ID de la obra: 551

Masen Manor

Het
R
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planificada Mini, escritos 631 páginas, 248.601 palabras, 36 capítulos
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Capítulo 28

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Traducción autorizada al español del fanfic Masen Manor, escrito por drotuno. Sin fines de lucro. Personajes de Stephenie Meyer. Nota de la autora: OJO CON LAS FECHA. . Capítulo 28 Octubre de 1997 BELLA . —Isabella Marie, te sientas y terminas tu desayuno —resopló mamá, rodando los ojos, aunque su sonrisa delataba su diversión. —Pero papá… —comencé con la boca llena de huevos. —Charlie no se va a ir sin ti, niña tonta. Solo come. Igual está hablando por teléfono en la biblioteca, así que tienes tiempo —añadió Chelsea con una risa—. ¡Y mastica, Bella! Sonriendo, me metí otro gran bocado en la boca… y otro más, prácticamente empujando la comida con la cuchara sin importar las protestas de mi madre. Lo bajé todo con jugo de naranja, mirándola fijamente hasta que finalmente se rio y me hizo señas para que me fuera. —Ve por una chaqueta, Bella —gritó mientras yo subía volando las escaleras hasta mi habitación. Después de ponerme una sudadera de la policía de Boston, rodé los ojos al pasar por el sexto escalón que crujía bajo mi zapatilla. Papá siempre prometía que lo arreglaría, pero nunca lo hacía. Mamá estaba convencida de que simplemente era una tabla suelta. —¡Papá, ya estoy lista! —anuncié cuando me lancé dentro de la biblioteca. —Lo entiendo completamente —dijo al teléfono, levantando un dedo para que esperara, así que me senté frente a mi piano—. No, no… déjalo guardado en mi escritorio, Sylvia. Yo paso por él. Fruncí el ceño al notar que hablaba con su secretaria y toqué suavemente las escalas, solo para pasar luego al tema que estaba intentando componer. Quería ganar la apuesta que había hecho con mi papá sobre si podía escribir algo propio. Me perdí en la música por unos minutos, sonriendo cuando papá se apoyó en el costado del piano. —Está quedando bien, Tinkerbell —me elogió, y yo miré fijamente las teclas—. Puede que termine perdiendo esa apuesta después de todo. —Nunca la voy a terminar —le dije, negando con la cabeza—. No consigo que la siguiente parte quede bien. —Ah, ya verás que sí, peque —me aseguró, sentándose a mi lado—. Tienes talento de verdad, Bells. A tu abuela Swan le encantaría verte ahora. Estaría muy orgullosa. Me dijo la primera vez que pusiste las manos en estas teclas que tenías lo que se necesita. ¿Yo? Bueno, yo ni siquiera podía jugar a los «Palitos chinos»… Sonriendo, me mordí el labio inferior.—¡Se llama «Chopsticks», papi! Su risa fue profunda y me abrazó con fuerza. Me encantaba cómo olía, como al cuero de su silla del escritorio, la loción para después de afeitar y el jabón de ropa que Chelsea siempre compraba. —¿Ves? ¡Yo no sé de esas cosas! —dijo entre risas—. Vamos, Bells, tenemos muchas paradas hoy. —¿A dónde? —pregunté, levantando la mirada a su cara mientras me rodeaba los hombros con un brazo pesado. Todos decían que me parecía a él, con el mismo tono de cabello y ojos marrón oscuro, pero él siempre decía que había heredado lo mejor de él y de mamá. —Pues, tenemos que buscar un disfraz de Halloween, ¿no? —me dijo con una sonrisa traviesa. —Y necesito partituras —le recordé. —Bien. Eso queda de camino a mi oficina. Tengo que hacer una parada rápida. Le dijimos a mamá y a Chelsea que nos íbamos, y mi madre nos recordó que tenía su clase de arte esa noche, que no la esperáramos a cenar. Papá le lanzó una mirada rápida mientras se ponía la chaqueta, pero la besó como siempre antes de que saliéramos al auto. Salir de compras con papá era mi actividad favorita. Me dejaba elegir la música en el auto, a veces íbamos al cine y, por lo general, parábamos por un helado antes de volver a casa. Ir de compras con mamá estaba bien para cosas del colegio o ropa, pero con papá era especial. Era solamente para nosotros. Y como ya hacía demasiado frío para ir a pescar, era lo mejor. Manejamos por la ciudad, deteniéndonos en mi tienda de música favorita para ver al señor Bertie. Siempre tenía las partituras más nuevas, de las que todavía sonaban en la radio. Mientras elegía algunas, miré a papá a través del escaparate. Su atención estaba centrada en algo afuera, y su expresión era casi de enojo. Lo llamé cuando era hora de pagar, y él sonrió al acercarse, pero la sonrisa no llegó a sus ojos. De hecho, se mantuvo bastante callado hasta que llegamos al juzgado. Mostró su identificación, estacionó y nos llevó arriba a su oficina. Se suponía que tenía la semana libre, pero igual tenía que recoger el correo y revisar con Sylvia. —Señorita Bella —saludó Sylvia, y yo le devolví la sonrisa cuando puso su tazón de caramelos frente a mí. —Bells, quédate con Sylvia —dijo papá, abriendo la puerta de su oficina—. Solo voy a revisar unas cosas y luego podemos ir por el disfraz, ¿de acuerdo? Me quedé con Sylvia en el escritorio de recepción, hablando sobre la escuela, mi próximo recital de piano y los chicos, lo que me hizo fruncir el ceño. —Ay, en unos años no te van a parecer tan tontos, Bella —se rio, despeinándome cuando se puso de pie. —A los chicos solo les importan los deportes y los videojuegos. Eso es tonto —le dije, negando con la cabeza. —Pues pronto, lo único que van a querer es salir los viernes por la noche, así que mantén esos estándares altos. Cariño, vuelvo en un momento. Si necesitas algo, puedes entrar —dijo, señalando la puerta del despacho de papá. Asentí, tomé otro caramelo y empujé la puerta de la oficina. —¿Papi, quieres uno? Es de tus favoritos… los de miel. La silla de papá estaba de espaldas a mí, mirando por la ventana, y