Capítulo 2
22 de octubre de 2025, 10:37
Traducción autorizada al español del fanfic Masen Manor, escrito por drotuno. Sin fines de lucro. Personajes de Stephenie Meyer.
Nota de la traductora: Las conversaciones mentales y/o escritas van en cursiva. Tenlo presente a lo largo de toda la historia..
Capítulo 2
Agosto de 2001
BELLA
.
—Bella —llamó Chelsea desde el otro lado de la puerta de mi habitación.
Me levanté de la cama, dejé mi diario a un lado y abrí la puerta que siempre mantenía cerrada con llave.
Chelsea me sonrió dulcemente, observando mi apariencia. Estaba en sus cuarenta y tantos y había vivido con nosotros desde que tenía memoria. Era la única en la casa que no me obligaba a hablar si no quería.
—Te ves muy bonita, cariño —dijo con ternura, arreglando el cuello de mi blusa antes de apartarme el cabello de la cara—. Solo quería saber si querías comer algo antes de esa entrevista que tienes hoy.
Asentí y la seguí escaleras abajo, pero la detuve tirando suavemente de su brazo y señalé hacia la biblioteca.
—Ah, claro. Ve. Yo te lo llevo ahí —respondió alegremente.
Entré a mi habitación favorita de la casa y sonreí al ver que estaba vacía. No tenía ánimos para ver a mi madre ni a mi padrastro ese día. Mi madre no era un problema, apenas y reconocía mi existencia, pero mi padrastro… la reconocía demasiado. Me senté frente al piano y levanté la tapa de las teclas. Mis dedos se deslizaron por el marfil, cerré los ojos y empecé a tocar. Las canciones solían reflejar mi estado de ánimo, y hoy no era la excepción. No sabía cómo quería que saliera esta entrevista.
No había escuchado hablar de Masen Academy hasta que mi profesora de Inglés del año pasado, la Sra. Cope, envió una solicitud por mí. Decía que me iría muy bien allí, especialmente ahora que estaba por comenzar mi penúltimo año. Una parte de mí temía que una nueva escuela significara nuevos chicos que se burlaran de mí, pero otra parte la veía como una vía de escape, una oportunidad para irme de casa y empezar de nuevo.
Beethoven se fundió con Chopin, y levanté la vista cuando Chelsea entró con una bandeja, dejándola en el banco junto a mí.
—Bella —dijo suavemente, tomando mi rostro entre sus manos—. Sé que mi opinión cuenta muy poco en esta casa, pero creo que… tal vez… deberías darle una oportunidad a esta escuela. —Me pasó un vaso de jugo de naranja, dándome un golpecito en la punta de la nariz—. No es que no vaya a extrañar esta carita preciosa, pero creo que… salir de aquí les haría bien a todos.
Arrugué la nariz y asentí, dando un sorbo al vaso. Mis ojos recorrieron la biblioteca. Era el único lugar de la casa que aún tenía fotos de mi padre -mi verdadero padre. Estaban en lo alto de las estanterías, pero desde donde estaba podía ver la imagen de él cargándome el día que nací, la primera vez que intentó enseñarme a lanzar una pelota de béisbol, y mi primer recital de piano.
—Sé que lo extrañas, cariño —susurró Chelsea, arrodillándose a mi lado—. Y sé que no eres feliz aquí. Llevo mucho tiempo contigo. Puedo verlo, aunque tu madre no lo haga.
Picoteé mi desayuno sin mirarla a los ojos.
—Lo que te pasó aquella noche fue… trágico —continuó, y cuando la miré de reojo, sus ojos estaban fijos en mi cuello.
Negué con la cabeza y la empujé, cubriéndome la garganta. No quería hablar de esa noche. Hablar de eso me hacía pensar, y pensar traía pesadillas. Odiaba las pesadillas.
—Shh, shh, shh —me calmó, besándome la frente—. No quise molestarte, Bella. Solo que… estoy preocupada, ¿sabes?
—Lo sé, Chelsea —susurré, sonriendo un poco cuando me devolvió una gran sonrisa. Rara vez hablaba en voz alta, y casi nunca con mis padres, no es que estuvieran mucho en casa de todos modos.
—Esta entrevista también es para ti, ¿lo sabes? Van a querer hablar contigo, cariño.
