ᚤ. Gato y conejo
13 de agosto de 2025, 15:35
La primavera ya se encontraba cerca. Todo era algarabía entre los conejos, que se encontraban preparando con mucho esmero las ofrendas de ese año. Los pimpollos se acumulaban en las mesas de trabajo, las ramas de endrino recolectadas para encender las fogatas se amontonaban cerca de la casa del jefe del clan.
Izuku, junto a otros conejos de su edad, se encontraba pintando los huevos que ese año habían sido sido seleccionados para entregarle a Ostara. Eran los huevos más grandes y perfectos que se lograron recolectar, pero a pesar del empeño del conejo por mezclar los colores más brillantes, sus diseños no satisfacían al jefe.
—Tienes que esforzarte más, Izuku. —La voz suave pero firme del jefe lo sobresaltó. —No estamos haciendo esto para contar nada.
—Pero, jefe…— La mirada del conejo mayor cayó sobre él, severa. —El conocimiento es importante —terminó de decir Izuku con un hilo de voz, los otros conejos se rieron de él y eso lo avergonzó aún más.
—Pero estos no son para eso —le respondió mientras agarraba los huevos y los dejaba a un lado para tirar. —¡Toma otro y no lo desperdicies! Ustedes solo deben hacer cosas hermosas. ¡No pierdan tiempo con los cuentos del pasado!
Izuku casi se larga a llorar en ese momento, no era la primera vez que le llamaban la atención por concentrarse en historias del pasado que nadie era capaz de comprobar; desde la cuna siempre les enseñaron a mirar hacia adelante y a trabajar por la prosperidad futura. Y su trabajo, para lo que fue instruido desde temprana edad, era conmover a la diosa con hermosas creaciones artísticas.
Pero el corazón de Izuku ya no estaba en su deber para con Ostara. Él había descubierto algo cuando fue al límite del territorio buscando las ramas de los endrinos más espinosas que existieran, y esos solo podían encontrase al norte, antes de llegar a la tundra. Su madre, le había prohibido sobrepasar el límite de los endrinos salvajes, decía que todo lo que estaba del otro lado de ese muro de arbustos espinosos era peligroso para el clan. Sin embargo, la curiosidad era característica en Izuku así que, con algo de miedo pero sin dudar, cruzó el límite y se aventuró a lo desconocido.
En otro lugar, al norte, los gatos también se preparaban para la llegada de la primavera. El frío invierno había sido despiadado, con los fríos vientos y las copiosas nevadas, casi se les había hecho imposible salir a buscar alimento. Estaban tan desesperados que armaron su asentamiento cerca del bosque sur. Y ellos sabían que no eran bienvenidos del otro lado. Las acciones de sus antepasados estaban arrastrado al clan de los gatos a un deplorable final.
Katsuki se internó en el bosque a pesar de las prohibiciones de su madre. Tal vez sintió un poco de culpa al desobedecerla pero tenía que conseguir algo para comer pronto. Se sentía el vigor renovado en los árboles, ya casi estaban listos para florecer y volver a colorear el horizonte con vibrantes verdes. Unos tonos que estaban negados para ellos, tendrían que volver a las tundras cuando se recuperaran. Así es como sabía que debía suceder. Caminó sin rumbo hasta que por fin escuchó el ruido de agua corriendo. Suspiró aliviado, estaba seguro que allí podría pescar lo suficiente para vivir algunas semanas.
Se agazapó en la orilla y observó la corriente. El agua estaba llena de peces, tal como lo había querido. Hizo una pequeña reverencia, tal como su madre le había enseñado, y comenzó a pescar. Los peces se agolpaban dentro del saco que Katsuki había llevado, fue la mejor pesca que había hecho en quién sabe cuánto tiempo, tan buena que el el saco se llenó hasta el tope.
—Este será recordado como un día de suerte. —Era la primera vez que el saco se llenaba y Katsuki estaba muy emocionado por eso.
