Capítulo 18
22 de octubre de 2025, 10:37
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Capítulo 18
Enero de 2002
EDWARD
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Ignorando los sonidos y olores de cada estudiante y miembro del personal al otro lado de las paredes del pasadizo oculto, me dirigí hacia el auditorio tan rápido como me fue posible. Había regresado a Hunter's Lake desde muy temprano en la mañana, pero había tenido que evitar ver a mi Bella. Sabía que en el segundo en que pusiera los ojos sobre ella, no podría controlarme. Necesitaba tocarla, besarla, ahogarme en su esencia… pero no podía. Sabía que tenía clases y exámenes.
En lugar de rondar por los pasillos, me fui de caza, atrapando un par de linces y algunos ciervos. Necesitaba saciar mi sed, aunque solo fuera para calmar mi temperamento respecto a Demetri Brown. Tenía que recuperar el control antes de ver a Bella, o mi instinto de reclamarla me sobrepasaría. Había sentido cómo ese impulso crecía dentro de mí durante todo el camino de regreso a Masen Manor desde Boston.
Carlisle me había acompañado unas horas en las montañas Adirondack para cazar. Le había entregado el cuchillo que Tanya le había quitado a Brown. Le conté todo lo que había descubierto, y él me dijo que no había habido señales de James, ni de ningún otro inmortal, en los terrenos del castillo mientras yo estuve fuera.
Entré bruscamente por el armario de disfraces, sonriendo al ver que Bella había llegado al auditorio antes que yo. Giró casi demasiado rápido al verme aparecer, pero prácticamente temblaba fuera de su propia piel. Su respiración era superficial, sus manos se retorcían y jugaban entre sí al frente, y sus ojos se veían condenadamente cansados. Pero, Dios… era una visión para estos ojos dolidos.
—Edward —suplicó en voz baja, frunciendo el ceño, y cambió su peso de un pie al otro mientras yo me acercaba.
—Oh, amor… —gemí, negando con la cabeza—. No lo reprimas.
Eso pareció sacudirla, y echó a correr por el escenario. Estaba en mis brazos, rodeándome con su cuerpo, antes de que pudiera tomar el siguiente aliento. Era calor y piel suave y piernas fuertes y la definición misma del amor, todo envuelto alrededor de mí.
La presioné suavemente contra el costado del piano, apartando su cabello.
—Nunca, nunca reprimas lo que sientes. ¿Entiendes? —susurré, escaneando su hermoso rostro con la mirada.
Asintió, frunciendo un poco el ceño. —Es abrumador extrañarte tanto.
—Lo sé. Para mí también —respondí, inclinándome hacia ella.
Mi boca reclamó la suya con movimientos largos y lentos de mi lengua. Deslicé los dedos en su cabello para mantenerla contra mí, pero con la otra mano me sostuve contra el piano a su espalda, solo para evitar agarrarla, tocarla, sentirla en todas partes. Era tentación y pecado y todo lo peligroso, y lo único que nos separaba eran mis pantalones y lo que fuera que llevaba puesto debajo del uniforme. El calor era abrasador, pero el lento, ondulante movimiento de sus caderas era una tortura deliciosa.
Sin embargo, cuando el aroma puro de ella llenó el aire con tal intensidad que pude saborearlo en mi lengua, dejé escapar un gruñido bajo, separándome de sus labios para dejar una estela de besos por su garganta y su cuello, prestando especial atención a la cicatriz un poco más que a la piel perfectamente lisa que la rodeaba.
—Jesús, Bella… tú… tu aroma… el calor —gemí, dejando caer la frente en su hombro.
—Lo siento… —jadeó, y pude sentir cómo sus mejillas se calentaban aún más por la vergüenza.
Levantando la cabeza, le tomé el rostro con una mano.
—Mírame —susurré, rozando mis labios con los suyos. Cuando sus ojos preocupados y ansiosos se encontraron con los míos, volví a besarla—. Dije que no lo reprimas… Me refería a cada parte de ti. —Cuando asintió con duda, volví a besarla y luego apoyé mi frente en la suya—. No te disculpes… No lo estoy odiando, amor. Eso debe ser evidente.
Sonreí cuando ella me dedicó una sonrisa traviesa y ladeada. Se sostuvo de mi hombro con una mano mientras con la otra acariciaba con cariño mi cabello y luego mi rostro.
—No sé cómo Carlisle soporta que Esme se vaya por días a reclutar estudiantes —suspiré, embriagado por sus caricias y la sensación de sus largas piernas desnudas enredadas a mi cintura.
—Muchas llamadas —susurró Bella contra mi mandíbula, sonriendo cuando solté una risa—. Me lo dijo esta mañana en el desayuno.
Soltando una risa, me aparté un poco para verla de nuevo. —Te amo.
—Siempre —respondió ella, inclinándose hacia mi mano que acariciaba su rostro. Pero pasé el pulgar bajo sus ojos. Había ojeras donde antes no había ninguna.
—Dulzura, ¿no dormiste?
Asintió, pero soltó un suspiro profundo. —Pesadillas. Fueron bastante malas mientras estuviste fuera.
Fruncí el ceño y le di un beso breve. —Lo siento —dije con sinceridad, preguntándome si de alguna manera mi presencia realmente mantenía a raya esos sueños, solo con estar en el castillo.
—Ya volviste. Eso es lo que importa. —Suspiró con satisfacción, apoyando su cabeza en mi hombro y acurrucándose en mi cuello. Pero sus labios se abrieron contra mi piel, provocando un gemido de mi parte.
El ruido fuerte de los pensamientos de alguien me golpeó de lleno, trayéndome de vuelta a la realidad de dónde estábamos en verdad. Cualquiera podía entrar y encontrarnos en la posición en la que estábamos, y no sería algo bueno.