Tragué con nerviosismo y asentí. Sabía que la reunión de hoy era con una mujer llamada Esme Cullen. Era profesora y directora de Masen Academy. La Sra. Cope me había explicado que la Sra. Cullen estaba al tanto de mi… problema, que la entrevista tendría tres partes: una charla con mis padres y conmigo, una charla solo conmigo, y luego una decisión final junto con mamá y Phil.
El solo pensar en Phil me hizo mirar de nuevo las fotos de mi padre. Durante los primeros años desde que Phil vivía con nosotras, ni siquiera me sentía bienvenida en mi propia casa, pero ahora… ahora me observaba. Por eso mi habitación siempre estaba con llave. De todas formas, la mayoría del tiempo me ignoraban, demasiado absorbidos en sus propias vidas como para prestarme atención, y no es como si yo la exigiera.
Mi madre había intentado durante años que hablara con regularidad. Pasé por terapeutas, consejeros e incluso hipnoterapeutas, pero todos le decían lo mismo: que podía hablar, solo que no quería hacerlo. También le dijeron que todo venía de la muerte de mi padre, que como tuve que estar en silencio durante el proceso de recuperación, simplemente dejé de hablar. Otros decían que era lo único que podía controlar, ya que no tuve control alguno cuando todo ocurrió, y que, con el tiempo, cambiaría. En ese punto, mi madre dejó de intentarlo, y Phil, en más de una ocasión, me dijo que se alegraba de que no fuera una de esas adolescentes ruidosas y molestas.
Chelsea se quedó conmigo mientras terminaba de desayunar. Cuando terminé, recogió la bandeja y me besó la frente otra vez. Estaba bastante segura de que sabía más de lo que decía, cosas que sentía respecto a mi padrastro, pero era su empleada primero y mi amiga después, así que mantenía sus opiniones para sí misma. Necesitaba ese trabajo más que nada, porque estaba pagando la universidad de su hijo. Hablaba de Tim sin parar; iba a ser médico, lo cual la llenaba de orgullo.
Volví al piano y me perdí en la música, tanto en la mía como en la de otros. Tocaba para relajarme, pero cuando el sonido del timbre resonó por toda la casa, mis manos comenzaron a temblar.
Me asomé por la ventana y vi a una mujer parada en la puerta, hablando con Chelsea. Era más joven de lo que había imaginado, con el cabello de un tono miel oscuro, y parecía que sus ojos hacían juego. Su sonrisa era amable, educada, y vestía un traje azul marino muy bonito. Me giré bruscamente cuando mi madre entró en la habitación, con Phil justo detrás. Él bebía café y traía el periódico en la mano.
Mi madre se sentó en el sofá, y mi padrastro en el sillón junto a ella.
—Bella, sé lo que piensas sobre la gente nueva y los ambientes nuevos, así que, si no quieres esto, puedes volver a Chamberlain High con tus amigos —dijo mi madre, aunque apenas me miró.
Quise decirle que no tenía amigos, pero Phil me observó desde el otro lado de la habitación, levantándose justo cuando Chelsea entraba a la biblioteca con la Sra. Cullen.
—Phil y Renee Dwyer, ella es Esme Cullen, de Masen Academy —presentó Chelsea, caminando hacia mí y posando una mano sobre mi hombro—. Y ella es Isabella Swan, pero prefiere que la llamen Bella.
—Es un placer conocerlos a todos —dijo la Sra. Cullen con una sonrisa, estrechando la mano de mis padres. Luego se acercó a mí—. Bella —me saludó, y le devolví la sonrisa.
No pude evitarlo. Había algo calmante y dulce en ella. Sus ojos combinaban con su cabello, y eran cálidos. Le estreché la mano, notando que el día lluvioso había dejado sus manos frías, pero la seguí hasta el sofá de dos plazas y me senté junto a ella mientras sacaba un par de carpetas y las dejaba sobre la mesa de centro.
—Técnicamente, Bella —comenzó, hablándome directamente—, ya estás aceptada en Masen. Solo es cuestión de repasar algunos detalles contigo y con tus padres. La solicitud y las muestras de tu trabajo fueron excelentes, tus puntajes en Chamberlain son sobresalientes, y si entiendo bien, tocas el piano a un nivel avanzado, ¿cierto?