giró mientras guardaba unos papeles en un sobre de manila. Respiró hondo y sonrió, pero no se veía real. —¿Qué pasa? —pregunté. —Nada, Bells —suspiró, negando con la cabeza—. Ven acá.Abrió los brazos para mí y luego me atrajo a su regazo, con mi espalda contra su pecho, girándose para volver a mirar por la ventana. Me sostuvo con fuerza, y luego me dio un beso largo y pesado en la parte trasera de la cabeza—. Déjame verte. Cuando me puse de pie, me mantuvo entre sus piernas. Tenía una expresión tan molesta… o tal vez triste. No podía descifrar cuál de las dos. —Isabella, necesito que me hagas unas promesas, ¿de acuerdo? —Claro, papi. ¿Cuáles? —Bueno, ¿recuerdas lo que te dije sobre nuestra familia? Que hay tradiciones y… y cosas que se pasan de generación en generación. —Mmm, sí —hice un sonido afirmativo, asintiendo con la cabeza—. Dijiste que los Swan existen desde hace mucho, que somos una de las familias más antiguas de Boston. —Exactamente, Tinkerbell. Y hay responsabilidades que vienen con eso, cosas que vas a tener que recordar algún día. —Suspiró hondo, negando con la cabeza—. No pensé que tendría esta charla contigo a los doce años, pero… Bella, algún día vas a heredar mucho dinero… —Como tú, cuando te fuiste a la universidad. —Sí, justo así. Lo que quiero que recuerdes es que hay muy pocas personas en este mundo en quienes se puede confiar. Y debes rodearte de esas personas. Ya sea en los negocios o en tus amistades, necesitas a gente en la que puedas apoyarte. Fruncí el ceño y simplemente esperé. No estaba muy segura de qué hablaba. —Bella, necesito que me prometas que vas a tener mucho cuidado a partir de ahora. Tenemos que reforzar la alarma en casa, y sé que tú conoces los códigos y dónde está mi arma, por si pasa algo. Cuando asentí, continuó. —No más sobre caminar a la escuela, nada de autobuses. Yo te voy a llevar o Chelsea lo hará, pero por ahora, creo que lo mejor es que vayas con uno de nosotros. —Bien, porque hay un niño en el bus… —fruncí el ceño, sacudiendo la cabeza—. Siempre intenta agarrarme la mano. Papá se rio entre dientes.—Algún día eso ya no te molestará tanto. Tienes que perdonarnos a nosotros, los simples mortales, Tinkerbell. No siempre sabemos qué hacer cuando se trata de chicas bonitas. Puse los ojos en blanco.—Lo que sea. Huele raro, como a zapatillas viejas mojadas —murmuré, haciendo que papá soltara una carcajada, aunque se detuvo demasiado pronto. —Prométemelo, ¿sí? —Sí, lo prometo. Suspiró con alivio y asintió una vez.—Lo siguiente… Quiero que vayas con Chelsea si necesitas algo. Si yo no estoy… disponible, solo háblale. Haría lo que fuera por ti. Espero que lo sepas. Abrí la boca para responder, pero levantó la mano. —Tu madre te quiere, peque. Eso es un hecho. Pero se distrae con facilidad y no siempre ve la verdad. Así que tú confía en Chelsea. ¿Está claro? Fruncí el ceño, pero asentí. Tragó saliva con nerviosismo, su boca tembló detrás del bigote espeso y sus ojos se enrojecieron un poco. —Una última cosa… y esto es importante, Isabella… —Está bien. Me atrajo más cerca, tomándome la cara entre las manos. —Pase lo que pase, te amo, y quiero que seas feliz. Quiero que toques el piano hasta que se te caigan los dedos, que termines la escuela, vayas a la universidad y te cases con alguien que de verdad adore el suelo que pisas. ¿Me entiendes? Vive tu vida al máximo. Nunca dejes que nadie te diga lo contrario, que no puedes hacer algo. Demuéstrales a todos que se equivocan. Eres una Swan, Bella, lo que significa que eres fuerte y no hay nada que no puedas hacer. ¿Está claro? Asentí con fuerza. —¡Promételo! —dijo casi con urgencia. Me estaba asustando un poco, pero asentí de nuevo. —¡Lo prometo, papi! ~oOo~ Junio de 2002 Salir de ese sueño fue como nadar en agua helada: mientras más luchaba, más difícil era despertar. La oscuridad dio paso a una luz demasiado brillante, y los ruidos a mi alrededor eran fuertes y confusos. Antes de abrir los ojos, respiré profundo, dejándome sentir. Me dolía un poco la cabeza, tenía la garganta seca y la piel de la muñeca me escocía. Sin embargo, las voces crecieron en volumen, sumándose a los pitidos y sonidos que ya se oían cerca. Mis párpados se sentían pesados cuando los entreabrí ante la luz de la habitación del hospital. —¡Pensé que estaba mejorando! ¡Creí que ya habíamos superado esto! —espetó mi madre, con la mirada llena de ira dirigida a alguien en el pasillo, alguien que no podía ver—. ¡Esto se acabó! Voy a llamar a su doctor de siempre. Mi madre se dio la vuelta para regresar a la habitación, pero la persona que la siguió me hizo suspirar aliviada. Carlisle se veía paciente y sereno ante el arrebato errático de mi madre. Notó que lo observaba y me guiñó un ojo. —Señora Dwyer, le aseguro que he estado trabajando con Bella durante casi un año. Ella no es suicida —declaró—. Ha pasado por una tragedia violenta, estuvo muy cerca de perder la vida, y probablemente tiene un caso leve de trastorno de estrés postraumático, pero no es suicida. Eso sí, tiene problemas de confianza. Me ha tomado varios meses ganarme esa confianza, y arrancársela ahora sería perjudicial. Mamá se volvió hacia él, pero se detuvo al ver que tenía los ojos abiertos. —Jesús, Bella… —suspiró, apresurándose a llegar a mi lado—. Estás despierta. Asentí, mirando entre ella y Carlisle, quien se ocupaba de mi expediente, aunque sabía lo suficiente de él como para saber que estaba atento a todo. —¿En qué estabas pensando? —me preguntó, casi histérica—. ¿Por qué tomaste esas pastillas, Bella? Ahora van a internarte en… —Señora Dwyer —la interrumpió Carlisle, con un tono que casi sonaba a advertencia—. Necesito un momento a solas con ella, por favor. Puede volver cuando termine de