Capítulo 29
22 de octubre de 2025, 10:37
Traducción autorizada al español del fanfic Masen Manor, escrito por drotuno. Sin fines de lucro. Personajes de Stephenie Meyer.
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Capítulo 29
Junio de 2002
BELLA
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Miraba sin ver la pared frente a mi cama. Era de un blanco opaco, estéril, como todo lo que me rodeaba. Podía escuchar los murmullos de otros pacientes en los pasillos, el murmullo del televisor en la sala común y el rechinar del carrito del desayuno que avanzaba lentamente.
Me froté la cara, intentando sacarme el sueño de la cabeza. Sonriendo con desgano, suspiré hondo. Edward debía estar en algún lugar dentro del hospital, porque mis pesadillas no habían sido tan intensas como esperaba. De hecho, solo la primera noche en observación fue realmente mala, lo que me hizo asumir que Edward había regresado, aunque solo fuera para darme un poco de paz.
Algo en eso, en saberlo, me daba tranquilidad. Edward me había explicado una vez que podía tener fe en nuestro amor, en el hecho de que estábamos vinculados, pero era más que saber que nunca me engañaría o que siempre me amaría. Era la certeza de sentir cuando estaba cerca, de sentirme completamente protegida.
Ese último pensamiento me hizo estremecer, porque sabía que, si él hubiera estado cerca cuando Phil y Alec me drogaron, no habría quedado nada de ellos. Los habría aniquilado. Y por mucho que lo entendiera, habría sido un desastre.
Apoyándome contra la pared, abracé mis piernas. Hoy era mi último día aquí, el día en que no solo debía hablar con la psiquiatra, sino también con los detectives.
Levanté la vista cuando alguien tocó la puerta, y sonreí al ver a Carlisle asomarse.
—Ah, bien. Estás despierta —dijo con tono alegre, trayendo una bandeja de desayuno.
—¿Te degradaron a repartir comida? —bromeé, señalando la tapa metálica.
—Pfft, yo me ofrecí —respondió—. Vamos, come algo y repasamos lo que sigue.
Hice una mueca, negando con la cabeza.
—Creo que esperaré a salir de aquí.
Soltó una risa.
—No te culpo, pero Edward pensó que preferirías esto a la comida del hospital.
Levanté las cejas sorprendida y destapé la bandeja. Había un bagel tibio con queso crema, un tazón de frutas y huevos revueltos.
—Dios… sí que me ama —murmuré, levantando el bagel.
—Más de lo que podría explicarte —dijo Carlisle con una sonrisa divertida.
—Gracias por colarlo —le dije entre mordiscos a una fresa enorme. Luego tragué y pregunté—: ¿Entonces… qué sigue?
—Tu evaluación con la doctora Peters. Para darte el alta, debe hablar contigo —dijo, tomando asiento en la silla del rincón. Se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas—. Ella ya conoce tu historia, Bella. Se la conté con detalle y me permitirá estar presente durante la entrevista.
Asentí mientras le daba una mordida al bagel.
—No espera una conversación muy fluida contigo. Has sido una paciente ejemplar, sin intentos de…
—Suicidio —completé, murmurando—. Claro. ¿Sabe lo que realmente pasó?
—Sí. Le mostré el informe policial. Eso, junto a tu comportamiento, ha ayudado mucho. Ella sabe que estás aquí por protección, que Phil presentó un informe falso, pero va a seguir el protocolo, por si acaso.
Una sombra cruzó su rostro y fruncí el ceño, dejando el tenedor.
—¿Qué? ¿Qué pasó? ¿Edward está…?
—Tranquila, querida. Edward está bien. Él y Jasper casi no se han movido del hospital, lo cual ha sido bueno, considerando todo lo que ha pasado mientras tú estabas aquí.
Respiró profundo y exhaló lento. Había notado que tanto él como Edward hacían eso para calmarse, para centrarse.
—Tu madre ya habló con los detectives del caso de tu padre. Querían escuchar su versión, pero también mostrarle las pruebas contra los hermanos Brown, lo que, a su vez, apunta a tu padrastro. Ahora ella sabe todo lo que ha pasado desde el principio.
