Capítulo 9
22 de octubre de 2025, 10:37
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Capítulo 9
Octubre de 2001
BELLA
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El sonido de un vidrio haciéndose trizas me hizo incorporarme. Me revolví entre las cobijas, sabiendo y sintiendo que estaba soñando, pero sin poder despertarme. Saber que estaba en un sueño era lo que los hacía aún más aterradores, porque por más que lo intentara, no podía cambiar nada.
No estaba en mi habitación de Masen. Estaba en mi dormitorio de Boston. La luz de la luna entraba por la ventana, haciendo que las cosas más simples como los muebles o el cesto de ropa proyectaran sombras extrañas y escalofriantes sobre el suelo. Sin moverme, me quedé escuchando la casa. El tic-tac del reloj en mi pared, el sonido de un radio que pasaba afuera en un auto, y finalmente… el crujido del sexto escalón que subía desde la sala.
Se me llenaron los ojos de lágrimas porque sabía lo que venía. Esperaría, cruzaría el pasillo corriendo hacia la habitación de mis padres, y volvería a vivirlo todo de nuevo. Sin poder detenerme, vi mis propios pies deslizarse fuera de la cama y cruzar la habitación mientras mi mano alcanzaba el pomo de la puerta.
Atravesé el pasillo corriendo y empujé la puerta del cuarto de mis padres. Me quedé paralizada cuando dos figuras arrancaron a mi papá de la cama.
—¡Bella, corre! ¡Grita! —gritó mi papá, pero su voz se detuvo de golpe cuando una cuchilla le cortó la garganta.
—¡Papi! —grité, pero había esperado demasiado, y los hombres me agarraron con fuerza, tirándome del cabello hacia atrás.
Nunca sentí el filo, pero el sonido de la hoja al cortar mi piel era algo que no podía olvidar. Sonaba un poco como papel rasgándose, o como carne siendo fileteada por un carnicero. Y el calor que se derramó por mi cuello y pecho era extraño comparado con el frío que sentía en todo lo demás.
—No sirvió de nada que gritara —dijo uno de los hombres riendo, pasando por encima de mí—. Terminemos con esta mierda.
Me giré para arrastrarme hacia mi papá, pero el sueño cambió. Escuché el crujido de madera rompiéndose y gruñidos a mi alrededor. Traté de ver algo, pero lo único que podía hacer era quedarme ahí en el suelo.
—Nadie volverá a tocarte, Bella. Te lo juro por mi vida —escuché junto a mi oído, y fue la voz más dulce, ese tono aterciopelado que siempre lograba calmarme.
—E… —traté de decir el nombre de Edward, pero no salió ningún sonido de mi boca.
—Shh, dulzura. Duerme tranquila.
Un toque frío rozó mi frente, y luego todo se desvaneció. Me incorporé de golpe, jadeando, llevándome las manos al cuello. Miré alrededor de mi habitación del dormitorio, y solté un gemido al ver que estaba vacía. Era domingo, y Alice probablemente ya estaría en el comedor. Me dejé caer de nuevo sobre la almohada, lanzándole una mirada fulminante al reloj en la mesita de noche. Apenas eran las nueve de la mañana. Pero mi corazón se detuvo al ver lo que estaba al lado del reloj.
El cuaderno morado.
Fruncí el ceño y volví a mirar a mi alrededor. Nada se veía distinto, nada parecía haber sido movido, pero ahí estaba el cuaderno, como si nada. Mi sueño volvió a mí en fragmentos, aunque ya comenzaba a desvanecerse. Lo real permanecía, pero podía jurar que Edward había estado en mi sueño, que me había hablado.
Solté un suspiro profundo, me froté la cara y luego tomé el cuaderno, abriéndolo rápidamente.
Hermosa Bella:
Necesitas saber esto antes que nada… Hablo de tu fortaleza porque, de hecho, eres fuerte. No muchas personas podrían pasar por lo que tú has vivido y seguir en pie. Eres fuerte, lo sepas o no. El simple hecho de que cargues con la culpa por la muerte de tu padre lo demuestra. Sin embargo, no fue tu culpa. Tienes que saberlo. Temes a los monstruos, Bella, pero lo que no logras ver es que, cuando el mal quiere algo, simplemente lo toma. Por más que deseara que fuera distinto, ellos tomaron… y te arrebataron demasiado. Incluso tu padre te diría que no fue tu culpa. También te diría que los monstruos con pasamontañas y cuchillos pueden someter fácilmente a una niña asustada en medio de la noche. No había nada que pudieras haber hecho. Nada. No fue tu culpa, pero te juro que ahora estás a salvo.