—Bella —susurré, apartándola del piano. Caminando hacia el banco, gemí—. Tenemos… que parar. No solo porque alguien podría entrar, sino porque no sé cuánto más pueda resistir el caballero que hay en mí.
Ella rio, pero soltó un gritito de sorpresa cuando la senté sobre el frío cuero del banco del piano. No me soltó, así que me arrodillé frente a ella.
Tomando su rostro entre las manos, suspiré con satisfacción.—Extrañaba esta carita hermosa. —Ella volvió a sonrojarse, lo que me hizo soltar una risa baja—. ¿Qué pasó por aquí?
Bufó, rodando los ojos. —Nada. Fue aburrido. —Cuando sonreí, preguntó—: Y a ti, ¿cómo te fue?
Haciendo una mueca, respiré hondo y exhalé lentamente. —¿Estás segura de que quieres hablar de eso ahora? —pregunté, señalando el piano.
—Sí. Mi canción ya está casi lista, Edward, y el recital es dentro de un par de meses. ¿No puedes simplemente contarme? —suplicó, aunque su expresión lucía algo dudosa.
Mirando alrededor, lo pensé un momento y luego asentí. —Está bien, pero no aquí, amor. —Me puse de pie, me colgué su mochila al hombro y le ofrecí mi mano—. Vamos, Bella. Iremos a un lugar donde no puedan escucharnos.
La guie por el pasadizo trasero hacia el ala este. Al acercarnos a mi puerta, entorné los ojos y negué con la cabeza al entrar y encontrar a Jasper y Jacob jugando videojuegos en mi televisor.
—Adelante, pónganse cómodos, imbéciles —gruñí, lo que solo provocó risas y sonrisas, incluida la de Bella.
—Te estábamos esperando. ¿Qué? ¿Nada de clases de piano? —preguntó Jacob, pero se detuvo al mirar por encima del hombro.
Cuando la vieron, Jasper se puso de pie, sonriendo como un maldito idiota.
—Aww, ¿necesitan un chaperón?
Por sus pensamientos, supe que estaban demasiado concentrados en el juego como para haberla escuchado.
—¿Quieren una cara rota? —contesté, y luego los eché de mi sofá para que Bella pudiera sentarse.
Jake empujó a mi hermano para apartarlo y caminar hacia Bella.
—Lo hará, créeme. Yo apuesto por Edward —dijo, dándose un golpecito en la sien con una sonrisa, haciendo referencia a mi habilidad para leer la mente—. Es una maldita lástima que no puedan terminar con un ojo morado ni nada por el estilo. Eso sí que valdría la pena —le susurró a ella en tono cómplice—. Una vez se pelearon… destrozaron como cuarenta metros de bosque. Ni un solo rasguño. Los desgraciados me arrastraron con ellos y terminé con una pierna rota… durante unas cuatro horas.
Bella rio entre dientes, mirando entre los tres. —¿Solamente cuatro horas? —preguntó en un susurro.
Sonriendo, dije—: Jacob se cura muy rápido. Es una ventaja de su… condición.
Jacob se echó a reír, asintiendo con entusiasmo, sin la menor preocupación de que Bella supiera lo que era. Le agradaba, así que estaba contento de que ella lo supiera y quería lucirse un poco, aunque yo le había dicho que esperara. Aún no estaba seguro de cómo reaccionaría mi chica al ver que ese tipo alegre y grandote se transformaba de pronto en su enorme forma lobuna.
Miré hacia arriba cuando sus pensamientos me alcanzaron.
—No, más bien quédense. Escuchen lo que descubrí en Boston.
Eso cambió por completo el ambiente en la habitación. Los ojos de Jasper se oscurecieron al posarse brevemente en Bella. Jacob frunció el ceño y se sentó en el borde de la silla. Yo tomé el cojín al lado de Bella, mirando entre Jasper y Jake.
—Primero… ¿Alguna novedad por aquí? —pregunté, y ambos negaron con la cabeza. Pude ver en sus pensamientos que habían hecho varias rondas de patrullaje, incluso hasta adentrarse en las Adirondack, pero no habían encontrado nada.
—Bien.
—Nada, hermano. Pude haber ido contigo —comentó Jasper, cruzándose de brazos—. ¿Los mataste? —me preguntó mentalmente.
—No —dije, respondiendo a su pregunta silenciosa, aunque salió como un gruñido—. No es que no quisiera, pero tuve… ayuda.
—¿Quién? —preguntó Jacob.
—Tanya estaba cerca, en New York. Me impidió…
Me detuve, mirando a Bella, quien fruncía el ceño en mi dirección.
—Oh, oh… los celos la están invadiendo, hermano. —La advertencia de Jasper venía cargada de diversión, aunque estaba impaciente por saber qué había pasado.
Tendría que lidiar con los celos innecesarios de Bella cuando mis hermanos nos dejaran solos.
—Encontré a Demetri Brown —comencé simplemente, con el labio curvándose en odio mientras negaba lentamente con la cabeza.
Les conté que Jenks había hablado con Harry Clearwater, que había rastreado a Demetri y cómo Tanya había utilizado sus antiguas habilidades para hacerlo hablar.
Me incliné hacia adelante, llevándome las manos al cabello.
—Su mente… estaba tan maldita y corrompida —susurré, mirando a Bella—. Tu descripción ayudó. Era alto y delgado, justo como dijiste. Admitió que lo habían contratado para irrumpir en tu casa, junto con su hermano, Alec. Él… Él fue quien…
—Quien mató a mi papá —terminó Bella por mí en un susurro, con lágrimas acumulándose en sus dulces ojos marrones—. ¿Y lo dejaste vivir? —preguntó, casi con reproche.
