ID de la obra: 551

Masen Manor

Het
R
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1
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planificada Mini, escritos 631 páginas, 248.601 palabras, 36 capítulos
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Capítulo 24

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. Capítulo 24 Abril de 2002 EDWARD . Salí del baño más fresco, más limpio, aunque con un toque de culpa por la forma en que prácticamente había arrastrado a Bella contra la puerta. Eché un vistazo hacia la entrada, negando con la cabeza al ver sus partituras tiradas en el suelo y el cuaderno caído sobre la alfombra, abandonado en medio de la sorpresa. El aroma de Bella seguía llamándome; estaba en todas partes, aferrado a mi piel, y sonreí al ver su pequeña figura sentada en medio de mi antigua cama, abrazando una almohada. Gateé por la cama hasta acostarme a su lado, y suspiré cuando sus dedos se hundieron de inmediato en mi cabello, apartándolo de mi frente. —Lo siento por antes. No debí… Su risita fue dulce, como una cajita de música. —¿Acaso parezco… cómo lo dijiste? ¿Atacada? Sonriendo, asentí mientras le apartaba el cabello del rostro. —Deliciosamente sí, pero yo… Me interrumpió con un beso. —Shhh, Edward. No cambiaría nada. ¿Acaso no me extrañaste? —Sabes que sí. —Bueno, yo te extrañé igual —se irguió con la espalda recta, mirándome con el ceño fruncido—. Dijiste la última vez que estuvimos separados que no luchara contra lo que sentía. Y eso que solo fueron dos días. Han pasado casi tres semanas. Si yo no puedo luchar contra ello, tú tampoco —sentenció, frunciendo el ceño con más fuerza. —Es diferente para mí, amor. Podría lastimarte si perdemos el control así. Negó con la cabeza. —Lo entiendo, pero puedes hablar conmigo, ¿sabes? Si esto es lo que somos, juntos, para siempre, ¿no tendría sentido simplemente…? —Se encogió de hombros, ladeando su preciosa cabeza—. No sé… ¿dejar que las cosas pasen como tengan que pasar? —Señaló hacia la puerta—. En ningún momento estuve asustada, ¿de acuerdo? No me arrepiento. Llevé una mano a su cabello, atrayéndola para un beso. —Te amo —susurré sobre sus labios, pero la alejé apenas para mirarla a los ojos—. Y ese es un argumento justo, señorita Swan —concedí, sonriendo cuando levantó una ceja de forma descaradamente sexi—. Sin embargo, necesito que me digas en el instante exacto si algo que haga o diga te incomoda, te duele o… —Lo prometo —dijo solemnemente, solo para rodar los ojos cuando su estómago gruñó con fuerza. Soltando una carcajada, me levanté de la cama y la arrastré por el pie hasta el borde, inclinándome para besarle el vientre por encima del suéter. —Está bien, está bien… Te alimentaré —gruñí con tono burlón, lo que hizo que mi chica se retorciera entre carcajadas. Fue el mejor sonido que había escuchado en semanas. La ayudé a ponerse de pie mientras ella decía entre risas: —¡Lo siento! Estaba demasiado nerviosa para almorzar. —Bueno, solucionemos eso, ¿sí? —le propuse, rodeándola con un brazo para guiarla hacia la puerta—. Puedes saquear el refrigerador de Esme. Bella rio, pero alzó la mirada hacia mí. —No hace falta. Puedo agarrar algo rápido en el comedor y llevármelo para comerlo allá —cuando arrugué la nariz, añadió—: No tienes que ir. Solo déjame ir por un sándwich. Te veo en su puerta. Fruncí el ceño ante la idea de estar lejos de ella, incluso por unos minutos, y negué con la cabeza. —No, amor. Te acompaño. Tomamos los pasillos traseros hasta el primer piso, y escuché en la puerta del clóset de almacenamiento para asegurarme de que todo estuviera despejado, asegurándole que me quedaría allí. Me besó rápidamente y corrió hacia el comedor mientras yo me recostaba contra la pared. Saludos fuertes llegaron a mis oídos, así como pensamientos de todos al mismo tiempo cuando Bella entró en la sala. Permaneció en silencio, salvo por un breve intercambio con Rosalie Hale y Emmett McCarty. Se habían vuelto buenos amigos para mi Bella, algo que no olvidaría. El grandulón la veía como una hermana menor, pero Rose la consideraba otra sobreviviente del infierno, alguien con quien compartía más de lo que la gente podía ver. Rose respetaba a Bella, aunque cada una hubiera enfrentado su batalla de forma distinta. Había otros pensamientos que no eran tan respetuosos, y gruñí bajo en el pequeño espacio. Pensé que ya habíamos eliminado los problemas de la escuela, pero parecía que había más. Aunque, tenía que agradecer que no eran tan viles como Mike Newton y Jessica Stanley. Lo que estaban pensando fue lo que me hizo abrir la puerta y salir al pasillo. Mi aparición en el comedor hizo que algunas conversaciones se detuvieran y que los pensamientos explotaran. Bella saludaba a Angela Weber cuando finalmente se giró para marcharse, pero me vio. —¿Qué tan malos son? —pregunté, estrechando la mirada hacia la sala—. Los rumores, Bella. ¿Qué tan malos? —Oh, ehm… —murmuró tan bajo que incluso mis oídos apenas la escucharon—. Ridículos. Solté un resoplido, señalando una mesa vacía. —Ya lo veo. ¿Quieres acabar con algunos? Mi hermosa chica sonrió de lado, pero sus mejillas se tiñeron de un rosa adorable. —¿Esme? —Puede esperar unos minutos. Come, dulzura —dije, haciendo una mueca ante los pensamientos que provenían de una mesa cercana. Bella y yo nos sentamos, y me incliné