Capítulo 23
22 de octubre de 2025, 10:37
Nota de la autora: Permítanme aclararlo… otra vez. Las cartas de la Muerte en una lectura de tarot pueden significar muerte literal o cambio. Estoy llevándolo a otro nivel aquí, lo que significa que el "cambio" podría ser la inmortalidad… o, de hecho, la muerte —es decir, que ya no estén, o que estén enterrados bajo tierra. Nos quedan dos cartas de la Muerte en el futuro de Edward: una que Leah parece creer que es Bella y la otra aún es desconocida. Los ojos rubí siguen siendo un misterio. ¿Eso ayuda a aclarar las cosas?
Mis prelectores me dijeron que debía emitir una ADVERTENCIA DE PAÑUELOS para este capítulo por varias razones. Los dejo leer… Nos vemos al final.
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Capítulo 23
Abril de 2002
EDWARD
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Me aferré el cabello hasta causarme dolor, fulminando con la mirada la puerta de mi habitación en Denali. Imágenes de labios, lenguas y piel me golpeaban desde tres parejas diferentes mientras cerraba los ojos con fuerza. Era una sobrecarga sensorial, porque la lujuria que sentía no era mía. Era invasiva y lo consumía todo, y era como una bofetada en la cara estar rodeado de tres parejas de compañeros mientras mi propia compañera estaba a miles de kilómetros de distancia.
Todos estaban alimentándose del talento de Jasper. Él no podía controlarlo. Todo era nuevo para él, y eso solo amplificaba sus emociones… por toda la casa. Había hecho que Carmen y Eleazar, y Kate y Garrett, se dejaran llevar por completo. Incluso estaba afectando por separado a Irina y Tanya, lo cual era algo que realmente, realmente no quería presenciar.
Cuando comenzaron a filtrarse en mi mente imágenes de mujeres en situaciones que jamás debería ver, finalmente me rendí, ignorando la puerta y lanzándome por la ventana. Corrí con fuerza, rápido y tan lejos como mis piernas me lo permitieron. Una vez que estuve a kilómetros de distancia, en las montañas, por fin reduje la velocidad hasta caminar. Respiré hondo y exhalé. Ninguna mente. Ninguna. Al menos por el momento.
Saqué el teléfono, gruñendo al ver que no tenía señal. Volví a guardarlo en el bolsillo y me dejé caer pesadamente contra el tronco de un árbol que daba a una amplia extensión de bosque. Era hermoso… realmente impresionante. Algún día esperaba poder mostrarle este lugar a Bella, traerla aquí. Quizá justo a este sitio, solo para ver su dulce rostro contemplándolo todo.
Con el cambio de Alice, había llegado la esperanza y el deseo de que algún día, Bella fuera como yo. Esperaría tanto como ella quisiera, pero el sueño seguía allí. Ver a Jasper disfrutar cada pequeño paso que daba Alice me volvía loco de celos, lo cual probablemente era un efecto secundario de estar tan lejos de Masen Manor. Me pasé una mano por el cabello con frustración y enojo.
Dios, cómo extrañaba a mi chica. El pecho me dolía por el vacío, y todo mi cuerpo se sentía fuera de lugar. Mi temperamento estaba corto y filoso, y más veces de las que podía contar, había tenido que disculparme… con todos.
Cerrando los ojos, traje a mi mente su hermoso rostro: su dulce sonrisa, sus ojos oscuros, su increíble risa… luego lágrimas y abrazos. Decirle adiós, poco más de dos semanas atrás, había sido lo más difícil que había hecho en toda mi larga existencia. Era lo correcto, ambos lo sabíamos, pero eso no lo hacía más fácil. Y, sinceramente, no sabía cómo iba a sobrevivir otras cuatro semanas y media sin perder la cordura… o desmembrar a alguien.
Abrí los ojos, contemplando el sol poniente y la aparición lenta de las estrellas durante la siguiente hora. Esa era la belleza de Alaska. La población era tan escasa que parecía que se podían ver todas las estrellas del cielo. Sí, definitivamente traería a Bella aquí algún día -un pensamiento que me hizo sonreír por primera vez en días.
—Edward…
Suspiré y golpeé suavemente mi cabeza contra el tronco del árbol detrás de mí, pero esperé a que Alice se acercara.
—Estás mejorando en el rastreo —comenté sin mucha inflexión en mi voz, pero era cierto.
—Gracias —dijo Alice en voz baja, con expresión algo arrepentida mientras rodeaba el árbol. Se sentó a mi lado, abrazando sus rodillas—. Aunque… vi que vendrías aquí.
Sonreí un poco y asentí.
—Lo imaginé.
Alice llevaba poco menos de tres semanas en esta nueva vida, y ya mostraba un control y habilidades asombrosas. Llevarla hasta Denali fue delicado, con encuentros cercanos con humanos y largas horas en el coche, pero se sintió más tranquila una vez que la dejamos suelta en el bosque. Podía relajarse sabiendo que no había humanos en kilómetros a la redonda.
De vez en cuando, su temperamento de recién nacida se imponía, pero en general era fácil de enseñar y hacía todo lo posible por concentrarse. Había aceptado en lo que se había convertido. Dijo que sentía que algo estaba cambiando dentro de ella desde antes de bajar a Hunter's Lake aquel día. Aunque, se enfureció cuando le explicamos que nunca más podría ver a su familia. Jasper la calmó con sus palabras… y su talento.