Negué con la cabeza.
—Yo… Bella, hasta que no sepa todo, esto no ha terminado. Pero necesito cada maldito detalle antes de poder… Me costó no matarlo en ese momento, pero si lo hubiera hecho, habría alertado a su hermano, que ya se pregunta dónde diablos está su proveedor de marihuana, Felix.
Jacob resopló.
—Ese bastardo salió corriendo como alma que lleva el diablo con el dinero que le lanzaste. Se llevó a su mamá también.
Sonreí de lado, pero volví mi atención a Bella.
—Ni se te ocurra preocuparte porque todavía anden sueltos. ¿Qué te he dicho?
—Que nadie me va a tocar —respondió ella en voz baja, mirándome con preocupación.
—Exactamente —apoyó Jacob, guiñándole un ojo con una sonrisa—. No te preocupes. Ed está haciendo todo para llegar al fondo de esto, pero tiene razón. Si de repente empiezan a desaparecer todos los involucrados, levantaría demasiadas sospechas.
Bella asintió, tragando saliva con nerviosismo.
—Lo sé… Lo siento. Es solo que estoy…
—Asustada —concluyó Jasper, sonriendo con tristeza—. Es comprensible, pero no tienes por qué estarlo, querida. Es que… hemos hecho todo lo posible durante todos estos años por no matar humanos, por muy malvados que sean, así que entiendo por qué Edward está esperando. —Cuando Bella asintió y le sonrió con gratitud, mi hermano me miró—. Debe haber más. ¿Quién contrató a esos tipos?
—Phil Dwyer.
El nombre cayó como una piedra al suelo. El único sonido que se escuchaba era el latido frenético del corazón de Bella y su respiración agitada.
Volteando hacia ella, le tomé el rostro entre las manos.
—Respira, amor. Mírame —dije, inclinando su cara hasta que sus ojos se encontraron con los míos—. Tu madre está a salvo. Chelsea está a salvo. Te lo prometo. Harry Clearwater tiene a alguien vigilando tu casa. Y cuando llegue el receso de verano, no estarás sola en esto, pero tenemos que ser cuidadosos. Estos hombres son peligrosos y tienen amigos igual de letales, y si sienten que alguien descubrió lo que han hecho, podrían reaccionar mal. Tú eres lo primero, y yo…
Bella asintió, apretando mi mano.
—Está bien… solo dime qué estás pensando.
—La clave de todo esto es el padrastro —declaró Jacob con seriedad, poniéndose de pie y comenzando a caminar—, pero mientras ella esté aquí, podemos mantenerla a salvo.
—Estoy de acuerdo —suspiré, acercando a Bella contra mí y besando la cima de su cabeza—. Lo que tenemos que pensar es en el verano.
—Vamos todos —sugirió Jasper, encogiéndose de hombros.
—Funcionaría, salvo por Leah —dije, mirando a Jacob—. Podría quedarse conmigo en mi apartamento en el brownstone durante el verano.
Jacob sonrió.
—Le encantaría.
Bella se incorporó, mirando a todos nosotros antes de posar sus ojos en mí.
—¿Ustedes… harían eso? ¿Todos ustedes? ¿Dejarían todo por tres meses y… y…?
—Sí —respondimos todos al unísono.
Jacob se acercó y se sentó en la mesa de centro frente a ella.
—Eso es lo que hacemos. Cuidamos a los nuestros, Bella. Deberías saberlo ya —dijo, señalándome—. Si no fuera por Edward aquí… y por Carlisle, no estoy seguro de seguir viviendo hoy en día. Y probablemente mi mamá estaría leyendo la palma de la mano en algún sitio turístico para poder subsistir. Así que no te preocupes por nosotros tomando unas pequeñas vacaciones de verano… que casualmente serían en tu vecindario —agregó con una sonrisa y le guiñó un ojo, dándole una palmadita suave en la mano—. Y esta es la primera vez que me hablas… Me está gustando.
Ella se sonrojó adorablemente, bajando la mirada hacia sus manos.
—Gracias.
Me incliné para besarle la sien con una risa suave. Pero mi sonrisa se desvaneció al captar los pensamientos de Jasper, aunque esperé a que los organizara en algo que pudiera decir en voz alta.
Me miró directamente a los ojos.
—Como dijo el chico lobo, la clave es el padrastro —repitió lo que Jacob ya había dicho—. Si quieres atrapar a ese Alec Brown, probablemente tendrás que quebrar a Dwyer. Y para atraparlos, entregarlos a la policía, entonces tendrás que tener cuidado, mantenerte tras bambalinas. Si vas a… exterminarlos, entonces tendrás que tener aún más cuidado, hacerlo de forma invisible. ¿Qué dice Carlisle?
—Está en contacto con Clearwater y Jenks —respondí—. Están trabajando para reabrir el caso, conseguir que nuevos detectives lo investiguen. Clearwater tiene amigos en la fuerza en quienes confía, y va a entregarles el cuchillo que Tanya le quitó a Demetri. Carlisle y Clearwater están tratando de convencerlos de que la primera investigación fue un trabajo hecho a medias. Carlisle y Jenks también están tramando algo más, pero no sé qué es; están bloqueando esos pensamientos de mí.
Jasper resopló, esbozando una media sonrisa.
—Vaya uno a saber.
Hice un gesto despectivo con la mano.
—No importa —murmuré, mirando a Bella—. Lo único que me importa es la seguridad de Bella. —Sonreí cuando ella levantó la mirada hacia mí—. Todo lo que esté por encima de eso no es importante. Cómo los detengamos es irrelevante.