hacia ella—. Así que… ¿me odias, eh? El bufido y el rodar de ojos de Bella fueron adorables y torpes. —Solo después de que intenté seducirte… o eso dicen —susurró contra el borde de su botella de agua. Reí en voz alta, atrayendo algunas miradas, pero no pude evitar bromear con ella. —Lo hiciste. Descarada. Pero te aseguro que no te odio por eso. —Ajá —soltó entre risas, mirándome con una gran sonrisa. El Sr. Harris se levantó de la mesa de los profesores y se acercó a mí. —Edward, me alegra verte. No pensé que vendrías —dijo con una sonrisa y un apretón de manos. —No puedo quedarme. Debo volver con mis primos en Alaska —le expliqué—. Solo quería ver a Bella tocar. Sabía que lo haría bien. —Muy bien, de hecho —coincidió—. Excelente, para ser honesto —agregó con una sonrisa, dirigiendo su atención a la chica sonrojada frente a mí—. El esfuerzo valió la pena. De ambos. Creo que tendré trabajo duro el próximo año si quiero superar eso. Sonreí con cierta tristeza y asentí. —Sí, lamento eso. El próximo año volveré a tomar clases. Mi esperanza es que Bella se postule en Harvard, así podremos trabajar juntos otra vez. Cuando los ojos de Bella se agrandaron con sorpresa y se encontraron con los míos, le guiñé un ojo rápidamente mientras jugueteaba con la tapa de su botella, como si fuera un humano inquieto. Todo ese intercambio fue suficiente para aplastar una buena cantidad de rumores, pero sobre todo, para cerrar la boca de Lauren Mallory. Había estado pensando demasiadas cosas detalladas sobre mí, igual que la chica a su lado, Rachel. Aunque Rachel siempre había tenido un pequeño enamoramiento, Lauren no era más que una chica superficial y celosa, incapaz de ver más allá de lo evidente. No odiaba a Bella, como Jessica y Mike, pero simplemente no entendía por qué no hablaba ni por qué eso era importante. La bloqueé de inmediato y volví a centrarme en el Sr. Harris. —Bueno, cualquier universidad tendría suerte de escuchar su composición original, eso es seguro —añadió—. Los dejo para que sigan celebrando con su… estudiante, Edward. —Ah, pero Bella ya no es mi estudiante. Y nunca fui un profesor con sueldo. Somos… amigos. Solo quería estar aquí para ella hoy —repliqué con una sonrisa, especialmente cuando esa afirmación provocó aún más pensamientos en mi mente. Los grandes ojos marrones de Bella iban de mí al Sr. Harris mientras comía lentamente su sándwich. Quería besarle esa carita adorablemente sorprendida, pero no lo hice. Sin embargo, dos mentes dulces y tranquilas se cruzaron con la mía, y miré hacia Rosalie. Estaba ridículamente feliz por Bella. Siempre había supuesto que yo era alguien con quien Bella podía hablar -hablar de verdad- y también había creído que ella sentía más que amistad por mí. Ahora sospechaba que había algo más, pero no diría una sola palabra. Sabía lo que significaba tener a alguien en quien confiar, alguien que hacía que todo lo malo… fuera más llevadero. Se había preocupado mucho por Bella después de la desaparición de Alice. Angela Weber era la otra mente amable que oí. Su única preocupación era callar los rumores. Sabía que Bella estaba luchando con la pérdida de Alice, así que cualquier cosa que la hiciera sonreír como en ese momento… era algo bueno. El viejo profesor de música volvió a su lugar, y me volví hacia Bella. —¿Qué? —¿Por qué hiciste eso? —preguntó en un susurro. Solté una risa suave, girando entre los dedos la tapa de la botella. —Si vamos a acabar con los rumores, acabemos con todos, amor —le susurré de vuelta, sonriendo cuando se rio entre dientes y negó con la cabeza. Hizo una bolita su basura, se levantó y la tiró mientras salía del comedor. Yo la seguí. Una vez fuera del alcance de los oídos curiosos, se volvió hacia mí, con el rostro serio. —¿Tú… tú… no cobrabas por enseñarme? —preguntó, confundida. Sonriendo, le tomé el rostro entre las manos. —No, para nada. Supe lo que eras para mí antes siquiera de conocerte, Bella, y no necesito el dinero. Enseñarte fue un honor… y demasiado divertido como para necesitar salario. Su risa fue dulce, ligera y feliz, pero con las mejillas aún más rosadas que antes, se giró sin decir nada y fue hacia la puerta de Esme. —¿Qué? —pregunté, pasándome la mano por el cabello—. A veces, de verdad desearía poder leerte la mente —murmuré con un puchero. —Pues no puedes —me lanzó por encima del hombro con una carcajada. La puerta se abrió antes de que Bella pudiera tocar, revelando a una Esme bastante divertida. —Creo que lo que quiso decir es… te aguantas, guapito —bromeó, sonriendo cuando Bella rio y entró en la sala—. Me alegra verte, Edward. Te he echado de menos —dijo cuando le besé la mejilla. Lo que no dijo en voz alta fue que estaba realmente feliz de ver la sonrisa en el rostro de Bella, y yo asentí, haciéndole saber que lo había escuchado. —Quería hablar con ambas sobre Alice, darles una actualización —expliqué, tomando asiento junto a Bella en el sofá de Esme—. Ella quería que le explicara algunas cosas a Bella, que le pidiera perdón. Bella frunció el ceño, mirándome. —¿Perdón por qué? —Por preocuparte, por asustarte, por un montón de cosas que ahora te explicaré —respondí con una sonrisa triste, pero me incliné para besarle la frente—. Me preguntaste una y otra vez por qué fue a Hunter's Lake… Tengo esa respuesta. —Bieeen —dijo, alargando la palabra mientras me