Capítulo 21
22 de octubre de 2025, 10:37
Nota de la autora: Mis prelectoras me pidieron que pusiera una ADVERTENCIA DE PAÑUELOS para este capítulo. Y es por más de una razón. Las dejaré continuar…
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Capítulo 21
Marzo de 2002
EDWARD
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La lluvia azotaba mi ropa, las gotas cayendo como agujas romas contra mi piel mientras corría, pero seguí adelante. Voces de enojo y pánico retumbaban en mi cabeza, lanzando instrucciones silenciosas, advertencias y consejos. Siendo el más rápido, tenía ventaja, pero empezaba a pensar que Carlisle tenía razón con su teoría: Victoria tenía algún tipo de don. Podía evadir como nada que hubiera visto antes.
Un rayo azul grisáceo iluminó el cielo y, con él, la cabellera roja ardiente de la mujer que perseguía. Sus pensamientos eran simples, directos. Solo pensaba en el siguiente paso, y luego en el siguiente, pero tomaba decisiones tan rápidas que yo perdía terreno tratando de seguirle el ritmo. Su risa era demencial y malvada. Apenas podía percibir el olor de Alice en ella, pero ya se estaba desvaneciendo, sobre todo por la lluvia que lo arrastraba.
—Voy por tu izquierda… ¡tu izquierda! —pensó Jasper—. Carlisle está rodeando por el frente. Pero, Edward, tenemos que atraparla pronto. Jake necesita un descanso… comida. Pronto ya no servirá de nada.
Gruñí como respuesta. Sabía que tenía razón. Mientras Jasper, Carlisle y yo nunca nos cansábamos, Jacob era distinto. Podía ir más allá que los humanos sin comer ni dormir, pero no días enteros. Y ya llevábamos casi treinta y seis horas de caza continua, incluyendo el rastreo, enfrentamiento y destrucción de James.
Nos tomó más de una hora alcanzar a Carlisle y seguirle el rastro a Victoria. Estábamos bien adentrados en las montañas Adirondack, en plena espesura, sin apenas presencia humana. Tuvimos suerte; no estaba seguro de lo que esa mujer sería capaz de hacer.
Mi celular era un peso inútil en el bolsillo. Estaba harto de la lluvia, del lodo, de esta persecución interminable. Extrañaba a mi Bella, pero no podía soportar verla sin tener noticias de Alice. Y mucho menos enfrentar a mi hermano sin saber qué había hecho esa criatura con su compañera.
La mente de Carlisle se volvió más nítida, y sonreí sabiendo que estábamos por acorralar a esa mujer. Le señalé a Jasper y a Jacob, quien corría a mi derecha. Justo cuando Carlisle apareció, Victoria saltó a las copas de los árboles, y Jasper fue tras ella. Usando todo lo que tenía, lanzó miedo, inseguridad y duda, y funcionó. Perdió el equilibrio justo cuando Jacob y yo saltamos sobre un tronco caído.
Caímos entre pelaje, barro, agujas de pino y gruñidos. Maldiciones salieron de la boca de la mujer mientras destrozábamos el suelo del bosque. Usando toda mi fuerza, sujeté sus piernas, sonriendo con malicia cuando escuché el chasquido del hueso inmortal. Ella gritó, pero empujaba con fuerza contra el pelaje de Jacob, su mente en pánico por no entender lo que él era. Sus colmillos rozaron su garganta, un gruñido bajo y agotado saliendo de entre sus afilados dientes. Era una advertencia. Un movimiento, y cerraría la mandíbula.
—Él no solo te arrancará la cabeza, Victoria —le advertí, negando con la cabeza—. Su mordida te acabará. Yo que tú dejaría de luchar.
Sonaba como un animal atrapado. Seguía empujando hasta que Carlisle y Jasper aterrizaron con rapidez a cada lado nuestro.
Sus pensamientos eran rápidos, nerviosos. No estaba segura de qué íbamos a hacerle. Y quería estar lo más lejos posible de Jacob, pero él se sentó frente a ella, jadeando con fuerza. Estaba cansado, sediento y hambriento.
—Pronto, hermano —le dije, dándole una palmada en el hombro. Él exhaló con fuerza, pero mantenía el enfoque.
—¿Dónde está la chica, Victoria? —preguntó Carlisle, con una voz falsamente tranquila.
Sus ojos se agrandaron, su mente saltando entre lo que James le había ordenado hacer y lo que realmente ocurrió. No sabía cómo habíamos sabido su nombre.
No tenía paciencia para juegos. El miedo por Alice me tenía al límite, al igual que el nivel de preocupación de Jasper. No podía evitar que todo lo que sentía se esparciera a nuestro alrededor.
—James nos habló de ti —canturreé, sonriendo en su dirección—. Nos confesó todo tu plan justo antes de que lo destrozáramos y quemáramos sus restos.
—¡No! —gritó ella, y Jasper me sonrió.
—Le rompiste el corazón, Edward. ¿Cómo pudiste? —pensó con sarcasmo.
Solté una risa, sacudiendo la cabeza antes de volver a mirarla.
—Sabemos todo. Sabemos que él te pidió que tomaras a la chica, que la quería. Su sangre lo llamaba, pero… —mi voz se desvaneció, mis ojos clavándose en los suyos—. No solo a él… Así que dinos dónde la escondiste.
—¿Escondí? —repitió Victoria, con desdén, rodando los ojos, pero se estremeció cuando Jacob chasqueó los colmillos cerca de su cara—. No la escondí… ya no está.
