ᚣ. El anhelo del desterrado
9 de agosto de 2025, 13:21
El frío invierno azotó la tundra con furia otro año más. La insistente escarcha se mantenía pegada a lo que quedaba de la insustancial cantidad de hierba que intentaba crecer ante la inminente llegada de la primavera.
Las tierras del norte eran un lugar difícil de habitar, en donde las inclemencias del tiempo golpeaban con brutalidad a los que allí moraban. Aquellos que fueron sacados de su territorio original a la fuerza, aquellos que no tenían un hogar, aquellos que se movían donde pudieran aguantar hasta el final del invierno. Los gatos sobrevivían en las áridas tundras del norte. Pero ya no les quedaba tiempo.
El año anterior, de entre los pocos grupos dispersos que había, solo había nacido un gatito macho; y ese año, no nació ninguno. Katsuki era el preciado tesoro de los gatos, el último cachorro de lo que alguna vez fue un clan lleno de bendiciones. Para evitar su desaparición, los gatos prendían hogueras para llamar la atención de Ostara, pero era muy rara la ocasión en la que la diosa se presentaba en su territorio. Ella no traía bendiciones para los gatos, pero su poder se impregnaba en la vegetación y eso los ayudaba a sobrevivir.
A pesar de haber nacido en ese lugar tan inclemente, que muchas veces lo obligaba a comer carroña, el cachorro fue creciendo rodeado de amor. Sus padres lo criaron no solo para que pueda sobrevivir por sí mismo, sino para que también ayude a sobrevivir a otros. Siendo el único de su edad siempre estaba rodeado de gatos mayores que lo ayudarían a volverse un digno cazador.
Un día Katsuki y Mitsuki, su madre, pescaban en un lago congelado cercano a la zona donde se habían establecido ese año. Cada vez que sacaban un pez, sentían como el agua fría se colaba en su pelaje y helaba sus pieles curtidas. Pescar era una de las peores tareas, pero era necesaria para seguir viviendo. Podían vivir comiendo pescado hasta que sus cuerpos ya no les permitiesen continuar.
—Mamá, ya están muy mojadas— dijo Katsuki al ver las garras de su madre. Con el frío del agua y el viento que arreciaba, no sería bueno para la gata continuar.
—No importa. Todavía puedo sacar algunos más —respondió ella con convicción, pero el cuerpo no la acompañaba.
—Deja que yo me encargue, mamá. —Mitsuki miró a su hijo con aprehensión, sabía que él tenía razón. Su cuerpo ya no era joven y cada vez le costaba más realizar las tareas de pesca.
—Lo siento. Tienes razón.
Mitsuku se acercó a una pequeña fogata que habían prendido para poder secar su pelaje con el calor del fuego. Miró los peces que habían logrado capturar, apenas les durarían una semana. Si no podían encontrar más peces pronto tendrían que partir en busca de un lugar que fuera mejor. Ella miró hacia el sur y suspiró cansada.
—Ma. ¿Alguna vez papá y tú… jugaron? —El movimiento que hacían los peces que estaban más profundo le daban a Katsuki la sensación de que se estaban divirtiendo. Ellos no tenían problemas si se mantenían en el agua, no tenían preocupaciones. A diferencia de ellos, los peces no iban a desaparecer.
—¿Jugar? —preguntó ella con algo de sorpresa en la voz.
—Si. Cuando eran gatitos. Ustedes pudieron jugar ¿Cierto? —Mitsuki notó la nota de entusiasmo en la voz de su hijo. Asintió en respuesta. A diferencia de los gatos más grandes, Katsuki estaba solo. Nunca hubo ningún otro gatito con el cual pudiera jugar. Él no tuvo esa etapa, tuvo que empezar a cazar desde muy pequeño, nunca pudo ingresar al arte de la caza como lo hacían los gatos normalmente. Además, el gatito siempre estuvo rodeado de gatos adultos demasiado preocupados como para tomarse un momento para jugar con él.
—Seguro que fue divertido.
—Si, lo fue.
—Y sin preocupaciones. Como los peces del fondo… parece que juegan.
Ambos se quedaron en silencio. Sólo se podía escuchar el sonido del viento frío. Katsuki miraba con atención el agua, pero no estaba pescando en ese momento, estaba admirando cómo nadaban los peces del fondo del lago. Y quiso hacer como ellos, andar sin responsabilidades ni preocupaciones, rodeado de otros gatitos, y que juntos pudieran jugar hasta el cansancio.
—Siento no haber podido darte nada mejor, hijo. —La voz de su madre lo despertó de su ensoñación, Katsuki, rápidamente, metió su garrita en el agua lo más profundo que pudo y sacó un pez.
—Es lo que nos tocó —dijo. Todos los peces que antes había estado mirando se habían ido.
Katsuki ya sabía cuál sería su deber como gato, así que decidió olvidarse de esos sueños imposibles que lo distraían de sus responsabilidades.
Notas:
🌺El gato: Si bien al inicio iba a ser un clan de lobos para usar el AU tribal, me decidí por el refrán "dar gato por liebre". Así que terminaron siendo gatos. Además pegaba mejor, porque las dos son especies chiquitas (más chicas que un lobo). No hay muchas más explicaciones de esto 😆
🌺Los peces: los peces también reciben bendiciones, pero como su territorio es el río, llegan hasta la tundra siguiendo el caudal.
⚜️Notita: Los peces también tienen problemas, preocupaciones y responsabilidades, pero esto no es documental sobre peces.
🌺Pesca: creo que no especifiqué, pero pescan sobre agua congelada, haciendo un hueco en el hielo. A lo esquimal.