Pero ese día, Katsuki, obtuvo mucho más que comida. El momento de euforia del gato había pasado y sintió ganas de hacer algo que nunca antes se había permitido; entonces, se relajó. Se echó sobre una cálida roca y se durmió escuchando el suave sonido del agua. Pero no se había dado cuenta que alguien lo espiaba desde el otro lado del río.
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Izuku estaba anonadado. Nunca, ni en sus sueños se le habría ocurrido que alguna vez podría ver a un gato. Todos en su clan decían que ya no había gatos en el territorio y él no tenía razones para no creerles, incluso dudaba que alguien supiera de su existencia. Lo vio pescar y notó que era muy hábil. Lo vio reir y quedó fascinado por esa bonita expresión. Lo vio dormir y no dudó en acercarse. Cuando estuvo frente al gato, se dio cuenta que se había apresurado. Su mamá siempre le advirtió de no acercarse a los que tuvieran garras, pero él no sabía que los gatos las tenían, así que se acercó sin pensar.
Katsuki sintió que algo se acercó a él y que se quedó quieto, se encontraba a una distancia prudente, pero no sentía ninguna hostilidad de aquel que lo observaba. Abrió los ojos y se despabiló rápidamente, observó fijo a su visitante totalmente inmóvil, no sabía qué hacer, nunca había visto a una criatura como esa.
—Hola —saludó Izuku en voz baja. No quería ser descortés con un desconocido, pero el gato lo miraba de una forma inquietante, como si no lo reconociera. El silencio que los rodeaba se estaba volviendo muy incómodo, entonces lo rompió con una pregunta: —¿Eres un gato?
—¿Tú qué eres? —Katsuki le respondió con una pregunta, olfateaba el aire — no conozco tu olor.
—Soy un conejo. Tu eres un gato. ¿Cierto? —contestó rápido. Sólo percibía curiosidad viniendo del desconocido, Izuku estaba convencido de que no sería atacado, ya lo hubiera hecho si hubiese querido.
Katsuki asintió con la cabeza sin apartar la mirada.
—¿No sabes de nosotros? Vi dibujos de gatos en los libros.
—No tenemos de esos. No sé de ustedes. —Katsuki respondió bajito. Se sentía sobrepasado por lo que la criatura que estaba frente a él le estaba diciendo. Si alguien que él no conocía sabía de los gatos, ¿por qué él no podía reconocer qué era lo que se encontraba parado allí? Él dijo que los vio en un libro, su clan no tenía ninguno de esos. La vergüenza coloreó sus orejas y solo pudo disculparse. —Perdón.
—No te preocupes —respondió Izuku con otro tipo de vergüenza, revolvió dentro el bolso que traía consigo y sacó un huevo cocido. —¿Tienes hambre? ¿Solo tengo esto?
Katsuki lo aceptó y lo comió. Era la primera vez que probaba un huevo así. Los pájaros comenzaron a llamarse entre ellos, el atardecer se acercaba.
—¡Es muy tarde! Tengo que irme. ¿Vendrás aquí mañana? —Katsuki asintió, el conejo le hablaba demasiado rápido. —Mañana volveré temprano. ¡Te traeré más huevo! —gritó mientras se alejaba rápidamente hacia el sur.
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Desde ese día, Izuku y Katsuki siguieron encontrándose todas las tardes a la orilla del río que estaba en el centro del bosque. Los dos eran demasiado jóvenes para sospechar la forma en la que su encuentro cambiaría el destino de sus clanes.
Notas:
🌺Huevos: son un simbolo de la festividades de Pascua. Los huevos tienen varios simbolismos referentes a la renovación y los nuevos comienzos; el potencial del despertar de la naturaleza después del invierno y a la nueva vida; la capacidad de la naturaleza de florecer y crecer; y el ciclo de la vida.
⚜️Super nota: Pascuas (español) > Easter (inglés) > Ostern (alemán)
🌺Pimpollos: El endrino florece a finales del invierno, para el equinoccio muchos ya están florecidos.