La parte más difícil para ella era su propio don, algo en lo que trabajábamos casi a diario. Sus visiones, aunque la sobrecargaban la mayoría del tiempo, eran una parte clave de quién era y se hacían más manejables cuando estaba bien alimentada. Le ayudaban a cazar, a ver a los humanos como personas y no como alimento, y le mostraban cuánto progresaba. Podía imaginar que, no muy lejos en el futuro, serían increíblemente útiles para nuestra familia. Con su don y el mío, podríamos proteger a todos.
Sin embargo, a veces, sus visiones mostraban a Bella. Había visto visiones increíbles de un futuro con una Bella inmortal de ojos dorados. Y también visiones horribles de mi chica en una sala psiquiátrica de hospital -esa me hizo enloquecer y causó la desafortunada destrucción de varias hectáreas de árboles. Alice me había mostrado Masen Manor, lo que dolía especialmente cuando veía a Bella luchando sola en el castillo. La veía acurrucada en mi sofá del ala este, haciendo tareas en mi escritorio o, peor aún, dejando que Esme la abrazara tras despertar de una pesadilla. Estas habían regresado con fuerza casi en cuanto me fui del castillo.
Antes de que pudiera formular la pregunta, ella ya la estaba respondiendo.
—Jasper está al pie de la montaña. Dijo que debería mostrarte la visión que tuve.
Fruncí el ceño y la miré. Sus ojos aún eran rojos, aunque en una o dos semanas comenzarían a reflejar su dieta. Para mediados de verano serían de un dorado brillante como la miel. Pero seguían siendo los mismos ojos alegres de siempre, aunque en este momento estaban llenos de preocupación.
—¿Qué es? ¿Es Bella?
—Sí —dijo, tragando con dificultad. Jugaba nerviosamente con los bordes de sus vaqueros, tratando de pensar en todo menos en Bella. Ambas cosas eran ejercicios que venía practicando, y aunque noté que mejoraba, no estaba de humor para rodeos.
—Muéstramelo —supliqué en un susurro.
Me estremecí al ver a Bella. Se veía tan condenadamente cansada y triste, pero decidida a seguir con su rutina diaria. Mi hermosa chica se estaba cerrando en sí misma. No hablaba mucho… con nadie. Podía notarlo por sus compañeros: no se sorprendían, considerando que había perdido a su compañera de cuarto. Pero había destellos de Carlisle y Esme intentando una y otra vez hacer que participara. Y nada. Lo más difícil fue verla practicar su pieza en el auditorio, solo para romper en llanto.
—¡Para, para, para! —supliqué, enterrando los dedos en mi cabello y el rostro entre las rodillas dobladas—. No puedo ver eso, Alice. No entiendes… Solo… no. Por favor.
—Ve con ella —dijo, con los ojos suplicantes cuando la miré de reojo—. Ve. Tienes que estar en su recital. No creo que toque si no estás allí.
—¿Cómo que no? ¡Tiene que hacerlo! Es su nota final.
Negó con la cabeza.
—No lo sé. Cambia de parecer a cada rato, Edward. A veces quiere hacerlo de verdad, y a veces se rinde y decide tocar Clair de Lune. Algo facilísimo para ella.
Solté una risa suave con eso. Sin importar qué, estaba siguiendo lo que le había dicho desde el principio. Cuando empecé a enseñarle, le preocupaba no poder terminar su canción, así que la tranquilicé diciéndole que, si no podía, podía tocar Clair de Lune.
Alice me dio un golpecito en el brazo.
—Toma la decisión de volver solo por su presentación… ¡Hazlo!
Eso era fácil. Ridículamente fácil. Y cuando lo hice, una sonrisa se extendió en su rostro, y la sonrisa hermosa de Bella fue nuestra recompensa… sin mencionar el beso que recibí de ella en la visión de Alice.
Soltando una carcajada, pregunté:
—¿En serio? ¿Así de fácil? Pero no puedo dejarlos a ti y a Jasper…
—Pfft. Claro que puedes —dijo con una risita adorable—. Creo que puedo mantenerme fuera de problemas un par de días, Edward.
—Tal vez —bufé, negando con la cabeza cuando me empujó.
—Además —canturreó, encogiéndose de hombros—, Carlisle debería llegar esta noche, así que podrías intercambiar con él por uno o dos días.
Lo pensé por un momento. Alice aún tenía un largo camino por recorrer, y sabía que me necesitarían de vuelta, pero Dios… realmente quería ver a mi chica tocar su pieza. Habíamos trabajado tan duro todo el año, y había compuesto una canción preciosa, pero sabía que era emocional para ella. Si estaba tan retraída como vi en la mente de Alice, entonces existía la posibilidad de que Bella no tocara su melodía original. Y debería hacerlo. Era brillante, hermosa y una muestra asombrosa de su talento.
—La extraño —suspiró Alice con tristeza, mirándome.
—Sí, yo también —respondí, frotándome el pecho, intentando aliviar el dolor, pero nada funcionaba. Aun así, no estaba del todo seguro de que si debía dejar Alaska.
—Lamento que estés aquí… lejos de ella, quiero decir —dijo, mirando el cielo estrellado—. Vi que ella tomó la decisión de enviarte, pero… no pensé que vendrías.
Sonreí con tristeza y le di un leve codazo.
—No iba a hacerlo, pero es lo que hacemos… en esta familia. Eres la compañera de mi hermano, Alice. Bella solo me lo recordó.
Alice asintió, sus visiones parpadeando entre decisiones del presente y algunas mucho más lejanas. Se detuvo en una de Bella y yo riendo, sonriendo, besándonos, lo que la hizo soltar una risita.