Asentí, dándole una pequeña sonrisa.
—Muy bien, muy bien —dijo con aprobación, dándome una palmadita en el brazo—. Bueno, empecemos, ¿sí?
Pasó unos treinta minutos repasando lo básico de la escuela, algunas reglas y lo que podía llevar conmigo. Respondió un par de preguntas de mi madre, y luego se volvió hacia mí.
—Me gustaría hablar con Bella a solas, si están de acuerdo.
—Bella no… habla mucho —intervino mi madre.
Mi padrastro abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero la cerró de golpe cuando la Sra. Cullen lo miró durante un segundo.
—Está perfectamente bien —respondió ella con tono ligero y una sonrisa suave—. Estoy segura de que nos las arreglaremos, ¿cierto, Bella?
Asentí, primero hacia ella y luego hacia mi madre, esperando a que ella y Phil salieran de la habitación antes de volver a mirar a la Sra. Cullen.
Abrió una carpeta distinta, la revisó un momento antes de levantar la vista hacia mí. Sus ojos se deslizaron hacia mi garganta, y tragué con nerviosismo. Pasaba todo el tiempo, la gente mirando. Era irregular y fea, y solía cubrirla, pero no siempre era posible.
—Bella —dijo, inclinándose hacia adelante y entrelazando las manos sobre su regazo—. Sé lo que dice tu expediente, pero quisiera preguntarte algunas cosas simples, ¿está bien? —Cuando asentí, me sonrió con calidez—. Según entiendo, puedes hablar, ¿verdad?
Volví a asentir.
—¿Te duele cuando hablas?
Tragué saliva y negué con la cabeza, pero algo en ella me hacía sentir cómoda, así que abrí la boca, aunque la cerré de inmediato, dejando mi respuesta en silencio.
Sus ojos se abrieron apenas un poco, pero asintió.
—Está bien. Todos tus profesores hablan maravillas de ti. Dicen que, a pesar de tu falta de participación verbal, eres una estudiante brillante y aprendes con facilidad —dijo, dando golpecitos a la carpeta—. Una tal Sra. Cope cree que te iría muy bien en Masen. De hecho, fue ella quien nos contactó. Cree que tus últimos dos años podrían ser mucho mejores que en la escuela pública.
Sonreí y asentí.
—Te agrada —afirmó con una risita, y sonrió al ver que asentía de nuevo—. Bueno, deberías saber que tú también le agradas. Mucho. Hablé con ella en profundidad ayer. Es una mujer muy agradable. —La Sra. Cullen suspiró, entrelazando y desenlazando sus manos—. Me explicó lo que te pasó hace cuatro, casi cinco años. Me habló de tu padre.
Hice una mueca, bajando la mirada, sintiendo cómo se me calentaban las mejillas. No estaba molesta, pero era un tema delicado.
—No quiero incomodarte, pero como soy responsable de la escuela, debo hacer estas preguntas —explicó con suavidad—. Bella, necesito saber si estás lista para dejar tu casa. Sé que tienes dieciséis, casi diecisiete, pero has pasado por cosas difíciles. Necesito saber si eres capaz de manejar un horario escolar más exigente, compartir habitación y alejarte de tus padres. Y realmente me gustaría escuchar tu opinión sobre eso.
Fruncí el ceño, respiré hondo y lo solté lentamente. Tragué con nerviosismo, me humedecí los labios, y cuando finalmente hablé, me prestó toda su atención.
—Puedo… con la carga académica —le dije, pasando las yemas de los dedos por mi cicatriz—. Iban a adelantarme un grado, pero Phil les dijo que no.
Frunció el ceño ante eso, pero me levanté y tomé un libro de uno de los estantes, se lo entregué. Lo abrió en la primera página, y señalé el primer recorte de periódico.
—Mi papá —susurré—. Era juez. Estaba conmigo esa última noche. Nos asaltaron… Me desperté y… él lo intentó, pero no hubo… —Negué con la cabeza, suplicándole en silencio que no me hiciera continuar.
La Sra. Cullen asintió, tomándome de la mano para guiarme de vuelta al sofá a su lado.