—Definitivamente —apoyó Jacob—. Y tenemos tiempo. Apenas empieza el año. Faltan unos meses para que termine la escuela. Aquí está a salvo.
Lo miré y asentí.
—Lo que significa que debemos mantener las patrullas. Si James regresa, me gustaría hablar con él, pero que haya huido me preocupa.
—Sí, nosotros nos encargamos —dijo Jasper con firmeza, poniéndose de pie. Se volvió hacia Bella—. Quiero… quiero darte las gracias, Bella… por mantener a Alice alejada de Hunter's Lake. Es…
Bella sonrió.
—La amo. También quiero que esté a salvo, pero se está poniendo terriblemente curiosa, Jasper. No me sorprendería que ya tenga sus propias teorías —dijo, mirándome—. Ella no puede… verlos a ustedes. A Jacob, tal vez… nunca le he preguntado. Pero a ti, a tu familia… para nada. Sus visiones se vuelven borrosas cuando se trata de ustedes. Lo que ve sobre ella misma, no tengo idea. Es bastante reservada con ciertas cosas.
—Lo sé —suspiré, asintiendo una vez—. He visto su mente. Está tan acostumbrada a las visiones borrosas que ya no le preocupan realmente. Te revisa constantemente, solo para ver si estás bien. Aparte de eso, vive con las pequeñas visiones que tiene todo el tiempo. Nunca he visto visiones sobre ella misma, pero tampoco estoy con ella tanto como tú.
Bella sonrió con dulzura, pero miró a Jasper.
—Haré lo posible por mantenerla aquí —prometió—. Rose ha sido lo suficientemente amable como para recoger lo que necesitamos, pero ella también se está poniendo un poco sospechosa. Le echamos la culpa a las tareas o lo que sea, así que… —Se encogió de hombros—. Podrías simplemente decirle a Alice…
La habitación se quedó en silencio, esperando la reacción de Jasper… que nunca llegó. Estudió a mi chica durante un largo momento de silencio, sus pensamientos corriendo sin parar. Sabía que Bella solo quería proteger a Alice, solo quería que su mejor amiga fuera feliz, y definitivamente no podía molestarse con ella por eso. De hecho, Jasper la respetaba profundamente por ello.
—No… No puedo, Bella —dijo en voz baja. Y luego sintió la ola de tristeza que la invadió, cuando ella me miró y luego volvió a él.
No necesitaba leer su mente. Su dulce rostro lo decía todo. Estaba muy triste de que Jasper y Alice quizás nunca llegaran a saber lo que ella sabía. Quería que su amiga conociera el amor puro.
Bella asintió en señal de aceptación, pero no dijo nada.
—No soy mi hermano, Bella. Las cosas que he visto, las cosas que he hecho… No soy… digno —dijo, rogándole mentalmente que lo dejara ir, que lo comprendiera.
Ella volvió a asentir.
—Sí… yo también me sentí así alguna vez.
Sonriendo con tristeza, pasé una mano por su cabeza y su cabello, besándole la sien.
Si algo podía llegarle a Jasper, era eso. Después de todo lo que había sentido, visto y descubierto sobre Bella, realmente la admiraba por su fortaleza. Escucharla admitir que alguna vez se sintió indigna no tenía mucho sentido para él.
Jacob arqueó una ceja hacia mí.
—Ahora entiendo lo de las alas envueltas a tu alrededor que mi mamá no paraba de repetir. Ella sí que es protectora, ¿no?
Sonriendo de lado, asentí una vez en su dirección, pero volví mi atención a Jasper cuando se arrodilló frente a Bella.
Sus emociones estaban agitadas por dentro. Estaba haciendo todo lo posible por contenerlas, en lugar de lanzarlas al ambiente. Había tristeza, preocupación, miedo, pero sobre todo… esperanza. Y esa última era la que más lo aterraba, la que lo hacía querer huir de la habitación, pero aún así se quedó frente a mi valiente y honesta chica.
—¿Sabes qué siento cuando estoy cerca de Alice? —le preguntó. Cuando ella negó con la cabeza, él sonrió con tristeza—. Pura alegría. No soy un tonto. Sé que su visión extra la hace sentirse como una marginada, que las cosas en su casa no son perfectas, pero a pesar de todo eso, Alice irradia felicidad. Prácticamente le brota por los poros, querida. Es feliz con simplemente existir. Encuentra lo bueno en casi todo lo que la rodea. —Suspiró profundamente, bajó la mirada al suelo y luego volvió a alzarla—. ¿Cómo… cómo podría ensuciar eso? Conoces mi historia. Edward te dijo de dónde vengo. ¿Cómo podría manchar toda esa alegría con… conmigo?
Bella ladeó la cabeza, frunciendo el ceño.
—¿Y si fuera al revés? ¿Y si ella fuera quien te hiciera brillar a ti? —le replicó—. ¿Y si dejaras de alejarla y permitieras que su felicidad te cambiara? ¿Y si fuera al revés, Jasper, cómo te sentirías? Deberías intentarlo. Una vez. Dejarla sentir lo que ella siente, en lugar de manipularlo.
Jasper sonrió.
—Buen punto, Bella. —Le sostuvo la mirada—. Lo intentaré, ¿de acuerdo? Lo intentaré.
La sonrisa de Bella iluminó por completo mi habitación, provocando risas en todos nosotros. Era triunfante y juguetona y llena de orgullo, y para mí, era jodidamente sexi.
—Oh, diablos. Bienvenida como nuevo miembro a esta familia tan jodidamente rara —soltó Jacob entre risas, negando con la cabeza. Le tomó la mano y le besó el dorso.
Mi chica se sonrojó, pero soltó una pequeña risa.
—Gracias.