—La haces feliz.
Solté una leve carcajada y me encogí de hombros.
—Eso espero. Quiero hacerlo —la miré de reojo—. ¿Puedes… ves algo del verano? ¿Su padrastro?
Alice negó con la cabeza.
—Puedo ver que pasan tiempo juntos, pero no mucho sobre su casa. Creo que es porque nunca conocí a sus padres. Pero también porque nadie ha tomado decisiones respecto a ella… o a ti. —Cuando suspiré con frustración, agregó—: Pero no voy a dejar de vigilarla.
—Lo sé, Alice. Yo tampoco —prometí, girándome justo cuando sus visiones se descontrolaron. No era nada importante o significativo, solo decisiones pequeñas—. Contrólalo. Concéntrate en algo. En lo que sea. No dejes que te controlen. Aprenderás que ahora hay varias capas en tu mente que pueden hacer muchas cosas al mismo tiempo. Aprende a filtrar lo que no importa. Es como un músculo, y ya es hora de que empieces a ejercitarlo.
Alice asintió, pero se quedó en silencio mientras intentaba seguir mi consejo. Le costaba, hasta que finalmente levantó los ojos hacia mí con una media sonrisa.
—Gracias.
Asentí, inhalando profundo y sonriendo al captar el aroma que invadió mis sentidos.
—Oso —le dije a Alice con una sonrisa—. Ahora, un grizzly sí que es una buena cacería.
Ella rio, alejándose del árbol.
—Te reto a una carrera —canturreó, echando a correr montaña abajo.
Pasamos junto a un Jasper confundido, aunque divertido, pero pronto nos alcanzó mientras corríamos por el bosque hacia el gruñido ronco del oso. Jasper y yo la dejamos encargarse. Necesitaba la sangre y la práctica. Una vez dominara la cacería, tendría que trabajar en ralentizar sus movimientos, controlar su fuerza y en actividades normales, como tomar un bolígrafo, sostener un teléfono o usar un control remoto. Hay una razón por la que se les llama recién nacidos… Tienen que reaprenderlo todo desde cero.
Para cuando terminamos de cazar, volvimos a la casa en Denali. Al entrar en la sala, mi mirada se cruzó con la de Carlisle, quien había llegado mientras yo estaba fuera. Su rostro era grave, sus pensamientos controlados, pero lo que tenía en las manos casi me hizo saltar de la piel: el cuaderno azul de Bella… nuestro cuaderno.
Mis ojos iban del cuaderno a su rostro, y de vuelta otra vez, mientras los miembros de la familia nos dejaban solos. Deseaba ese cuaderno con tanta desesperación que estuve a punto de pelear por él.
—Tranquilo, hijo —dijo, levantándose del sillón. Lo colocó en mis manos, posando la suya en mi hombro al mismo tiempo—. Bella me pidió que te lo trajera —dijo en voz baja, pero su mente casi gritaba con urgencia—. Te necesita, hijo. Sus pesadillas son… atroces. Ha dejado de interactuar incluso con Rosalie. Creo que una visita les haría bien a ambos. Su recital es…
El hijo obstinado dentro de mí escapó antes de que pudiera contenerlo, interrumpiéndolo.
—¡Ya lo sé, ¿de acuerdo?! ¡Lo sé! —Suspiré, negando con la cabeza—. Me siento responsable por Alice, pero mi compañera está sufriendo. Me siento dividido entre lo que es correcto y lo que deseo. Me necesitan en dos lugares al mismo tiempo; es casi paralizante. —Me dejé caer en el borde del sofá, aferrando nuestro cuaderno como a un salvavidas. Me sentía como un adicto que necesita su siguiente dosis.
Carlisle se sentó junto a mí, rodeándome los hombros con un brazo.
—No fue mi intención hacerte daño… ni a Bella, hijo. Podemos solucionarlo. Ve con ella. Ese recital significa mucho para los dos. Me quedaré aquí hasta que regreses.
Asentí, indicando que lo había escuchado.
—No… no puedo dejar que se vaya a Boston sin mí, Carlisle. Me iré de aquí el mismo día que ella suba al tren.
—Jamás sugeriría lo contrario —me aseguró, apretando mi hombro—. Al ser verano, Esme y yo podemos venir aquí. Para cuando termine, Jasper podrá manejar a Alice por su cuenta. Después de eso, será decisión de ellos dónde quedarse.
Ese era un tema en el que no podía concentrarme ahora. Jasper estaba decidido a volver a Masen Manor, pero no veía cómo eso fuera posible. Alice no podría mostrarse en público al menos en varias décadas. Era una decisión que les correspondía a ellos. Yo tenía mis propias preocupaciones.
Poniéndome de pie, levanté el cuaderno.
—Gracias.
Él sonrió.
—Ella pensó que podrías necesitarlo.
Sonriendo, suspiré feliz al pensar en mi altruista Bella.
—Tenía razón.
La casa Denali era grande, espaciosa, con un diseño abierto y paredes gruesas construidas para resistir las fuertes nevadas. Mi habitación estaba en la parte más alejada, con vista al patio trasero. Lo admito: el lugar era hermoso, y toda la familia se había esforzado en hacernos sentir bienvenidos, pero no era un hogar. No era donde estaba Bella.
Al encerrarme en mi habitación, me quité los zapatos y me dejé caer en el borde de la cama. Miré el cuaderno entre mis manos, ahora preocupado por lo que podía encontrar dentro. Al comenzar a hojear las páginas con nuestras palabras, pasé por varias flores prensadas, algunos bocetos que le había hecho… y finalmente, su última entrada para mí.