No puedo responder a todas tus preguntas, Bella, pero puedo tratar de aclarar ALGUNAS cosas. Me has confiado tu pasado, y es hora de que yo te confíe el mío. Lo que tengo que contarte podría destruirme si cayera en las manos equivocadas, pero siento que es lo justo.
Las reglas que mencioné… ¿Son impuestas? ¿O una forma de autoprotección? Sí, y… bueno, también sí. No estaría bien que la gente supiera sobre mí. Y debido a mis diferencias, siempre fue mejor mentir sobre lo que soy. El miedo y la ignorancia pueden llevar a los seres humanos a reaccionar de forma dura y, a veces, irracional.
Tienes razón: no soy un fantasma, no en el verdadero sentido de la palabra, aunque he estado viviendo como uno durante mucho tiempo. Me encantaría contártelo todo, Bella, y espero poder hacerlo algún día, pero lo que soy es un hombre al que le arrebataron sus decisiones hace mucho tiempo.
Me preguntaste quién era la persona que deseaba que realmente me viera, pero Bella… tú ya lo has hecho. He esperado tanto por ti que a veces no pareces real. Parece que TÚ eres el fantasma. ¿Alguna vez te han dicho algo que no podías creer del todo? ¿O tal vez lo creíste al principio, pero el tiempo o la vida te endurecieron hasta hacerte perder la fe? Quise aferrarme con todas mis fuerzas a la idea de ti, pero mis años fueron largos y oscuros, haciéndome dudar de todo.
He intentado vivir mi vida de la mejor manera posible, y he tenido suerte de estar rodeado de personas con mi misma forma de pensar -una familia, en realidad-. Hay otros como yo que no pueden decir lo mismo, y por eso te advertí sobre el peligro. Aunque yo nunca podría hacerte daño, hay quienes sí lo harían. Solía pensar que todos éramos iguales, pero ahora veo que no es así.
Me equivoqué al hablarte de mitos y cuentos de hadas. No todo lo que está escrito es preciso. Si bien algunas cosas son CASI ciertas, la verdad suele quedar sepultada por la ficción.
Sé que eres muy inteligente, y es posible que pronto unas todas las piezas, lo cual me aterra más que nada, porque no sé qué haré si me rechazas. Si lo haces, espero que algún día puedas perdonarme. Nunca fue mi intención engañarte ni asustarte. Habías pasado por tanto, que mi primer impulso fue dejarte tranquila, pero no puedo. Soy, para siempre, un hombre diferente. Un hombre mejor, gracias a ti. ¡Dios mío, cuánto me has cambiado! En tan poco tiempo, te has convertido en la mejor parte de mí, Bella, y cada vez que te veo… cada vez que hablamos, me convenzo más de que valiste la pena cada segundo de espera.
Sé que probablemente ya he dicho demasiado y, sin embargo, no lo suficiente. Que no volveré a saber de ti, y está bien, Bella, lo entiendo completamente.
FM
Me quedé mirando la hermosa caligrafía durante un largo rato. Ya me había memorizado cada curva y trazo, especialmente mi nombre. Parecía que FM lo escribía de forma que resaltara.
Nada en esa carta tenía sentido. Era igual de ambigua que antes, pero tal vez aún no estaba lo suficientemente despierta como para ver los detalles, las pistas que siempre parecía dejar entre líneas. Era como si estuviera luchando consigo mismo por volcar toda la verdad sobre la página. Empezaba a responder, pero luego se desviaba hacia la nada. Era desesperante.
Ignoró algunas de mis preguntas, lo que me hizo pensar si tal vez había estado demasiado cerca de descubrirlo, como para que pudiera responderme con libertad. Si era algún tipo de ser no humano, mitológico, entonces no podía simplemente poner esa respuesta por escrito, como si fuera algo sin importancia, no si existía la posibilidad de que cayera en manos equivocadas.
Bufando para mí misma, me pregunté si había perdido la cabeza. ¿De verdad estaba considerando que él no era… humano? Aunque, sinceramente, no me dejaba muchas opciones, ya que él mismo se refería a sí mismo así casi todo el tiempo.
Me froté la cara mientras su nueva lista de afirmaciones me daba vueltas en la cabeza. No dijo que su secreto podría matarlo… dijo «destruirlo», lo cual parecía mucho más dramático… o aterrador. Mencionó el tiempo en más de una ocasión: «hace mucho tiempo», «vida muy larga», «años largos y oscuros», y «para siempre un hombre distinto».
