ID de la obra: 455

Amor de la nada. (Daniel Page x Reader)

Het
G
En progreso
13
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
¡Vote por el trabajo que más le guste! Puede votar una vez al día.
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 80 páginas, 24.273 palabras, 7 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
13 Me gusta 2 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo 1 — El destino juega su carta.

Ajustes de texto
Estaba sentada frente al escritorio de Alastair Blakesley, mi jefe, esperando con serenidad el inicio de la reunión. Aquel día conocería a mi nuevo compañero de trabajo. —Créeme —dijo con un entusiasmo inusual—, yo mismo lo entrevisté. El muchacho tiene talento. Le dediqué una pequeña sonrisa. —Si tú lo dices, debe ser cierto. Eres bastante exigente. Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió. El joven del que hablábamos entró con paso contenido. Aunque intentaba aparentar seguridad, su cuerpo denotaba tensión. —Mira, ya está aquí —dijo Blakesley, haciéndole señas—. Ven, muchacho… El joven se acercó con una leve inclinación de cabeza. Alastair le apoyó una mano en el hombro con familiaridad. —Daniel Page, te presento a tu compañera. —Mucho gusto, Page —saludé con cortesía desde mi asiento—. He oído maravillas de ti. Espero que trabajemos bien juntos. Pero él se quedó quieto. Me observaba fijamente, como si acabara de ver un fantasma. Sus ojos reflejaban una emoción difícil de leer. Sorpresa, desconcierto…¿Miedo? —¿Te ocurre algo, muchacho? —intervino Blakesley, frunciendo el ceño—. ¿Te disgusta la señorita? —No, no… —Daniel reaccionó al instante, visiblemente nervioso—. Es todo lo contrario. Solo… no me lo esperaba. Una sonrisa forzada cruzó su rostro. Me incliné ligeramente, sin dejar de observarlo. Su reacción me pareció curiosa. —¿Nos conocemos de antes? —solté con cautela y suavidad. Sus ojos se agrandaron con una mezcla de asombro y tristeza. Vaciló antes de responder. —Sí. Usted fue mi profesora de Defensa Contra las Artes Oscuras. Me quedé inmóvil. —¿Profesora… yo? —repetí casi incrédula en voz baja. —Tuvo un accidente —intervino Blakesley con tono grave—. Durante una misión. Perdió parte de su memoria, y los sanadores no pudieron recuperarla por completo. Daniel asintió con lentitud. Sus hombros se hundieron ligeramente. Como si el mundo le acabara de quitar algo por segunda vez. Lo miré con atención. Algo en su expresión… en la forma en que me observaba… me resultaba familiar. Pero no podía recordarlo. Le sonreí con cortesía. —Bueno, eso explica tu sorpresa. Pero lo importante es que trabajemos bien juntos, ¿verdad? Me puse de pie y me acerqué para darle una palmada en el hombro. —Cuidaré tu espalda, compañero. Daniel bajó la mirada. Ese gesto, tan casual para mí, parecía haberle removido algo profundo. Me devolvió la sonrisa, aunque sus ojos seguían cargados de nostalgia. —Será un honor trabajar con usted —dijo con un tono más firme. —Perfecto —dijo Blakesley, retomando el control—. Tienen su primera misión juntos. Un caso menor de magia accidental en una zona muggle. Lluvia dentro de un edificio sin causa aparente. Nada complicado, pero ideal para empezar a adaptarse. Asentí al recibir el sobre con los detalles, y Daniel hizo lo mismo, aunque pude notar cómo tamborileaba los dedos sobre su muslo. Salí junto a él de la oficina. Caminamos por los pasillos del Ministerio hasta llegar a la red Flu.

∘₊✧─── ☀︎ ───✧₊∘

Caminar de nuevo juntos, se sentía casi irreal… A su lado, me sentía algo ansioso, tenía muchas ganas de decirle tantas cosas, pero no me atrevía, ya la alejé una vez, no podía equivocarme de nuevo. La miré por el rabillo del ojo al caminar hacia el edificio muggle, parecía tranquila y confiada. Suspiré con algo de resignación. —Por supuesto…—pensé—.Para ella, esto es un nuevo comienzo… y yo… debo fingir que también lo es.