—Miente… oculta algo —pensó Jasper, observándola atentamente mientras ella forcejeaba, pero Carlisle y él la sostenían con firmeza.
Frunciendo el ceño, mantuve la mirada fija en su mente. No estaba mintiendo, pero sus pensamientos no coincidían con lo que decía. Vi la imagen de ella con James, recordé su memoria esperando justo afuera de Hunter's Lake, y luego vi cómo James la dejaba.
Su preocupación de no volver a verlo no era tan fuerte como su miedo a no hacer lo que él le había ordenado. Parecía que James había sido cruel con ella de muchas más formas de las que me había mostrado, y, aun así, ella sollozaba sin lágrimas por él.
—Él no era tu compañero —le dije en voz baja, ladeando la cabeza hacia ella—. No, te dejó creer eso, pero no lo era. Piénsalo… En el fondo lo sabes. Ningún compañero amenaza así. Ningún compañero se ríe de tu dolor. Nunca. Es imposible.
Su mirada, llena de odio, se posó en mí. Ahora sabía que podía leer su mente, y yo me encogí de hombros.
—No es demasiado tarde para ti —la animó Carlisle—. Puedes vivir mucho tiempo, quizá encontrar a tu verdadero compañero. Solo dinos dónde está la chica…
Las aletas de la nariz de Victoria se ensancharon y gritó, dando una fuerte patada. Alcanzó a Jacob en el hocico con su bota, haciendo que su cabeza girara hacia la derecha, pero él gruñó bajo, y sus colmillos, tan veloces como un rayo, se cerraron sobre su pierna y la arrancaron. La dejó caer frente a ella, poniéndose de pie a su altura, con los labios echados hacia atrás en un gruñido constante.
Con Jacob frente a frente y Jasper empujando todo el miedo que podía, la mente de Victoria cedió. Retrocedí dos pasos, con el pecho apretado mientras veía lo que ella recordaba.
—No —apenas respiré, negando con la cabeza—. ¡No… no lo hiciste!
Me lancé sobre ella, arrancándola de la roca y destruyendo varios retoños a mi paso. Solo podía ver el rostro asustado de Alice en los recuerdos de Victoria. La había observado, esperó a que James tendiera la trampa, y Alice había caído. Vio algo entre los árboles tras deslizarse por el barranco del lago, gracias a Jessica. En vez de volver al pueblo, Alice siguió la figura, llamando a Jasper. Pero no fue a James a quien encontró… era Victoria.
Se movió tan rápido que Alice no pudo reaccionar, y para cuando empezó a luchar, ya estaban a kilómetros de Hunter's Lake. Fue la lucha lo que Victoria no pudo resistir. Hizo que la sangre de Alice se impregnara de adrenalina, que cantara más dulce que nunca.
No lograba ubicar el lugar. Todo era igual: árboles, montañas, lluvia. Eso era todo lo que veía. Pero cuando sentí, a través de la mente de Victoria, el dulce néctar bajar por su garganta, mi propia garganta ardió como fuego.
—¡No! —grité, arrancándole los brazos de un tirón y lanzándolos tras de mí.
De pronto, Carlisle y Jasper me estaban sujetando.
—¿Qué viste, hijo? —susurró Carlisle cerca de mi oído.
—Ella… —volví a gruñir, forcejeando, pero lo único que pude hacer fue patearla—. La vi… —me derrumbé de rodillas—. La… la mordió… ¡bebió de ella! ¡La mató!
—No —gimió Jasper, sacudiendo la cabeza. Su ceño se frunció mientras nos miraba a mí y a ella. Su odio aumentó, su corazón se rompió—. No, no, Edward… Eso no es cierto, no puede ser —repetía una y otra vez—. Ella no… ella no… no, no, no…
Se frotaba el pecho, retrocediendo unos pasos. Trataba de entender si lo que sentía era dolor real o una mentira proyectada. Todo empezaba a mezclarse, y sus propias emociones no ayudaban, especialmente combinadas con las nuestras.
—Sé lo que vi —le dije a Carlisle, pero mi rostro le suplicaba. No sabía por quién dolía más, si por Jasper o por Bella, pero de repente sentí que les había fallado a los dos.
Carlisle me apretó el hombro antes de ponerse de pie. Caminó hacia Victoria, que forcejeaba contra Jacob. Ya no tenía brazos y solo le quedaba una pierna, así que su lucha estaba por acabarse.
Se arrodilló junto a ella.
—¿Dónde dejaste el cuerpo, Victoria? Ella tiene amigos, familia. Necesitan un cierre.
—¡No está muerta! —bramó Jasper, abalanzándose sobre Victoria y señalándola con el dedo—. ¡Diles! ¡Diles que Alice no está muerta!
Negando con la cabeza, me encorvé, aferrándome el cabello con las manos. La mente de Jasper era una cosa, pero sus emociones estaban floreciendo con fuerza a nuestro alrededor.
Victoria simplemente sonrió.
—Una compañera por un compañero…
Levanté la mirada y vi que todos esperaban mi interpretación.
—Ella cree que están a mano… un compañero por otro. Alice por James —dije con la voz rasposa, tragando con dificultad—. Está pensando en el lugar, pero es en lo profundo del bosque. Nada destaca, no hay marcas. No puedo… Podría ser cualquier parte. Lo siento.