miraba fijamente. Miré a Esme y luego a Bella. Ambas querían saberlo. —Alice, cuando era humana, descubrió que sus visiones borrosas giraban en torno a nosotros… a los de nuestra clase —dije, señalándome a mí mismo y a Esme—. Solo que nunca estuvo del todo segura de lo que realmente éramos. No te dijo nada porque era una teoría que estaba probando. De hecho, ese día era la prueba. Se vio yendo al pueblo, a pesar de que tú y Jasper le dijeron que no lo hiciera. Se vio a sí misma yendo, y luego la visión se volvió borrosa. Supuso que se encontraría con Jasper. Cuando vio a James moverse muy rápido estaba segura de que había acertado. Por su cabello rubio y su cuerpo delgado, no podía ver bien quién era. También vio que, si no lo seguía, una mujer pelirroja, Victoria, llegaría al castillo… a ti. Había tantas cosas invisibles que la pusieron nerviosa. No tuvo otra opción más que confiar en sus visiones. Solo cuando despertó de su transformación supo realmente qué éramos. Creemos que las visiones eran borrosas porque aún era humana… es decir, tenía que convertirse en uno de nosotros para que se aclararan. Aparentemente, solo puede ver con claridad lo que realmente conoce. Bella suspiró, negando con la cabeza. —Ojalá me lo hubiera dicho. —Todos lo deseamos —asentí. —Y ella… ¿cómo lo está manejando, hijo? —preguntó Esme. —Ella… —vacilé, encogiéndome de hombros con una risa leve—. Es simplemente Alice. —Me reí—. Es enérgica e inteligente, pero hace un trabajo increíble encontrando lo positivo en todo esto. Discutimos a diario —dije, sonriendo cuando ambas mujeres soltaron una risita—. Es cierto. Le encanta y odia que pueda ver lo que piensa. Al principio estaba completamente abrumada, y no tomó muy bien la noticia de que nunca volvería a ver a su familia. Pero… ahora es simplemente Alice. Está ridículamente feliz con Jasper, lo cual me vuelve loco la mayoría de los días. La lujuria que él proyecta es perturbadora —gruñí, pasándome las manos por la cara y sentándome hacia adelante—. Cuando pase esta etapa de recién nacida, será… una fuerza imparable, honestamente hablando. La combinación de Jasper, Alice y yo… siempre podremos proteger a la familia. Esme asintió, sonriendo levemente. Me volví hacia Bella. —Amor, ella realmente quería que te asegurara lo mucho que lo siente. Se siente fatal por lo que causaron su desaparición y su «muerte». —Suspiré, negando con la cabeza—. Dice que debió saberlo mejor, pero… no tiene excusas. Con todo lo que has pasado, y con todas las veces que te protegió, le duele que hayas tenido que pasar por eso. —Me alegra que no esté… perdida para siempre —murmuró Bella, jugueteando con su pulsera de dijes—. Duele no poder verla por un tiempo, pero… algún día, ¿cierto? —preguntó esperanzada, encontrando mi mirada con sus ojos oscuros y húmedos. —Sí, dulzura —dije, tomando sus manos y besándole los dedos—. Y Dios, cómo te extraña también. No tienes idea. Si tiene un objetivo, es llegar al punto en el que pueda verte otra vez. No quiere cometer ni un solo error, especialmente contigo. Y revisa sus visiones constantemente buscándote… aunque quizás sea por mí, para que pueda verte. Bella sonrió y asintió. —Pronto podrá hablar contigo por teléfono. Por ahora, tiene que aprender a controlar su fuerza. Ha roto algunas cosas por accidente: picaportes, ropa, el pobre control remoto del televisor de Tanya. Si le doy un teléfono, lo aplastaría. Además, sus emociones cambian de forma extrema. Todo eso se calmará con el tiempo, y te prometo que la haré llamarte. —Altavoz —sugirió Esme, guiñándole un ojo a Bella. —Cierto —murmuré, frotándome la mandíbula—. Lo intentaremos cuando regrese, ¿de acuerdo? —Si hay señal —replicó Bella. —Haré lo que pueda, amor —prometí, rozando su mejilla con un beso—. Créeme, es igual de frustrante para mí. —Lo sé —suspiró, recostándose contra mí—. Solo que… —No tienes que explicarlo, Bella —susurré contra su cabello. —¿Cómo está Tanya? —preguntó mi chica, y los pensamientos de Esme se volvieron divertidos, así que entrecerré los ojos hacia mi figura materna. —Ella fue la que me metió al auto, me llevó al aeropuerto y me dijo que fuera a ver a mi chica —expliqué, sonriendo contra el dulce cabello castaño de Bella cuando esta rio—. En realidad, estoy bastante seguro de que ni siquiera frenó para arrojarme al llegar. Esme rio. —¿Los volviste locos, hijo? —Sí, básicamente. He estado bastante… irritable. Y casi todas las noches tengo que salir de la casa. Los pensamientos de Esme fueron amables y cálidos. —Entonces sal de mi sala. Ve a pasar tiempo con ella. Por Dios, hijo, te ha extrañado tanto. Sus pesadillas han vuelto peor que nunca, así que su sueño es… Bueno, mírala… Asentí, atrayendo a Bella más cerca, dejando mis labios sobre su cabello mientras ella se acurrucaba contra mí. Parecía que cada músculo de mi chica se relajaba poco a poco. —Bella, antes de que te duermas, vamos, amor —le pedí, dándole un leve empujón. Bella se incorporó y asintió, adorablemente somnolienta. —De acuerdo —dijo con un bostezo—. Tendré que encontrarte allá. Debo hacer que parezca que voy a mi dormitorio. Regla de Esme —añadió, riendo dulcemente. —Te veo allí —le dije, sonriendo cuando abrazó a Esme antes de salir por la puerta. Antes de que pudiera salir de la sala de Esme por el pasaje oculto, ella me detuvo. —Edward, ya casi