Capítulo 15
22 de octubre de 2025, 10:37
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Capítulo 15
Diciembre 2001
BELLA
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Al salir del baño hacia mi habitación, me froté el cabello mojado. Había sido un día largo, muy largo. Había hablado con Edward intermitentemente durante todo el día, pero parecía que mañana nunca llegaría. Estaba lista para salir de mi casa e ir a cualquier lugar con él. No me importaba qué fuéramos a hacer, y ya se lo había escrito por mensaje.
Me cepillé los enredos del cabello, frunciendo el ceño al escuchar un suave golpecito en la puerta. Desde que Edward se había ido la noche anterior, mi madre había intentado una y otra vez hablar sobre lo que yo había encontrado, sobre mi papá, sobre Phil. Incluso había llegado al punto de decirme que Phil no sabía que yo sabía. Como si me importara lo que él supiera.
Dejé el cepillo, pero me relajé al ver el rostro dulce y preocupado de Chelsea cuando asomó la cabeza. Le hice una seña para que pasara, y cerró la puerta detrás de ella antes de dejar una canasta de ropa limpia sobre mi cama. Tomó el cepillo y continuó alisándome el cabello. Me sonrió a través del espejo.
—Deberíamos rizarlo... mañana en la noche, digo —sugirió cuando terminó, guiñándome un ojo—. Solo las puntas, creo.
Sonreí, simplemente porque no podía evitarlo.
—Ay, ay, ay... sí que estás perdida por ese bombón —bromeó, dándome un codazo en el costado y haciéndome chillar—. Y qué encantador...
Solté una risita y asentí, pero me encogí de hombros. Edward era todo eso, pero... más.
Ella rio suavemente y se sentó en el borde de mi cama.
—Pero qué barbaridad, Bella... la forma en que te mira. Como si fueras tú quien lo mantiene en esta Tierra, no la gravedad.
—Lo sé —suspiré con una pequeña sonrisa, asintiendo un poco. Al recordar cuando conocí a Edward, ahora reconocía cada emoción en su hermoso rostro. Había estado conteniéndose conmigo, pero pelear contra eso se le había hecho cada vez más difícil. Aunque, entre más lo conocía, más me mostraba esas emociones. Y podía sentir su amor en todo lo que decía y hacía.
—Puedes hablar con él, ¿verdad? —preguntó en un susurro, echando una mirada a la puerta.
Asentí.
—O sea, hablar de verdad.
—Sí.
Sonrió con orgullo y se inclinó para tomar mi cara entre sus manos.
—¡Bien! —prácticamente gruñó—. Eso significa que es bueno para ti. No te atrevas a dar eso por sentado, porque apuesto lo que sea a que ese chico se lanzaría frente a un tren por ti. Por la forma en que habló anoche... no iba a aceptar un no como respuesta sobre tu cita.
Volví a reír. Ella no tenía ni idea. Tampoco sabía que él había usado todo su encanto para pintar una imagen ligeramente falsa sobre quién era para mí. La mayoría era verdad, solo endulzada con algunas mentiras para evitar preguntas. Había visto de verdad lo que era capaz de lograr. Era peligrosamente sexy, completamente encantador con las dos mujeres en mi casa sin siquiera pestañear. No me extrañaba que todas las chicas de Hunter's Lake lo miraran como si fuera algo para devorar, pero era mío —pensamiento que me hizo sonrojar y sonreír aún más.
Chelsea me besó la frente, poniéndose un poco más seria.
—¿Quieres hablar un momento sobre tu mamá, dulzura?
Cuando negué con la cabeza y caminé hacia mi ventana, soltó un suspiro profundo.
—Los padres no son perfectos, Bella. Ya deberías saberlo —se defendió Chelsea, encogiéndose cuando le lancé una mirada fulminante por encima del hombro—. No estoy diciendo que lo que hicieron estuviera bien, pero las personas son humanas. Cometen errores… a veces, errores realmente horribles. Y a veces, esos errores no pueden deshacerse.
Volví la vista hacia la ventana, observando la calle y el pequeño parque. Mi corazón deseaba ver a Edward, pero Chelsea tenía toda mi atención.
—Bella, las cosas no eran perfectas en esta casa antes de que Charlie muriera —dijo en voz baja—. Tu mamá y tu papá discutían; solo que no lo hacían cerca de ti. Y tu madre no es tonta, dulzura. Tiene muy claro que tú eras la mejor amiga de tu papá. No era precisamente un secreto que él te tenía en un pedestal más alto que a nadie en el mundo.
Las lágrimas me ardían en los ojos. Extrañaba a mi papá con locura, lo cual me hacía desear que Edward estuviera allí para decirme que todo iba a estar bien. Cuando él lo decía, se sentía real.