∘₊✧─── ☾ ───✧₊∘

Cuando llegamos al edificio, detuve al joven Page antes de entrar. Por supuesto, noté lo tenso que estaba. Él me miró un poco sorprendido. —No sé…— comencé con algo de duda, —qué tipo de profesora fui para ti, pero… ¿Podrías olvidarlo? —Jamás— soltó Page con voz firme, como reflejo y luego apretó sus labios, visiblemente arrepentido. —Yo…. Yo… lo siento —se disculpó desviando su vista, y un sonrojo subía por sus mejillas. Me crucé de brazos, ladeando un poco la cabeza. —¿Nos llevábamos mal, eh? —To-todo lo contrario… —respondió, todavía sin verme del todo. —Pues espero que ahora podamos llevarnos igual de bien. O incluso mejor —agregué, dándole un par de palmadas en el hombro—. Vamos, te necesito aquí y concentrado. Eres mi apoyo en esta misión.—le expliqué y él volvió a verme. Aún estaba ese sonrojo en sus mejillas, pero su mirada tenía determinación. Terminamos nuestra pequeña charla y entramos al edificio. Le dijimos al encargado que éramos de la alcaldía de la ciudad y por ser una zona antigua, debíamos examinar el lugar, para determinar cuál podría ser la mejor restauración. El conserje algo escéptico, nos llevó hasta el Penthouse, donde se encontraba el apartamento en el que no dejaba de llover. Extrañamente, el conserje no quiso avanzar más. —Suerte… ahí espantan…— fue lo que dijo antes de retirarse. Pase mi mano por mi cabello un poco exasperada. —¿Malas noticias? —Page me veía interrogante. —No voy a adelantarme…—le dije comenzando a caminar y él me siguió. Tocamos la puerta del apartamento y una señora no muy mayor nos abrió. —¿Vinieron por la fuga de agua? —su expresión era bastante preocupada. —Sí —contestó Page con tono firme—. Podría por favor indicarnos el lugar, nos gustaría realizar una inspección. —Sí, por favor —contestó la señora, abriendo aún más la puerta—. Es por acá. Nos llevó hasta lo que parecía ser una habitación de niños. Estaba oscura e inundada, incluso habían construido una pequeña barricada para que el agua se desviara hacia el baño y no inundara más habitaciones. Mi compañero y yo nos asomamos desde el marco de la puerta. Examinando con cautela antes de entrar. —Lleva días así —explicó la señora—. Incluso si cortamos toda el agua de la casa, continúa cayendo agua. —No se preocupe, vamos a solucionar esto de inmediato —le dije con una sonrisa tratando de calmarla. La señora se retiró, miré a Page con seriedad y él asintió. Entramos a ese cuarto. Todo mi cuerpo tembló al instante con el contacto. El agua estaba helada y nos llegaba más arriba de los tobillos. —Definitivamente, un encantamiento atmosférico—dijo Page confiado. —Sí, pero no me gusta cómo se ve… —suspiré, quejándome con resignación mientras pasaba las manos una y otra vez por mis brazos, buscando calentarme—. No hay otra forma de hacerlo —agregué con un tono de lamento. Miré a mi compañero con seriedad, sacando mi varita—. ¿Estás listo? Él asintió, imitando mi gesto y poniéndose en guardia. —Finite incantatem— recité en voz alta y en seguida la lluvia cesó. Pero solo por unos segundos antes de volver a comenzar de nuevo. Frunció los labios con cierto desconcierto. —¡Finite incantatem!— recitó Page esta vez, y fue lo mismo. Se detuvo unos segundos y luego continuó lloviendo. Él me miró extrañado. —¿Por qué no funciona?— soltó con cierto desconcierto. —Porque alguien lo está lanzando otra vez —dije con el ceño fruncido—. Esto no es un encantamiento persistente… Page me miró incrédulo, y comenzó a revisar todo el lugar, moviendo muebles y juguetes. —Cálmate… —le dije con voz tranquila— No va a salir… —él me observó interrogante y en seguida le hice señas para que repitiera el hechizo conmigo, Daniel asintió entendiendo de inmediato—. Quien sea que lo esté conjurando, es muy poderoso— continué sonriendo y contando con los dedos, cuando llegue a tres, ambos lanzamos el contra hechizo. —¡Finite incantatem!— recitamos con fuerza. Al hacerlo juntos lo potenciamos, no se pudo activar de nuevo el encantamiento, lo que provoco que su autor saliese de su escondite muy molesto. —¿Qué hacen? —oímos una voz chillona, y seguido unelfo domésticose dejaba ver. Sus enormes ojos brillantes me veían con furia. Vimos un chispazo y luego una fuerza invisible me empujó hacia atrás. Me sorprendió, pero pude protegerme. Page, fúrico, le apunto con su varita. —¡Incarcerus!— recitó. Unas chispas rojas salieron de su varita, para tratar de atraparlo, pero, un pequeño pop sonó, y el elfose había transportado con rapidez a otra parte de la habitación, esquivándolo. Me acerqué de nuevo a mi compañero, ambos levantamos nuestras varitas en posición de defensa y pegamos nuestras espaldas, para protegernos. —¿Por qué nos ataca? —preguntó, mientras movía su varita para esquivar un relámpago azul. —Puede hacerlo, no somos sus amos —le respondí, también levantando la varita para parar un ataque. —¿Por qué vinieron a molestarme? —gritó el elfo con su chillona voz, furioso—. ¡Esos muggles van a venir a molestar de nuevo! —¡Queremos ayudarte! —le ofrecí levantando mi mano de nuevo, desviando una ráfaga verde que choco con una pila de juguetes que se esparcieron por el suelo. —¡Quiero a mi amo de vuelta! —chillo de nuevo el elfo. —Sabes que eso no es posible… —le respondí algo afligida. Debido al ruido que estábamos haciendo, la señora curiosa se acercó a la habitación y al ver al elfo doméstico, se desmayó. —¡Genial! —resoplé molesta, mientras el elfo aprovecha eso para salir de la habitación, escabulléndose por todo el apartamento. Traté de razonar con él; lo admito, siempre he tenido una debilidad por esas criaturas, pero mi nuevo compañero, no. Mientras discutía con el Elfo, Page siempre estuvo a la defensiva, como si hubiese tenido un presentimiento, de que este, estuvo esperando mi descuido para atacarme. Y no se equivocó, tan pronto bajé la guardia creyendo que ya lo había convencido de marcharnos. Sentí su mano en mi cintura, tirando de mí justo a tiempo. Un destello azul pasó rozando, estallando contra un jarrón. Page le lanzó un hechizo aturdidor, esta vez, acertando. Luego de eso, recitamos los encantamientos correspondientes para que no se escapara de nuevo. Ordenamos todo el lugar dejándolo impecable, ni un alfiler quedó fuera de sitio y luego, despertamos a la señora, no sin antes borrarle la memoria.