—Está bien, pero tengo un par de preguntas más. Por favor, siéntate. —Cerró el álbum de fotos y lo dejó a un lado—. Como parte del proceso, también tengo tus registros médicos. Un doctor los revisó. Hay algunas… ¿cómo decirlo? Algunas lesiones que necesitan una explicación.
—Pesadillas —susurré—. No siempre… sé dónde estoy al despertar, así que me he caído de la cama o me han sujetado.
—¿Tú sabes eso? ¿O es algo que te han contado?
—No, ellos me dicen lo que pasó. Yo nunca lo recuerdo —respondí apenas en voz alta, frunciendo el ceño al ver la expresión severa en su rostro.
—Bien, mi última pregunta es esta… ¿Quieres ir a Masen Academy? Sé que, en última instancia, la decisión es de tus padres, pero cuando hable con ellos una vez más, me gustaría saber qué piensas tú.
Lo pensé detenidamente, mirando a mi alrededor. La idea de empezar de nuevo en otro lugar era aterradora, pero también tentadora. Alejarme de mi madre y mi padrastro tenía sus pros y sus contras. Iba a extrañar a mi madre y a Chelsea, pero últimamente Phil había empezado a incomodarme. Más de una vez me había dicho que era más bonita que mi madre, que debería usar ropa más reveladora, y me preguntaba por los chicos en la escuela. Sentía sus ojos sobre mí más a menudo que antes.
~oOo~
—Bella —llamó Chelsea detrás de mí.
Me giré y asomé la cabeza fuera del clóset para verla de pie allí, sosteniendo una pila de diarios nuevos. Mis ojos se abrieron con sorpresa y sonreí de oreja a oreja.
—Pensé que deberías tener algunos de repuesto —dijo con una risa suave—. Ese ya se ve algo maltratado, cariño.
Solté una risita, caminé hacia ella y la abracé, tomando los cuadernos. Había seis, todos de colores distintos, y aún envueltos en plástico. Miré mi viejo diario. El lomo estaba doblado, la tapa llena de garabatos, y sabía que algunas páginas estaban rasgadas, arrugadas o manchadas de café. Pero tenía razón. Ya casi estaba lleno.
Me sostuvo el rostro con ambas manos.
—Nunca dejes de escribir en ellos. Esa es tu voz, cariño. Hasta que la encuentres de nuevo, úsala. Es lo único que sacaste de todos esos condenados doctores a los que tu madre te arrastró —dijo con tono mordaz, aunque me dio un golpecito en la sien.
Bajé la mirada, pero asentí. Porque era cierto.
Me levantó la cara con delicadeza.
—Charlie estaría feliz de que le escribas. Ustedes dos eran como…
—Chocolate y mantequilla de maní —terminé en un susurro, sonriendo cuando ella soltó una carcajada.
—¡Sí, exactamente! —rio, besándome la frente—. Él solía decirte eso, ¿verdad?
Asentí, sonriendo. Mi papá y yo habíamos sido muy unidos, inseparables, y desde el día que murió me había sentido vacía. Escribirle en mi diario era una forma de mantenerlo cerca, de mantenerlo vivo en mi mente. Le contaba casi todo, sobre todo lo que me ponía nerviosa o me molestaba, pero lo único que no había escrito jamás era lo que ocurrió aquella última noche hace cuatro años. No podía… porque en el fondo, me culpaba a mí misma.
Sacudí la cabeza para apartar esos pensamientos y volví a mirar a Chelsea, señalando el baúl que estaba abierto en el centro de la habitación.
—Ah, sí, ya casi estás lista —dijo con aprobación, arrodillándose junto al baúl para revisar lo que había empacado—. ¿Tienes suficiente ropa? Tendrás uniforme allá, pero ¿tienes lo suficiente para ti hasta Navidad, al menos?
Tiré suavemente de su brazo.
—Estaré bien.
Sonrió.
—Estarás mejor que bien, Bella. Vas a alcanzar cosas grandes, mejores. Tengo un buen presentimiento con esto. Pero te voy a extrañar horrores.
Las lágrimas me llenaron los ojos, y la abracé con fuerza. Me meció suavemente, pasando una mano plana por mi cabello hasta la mitad de mi espalda, una y otra vez.
—Vamos, mi niña hermosa —dijo, sacudiéndome un poco—. La Sra. Cullen llegará pronto.