—Más alto incluso que a tu mamá —dijo, haciendo que me girara a mirarla. Asintió, sonriendo con tristeza—. Es verdad. Y la única razón por la que te digo esto es para que seas un poco más comprensiva con tu mamá. Ella quería hacer lo mejor por ti, sabiendo que habías perdido a tu papá. Intentó de todo para ayudarte cuando estabas herida. Todo. Pero se detuvo cuando vio que tú estabas tan frustrada como todos los demás. Esa fue la única razón por la que se echó para atrás, Bella. No fue porque no le importaras —dijo, caminando hacia mí y tomando mi rostro entre sus manos—. Todos sabemos lo fuerte que eres, dulzura, pero tu mamá simplemente quiso darte espacio, tiempo, una oportunidad de luchar por ti misma sin que todos estuvieran encima todo el tiempo. ¿Entiendes?
Cuando asentí, me envolvió en un abrazo.
—Dicho eso, casi puedo entender por qué te lo ocultaron. ¿Puedes decir con honestidad que antes de esto habrías escuchado, mucho menos aceptado, el hecho de que hicieron lo que hicieron?
Tragué con dificultad, reflexionando de verdad sobre lo que me estaba diciendo. Y mi respuesta fue un lento, honesto movimiento de cabeza.
—Exactamente —susurró sobre la coronilla de mi cabeza—. No lo habrías tomado nada bien, Bella, pero ahora… lo has afrontado con tanta dignidad como cualquier otra persona. Probablemente mejor, considerando todo. —Me sostuvo el rostro para asegurarse de que la mirara a los ojos—. Tienes derecho a estar enojada, dulzura. Nadie debería decirte lo contrario, y el hecho de que hayas confrontado verbalmente a tu madre me dice que estás sanando. —Me dedicó una media sonrisa, pero continuó—. Lo que ellos hicieron no estuvo bien, y sé que tu corazón y tu lealtad siempre estarán con Charlie, pero no se puede cambiar el pasado. Solo tienes que aprender a dejarlo ir, crecer y seguir adelante contigo… Tu vida, tu futuro… eso es lo que importa, Bella, no las cosas que otros hayan hecho.
Fruncí el ceño y la abracé de nuevo, pensando que hablaba de más que solo de mamá y Phil.
—Gracias, Chelsea —susurré.
Ella rio suavemente.
—Cuando quieras, mi dulce niña —respondió, apartándome con las manos en los hombros—. Ahora, hablemos del vestuario para esta cita de la que me enteré. ¿A dónde vas?
Me encogí de hombros, sonriendo.
—Dijo que me abrigara bien.
—Hmm, pero mencionó una fiesta —dijo, entrando a mi clóset—. Entonces, tenemos trabajo que hacer.
Me reí bajito, negando con la cabeza mientras volvía a mirar hacia la fría noche. Por un instante, creí ver movimiento entre las sombras del otro lado de la calle. Sonriendo, tomé mi teléfono y envié un mensaje rápido.
B – ¿Estás acechándome otra vez?
Su respuesta fue instantánea.
E – No es acecho, amor. Es protegerte.
Reí suavemente, echando otro vistazo al parque al otro lado de la calle. La sombra que pensé haber visto se movió, y apoyado contra el árbol estaba Edward con su teléfono en la mano. No estaba segura de que existiera una imagen más hermosa o reconfortante que él simplemente recargado en el tronco de un árbol.
Deslicé el seguro de la ventana y mandé un último mensaje antes de unirme a Chelsea en el clóset.
B – Pues no lo hagas desde tan lejos.
Entra cuando puedas.
Su respuesta fue un simple «ok», y entré al clóset. No recibí más mensajes de él en lo que quedaba de la noche. Y mientras me acomodaba entre las cobijas, estaba un poco decepcionada, aunque una parte de mí lo entendía —y podía oír— que todavía había personas despiertas en mi casa. Abrí el cajón de mi mesita de noche, saqué el nuevo diario azul y me levanté para dejarlo sobre el alfeizar de la ventana. Si no se sentía cómodo entrando, al menos podía tener mi respuesta a la primera entrada que él había escrito allí.
El sueño llegó rápido, a pesar de lo ansiosa que estaba por la cita que se avecinaba esa noche. Mis sueños giraban a mi alrededor, diferentes de lo habitual, pero igual de vívidos. En algún momento, la risa malvada habitual y los ladrones enmascarados con pasamontañas cambiaron por gritos de miedo y pánico. El aroma de sándalo asaltó mis sentidos. Calma y consuelo me envolvieron, con besos fríos presionados sobre mi frente.
—Viniste —murmuré casi incoherentemente.
Mi risa favorita llegó a mis oídos.
—Por supuesto. Duerme en paz, dulzura. Siempre vendré por ti.
Creo que le dije que lo amaba, y estoy segura de que él respondió algo también, pero caí en un sueño largo, profundo, sin sueños. Fue la mejor noche de sueño que había tenido en años.
Sin embargo, desperté a la mañana siguiente sola, haciéndome dudar si todo había sido solo producto de mi imaginación. La nota doblada sobre la almohada junto a la mía me demostró que no.
Mi hermosa Bella,
Duermes mucho mejor en mis brazos. Algo tan simple no debería significar tanto, pero lo hace. Ojalá pudiera ser más seguido. Mi esperanza es que algún día pueda abrazarte cada noche, pero por ahora, me conformo con lo que pueda tener.