Sus pensamientos se desvanecieron al instante. Entre el temperamento de Jasper, la impaciencia de Carlisle y el agotamiento de Jacob, ya habían tenido suficiente. Su grito se cortó con un gruñido de Jasper. El hedor del humo llenó el aire, y yo no podía soportarlo.
Me puse de pie, descargando toda mi furia contra el pino más cercano.
—¡Maldita sea! —rugí, golpeando primero con el puño derecho, luego el izquierdo, pero ni el crujido profundo del tronco ni el estruendo al caer me aliviaron—. Lo sien… —intenté decirle a Jasper, pero él me sujetó por la camisa.
—¡Ella no se ha ido, Edward! —exclamó Jasper, con los ojos negros y desorbitados—. ¡Lo sentiría, ¿cierto?! —se golpeó el pecho, y luego el mío—. ¿Cierto? —se volvió hacia Carlisle—. ¡Sentiría algo distinto! ¡No siento nada! ¡Alice no puede estar muerta!
—Jasper, lo siento mucho… —susurré, gimiendo cuando me empujó, me golpeó.
—¡No! ¡No puedo! ¡No voy a creerlo! —rugió, y desapareció, corriendo montaña abajo.
Me volví hacia Carlisle.
—Por favor…
—Yo iré tras él —dijo, haciendo un gesto a Jacob—. Lleva a Jake de vuelta, necesita descansar.
Tragué saliva, apretándome el cabello otra vez.
—¿Cómo…? ¿Cómo les digo esto a Esme… y, Dios mío… a Bella? ¿Cómo se los digo?
Su mente estaba en blanco, su rostro lleno de emociones que dolía ver.
—No… no lo sé. Ojalá lo supiera —murmuró, con una mueca—. Tendremos que… fingir un ataque de oso o algo así. Es la única forma de suspender la búsqueda. Necesitarán algo. Yo me encargo. Tú regresa al castillo.
Asentí, metiendo las manos en los bolsillos delanteros de mis jeans empapados. Comencé a caminar despacio, y Jacob igualó mi paso, la cabeza gacha. Ambos estábamos destrozados por Jasper y por Bella. No sabía qué diría, pero al acelerar el paso, supe que no le mentiría. No podía. Le había prometido ser siempre honesto, pero recé porque mi chica fuerte pudiera soportarlo.
~oOo~
BELLA
Fui recuperando la conciencia poco a poco, con la cabeza palpitándome levemente. Inhalé profundamente y mis ojos se abrieron de golpe. Estaba en el sofá de la habitación de Edward, en el ala este. Apenas amanecía, pero el cielo estaba cubierto de nubes espesas de lluvia que parecían no tener fin.
Me incorporé un poco, preguntándome cómo había llegado hasta allí. Recordaba haber estado en la sala de Esme, hablando con la abuela Mary. Puse los pies en el suelo, frotándome la cara y las sienes.
—¿Cómo te sientes, Bella? —escuché desde la gran ventana.
—¿Edward?
—Sí, amor.
Su voz sonaba distante, vacía, sin emoción. Me levanté con cuidado, buscándolo con la mirada, y lo encontré sentado en el suelo, recostado contra el marco de la ventana. Caminé hacia él, pero algo en su lenguaje corporal me gritó que no me acercara.
—Tu cabeza… Esme dijo que te desmayaste —explicó, aún sin mirarme. Tenía los ojos fijos en lo que tenía en las manos—. Ella te trajo aquí anoche.
—Oh… estoy… bien. —Fruncí el ceño y di un par de pasos más hacia él—. Edward… ¿estás…? ¿Tú…?
Negó con la cabeza, y un suspiro entrecortado se le escapó como un golpe. Cuando al fin levantó la vista y nuestros ojos se encontraron, lucía atormentado. Sus ojos, que solían ser cálidos como la miel, estaban casi negros, rodeados de ojeras oscuras. A pesar de que llevaba pantalones vaqueros limpios, una camiseta y parecía recién duchado, su rostro reflejaba una derrota absoluta.
—Hicimos… todo… todo lo que pudimos —susurró, alzando la mirada hacia mí con temor—. Lo intenté… Todo lo que quería era detener a esos… esos… monstruos de seguir cazando aquí, pero… ¡fue en vano!
Se levantó de un salto como un borrón, y lanzó algo con fuerza contra la pared de piedra del fondo. Se estrelló y se hizo trizas. Di un paso atrás, sobresaltada. Empezó a caminar de un lado a otro, murmurando para sí.
—¿Alice? —alcancé a preguntar, retrocediendo hasta caer en su silla de escritorio.
Edward negó con la cabeza, llevándose las manos al cabello y apretando con fuerza. Cerró los ojos con fuerza.
—Te fallé. Les fallé a ti y a mi hermano. A dos de las personas más importantes en mi vida… y les fallé…
—No —susurré, negando con la cabeza—. No, Edward… no eres… Dime que ella está bien…
—No puedo —dijo con voz ronca, y me di cuenta de que estaba llorando. No había lágrimas, era seco, silencioso, y probablemente lo más triste que había oído. Las mías brotaron pesadas, ardientes, quemando mis mejillas al rodar por ellas.
—¡Estás equivocado! —grité, sintiendo el pánico tomarme—. ¡Estás mintiendo! ¡Juraste que nunca me mentirías!
Salté de la silla, pero de pronto me encontré atrapada entre unos brazos de acero por detrás.