Edward,
Te extraño. Me advertiste que dolería estar separados, y aunque sabía que tenías razón, no esperaba que fuera tan difícil. No me arrepiento de haberte enviado. Sé que Alice te necesita. También sé, por experiencia propia, lo increíblemente paciente que puedes ser como maestro, así que sé que ella está recibiendo la mejor ayuda posible.
Las cosas son diferentes sin ustedes dos aquí. Usualmente tenía a uno… o a ambos, pero ahora no tengo a ninguno. A veces me siento perdida, aunque Esme me asegura que no estoy sola. Y sé que tiene razón, pero extrañarte, combinado con mis pesadillas, me hace sentir débil. Incluso he acudido a Carlisle algunas veces. Me recuerda un poco a mi papá. Me deja hablar y caminar de un lado a otro, y a veces, simplemente sabe cuándo dejarme en silencio. Sé que me cuida. ¿Eso fue idea tuya? A veces lo veo en los pasillos, o pasa por el ala este. Dice que viene a buscar algo, pero nunca se lleva nada.
Esme, por otro lado, me cuenta historias. Me encantan. Me explicó cómo llegó Jasper a la familia. También me contó la historia de Carlisle, la suya -que fue bastante desgarradora- y cómo eras tú cuando Carlisle la transformó. El Edward que describe no suena como tú, aunque tú me has contado algunas de esas mismas cosas. Odio saber lo solo que estabas, lo mucho que luchaste, cómo suplicabas a Giselle, luego a Leah, por cualquier tipo de esperanza. Dijo que perdiste esa esperanza por un tiempo. Lo entiendo. No podría imaginar esperar tanto como tú esperaste, o vivir tanto tiempo con todo eso encima. Yo tuve suerte. Apenas tuve que esperar.
Jacob también me cuida. Empiezo a ver un patrón, Edward Cullen. Él también me ha contado historias, aunque las suyas tienden a hacerme reír -historias sobre ti, Jasper y él mismo. Sé que se llaman hermanos, pero creo que él los ve a ti y a Carlisle como figuras paternas. Los ama a todos, y eso se nota con cada palabra burlona. Me ofreció llevarme con su mamá, pero me da miedo lo que ella pueda decirme. Preferiría que tú estuvieras conmigo si ella ha visto algo.
La escuela es… bueno, solo escuela. Extraño a Alice en clase, y es difícil fingir que está muerta, sabiendo que no lo está, pero no siento la necesidad de hablar, así que nadie me molesta. Realmente no puedo dormir en nuestra habitación. Mis pesadillas han vuelto, y son más feas y… ruidosas. Prefiero despertar gritando en el ala este. Al menos así se mantiene viva la historia del fantasma. Ahora los estudiantes están convencidos de que lo que oyen es el fantasma de Alice. FM ha sido oficialmente reemplazado.
Mi recital es esta semana. No sé por qué, pero el señor Harris me hará cerrar el programa del show de artes escénicas. Tiene a otros cuatro estudiantes de piano, un oboísta, un chelista, el coro y una pequeña escena teatral, y soy yo la que debe ir al final. Por muy amable que sea, no me entiende, especialmente cuando no puedo comunicarme con él. Tú sí podías. Sin ti allí, no sé si podré tocar mi canción. Significa demasiado. Es muy emocional. Y puedo oírte ahora… «Tú puedes hacerlo, Bella». Sí, pero ¿y si me quiebro frente a toda la escuela? No sé si puedo. Dijiste que podía tocar cualquier cosa solo para salir del paso. He intentado practicar, pero duele sin ti aquí. Esme prometió grabarlo en video. De hecho, todo el show será grabado, pero igual… no sé.
Carlisle me dijo que va a Alaska a ver cómo están tú, Alice y Jasper. Le hice prometer que llevaría este cuaderno y te lo entregaría. Quería mandarte mil mensajes, pero solo hay una cosa que necesitaba que supieras.
Te amo. Por más unidas que Alice y yo hayamos sido, por mucho que extrañe a mi papá, tú te has convertido en mi mejor amigo, Edward. Me has dicho mil veces que significo todo para ti, pero también es al revés. Sé que te preocupa que algún día cambie de opinión, pero no va a pasar. Lo veo en tus ojos a veces cuando me miras, como si no pudieras creer que soy real. Pues lo soy, y te amo. Gracias por cuidarme, por cuidar de Alice, por cuidar de todos nosotros. Y no puedo esperar para verte en mayo.
Con todo mi amor. Siempre.Bella
Cerré el cuaderno, llevándolo a mi nariz. Capté apenas una pizca de su dulce aroma, justo por debajo del reciente toque de Carlisle. Ella era flores, fruta, amor… y me estaba llamando.
Alcé la mirada cuando escuché un leve golpe en la puerta, y me encontré con la mirada preocupada de Tanya.
—Alice dice que te vas —afirmó.
Soltando una leve risa, bajé la vista de nuevo al cuaderno azul.
—Ella sabría eso, supongo.
—Sabes, Edward —pensó Tanya—, nadie te juzgaría por ir a estar con ella un rato. Ninguno de nosotros. Sé que el don de Alice es especial, pero podemos arreglárnoslas unos días sin ti.
Sonriendo, aparté la mirada del cuaderno para encontrarme con los ojos dorados y sinceros de Tanya.