Jacob le dio un manotazo en la cabeza a Jasper.
—Vámonos. Tenemos mierda que hacer, y necesito pasar a ver a mi mamá antes de irnos.
Jasper asintió y le dedicó una sonrisa ladeada a Bella, pero sus ojos se clavaron en los míos.
—Puede que seas el bastardo con más suerte que haya conocido.
Sonriendo, me encogí de hombros.
—Tal vez. —Una vez que nos dejaron solos, me volví hacia Bella, apartándole el cabello detrás de la oreja para poder ver su rostro—. ¿Estás bien?
Ella asintió, mirándome.
—¿Crees que lo hará?
Soltando una risita, asentí.
—¿Por ti? Sí, probablemente. Lo dejaste hecho polvo cuando dijiste que una vez te sentiste indigna. No lo entendió.
—Es una buena persona —afirmó, frunciendo un poco el ceño—. Solo que está… triste. Lo siento cuando está cerca. Y no es…
—No es tu propia tristeza. Sí, la veo en su mente —le dije, besándole la sien.
Se acurrucó contra mí con un suspiro profundo, pero sus dedos empezaron a juguetear con los botones de mi camisa.
—Edward…
—¿Hmm? —murmuré contra la cima de su cabeza, inhalando profundamente el aroma que tanto había extrañado mientras estuve fuera.
—¿Por qué…? —empezó, pero se enderezó de golpe y negó con la cabeza—. No importa…
Fruncí el ceño y le tomé el rostro entre las manos.
—¿Por qué qué? Dulzura, nunca sientas que no puedes preguntarme algo. Soy un libro abierto.
Su naricita se arrugó, pero sus mejillas se tiñeron de rojo. Sus ojos oscuros se encontraron con los míos.
—¿Por qué Tanya?
Solté un bufido, habiendo olvidado los celos que Jasper había sentido al mencionar a mi prima. Me giré por completo hacia ella, deslizando los dedos entre su cabello.
—Tanya estaba cerca, en New York. Sus hermanas son muy exigentes con ciertas cosas: ropa, joyas, zapatos… Ella había llamado a Esme para invitarla, pero Esme declinó. También le contó a Tanya sobre nosotros, sobre ti y sobre mí. Y Tanya me llamó, me ofreció su ayuda. Ella… ella me impidió matar a ese hombre anoche, Bella.
Mi chica asintió, pero no parecía convencida.
—Pero… dijiste… Dijiste que ella…
Sonriendo, le robé un beso con fuerza.
—Es familia, amor mío. Nada más. Es muy… visual mentalmente y me ha fastidiado desde el primer día, pero eso es todo. Tú eres la dueña de mi corazón. Nadie más. Me pidió que te diera un mensaje.
—¿Cuál?
—Dijo que te dijera que eres una chica muy, muy afortunada. Personalmente, yo creo que el afortunado soy yo, pero discutir con ella nunca me ha llevado muy lejos.
Bella soltó una risita, dándome un beso rápido.
—¿De verdad dijo eso?
—De verdad lo dijo, amor. Y cuando le conté sobre ti, le conté tu historia, no dudó ni un segundo en ayudarme.
Bella se sonrojó, pero se acercó más, hasta que simplemente trepó sobre mi regazo. Quise soltar un gemido al sentirla rodeándome, montándome, pero se me ahogó en la garganta con su beso. Mis ojos se pusieron en blanco de lo bien que se sentía, de lo bien que sabía, de lo bien que olía, mientras trataba de mantener quietas sus caderas. Si seguía moviéndose así, iba a tener un problema que solo una ducha podría solucionar… lo cual se estaba volviendo una costumbre desde que Bella había entrado al castillo.
Nos besamos por lo que parecieron días. Cuando Bella necesitaba respirar, yo me dedicaba a adorar su cuello con lamidas, succionando suavemente la piel de la que no me cansaba. Pero sabía que, si no parábamos, íbamos a hacer algo para lo que ninguno de los dos estaba listo aún.
Disminuyendo la intensidad, finalmente le tomé el rostro con ambas manos.
—Bella, por favor… tenemos que…
Su respiración era agitada cuando se separó, y sus ojos oscuros estaban tan llenos de deseo que dolía mirarla. Su deseo por mí la hacía aún más hermosa.
—Me gustó esta clase de piano —dijo con una risita dulce.
Gemí, dejando caer la cabeza contra el respaldo del sofá, lo que hizo que me besara la barbilla.
—Vas a ser mi perdición, amor. Te lo juro.
—Sí. —Rio suavemente—. Conozco la sensación.
Mi cabeza se alzó de golpe, y le sonreí justo cuando su estómago gruñó. Le di una palmada en el costado del muslo desnudo.
—Comedor, niña bonita. Te veré pronto.
Ella sonrió y me dio un beso rápido.
—Si no es antes…
~oOo~
BELLA
—Las autoridades afirman que la búsqueda de la mujer desaparecida en New York continuará durante todo el día y la noche…
Alice y yo nos miramos entre nosotras y luego volvimos a centrarnos en nuestro almuerzo. El comedor estaba tranquilo, salvo por las noticias que transmitían en la televisión de la esquina superior. La mayoría de los estudiantes había salido de visita a Hunter's Lake ese fin de semana. El tema más comentado era una joven de poco más de veinte años que había desaparecido a unos ochenta kilómetros de la escuela. Había salido a pasear a su perro hace dos noches y no se volvió a saber de ella.
Miré a Rose, cuyo rostro estaba un poco tenso y pálido por el informe. Solo podía imaginar lo que estaría sintiendo. Mientras que la mayoría de los estudiantes no prestaba mucha atención, ella y yo estábamos prácticamente mareadas solo de pensar en la pobre chica desaparecida. Crucé la mirada con Emmett, quien hizo una mueca leve. Había decidido quedarse ese día en la escuela simplemente porque quería vigilar a Rose.
