ID de la obra: 419

La Última Grindelwald: La maldición del nombre

Gen
G
En progreso
13
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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Promocionada! 1
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planificada Mini, escritos 30 páginas, 15 capítulos
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Capítulo 11: Escaleras que no avisan y magia que sí responde.

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Narrado por Alice Grindelwald.

Mientras el Prefecto de Gryffindor que resulto ser hermano de Ron nos guiaba a la sala común de Gryffindor, me apresure a subir con Hermione apenas terminamos de cenar esa noche. No quería dormir sola y compartir la habitación con ella me parecía una gran idea. Lavender también subió con nosotras hablando sin parar, me pareció simpática aunque muy ruidosa. Había una cuarta cama vacía en nuestra habitación, nadie dijo nada, pero note que Lavender la miró con cierta decepción. La habitación era cálida, circular y con unas ventanas tan grandes que casi sentía que me iba a caer al vacío si me acercaba demasiado. Pero las cortinas rojas colgaban como brazos protectores, la cama era suave y nuestras cosas aparecieron junto a nuestras camas. Los días siguientes fueron… raros. Buenos, pesados, mágicos, pero raros. Y ni hablar de las escaleras, eran un desastre, cambiaban de dirección sin previo aviso. ¿Quién en su sano juicio construye escaleras así? Una vez termine en el cuarto de limpieza del señor Filch y en otra en un baño donde un fantasma no paraba de llorar. Mi única solución fue pegarme a Hermione. Ella siempre sabia a donde ir. Tenía un horario meticulosamente doblado y memorizado. Caminaba con seguridad, también había tratado de seguir a Ron y Harry pero se perdían más que yo, incluso cuando trataban de seguir a Hermione, a ellos les parecía una sabelotodo molesta pero para mí era increíble, su disciplina, su habilidad para leer y memorizar tantos libros. - ¿Vas a Seguirme todo el tiempo? -me pregunto un día, sin mirarme mucho. Asentí. -Bien -dijo tratando de ocultar su sonrisa-. Pero si me vas a seguir, también tendrás que estudiar. Acepte sin dudar, no perdía nada, todo lo contrario, tenía buena compañía y nos ayudábamos mutuamente cundo la otra no entendía algo. Una de mis clases favoritas era la de la profesora McGonagall, la primera vez que estuve en su clase entro al aula y sin decir nada se transformó en un gato delante de nosotros y después devuelta en una mujer, fue asombroso, aplaudí antes de notar que era la única pero eso gano una sonrisa rápida de ella, apenas una curva en los labios pero Ron dijo que según sus hermanos eso era como una enorme sonrisa para ella. Me encanto su clase, era ordenada, directa y cuando pude convertir una cerilla en una aguja delgada y plateada antes que los demás, me sentí orgullosa. En cambio, pociones fue un desastre. El profesor Snape entró como si el mundo le debiera algo y fulminaba a todos solo por existir. Harry no le agrado desde el primer momento, como si ya lo conociera, con Neville fue igual y mientras a ellos les bajaba puntos por no saber cosas que seguramente ni alumnos más grandes sabían con Hermione era lo contrario, le quitaba puntos por responder correctamente inventándose cualquier excusa. Yo no hablé casi nada pero veía como le subía puntos a un chico de Slytherin por cortar bien una raíz y luego le grito a Ron por usar el cuchillo incorrecto. Había favoritismos y no se molestaba por ocultarlo en lo más mínimo. Quería gritarle, decirle que lo que hacía no estaba bien, pero Hermione me detenía, decía que solo debíamos seguir lo que decía el libro al pie de la letra, que no lo enfrentara para que no le bajara más puntos a nuestra casa. Una de las tantas veces que me perdí de camino al gran comedor no me preocupe tanto, no había clase, teníamos dos horas libres pero algo esa vez era distinto, las antorchas del pasillo estaban apagadas, todo estaba en completo silencio y no había nadie en ese pasillo ni siquiera dentro de los salones. Entonces lo recordé. Lo que dijo Dumbledore el día del banquete de bienvenida: “El pasillo del tercer piso está absolutamente prohibido para todos aquellos que no deseen morir de una manera muy dolorosa” Y justo ahora, yo estaba ahí, entre en pánico no sabía cómo salir de ahí sin que Argus Filch me descubriera y si no me mataban seguramente si me expulsarían de Hogwarts. Pero me detuve al escuchar un par de voces. - Te dije que las escaleras la moverían hacia acá -dijo una de las voces con tono burlón. Allí estaban. Dos chicos muy altos, pelirrojos, con sonrisas idénticas, uniformes desarreglados y mirada traviesa. Los había visto en el gran comedor, haciendo bromas o lanzando galletas al aire. Eran los hermanos de Ron, Fred y George, si no me equivocaba. - ¿Sabes que este pasillo está prohibido, verdad? -pregunto uno de ellos. El que tenía una pequeña mancha de tinta en el cuello de su camisa. Asentí. - Sí, pero… me perdí. - Claro que sí -dijo el otro-. Todos nos perdemos una o dos veces en el tercer piso. Total, es solo una muerte dolorosa lo que arriesgas, nada serio. Soy George y este menos atractivo es mi hermano, Fred. - Alice. - Que bueno que te encontramos nosotros antes que Filch -dijo Fred haciendo un gesto para que los siguiera-. Vamos te llevamos al gran comedor. Dudé. No mucho, pero si lo suficiente para que lo notaran. Fred entrecerró los ojos, curioso y George levanto una ceja. Los seguí. - Sí, que coincidencia, encontrarla nosotros en el pasillo donde nadie entra, no es como si la estuvieras viendo en el mapa… Fred se giró tan rápido con George como si quisiera darle un abrazo pero disimuladamente le dio un codazo. - ¡Agh! -protesto George-. ¡Duele cuando finges cariño fraternal! - ¿Qué dijiste? - Dijo que fue pura suerte encontrarte y yo estoy de acuerdo, Hogwarts puede ser traicionero a veces. George trato de decir algo pero Fred le tapó la boca con fuerza lo cual fue raro pero intente no tomarle importancia. - ¿Y cómo sabían que iba al gran comedor? Ellos se miraron por unos segundos. - Bueno estábamos Ahí y escuchamos a Hermione preguntar por ti diciendo que deberías haber llegado y Fred quiso ir a buscar… - ¡La Biblioteca! -lo interrumpió Fred-. Y por el camino nos perdimos y terminamos en el mismo lugar que tú. - Ah ya, pues se saben muy bien el camino de vuelta para haber estado perdidos -George se rio y Fred pareció ponerse rojo. - Bueno, aquí es -dijo Fred, con una reverencia exagerada-. Te veremos por ahí, Grindelwald. George solo sonreía como si tratara de no hablar para no romper a reír. Pasaron las semanas y el castillo seguía pareciendo un laberinto, el comedor era ruidoso. Los pasillos demasiado largos y los fantasmas… bueno uno se acostumbra a ellos. Pero había pequeños momentos que me hacían recordar que no estaba sola, como cuando Neville me regalo una de las galletas que le había enviado su abuela, o cuando Harry me espero afuera de la clase de encantamientos solo para que entráramos juntos.
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