—Oh, Dios, Bella… daría todo por estar mintiendo —susurró en mi oído—. Lo siento tanto. Sé que tal vez nunca me perdones, y estoy casi seguro de que mi hermano me odia. Por favor… por favor… escúchame. Lo intenté, Bella. Te lo juro. Fue planeado. Los dos las querían, a ti y a Alice, pero aprovecharon que ella estaba en Hunter's Lake. La alejaron y se la llevaron. Ellos… ellos…
Jadeé, sollozando tan fuerte que apenas podía respirar.
—Edward… no —gemí, sintiendo cómo me levantaba del suelo. Me acomodó suavemente de nuevo en la silla, pero él se arrodilló frente a mí.
—¿Por qué? —sollocé entre hipidos.
Una risa ligera, casi maníaca y sin una pizca de humor, le escapó mientras agachaba la cabeza.
—¿Por qué? —repitió, alzando la vista hacia mí. Sus manos se cerraron en puños—. Porque eso es lo que hacen los de mi especie, Bella. Cazan, acechan, matan… y no importa cuán importante sea la persona. Simplemente no les importa. ¡Todos somos capaces de hacerlo!
Me estremecí ante su declaración llena de veneno. En ese momento, no había nada humano en él. Mi corazón se aceleró, y mi visión se nubló de nuevo con lágrimas.
—¿Eso te asusta? —preguntó, y cuando asentí, esbozó una sonrisa torcida—. Bien. Debería asustarte. Pudiste haber sido tú, Bella. Él las quería a las dos. Lo vi en su mente. ¿Sabes… sabes lo que hubiera hecho si…? ¿Lo que habría…? —se interrumpió, negando con la cabeza—. Nunca, ni por un solo maldito momento, olvides lo que soy. ¿Entiendes? Esta es la parte fea de esta vida. Los monstruos, las peleas, la sangre… es tener que fingir un ataque de oso para que la familia de Alice tenga un cierre sin saber la repugnante verdad.
Mi corazón se hizo añicos ante tanta verdad brutal. Mi mejor amiga se había ido. No más risas a medianoche, no más notas en clase, no más suspiros por chicos que consideraba «guapos a morir». No más carcajadas en la biblioteca… Se había ido… todo. Ella había sido la mejor amiga que jamás tuve, y la idea de no volver a ver su sonrisa me revolvió el estómago.
Me levanté de golpe de la silla y salí corriendo al baño. No tenía nada en el estómago, así que solo fueron arcadas secas resonando contra los azulejos. Dejé caer la frente sobre la taza y no me moví cuando escuché correr el agua del lavabo. Unas manos frías me apartaron el cabello con suavidad.
—Toma, amor —dijo en un tono mucho más bajo—. Bebe.
Tomé el vaso que me tendía, bebiendo un poco del agua fresca mientras él limpiaba mi rostro con un paño húmedo y suave. Me senté sobre los talones, sin enfocar la vista, mientras las lágrimas volvían a brotar. Nuestros ojos se encontraron, y él lucía arrepentido, suplicante. Sus ojos aún estaban oscuros, pero el dorado volvía a asomar. Estaba aterrado… de mí.
—Eso no estuvo bien, Bella. Lo siento. Es solo que… —su voz se apagó, y por un instante pareció completamente perdido.
—¿De verdad se fue? —pregunté en un susurro.
Edward arrojó el paño al lavamanos y tomó el vaso de mis manos, dejándolo sobre la encimera.
—Sí, dulzura. Lo siento mucho —murmuró apenas, lo suficiente para que pudiera leerle los labios.
Era injusto, y difícil de procesar. Todo mi cuerpo dolía, tratando de asimilar lo ocurrido. Pero era demasiado. No podía contenerlo ni entenderlo, y al final, todo terminó por desbordarse.
—Edward —supliqué, extendiendo mis brazos hacia él, y me recibió con suavidad, soltando lo que pareció un suspiro de alivio.
Me envolvió entre sus brazos, se puso de pie y me cargó fuera del baño. Sentí cuando se sentó, sin soltarme, manteniéndome en su regazo. No dejó de disculparse, ni de repetir cuánto me amaba. No supe cuánto tiempo lloré, pero él me sostuvo, me habló todo el tiempo. Algunas cosas las dijo para que yo las oyera, y otras eran tan suaves que no llegué a entenderlas. Lloré hasta que la cabeza me palpitaba, hasta que los sollozos se convirtieron en hipo, hasta que solo pude quedarme tendida en sus brazos, mientras sus dedos acariciaban mi cabello y mi espalda una y otra vez, en movimientos suaves. Besó mi mejilla, mi frente, mi cabello.
La camiseta de Edward estaba empapada con mis lágrimas, y me incorporé un poco, dándole golpecitos. Nos había sentado en su silla de escritorio, y al mirar el reloj me sorprendí: llevaba horas abrazándome.
—Si te disculpas por una camiseta, Bella… —me advirtió con voz baja, aunque podía sentir sus ojos examinándome.
Se me dibujó una ligera sonrisa, pero al fin lo miré. Sus largos dedos limpiaron mis lágrimas, la frialdad de ellos calmando mi piel caliente.
—Lo siento por perder el control.
—Qué cosa más absurda para lamentar —murmuró, negando con la cabeza—. ¿Estás bien?
Negué con la cabeza.
—No. No puedo… No se siente real —le dije, aferrándome a su camisa para contener el pánico—. Solo que… Ella… ¿Por qué no escuchó?
Edward se estremeció, pero negó lentamente.
—No lo sé, amor. Creo que nadie lo sabe.