termina el año escolar… ¿Qué vas a hacer? —Jasper y Carlisle saben que me iré en cuanto Bella suba al tren de regreso a casa. Hablaré con Jacob, veré qué quiere hacer, pero podría usar su ayuda en Boston. La que me preocupa es Leah. No la dejaremos sola aquí. Si ustedes dos se van a Denali y Jacob viene conmigo, entonces… ella quedaría sola. Eso… eso no puede pasar. Se está debilitando, aunque nunca lo admitirá. Si está de acuerdo, podría llevármela con nosotros, instalarla en mi casa por el verano. —Hmm, tal vez lo esté. Hablaré con ella y con Jacob, te avisaré. Por ahora, Bella es tu única prioridad. Solo asegúrate de que la vean los otros estudiantes este fin de semana. Sonriendo, miré hacia mis zapatillas. —Sí, señora. Trataré de compartirla. Esme rio. —Mentiroso. Fuera de aquí. Soltando una carcajada, desaparecí por el pasadizo secreto rumbo al dormitorio de Bella. ~oOo~ BELLA El sonido de un vidrio rompiéndose hizo que todo mi cuerpo se estremeciera. Me sentía agotada, pero una lenta mirada a mi alrededor me dijo que estaba en mi habitación en Boston. Las sombras eran de un azul negruzco, se extendían por el suelo y trepaban parcialmente por la pared. Podía casi contar los tictacs del reloj hasta que el crujido del sexto escalón se oyó subir por la escalera. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho hasta que otro chirrido me hizo apartar la mirada de la puerta del dormitorio hacia la ventana. Comodidad, calma y amor me envolvieron como un abrazo cuando la figura alta y delgada de Edward se deslizó hacia mi habitación. Su mirada era aguda, penetrante y furiosa. No conmigo, sino con la puerta. Se movió en un instante, casi sin hacer ruido al cruzar mi habitación, abrir la puerta y desaparecer por el pasillo. Gritos de angustia y dolor resonaron, pero fueron acallados enseguida. Cuando Edward reapareció en el marco de la puerta, parecía más grande, con los puños apretados a los lados, pero sus ojos brillaban de un rojo intenso. Desperté de golpe, sentándome con un jadeo. —Tranquila, amor. Estás bien —me calmó Edward, tomándome el rostro entre las manos y obligándome a mirarlo. Tomando su rostro entre mis manos, lo examiné, pero a la luz de la luna que entraba por la ventana, solo encontré miel cálida y dulce mirándome con preocupación. Solté un suspiro de alivio, lo besé y apoyé mi frente ardiente en su mejilla. —¿Quieres hablar de eso? —preguntó, pasándome los dedos por el cabello y bajando por mi brazo—. ¿Dices que son recuerdos? Asentí, me alejé un poco y miré alrededor de la habitación, aunque una mano seguía aferrada a su suave camiseta. Las mismas sombras azul negruzco de mi sueño se extendían por los pisos de madera de los aposentos de Edward. No eran tan ominosas como en mi sueño; eran hermosas gracias a la brillante luna afuera. —Lo son cuando tú no estás… o eso parecen —le dije, cruzando las piernas y abrazando una almohada—. Cuando estás aquí, cambian, y nunca son iguales. Estás en ellos. Me mantienes a salvo, me proteges. Yo… creo que los matas. Las cejas de Edward se alzaron. —¿Los mato cada vez? Le sonreí, negando con la cabeza. —No… Una vez, fui yo. —Bella… —gruñó, rodeándome con los brazos—. Nunca te pondré en esa posición, dulzura. Jamás. Siempre me pondré entre tú y el peligro. ¿De acuerdo? Asentí para hacerle saber que lo había escuchado, y solté un suspiro. —Creo que todo está revuelto en mi cabeza —dije, soltando un bufido para mí misma—. Pasado, presente, futuro… todo se mezcla. Y, además, te vas mañana. Habíamos pasado todo el sábado encerrados en el ala este poniéndonos al día. Hice lo que me pidió y le conté todo lo que se había perdido mientras estuvo fuera. Bajé al comedor para las comidas, pero fingí encerrarme en mi dormitorio el resto del tiempo. Hoy era domingo, así que estaría volando de regreso a Alaska antes de que yo empezara mi segunda clase al día siguiente. Solo pensarlo me destrozaba. Sonrió dulcemente contra mi mejilla. —Es comprensible, amor. Te despertaste mirándome como si fuera un fantasma. ¿Qué fue eso? —Tú eres… FM —respondí con una sonrisa, riéndome cuando él soltó una risa—. No sé. Tenías los ojos rojos… Tal vez estaba pensando en Alice o algo así. —Puede ser. Es bastante probable —coincidió en un susurro. Cuando me giré para mirarlo, sonrió y me apartó el cabello del rostro—. Los ojos rojos son difíciles de olvidar. También están en la predicción de Leah. Me he esforzado mucho por mantener los míos de este color. Sonriendo, lo besé. —¿Alguna vez te has descontrolado? Hizo una mueca, arrugando la nariz de forma adorable, pero su mirada evasiva me dijo que sentía vergüenza. —Lo siento. No es… —Es totalmente tu asunto, Bella —me interrumpió con suavidad, acercando mi cabeza para besarme la frente—. Deberías saber todo sobre mí. Incluso mis peores errores. —Miró por la ventana, fortaleciéndose un poco antes de volver a encontrar mi mirada—. Era muy parecido a Alice. Cuando descubrí que había otra forma de vivir, me propuse mantenerme en la dieta correcta. Carlisle fue muy paciente, pero no es fácil. Nunca quise ser un asesino… Llevaba unos dos años en esta vida. Estábamos cazando en Montana cuando detecté el olor de un puma, pero mientras lo seguía, otro aroma lo superó. Era distinto a todo lo que había conocido, completamente irresistible. Miró sus manos, negando lentamente con la