—Dios, Edward… solo vete. Acabas de encontrarla, por el amor de Dios. Estás rodeado de toda esta lujuria que Jasper emite. No debe ser fácil —concluyó, y luego sonrió con malicia—. He intentado comportarme.
Reí y asentí.
—Lo sé. No ha pasado desapercibido, Tanya.
Ella rio suavemente, cruzándose de brazos sobre el pecho.
—Vamos, Edward. Empaca. Te llevaré al aeropuerto.
Con una última mirada alrededor, escuché las mentes dentro de la casa Denali. Alice ya podía verme yéndome, Jasper se disculpaba una y otra vez por haberme hecho venir en primer lugar, y Carlisle me instaba a que me fuera.
Finalmente, me puse de pie y le di un asentimiento.
—Estaré listo en cinco minutos.
~oOo~
BELLA
—Escuché que su tutor de piano renunció porque ella no habla —susurró Eric Yorkie a su amigo Brady, que todavía usaba un cabestrillo de velcro por el esguince de muñeca que se había hecho en Hunter's Lake el día que Alice desapareció.
—Qué lástima —suspiró Lauren, con una sonrisa burlona—. Era lo más lindo de este viejo y acabado castillo.
Rodé los ojos ante los papeles frente a mí cuando todos los chicos gimieron por el comentario de ella, y Lauren solo se rio en respuesta.
—Pero yo escuché que se fue porque ella le tiró la onda y él la rechazó —añadió Tyler, riendo.
Desde la «muerte» de Alice, los rumores habían cubierto todos los extremos. Ahora decían que ella rondaba el ala este como un fantasma, que Jasper había renunciado porque fue él quien la encontró, que Edward renunció porque me odiaba… Algunos decían que Mike y Jessica habían sido arrestados por asesinato -lo cual no era cierto- y otros que se habían fugado para casarse -tampoco era cierto. Simplemente se habían ido a Washington D.C. para terminar su último año escolar en una escuela local. Y así seguía la cosa. Esme había hecho lo posible por frenar los chismes, pero los susurros solo se hacían más fuertes cuando ella no estaba cerca.
Yo había ignorado la mayoría de los rumores, sobreviviendo gracias a las breves llamadas telefónicas con Edward… cuando la señal lo permitía. Su recepción en Alaska era escasa, con suerte. Y prácticamente me había mudado al ala este. Me hacía sentir cerca de Edward, rodeada de sus cosas, en una habitación donde me había dicho que me amaba más de cien veces, donde habíamos compartido más besos de los que podía contar, y donde su aroma seguía presente, impregnado en el aire. Al principio Esme se había preocupado, pero al final se rindió, diciéndome que, si iba a dormir allí, al menos hiciera parecer que seguía yendo a dormir a mi dormitorio cada noche. Le había cumplido esa promesa, aunque ella había hecho algo en la habitación de Edward que no estaba segura de que él aceptara cuando regresara.
Pasé la página de mi libro de texto de español, asegurándome de haber conjugado bien los verbos. Todos mis cursos se acercaban a los exámenes finales. El año terminaría en unas cuatro semanas. Los profesores habían bajado la intensidad de las tareas diarias, pero ya empezaban a prepararnos para las pruebas finales. Yo intentaba concentrarme en cualquier cosa menos el recital del día siguiente. Las clases terminarían temprano, y todos los alumnos y profesores se reunirían en el auditorio para ver a los estudiantes de artes escénicas hacer su presentación final. Incluso la clase de arte participaba; los calificarían por la escenografía que prepararon para los alumnos de teatro.
—¿De verdad intentaste seducirlo? —escuché que alguien susurraba.
Sonriendo de lado, levanté la vista y me encontré con la expresión divertida de Rose. Negué con la cabeza y solté un bufido.
—No es que te culparía si lo hubieras hecho —bromeó, sacando una silla y sentándose frente a mí—. El sobrino de la señora C es… guapísimo.
Solté una risita, le lancé un bolígrafo, pero ella me lo devolvió de un golpe.
—¿A dónde se fue? —preguntó, y saqué una hoja limpia para escribirle la respuesta pactada.
—Compromisos familiares —escribí—. Después se irá a la universidad. El próximo año tendré al Sr. Harris si decido seguir con piano.
Rose asintió, aunque su rostro mostraba tristeza -asumí que por el hecho de que había vuelto a escribir en lugar de hablar, y no tanto por la ausencia de Edward. Se había preocupado por mí, demasiado, incluso, pero lo había aceptado. En cierto modo, nos apoyábamos mutuamente. El regreso de las pesadillas había traído consigo una sensación de miedo, de debilidad. Algunos días, era difícil incluso vestirme y asistir a clases.
—Ah, casi lo olvido —dijo, empujando una hoja de papel hacia mí—. Este es el programa final del recital de mañana. Tendremos un ensayo general en unos treinta minutos. Me dijeron que viniera a buscarte. Quieren calcular cuánto tiempo habrá entre cada presentación.
Asentí con un suspiro, cerré mis libros y apuntes, y los guardé en la mochila. Me detuve al notar que Rose no se levantaba. Simplemente me miraba con los ojos vidriosos.
—Alice pintó los árboles —murmuró con voz temblorosa, frunciendo un poco la nariz—. Se ven increíbles. Estaba muy orgullosa de ellos. Me ayudaba con las flores. La extraño.
Mis propios ojos se llenaron de lágrimas, pero asentí.
—Yo también —susurré con sinceridad, extendiéndole la mano.
En lugar de tomarla, me abrazó.