Fruncí el ceño, mirando mi plato.
—Dios… ¿Ella… entiende por qué cambié a mi beneficiaria?
Carlisle sonrió.
—Oh, creo que tu madre te va a sorprender, Bella. Sí, lo entiende completamente. Sabe que fue para protegerla. Espero no haberme extralimitado al hacer que Jenks gestionara tu emancipación, cariño. Tuvo que mover algunos hilos bastante… cuestionables para lograrlo. Si tu madre lo hubiese impugnado, tal vez no habría tenido validez legal, pero al final funcionó. Y eso fue clave. Tu madre lo entiende.
—¡No! No, fue… perfecto. No la culpo, pero necesitaba…
—Protegerla. Y protegerte a ti misma —terminó él, sonriendo cuando asentí—. Era la única forma de ayudarte a cambiar a tu beneficiaria. Tu madre lo entiende. —Soltó una pequeña risa y negó con la cabeza—. Cuando le dijiste que no habías tomado sus pastillas, supo que no mentías. Y si tú no mentías, entonces su esposo sí. Y eso… oh, Bella, eso abrió más problemas de los que Phil podría manejar. Ella ya está pidiendo el divorcio. De hecho, Jenks empezó los trámites. Solicitó una orden de alejamiento a tu favor y al suyo. Si Phil se acerca a ti o a tu casa, será arrestado. Aunque… no lo han visto desde tu «sobredosis».
Entrecerré los ojos.
—¿Qué? ¿Desapareció?
—Salió del hospital. Nadie lo vio irse. Se levantó a tomar una llamada y nunca volvió a la sala de espera. Se fue antes de que la policía pudiera interrogarlo. No sabemos si está huyendo por todo lo que ha salido a la luz o si el tipo al que le debe dinero lo está buscando. Sospechamos que las huellas confirmaron que Alec Brown estuvo allí, que él fue quien drogó tu leche. Las huellas de Phil estaban en el frasco de pastillas vencidas de tu madre… un frasco que nadie había tocado en meses. Y Jacob le contó todo a la policía sobre tu llamada.
Me llevé una mano a la boca.
—Dios, olvidé que estaba escuchando…
—Sí, señorita —dijo Carlisle con una sonrisa ladeada—. Lo contó todo. No colgó contigo. Tuvo la precaución de llevar otro teléfono. O tal vez su madre se lo sugirió. No lo sé. Pero se quedó en línea contigo, y apenas escuchó que las cosas se ponían feas, llamó al 911. Solo quería causar una interrupción. Fue cuando oyó los ruidos y tu lucha que casi pierde el control de su transformación. Entonces Harry intervino y guio a la policía adentro.
Carlisle se enderezó, entrelazando los dedos.
—Dicho todo eso, Bella… Tu entrevista con los detectives hoy es muy importante.
Asentí, empujando la bandeja.
—Lo sé.
—Ahora, Edward me dijo que quieres hablar tú misma con ellos. ¿Estás segura? Te lo pregunto porque… nadie pensaría mal si decides escribir tu declaración. Has pasado por mucho en estos días, así que…
Su voz se fue apagando, pero la preocupación en su rostro era evidente. Y no me miraba como médico. Su ceño fruncido, sus manos entrelazadas, su mirada intensa… todo me recordaba a mi papá. Nadie lo reemplazaría jamás, pero sabía -sentía- cuánto me quería Carlisle. Y era un cariño que iba más allá del simple hecho de que yo fuera la compañera de su hijo.
—No quise hacerte llorar —susurró, tocándome la barbilla.
Negué con la cabeza, limpiándome las lágrimas.
—No lo hiciste —le aseguré con sinceridad. Respiré hondo, preparándome para decir la verdad que estaba a punto de enfrentar—. Necesito hacerlo. Necesito dejar de esconderme de todo esto. —Sacudí la cabeza—. Quizás esconderme no es la palabra, pero ya es hora de alzar la voz. Necesito hacerlo por mi mamá, que ha vivido engañada tanto tiempo. Por mi papá, a quien le silenciaron la voz. Y por Edward… que merece a alguien entera, normal.