cabeza. Se humedeció los labios antes de continuar. —Él también cazaba en esos bosques. Estaba solo, cansado, y un poco borracho por el whisky que había bebido para mantenerse caliente acampando. Estaba encima de él antes de que Carlisle pudiera detenerme. —Oh, Edward… —gemí, tomándole el rostro. Frunció el ceño, pero se inclinó hacia mi caricia. —Ni siquiera me di cuenta de lo que había hecho hasta que oí sus últimos pensamientos. Solo le preocupaba la familia que había dejado en la cabaña. Le arrebaté un esposo… un padre de cuatro hijos. Nunca me sentí más como un demonio que ese día —murmuró, mirándome—. Sé que odias esa palabra, pero ese día… lo fui. Carlisle buscó a su familia, les dijo que había sido un accidente con un puma. Los ayudó lo mejor que pudo a regresar al este. El hombre… nunca olvidaré su nombre… Ezra Clemmons. Había llevado a su familia al oeste buscando un nuevo comienzo. No lo tuvieron. —Lo siento… —Está bien —dijo con una sonrisa—. Ya acepté lo que hice. A la familia Clemmons no le ha faltado nada durante generaciones. Es lo único que pude hacer. Aunque sé que el dinero no lo devuelve. Me propuse no volver a caer… y no lo he hecho —me acarició la cara con un dedo—. Solo Carlisle tiene un historial limpio. Sabes la historia de Jasper, y Esme también tuvo un desliz. Pero todos haremos lo posible por mantener limpio el historial de Alice. —Y el mío… cuando llegue el momento —añadí, sonriendo ante la esperanza que él intentaba ocultar. —No hay prisa para eso, ¿sabes? —me recordó con una risita en su voz aterciopelada—. Ninguna. Puedo esperarte toda la eternidad. —Lo sé. —Además, con lo intensa que es Alice, no puedo imaginar cómo serás tú —bromeó, dándome su sonrisa favorita y un guiño—. Seguro tendré las manos llenas. Me reí. —¿De verdad discuten todos los días? —Todos los malditos días —asintió, convencido—. Confía mucho en sus visiones, pero necesita aprender a confiar en sus otros sentidos también. Es una batalla constante. Odia que pueda verla hacerlo. Y peor aún, Jasper puede sentir su engaño cuando lo intenta. No puede ganar. Y su temperamento de recién nacida es una bomba. Carlisle debe estar divirtiéndose bastante en este momento. Que se encargue él de lo que Jasper siente cuando todos se emparejan por la noche… Solté una carcajada mientras me recostaba contra él. —Aww, ¿es tan grave? La cara de Edward se transformó en algo muy parecido a puro dolor y tortura, lo que me hizo reír aún más y besarlo. —Oh, Dios… no tienes idea, Bella. Es horrible, embarazoso y… —su voz se fue apagando—. Tú has sentido lo que él puede hacer… y eso es cuando lo controla. Imagina cuando pierde el control. Es como un tren de carga de… de… deseo. Y es cuando… ellos… —soltó un gruñido—. Es simplemente… ugh… —Se frotó el rostro con fuerza, aunque mi risa le arrancó una sonrisa en los labios—. Puedo oírlo todo, verlo todo… sentirlo todo. —Su mirada se posó en mí mientras tomaba mi rostro entre sus manos—. No quiero ver a nadie más que a ti, y sentirme así cuando no estás cerca… Se siente tan mal, tan sucio, pero me hace extrañarte aún más. Tengo que salir a las montañas. Una parte de mí se alegraba por Alice y Jasper, porque podían estar juntos, sin restricciones. Pero otra parte se rompía por Edward. Era tan correcto, tan educado en muchas cosas, que sabía cuánto odiaba experimentar todo eso. También era tan amoroso, tan entregado… que extrañarme debía hacerlo todo aún peor. —¿Qué haces cuando te vas? —le pregunté. Se rio, mirando hacia otro lado, y vi asomar a mi Edward tímido. —En su mayoría, alejarme lo más que puedo de cualquier mente… y luego pensar en ti… extrañarte —desvió la vista hacia la ventana y se deslizó fuera de la cama—. Ven, amor. Quiero mostrarte algo. Se detuvo frente a la ventana más alta que daba al patio trasero del castillo. Sus ojos recorrieron el cielo, una pequeña sonrisa jugueteando en sus labios mientras me atraía para que me pusiera frente a él. Cuando habló, su voz fue suave, reverente, y justo en mi oído. —¿Ves esa estrella brillante, Bella? La que resalta más que todas las demás —preguntó, besándome la oreja cuando asentí—. Miro hacia ella. Nuestros husos horarios son distintos, pero allá… en Alaska… puedes ver casi todas las estrellas del cielo. Esa sigue siendo la más brillante. La miro, pido deseos sobre ella: que estés bien, que estés a salvo, que algún día pueda mostrarte esas estrellas. Pido que el tiempo vuele para poder seguirte hasta Boston. Se me llenaron los ojos de lágrimas por lo dulce que era, y me giré en sus brazos. —Yo también. Estas próximas semanas se van a arrastrar tan lento… Ya es bastante malo que sea el final del año escolar, pero ahora… solo voy a desear que regreses. La frente de Edward se apoyó en la mía antes de girar la cabeza y besarme con suavidad, lentamente, profundamente. Una de sus manos me sostuvo el rostro; la otra estaba en la base de mi espalda, aunque ambas se deslizaron para sujetarme por la parte trasera y alzarme en sus brazos. Cuando solté un chillido, su sonrisa fue tímida, pero con un toque travieso. —A la cama, amor. Sé que no estás durmiendo bien. Al menos recupérate antes de que me vaya, ¿sí? —¿Me abrazas? —le pedí mientras me acostaba con suavidad en la cama. Sonrió y asintió. —Siempre, Bella. Mientras tú quieras… ~oOo~ Dormí profundamente, sin sueños, el