—¿Qué pasó? Dímelo.
—¿De verdad quieres saberlo, Bella? —preguntó, incrédulo. Cuando asentí, cedió.
Me habló de su… amigo, James, de la mujer que lo acompañaba, Victoria. Me explicó cómo la sangre de Alice los había llamado. Que lo habían planeado, que habían evitado y calculado todo para llegar a ella… y a mí. Esa última parte hizo temblar a Edward, oscureció su mirada. Me tomó el rostro entre las manos y apoyó su frente en la mía durante unos minutos. Pude notar que estaba luchando por mantenerse entero. Terminó diciéndome que James había sido destruido.
Me contó cómo Carlisle había seguido a Victoria, cómo la atraparon… Fue entonces cuando Edward había visto lo que le había pasado a Alice.
—Oh, Dios… Jasper —susurré, sintiendo las lágrimas brotar otra vez.
—Se niega a creerlo —dijo Edward—. No es que lo culpe. Si fuera al revés, yo estaría… destrozado. Yo debería haber…
Le tomé el rostro con ambas manos.
—No.
—¿Cómo…? ¿Cómo puedes siquiera mirarme? Les fallé a los dos…
—Porque te amo —le dije—. Hiciste todo lo que pudiste. Incluso yo lo sé. Estoy segura de que Jasper también lo sabe.
Asintió, tragando con dificultad.
—¿No me culpas? ¿No culpas lo que somos?
—No, culpo a James… y a Victoria —afirmé con fuerza, mirándolo como si estuviera loco.
De repente, sus labios se posaron sobre los míos, susurrando contra ellos:
—Dios, te amo… Lo siento. Lo siento tanto…
Lo empujé suavemente y sonreí cuando lo vi un poco desconsolado.
—Edward, he vomitado dos veces en las últimas veinticuatro horas. Solo… espera. Me siento asquerosa.
Sonrió, pero se desvaneció rápido.
—Sí, señora —suspiró, recostando la cabeza en el respaldo detrás de él. Sus dedos subieron para acariciar mi mejilla, dejando una estela de fuego a su paso. Aunque ambos lo sentimos, ninguno actuó en consecuencia.
—¿Y ahora qué pasa? —le pregunté, jugando con su camisa.
Edward miró por la ventana, perdido en sus pensamientos.
—La policía ya encontró lo que parece un ataque de oso. Carlisle lo preparó todo. Habrá colocado el escenario cerca del agua, donde se sabe que los osos pescan. —Sonrió con tristeza.
—¿Y el cuerpo…?
Negó con la cabeza.
—No pudimos encontrarla. Los pensamientos de Victoria eran confusos, solo me mostraban árboles y bosque. No había un punto de referencia para empezar a buscar.
Fruncí el ceño y negué con la cabeza.
—¿Y Jasper?
—Está decidido a encontrarla.
Entrecerré los ojos.
—¿Encontrar su cuerpo? ¿O cree que sigue ahí afuera? —pregunté, mordiéndome el labio cuando él asintió con tristeza—. Eso es… Quiero decir, ¿no lo sabría? ¿No lo sentiría realmente?
—Está en negación, amor.
—No —dije, sacudiendo la cabeza—. No… Edward, yo sé cuándo estás lejos de mí. —Presioné una mano contra mi pecho—. Me duele. ¿A ti no te pasa? ¿No lo sientes?
Sus ojos estudiaron mi rostro.
—Sí. Es doloroso, en realidad. —Esperé a que lo entendiera, pero frunció el ceño y dijo—: Sí, pero Bella, ¡sé lo que vi! Yo… vi los recuerdos de Victoria. Ella… Ella mordió a Alice, la drenó.
—Pero y si… ¿y si se detuvo? ¿Y si… como lo que pasó contigo y Maria?
—No, dulzura —refutó, negando con la cabeza—. Cómo quisiera que eso fuera cierto. Daría lo que fuera por devolvértela a ti y a Jasper, incluso si eso significara que fuera inmortal.
Sonaba tan roto al decirlo. Me incliné para besar su frente.
—Solo que… Tal vez Jasper tenga razón, Edward —dije. Abrí la boca para continuar, pero la cerré.
—¿Qué?
—Yo… La razón por la que me desmayé —empecé, sacudiendo la cabeza—. Conocí a la familia de Alice. ¿Sabías que su abuela, Mary… también tiene visiones? Lo último que me dijo fue que Alice estaba con los ángeles ahora.
—Oh, Bella —suspiró, abrazándome con más fuerza.
—¡Espera! Edward, ¿y si las visiones de ella eran como las de Leah, como las de Giselle? ¿Y si no pudo interpretar bien lo que estaba viendo? Tú… —Le di un golpecito en el pecho, y me dolió, lo que le sacó una risita antes de que besara el lugar—. Te ves como un ángel, Edward. Pálido, fuerte, rápido… eh… brillante bajo el sol…
Sonrió.
—Gracias… creo.
Solté un suspiro de frustración, pero él me sostuvo el rostro entre las manos.
—Bella, entiendo lo que quieres decir, pero… te ruego que no te aferres a falsas esperanzas. ¿Sí? Por más que desee que todo fuera distinto…
Asentí, colocando mis dedos sobre sus labios.
—Sí…
Miré por la ventana, sin ver más allá de las gotas de agua que competían por llegar al borde del cristal. Después, dirigí la mirada hacia donde Edward había arrojado algo. Fruncí la nariz al ver los pedazos rotos de su celular, todavía cubiertos de barro.