—Bella, Edward te ama tal y como eres…
—Lo sé —asentí, limpiándome las lágrimas otra vez—. Lo sé, y también sé que sin él no sería tan fuerte como me siento ahora. Ha sido… increíble. Solo espero que algún día pueda devolverle al menos una parte de todo lo que él me ha dado. Tengo mucho tiempo por delante, lo cual ayuda… —agregué con una sonrisa ante su risa leve—. Pero necesito hacer esto por mí. —Me señalé el pecho, y luego deslicé los dedos por la cicatriz de mi cuello—. Tienen que saber que no me vencieron. Mi papá no habría querido que me quedara callada… especialmente tanto tiempo.
Carlisle sonrió, y su rostro reflejaba orgullo, amor… y quizás un poco de sorpresa.
Sollozando y riendo a la vez, pregunté:
—¿Está escuchando, verdad?
Él soltó una carcajada, asintiendo un poco.
—Sí, probablemente. Está esperando que te den el alta y seguro está paseando como león enjaulado en la sala de espera.
La idea me hizo sonreír aún más.
—Yo también lo extraño —dije con una risita, esperando ahora que Edward realmente estuviera escuchando—. Pero fue mejor seguir este… procedimiento, porque cuando me siente a hablar con la policía más tarde, no habrá rastros de las drogas que me dieron ni duda sobre ese intento de suicidio que Phil quiso inventar. Nadie podrá cuestionar mi testimonio. Eso fue lo que me dijo el señor Jenks.
—Ah, me preguntaba… —comentó Carlisle con una sonrisa antes de ponerse de pie—. Sabes… ahora que estás emancipada, podrías pelear por tu fondo fiduciario.
—Ay no. Definitivamente no, Carlisle —me quejé entre risas, mientras él también reía—. Ya tengo suficientes cosas encima. Que ese fondo se active en mi cumpleaños y ya, aunque sí quiero cambiar algunas cosas.
—Bueno, te ayudaremos con eso, querida —dijo asintiendo con comprensión, antes de enderezarse del todo.
Entrecerré los ojos.
—Gracias, Carlisle. Fue muy astuto lo que hiciste con Jenks.
Él rio, inclinándose para besarme la frente.
—Haría cualquier cosa por proteger a mi familia, Bella. Lo que sea. —Cuando le sonreí, me tocó la barbilla y me guiñó un ojo—. Muy bien, déjame revisarte y luego puedes vestirte para ir a ver a la doctora Peters. —Señaló una bolsa que había traído—. Solo va a hacerte unas pocas preguntas. Le pedí que tratara de mantenerlas en sí o no, para darte un respiro.
Carlisle me hizo un chequeo rápido: me escuchó el corazón, los pulmones, revisó mis reflejos y mis ojos. Me quitó la venda de la muñeca y negó con la cabeza al ver la quemadura redonda en la parte interna.
Murmuró algo sobre cómo tal vez había filtrado mi sangre de algún modo, pero que necesitaba hablar con Leah sobre eso.
La conversación con la doctora Peters fue breve, casi insignificante. Me hizo algunas preguntas sobre cómo me sentía y lo que había ocurrido, pero por las miradas que le dirigía a Carlisle, parecía satisfecha con mis respuestas. Fue amable, me dejó responder con lo mínimo. Firmó mi alta médica al finalizar. Sin embargo, lo último que me dijo fue lo que más me hizo sonreír, porque me recordó muchísimo a Rose.
—Bella, por más fuerte que seas, y lo eres y mucho, creo que eventualmente te vendría bien buscar ayuda psicológica. Por tu historial y por lo que hablé con el doctor Cullen, sé que has avanzado muchísimo en muy poco tiempo, y eso es admirable, pero creo que más adelante podrías beneficiarte al tener alguien con quien hablar. Sé que las cosas están tensas ahora, pero piénsalo.