Siento no estar ahí para darte los buenos días con un beso, pero había cosas que necesitaban hacerse antes de ir por ti.
Nos vemos a las 7.
Con amor,
E
Guardé la nota en el cajón de mi mesita de noche, la sonrisa no se fue de mi rostro mientras me levantaba para empezar el día.
Me tembló la mano cuando sonó el timbre justo mientras me daba los últimos retoques al maquillaje. Sin embargo, sonreí como una idiota frente al espejo. El día había pasado más lento que nunca.
Dejé el maquillaje ligero, enfocándome solo en los ojos. Con un toque de brillo labial, me di una última mirada en el espejo. Chelsea me había ayudado a elegir un vestido rojo, pero me dio pantimedias para mantenerme abrigada. También cambió de idea con respecto a los rizos, recogiendo mi cabello en un moño suelto, con algunos mechones sueltos enmarcando mi rostro. No había mucho que pudiera hacer con mi cicatriz, pero nunca pareció molestarle a Edward, y eso era todo lo que realmente me importaba.
No pasó desapercibido para mí que Chelsea me había ayudado a alistarme, y no mi madre. Aunque, justo cuando ese pensamiento cruzó mi mente, hubo un suave golpecito en mi puerta. Estaba terminando de ponerme las botas cuando mi madre asomó la cabeza. Mantuve el rostro inexpresivo mientras ella cerraba la puerta tras de sí.
—Edward está en la biblioteca. Dijo que te tomaras tu tiempo —me dijo suavemente.
Asentí, tratando de que mis pequeños soldados mariposa no se descontrolaran, pero parecían estar listos para entrar en batalla contra algún enemigo desconocido. Con una última mirada al espejo, tomé mi bolso y me dirigí a la puerta, pero mi madre no se hizo a un lado.
—Bella, espera —susurró, con la voz suplicante.
Mi rostro era una máscara de indiferencia, o eso creía, cuando la miré y esperé a que dijera lo que necesitaba.
Alzó la mano y jugó con uno de mis rizos, sus ojos repasando cada centímetro de mi cara.
—Dios mío, Bella, ¿cuándo te convertiste en esta mujer tan hermosa que tengo delante?
Solté una risita sin humor, pero sonreí.
Ella sonrió con sarcasmo.
—Y ese joven allá abajo lo ve. Asegúrate de que te trate como mereces ser tratada, Bella. Parece educado y cortés, y ciertamente es apuesto, pero asegúrate de que lo sea todo el tiempo. Si tu padre estuviera aquí…
Fruncí el ceño en advertencia. Mi papá no era un tema que quisiera tratar en ese momento.
—Isabella Marie, por favor, déjame terminar —suspiró con exasperación—. Sé que estás molesta conmigo, y tienes todo el derecho, pero tienes que entender que Charlie y yo ya estábamos mal. Él nunca quiso que tú lo vieras, pero así era. Phil apareció simplemente en el momento equivocado.
Se me hincharon las aletas de la nariz y negué con la cabeza al darme cuenta de cuánta razón tenían Chelsea y Edward. Volviendo a mirarla, susurré:
—Entiendo lo que es desmoronarse. Pudiste haber esperado. Engañar es… bajo.
Mi mamá se estremeció ante la dureza de mi acusación, pero asintió.
—Sí, supongo que tienes razón. Como dije, tienes todo el derecho a estar enojada. Por Dios, eso explica la actitud de Charlie justo antes de…
Fui a girar la perilla para salir, pero otra vez me detuvo, esta vez sujetando mi muñeca.
—Si tu papá estuviera aquí, te diría que tengas cuidado, y probablemente amenazaría a ese joven con un arma o te daría un gas pimienta. No creo tener que hacer eso, pero igual te diré que tengas cuidado —dijo, entornando los ojos hacia mí—. Él… te ha cambiado. Para bien, creo.
Estudió mi rostro, sonriendo un poco.
—Estaba preocupada por cómo estarías durante estas vacaciones, pero veo que no tengo por qué. Esta escuela, este… chico… Has mejorado. Lo veo en tus ojos. Le había dicho a esa señora Cullen que le daríamos a la escuela un año, pero creo que ya no hace falta ese plazo. Si eres feliz, Bella, entonces tienes mi bendición.
Le sonreí con gratitud, aunque fue una sonrisa cautelosa.
—¿Y Phil?
Hizo una mueca.
—No te preocupes por él. Puede que no le guste, pero al final del día, realmente no puede decir mucho.
Había un tono en su voz que no reconocí del todo. Sonaba enojada, o tal vez simplemente cansada, pero era diferente. Y me pregunté por un momento si Edward podría oír sus pensamientos. Antes de poder descifrarlo, abrió la puerta de mi habitación y sonrió.
—Diviértete. Y feliz Año Nuevo, Bella.
Encontré a Edward en la biblioteca, con las manos metidas en los bolsillos delanteros de sus pantalones de vestir negros. Llevaba un saco del mismo color y un abrigo negro, pero sin corbata. Sus ojos recorrían la habitación, pero estaba parado junto a mi piano. Algo en esa imagen se sentía adecuado y perfecto.