—Lo sé… y sé que también extrañas a Edward. —Mi respiración se detuvo, y Rose hizo una pausa al ver mi expresión—. Oh, diablos… sí… Lo siento, Bella.
Asentí, secándome las lágrimas, intentando no romper en llanto. Extrañaba tanto a Edward… y también a Alice… hasta el punto de la locura.
—Todos los estudiantes que participarán en el recital pueden retirarse ahora de clase. El resto del alumnado se reunirá en el auditorio al finalizar la quinta hora…
Mi profesor de español hizo un gesto con la mano hacia la puerta del aula cuando algunos de nosotros nos pusimos de pie tras el anuncio por altavoz. Me sentía enferma y temblorosa. Mi pieza sonaba en mi cabeza, y saber lo que significaba cada sección, recordar cada pequeño paso que tomó terminarla, me daban ganas de vomitar. Sabía que no lograría tocarla sin quebrarme. Lo sabía.
Si Edward estuviera allí, me estaría animando, instándome a bloquear todo lo que me rodeaba y simplemente tocar… para él. A no mirar a nadie más que a él o a las teclas, que nada más importaba. Pero su ausencia me hacía sentir vacía y débil.
Me tomé mi tiempo para guardar mis cosas en mi habitación, obligándome a no mirar el lado vacío de Alice. Recogí mis partituras -aunque no las necesitaba- y bajé al auditorio. Estaba lleno de voces practicando, líneas de guion, instrumentos, mientras el señor Harris nos organizaba por orden en la primera fila.
Me senté en el extremo, cerrando los puños mientras me acomodaba. Mi mirada fue de inmediato hacia la zona tras bambalinas, y me fijé en el viejo pizarrón que Edward solía usar, así como en la puerta del clóset de disfraces que estaba envuelta en sombras, aunque rodeada por los estudiantes de teatro y el coro poniéndose sus túnicas. Suspiré, deseando con todo mi corazón que mi rostro favorito, con mi sonrisa favorita, apareciera entre esas sombras, pero sabía que estaba a miles de kilómetros de distancia.
Tomó casi una hora organizar todo. Los estudiantes comenzaron a tomar asiento detrás de nosotros, y sonreí cuando vi a Esme subir por el pasillo. Justo antes de que pisara el escenario para decir unas palabras, dejó algo en mi regazo al pasar, sin decir nada.
Fruncí el ceño al ver mi cuaderno azul. Se lo había dado a Carlisle hacía solo unos días para que se lo entregara a Edward. La miré mientras se paraba frente al podio… y el corazón se me detuvo cuando me guiñó un ojo.
—No —susurré, mirando alrededor del auditorio y hacia la parte trasera del escenario. No vi a Edward por ninguna parte, pero abrí el cuaderno de inmediato en la última entrada, mientras las mariposas en mi estómago se ponían su armadura al ver la hermosa caligrafía de Edward.
Mi dulce y hermosa niña,
Claro que te diría que puedes hacer esto. Te diría que tienes más talento en un solo dedo que cualquiera de los que están en ese escenario hoy.
Toca tu canción, Bella. Tócala porque te la ganaste. Tócala porque el mundo necesita escucharla. Y tócala para mí. Escucharé cada nota, amor mío. Te lo juro.
Tócala, y luego ven al ala este. Te he extrañado más de lo que podría poner en palabras.
Tú puedes hacerlo, dulzura.
Con todo mi amor,
Edward
Fue lo más dulce… y lo más cruel que había hecho. Ahora el recital se me haría eterno. Mientras presentaban a cada uno de los participantes, buscaba con la mirada por todas partes, intentando encontrarlo, pero no podía verlo en ningún lado. Quería estrangularlo, agradecerle y besarlo todo al mismo tiempo. Pero más que nada, necesitaba verlo.
El recital continuó: pianistas, el coro, el chelista. La escena de Sueño de una noche de verano se alargó eternamente. Otro pianista tocó algo contemporáneo, el oboísta -que provocó algunas risitas en la audiencia- y, finalmente, el señor Harris me presentó.
Subí al escenario con las piernas temblorosas, dejando mis partituras y el cuaderno sobre el piano. Y fue al sentarme en el banco que lo sentí. Fue una oleada de calma, un torrente de necesidad, pero cuando miré hacia el otro extremo del escenario… allí estaba. Oculto del público entre las sombras del telón, pero justo frente a mí, sonriendo con esa sonrisa que tanto necesitaba. Se me cortó la respiración ante su belleza, y los ojos se me llenaron de lágrimas al darme cuenta de que había vuelto… solo por mí. Y quería hacerlo sentir orgulloso.
Mis dedos encontraron las teclas, y mi canción trajo consigo todos los recuerdos: mi papá, mi tristeza, mi vacío y, finalmente… mi regreso a la vida. Todo fluía a través de mis manos. La última parte era mi amor por Edward, y me esforcé por no apresurarme.
Cuando toqué la última nota, busqué su rostro con la mirada nublada mientras él aplaudía junto a los demás. Me levanté, hice una reverencia, y cuando volví a mirar entre bastidores… ya no estaba.
La mano de Esme aterrizó en mi hombro justo cuando despedía a todos por el día. Se inclinó hacia mi oído.
—Bella, fue hermoso. Estoy muy, muy orgullosa de ti.
—Gracias —respondí, cambiando de postura, aferrando el cuaderno y la partitura contra mí.
Ella miró a su alrededor, apretándome el hombro.
—Ve con él. Te ha extrañado muchísimo —susurró, señalando con la barbilla hacia el clóset de disfraces—. El camino está libre.