∘₊✧─── ✦ ───✧₊∘

—¡Eres increíble, Page! Eres muy bueno con el hechizo Obliviate—lo halagué de camino al Ministerio. Estaba sorprendida, había borrado la memoria de la señora y con una precisión milimétrica, solo recordaba que habíamos ido a reparar “la fuga de agua”. Vi como me sonrió con modestia llevando su mano a la parte trasera de su cabeza, alborotando un poco más su cabello. —Gracias… —musito con algo de vergüenza, abrió y cerro su boca un par de veces, como si quisiera decir algo más, pero solo apretó sus labios negando ligeramente con su cabeza. Me encogí de hombros mientras continuamos nuestro camino hacia el Departamento de criaturas mágicas. Claramente, se contuvo de decir algo más, lo observé por el rabillo del ojo, él sonreía, aunque de forma melancólica. Me dio la impresión de que se perdió en sus pensamientos. Y así fue.

∘₊✧─── ☀︎ ───✧₊∘

Ella continuó caminando a mi lado, sin notar que yo ya no estaba del todo presente. Mi mente me había llevado años atrás… a un aula iluminada por la luz de las velas… —Vamos, Page, concéntrese —su voz sonaba paciente, casi dulce. —Un Patronus no se trata solo de poder mágico. Necesita una emoción fuerte, un recuerdo que lo llene de verdadera felicidad.— Sí, sí… lo que usted diga, profesora. Pero la verdad era que no quería concentrarme. No todavía. Fingí no entender, como siempre lo hacía. Me gustaba que me corrigiera, que se acercara, que tomara mi mano para guiarla. Y como si hubiese leído mis intenciones, lo hizo. Su toque fue firme, pero suave, como siempre. Su voz estaba lo suficientemente cerca de mi oído como para que un escalofrío recorriera mi espalda. —Expecto Patronum —murmuré sin mucho esfuerzo, prolongando el momento, alargando el contacto. Pero entonces, algo dentro de mí reaccionó. La calidez de su mano contra la mía, la proximidad de su cuerpo, la intensidad de sus ojos… Maldita sea. No sé qué pasó. Solo sentí un impulso eléctrico correr por mi piel, como si mi magia hubiese despertado de golpe. Antes de que pudiera procesarlo, de la punta de mi varita brotó un resplandor plateado, tomando la forma de un gato. Se deslizó por el aula con una elegancia hipnótica, brillando con una intensidad cegadora. Un silencio absoluto cayó sobre la clase. Todos nos quedamos mirando la criatura luminosa que se movía entre nosotros, etérea y perfecta. Mis propios ojos se abrieron con incredulidad. Fui el único que lo logró… Con el corazón aún acelerado, giré el rostro hacia ella. Su expresión era pura sorpresa. Pero no solo eso. Estaba orgullosa de mí. Mis dedos aún hormigueaban por el contacto, pero lo único que me importaba en ese instante era la mirada que me dedicaba. —Eres increíble, Page.— Tragué saliva con dificultad. Porque, por primera vez, de verdad quería impresionarla. Y justo ahora, acababa de halagarme como en aquella ocasión. Su voz aún resonaba en mi cabeza. Y lo peor era que, en ese entonces, no entendía lo fácil que era perderla.