revisarla. —Igual voy a llamar al Dr. Gerandy —refunfuñó ella, sacando el celular. —No lo hagas —mi voz salió áspera por el sueño, y me ardía como fuego, pero la miré con severidad—. El Dr. Cullen es mi médico. No veré a nadie más. El rostro de mi madre palideció, pero asintió. —Y yo no tomé tus pastillas, mamá. Me giré hacia Carlisle, ignorándola. Su actitud me decía que Phil ya la había manipulado antes de que yo pudiera decir algo. Le había mentido durante todo su matrimonio, así que casi podía entenderlo… y me di cuenta de que estaba a punto de recibir un golpe de realidad. De hecho, una sola mirada bastó para ver que ya empezaba a cuestionarlo todo. —Bella… Negué con la cabeza y me froté la cara con cansancio, tratando de sacudirme el resto de la niebla mental. Cuando se cerró la puerta tras ella, miré a Carlisle. Lo primero que quise preguntar fue dónde estaba Edward, pero él pareció anticiparlo, hablando antes de que pudiera hacerlo. —Déjame revisarte, y luego hablamos. ¿Sí? —preguntó con suavidad, y asentí mientras levantaba el respaldo de la cama. Me revisó el pulso, la respiración, el corazón. Me pasó una luz por los ojos, todo mientras tomaba notas en el expediente. Luego colocó el archivo a un lado y arrastró una silla hasta dejarla junto a la cama. —Una hora antes de que despertaras, les pedí que te sacaran más sangre. Estoy esperando los resultados de toxicología —dijo, apoyando los codos en las rodillas. Su expresión de disgusto contrastaba con su habitual semblante tranquilo—. Yo… Bella, necesito saber qué pasó, tu versión, porque tu padrastro ha contado la suya a todo el que quiere oírlo. Y su versión te presenta como… —Suicida —concluí, asintiendo cuando nuestras miradas se encontraron—. ¿Puedo tomar algo? —Claro que sí —respondió, sirviéndome agua en un vaso con sorbete. Sostuve el vaso mientras empezaba a hablar. Le conté todo: desde los mensajes de Alice hasta la desesperación de Jacob. Le expliqué que solo quería salir de la casa sin ser notada y enfrentar las consecuencias después, pero Phil me había oído bajar. Le conté sobre Alec y las amenazas, sobre cómo Phil me dijo que algo le había pasado al hijo de Chelsea y que no debía salir, pero que pensaba hacerlo de todas formas. Le di cada detalle. —Sí, el hijo de Chelsea está en otro piso. Parece que lo asaltaron —me informó, y algo en su rostro me dijo que pensaba que eso también estaba conectado con todo esto. —¿Está bien? —Sí, solo unos cortes y moretones menores. Me dejé caer de nuevo sobre la almohada, aliviada. —¿Dónde está Edward? Carlisle me tomó la mano y la apretó con suavidad. —No está en condiciones de estar aquí ahora, dulzura. Está con Jasper, quien intenta calmarlo, pero nada parece funcionar. —¿Puede oírte? —pregunté, con lágrimas llenándome los ojos al imaginar a Edward fuera de control. —No lo sé, pero cuando lo vea, puedo mostrarle todo lo que me digas —respondió, sonriendo un poco. —Dile que no se enoje con Jacob. Que él hizo todo lo posible por ayudarme. Dile que lo necesito. Que necesito que esté aquí. Por favor —susurré, luchando contra mis emociones—. Tienes que detenerlo. Sé lo que está pensando… va a ir tras Phil y Alec… va a matarlos, y él… —Shhh, Bella. Jasper lo mantiene bajo control. Ya le dijimos que si reacciona ahora, todo se volverá sospechoso —Carlisle se inclinó y me besó la frente—. Se lo diré, dulzura. Te lo prometo. Y también le dije eso sobre Jake. Se recostó en la silla. —Jacob estaba tan preocupado que casi pierde el control y se transforma, lo que habría sido un caos si irrumpía en tu casa como lobo. —Dios mío… —Exacto. Por suerte, Harry Clearwater estaba siguiendo a tu padrastro por petición de Edward, y vio que Jacob hablaba por teléfono con emergencias y con Edward. Se ofreció a intervenir, especialmente cuando escuchó gritos y ruidos… y las sirenas. —Sí, lo recuerdo. Él fue quien entró con la policía. —Así es —Carlisle apoyó los codos en la cama, mirándome—. Hizo analizar el vaso de leche, Bella. Había suficiente sedante en él como para matarte. No entiendo cómo sigues aquí. Fruncí el ceño y levanté la mano, dándome cuenta de que mi pulsera ya no estaba. —¿Dónde está mi pulsera? Carlisle se puso de pie y fue hasta el armario de la esquina de la habitación. Volvió con la pulsera en la mano. Le mostré el dije de Leah y luego la quemadura en mi piel. —No puedo explicarlo. Esto me quemó. Casi desde que serví la leche. Y cuando empecé a marearme, ardía aún más. Yo… vomité. Carlisle alzó las cejas mientras pasaba un dedo frío y gentil por el dije, y luego por la quemadura a juego en mi muñeca. Estaba del lado interno. —¿Qué te dijo ella sobre esto? —Que me protegería de todo el que me deseara mal. Que lo repelería o lo devolvería al que lo provocara. Colocó la pulsera de nuevo en mi mano, cerrando mis dedos alrededor de ella. —Consérvala. He vivido una vida muy larga y he visto muchas cosas extrañas en las que ni siquiera creo del todo, pero he aprendido que cuando se trata de los Black, es mejor no hacer demasiadas preguntas. Sea lo que sea que haya hecho eso, te salvó la vida. Lograste expulsar la mayor parte de la droga de tu sistema, y cuando deberías haberte desmayado, te mantuvo consciente hasta que llegaste a mí. Se dirigió a un cajón, sacó algunas cosas, se volvió a sentar en la silla y tomó mi mano. Aplicó un ungüento frío sobre la pequeña quemadura y luego envolvió mi muñeca con una gasa ligera. —Eso debería evitar que quede cicatriz —dijo suavemente. Se reclinó de nuevo, con el rostro endurecido—. Bueno, ahora tenemos un problema, Bella. Porque eres menor de edad, y porque Phil reportó todo esto como un intento de suicidio, tienen que retenerte en observación. Él está convencido de que no hablarás en tu propia