resto de la noche, y desperté con la luz brillante del sol y el olor de comida en la habitación de Edward. Me giré para verlo sentado en su escritorio; un plato envuelto descansaba en la esquina. Reconocí que venía de la cocina de Esme. Edward estaba hermoso mientras estudiaba la computadora frente a él. Destellos de arcoíris brillaban sobre la piel expuesta de sus brazos y cuello por los rayos del sol que entraban. Su ceño estaba fruncido, y se frotaba la mandíbula tensa una y otra vez. Esa expresión cargada de tensión se desvaneció cuando me vio sentarme. —Buenos días, amor mío. Te traje desayuno, ya que dormiste hasta tarde —dijo con una sonrisa. —B-buenos días —respondí con un bostezo, tambaleándome fuera de la cama hacia el baño, y escuché su risa al otro lado de la puerta. Me refresqué, recogí el cabello en una coleta, y al salir, él me esperaba junto al sofá, el plato en la mano y una expresión preocupada en su hermoso rostro. —¿Qué pasa? —pregunté, tomando el plato y sentándome. —Quiero que hablemos, Bella… antes de que me vaya mañana —dijo, sentándose a mi lado, pero sin recostarse. Apoyó los codos sobre las rodillas. —Okay. Suena serio. —Lo es, pero… come, dulzura. Miré el plato con fruta y un bagel con queso crema, optando por el bagel primero. Mastiqué con paciencia, aunque mi corazón latía como loco. Se veía tan serio que me asustaba. De repente, su mirada se clavó en la mía. —No, Bella, tranquila —susurró, sentándose más cerca—. Dios, tu corazón, amor… —Solo… dilo, Edward —supliqué, jugando con el queso crema y evitando su mirada, pero él levantó mi rostro con los dedos bajo mi barbilla—. Aún vienes este verano, ¿verdad? —solté sin pensar. Era mi único miedo. Sonrió, su rostro relajándose por completo. —El mismo día que pongas un pie en el tren, yo estaré en el aire. ¿De acuerdo? —llevó mi frente a sus labios—. Nada podrá detenerme. Asentí, dando un bocado del bagel que de pronto se sentía como arena en la boca, pero solté un suspiro de alivio. Se recostó un poco. —Esta conversación es sobre Boston, amor. Hay algunas cosas que quiero repasar contigo antes de que regreses a casa. Y como me reuniré contigo allá, no habrá tiempo para esto después. Aquí tenemos privacidad, y quiero que puedas hablar con libertad, como sé que haces cuando estamos solos. ¿Tiene sentido? —Sí, está bien —sonreí hacia mi plato, enamorándome un poco más de él por conocerme tan bien. Y aún más por no juzgarme por eso. —Hay algunas cosas que quiero que hagas cuando estés en casa, Bella —hizo una mueca—. Odio sonar como tu padre al decir esto, pero necesito que estés segura. Necesito protegerte. —No, lo entiendo. ¿Qué debo hacer? No voy a… —Sé que probablemente no hablarás mucho en casa, aunque has comenzado a hablar un poco más con tu mamá y con Chelsea, y eso está bien. Me quedaré lo más cerca posible de ti, y si no puedo, Jacob aceptó ocupar mi lugar los días que me cueste moverme con libertad. ¿Entiendes? —asentí, y él también—. Quiero que siempre mantengas tu puerta cerrada con llave, y quiero que le cuentes a Chelsea sobre tu nuevo doctor… por si acaso, Bella. Dale la tarjeta de Carlisle. Ella es totalmente confiable. Te quiere como si fueras su propia hija, y todo lo que te ha dicho ha sido completamente sincero. —Me entregó otra tarjeta de presentación de Carlisle, y la tomé. —¿No a mi madre? —No, pero solo porque puede comentarlo con Phil, y no quiero que él se entere. Cuando llegues a casa, te faltarán unos cuatro meses para cumplir dieciocho. Él no tiene ningún poder legal sobre ti, pero eso no significa que no intente algo. Me metí el último pedazo del bagel en la boca, pensando en eso. —Ojalá no tuviera que ir a casa. —Tienes que hacerlo, amor mío —suspiró, dejando el plato sobre la mesa de centro y atrayéndome hacia él—. No tienes opción. Aún no eres legalmente adulta. De nuevo, es mantener las apariencias. Si no vuelves a casa, vendrán a buscarte —explicó, sonriendo con tristeza—. No es que nos encuentren, pero causaría muchos problemas. —Podríamos escondernos para siempre —bromeé, trepándome a su regazo—. Solo tú y yo. Sonrió mirándome desde el sofá. —No me tientes, mi Bella. Solté una risita, mordiéndome el labio inferior. —Maldita sea. Está bien, ¿qué más? Él estudió mi rostro, sus ojos cálidos mientras me acariciaba la mejilla con los dedos. —Tienes que saberlo… La policía ha reabierto el caso archivado de tu padre. Han empezado a hacer preguntas otra vez, y puede que vayan a verte. Mi sonrisa se desvaneció y mi corazón comenzó a martillar en mi pecho. —No puedo… ¿Qué hago? —Diles la verdad, como tú quieras contarla, y lo que recuerdes. Escríbelo, si es necesario. Deberían haberte hecho hacerlo desde el principio —dijo, con un leve gruñido en el tono, pero yo ya negaba con la cabeza. —Me habría paralizado —susurré, arrugando la nariz—. Más allá de cualquier cosa que hayas visto. Y algunos policías conocían a mi papá, así que no insistieron. Edward suspiró, besándome los labios. —¿Y ahora? ¿Crees que podrías enfrentarlo? Me encogí de hombros. —Tal vez. ¿Podrías estar conmigo? —Contra viento y marea, Bella. Haría lo posible —prometió, colocando una mano sobre su pecho—. Nunca estarás sola en esto, te lo juro. Me incliné para besarlo. —Gracias. —Mmm —murmuró feliz contra mi boca, devolviéndome el beso con suavidad—. Lo último, mi amor… ¿Recuerdas