ID de la obra: 419

La Última Grindelwald: La maldición del nombre

Gen
G
En progreso
13
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
¡Vote por el trabajo que más le guste! Puede votar una vez al día.
Promocionada! 1
Tamaño:
planificada Mini, escritos 30 páginas, 15 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
13 Me gusta 1 Comentarios 1 Para la colección Descargar

Capítulo 5: El frio heredado.

Ajustes de texto

Narrado por Alice Grindelwald.

La casa olía a madera vieja y polvo. La casa era elegante, pero triste y oscura. Dumbledore me guió en silencio por los pasillos largos, alfombrados y llenos de retratos de personas que no conocía. Nos detuvimos al entrar en la sala, enfrente de un gran ventanal cubierto por cortinas bordadas con símbolos que parecían antiguos. - ¿Sabes qué es este lugar, Alice? -preguntó Dumbledore, con una voz sueve pero más pesada que antes. Negué con la cabeza. - Este fue el corazón de una familia que, durante generaciones, fue faro y tormenta del mundo mágico. Los Grindelwald. Tu familia. Me quedé quieta, no dije nada y él continuó. - Antes de Gellert, los Grindelwald fueron mucho más de lo que su historia permite recordar. Tu familia era respetada, Alice. Noble, incluso. Se dedicaban a cosas que ayudaban al mundo mágico. Fueron creadores de artefactos mágicos únicos. -señaló un reloj antiguo sobre la repisa-. Los grimorios de sangre, las esferas de lumen, los broches de invocación. También eran comerciantes de ingredientes y criaturas mágicas exóticas, proveían a sanadores, alquimistas y escuelas mágicas por igual y ellos mismos eran sanadores y alquimistas respetados, así como diplomáticos internacionales del mundo mágico. Eran protectores de magia ancestral -Dijo con notable orgullo en su voz-. Eran guardianes de secretos antiguos, magia olvidada, ruinas mágicas, y bosques donde la magia pura fluía. Su papel era proteger, estudiar y no abusar, eran muy respetados por su sabiduría, poder y neutralidad. Crearon y dirigieron a los Emisarios de Brannwald, uno de los legados diplomáticos más antiguos y respetados, su misión era mantener la paz entre comunidades mágicas para evitar guerras, cerrar tratados entre criaturas, magos y prevenir otros tipos de conflictos. Que claro, no pudo continuar después de que se fueron… - ¿Y a dónde fueron? ¿Qué paso con ellos? Dumbledore me vio con dolor en su mirada. - Hay familias que enseñan magia… y hay familias que la siembran en la sangre. Los Grindelwald pensaban que la magia podía trasmitirse de generación en generación. Claro que creían que la magia podía aprenderse, pero creían, y demostraban que la magia podía trasmitirse, creando cada generación con más poder. Y lamentablemente eso fue lo que marco su destino. Después de lo que hizo Gellert, tu abuelo, después del dolor, el hambre y sufrimiento que le causo a miles de personas… después de las vidas que arrebato. Los magos y brujas empezaron a temerle a los Grindelwald, sabiendo lo grandes que eran sus poderes y lo que podrían llegar a hacer si ellos lo deseaban… no había quien no corriera al ver a un Grindelwald. - Lo bueno, Alice… tiene la desafortunada costumbre de desvanecerse de la memoria humana más rápido que lo malo. Puedes pasar toda tu vida construyendo luz, pero basta un error, una sombre… para que el mundo lo olvide todo. - Entonces… no importa lo que haga -susurre sin poder mirarlo-. ¿Siempre seré la nieta de Gellert Grindelwald? ¿Siempre será eso lo que recuerden? Dumbledore no me respondió de inmediato, me miro con esa tristeza que parecía llevar tatuada en los ojos. - No, Alice -respondió con voz suave-. Solo tú decides que hacer con tu vida, el pasado de la familia al final se quedara ahí si tú así lo decides… aunque el mundo tarde en notarlo. - ¿Y después? ¿Qué paso con ellos… con mi familia? - Cuando lo vencí… cuando lo encerramos, los Grindelwald tomaron la difícil decisión de apartarse de la magia, para evitar causar más temor. Renunciaron a sus