Se giró al oírme entrar, alzando las cejas.
—Te ves… hermosa —susurró, acercándose a mí. Besó el dorso de mi mano, con esa sonrisa ladeada que tanto me gustaba, y señaló hacia mi piano—. Veo que has estado trabajando. ¿Has avanzado algo más?
Le mostré el gesto de «solo un poquito» con el pulgar y el índice, sonriéndole.—¿Un poquito? —verificó Edward, sonriendo ampliamente cuando asentí—. Eso es bueno, dulzura. —Volvió a besar el dorso de mi mano, dándole un apretón suave—. ¿Estás bien? —preguntó, lanzando una mirada rápida hacia las escaleras, pero luego se inclinó para susurrarme—. Ella se siente fatal por la forma en que descubriste lo de ella y Phil, pero no pudieron evitarlo. Está feliz por ti, amor. Está completamente sorprendida por cuánto has mejorado. Y a pesar de la preocupación de tu padrastro, está firme con respecto no solo a esta cita, sino también a la escuela.
Le sonreí con amplitud.—Gracias.
Me guiñó un ojo y me regaló esa sonrisa suya que tanto me gustaba.—Cuando quieras. Ahora, ¿estás lista?
Cuando asentí, me ayudó a ponerme el abrigo y me guio hasta la puerta principal, donde Chelsea nos esperaba con una sonrisa cálida. Edward me condujo hasta su auto, abriéndome la puerta. Esperó a que estuviera dentro antes de cerrarla. Sonreí al notar que el interior ya estaba cálido.
Se acomodó detrás del volante, y se detuvo cuando me miró.—¿Qué?
—Nada —susurré, sonriéndole—. ¿Adónde vamos?
Sonrió mientras encendía el auto y salía de mi entrada.—En realidad sí hay una fiesta, pero no vamos a quedarnos hasta la medianoche. Le prometí a Esme y Carlisle que haríamos acto de presencia.
—¿Ellos van a estar ahí? —pregunté, algo sorprendida.
—¿Sí? —respondió, pero sonó como una pregunta nerviosa—. No tenemos que…
—No, no —dije con una risita, indicándole que siguiera—. Está bien.
A pesar de los nervios evidentes, caímos en un silencio cómodo mientras nos dirigíamos por la ciudad. Entramos en el estacionamiento de un hotel, y alguien abrió mi puerta. Edward le lanzó una mirada fulminante al pobre chico cuando le arrebató el talonario de estacionamiento, pero rápidamente me atrajo a su lado.
—¿Y esa cara? —pregunté entre risas.
—Sus pensamientos eran… asquerosos —respondió con el ceño fruncido mientras me guiaba al interior. Una vez en el ascensor, se volvió hacia mí, riendo un poco—. Supongo que debo acostumbrarme a eso, a que los hombres piensen cosas sobre ti.
Fruncí el ceño, negando con la cabeza.—No puedo imaginarme lo que debe ser oír esas cosas. ¿Te molesta?
Se encogió de hombros.—Solía hacerlo. Era difícil al principio. Eran pensamientos de todos los que estuvieran cerca, pero ahora puedo enfocarme en una sola persona en una sala llena, lo cual es útil, considerando a dónde vamos.
Justo cuando dijo eso, las puertas del ascensor se abrieron al salón de baile. La música y las conversaciones eran ensordecedoras incluso para mis oídos, así que no podía imaginar lo que Edward debía estar soportando, mucho menos con todos esos pensamientos invadiéndolo.
Dejamos nuestros abrigos, y Edward me guio entre la multitud, explicándome en voz baja:
—Son muchos doctores de New York y Boston. Es un evento benéfico para varias clínicas gratuitas. Carlisle está en la junta. Es para que familias de bajos o nulos ingresos puedan acceder a atención médica. Este evento financiará al menos dos clínicas durante todo el próximo año —explicó, sonriendo cuando alcé la mirada hacia él.
Rodeamos algunas mesas hasta que nos detuvimos en una donde reconocí a tres de las cinco personas sentadas.
—Edward, Bella, llegaron —dijo el Dr. Cullen con una sonrisa. Se puso de pie para estrechar mi mano—. Es un gusto verte, Bella. ¿Estás disfrutando tus vacaciones?
Le sonreí y asentí, desviando la mirada hacia su esposa, quien se veía deslumbrante en un vestido azul rey.
—Bella, te ves preciosa —dijo.
—Gracias, señora C —susurré.
—Tsk, nada de eso aquí. Aquí me llamas Esme —indicó con firmeza, aunque sus ojos dorados brillaban con lo que parecía ser felicidad.
—Está bien.
Ella señaló hacia la mesa.
—Por favor, acompáñennos. Edward, puedes hacer las presentaciones.
—Sí, señora —dijo él, colocando una mano sobre mi hombro—. Ya conoces a Jasper, pero ellos son nuestros amigos de Alaska, Carmen y Eleazar. Ella es Bella Swan.