Su enorme mano se posó con suavidad sobre el hombro de ella, dándole un apretón. Rose apartó la mirada de la pantalla, y una pequeña sonrisa asomó en sus bonitos rasgos.
La mesa detrás de ellos estaba ruidosa, así que miré alrededor de sus espaldas para ver a Mike y Jessica acurrucados con sus amigos. Por qué habían decidido quedarse un domingo escapaba a mi comprensión, pero habían estado bastante escandalosos desde que pusieron un pie en el comedor.
Alice los observaba con los ojos entrecerrados, sus fosas nasales se dilataban de vez en cuando, lo cual me hizo preguntarme qué estarían tramando los dos. La empujé suavemente con el hombro, dándole una mirada inquisitiva.
Ella frunció el labio con desprecio.
—Están planeando vengarse de nosotras, y ni siquiera fue culpa nuestra que los atraparan. Solo estaban siendo demasiado escandalosos cuando Rose y la señora C pasaban por ahí. Ni siquiera lo vi venir.
Emmett frunció el ceño, mirando por encima del hombro y luego de vuelta a ella.
—¿Venganza? ¿Qué tipo?
—Ese es el problema… No se deciden. Va a ser contra una o contra las dos. Mike quiere hacer que Bella hable en público. Jessica quiere humillarnos. Saben que, si lo hacen en la escuela, podrían terminar siendo expulsados. Pero han notado que Bella y yo casi no salimos al pueblo últimamente, así que están atrapados.
—¿Qué podrían hacer en el pueblo? —preguntó Rose, con el labio curvado de odio.
—Armar un escándalo en el restaurante, hacernos parecer ladronas en la librería o engañarnos para que vayamos a algún lugar donde nadie nos vea —enumeró Alice con indiferencia, encogiéndose de hombros—. He visto todas esas posibilidades, pero aún no se han decidido por una.
—Lo harás —afirmé suavemente, asintiendo una vez antes de beber un sorbo de agua.
Alice sonrió.
—¡Claro que lo haré! —canturreó, dándome un leve empujón de vuelta—. ¡Dios, vi cómo Messica hizo honor a su apodo el viernes por la noche! ¡Ojalá hubieras estado! Sé que estabas en piano, pero, dulce Jesús, ¡eso fue de lo más gracioso!
Emmett estalló en carcajadas, echando la cabeza hacia atrás.
—Oh, maldita sea, Bella —resopló, secándose las lágrimas—. ¡Tendrías que haberlo visto! Estaba trabajando en la cocina por su detención escolar, y la señora Odom la mandó a traer una bandeja enorme de puré de papas. Ya sabes, para poner en la línea —explicó, señalando con el pulgar detrás de él hacia la fila del buffet—. Alice aquí empieza a reír, y lo único que dijo fue «Messica», justo antes de que se escuchara un estruendo y después gritos allá.
Alice soltó una carcajada, seguida de Rose, pero yo miré a Emmett, esperando el resto de la historia.
—Justo cuando Messica iba a volver a la cocina, las puertas vaivén se abren de golpe y ella y la señora Odom chocan. Salsa, ejotes y demás porquerías salieron volando por todos lados. ¡La señora Odom estaba tan furiosa que empezó a gritar! ¡Ambas quedaron cubiertas de comida!
Toda la mesa estalló en risas, haciendo que varias cabezas se giraran. La chica en cuestión nos lanzó una mirada de odio mientras comenzaba a levantarse de la mesa.
Solté un suspiro profundo, mirando a Alice, cuyos ojos se nublaron por un instante. Cuando volvió en sí, tomó una papita frita y la lanzó al borde de la mesa, haciéndola caer al suelo. Todo ocurrió en cámara lenta.
La señora C, Jasper y Edward entraron al comedor justo cuando Jessica cruzaba el piso. Sin embargo, su zapato pisó el trozo de papa, lo aplastó y la hizo resbalar, cayendo de nalgas en medio de la cafetería.
Nuestra mesa estalló en carcajadas nuevamente, al igual que la pequeña mesa vecina y el personal de cocina detrás de la línea de servicio. El rostro de Jessica se puso de un tono púrpura cuando se levantó del suelo.
—¡Hiciste esa mierda a propósito, psicópata! —bufó, lanzándose hacia nuestra mesa.
Alice se inclinó hacia adelante.
—Pruébalo, Messica —susurró—. Ese apodo te queda perfecto…
Resoplé, negando con la cabeza, pero me detuve cuando Mike se acercó a la mesa.
—Rarita, ¿tienes algo que decir? —me preguntó.
—¡Basta! —se escuchó a mis espaldas, lo que me hizo dar un respingo.
Yo había visto y escuchado a Edward en varios estados de ánimo, pero podía notar cuándo estaba furioso. Odiaba que me llamara a mí misma «rarita», así que no podía imaginar lo que haría con Mike. Giré la cabeza y me encontré con una mirada cargada de odio puro y furia, algo que era tan hermoso como aterrador al mismo tiempo. Negué una vez con la cabeza hacia él. Por un instante, deseé que pudiera leer mi mente, aunque al ver mi cara, se relajó un poco, quedándose al lado de Esme y Jasper.
La señora C dio un paso al frente, observándonos a todos. Miró a Mike y Jessica con un desprecio apenas contenido, pero su expresión hacia Alice era diferente, ligeramente decepcionada.