La Sra. Cullen fue puntual, tal como había dicho, aunque nunca escuché el timbre. Mi baúl ya estaba cerrado, lleno, y esperando afuera de la biblioteca mientras yo estaba sentada en mi piano, tocando. Esperaba poder seguir tocando en Masen. Era lo que más me relajaba, un escape aún más poderoso que escribirle a mi papá.
Tocaba una canción en la que había estado trabajando desde hacía mucho, pero que no lograba terminar. Mis dedos tropezaban con las notas, volviendo atrás, corrigiendo, pero aún así se estancaban antes del final.
—Es hermoso, Bella —escuché desde la puerta, y levanté la vista para ver a la Sra. Cullen parada allí con mis padres—. No lo reconozco.
Me señalé a mí misma, indicándole que era mío.
—¿Compones? —preguntó, sonriendo ampliamente, con un toque de asombro. Cuando asentí, negó con la cabeza con admiración—. Definitivamente voy a tener que ver si consigo un instructor avanzado para ti. Tengo a alguien perfecto en mente, pero necesito ver si está… disponible.
Me encogí de hombros y me levanté. Estaba bastante segura de que podía adaptarme a quien tuvieran.
—Bueno, ya veremos —dijo con entusiasmo—. ¿Estás lista para irte?
Asentí, señalando mi baúl.
Chelsea apareció en la puerta.
—Bella, voy a cargar el baúl en el auto. Puedes despedirte de tus padres.
Había olvidado que siquiera estaban en casa para mi partida. De hecho, casi habría apostado que no lo estarían, pero ahí estaban, en la entrada, esperándome.
Abracé a mi madre, besándola en la mejilla.
Ella me sostuvo con fuerza, susurrando—: ¿Estás segura de esto? —Cuando asentí, dijo—: Está bien. Entonces llámanos si necesitas algo… o mándanos un mensaje, mejor dicho.
Llevé una mano a mi pecho, como un voto silencioso de que lo haría, sabiendo perfectamente que era mentira. Cuando busqué a Phil con la mirada, me estaba observando con una expresión casi de enojo.
—No me gusta esto, Bells —declaró, y fruncí el ceño al oír el apodo que usaba. Solo mi papá me llamaba así—. No creo que estés lista para valerte por ti misma.
Me encogí de hombros. En realidad, lo único que quería era irme. Necesitaba salir de esa casa que alguna vez le perteneció a mi padre. Llevaba demasiado tiempo atrapada en mi propia mente y en ese lugar lleno de recuerdos que Phil había ido borrando poco a poco.
Con un último abrazo a Chelsea y una mirada final a la casa, subí al taxi y me senté junto a la Sra. Cullen. Mientras nos alejábamos, sentí un pequeño nudo de culpa al darme cuenta de que no le había dicho ni una sola palabra a mi madre.
El viaje en auto por Boston fue tranquilo, aunque no íbamos en dirección al aeropuerto.
Casi como si pudiera leerme la mente, la Sra. Cullen habló:
—Espero que no te moleste, pero prefiero mucho más el tren que volar.
Cuando negué con la cabeza, sonrió.
—Los aviones son terribles. Estás atrapada en un tubo, rodeada de gente ruidosa y motores ensordecedores. El tren es mucho mejor. Además, hay una estación justo en Hunter's Lake, así que no tendremos que manejar desde Manhattan.
Reí suavemente y me acomodé en el asiento hasta que llegamos a la estación de tren. No tardamos mucho en bajar el equipaje, hacer el check-in y encontrar nuestro tren. Aunque, por cómo se movía la Sra. Cullen, parecía que lo había hecho un millón de veces.
Me dejaron quedarme con mi mochila, pero mi baúl fue llevado con el equipaje, junto a las dos piezas de ella -equipaje costoso, noté. Encontramos nuestros asientos con rapidez, y me alegré de que tuviéramos nuestra propia mesa, lo que significaba que podría escribir en mi diario durante el trayecto. Saqué un bolígrafo y mi gastado cuaderno, dejándolo sobre la mesa mientras la Sra. Cullen encendía su portátil.
Al pasar las páginas, sonreí. Chelsea tenía razón; era hora de usar uno nuevo, aunque este aún no estaba del todo lleno. No escribía todos los días, así que las primeras páginas tenían ya más de un año.