dónde está mi casa? —preguntó, y asentí—. Bien. Si alguna vez necesitas salir de tu casa o escapar, ve allí. Leah y Jacob ocuparán los cuartos de invitados durante el verano. Bueno, él tomará el sofá en el estudio. Ella siempre estará en casa… y se hará pasar por mi tía abuela. —Sonrió, negando con la cabeza—. Me da una excusa para estar en Boston contigo y te da una especie de «chaperona» cuando vengas a visitarme, porque créeme, mi dulce niña, voy a hacerme notar en tu casa. Seré ese novio siempre presente que viene a recogerte para salir todo el tiempo —dijo con una sonrisa tan adorablemente engreída como tímida. Reí, negando con la cabeza. —Excelente. Me gusta ese plan. Edward me tomó el rostro y me besó. —Solo necesito que estés segura, Bella. Si logro llevarte a tu próximo cumpleaños, ya no habrá tantas amenazas contra ti. Nadie podrá tocarte —me besó de nuevo antes de que pudiera responder—. Y no, amor… no se trata del dinero. Se trata de los deseos de tu padre. ¿Lo entiendes? Mis ojos se llenaron un poco, pero asentí. —Sí. Gracias. —Ahora, basta de cosas pesadas… Ve a vestirte. Vamos a pasar todo el día juntos —se rio cuando me bajé de su regazo de un salto. —Está soleado —respondí, señalando la ventana. —Iremos a nuestra colina, y quizás a la casa de Leah, así que no importa. Su sonrisa era dulce y feliz, y me incliné a besarlo antes de ir a buscar mi ropa. ~oOo~ Mis sueños del domingo por la noche fueron distintos. Aún estaban ambientados en mi habitación de la infancia, pero en lugar de cristales rotos, escalones que crujían y gritos, estaban llenos de caricias y besos. También había una sensación de pánico, como si nunca fuera suficiente, como si el tiempo se nos escapara. En mi sueño, me aferraba a Edward como a un salvavidas, y desperté en esa misma realidad, sudando y temblando. —Tranquila, Bella —me calmó, pasándome una mano fría por la frente. Solo consiguió que mi piel, ya caliente, ardiera más—. Estoy aquí, amor. Asentí, acurrucándome en su cuello, sujetando su camiseta por la cintura. —¿Qué hora es? —Temprano. Me alejé un poco, inclinándome sobre él para ver el reloj. Eran casi las tres de la mañana, pero fue la visión de su maleta ya empacada junto a la puerta lo que hizo que toda mi valentía saliera volando por la ventana. Sabía que Alice lo necesitaba, sabía que lo vería en unas semanas, pero mi corazón dolía solo de pensar en estar separada de él. —No quiero que te vayas —dije, entrando en pánico, escondiendo el rostro en su cuello—. He cambiado de opinión. Alice no puede tenerte. Edward rio en voz baja, pero me guio de vuelta a la almohada. —Ella no me tiene, amor mío —dijo suavemente, apoyando un codo junto a mi cabeza, mientras la otra mano me apartaba el cabello del rostro—. Pero sí tengo que ayudarla. No será por mucho tiempo; solo unas semanas más, y seré tuyo todo el verano… y más allá. Cuando me vaya de Alaska, Carlisle y Esme podrán hacerse cargo de ella y de Jasper. Solo tenemos que superar estas semanas tan largas. —Se inclinó para besarme con suavidad—. Pero ella no me tiene. Tú me tienes. Siempre lo harás. He esperado cien largos años por ti, señorita Swan. ¿De verdad crees que podría renunciar a ti tan fácilmente? Sonreí entre lágrimas, pero negué con la cabeza, y él me besó como respuesta. —Ahora… tu sueño… ¿Fue malo? Lo miré y negué con la cabeza otra vez, pasando los dedos por su cabello. —No —susurré, todavía sintiendo cada caricia de mi sueño—. Estábamos… Fue… un buen sueño. La mirada aguda de Edward notó mi rubor, y sonrió un poco. —Ojalá pudiera leerte la mente. Con mis dedos aún en su cabello, tiré de él para besarlo. Necesitaba la realidad, no el sueño. Necesitaba sentirlo antes de que desapareciera. Quería tanto como estuviera dispuesto a darme. Nos besamos hasta quedarnos sin aliento, y él colmó mi cuello de más besos. Su cuerpo se inclinó hacia el mío al mismo tiempo que su mano me tomaba por la cadera para acercarme más. —Bella… —gruñó en advertencia contra mi clavícula cuando enredé una pierna alrededor de su muslo. Mis dedos se aferraban a su cabello mientras empujaba su camiseta hacia arriba. —Por favor, Edward… no te detengas. Su frente se apoyó en la mía, sus ojos se cerraron con fuerza. Cuando volvió a abrirlos, eran negros como la noche y llenos de deseo. Ardían con amor… y preocupación. —Dios, Bella… tu contacto… es como llamas lamiendo mi piel —gruñó en voz baja, su respiración entrecortada, pero alcanzó a detener mi mano—. No estoy… No podemos… Por más que te deseo, no quiero hacer el amor contigo y luego dejarte. Eso no va a pasar. Está mal en muchos niveles. No podría arrancarme de esta habitación. ¿Lo entiendes? Sintiendo la derrota y la desilusión, asentí, pero en lugar de apartarse, me giró con él y se incorporó. Su brazo, fuerte como el acero, me envolvió por la cintura para mantenerme sentada sobre su regazo mientras me miraba desde abajo. —Bella, mírame —ordenó con suavidad. Cuando encontré sus ojos oscuros, solo vi amor, inseguridad y deseo, todo lo cual coincidía con lo que yo misma sentía—. El momento no es el adecuado, pero eso no significa que no lo desee. Quiero estas cosas hasta el punto en que me parecen irrespetuosas e impuras… cosas que no puedo hacer contigo hasta que seas como yo, cosas que… habrían sido consideradas una deshonra cuando era humano siquiera