∘₊✧─── ☾ ───✧₊∘

Entregamos al elfo doméstico, notando como poco después, mi joven compañero parecía volver a la realidad. —Vamos —le dije saliendo del Departamento de criaturas mágicas—. Hay que hacer el informe sobre esto —añadí con una sonrisa mientras caminábamos hacia los ascensores. Una vez volvimos a nuestra oficina, le indiqué cuál sería su escritorio, en el que se sentó sonriéndome, de una forma que se sintió muy cálida. Me distraje por un segundo con su sonrisa, me alegraba que él ya tuviera sus ojos sobre su máquina de escribir, pues mi cara se había puesto roja de la vergüenza. Camine hacia mi propio escritorio, sentándome a escribir mi informe. Volví mis ojos hacia su puesto. Tal vez, era ternura lo que había sentido, después de todo es más joven que yo,si eso debía ser. A medida que movía mi varita, y la máquina iba tecleando lo sucedido, me di cuenta de varias cosas. Él siempre estuvo muy atento a mis movimientos, entendió todas mis señales sin tener que explicar mucho, además… Mi cara se encendió en rojo, al recordar cómo me tomo de la cintura con tanta confianza para esquivar el ataque del elfo. Mi mano se había quedado congelada en el aire, no continúe escribiendo. Desvíe de nuevo mis ojos hacia él. —Daniel Page—repetí en mi cabeza, como si con eso, fuera capaz de recordarlo, pero, como era de esperarse, nada paso. En ese momento, su máquina se tragaba la hoja completa de su informe y la expulsaba hecha pedacitos. Solté una sonrisa nasal y caminé hasta su escritorio. —¿Problemas? —solté sonriente mientras me apoyaba ligeramente de su escritorio— parece que debo darte algunas clases… Él giró su cabeza bruscamente hacia mí, sus ojos más abiertos de lo normal. —¿Re-recordó algo? —pude notar la mezcla de ansiedad y esperanza en su voz. Fruncí la boca con pesar, desviando la mirada, y tomando unos de los trozos de papel que la máquina le había arrojado. —No…— Afiné mis ojos sobre el escrito— Me refería a la máquina de escribir —Aclare soltando una pequeña risa al leer esas líneas de su informe—. Parece que está dándote problemas. Page pasó su mano de forma nerviosa por su cabello. —Si… —era palpable su decepción— Necesito algo de ayuda… —agrego con una débil sonrisa. Volví a sonreír y le expliqué cómo manejar la máquina y sobre todo estás, que tenían algo de tiempo. Y vaya que ya había solicitado un par de veces unas nuevas, pero aún no lo hacían. Antes de irme, apreté mis labios con algo de duda, y luego sonreí desviando la mirada. —Por cierto… —comencé, tragando grueso—, aunque debamos poner todo en el informe —me crucé de brazos, tratando de mantener la calma—, no es necesario que escribas “mi hermosa compañera”. —Me giré para sonreírle, aunque podía sentir mis mejillas arder—. Sin embargo… gracias por el cumplido. —Finalicé, disfrutando un poco del leve sonrojo que brotó en sus mejillas y de la adorable forma en que desviaba la mirada mientras se hundía en su silla. Me regresé a mi escritorio, ahora sí, dispuesta a finalizar mi informe. Sin embargo, de vez en vez, lanzaba miradas furtivas hacia él, convenciéndome a mí misma, de que no era nada, que solo quería cuidarlo y que se adaptara rápido al ritmo de trabajo del ministerio. ¿Verdad?
13 Me gusta 2 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)