Me dolía el estómago, probablemente por hambre, pero la idea de comer me revolvía. Pensar en entrar al comedor sin Alice hizo que mis manos comenzaran a temblar, que mi respiración se agitara… y que las lágrimas volvieran a salir.
—¿Bella? —Las manos de Edward sujetaron mi rostro, su ceño fruncido de preocupación—. Háblame…
Negué con la cabeza, aferrándome a sus hombros.
—No sé… No sé qué sentir, qué pensar. Me siento… mal.
—Está bien. Te lo prometo. Es normal —dijo con suavidad, secando mis lágrimas.
Asentí, sorbiendo un poco por la nariz.
—¿Y ahora qué?
Edward frunció el ceño, respiró hondo y luego lo soltó.
—Bueno, investigarán el ataque del oso, le darán la noticia a su familia y luego cerrarán el caso. No habrá muchas preguntas, simplemente porque la mayoría del pueblo ha visto a ese oso una o dos veces. Esme reunirá a todos en el auditorio para anunciarlo, y probablemente organizará una ceremonia.
—Y la vida continúa —dije en voz baja, pero no pude ocultar la amargura.
—Amor, yo… —Edward abrió y cerró la boca un par de veces, pero al final, una expresión más firme cruzó su hermoso rostro—. Sí, continúa. Suena frío, Bella, pero tiene que ser así. No tenemos opción. Tenemos que actuar como todos los demás respecto a Alice. Tiene que parecer que fue un oso. Es fundamental para… nuestra supervivencia. Si por un segundo alguien pensara diferente, estaríamos bajo sospecha —besó mis labios, pero se apartó lo justo para mirarme a los ojos—. Me dijiste que estabas lista para esto, para esta vida. Bella, esta es la parte más fea, pero sigue siendo parte de todo. Necesito… Debes decirme si no estás lista o si no puedes con esto.
Respiré hondo, prestando atención de verdad a lo que decía. Él me lo había advertido: esta vida -su vida- me traería dolor, problemas y sacrificios. Mientras estudiaba su rostro, supe en ese momento que él me dejaría ir. Le rompería el alma, lo veía en la forma en que me miraba, en cómo me sujetaba más fuerte, en cómo se mordía el labio inferior, pero lo haría igual. También supe, sin la menor duda, que pertenecíamos el uno al otro. Mi corazón, mi cuerpo y mi alma eran suyos, y los de él, míos.
—Yo no hablo, Edward —dije, sonriendo con tristeza, pero era una promesa, una declaración—. Especialmente con personas fuera de tu familia. Así que… no creo que nadie se extrañe si me callo unos días, hasta que todo termine.
Algo en eso lo puso triste, pero asintió.
—Por más que confíe en ti, amor… eso no era lo que te estaba preguntando.
—Lo sé, Edward —suspiré, sintiéndome agotada, hambrienta y vacía—. Te amo, y sé lo que eso implica. Todavía no estoy huyendo.
Esbozó una sonrisa, pero se desvaneció al instante.
—Yo también te amo. Solo quería asegurarme —me besó la nariz y luego negó con la cabeza—. Esta es… una prueba dura, Bella. No puedo disculparme lo suficiente. Ya es difícil mantener las apariencias. Es mucho más difícil sabiendo que se trata de alguien que querías, que amabas. Sigo sintiéndome… responsable por ella, como si los hubiera defraudado a ti y a Jasper. No tengo idea de qué hará él. Estaba tan… caótico, en mente y emociones, cuando salió corriendo. Solo… Dios, dulzura, lo siento tanto.
—Lo sé. Yo también, Edward —suspiré cansada, volviendo a acurrucarme contra él, apoyándome en la curva de su cuello. Olía a consuelo, a champú, a sándalo. Me calmó hasta los huesos—. Voy a extrañarla… muchísimo.
—Lo sé —respondió, deslizándose en la silla para que pudiera acomodarme mejor contra él—. Dime qué puedo hacer por ti…
Su voz se quebró en esa última palabra, y supe que estaría llorando otra vez si pudiera.
—Solo… abrázame.
Cerré los ojos al sentir sus dedos subir y bajar por mi espalda, al recibir sus besos en mi cabeza. Solté un suspiro de alivio, aferrándome con los puños a su camiseta. Él siempre se preocupaba por si su piel fría y dura me resultaba incómoda, pero nunca lo era. Me daba una sensación de protección absoluta, de amor completo. Me acurruqué más contra él, murmurando que no se moviera de ahí.
—Puedo hacerlo —susurró—. El tiempo que quieras…
~oOo~
EDWARD
Sollozos y llanto llenaban mis oídos. Tenía las manos enterradas en mi cabello mientras permanecía de pie al fondo del comedor. Las sillas estaban bastante vacías. La mayoría de los estudiantes se había ido unos días antes por las vacaciones de primavera. Aquellos que se habían quedado, habían pasado por todo un calvario. Habían presenciado desde la búsqueda de Alice, hasta el colapso completo de la familia Brandon y el arresto de Mike y Jessica por agresión.
Esto último no se sostendría. Había sido simplemente una broma que salió mal. El arresto fue para asustarlos. Sin embargo, su expulsión fue firme e inapelable. Esos dos seres mimados, egoístas e insufribles no volverían a poner un pie en Masen Manor. Si lo hacían, no sabía de lo que sería capaz.