Hola, papá. Sé que ha pasado demasiado, pero no tenía mucho que contarte desde la última vez. Hoy cumplo 16. De alguna manera, se siente mal que Phil sea quien me lleve por mi licencia de conducir en lugar de ti. Pero la conseguí, de todas formas. No es como si eso cambie mucho por aquí. No tengo toneladas de amigos para llevar al centro comercial o al cine, y Phil dice que aún no puedo tener un auto, así que no siento que sea gran cosa.
Pasé unas cuantas páginas más, frunciendo el ceño al ver mi torpe caligrafía.
A veces me siento como un bicho raro. Es bastante malo que mi cicatriz sea lo primero que todos notan; es aún peor cuando realmente no tengo nada que decir. Nada. Mamá se enoja tanto, y Phil apenas me mira, pero no quiero hablar con ellos. El último doctor le dijo a mamá que lo hago a propósito, y ahora me mira como si hubiera hecho algo mal. No puedo ni hablar con ella, papá. ¿Cómo le digo que hablar no cambia nada? Que fue hablar lo que te quitó la vida. ¿Y cómo le digo que todo fue mi culpa? Que fui yo quien la dejó viuda. No puedo. Demonios, ni siquiera pude responderle al chico que me invitó al baile de otoño.
Pasé más páginas, soltando una risita ante una entrada.
Hay un nuevo rumor en la escuela sobre mí. Pensé que te gustaría saberlo, aunque no sé si puedes verme o no. No estoy segura de en qué creo cuando se trata del cielo, el infierno o nada en absoluto. Hay una parte de mí que espera que me estés cuidando, que seas tú quien detiene mis pesadillas, no Phil. Espero que veas que te extraño todos los días. En fin, el rumor es que intenté quitarme la vida. Chistoso, ¿no? Los chicos ven mis cicatrices, saben que no hablo, así que asumen que soy una emo suicida que se corta. No soy ninguna de esas cosas. Solo estoy… perdida.
Salté las páginas de Navidad. Esa no había sido una buena época. Tuve una pesadilla tan intensa que casi me puso en estado de shock, todo porque escuché una voz de hombre que me recordó a la última noche con mi papá.
—¿Escribes con frecuencia? —preguntó la Sra. Cullen desde el otro lado de su portátil.
Negué con la cabeza y arranqué una hoja limpia del final del cuaderno. Era más fácil escribirle la respuesta.
Uno de los terapeutas a los que mi madre me llevó dijo que escribirle a mi papá me ayudaría a expresar lo que pienso.
Ella sonrió.
—¿Y tenía razón?
Un poco. Yo era más cercana a mi papá que a mi mamá.
—Eso ya lo noté —dijo—. Estás más callada hoy que durante la entrevista. ¿Estás nerviosa? ¿Estás segura de que esto es lo que quieres?
Carraspeé y asentí.
—Estoy segura, pero sí estoy nerviosa. La gente nueva no siempre…
—…entiende —completó ella, cerrando su portátil y apoyando los brazos sobre la mesa. Me sonrió con calidez cuando asentí—. No voy a mentirte. Algunos de los estudiantes son un poco… malcriados. Pero también hay buenos. Tendré una reunión con todo el personal antes de que comiencen las clases, así que no tendrás que preocuparte por los profesores.
Suspiré aliviada por eso.
—Por lo que he reunido de la Sra. Cope, tu madre y esa maravillosa Chelsea, has tenido algunos… No quiero usar la palabra acoso escolar, pero tengo la impresión de que no fue fácil para ti en la escuela pública —dijo la Sra. Cullen.
Acercando la hoja, escribí mi respuesta:
Algunos de mis compañeros me conocían desde antes de que muriera mi papá. Así que no entendían por qué en séptimo estaba bien, pero en octavo ya no podía hablar. En realidad, no podía hablar en ese entonces.
Me llevé los dedos a la garganta, a la cicatriz, y ella asintió con comprensión.
—Con toda justicia, Bella, probablemente solo no lo entendían —dijo—. A esa edad, los niños se distraen fácilmente. Y me imagino que todavía estabas en duelo.
Fruncí la nariz, pero ella continuó.