pensarlas sobre la mujer que amo. Una parte de mí se alegró de que pensara esas cosas. Otra parte quería que supiera que no estaba solo. —Bueno, entonces he estado faltándote al respeto desde hace tiempo, Edward Cullen —le dije, sujetando el borde de su camiseta y tirando de ella—. ¿Te sientes irrespetado? Su sonrisa fue sexi y divertida al mismo tiempo, y cuando al fin se dejó quitar la camiseta por completo, se veía ridículamente adorable con el cabello alborotado en todas direcciones. —Terriblemente, Isabella. Estoy escandalizado. —Deberías estarlo —le dije, apoyando las manos en su pecho—. Da gracias que no puedes leer mi mente… Se rio suavemente, pero su expresión se volvió seria muy rápido. —Quiero… —Dímelo. Tragó saliva con nerviosismo mientras rozaba mis mejillas, mi cabello, bajando hasta la camiseta del Departamento de Policía de Boston que llevaba puesta. —Quiero verte llegar otra vez, Bella —dijo tan bajo que pensé haberlo imaginado—. Fuiste… impresionante. Fue lo más asombroso que he visto en mi vida, pero quiero verlo otra vez. Mi rostro se encendió por su honestidad tan directa, y contuve el aliento cuando se movió debajo de mí. A través de sus pantalones de dormir y los míos, podía sentirlo. Cuando volvió a moverse, me moví con él, y ambos gemimos. Nos movíamos al unísono, como imanes. Nuestros labios y lenguas danzaban, las caderas subían y bajaban, y las manos buscaban cada rincón de piel. —Más cerca —supliqué, besando su mandíbula hasta su oído. Me envolvió por completo con sus piernas, y eso nos dejó completamente unidos, con una fricción perfecta. —Ugh —gemí, dejando caer la cabeza hacia atrás. Sus labios fríos se encontraron con mi garganta expuesta, pero todo se volvió fuego cuando sus manos se colaron bajo mi camiseta. Ya no podía soportarlo más. La camiseta me estorbaba, así que la levanté para quitármela. Si antes su mirada era oscura, ahora era completamente hambrienta cuando vio mi piel desnuda. —Dios, eres perfecta —dijo, un gruñido profundo dándole aún más intensidad a todo—. Y… mía —su voz era áspera, sensual, mientras me arqueaba un poco para recorrerme la piel con la nariz—. Quiero saborearte por completo… Un día, lo haré —esa última frase parecía más una promesa para sí mismo que para mí. Con las manos planas en mi espalda, me arqueó hacia él, dejando besos en todos lados menos donde más los necesitaba: mis pezones, que estaban firmes y muy sensibles. —Hueles increíble, amor —susurró contra mi pecho, cerrando los ojos y aspirando profundamente. Mi estómago se retorcía, cada vez más cerca del borde, y mi boca se abrió cuando sus dedos me tocaron con delicadeza. Rodeó mis pezones con los pulgares, los acarició, y me observó mientras comenzaba a temblar. Pero todo terminó de estallar cuando nuestros pechos desnudos se encontraron y me envolvió con los brazos. Sentir piel contra piel era demasiado, y al mismo tiempo, todo. Sujeté su rostro con ambas manos, manteniendo su frente contra la mía mientras me rendía al abismo. Mi cabeza cayó sobre su hombro mientras seguía moviéndome, porque aún podía sentirlo duro. Abrí la boca contra su cuello, saboreando su piel: dulce, almizclada y completamente Edward. —Sin dientes, Bella… No puedo… —gruñó, sujetando mis caderas con fuerza y atrayéndome con rudeza contra él. Me aparté para sostenerle el rostro. —Te amo, Edward. —Yo… —fue lo único que alcanzó a decir antes de que todo en él se liberara, su cabeza cayendo sobre mi hombro. La habitación quedó en silencio por unos segundos. Podía sentir mi corazón desbocado, su respiración caliente sobre mi piel ahora sudorosa. Temblé una vez, mis músculos hechos gelatina, y él me ayudó a volver a ponerme la camiseta. —Ven aquí —dijo, acostándome de nuevo sobre la almohada y acurrucándome frente a él. Su mano se hundió en mi cabello mientras mantenía nuestra mirada unida—. ¿Estás bien? ¿Te hice daño? Negué con la cabeza. —Jamás. Sonrió. —Te amo, y tu fe en mí es abrumadora, Bella. Nunca quiero romper eso. Me da miedo equivocarme. —Te lo diré si lo haces —prometí, sonriendo cuando él se rio—. ¿Aún te sientes faltado al respeto? La risa de Edward fue hermosa y ligera. —Me siento… deseado… y amado. Es una sensación poderosa, pero también humilde, verte así. Y sé que seré un imbécil cuando llegue a Alaska porque te voy a extrañar… tu toque, tus besos. Fruncí el ceño. —Yo también te voy a extrañar —miré su rostro, marcado por la tristeza, antes de esconderme en su cuello—. Te habrás ido cuando despierte, ¿verdad? Asintió, besándome los labios y luego la muñeca, justo donde estaba mi pulsera con dijes. —Sí, me temo que sí, pero… mi corazón se queda contigo. —Tú tienes el mío —le dije, y me besó con suavidad, susurrándome un «gracias». —Duerme, amor, y recuerda cuando despiertes que esta separación es solamente temporal. Te encontraré en Boston cuando termine el colegio —prometió, acariciándome el cabello mientras las lágrimas caían de mis ojos—. Te llamaré cuando pueda, y nos escribiremos. Incluso dejaré que Alice te hable… tal vez. Podría ponerme egoísta. Sollozando con una risa leve, susurré: —Abrázame hasta que te vayas. —Hasta el último segundo posible, mi Bella —prometió con solemnidad, y luego empezó a tararear algo hermoso y suave. No lo reconocí, pero pronto me quedé dormida.
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