varitas, pensaron que así el mundo dejaría de temerles, que estarían a salvo, pero no fue suficiente. Voldemort, un mago tenebroso muy poderoso fue por ellos, años después. Les “pidió” que lo siguieran, les prometió poder, que volverían a ser lo que algún día fueron, pero sus ideales eran diferentes. Ellos murieron por eso, por defender lo que creían lo que en verdad eran. - Escúchame bien, Alice -dijo con voz firme-. Habrá quienes traten de hacerte sentir mal, de que te mientan diciendo que Voldemort los asesino para que no fueran un estorbo para él, que para que no obtuvieran el poder antes que él, pero eso no son más que mentiras. Voldemort sabía que si los dejaba vivir y ellos recuperaban sus varitas lo acabarían, así que los mato en su momento más vulnerable, mientras estaban desarmados. - ¿Y por qué no se defendieron si eran tan poderosos? ¿Por qué no usaron su magia? - La magia sin una varita es extremadamente difícil de controlar, claro que lo intentaron, pero después de años… de décadas sin usar la magia no pudieron hacer mucho sin sus varitas. No dije nada, no pude, tenía tanta información, descubrí que tenía familia y la perdí tan rápido como lo fue enterarme de su existencia. En la mirada de Dumbledore podía ver lo doloroso que era todo esto para él. Caminé hacia el gran ventanal, aparte un poco las cortinas, afuera, los árboles estaban cubiertos de nieve. Por un segundo mientras exploraba la mansión la imaginé llena de voces, de risas, de luz. Pero no había nada de eso, las paredes eran oscuras, las habitaciones enormes y el frio reinaba por toda la casa. Al volver con Dumbledore note a un ave enorme en la sala, posada en un sillón viejo cubierto por una gran sábana blanca, como casi todo en la casa. El ave era de color rojo intenso con dorado así como una gran cola del mismo color, Nix brincoteaba a su alrededor como si hubiera entendido lo que le dijo Newt sobre no volar. - Su nombre es Fawkes, un fénix -dijo Dumbledore al notar que no podía dejar de mirarlo. - ¿Un fénix? ¿Cómo los de los libros? - Sí, así es. Veo que te gusta leer. - Sí, en la escuela a la que iba antes había una biblioteca, leer era… un escape. - ¿Un escape de tu padre? - supongo que de todo, de mi padre, mi madre, el dolor, el hambre, las personas. - ¿No te gustan las personas? -pregunto Dumbledore con preocupación en su voz. - No es eso, solo que es cansado estar con personas, tener cuidado de que decir, de que no vean la sangre, las heridas. Una vez una maestra lo noto, creí que la había convencido de que no era nada pero al otro día policías fueron a mi casa. Mi madre se puso furiosa, no paro de golpearme y gritarme hasta que fingí estar inconsciente. Dumbledore se tocó el pecho con dolor. - ¿Podrías hablarme más sobre la magia? ¿Sobre las varitas? Dumbledore dio una sonrisa a medias, rota. De esas que distinguía muy bien. - Sabes tengo un amigo, él crea varitas. Es uno de los mejores fabricantes del mundo. Tal vez pronto podemos ir con él, podría enseñarte cosas mejor que nadie. Por el momento es mejor que descanses un poco, debo salir a comprar unas cosas. Mientras tanto, duerme aquí en el sillón -dijo quitando la sabana vieja y mostrando un enorme sillón, suave limpio. Con un movimiento de su varita prendió el fuego de la gran chimenea. Me asombré de lo grandiosa que era la magia, pero corrí hacia él. Me aferre a su túnica y aunque intente sonar tranquila no pude evitar que mi voz se quebrara un poco y los ojos se me llenaran de lágrimas. - ¿Volverás? Se puso de rodillas frente a mí y aun así era más alto que yo. Envolvió mis manos en las suyas y con la voz más tranquila y amable que había escuchado en mi vida me contestó. - Por supuesto, Alice. Me tomo mucho tiempo encontrarte y ahora que lo hice… nunca te dejaré. Lo abrace, realmente lo hice, me deje caer en sus brazos si poder dejar de llorar hasta que después de unos minutos el sueño me venció.
13 Me gusta 1 Comentarios 1 Para la colección Descargar
Comentarios (0)