—Quiero tomar un momento —dijo Esme a los estudiantes y al personal—. Por favor, inclinen la cabeza y cierren los ojos para un momento de silencio…
La sala se quedó mortalmente callada, salvo por unos cuantos sollozos y llantos suaves aquí y allá. Literalmente me dolía el pecho por no poder ir hacia mi Bella. Tener que presenciar varios ataques de pánico casi completos, ver más lágrimas de las que podía contar y oír cómo su corazón prácticamente se rompía al empacar el lado de Alice en su habitación era más de lo que podía soportar. No podía consolar a mi chica sufriente. No podía besarla, decirle que todo estaría bien. Tenía que mantener la fachada, sólo podía consolarla cuando corría al ala este.
Por mucho que adoraba ser el tutor de Bella, ahora detestaba ese rol. Técnicamente, no era un profesor pagado, solamente un voluntario, pero aun así no podía actuar sobre mis sentimientos, por más que suplicaran por salir a la superficie.
—¿Alguna novedad? —preguntó suavemente Carlisle en sus pensamientos.
Lo miré de reojo mientras entraba silenciosamente al comedor. Negué con la cabeza, frunciendo el ceño.
Jasper seguía desaparecido. Había intentado seguirle el rastro, pero él evadía mi búsqueda, cerrando su mente para que no pudiera escuchar sus planes. No quería hablar ni conmigo, ni con Jacob, ni con Carlisle. Lo único que sabía era que estaba escudriñando casi cada rincón de las montañas y los bosques cercanos en busca de alguna señal de Alice… muerta o… de otro modo.
Ese pensamiento me hizo fruncir más el ceño. Entre su determinación de acero y las teorías de Bella, no sabía qué pensar. Ambos querían con tanta desesperación encontrar a Alice, y ambos estaban tan llenos de esperanza que temía que la decepción los destruyera. Estaba seguro de lo que había visto en la mente de Victoria, pero mi amor por Bella y Jasper empezaba a hacerme dudar de mi capacidad… o al menos de lo que sus pensamientos me habían mostrado.
Bella quería creer que la abuela de Alice simplemente no sabía lo que estaba viendo. Para mi chica, que en un momento no confiaba mucho en eso de ver el futuro, ahora me preocupaba que dependiera demasiado de ello, simplemente para sobrevivir a la pérdida de su mejor amiga. Aunque, no estoy seguro de poder culparla.
Lo que necesitaba era ir a ver a Leah, pero no lograba alejarme del castillo, ni dejar de estar al llamado de Bella. Simplemente, no podía. Ella me necesitaba, y yo a ella de una forma que casi no podía controlar. Había temido tanto que todo esto fuera el final de lo nuestro que apenas si podía darle un momento de respiro. Estaba seguro de que huiría por culpa de este incidente, de esta vida, de mí. Tuve que aferrarme a que era a mí a quien buscaba para consolarse cuando los terrores nocturnos la atacaban, cuando no lograba siquiera dormir en su habitación.
El único latido en la sala que realmente importaba se tambaleó un poco, sólo para llenar mi mente con suaves sollozos. Me froté el pecho con una mano mientras la otra la metía en el bolsillo del pantalón. El impulso de ir hacia ella era demasiado.
—Con calma, hijo —pensó Carlisle con suavidad, poniendo una mano firme sobre mi hombro. Cuando lo miré suplicante, sólo pudo esbozar una triste sonrisa—. Lo sé. Créeme, Edward. Lo entiendo completamente. No puedo imaginar lo difícil que debe ser no… llevártela lejos de todo este dolor.
Asentí con fuerza, recostándome contra la pared.
—Me está matando —murmuré, apenas audible para él.
—Sí. Cuando tu compañera está sufriendo, tú también lo haces —pensó, frotándome el hombro—. No será por mucho tiempo. Pronto terminará el año escolar. Podrás cambiar las cosas… públicamente.
Asentí, pero no lograba pensar tan a futuro. Bella aún tenía exámenes finales y proyectos pendientes, sin mencionar su recital de piano en unas semanas. Después de eso, volvería a casa, a Boston, donde yo la seguiría. A medida que se acercaba su cumpleaños número dieciocho, no podía dejar de pensar que su padrastro intentaría hacer algo con respecto a su fondo fiduciario. No lo había olvidado. De hecho, Jenks y Harry Clearwater seguían vigilando la casa de Bella por mí.
Esme despidió a los estudiantes, y mis ojos se encontraron con los de Bella mientras Rosalie la guiaba hacia la salida. Ella había cancelado sus planes de ir a casa en vacaciones. Estaba tan destrozada como Bella.
El rostro de mi chica era una mezcla de emociones. Sus manos temblaban a los costados con lo mucho que quería venir hacia mí, pero tuve que apartar la mirada. Dolía demasiado verla necesitarme y no poder actuar en consecuencia.
Cuando la mayoría de los estudiantes ya se había ido, metí las manos en los bolsillos y me dirigí hacia el ala oeste. Podía oír los pensamientos de Carlisle y Esme. Estaban preocupados… por todos nosotros. Se preocupaban por Jasper y su negativa a aceptar la realidad. Se preocupaban por Bella y cómo la muerte de Alice podría afectar su proceso de sanación. Y se preocupaban por mí, por cómo aún me sentía responsable de Alice. Habían intentado decirme que no era culpa mía, pero había sido mi viejo amigo quien había iniciado todo esto. Habían sido Jasper y Bella quienes habían confiado en mí, suplicado que trajera a Alice de vuelta. Me enfermaba el hecho de haberles fallado.