No tuvo que repetírmelo dos veces. Con una risita, crucé el escenario corriendo y entré al clóset, tomando el pasaje oculto a toda velocidad. Prácticamente me caí dentro de los aposentos de Edward, solo para ser envuelta por los brazos fuertes como acero que hacían que todo estuviera bien, mientras el cuaderno y la partitura caían al suelo.
—Estuviste brillante —susurró en mi oído mientras me alzaba—. Simplemente perfecta, amor mío.
Sonreí, aunque las lágrimas no se podían contener, ni tampoco mis brazos y piernas que se enroscaron alrededor de él.
—Estás aquí…
Él rio entre dientes, y me vi acorralada contra la puerta.
—No por mucho tiempo, dulzura. No puedo quedarme, pero… sabía que no podía perderme esto.
Coloqué las manos enmarcando su rostro, y mis ojos lo bebieron por completo.
Nada en él había cambiado, por supuesto, pero mi memoria no le hacía justicia. Envidiaba su recuerdo perfecto, sobre todo después de estar tanto tiempo separados. Llevaba una camisa negra, vaqueros oscuros, y estaba despeinado, salvaje. Sus ojos brillaban con amor y deseo.
—¿Cuánto tiempo puedo tenerte?
Sonrió.
—Todo el fin de semana. Regreso el lunes.
Dios, cómo había extrañado esa sonrisa y la sensación de sus brazos alrededor de mí… pero su aroma era mucho más fuerte que lo que había quedado en su habitación. Alcé la mano y aparté el cabello de su frente. Podía sentir todo de él: el movimiento de su pecho al respirar, el roce de su exhalación en mi rostro, el leve temblor en sus brazos.
—Estás temblando —susurré, frunciendo el ceño al mirarlo.
Apoyó su frente en la mía.
—Es por contenerme, amor. Ha sido demasiado tiempo separados. Solo…
Asentí, levantando mi propia mano temblorosa.
—Yo también.
Edward tomó mi mano entre las suyas, entrelazando nuestros dedos.
—Despacito, Bella… Por favor.
Roce mis labios con los suyos, apenas un susurro de beso.
—No me vas a hacer daño.
—Podría. Te he extrañado mucho.
No tuve oportunidad de replicar. Se tragó las palabras con su boca sobre la mía. A pesar de su piel dura y fría, sus labios eran suaves y absorbentes, y su contacto ardía como fuego. Su boca se moldeó a la mía a la perfección, pero cuando su lengua rozó con timidez mi labio inferior para saborearme, algo dentro de mí… se abrió de golpe.
Edward presionó nuestras manos contra la puerta, a la altura de mi cabeza, y todo su cuerpo se impulsó hacia adelante. El gemido que escapó de mí lo hizo replicarlo, porque ambos sentimos lo que acababa de hacer. La fricción fue perfecta y en el lugar exacto, pero me cortó la respiración.
Se apartó de mi boca, pero yo lo mantuve cerca, apretando más fuerte mis piernas alrededor de él.
—¿Te hice daño?
Solté una risa entrecortada.
—No… Dios, no —aseguré en un susurro agudo, sacudiendo la cabeza, aunque sentí cómo se me encendían las mejillas al darme cuenta de lo cerca que estaba, y de lo poco que faltaba para que mi cuerpo cruzara un límite que parecía estar buscando desesperadamente—. Edward…
Sus ojos estaban oscuros mientras recorrían mi rostro, con una pequeña sonrisa curvándole un lado de la boca.
—¿Sí? —susurró sobre mis labios, empujándome un poco más contra la puerta de madera cuando asentí con fuerza—. No debería, pero… Te ves… y el calor… —Soltó un gruñido bajo, enterrando su rostro en mi cuello y abriendo la boca sobre mi piel—. Dios, Bella, puedo saborearte en el aire… por favor…
Había fuego y chispas en mi vientre, como relámpagos que me estremecían y tensaban al punto de hacerme temblar, pero cuando finalmente se rompieron, todo mi ser lo atrajo tan cerca como físicamente era posible. Mi cabeza cayó hacia atrás contra la puerta con un golpe sordo, las estrellas aún visibles tras mis párpados mientras subía y bajaba con la respiración entrecortada de Edward. Al parecer, no era la única que había perdido el control.
—¿Estás bien? —susurró contra mi mejilla, rozándola con la nariz hasta que abrí los ojos y asentí.
—¿Te hice daño?
—Te amo. Y no, Edward —respondí sin aliento, sintiéndome revivida… aunque sin fuerzas.
Sonrió.
—Yo también te amo, hermosa —besó el dorso de mi mano, apartándome de la puerta—. Aunque no debería haberte atacado como un animal contra esta maldita puerta —murmuró, sonriendo cuando solté una risita.
—Me gustó.
Su risa fue dulce y hermosa, pero me cargó y cruzó conmigo los aposentos hasta detenerse en una esquina.
—Bella… ¿de dónde salió esta cama?
—Oh, ehm… —Mis mejillas se encendieron aún más—. ¡Esme la trajo! —solté de golpe, haciendo una mueca cuando él soltó una risita burlona.
Miré hacia la cama que había estado usando casi toda la semana. Esme se había cansado de encontrarme dormida en el sofá de Edward, así que había puesto a Jacob a trabajar el fin de semana anterior.
—¿Por qué? —preguntó, aunque su mirada parecía recorrerla de arriba abajo.
Era una cama preciosa, de madera oscura con lo que parecían ser tallados a mano. Una cama con dosel, pero de estilo masculino.