defensa, de que eres un peligro para ti misma… —Todo lo que temíamos que hiciera —murmuré, asintiendo. —Ahora que estás lúcida, y una vez les informe que ya no tienes toxinas en el cuerpo, te trasladarán al séptimo piso durante setenta y dos horas. Seguiré siendo tu médico, pero tendrás que ver al psiquiatra del hospital. Mis ojos se abrieron de golpe al mirarlo. —¡No! —Me temo que sí, Bella —suspiró profundamente—. Tenemos que seguir el procedimiento, y Phil ya involucró a un abogado. Básicamente pintó el cuadro de una adolescente melodramática que reaccionó de forma exagerada cuando le prohibieron ver a su novio. El odio y la rabia me inundaron el pecho como un incendio, y negué con fuerza. Mi sueño, o recuerdo, volvió a mí, y las palabras de mi padre hicieron que mi siguiente decisión fuera extremadamente fácil. «Lo que quiero que recuerdes es que hay muy pocas personas en este mundo en las que puedas confiar. Y deberías rodearte de esas personas. Ya sea en los negocios o en la amistad, necesitas gente en la que puedas apoyarte». Miré a Carlisle. —¿Cuánto tiempo? —Cuando frunció el ceño, aclaré—. ¿Cuánto tiempo tengo antes de que me suban? —Puedo estirarlo, mantenerte aquí el mayor tiempo que pueda. ¿Por qué? —Se suponía que iba a ver a los detectives hoy. —Ayer —me corrigió—. Hoy es martes. Has estado inconsciente por dos días. Gemí, negando con la cabeza y soltando un profundo suspiro. Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas, calientes y saladas. —Bella, cálmate. No vamos a permitir que te pase nada. —Lo sé —dije entre sollozos, limpiándome las lágrimas con rabia y alzando la mirada hacia él. —Dime qué necesitas —me dijo, tomando mi rostro entre sus manos—. No como tu médico, sino como tu amigo. Dímelo, Bella. Tragué con fuerza, respiré hondo y solté el aire lentamente. —Necesito a Edward y a Chelsea… y creo… —crucé la mirada con la suya—. Creo que necesito un abogado. Carlisle sonrió, y fue una sonrisa ligeramente maliciosa y cómplice. —Conozco a la persona perfecta. Estará aquí en menos de una hora. ¿Algo más? —Sí, dos cosas —dije, enderezándome en la cama—. Llama a los detectives… y a mi madre. Es hora de que todos sepan la verdad. ~oOo~ EDWARD —¡Muévete, Jasper! —No. —¡Ahora, maldita sea! —No, hermano. No puedo dejar que hagas esto. No es el momento adecuado. Mis fosas nasales se abrieron, mi temperamento explotando prácticamente fuera de mí… solo para ser aplastado de inmediato por la sonrisa burlona de mi hermano. Me lancé sobre él, mi gruñido resonando en el almacén abandonado al que me había arrastrado después de ver con mis propios ojos la destrucción en la casa de Bella, después de la frenética llamada de Jacob. Yo había ido directo al taller de los Brown, pero Jasper me había detenido. Me dejó derribarlo, el concreto polvoriento bajo nosotros agrietándose con el impacto. Solo que él contraatacó, inmovilizándome con facilidad. —¡Edward, detente! Tienes que controlarte. Créeme, lo entiendo, pero lo que estás planeando podría arruinarnos, sin mencionar que destruiría a Bella. Lo empujé fuera de mí, sentándome y hundiendo los dedos en mi cabello. —Quiero que mueran. Quiero encontrarlos. —Mis manos se curvaron como garras frente a mí—. ¡Quiero sangre! —Y probablemente la consigas. —Suspiró, ofreciéndome la mano para ayudarme a levantarme. No la necesitaba; era un gesto, una señal de que no había resentimiento entre nosotros—. Pero no hoy. —Me jaló hasta ponerme de pie, agarrándome por los hombros—. No me dejaste matar a esos dos idiotas en Masen, y yo no voy a dejar que arruines esto. Si matas a esos hombres ahora, tendrás que esconderte. Y eso dejaría a Bella sin ti. Fruncí el ceño, metiendo las manos en los bolsillos delanteros de mis jeans, clavando la vista en el suelo cubierto de polvo. Sabía que tenía razón, y la simple mención de mi chica volvió a encender mi furia… y me apretó el pecho. Habían intentado matarla, envenenarla, quitármela. Aún estaba inconsciente en el hospital, su cuerpo debilitado por lo que le habían hecho. Pagarían con sus vidas, lo juré. Nadie la tocaba y vivía para contarlo. Mi labio tembló de odio mientras sostenía la mirada de mi hermano. —Te voy a ayudar, pero necesitas calmarte, Edward —declaró con firmeza, escribiendo algo en su teléfono. —Deberías estar con Alice. —Volví a pasear, mis manos aferrándose a mi cabello una vez más. —Esme está con Alice. Ella está bien. La que nos necesita es Bella —insistió, cruzando los brazos sobre el pecho—. Sabes que ella te necesita, hermano. Tienes que calmarte lo suficiente para poder entrar al hospital. —Su voz fue suave, su don empujando hacia mí toda la calma y determinación que pudo reunir. Me sentía dividido. Mis instintos peleaban entre sí. Dos lados de mí libraban una guerra: uno deseando sangre y venganza, el otro necesitando ver a mi compañera. No podía controlar nada de eso. Respiré hondo y lo solté lentamente, asintiendo en su dirección. —Gracias. El sonido del metal chirriando contra metal nos hizo alzar la vista hacia la puerta del almacén. Carlisle entró en ese lugar inmundo, luciendo impecable con su ropa de trabajo. El olor rancio del hospital llegó hasta mi nariz, pero junto con él también vino el hermoso aroma de Bella. Intenté leer su mente, pero la bloqueaba con una lista ridícula de suministros médicos que tenía en su maletín. Negué con la cabeza mientras caminaba hacia él. —¡No! No me bloquees. No con ella. ¡No con esto! —gruñí, señalando el suelo. —Tranquilo, hijo —dijo con calma, sin siquiera parpadear cuando me planté frente a él. —Dímelo —supliqué—. Por favor, Carlisle. —Está despierta —afirmó, mostrándome mentalmente su historial médico, asegurándome que estaría bien—. Y está preguntando por ti. —Cuando intenté