Pero era la parte sobre mí a la que volvía una y otra vez. ¿Cómo podía haberme esperado? ¿Y hasta qué punto decía que me «veía»? Dijo que cada vez que hablábamos, sabía que yo había valido la espera. ¿Quería decir que hablábamos de verdad? ¿O se refería a cada vez que dejaba este cuaderno en el ala este? No «hablaba» con muchas personas -principalmente con Edward, a veces con Rose, y cada vez más con Alice.
Frunciendo el ceño, cerré el cuaderno de golpe y le lancé una mirada asesina a su tapa púrpura. Una ráfaga de ese aroma dulce y reconfortante me envolvió. Llevé la cubierta a mi nariz e inhalé profundamente, cerrando los ojos. Las páginas estaban empapadas con ese olor. En vez de ser la bruma tenue que a veces atrapaba en el ala este, esto era puro, denso y perfecto. Era algo completamente único de esa habitación… o de esa persona. Un aroma tan delicioso, tan perfecto, que desearía poder bañarme en él.
Dejé el cuaderno sobre mi regazo, respirando hondo mientras releía su primera frase. Las lágrimas llenaron mis ojos. El sueño aún era vívido y colorido en mi mente, así que ver sus palabras se sintió como recibir puñetazos sobre moretones recién formados. FM no sabía lo que estaba diciendo. Esa noche, la noche del asesinato de mi padre, fue mi culpa. Debí haber corrido, debí haber gritado cuando oí romperse la ventana, o debí haber activado la alarma del pasillo, pero no hice nada de eso.
Secándome las lágrimas, escondí el cuaderno debajo de mi almohada. Por más que me encantara compartir a FM con Alice, había algo en esta última carta que me hizo querer esconderlo, protegerlo, guardarlo solo para mí. Tal vez era ese tono de miedo que se colaba en sus palabras, como si estuviera completamente aterrorizado de que yo supiera algo, pero guardaría su secreto. Solo que no estaba segura de saber qué responderle. Quería gritarle por asumir lo que diría mi papá, pero, en el fondo, sabía que FM tenía razón. Quería exigirle respuestas. Pero sobre todo, estaba confundida. No entendía cómo podía significar tanto para alguien que no conocía.
Finalmente, me levanté de la cama y caminé hasta el baño. Necesitaba lavar el sudor y las lágrimas de mi pesadilla antes de que Alice lo notara. No estaba segura de si ella sabía que a veces tenía esas pesadillas, pero no quería que se preocupara. Y mientras el agua caía sobre mí, traté de borrar los recuerdos aterradores que se habían entrelazado con mi realidad. Edward era demasiado hermoso como para arrastrarlo a mi pasado tan feo.
~oOo~
Noviembre de 2001
—Bella, no estás concentrada —me regañó Edward, aunque su sonrisa divertida era lo mejor del mundo.
Contuve la risa y aparté las manos del piano—. Perdón.
Cruzándose de brazos, ladeó la cabeza hacia mí—. Es como intentar atrapar humo con las manos hoy. ¿Es porque hoy es el último día antes del receso de Acción de Gracias, cierto?
—Tal vez —susurré, sonriendo cuando él rio.
—Está bien, está bien —suspiró dramáticamente, soltando la partitura como si se rindiera—. ¿Vas a casa?
Mi sonrisa se desvaneció, y negué con la cabeza—. No.
La mayoría de los estudiantes tomarían el tren por la mañana, que los llevaría a la estación Penn de New York, y desde allí seguirían a sus destinos o al aeropuerto. No volverían hasta el siguiente fin de semana. Alice y yo estábamos emocionadas porque seríamos dos de las únicas cuatro chicas que se quedarían en el dormitorio, y habíamos oído rumores de que había una cantidad similar de chicos que también se quedarían. No podíamos esperar a que el lugar quedara casi vacío… o tal vez simplemente no podíamos esperar a que Mike y Messica se fueran.
—¿Qué? ¿Por qué no? —preguntó, apoyando los codos sobre la tapa del piano.
A veces era demasiado. Hoy me estaba torturando con cuadros. Era ridículo que alguien pudiera hacer que la ropa de cuadros se viera sexi -mi uniforme claramente no lo lograba, pero él lo conseguía sin esfuerzo. Vaqueros deslavados, camiseta blanca simple y encima, una camisa de cuadros azules abierta. Maldición.