—Porque… dormía aquí… —murmuré, enfocando la vista en los botones de su camisa—. Ella dijo que, si iba a quedarme en tu habitación, necesitaba un sitio adecuado, y que me asegurara de que pareciera que dormía en mi dormitorio cada noche.
La nariz de Edward rozó la mía.
—No estoy enojado, amor —susurró para calmarme, pero volvió a mirar la cama—. ¿De dónde la sacó?
Fruncí el ceño, estudiando su expresión. Sus ojos seguían oscuros, pero su mente estaba lejos. Conocía esa cama.
—Jacob. Dijo que la tenía en el sótano —respondí—, pero el colchón es nuevo.
Edward rio.
—Apuesto a que sí, amor. Destrocé el anterior la última vez que esta cama estuvo en esta habitación.
Jadeé, boquiabierta. Me escurrí de sus brazos y caminé hasta la cama, tocando uno de los postes gruesos y altos.
—¿Esto… es tuyo?
Asintió, sonriendo un poco mientras pasaba un dedo por la madera oscura.
—Sí, le dije a Carlisle que la quemara cuando me di cuenta de que nunca volvería a dormir —suspiró con nostalgia, aunque tragó con nerviosismo—. Supongo que no lo hizo… —Su voz se apagó mientras alzaba la vista hacia el cabecero—. Y la reparó, también.
Se me llenaron los ojos de lágrimas por la tristeza de su tono, pero más aún por la pena antigua en su rostro.
—Yo… lo siento. Puedo…
Su mirada se clavó en la mía.
—¿Por qué demonios te disculpas, mi dulce niña? —preguntó, tomando mi rostro entre sus manos y secando mis lágrimas con el pulgar.
—Es tu habitación… Nos metimos. ¿Malos recuerdos? —balbuceé, pero Edward se movió rápido y suave, y de pronto me encontré en el centro de la cama, con su hermoso rostro sobre mí.
—¿Estás más cómoda en mi habitación, amor? —preguntó, aunque su voz sonaba más profunda, con un matiz oscuro.
Asentí.
—Sí. Mis pesadillas no despiertan a nadie cuando estoy aquí. Y te extraño, así que…
—Así que estar en mi cuarto ayuda —concluyó, apartándome el cabello del rostro. Me besó suavemente cuando asentí de nuevo—. Bella, no puedo negarte nada, sobre todo si necesitas algo. Pero esto…
Sonrió con ternura, negando con la cabeza mientras miraba hacia el dosel cubierto por terciopelo rojo oscuro. Edward parecía buscar las palabras, así que esperé mientras se humedecía los labios y mordía el inferior con fuerza, sacudiendo la cabeza lentamente. Sus ojos, que eran miel oscura, casi se habían tornado negros.
—No tienes idea, Bella —dijo, con un ronroneo en la voz al inclinarse sobre mí. Todo su cuerpo cambió de postura, y se acomodó entre mis piernas mientras me besaba hasta dejarme sin aire—. Verte aquí, saber que duermes en mi habitación y en mi cama… —se detuvo, su boca se abrió y cerró con un chasquido—. Te quiero aquí. El próximo año puede que ya no duermas en los dormitorios.
Sonrió cuando se me escapó una risita, y luego solté un chillido cuando sus dedos encontraron mis puntos más sensibles. Me hizo cosquillas hasta que supliqué que parara, pero luego se dejó caer a mi lado, abrazándome fuerte.
—Hablando del próximo año… vamos a enviar esa pieza a todas las universidades a las que quieras aplicar —afirmó con firmeza, aunque su orgullo era evidente en su rostro—. Tocaste increíble esta noche, mi amor.
—Gracias, pero no creo que lo hubiera hecho si no hubieras venido —admití, encogiéndome de hombros mientras jugueteaba con su camisa.
—Así que Alice lo vio —dijo, sonriendo cuando mis ojos se alzaron de golpe.
—¿Me lo contarás? —pregunté en un susurro, poniendo los ojos en blanco cuando mi estómago rugió ruidosamente.
Edward sonrió.
—Si crees por un segundo que te dejaré ir al comedor, estás muy equivocada —dijo con diversión—. Déjame… cambiarme de ropa, y estoy seguro de que Esme te dará de comer. También debería ponerla al tanto. —Se levantó de la cama y fue hacia su clóset, pero se detuvo y se volvió a mirarme—. Bella, yo… —comenzó, pero bajó la mirada al suelo antes de encontrar mis ojos—. Amor, realmente, realmente he extrañado tu voz, así que… cuando terminemos, ¿podemos volver aquí? Quiero escucharte. Todo lo que me he perdido… de ti. No me importa qué tan aburrido creas que sea.
Sonriendo, me mordí el labio y asentí.
—Sí, Edward.
Él asintió una vez, sonriendo cuando solté una risa.
—Bien. ¡Y quiero oírlo todo! —gruñó dramáticamente antes de cerrar la puerta del baño de un portazo.
Nota de la autora: Esta discusión ha salido bastante en Facebook, pero… Les dije que las cosas se iban a calentar. ;) Sigue siendo una relación de combustión lenta, pero estos dos han marcado su propio ritmo, y la verdad, me gusta. También prometí no alargar su separación, y hablaba en serio. Edward tiene que regresar, sí, pero tiene unos días para estar con su chica. :)
Preguntas… Sí, Bella y Alice pueden mantenerse en contacto, pero recuerden el año en el que estamos. Skype aún no existía, y la señal de celular en Alaska es inestable. Así que… harán lo mejor que puedan.