Estuve a punto de reírme ante el reconocimiento instantáneo de mi nombre, lo que probablemente significaba que sabían de la predicción de Giselle desde hacía mucho tiempo. También debían haber sido advertidos de que tal vez no hablara, porque me saludaron con sonrisas cálidas y apretones de manos cuando solo les hice un gesto con la mano.
Edward sostuvo mi silla, y me senté junto a Jasper antes de que él tomara su lugar a mi otro lado. Una mirada lenta alrededor de la mesa me dio ganas de soltar una carcajada. Me preguntaba si algún otro humano en la enorme sala sabía que había toda una mesa llena de vampiros sentados en la parte trasera del salón.
Jasper soltó una risita.
—¿Y ahora qué es lo que te tiene tan divertida, cariño? —preguntó con su típico acento pausado.
Le sonreí de lado, sacudí la cabeza y me lo guardé para mí. Estaba casi segura de que lo único que la gente veía eran los seres hermosos sentados en mi mesa. Más de una vez observé a mujeres lanzándoles miradas a todos los hombres de la mesa, casi chocando con alguien más, y a hombres observando a Carmen y Esme con aprecio. Sin embargo, también noté que casi todos evitaban acercarse demasiado a la mesa, y probablemente ni siquiera sabían por qué lo hacían.
Era extraño ser la única realmente comiendo, pero nadie comentó nada al respecto. Cuando terminé, Edward se inclinó hacia mi oído.
—¿Bailas conmigo? ¿Por favor?
Su rostro estaba nervioso y titubeante, pero esperanzado, mientras extendía una mano hacia mí. La tomé, y me condujo hasta el borde de la pista de baile, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello.
—Extraño tu voz —dijo con una pequeña risa—. Olvido lo callada que eres cuando estás rodeada de personas que no conoces.
—Lo siento.
—No te disculpes, Bella —replicó, balanceándonos suavemente de un lado al otro—. Jasper dice que estás bien, pero si te sientes incómoda...
—No, no lo estoy —lo interrumpí, negando con la cabeza—. Te lo prometo, Edward.
Estudió mi rostro, pero finalmente sonrió.
—Es mucho que asimilar a veces, tenernos a todos juntos en un mismo lugar.
—Me imagino —dije riendo, lo cual me ganó mi sonrisa favorita, esa ladeada que me encantaba—. Alice y yo solíamos preguntarnos qué pasaría si tú y Jasper entraran juntos a un bar.
Edward soltó un bufido, rodó los ojos y negó con la cabeza.
—Caos. —Se echó a reír cuando yo también lo hice—. A Jasper le gustan las buenas bandas de rock en vivo, así que de vez en cuando íbamos a ver alguna. Es... retorcido. Entre su don y el mío, nunca nos quedábamos mucho tiempo.
Fruncí la nariz solo de imaginarlo. Edward oyendo pensamientos, Jasper sintiendo todas las emociones de los borrachos, sin mencionar su audición hipersensible... podía imaginar que no lo soportaban por mucho tiempo.
Los brazos de Edward se cerraron alrededor de mi cintura, y apoyé la mejilla en su hombro. Solo con que me abrazara, todo lo que había descubierto en casa se desvanecía. Cerré los ojos, dejando que su aroma lo borrara todo, y suspiré profundamente, satisfecha.
Él se estremeció una o dos veces, y me incorporé para mirarlo.
—¿Qué pasa? —pregunté, frunciendo el ceño al ver la sombra oscura en sus ojos.
Sacudió la cabeza y dejó un beso en mi frente.
—¿Me lo dices, por favor? —pedí, ladeando un poco la cabeza.
Hizo una mueca, pero cedió.
—Ahora entiendo lo que querías decir… eso de que la gente ve tu cicatriz antes que a ti.
—Ah —suspiré, sintiendo que mis mejillas se encendían mientras miraba a nuestro alrededor—. ¿Te molesta?
—No de la forma en que tú crees —replicó de inmediato—. Dejan volar la imaginación, así que es un poco perturbador. —Me levantó el rostro con los dedos bajo mi barbilla—. Tu cicatriz es parte de ti, Bella, y yo te amo, así que lo que ellos piensen no me importa.
—Yo también te amo —respondí con una sonrisa, besándole la mejilla—. Bueno, creo que le dije al FM que era más fácil cuando no hablaba. La mayoría piensa que no puedo. —Encogí un hombro—. Que piensen lo que quieran. Quienes realmente importan saben la verdad.
Edward resopló al mencionar al FM, pero asintió. Cuando la siguiente canción fue de un ritmo más rápido, me guio de regreso a la mesa, donde solo Jasper permanecía. Se veía un poco perdido, y sus ojos nos recorrieron antes de volver a juguetear con el tenedor frente a él. Sentí una punzada de tristeza proveniente de él. Ahora que sabía lo que podía hacer, reconocí que venía de él, no de mis propias emociones.
Cuando atrapó mi mirada, Edward se tensó a mi lado, pero Jasper nos dedicó una sonrisa ladeada.