Frunciendo el ceño por su pregunta, lo miré—. Eh… mi mamá y mi padrastro están de viaje. Donde la familia de él. En Phoenix.
Un destello de enojo cruzó su hermoso rostro, pero pronto fue reemplazado por una sonrisa pequeña.
—Pues estás de suerte, Bella. Creo que mi tía se encargará del pavo este año, ya que la mayoría del personal se irá del castillo por el feriado.
—¿Y tú? —pregunté.
—Aquí estaré —respondió al instante, con un asentimiento y mi sonrisa favorita, esa torcida que me volvía loca—. Es un descanso del interminable parloteo adolescente.
Me reí, poniendo los ojos en blanco por su burla—. Sí, claro. Yo nunca me callo.
Chasqueó la lengua, levantando las manos—. Es constante, Bella. Deberíamos hacer algo al respecto.
Le lancé una bolita de papel a la cabeza, y la esquivó con elegancia. Me encantaba así, todo bromista y juguetón. Era mi lado favorito de Edward. Me encantaba que mi cicatriz y mi falta de voz no lo molestaran, especialmente en días donde simplemente no podía formar palabras. Él aceptaba cada golpe emocional que le lanzaba.
Mi otro lado favorito de Edward era el musical. Se había sentado conmigo a trabajar en mi composición, de verdad. Después de contarme sobre sus padres y de tocarme su propia obra, me tomé unos días solo para pensar en la mía. Edward tenía razón; la canción era sobre mí, sobre mis sentimientos, no sobre mi papá. Me había dicho que, si bien mi padre fue una influencia tremenda en la melodía -lo cual era comprensible, lo verdaderamente importante eran los momentos de mi vida y las emociones que estaba enfrentando.
Armada con ese nuevo enfoque, logramos agregar una nueva sección a la composición. Aún no estaba terminada, pero era más de lo que había logrado en más de un año.
Lo que Edward no sabía era que la nueva parte de la canción hablaba de los cambios recientes en mi vida, aunque probablemente lo sospechaba. Las notas eran inciertas y un poco temerosas, pero había un matiz suave y alegre en ellas. Sin embargo, la mejor parte había sido su emocionado abrazo cuando logré que saliera justo como debía.
Edward recogió la bolita de papel y la sostuvo en alto.
—Le voy a decir a mi tía que me estás lanzando cosas.
Solté una carcajada y puse los ojos en blanco, pero la mujer en cuestión venía bajando por el pasillo del auditorio. Le sonreí mientras me encogía de hombros.
La risa de la señora C era musical.
—¿Se lo merecía, Bella?
Asentí, apartando la bolita de papel cuando él me la lanzó de vuelta.
—Sí.
Sus ojos color miel fueron de uno al otro cuando se unió a nosotros en el escenario junto al piano.
—Supongo que no hace falta preguntar cómo van las cosas. Te escuché tocar. Eso fue fantástico, Bella.
Le sonreí agradecida y me encogí de hombros con una sola mano.
—A pesar de que hoy tiene la capacidad de concentración de una mosca —gruñó Edward en tono juguetón, riendo cuando lo amenacé con otra bolita de papel—, lo está haciendo increíble. Tenías razón; Harris no habría podido concentrarse con ella.
Fruncí el ceño, aunque por dentro estaba feliz de que Edward estuviera orgulloso de mí.
La señora C se dio un golpecito en la sien, con una sonrisa satisfecha.
—A veces tengo buenas ideas.
Me reí al ver cómo Edward ponía los ojos en blanco de forma dramática, y empecé a guardar mis cosas.
—Sí, eres una genio —se burló él, negando con la cabeza—. ¿Y por qué estás aquí durante mi horario? —preguntó, y ese leve gruñido que le puso a las últimas palabras me hizo querer gemir en voz alta por lo sexi que sonó. Apenas logré contenerme.
—Estoy en todo mi derecho de revisar cómo vas —le replicó con altivez—. Técnicamente, tú estás en mi horario.
Edward suspiró con una pequeña sonrisa, negando con la cabeza.
—¿Y?
Sonreí al ver la forma en que bromeaban. Se notaba que él la respetaba, pero más aún… que la amaba. Una dulzura cálida suavizó sus facciones cuando la miró. Y era mutuo. Había escuchado rumores de que el Dr. y la Sra. Cullen no podían tener hijos, y no estaba segura de qué tan cierto fuera, pero ella miraba a Edward como lo haría una madre amorosa. Ese pensamiento me hizo feliz. Si había perdido a sus padres, al menos alguien estaba cuidando de él.