pasar a su lado, me puso una mano en el pecho—. Espera, Edward —gruñó, abriendo su mente para mí. Lo vi todo. Había discutido con varios médicos y con Renée por el bienestar de Bella, había ignorado las amenazas de su madre sobre llamar a otro doctor, pero lo que más necesitaba ver eran esos grandes ojos marrones que finalmente estaban abiertos. Había algo distinto en ella, noté, frunciendo el ceño. —Está furiosa —dijo Carlisle con una leve risa—. Más que furiosa… está decidida. Mira. Me mostró su conversación, la descripción de los hechos, y la extraña quemadura por el amuleto de Leah. Juré besar a esa anciana por lo que sea que le hubiera hecho a ese dije. Se me rompió el corazón cuando la vi rogando por mí, suplicando que me detuviera de hacer lo que sabía que planeaba. Si no fuera por Alice, que solo vio el preciso instante en que Phil decidió atrapar a Bella en la casa, no nos habrían llamado a tiempo, aunque incluso eso no fue lo bastante pronto. No estaba enojado con Jake. Hizo todo lo posible por mantenerse en forma humana. Si hubiese entrado en fase frente a la policía y el vecindario, las consecuencias habrían sido inimaginables. Pero mi Bella tenía razón respecto a Phil y Alec. Yo quería sangre, quería sentir huesos rompiéndose en mis manos y escuchar gritos de miedo. Bajé la cabeza con vergüenza, pero la levanté al ver la expresión divertida en el rostro de Carlisle. —Ella no está molesta contigo. —¿En serio? —En serio. —¿Y Jenks viene en camino? —pregunté, con la boca entreabierta. —Ya se reunió con él. Es suyo para usarlo, y él ya estaba al tanto de su situación —dijo Carlisle—. Tenía la sensación de que este día llegaría, así que lo mantuve informado. También trajo a su contador. —Dios mío… ¡que alguien hable! —gruñó Jasper, con un tono más exasperado que molesto. —Bella pidió un abogado. Está cambiando el beneficiario de su fondo fiduciario… a Chelsea —le dije, tan malditamente orgulloso de mi chica que apenas podía quedarme quieto. —Oh, mierda —exhaló Jasper, mirando entre nosotros—. Acaba de quitarle todo el poder a Phil. —Así es —dijimos Carlisle y yo al mismo tiempo. El celular de Jasper sonó, y él sonrió al responderlo en altavoz. —Sí, Alice, amor. —Bien, entonces… ahora pueden ir al taller de los Brown. Juntos. Hoy. Ya. Los tres bajamos la vista al teléfono en su mano. —Tienen suficiente munición para usar contra él. Si la usan bien, entonces Patrick Brown le cobrará a Phil Dwyer su deuda. Comenzando de inmediato —continuó—. Lo he visto. Jasper, tú y Edward lleguen justo antes del cierre. El sol ya se ha puesto, y él estará solo. ¿Y Edward? Él no tiene idea de lo que sus hijos han hecho… necesitas saber eso. Tampoco sabe que la novia y el hijo de Alec Brown están bajo custodia. Su hijo no le ha dicho que desaparecieron. Úsalo. Fruncí el ceño, pero miré a Carlisle y luego a Jasper. —Si Brown exige el pago de la deuda, entonces Phil va a entrar en pánico. Va a huir. —Si Bella cambia al beneficiario, va a romperse —contraatacó Alice—. Y no podrán tocarla durante las próximas setenta y dos horas. Solté un gruñido y miré a Carlisle. —¿De verdad vas a ponerla en observación, Carlisle? ¿Qué demonios? —No tengo opción, hijo. Y después de hablarlo todo con ella hoy, en realidad es perfecto. Estará bajo vigilancia y supervisión médica. Para cuando hable con los detectives, podrá salir libre, y realmente te necesita allí, Edward. Quería verte antes de que la trasladaran. Solo puedo retenerlos un poco más. Apreté la mandíbula con fuerza, pensando que necesitaba el maletín que guardaba en la caja fuerte de mi casa antes de entrar al taller de Brown. —No necesitas ir a casa, Edward. Me tomé la libertad de llamar a Carlisle. Él tiene lo que necesitas —intervino Alice desde el teléfono, haciendo que todos sonriéramos. —Ay, Alice —suspiré, negando con la cabeza—. Eres una incorporación muy bienvenida a esta familia, hermanita. Su risa fue alegre… y un poco maliciosa. —Solo cuida de Bella. Eso es lo más importante. Primero ve con Brown, luego al hospital antes de que la trasladen. Aspire hondo, mirando a Carlisle y luego a Jasper, que tenía una sonrisa torcida y satisfecha. —Está bien, confío en ti, Alice. —Bien. Porque si haces lo que te digo, Edward, conseguirás lo que quieres —dijo, enigmática—. Ahora ve… y dale un beso a Bella de mi parte cuando la veas. —Lo haré —prometí, girándome hacia Carlisle—. Necesito ese maletín. ~oOo~ Taller de Autos Brown Junio de 2002 El taller de reparación de autos de los Brown estaba cerrado, aunque la luz de la oficina al frente seguía encendida. Las tres puertas del taller estaban abajo, y Patrick Brown fumaba un cigarrillo lentamente bajo el toldo mientras el sol terminaba de ponerse. Si fuese cualquier otro humano, diría que era peligroso quedarse solo al cerrar el negocio de noche, pero tenía la sensación de que él era lo más temible del vecindario. El teléfono sonó dentro justo cuando Jasper y yo bajábamos del auto, pero sentí a un humano demasiado cerca, así que me giré de inmediato, esbozando una sonrisa al ver al hombre corpulento detrás de mí. —Harry —saludé con un leve movimiento de cabeza. —Ah, Cullen… ¿Qué planeas hacer? —preguntó, señalando el taller con la barbilla. Sonreí y me encogí de hombros. —Solo hablar. Harry ladeó la cabeza, soltando una risa suave. —Tal vez. Pero será una charla que va a poner un montón de mierda en movimiento. No lo confirmé ni lo negué. Estaba seguro de que esto abriría las puertas del infierno. Él olfateó el aire, echando un vistazo alrededor del vecindario antes de fijar su mirada en mí. Su mente estaba en lo que había visto en la casa de Bella, en esa dulce chica que había pasado por demasiado, y en su buen amigo Charlie, a quien aún extrañaba