—Me temo que no tiene que demostrarlo —suspiró con cansancio—. Lo vi todo. Alice, hiciste que ella se resbalara a propósito. Tú y la señorita Stanley irán con Jasper al invernadero, donde estoy segura de que podrá mantenerlas ocupadas durante las próximas horas.
Quise reírme, y por la expresión en el rostro de Edward, él también. No podía imaginar lo que estaría escuchando en sus pensamientos. El rostro de Jasper era puro pánico y miedo mientras giraba la cabeza para lanzarle una mirada a Esme. Alice, en cambio, parecía como si hubiera ganado la lotería, pero fue el puchero de Jessica lo que coronó todo.
—¡Yo no hice nada! —protestó en voz alta.
—Oh, estoy segura de que estabas tramando algo. Llámalo intuición —contestó la señora C, rodando los ojos y haciéndole un gesto para que se fuera—. Sin discusiones. ¡Vamos! Las dos.
Rose, Emmett y yo los observábamos con la boca abierta y carcajadas apenas contenidas. Pero vi cómo el hermoso rostro de mi Edward se ensombreció y sus puños se cerraron antes de que se los metiera rápidamente en los bolsillos delanteros de los jeans.
—Newton, ¿tienes algo que decir? —le preguntó, con la voz baja y letal, haciendo la misma pregunta que Mike me había hecho a mí.
Mike palideció, negando con vehemencia.
—N-No. —Retrocedió lentamente, con las manos en alto en señal de rendición.
—Sabia decisión —murmuró Edward, con el labio temblándole apenas.
Alice se levantó de la mesa recogiendo sus cosas. Jessica se fue pisando fuerte para hacer lo mismo. Jasper parecía un hombre derrotado mientras las guiaba a ambas fuera del comedor.
La señora C y Edward los siguieron, pero por otro camino. Después de tirar mi basura, subí a mi habitación en el dormitorio. No estaba segura de qué haría todo el día sin Alice cerca. Normalmente nos hacíamos compañía los fines de semana, cuando todos se iban al pueblo.
Entré a mi habitación y solté una risita al ver una de las escenas más lindas que había visto en mi vida. Edward me esperaba pacientemente sentado al borde de mi cama.
—Realmente necesito mejores cerraduras —bromeé.
Sonrió, negando con la cabeza y abriendo los brazos para mí.
—No, no las necesitas. Además, las cerraduras no pueden impedir que llegue hasta ti.
Solté una risita mientras tiraba la mochila sobre la cama detrás de él y me acercaba a sus brazos. Sus fuertes brazos me envolvieron por completo mientras enterraba el rostro en mi cuello. Inhalé profundamente su aroma, y mis dedos se deslizaron con suavidad por su cabello.
—Gracias —murmuró contra mi piel, dejando un dulce beso allí.
—¿Por qué? —pregunté, alejándome solo lo suficiente para verle el rostro.
—Por detenerme con Newton —respondió con suavidad, frunciendo el ceño—. Algún día, esos dos van a meterse en un problema muy serio.
—Oh, probablemente —asentí—. Pero ellos mismos hundirán su barco, Edward.
Me sonrió con esa curvatura torcida en los labios.
—Tal vez.
—Ahora… —dije mientras me acomodaba completamente sobre su regazo, lo que provocó una risa baja de su parte—. ¿Se puede saber por qué te colaste en mi habitación, señor Cullen?
Él bajó la mirada aún sonriendo, y me pregunté si el Edward Masen humano estaría ruborizado en ese momento. Cuando sus ojos se encontraron con los míos, estaba dispuesta a apostar que sí. Había momentos en que era tímido y nervioso, lo cual era absolutamente adorable.
—Bueno, ya que tu cómplice de crímenes está…
—¿Pagando condena? —ofrecí, riendo.
—Sí, eso. Estaba pensando si te gustaría venir conmigo. —Su voz fue suave, tímida.
—¿A dónde?
—A casa de Leah —me respondió, fijando su mirada en la mía—. Iba a pasar a verla hoy. Y ha estado rogando por conocerte, por verte de verdad. Solo que… quiero decir, con todo lo que hemos descubierto, tal vez sea hora de que te lea. Que nos lea… juntos.
—¿Estás seguro? La última vez que hablamos de esto dijiste…
—Lo sé —me interrumpió, besándome los labios a modo de disculpa—. Dije que era fácil de malinterpretar y que solía decir cosas duras, pero… quiero ver qué dice. Las cosas están cambiando, dulzura, y quiero estar preparado.
Edward me había contado la última predicción que Leah le hizo justo cuando yo llegué a Masen Manor. Me explicó lo que ella había visto: tres cartas de la muerte, ojos de vampiro rojos y secretos revelados. Asumimos que lo último se refería a que yo descubrí lo que Edward realmente era, pero sabía que aún le daban vueltas en la cabeza las otras dos cosas.
Incliné un poco la cabeza, acercándome lentamente hasta presionar mis labios contra los suyos. El primer contacto siempre era frío, pero luego se transformaba en calor, fuego y esos cosquilleos que sentía de pies a cabeza. Lo empujé hasta que cayó de espaldas sobre mi cama, llevándome con él. Solté una risita mientras quedaba encima de él, con mi cabello formando una cortina de rizos oscuros alrededor de nosotros.
—A ver si entiendo bien —lo provoqué, haciéndolo reír y morderse el labio inferior—. ¿Prefieres que te lean las palmas en lugar de aprovechar que mi cuarto está vacío?
Su risa era una mezcla de diversión y nervios, pero me tomó el rostro entre las manos, acercándolo al suyo para besarme.