—En realidad me mandaron —dijo la señora C, pareciendo comunicarse con Edward solo con los ojos—. Carlisle me pidió que te dijera que vayas a verlo cuando termines aquí. Por fin tuvo tiempo de revisar ese paquete que recibió.
Edward asintió, su rostro cambiando del tono divertido a algo mucho más serio, pero cuando me vio, sonrió. Yo le hice un gesto, señalando hacia las puertas del auditorio para hacerle saber que ya me iba.
—Aún no, Bella. Solo dame un segundo —dijo, riendo mientras negaba con la cabeza—. Sé que mueres por escapar de mí hoy, pero espera.
Me lanzó un guiño cuando me reí, levantando un dedo antes de volver a concentrarse en su tía.
—Dile que iré para allá.
—Él ya lo sabía, así que te está esperando. Yo voy camino a Hunter's Lake. Necesito comprar unas cosas —dijo, inclinándose para besarle la mejilla—. Vuelvo en una hora más o menos.
—Sí, señora —le respondió él.
La señora C se volvió hacia mí, sonriendo un poco.
—Escuché que tú y Alice se quedan durante el feriado.
Asentí, y ella me apretó el hombro con suavidad.
—Trataré de que el pavo no me quede seco, pero si llegase a pasar… miénteme.
Le sonreí, llevándome una mano al pecho en señal de promesa.
—Buena chica —me guiñó un ojo antes de alejarse por el pasillo.
Recogí mi carpeta de música y miré a Edward. Al verme, pareció sacudirse cualquier pensamiento que tuviera, y caminó hasta el pizarrón para borrarlo.
—Sé que esta semana es de feriado, pero como los dos nos quedamos aquí… pensé que, si querías trabajar en algún momento de la próxima semana, podríamos hacerlo —dijo, mirándome.
—Está bien —acepté, tratando de no leer demasiado en la expresión que parecía esperanzada—. ¿Cuándo?
—Cuando quieras —se encogió de hombros, metiendo las manos en los bolsillos delanteros—. Solo… si te llega la inspiración, búscame donde mis tíos, y yo te ayudo. Estoy quedándome con ellos.
Le sonreí, asentí y le hice un gesto de despedida, que él devolvió, y luego salí del escenario.
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EDWARD
La sonrisa no se me borró del rostro, ni siquiera después de que Bella salió del auditorio. Había sido una pesadilla lograr que se concentrara, pero lo entendía. Era el último día de clases antes de una semana de descanso. Ella -y el resto de los estudiantes, para ser sinceros- había estado increíblemente ocupada durante las últimas semanas. Las vacaciones de Acción de Gracias eran una oportunidad para relajarse, sin preocuparse por exámenes ni calificaciones, y Bella no era diferente al resto.
Rápidamente recogí las bolitas de papel del escenario, deslicé el pizarrón detrás del telón después de limpiarlo, y luego decidí tomar el pasadizo trasero para ir a ver a Carlisle.
Estaba sentado en su escritorio cuando entré, con papeles esparcidos de un extremo al otro. Detrás de él, unas radiografías estaban iluminadas en una caja de luz. Mis ojos recorrieron todo eso y luego el expediente abierto sobre su escritorio.
—Perdón por haberme tardado tanto en revisar esto, hijo —dijo, y sus pensamientos mostraban el caso que lo había alejado.
Sonriendo, resté importancia a su disculpa con un gesto.
—Asumo que el paciente en New York está mejor, entonces.
—Mucho mejor, gracias —respondió con una sonrisa. Golpeó con los dedos la parte superior del escritorio—. Sé que esto era importante…
Negando con la cabeza, me senté frente a él, en la misma silla que Bella había ocupado cuando lo visitó por primera vez. Carlisle había tenido que ir varias veces a un hospital en Manhattan. El paciente estaba en estado crítico, y le tomó varios intentos sacarlo adelante.
—Bella está… aquí —señalé el suelo—. Está segura aquí. El caso podía esperar. Si se hubiese ido a casa para las vacaciones, quizás la habría seguido, pero ahora mismo, está perfectamente a salvo bajo este techo.
—No pensabas eso al principio —bromeó, sonriendo.
Sonreí con suficiencia, cruzándome de brazos.
—Estaba… equivocado.