—Es bueno ver a mi hermano en uno de estos eventos. Rara vez salía de su escondite.
Incliné la cabeza hacia él.
—Ah, sí, el fantasma del ala este al que querías que le enseñara modales…
Edward rio, besándome la parte posterior de la cabeza.
—Y lo estás haciendo muy bien, Bella.
Le dediqué una sonrisa, pero me giré nuevamente hacia Jasper.
—¿La broma sobre mi diario era para mí o para Edward?
Jasper hizo una mueca.
—Para él. Mis disculpas, señorita Bella. No fue con mala intención, pero le tenía tanto miedo a la idea de ti… Pensé que necesitaba un empujón.
Asentí, pero mi lealtad a Alice me volvió un poco audaz.
—Tal vez algún día pueda devolverte el favor, Jasper.
Sus ojos se alzaron de inmediato hacia los míos, pero Edward gruñó suavemente detrás de mí.
—No lo hagas, Jasper. Te arrepentirás, te lo prometo.
Volteé a ver a Edward, y noté que estaba leyendo lo que pasaba por la mente de su hermano, así que me volví de nuevo hacia Jasper.
—¿Por qué está bien presionar a Edward y no que te lo hagan a ti? Suena hipócrita. Veo cómo miras a Alice. Y aunque no lo sepas, le duele cuando la alejas.
Lo que no dije fue que sabía que ella no lo sentía hasta que él ya no estaba cerca. Mantenía la distancia usando su don.
La boca de Jasper se abrió y cerró, pero por un segundo pareció molesto. Sus ojos se suavizaron cuando finalmente volvió a mirarme.
—¿Ella lo sabe? ¿Como tú?
Negué con la cabeza.
—No, no es mi secreto para contar, Jasper. Pero te diré que la estás subestimando.
Asintió simplemente y luego se excusó en silencio de la mesa.
Cuando me giré hacia Edward, me disculpé.
Él sonrió, negando con la cabeza.
—Eres una buena amiga, amor. No te disculpes por eso. Y le diste algo en qué pensar. Había dejado de escucharme.
Sonreí con picardía, pero pregunté:
—¿Por qué lo está evitando?
—Por las mismas razones que yo lo hice —respondió con honestidad—. Tu edad, tu humanidad, tu vida… son valiosas para nosotros. No podemos hacerles daño, pero tampoco podemos vivir sin ustedes. Es una línea difícil de cruzar.
—¿Y no se supone que nosotras también tenemos algo qué decir?
—Lo tienen. Siempre lo tendrán —prometió, sonriéndome—. Jasper, sin embargo… tuvo una vida dura antes de que Carlisle lo encontrara. Y es muy terco, pero tú lograste llegar a él cuando nadie más pudo, Bella.
Respiré hondo y solté el aire, asintiendo levemente. Sabía del pasado de Jasper, que había sido transformado por la misma vampiresa que convirtió a Edward, pero que Maria lo había usado -abusado, en realidad. Estaba cubierto de lo que Edward me había explicado que eran mordidas de vampiros recién nacidos. Las ocultaba bien, pero de vez en cuando, una se veía con la luz. Eran salvajes y retorcidas. Me alegraba que Maria estuviera muerta.
Miré a Edward, que estaba completamente enfocado en mí.
—Solo pienso que no es justo. Cree que es divertido presionarte a ti, pero no se atreve a arriesgarse. Alice siente lo mismo, pero veo cómo su brillo se apaga cuando él está cerca.
—Mmm —hizo Edward, asintiendo levemente—. Sí, usa su don para darle sentimientos falsos. Incluso cuando no está cerca de ella, su mente sigue girando en torno a él, pero lo ha hecho tanto tiempo que ella cree que es solo… atracción.
—¿O tal vez ve algo sobre su futuro que no me ha contado? —dije riendo—. Sabe ser paciente cuando hace falta.
Edward sonrió y se inclinó para besarme la frente, susurrando:
—Si lo ha hecho, no lo he visto en su mente. —Lanzó una rápida mirada al salón de fiestas, pero luego sus ojos dorados regresaron a mí—. Esme me ha dado permiso para escapar contigo. ¿Lista?
Solté una risita y mis ojos se dirigieron al otro lado del salón, donde Carlisle y Esme bailaban. Su sonrisa era dulce.
—Sí, está bien —le dije, tomando su mano cuando se puso de pie.
~oOo~
EDWARD
Le dijimos a Carlisle y Esme que nos íbamos, y saludé con la mano a Carmen y Eleazar. Ya habíamos permanecido el tiempo suficiente, y necesitaba algo de margen para lo que tenía planeado antes de la medianoche. Todas sus mentes estaban centradas en Bella: su belleza, su silencio, su elegancia. Eleazar, que tenía la habilidad de detectar dones en otros, me dijo en silencio que si Bella alguna vez elegía convertirse en uno de los nuestros, podría terminar siendo bastante poderosa. Mi incapacidad para leer su mente quizá indicaba algo sorprendente si llegaba a ser vampira. Su suposición era que podría ser un escudo, aunque no lo afirmaba con certeza, ya que aún era humana.