profundamente. Ese último pensamiento dolió un poco. Charlie tal vez tuvo enemigos, pero quienes fueron sus amigos lo adoraban. Lamentaba no haberlo conocido. —Hermano —pensó Jasper hacia mí—. Ese hombre es de fiar. Asentí apenas, pero volví mi atención a Harry. —Es hora de que esto termine. Bella y su padre merecen justicia. —Esperaba que dijeras eso… justicia. La venganza es otra cosa —suspiró profundamente, cruzando los brazos—. Charlie… ese hombre creía en el sistema. Lo hacía. A veces pensaba que era ingenuo, y por eso nunca me quedé en la fuerza policial. Pero si esto solo le hubiera pasado a él, habría dicho: deja que las pruebas hablen. Ahora, con Bella involucrada… habría incendiado toda esta ciudad con tal de sacar a los bastardos que le hicieron lo que le hicieron. Solté una risa seca, al igual que Jasper. Ninguno de los dos podía culparlo. —Creo que vas a necesitar ayuda, hijo —sugirió—. Eres más de lo que aparentas, pero ese viejo cuero duro no se va a tomar en serio a dos mocosos. —Sacó un papel doblado del bolsillo trasero—. Tu tío me dijo que te lo entregara. Dijo que te sería útil. Leí por encima el documento, sonreí para mis adentros y se lo pasé a Jasper. Él soltó una risa nasal y me lo devolvió. Lo guardé en el bolsillo trasero de mis jeans. —Antes de que entren, quiero que conozcas a alguien —dijo Harry, haciendo un gesto detrás de él. Mi primer instinto fue preocuparme, hasta que leí la mente de Harry… y no pude evitar reírme. Un joven alto salió del auto estacionado a cuatro lugares del nuestro. Tenía la misma complexión oscura de Harry, con cabello y ojos oscuros. Su rostro era serio, pero sus pensamientos estaban centrados en quiénes éramos… para su padre. —Edward, te presento al detective Seth Clearwater, mi hijo menor —anunció Harry, divertido con mi sonrisa—. Te dije que tenía contactos en la policía, pero no hasta hace poco. Seth acaba de ser ascendido. Es quien ayudó a reabrir el caso de Charlie. Nos dimos la mano y presenté a Jasper como mi hermano. —Quería hablar contigo antes de que entraras —dijo Seth, metiendo las manos en los bolsillos delanteros—. Por ahora, tengo suficiente para comenzar a tramitar órdenes de arresto contra Alec y Demetri Brown por el asesinato de Charlie Swan y el intento de asesinato de su hija. Tengo a la novia de Alec y a su hijo bajo custodia, y ella está dispuesta a testificar si la escondemos. ¿Lo mejor? Alec le dio las joyas robadas del asalto a los Swan. El televisor y esas cosas ya no están, pero Heidi tenía puestos los aretes robados… y no tenía idea de dónde los había sacado. La pobre casi se los arranca al darse cuenta. —Mierda… —murmuró Jasper, negando con la cabeza. —Mi problema es Phil Dwyer. Sé que ese cabrón está metido hasta el cuello, pero no puedo probarlo. El hecho de que haya estado en el tribunal de Charlie es circunstancial ante la ley. Y sabe que su esposa no puede declarar contra él si no quiere. Pero espero cambiar eso cuando finalmente hable con Bella… una vez que le den el alta del hospital. Y esa fue idea suya —dijo, negando con la cabeza con algo de asombro—. Le dijo a su doctor, tu tío, que pesaría más si hablaba cuando estuviera limpia del veneno que Phil le dio y cuando estuviera libre del ala psiquiátrica. Quiere que Phil piense que su plan está funcionando. Esa chica es una genio. Sonriendo con orgullo, asentí. —Eso es ella. Todos se rieron suavemente. Harry negó con la cabeza. —Estás acabado, chico. Estás perdido por completo. —Con gusto —respondí con una sonrisa. —Bien… —continuó Seth—, aún van a entrar, ¿cierto? Levantó una mano, sus pensamientos eran una lista ordenada y lógica. —Lo entiendo. Totalmente. Y, honestamente, estoy de acuerdo. Patrick Brown tiene sus manos metidas en muchos asuntos, y no solo en este barrio. Le gusta mantener un perfil bajo, pero si lo amenazan con exponerlo, con arrestar a sus hijos, va a atrincherarse. Y… —levantó un dedo—, pondrá precio a la cabeza de Phil Dwyer tan alto que no podrá salir en público sin que alguien intente atraparlo. Todo porque arrastró a sus hijos a esto. Sé que eso es lo que esperan. Asentí lentamente, los labios curvándose en odio. Sabía que lo correcto era buscar justicia… pero quería a Phil muerto. Seth se volvió hacia su padre y le entregó un sobre manila. —No quiero saber, papá. Haz lo que tengas que hacer para acabar con Dwyer, porque yo ya no tengo opciones. Pero deja a Demetri y Alec Brown para mí. —Entendido —gruñó Harry, metiendo el sobre bajo el brazo—. Vamos, muchachos. Cruzamos la calle y nos pusimos bajo el toldo del taller. Harry estaba a punto de tocar la puerta cuando esta se abrió de golpe. Patrick Brown se mostró sorprendido al ver a tres personas ahí paradas -se notó en su ritmo cardíaco-, pero disimuló bien tras años de mantener la calma. —Mete el culo para adentro, Brown. Tenemos que hablar —le dijo Harry con firmeza, señalando el interior de la oficina. —¿Y tú quién carajo eres? —Alguien que ha estado observando un montón de tus actividades. Será mejor que escuches lo que tenemos para decirte —respondió. Patrick entrecerró los ojos hacia los tres. No conocía a ninguno, y eso lo ponía nervioso. Sonreí al ver cómo, al entrar a la oficina, sus pensamientos se dirigían al arma que tenía detrás del escritorio. —Quédate de este lado del escritorio, Brown —ordené, haciendo un gesto con la barbilla hacia Jasper, quien de inmediato rodeó el escritorio. —¿Qué estás…? Jasper estampó el pequeño revólver sobre el escritorio con una sonrisa ladeada. —No voy a arriesgarme, Brown. —Siéntate —ordenó Harry, señalando la silla del rincón—. No tengo reparo en venir a esta conversación con mis propias ventajas, así que siéntate. Con un movimiento de su camisa, dejó ver una calibre 