—Sí, me lo imagino —rio, pero su sonrisa se desvaneció rápidamente—. Con el informe policial y ahora los resultados de la autopsia, he podido armar una especie de sinopsis general. ¿Jenks encontró algo más sobre sus padres?
Asentí, inclinándome hacia adelante.
—La madre está limpia. Eso ya lo sabíamos, aunque no estoy tan seguro de que el dinero no tenga que ver con lo que pasa con Bella. El padrastro es más complicado —levanté las cejas para que supiera que hablaba en serio—. Jenks me llamó unos días después de haberle enviado a Jasper el informe financiero de los Swan. Phil Dwyer fue testigo en un caso bastante feo que Charlie Swan estaba juzgando. Al parecer, Dwyer era entrenador de bateo en Arizona, pero se trasladó a Boston hace unos cinco años. Se involucró en una red de drogas, esteroides anabólicos. Como había nombres grandes y sueldos aún más grandes en juego, se hicieron muchas amenazas y corrió mucho dinero.
—¿Charlie Swan?
—No, él se mantuvo limpio —respondí con firmeza, negando con la cabeza—. Y ese es precisamente el problema. Era tan recto que abogados, representantes y jugadores empezaron a ponerse nerviosos. Incluidos los proveedores de los esteroides, lo cual podría explicar por qué eliminaron a Charlie Swan. Algunos de esos tipos todavía están cumpliendo condena.
—¿Y Bella?
Negué con la cabeza, encogiéndome de hombros.
—Por lo que puedo deducir, solo estuvo en el lugar equivocado, en el momento equivocado. Lo hicieron pasar por un robo, un año después de que terminó el juicio. Apostaría a que en tu expediente aparecen objetos de alto valor desaparecidos -joyas, dispositivos electrónicos, arte, tal vez- y lo hicieron para despistar.
—Sí, así es —coincidió—. Pero no se encontraron huellas que vincularan al padrastro. Solo algunas parciales sin identificar.
—Y ese es el punto —le dije, pasándome la mano por el cabello—. Phil Dwyer aparece limpio. Se presentó a testificar en la corte, y lo que dijo fue cierto, aunque feo. Luego volvió a trabajar. Renunció al equipo de béisbol unos meses más tarde y aceptó un puesto como escritor deportivo en línea. Renee es su primera esposa. Sus finanzas no eran buenas, pero no había nada sucio, y según Jenks, no tiene hijos por fuera. Según los registros públicos, Phil y Renee se casaron aproximadamente un año después de la muerte de Charlie. Todo parece legítimo… pero no estoy tan seguro.
Carlisle barajó algunos papeles sobre el escritorio y sacó un montón de fotografías.
—Estoy contigo. Alguien cubrió sus huellas muy bien —dijo, dejándolas frente a mí—. Mira esto y dime qué ves.
Sabía que lo que iba a ver me molestaría. Solo pensar en lo que Bella había vivido, lo que había sobrevivido, ya me provocaba una rabia difícil de controlar. Las fotos de la escena del crimen eran perturbadoras: un vidrio roto en la puerta; varias tomas de perillas, mesones y paredes con huellas marcadas; y finalmente, el dormitorio de Charlie Swan.
—Cristo… —murmuré, cerrando los ojos un segundo para calmarme.
Las imágenes eran posteriores a la retirada del cuerpo de Charlie. Había restos del lugar donde habían atendido de urgencia a Bella. Pero había sangre por todas partes. Era evidente que Charlie había sido sacado de su cama, que Bella fue atrapada al entrar a la habitación, y que quien los atacó lo hizo con tanta violencia que resultaba nauseabundo. Había más fotos con salpicaduras de sangre que solo podían venir de Charlie. Estaban en su mesa de noche, en el piso y en la pared.
Donde cayó Bella era otra historia. Obviamente la detuvieron al pie de la cama, y según el informe policial, la encontraron intentando arrastrarse hasta su padre. Había un charco oscuro de sangre empapando la alfombra, y saber que estuvo a punto de morir justo ahí hizo que me temblaran las manos.
—Mierda, Carlisle… no puedo —gruñí, arrojando las fotos sobre el escritorio.
—Si quieres resolver esto, hijo, tienes que poder —afirmó, su rostro impasible, aunque su mente no estaba en blanco en lo absoluto. Colocó otro montón de fotos—. Estas fueron tomadas en el hospital.