Sin embargo, me sentía un hombre humilde al escuchar los pensamientos de extraños sobre la chica a mi lado. Bella no parecía preocuparse por su cicatriz, pero era, sin duda, lo que la gente notaba primero, antes de verla como persona. Su curiosidad e imaginación vívida resonaban fuerte en mi cabeza, dándome imágenes de crímenes terribles y violentos contra mi Bella. Ninguno era acertado. Ni uno solo. Sin embargo, cuando los hombres realmente la observaban, sus pensamientos se tornaban lujuriosos, y no podía decidir cuál era peor. Ella era una mujer hermosa, y me di cuenta de que tendría que acostumbrarme, me gustara o no. Me consolaba, sin embargo, saber que era conmigo con quien hablaba, y que era a mí a quien buscaban sus ojos en una sala llena de gente. Ese pensamiento me hizo sonreír mientras la ayudaba a ponerse el abrigo.
Cuando llegamos al vestíbulo del hotel, capté la mente de Jasper. Estaba recargado afuera, en la esquina. Quería en verdad estar molesto con mi chica, pero no podía, porque ella lo había confrontado sinceramente por lo que había estado haciendo con Alice. Era una buena amiga y probablemente veía y escuchaba más de lo que nosotros sabíamos, considerando que compartían habitación.
—Hermano, por favor dile que lo siento. Tiene razón. Nunca debí presionarte, cuando yo no tengo el valor para hacer lo mismo.
Le lancé una mirada, negando con la cabeza y hablando lo suficientemente bajo para que los humanos a nuestro alrededor no oyeran.
—Tus intenciones fueron honorables, Jasper. Tal vez deberías hablar con Carlisle —le sugerí—. Sabes que fue Alice quien le dio a Bella la idea de que había un vampiro en el ala este, ¿cierto? No un fantasma. —Sonreí cuando su boca se abrió de sorpresa—. Solo digo, hermano.
Le dediqué una última sonrisa antes de abrirle la puerta del auto a Bella y volver a centrarme en su hermoso rostro.
—¿Y esa sonrisa? —me susurró.
Soltando una risita, cerré la puerta y caminé hacia el lado del conductor. Una vez dentro, me giré hacia ella.
—Jasper te manda sus más sinceras disculpas. Otra vez.
Ella lo desestimó con un gesto.
—Él te debe la disculpa a ti. No a mí.
Por un instante fugaz, la vi como la inmortal que podría llegar a ser. Y me invadió una oleada de posesividad, porque sería feroz, protectora y completamente mía. Y la deseaba. La deseaba con tanta fuerza que un ronroneo bajo escapó de mí cuando me incliné para besarle la sien. Estaba completamente dispuesto a esperar, pero eso no significaba que la deseara menos.
—¿Y ahora adónde vamos? —preguntó.
—Ya verás —respondí, riendo suavemente.
Conduje por la ciudad con la mano de Bella en la mía. Cuando estacioné en una calle de un vecindario antiguo, ella miró a su alrededor. No estábamos lejos de su casa, solo a unas calles de distancia.
Abrí la puerta del copiloto y tomé su mano para ayudarla a bajar. A ambos lados de la calle se alineaban brownstones, uno tras otro. La guie por los escalones de uno de ellos e introduje mi llave en la cerradura.
Antes de dejarla entrar, me volví hacia ella, de pronto nervioso.
—Cuando… cuando estudiaba en Harvard, no vivía en el campus. Vivía aquí.
—¿Esto es tuyo? —preguntó, con una sonrisa formándose en la comisura de sus labios.
—Sí. Empecé a renovarlo hace unos meses. No necesitaba mucho; lo había estado alquilando, pero cuando los últimos inquilinos se mudaron, decidí quedármelo. Para mí.
Ella rio suavemente.
—Y yo que pensaba que lo del apartamento era solo una mentira para mi mamá.
Sonreí mientras abría la puerta, negando con la cabeza.
—No, solo… omití algunos detalles.
El lugar era mucho más moderno de lo que había sido alguna vez. Ahora tenía calefacción central —que me había asegurado de encender antes de traerla—, los pisos de madera estaban restaurados, y aunque algunos muebles eran antiguos, la mayoría eran nuevos, incluyendo el piano de cola que era el centro de la sala. Sonreí cuando Bella corrió hacia él.
—Es tan hermoso… —susurró, acariciando con un dedo la brillante superficie negra.
No estaba seguro de poder decirle que era una adquisición reciente. Lo había comprado para ella en cuanto supe dónde vivía. Tampoco sabía si debía confesarle que había conservado ese lugar solo para estar cerca, incluso si ella no me hubiera aceptado.
—¿Puedo? —preguntó, señalando la tapa del teclado.
Solté una risa baja y tomé sus manos entre las mías.
—Sí, lo que desees. Pero primero déjame darte el recorrido. Vas a necesitar el abrigo para eso.