45 lo suficiente como para dejarle claro a Brown que Harry no estaba jugando. —Está bien… ¿qué carajo quieren, pendejos? —gruñó Brown, con los dedos temblándole por las ganas de encender un cigarro, cosa que no le habíamos permitido. —Necesitamos hablar contigo sobre Phil Dwyer —dije, manteniendo el rostro sereno mientras su mente salía disparada en mil direcciones. —No lo conozco. —Bueno, eso no es del todo cierto, ¿o sí? —repliqué, agitando mi maletín antes de dejarlo sobre el escritorio. Saqué algunas fotografías de Phil en sus visitas al taller, y era evidente que no iba allí por un arreglo automotriz. Cuando Brown las vio, alzó la mirada hacia mí, preguntándose qué tan joven era yo y por qué me importaba esto. Toqué las fotos con el dedo—. Creo que te debe una buena cantidad de dinero. Brown bufó, pero optó por la verdad. —Eso es decir poco. —Mmm —murmuré, asintiendo—. ¿Cinco punto dos millones, cierto? —Cuando asintió, continué—. Y te ha estado vendiendo la historia de que te pagará cuando obtenga el control del fideicomiso de Isabella Swan, ¿no es así? Los ojos de Patrick se entrecerraron al oír mi elección de palabras, pero no respondió. —Creo que eso fue un sí —murmuró Jasper, sonriendo hacia mí mientras se acomodaba en la silla del escritorio. Harry dio un paso al frente. —Brown, ¿sabes cómo planeaba Dwyer conseguir ese dinero? —La niña está enferma… loca —replicó, retrocediendo al ver que me adelantaba con demasiada rapidez—. ¿Qué? No habla… tiene la garganta cortada o algo así. Gruñí bajo, aunque por suerte solo Jasper me escuchó, y me envió una oleada de calma. Harry levantó la mano para frenarme, sin apartar la vista de Brown. —Cuidado con lo que dices de la niña, Brown. Eso podría costarte la vida —le advirtió—. Ahora… déjame llenar algunos vacíos. Tú proporcionaste los esteroides al equipo de béisbol hace unos años. Tu contacto era Dwyer, tus hijos los distribuían, junto con otros. ¿Cómo voy hasta ahora? Solté una risa al ver los ojos desorbitados de Brown, pero no dije nada. Harry lo estaba manejando muy bien. —Cuando todo se fue al carajo, cuando el pago fue tomado como evidencia y el caso llegó a juicio, culpaste a Dwyer… aún más cuando testificó. Charlie Swan no podía ser comprado ni persuadido, y eso debió haberte cabreado. Cuando algunos de tus hombres cumplieron condena, y siguen cumpliéndola, culpaste a Dwyer, ¿cierto? Él asintió, pero no dijo nada. —Entonces el bastardo me debe dinero… ¿Y eso qué tiene que ver con ustedes? Aspiré aire y saqué los documentos que Harry me había dado afuera. —Dwyer ya no tiene salida. Isabella Swan ya no está en silencio, y su madre ya no es la beneficiaria de su fideicomiso. Por lo tanto, Phil no tiene ningún derecho sobre ese dinero. Ninguno. Yo creo… y esto es solo una sugerencia… que deberías exigirle el pago, señor Brown. Brown me arrebató los papeles de la mano y empezó a hojearlos. —Ese hijo de puta mentiroso… —Y, además —continué, sonriendo hacia él—, Dwyer arrastró no solo a Alec, sino también a Demetri en todo esto. Les pagó a ambos para asesinar a Swan y a su hija hace casi cinco años. En el caso de Bella, fallaron no una, sino dos veces. No tendrán una tercera. Los mataré antes de que eso pase. Alec estuvo dentro de la casa de los Swan hace dos días, cuando Bella casi muere por sobredosis de sedantes. Dejó huellas dactilares. Harry soltó una risa seca. —Tus dos hijos enfrentan cargos de asesinato, tienen órdenes de arresto, y la madre de tu nieto está dispuesta a testificar contra todos ustedes antes de entrar al programa de protección de testigos. Patrick palideció, y finalmente cedió a su deseo de encender un cigarrillo, a pesar de que no le gustaba fumar dentro. Inhaló profundamente, y escuché su respiración… y sus pensamientos. —Si decides ocultar a tus hijos, eso no me detendrá —lo advertí—. Ellos son responsables de la muerte de Charlie Swan y de dos intentos de asesinato contra Isabella. No vivirán mucho más. —¿Qué carajo quieren? —gritó, rompiendo en una tos estruendosa. Solté una risa leve. —Quiero a Phil Dwyer. Quiero que le exijas su deuda, que pongas precio a su cabeza si es necesario. Quiero que lo obligues a esconderse, que entre en pánico. —¿Y a cambio? —No tocaré a tus hijos… mientras tú sigas vivo. Eso dejó la habitación en completo silencio. Incluso Harry me miró con curiosidad, aunque Jasper ya sabía lo mismo que yo. Patrick Brown se estaba muriendo. No tenía idea de cuánto tiempo le quedaba, pero no importaba. Podía ser paciente. —¿Y mi nieto? —preguntó. —Eso ya no depende de nosotros —respondió Harry, encogiéndose de hombros—. Mira, Brown, encontraron a Heidi con evidencia del asesinato de Swan. Tu hijo fue tan idiota que le dio objetos robados. Lo suficiente como para obtener órdenes de arresto. Mi sugerencia es que dejes que enfrenten los cargos. No estoy muy seguro de lo que estos dos harán. Él estaba siendo honesto y le estaba dando una advertencia justa. Pero eso no me detendría. Sonreí hacia Brown, que aspiraba su cigarro con desesperación, mientras sus pensamientos iban a mil por hora. Sabía que lo más probable era que nunca recuperara el dinero de Dwyer, que de hecho perdería más si ofrecía una recompensa por su cabeza, pero el hecho de que Dwyer hubiera arruinado todo no una, sino dos veces sellaba el trato. Había expuesto sus negocios ilegales, arrastrado a sus hijos al asesinato y le había hecho perder a su nieto. —Debería matarlo yo mismo por lo que esto me va a costar —murmuró Brown. —No vas a perder más dinero que la deuda original de Dwyer —le aseguré, levantando una tapa de mi maletín para mostrar varios fajos de billetes de cien dólares—. Esto es para quien lo traiga hasta ti. Si lo encuentro primero, es todo tuyo. —Hecho —declaró Brown, mirando el dinero y luego a todos nosotros—. Le exigiré el pago, ofreceré la recompensa… y ustedes se mantendrán alejados de Demetri y Alec. —Por ahora —accedí, asintiendo con lentitud—. Todo el acuerdo queda sin efecto si mueres. —¿Qué? ¿Vas a matarme? —se burló sin humor. —No, Brown… te necesitamos —replicó Harry. —Tienes nuestra palabra de que no tocaremos a tus hijos mientras sigas vivo —le aseguré, señalando su mano—. Fumas tres paquetes al día, si no me equivoco, y bebes demasiado, así que, en realidad… solo necesito tener paciencia. Y no me importará si están en prisión o no; escóndelos, déjalos ir a juicio… me da igual. ¿De acuerdo? Harry se inclinó un poco más cerca. —Y si te importa un carajo tu nieto, más te vale que lo incluyas en tu testamento. ¿Entiendes? Brown asintió, se levantó y tomó el teléfono del escritorio. Presionó un número de marcación rápida y habló rápido. —Soy yo. Necesito a Dwyer. Estoy exigiendo su deuda, y si no tiene mi dinero, ya sabes qué hacer. —Esperó la respuesta del otro lado de la línea—. Bien. Ahora… corre la voz. ~oOo~ El horario de visitas del hospital estaba a punto de terminar mientras recorría los pasillos tan rápido como podía sin asustar a los humanos. Carlisle había retrasado la transferencia de Bella al área psiquiátrica hasta que pudiera verla. Le debía un enorme agradecimiento por eso. Su habitación estaba al final del pasillo, y Carlisle me había dicho que estaba sola. Había enviado a Renee a casa hacía aproximadamente una hora. Al entrar en la habitación, el pecho me dolió al ver lo pequeña y frágil que se veía mi chica, acurrucada de lado, dándome la espalda. —Ya era hora —murmuró—. Carajo, hasta el hospital necesita mejores cerraduras. Sonriendo, rodeé la cama para ver su rostro y me arrodillé a su altura. —Te lo dije, amor. Ninguna cerradura puede mantenerme alejado de ti. Alzó la mano, trazando con un dedo mi ceja, debajo del ojo y luego sobre mis labios. —Carlisle dijo que estabas alterado. Lo siento. Exhalé con fuerza mientras me inclinaba para besarle la frente. —No tienes nada que lamentar, pero… Jesús, Bella, pensé que te había perdido. Siento tanto no haber podido venir directo contigo, pero… yo… no podía controlar nada por un momento. Le debo mucho a Jasper. Las lágrimas se acumularon, cálidas y pesadas, mientras ella se aferraba a mí. Me envolví a su alrededor como pude mientras estaba en la cama. Se acurrucó en el hueco de mi cuello, murmurando sobre Jacob y yo, sobre Phil, su madre y Carlisle. Solo la abracé mientras dejaba salir todo. Finalmente, tomé su rostro entre mis manos, alejándola un poco para mirarla a los ojos oscuros. —Eres la criatura más fuerte que he tenido el honor de conocer, Bella. —Negué con la cabeza mientras intentaba contener la emoción—. Y no podría estar más orgulloso de ti que en este momento. Hoy tomaste decisiones muy importantes. —Carlisle me ayudó. Solté una risita y asentí. —Lo sé. Es muy bueno en eso. Ella se rio y sollozó al mismo tiempo, pero su sonrisa se desvaneció pronto. —Me van a poner en observación unos días. —Lo sé —susurré, besándole los labios—. No me gusta, pero lo sé. Asintió, estudiando mi rostro. —¿Qué hiciste? —Te lo explicaré en otro momento, amor. Te lo prometo. ¿Confías en mí? —Con mi vida —respondió sin dudar, colocando sus manos suavemente a ambos lados de mi rostro. Sus labios eran suaves—. ¿Te quedarás conmigo hasta que me lleven arriba? La besé con ternura. —Hasta el último segundo posible. Y luego… estaré aquí cuando salgas. Tiró de mi mano hasta que la abrí. Puso su pulsera de dijes en mi palma y cerró mis dedos alrededor de ella. —Cuídala por mí, por favor. Me dolió verla sin ella, pero no podía llevarla consigo, así que la guardé en el bolsillo de mi camisa. —La protegeré con mi vida, amor mío —prometí, enterrando el rostro en su cabello cuando volvió a acurrucarse contra mí. —Estoy cansada de tener miedo, Edward —dijo en un susurro casi inaudible. Asentí, tomando su rostro de nuevo. —Lo sé. Y no tendrás que tener miedo por mucho más tiempo, dulzura. Te lo prometo —juré, apoyando mi frente contra la suya—. Ya casi termina. —Eso espero —murmuró, acurrucándose en mí. Dejé un beso en su mejilla, sabiendo con certeza que los hombres que la habían cazado, que la habían tocado, que intentaron arrebatármela, no durarían mucho en este mundo. Sonreí contra su cabeza. —Oh, dulzura… lo sé. Nota de la autora (traducida): Primero… escribir sobre Charlie fue difícil. Realmente muy emotivo. Segundo… ahora ya conocen toda la historia detrás del asesinato de Charlie. Oh, y miren… esto no termina en un cliffhanger. ;) Preguntas… ¿Por qué Bella no salió simplemente caminando de la casa? Porque esos dos hombres habrían sabido que ELLA sabía algo. ¿Creen que no habrían usado a Renee o Chelsea en su contra? Vamos… Salir por la puerta habría hecho que se descontrolaran aún más. Si no tuvieron problema en «asaltar» al hijo de Chelsea, entonces nada estaba fuera de los límites. Y Jacob… estaba tan furioso que estuvo a un pelo de gatito de transformarse en lobo, y hacerlo en plena calle habría arruinado todo. El dije de Leah… antes de que lo pregunten… Phil y Alec le dieron a Bella suficientes sedantes en su leche como para matarla. Estaba tan nerviosa que el sabor no fue una prioridad para ella. Sin embargo, la quemadura y el hecho de que Bella vomitara casi todo el medicamento fue gracias a ese dije. Leah dijo que rechazaría cualquier daño dirigido hacia ella… Y nuestro querido, dulce y ahora muy, muy furioso Edward… Tiene un plan –ahora que está un poco más calmado– así que solo… abróchense el cinturón y agárrense fuerte. ;) Y oh sí… Alice ya lo sabe todo. ;)
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