Las primeras eran de Charlie. Mostraban sus heridas sobre la mesa de autopsia. Tenía un corte en el cuello, igual que Bella, aunque en su caso, lograron lo que se proponían. Tenía algunos moretones en los nudillos, una ojera, y varias heridas punzantes superficiales en el pecho. Estas últimas parecían producto de una pelea. Espero que Charlie haya alcanzado a meter algunos buenos golpes antes de que todo terminara.
Las fotos de Bella arrancaron un gruñido bajo de mi garganta. Estaba inconsciente, sus dulces pestañas largas descansando sobre mejillas demasiado pálidas. Era mucho más pequeña que ahora -una niña de apenas trece años, pero sus rizos oscuros, su boca con forma de corazón y su nariz ligeramente respingada eran los mismos. Aparte de los puntos de sutura en el cuello, parecía dormida, pero en las siguientes fotos se la veía vendada, con sueros e intubación. Aun con todo eso, era una niña hermosa que se había convertido en la joven más fuerte y hermosa que había visto jamás.
—Dime que no… que no la… —sacudí la cabeza, mirando a Carlisle con ojos suplicantes—. Dime que no.
—No —respondió con firmeza, golpeando su expediente médico—. Solo querían callarla. Eso fue todo, Edward. Te juro que la única herida que sufrió fue el corte en el cuello. Y obviamente no fue lo bastante profundo como para matarla.
Contuve el veneno y la furia, asintiendo.
—Gracias a Dios.
—Lo sé —suspiró hondo, recostándose en su silla mientras recorría con la vista todo lo que tenía sobre el escritorio—. Fueron dos. Eso es obvio. Puedes ver zonas sin sangre aquí… y aquí. —Señaló la foto del dormitorio—. Y por las heridas defensivas de Charlie, tuvo que haber más de uno. Luchó con todo.
—Bien —gruñí con voz baja, con el labio temblando de odio.
Carlisle esparció las fotos frente a él, señalando una por una.
—Entraron por la puerta trasera, aquí. No sonó ninguna alarma y ningún testigo vio ni oyó nada. Subieron directamente por las escaleras hasta el dormitorio principal. Y algo en ese momento tuvo que haber alertado a Bella —dedujo, negando con la cabeza lentamente—. Ella fue directo de su habitación a la de él.
—Jesús, Carlisle… lo vio todo —susurré.
Con una mueca, respondió:
—Sí, eso es lo que todos creen. También explicaría su bloqueo emocional.
—¿Dónde demonios estaba su madre a la una de la mañana? —solté con rabia, alcanzando el expediente policial.
Lo hojeé, ignorando la mente de Carlisle. Quería leerlo por mí mismo. La declaración de Renee estaba como tres o cuatro páginas más adelante, y caí de nuevo sobre la silla para leerla.
—«Salí con unas amigas de mi clase de arte… al cine y luego a tomar algo» —leí en voz alta, negando con la cabeza. También había verificación de su coartada… incluso tiquetes de parqueadero—. ¿Y la empleada del servicio, Chelsea?
—Visitando a su hijo en la universidad —respondió con tono sombrío.
Me recosté en la silla, hundiendo los dedos en mi cabello.
—No lo entiendo… Simplemente no lo entiendo.
Carlisle se inclinó hacia adelante.
—¿Y si esto fue algo al azar o una simple venganza no relacionada con Dwyer, Edward? La residencia Swan estaba en un vecindario adinerado, él tenía dinero y probablemente había enviado a miles de criminales a la cárcel. Cualquiera pudo haber ido tras él.
—Lo sé —asentí, acercando algunas hojas—. Lo he pensado. Y es una posibilidad. Pero quien haya sido… Charlie lo sabía. Sabía que algo iba a pasar, o sabía que existía una posibilidad, porque cambió su testamento dejando todo a nombre de Bella apenas unos meses antes de morir.
La expresión de Carlisle se endureció.
—¿Ella…? —comenzó a decir, haciendo una mueca, pero entendí por qué dudaba.
—No, no quiere hablar de eso —le respondí con tristeza—. Está empezando a abrirse poco a poco, pero lo único que ha mencionado es que siente que fue su culpa. Y eso lo escribió en el diario.
—¿Nada más?
—No, y aún no ha respondido esa carta. No espero que lo haga; ya han pasado algunas semanas.
Asintió como si ya lo hubiese imaginado.
—¿Pero te habla? ¿Verbalmente?
—Oh, sí —respondí con una sonrisa—. Casi nunca me escribe, a menos que sea un mal día. Y esos suelen venir después de las pesadillas, aunque no me lo dice. Lo veo en la mente de Alice. Las dos lucen fatal al día siguiente, pero Alice se lo oculta a Bella.