Asintió con entusiasmo, entrelazando sus dedos con los míos mientras le mostraba cada habitación. En el segundo piso había un cuarto de huéspedes, una oficina y un baño, pero el tercero era una suite principal, completamente amueblada. La vista de la cama grande me puso nervioso, pero Bella no dijo nada al respecto, lo que me hizo desear egoístamente poder leer sus pensamientos. Me pregunté si se imaginaba a sí misma ahí conmigo, algo que me venía rondando desde hacía semanas. Me parecía vulgar, una falta de respeto pensar en ella de ese modo, pero cada parte de mí deseaba probarle cuánto la amaba.
Finalmente, la llevé al techo, donde había colgado luces blancas sobre nuestras cabezas. Había una vista perfecta de otra parte de la ciudad, y sonreí cuando unos fuegos artificiales estallaron a lo lejos y el sonido de una fiesta, a unas casas de distancia, flotó por la calle. Nevaba ligeramente, pero el clima no era tan frío como para preocuparme de que Bella se resfriara, y ella parecía bastante feliz allí arriba.
Se recargó contra el borde del techo, mirando hacia abajo, luego a los fuegos artificiales improvisados, y finalmente hacia mí.
—Este lugar es realmente lindo.
—Eres bienvenida cuando quieras —le dije con sinceridad, encogiéndome de hombros y dedicándole una sonrisa—. Incluso si…
Frunció el ceño, pero alzó la mano para apartarme el cabello de la frente.
—¿Incluso si…qué?
Me recargué en la pared del techo junto a ella, pero me giré para mirarla de frente.
—¿Has pensado realmente en esto, Bella? ¿Lo que significa? —le pregunté, señalando entre los dos—. Yo no puedo… jamás podré amar a alguien más. Es imposible para mí. Ahora que tú… —suspiré, mirando la ciudad por un instante—. Solo serás… tú. Pero tú tienes opciones, y aún eres joven.
—¿Mi edad es un problema para ti?
—No, nunca… bueno, tal vez en algún momento, pero no ahora, dulzura —respondí, llevándome la mano a su rostro para apartar un rizo suelto—. El tiempo pasa bastante rápido para los de mi especie, pero puedo esperarte toda la eternidad… si eso es lo que quieres.
—¿Crees que es diferente para mí? —preguntó en voz baja, sonriéndome con dulzura, aunque su sonrisa se desvaneció pronto—. ¿Recuerdas hace unos meses, cuando me preguntaste qué estaba pasando por mi cabeza? Te dije que no querías saberlo. ¿Recuerdas? —susurró, y cuando asentí, continuó—. Estaba… molesta ese día. Cancelaste nuestra clase de piano. Sentía muchas cosas en ese momento —suspiró, sus ojos destellando con chispas multicolores cuando un nuevo fuego artificial iluminó el cielo—. Pero, sobre todo, me di cuenta de que sentía más por ti que un simple enamoramiento por mi tutor… y pensé que no podría tenerte. —Llevó los dedos a mis labios cuando intenté contradecirla—. Ahora sé que sí puedo, y que, por alguna extraña razón, tú sientes lo mismo. Edward, eso no va a desaparecer.
Asentí, recordando algo que Esme me había dicho. Me aseguró que Bella sentiría lo mismo, a pesar de su humanidad. Me dijo que entendería ese lazo, esa necesidad de permanecer cerca, de estar juntos. Todo lo que me había dicho resultó ser cierto.
Se estiró y tiró de mí por la solapa de mi abrigo.
—No quiero que desaparezca. Esa es mi elección. No necesito pensarlo. Sé lo que siento.
Cerré los ojos y apoyé mi frente contra la suya mientras la abrazaba. Inhalé profundamente su aroma, flores y un toque leve de perfume que había usado esa noche. Me envolvía igual que sus brazos. Vi la imagen de unas alas blancas, las que Giselle había visto en su bola de cristal tiempo atrás, y era perfecto, y real.
—¿Por qué conservaste realmente este lugar? —preguntó en un susurro, pero su leve sonrisa me dijo que probablemente ya lo sabía.
—Para estar cerca de ti —respondí con una media sonrisa.
Su risa fue dulce y sensual a la vez, pero ambos alzamos la mirada cuando la fiesta al final de la calle empezó a contar regresivamente desde el diez. Empecé a besarla en el conteo del dos y no me detuve hasta mucho después de que estallaran los fuegos artificiales, sonaran las cornetas y comenzaran los cánticos.
Sus labios estaban fríos por el clima, pero su boca era calor y deseo mientras su lengua acariciaba la mía. El dulce y sensual gemido que vivía por escuchar llegó a mis oídos, y cerré los puños en su abrigo solo para acercarla más. Sabía que tenía que bajar el ritmo. Si no, temía perderme en lo que éramos. Dejé tres besos suaves sobre sus labios antes de separarme, preguntándome cómo sería la vida cuando volviéramos a la escuela, pero me di cuenta de que en realidad no importaba. Solo tomaríamos lo que viniera.
—Feliz Año Nuevo, Edward —me susurró, sonriéndome.
Rozando mis labios con los suyos una vez más, le respondí:
—Feliz Año Nuevo, amor mío.