Tomé el viejo pasillo abandonado, saliendo por la antigua sala de piano. La vista de mi destrucción, que una vez me había mantenido anclado, ahora me daba tristeza. Le había dicho a Bella una vez que la había dejado así para recordar de dónde venía. No estaba seguro de que eso fuera del todo cierto. Tal vez en parte, pero me preguntaba si la había dejado así para mostrar cuán hecho pedazos me había sentido por dentro durante tanto tiempo.
Me di la vuelta, esperando. Podía oír los latidos de su corazón acercándose por el pasillo. La puerta secreta detrás del tapiz se abrió suavemente, permitiendo que mi chica entrara sin ser vista.
Alzó la mirada, jadeando, con una mano en el pecho.
—Oh, Edward… me asustaste.
Sonreí, incapaz de evitar bromear. Necesitaba verla sonreír con desesperación.
—Me hieres, amor. Pensé que habías dicho que no te asustaba.
Fue suave y de corta duración, pero la risa que llenó la sala fue música para mis oídos.
—Sí, aterrador —dijo, rodando los ojos, pero caminó directo a mis brazos, como si lo necesitara para poder respirar—. Simplemente no te esperaba justo ahí.
Murmuré que la había oído, besándole la cabeza.
—¿Estás bien?
Asintió, pero se quedó enterrada en mi pecho.
—Solamente quiero que todo esto sea un sueño, Edward.
Cerrando los ojos con fuerza ante la oleada de emociones, la abracé más fuerte.
—Cómo quisiera que fuera así, dulzura. No tienes idea…
—Necesito… un descanso de todo esto —admitió, alejándose un poco y secándose las lágrimas.
Le tomé el rostro, haciendo el trabajo por ella.
—¿Un paseo, quizás? Estaba pensando en ir a visitar a Leah. ¿Quieres venir conmigo? —Incliné su rostro y besé sus labios, saboreando el dulzor salado por el que vivía—. Nada de lecturas de manos o cartas, amor. Solamente una visita. Jacob me dijo que hace el mejor peach cobbler del mundo. Literalmente.
Bella sonrió ante mi dramatismo, pero asintió.
—Sí.
Solté un suspiro. Ver sonrisas -aunque fueran tentativas- era infinitamente mejor que las lágrimas, que me estaban matando.
Le hice una seña con el pulgar por encima del hombro.
—Súbete, mi pequeña mochila.
Me abrazó con fuerza mientras corría por los pasadizos ocultos, tomando el más largo y oscuro que nos sacaba hacia los límites del castillo. Reduje la velocidad justo antes de la salida, deteniéndonos antes de la puerta. Podía oír a Jacob en su forma de lobo, y también a Jasper, pero algo más golpeó mi mente como una pesadilla vívida y colorida. No podía identificar quién o qué era.
—Bella —gruñí, bajándola al suelo del túnel—. Amor, necesito que te quedes… justo aquí. ¿Está claro?
—¿Qué pasa?
—No estoy… seguro —respondí, sin comprenderlo del todo—. ¿Por favor, esperarás aquí?
Asintió, nerviosa, pero se quedó junto a la pared del túnel. Le di una última mirada y salí por la trampilla justo a tiempo para ver a Jacob. Estaba completamente en alerta, tenso, con todo su pelaje erizado y los dientes al descubierto, conteniendo apenas un gruñido.
—Dios santo, Edward… ¿y ahora quién? —pensó para mí, pero captó el aroma de Bella—. Oh, mierda… Está bien. Yo cuido la entrada al túnel. Nadie pasará por aquí hacia ella. Lo juro.
Asentí, sonriendo un poco mientras caminaba hacia la vieja verja trasera. Era el lugar donde Jacob había olido a James por primera vez en enero. Ahora había otro aroma. Sin embargo, la mente era nueva. Antes de que pudiera acercarme más, el sonido de metal desgarrándose y torciéndose llenó el aire.
Algo pequeño, pero pesado, me golpeó el pecho como una bala, y deslicé por el césped mojado y el barro. El inmortal era fuerte y tenía un aroma vagamente familiar, pero mi boca se abrió al ver quién se sentaba sobre mi pecho.
Ya no estaban los brillantes y felices ojos verde azulados. En su lugar, había un rojo profundo, colmado de furia y odio. Su cabello oscuro y su ropa estaban cubiertos de lodo, manchados de sangre y rotos en varios lugares. Apenas si podía hablar del impacto. Jasper y Bella habían tenido razón.
—¡Dios mío… Alice! —exclamé.
Nota de la autora… Para quienes confiaban en que jamás mataría a Alice, ahí lo tienen. ;) Sé que la gran pregunta era por qué Alice fue a Hunter's Lake. Eso se revelará pronto.
La mayoría simplemente esperaba que los "ángeles" fueran los buenos… los nuestros. Y sí lo eran, aunque no de inmediato. Era una visión del futuro, solo un poco adelantada. Para quiénes se preguntan si Alice era la cantante de James, ¿eso no la haría su pareja y no la de Jasper?... No. En el canon, Bella y Edward eran la excepción. Bella era tanto la cantante como la compañera de Edward. Eso no siempre ocurre. La sangre de un humano puede "cantar" para un inmortal, haciendo que sea irresistible para él. Creo que a Emmett le pasó algo así en el canon, pero aun así su compañera era Rosalie. Espero que eso quede claro.