—Son uña y mugre, esas dos, últimamente.
Suspirando, asentí.
—Carlisle, sus pesadillas… son violentas —susurré, mirándolo a los ojos—. Yo… no debería haberlo hecho, pero llevé su diario a su cuarto. Quería devolvérselo sin que tuviera que entrar al ala este. No sabía que aún estaba dormida, pero ella…
—Terror nocturno —confirmó él, y asentí.
—Sí, varios de sus médicos lo habían anotado en su expediente. ¿Despertó?
Negué con la cabeza.
—Le hablé, igual. Sentí que tenía que hacer algo.
—¿Y funcionó?
Asentí, soltando un largo suspiro. Me sentía culpable por haber entrado a su cuarto, pero el corazón se me rompió al oír sus gritos, ver su frente sudorosa, sus manos arañando su garganta. Fue demasiado, y le prometí que estaba a salvo. Mi voz pareció calmarla, pero sus manos me buscaron. Me costó todo lo que tenía no recogerla entre mis brazos.
Las comisuras de la boca de Carlisle se alzaron apenas. Su mente se centró en la conversación que habíamos tenido junto al lago cuando vi a Bella por primera vez. Estaba convencido de que la estaba ayudando.
—Eso espero —alcancé a decir—. Quiero hacerlo.
—No lo ves, ¿verdad? —me preguntó, y soltó una risa leve. Al ver mi confusión, sonrió—. Edward… en solo los pocos meses que lleva aquí, te has convertido en una persona completamente distinta. No harías todo esto por cualquiera. Y mucho menos tendrías la paciencia para enseñar. Vivías metido entre las paredes como un…
—Fantasma —bufé, sonriendo cuando él rio también.
Pero mi sonrisa se desvaneció pronto y pregunté:
—¿Siempre es así… tan drástico? ¿Los cambios, digo?
—No, hijo —respondió con suavidad—, pero te conviertes en lo que ella necesita. Y lo has hecho. Honestamente ha sido asombroso verlo. Sé que es tu compañera, pero ahora mismo, ella necesitaba un amigo, y te has convertido en alguien en quien puede confiar.
—Hasta que descubra lo que soy… quién soy —rebatí.
Él negó con la cabeza.
—No la subestimes, Edward. Déjala elegir.
Asentí para que supiera que lo había escuchado, pero me quedé mirando el suelo por un momento.
—La amo, Carlisle.
Sonrió, se levantó de su escritorio y me apretó el hombro.
—Bien. Entonces deja que eso te guíe. Sabrás cuándo es el momento de contarle todo, de sincerarte… incluso sobre ese maldito diario.
Solté una risa, enterrando la cara entre las manos.
—No sé en qué estaba pensando…
Me despeinó con afecto.
—Estabas intentando acercarte a ella de todas las formas posibles, hijo. Es comprensible. Tal vez un día te lo tire a la cabeza, pero… en tu defensa, solo estabas intentándolo.
Sonriendo, lo miré.
—Gracias.
Asintió, pero luego suspiró profundamente y lanzó una mirada fulminante a su escritorio, lleno de papeles.
—Desafortunadamente, Bella podría ser la clave de lo que pasó esa noche. Nadie la entrevistó realmente. No pudieron porque tenía prohibido hablar durante algunas semanas después del ataque, y luego se negó a hacerlo. A menos que ella misma cuente su versión de los hechos, puede que nunca lo sepamos.
Nos quedamos en silencio un momento, pero me dio una palmada en el hombro cuando me levanté para irme.
—Por cierto, Leah aceptó la dieta que le propuse. Espero que me permita seguir monitoreando su corazón, pero tiene noventa y dos años —dijo con una mueca—, y es terca. De todos modos, sé que Jacob y Jasper estarán ocupados esta semana cubriendo lo que falta por aquí. Me gustaría que la vigilaras, que la lleves a Hunter's Lake si decide ir a recoger la receta que le di.
Soltando una risa, asentí.
—Sí, no hay problema. Como Bella se queda, yo estaré por aquí.
Se preguntó en silencio si de verdad la habría seguido hasta Boston.
Alzando una ceja, le pregunté:
—¿Tú no lo habrías hecho?
Su expresión se oscureció, y pensó en todo lo que ella había sobrevivido, pero también en todo lo que temía.
—Sí, probablemente lo habría hecho.