—Las clases en Masen son pequeñas. Tenemos alrededor de ochenta estudiantes en todo el plantel, de noveno a duodécimo. Creo que eso te ayudará, porque tendrás más atención personalizada de tus profesores. Pero también significa que todos los estudiantes se conocen entre sí. No podrás simplemente pasar desapercibida.
Asentí, interesada por saber más, así que escribí: ¿Cómo es?
Rio suavemente, con un sonido hermoso.
—Oh, si escuchas a los estudiantes, te dirán que es un viejo castillo embrujado. Solía pertenecer a un abogado a principios del siglo pasado. Estaba casado y tenía un hijo, que decidió convertir la casa familiar en una escuela en honor a su padre, después de su trágica muerte. —Miró por la ventana y luego volvió hacia mí—. Es un castillo, aunque algunas partes fueron modificadas para hacer espacio a las aulas, dormitorios y zonas para los estudiantes. El personal vive en otra parte del terreno.
La señalé a ella con curiosidad.
—¿Yo? No, yo vivo en el castillo. Mi esposo es el médico de la escuela, aunque a veces lo llaman para casos especiales en hospitales de Manhattan. Lo cual me recuerda algo —dijo, inclinándose un poco—. Me gustaría que lo vieras. Les hablé de él a tus padres. Sin presión, sin pruebas. Solo que te revise.
Me encogí de hombros y asentí al mismo tiempo. Estaba acostumbrada a los médicos.
—Bien —suspiró con alivio—. En fin, no hay muchas reglas en Masen. Nada de celulares en clase, nada de andar fuera de la cama después del toque de queda y mantenerse dentro del área cercada. Ah, y no se puede entrar al ala este.
Fruncí el ceño y levanté las cejas.
—Está… en remodelación —afirmó, pero mis ojos se entrecerraron, porque no sonaba como si dijera la verdad. Me dedicó una sonrisa ladeada—. Dicen que ese lado de la casa está embrujado, de todas formas. Aprenderás a orientarte rápido, Bella. No te preocupes.
Solté una risita y negué con la cabeza, pero abrí el cuaderno en la última página y tomé el bolígrafo.
Hola, papá… Bueno, ya voy camino a Masen Academy. Estoy segura de que, si aún estuvieras aquí, no me iría, pero no estás. Y ya era hora, papá. Necesitaba dejar a mamá. Ella no ha sido la misma desde que te fuiste. Antes era divertida, quemaba la cena, horneaba galletas y nunca se perdía un recital de piano, pero todo eso cambió. Es… distinta, aunque más feliz. O más tranquila. No era así cuando éramos los tres. Me sentía… fuera de lugar, como una molestia, y no ayuda que no soy normal, que soy una rara. Estoy casi segura de que no sabe qué hacer conmigo, así que simplemente… se mantiene al margen. Creo que esto es mejor. Espero que esto le dé a mamá y a Phil la oportunidad de no preocuparse por mí, de ser normales sin mí. Y espero poder encajar, aunque normalmente no lo hago. Te gustaría la Sra. Cullen, papá. Es amable, y me hace sentir que podría hablar con ella, aunque no siempre encuentro las palabras. Y espero que mi compañera de cuarto sea buena.
Cerré el cuaderno, crucé los brazos sobre él y apoyé la barbilla. Miré por la ventana, observando cómo Boston se desvanecía lentamente. Debí quedarme dormida en algún momento, porque desperté de golpe, dando una bocanada de aire.
—No pasa nada —me calmó la Sra. Cullen desde el otro lado de la mesa—. Acabamos de salir de Penn Station, en Manhattan. Llegaremos a Hunter's Lake en más o menos una hora.
Asentí y me froté la cara, sonriéndole.
—¿Te gustaría tomar algo? ¿Café? ¿Refresco? ¿Chocolate caliente, tal vez?
—Café —susurré, y ella levantó la mano para pedirlo.
Cuando la ciudad desapareció por completo y fue reemplazada por hermosos bosques, ya estaba mucho más despierta. Mis manos rodeaban la taza, disfrutando del calor. La Sra. Cullen hacía exactamente lo mismo, aunque noté que más que beber, simplemente sostenía su taza entre las manos. Parecía que apenas habíamos alcanzado velocidad cuando el tren empezó a desacelerar otra vez, y sonreí al ver la pequeña estación. Parecía sacada de una foto antigua o de una novela.
