiar. —¿Hmm?¿Acaso será?… —Se preguntó algo esperanzado mientras al girarse, encontró a Carnada, sentado en el otro extremo del asiento, sacándole el equivalente al dedo corazón de su pata derecha —… a veces me pregunto porque te enseñé a hacer eso…
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