—No. Para nada. —Cuando arqueé una ceja, se rio aún más—. Dios, Bella… —Suspiró feliz, jugando con un mechón de mi cabello—. No tienes idea de cuánto deseo simplemente… huir contigo. Solo tú y yo. Siempre, sin nadie más. —Su rostro se suavizó, y sus ojos dorados eran como caramelo cálido y dulce—. No… confío en mí mismo cuando se trata de ti, dulzura. Te deseo y te necesito todo el tiempo, y ya eres lo bastante tentadora en un cuarto lleno de gente. A solas, hay una parte de mí que no quiere, y puede que no pueda, detenerse. No creo que ninguno de los dos esté listo todavía. Hay muchas cosas que debemos considerar.
Lo dijo con tanto cuidado, como todo un caballero, que le sonreí. Era sexi, seguro de sí mismo y talentoso, pero ese lado suave, dulce y noble era casi igual de irresistible. Rodó sobre sí mismo hasta que quedamos cara a cara de lado. Nuestros ojos se encontraron cuando su mano bajó por mi brazo hasta entrelazar sus dedos con los míos, y luego los llevó a su boca para besarlos.
—Y tu habitación del dormitorio no es precisamente lo que tenía en mente —añadió con una risa leve, besando cada dedo—. Puedo escuchar a todos… justo afuera de este cuarto. Es demasiado distractor.
Solté un gemido, haciendo una mueca solidaria.
—Uf… eso debe ser horrible.
Él rio, besándome la frente.
—A veces lo es.
Le sonreí, recorriendo con la yema de los dedos cada rasgo perfecto de su rostro: sus cejas marcadas, su mandíbula, sus labios.
—Yo… también quiero eso contigo —admití en voz baja, cerrando los ojos cuando apoyó su frente contra la mía, y la cama vibró levemente con el ronroneo profundo que surgió de su pecho—. A veces, cuando estamos así… es abrumador. Perfecto y asombroso, pero como un tren sin frenos.
Edward sonrió, cerrando los ojos brevemente.
—Lo sé, dulzura. Por eso quiero que vayamos despacio, esperar el momento adecuado. No hay prisa. Soy tuyo para siempre.
Se me llenaron los ojos de lágrimas al escuchar lo dulce que sonaba eso.
Me tomó el rostro entre las manos, secando mis lágrimas con los pulgares.
—Supongo que, si fuera humano, esperaría hasta el matrimonio, pero lo nuestro es mucho más que una relación convencional. Además, jamás podría hacerte daño, Bella, así que necesito estar absolutamente seguro de poder controlar cada una de mis acciones. ¿Tiene sentido?
—Sí —asentí, sonándome un poco la nariz, pero sonriendo y dándole un beso—. ¿Matrimonio?
Soltó una risa nerviosa, pero se tensó un poco en mis brazos, como preparándose para un rechazo.
—¿No es algo que…?
—Algún día, Edward. Claro que sí —dije riendo—. Pero no ahora. Eso sería como una boda a la fuerza.
Se rio y me besó con fuerza. Nos sentó en la cama, pero me apartó el cabello del rostro.
—Sí, los tiempos han cambiado desde que era humano, pero antes las vidas eran más cortas. Nosotros tenemos todo el tiempo que quieras estar conmigo, amor.
Rodé los ojos y le sonreí.
—Para siempre suena bien, Edward.
Su sonrisa fue deslumbrante y desgarradora al mismo tiempo, dulce y sexi por su intensidad.
—Sí, señora.
Me subí más a la cama, envolviéndolo desde atrás con los brazos y besándole la mejilla justo cuando él giraba la cabeza, divertido.
—Bueno, vamos. Vamos a ver a Leah.
Sentí su risa más de lo que la oí, pero se levantó, cruzó mi armario y desapareció en el pasadizo oculto antes de que mis ojos se ajustaran por completo a la oscuridad. El viento que agitaba mi cabello me decía que íbamos muy rápido, pero apenas si sentía el movimiento.
Una grieta de luz se abría más adelante, y emergimos en un día nublado. Salimos por el mismo sitio al que Edward me había llevado antes, solo que esta vez giró en la dirección opuesta. Edward aminoró la marcha… y luego se detuvo por completo. Cuando me asomé por encima de su hombro, se me detuvo el aliento en la garganta.
De pie frente a nosotros, tan grande como un oso, había un lobo. Su pelaje era de un rojo óxido, sus patas enormes, y su cabeza estaba ligeramente ladeada mientras nos lanzaba una mirada intensa.
—Maldita sea, Jacob —gruñó Edward—. ¡La estás asustando!
—Oh… —susurré, sonriendo un poco—. ¡Hola, Jacob!
No pude evitar soltar una risita cuando el enorme animal se agachó sobre sus patas delanteras, con la cola moviéndose en el aire detrás de él. Luego rodó sobre su espalda como un cachorro pidiendo caricias en el vientre.
—Por el amor de todo lo sagrado… —murmuró Edward entre risas—. ¿Te puedes levantar?
Jacob resopló, se sacudió por completo y luego se sentó sobre sus patas traseras. Edward ladeó un poco la cabeza al tiempo que me bajaba al suelo. Se volvió hacia mí, ofreciéndome la mano, aunque su rostro estaba mucho más serio.
—¿Qué pasa? —susurré, preocupada de que algo anduviera mal.
—Leah nos está esperando. Nos vio venir.
Nos condujo hasta la puerta de la cabaña más adorable que había visto en mi vida. Y de pie en el umbral estaba la anciana que había visto una sola vez en el restaurante de Hunter's Lake. Su rostro era arrugado, su postura algo encorvada, pero sus ojos nos escudriñaban con agudeza.
—Entren, mis amores —dijo, apartándose a un lado—. Tenemos que hablar.
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*Un brownstone es un tipo de casa clásica de varias plantas, hecha con piedra marrón rojiza, muy común en New York.