Era una plataforma de madera que se extendía desde un edificio pequeño. Había algunas personas por allí, pero estaba bastante vacía. Vi al empleado de la estación esperando pacientemente a que el tren se detuviera por completo, a un chico y una chica de mi edad, y a un hombre muy alto, de piel tostada y cabello oscuro, de pie a un lado.
—Llegamos, Bella —dijo la Sra. Cullen, guardando su portátil en su maletín y recogiendo sus cosas—. Veo que Jacob ya está aquí para recogernos.
No estaba segura de cuál de los que estaban en la plataforma era Jacob, pero la seguí por el pasillo, hasta la puerta, y bajamos los escalones.
—Hola, Sra. C —dijo una voz profunda detrás de nosotras mientras esperábamos el equipaje. Me giré y vi que era el hombre alto y moreno que había notado antes—. Buen viaje, ¿asumo? —preguntó con una sonrisa ladeada.
—Sí, Jacob —respondió ella—. Esta es Isabella Swan. Empezará su penúltimo año con nosotros. Puedes llamarla Bella —me presentó—. Bella, él es Jacob Black. Es el jefe de seguridad de Masen.
Se me arquearon las cejas, pero le estreché la mano y le sonreí.
—Bella, ¿eh? Bella Swan —canturreó con una risa. Y juraría que murmuró—. Vaya mierda, qué cosas.
La Sra. Cullen pareció lanzarle una mirada de advertencia, pero solo dijo—: Basta, hijo.
—Sí, señora —dijo él, soltando otra risita.
Jacob irradiaba una vibra relajada y alegre como nunca había sentido con alguien. Sonreía todo el tiempo mientras cargaba nuestro equipaje en un carrito, lo metía en la cajuela de una limusina y nos abría las puertas.
—Ah, estamos esperando a alguien más, Sra. C —comentó, levantando un dedo—. Alice Brandon debe haber llegado en el mismo tren que ustedes.
—Eso es una buena noticia —dijo la Sra. Cullen con una sonrisa, volviéndose hacia mí—. Me alegra que viaje con nosotras. Quería que la conocieras. Creo que serán buenas compañeras de cuarto.
Justo entonces se abrió la puerta trasera del auto. Una cosita diminuta se deslizó hacia el asiento trasero con nosotras, sonriendo a la Sra. Cullen.
—Sabía que me tocaría viajar contigo, Sra. C —chilló, abrazando a la mujer a mi lado.
—Por supuesto que sí, Alice —respondió ella con una risa—. Seguro también viste esto venir —añadió, señalándome.
—¡Por supuesto! —canturreó Alice, extendiéndome la mano—. Tú y yo vamos a ser compañeras de cuarto… y… —Su rostro se quedó en blanco por un momento—. Y buenas amigas. Puedes relajarte, porque sé que no hablas… mucho. Pero lo harás.
La Sra. Cullen se estaba riendo a carcajadas por ese pequeño discurso, pero se inclinó hacia mi oído.
—Alice tiene un poquito de psíquica en la sangre. Desde que llegó el año pasado ha sido bastante certera. Las dos están en penúltimo.
Miré a la chica en cuestión, frunciendo el ceño. Era adorable, con cabello negro hasta el mentón y ojos de un azul verdoso brillante. Rebosaba energía… hasta que la Sra. Cullen le hizo una pregunta.
—¿Cómo estuvo tu verano, Alice?
Frunció el ceño, sacudiendo la cabeza.
—Ni me lo preguntes. Un desastre. Mi hermana me odia, mi padre casi no estuvo en casa, y mi madre me culpa porque le dije lo que iba a pasar. Debí haberme ido con mi abuela… o haberme quedado aquí. Me alegra estar de regreso en casa —se volvió hacia mí con expresión sincera—. Te va a gustar aquí. A mí me encanta. Te mostraré todo.
Di un brinco cuando se cerró la cajuela de la limusina, pero Jacob se acomodó en el asiento del conductor, echándonos una mirada por sobre su ancho hombro.
—Muy bien, damas… el castillo las espera.
Nota de la autora: Sí, antes de que lo pregunten… Alice es humana. ;)