—Lo haré —le prometí con un asentimiento.
Con los papeles de alta en mano, Carlisle me condujo fuera del área de observación, saliendo a un pasillo principal. Dos policías estaban apostados a cada lado de la puerta, pero Carlisle los liberó.
Lo miré con el ceño fruncido, pero su respuesta fue la que esperaba.
—Estás bajo custodia, Bella —explicó mientras caminábamos por el largo pasillo hacia la sala de espera—. El detective Clearwater, que resulta ser hijo de Harry, consideró que necesitabas protección adicional, especialmente porque Phil y los hermanos Brown siguen sueltos. Hay oficiales aquí, y otros en tu casa cuidando de Chelsea y tu madre. Estarán contigo por un tiempo.
Asentí, pero apenas cruzamos la puerta… lo sentí. Mi sonrisa se ensanchó justo antes de ser envuelta en mis brazos favoritos, incluso antes de poder procesar la escena.
—Edward —murmuré contra su cuello, mis pies colgando en el aire y mis brazos aferrados a sus fuertes y amplios hombros—. Te extrañé.
Edward presionó un beso contra el costado de mi cuello antes de separarse para mirarme con esos cálidos ojos color miel. No dijo nada al principio, hasta que puse mis manos a ambos lados de su rostro.
—Lo vi… esto. En la mente de Alice. Me mostró una visión tuya en el hospital. La odié. Pensé que te romperías… pero parece que pasó todo lo contrario —susurró, y sonrió cuando lo besé—. Odio tener que compartirte, pero hay gente que se está impacientando.
Miré por encima de su hombro y sonreí al ver al pequeño comité que nos observaba con expresiones divertidas. Al volver a mirar a Edward, le susurré:
—Tienes que bajarme —dije moviendo los pies en señal de énfasis.
—Oh, cierto —bromeó con esa sonrisa torcida tan suya, lo que provocó carcajadas de mi madre y Chelsea, y una mirada de fastidio de Jasper cuando me dejó suavemente en el suelo.
Al dar unos pasos a su alrededor, vi más rostros. Jacob estaba sentado junto a Leah, e incluso el señor Jenks esperaba con paciencia. Había alguien más que me resultaba familiar, aunque no podía ubicarlo… hasta que sonrió.
Harry Clearwater.
Mi madre corrió hacia mí, abrazándome con fuerza y susurrando en mi oído:
—Ay, Dios, Bella… estás bien. Tú… Yo… Lo siento tanto, mi niña. ¡No lo sabía! ¡Te lo juro, no lo sabía!
La dejé llorar sobre mi hombro, porque lo necesitaba… y porque ella también había sido víctima en todo esto. Quizás incluso más que yo. Phil no solo la había engañado, sino que había pisoteado su corazón para llevar a cabo sus planes y manipulaciones. No estaba segura de qué era peor, pero era la verdad. Entre Phil y yo nunca hubo amor, pero mi madre lo amaba… y descubrir que todo fue una mentira debía haberle roto el corazón. Fue ese pensamiento el que me hizo buscar a Jasper con la mirada, suplicándole en silencio que la ayudara. Él me guiñó un ojo y, de pronto, una ola de calma reconfortante invadió la sala de espera. Parecía que todos soltábamos el aire al mismo tiempo.
Vi a Jacob, que se veía nervioso, con las manos metidas en los bolsillos delanteros de los jeans. Cuando me acerqué, su mirada se clavó en el suelo mientras murmuraba una disculpa.
Solté una risa entre dientes, lo que hizo que sus ojos, casi negros, se alzaran rápidamente hacia los míos.
—Me salvaste la vida. No te disculpes conmigo.
—No fui lo suficientemente rápido —protestó en voz baja.
—Actuaste tan rápido como cualquiera lo habría hecho, hijo —intervino Harry desde un lado, extendiéndome la mano—. Bella, nos conocimos hace mucho. Soy un viejo amigo de Charlie. Llámame Harry.
Fruncí el ceño, intentando recordar al hombre de rostro amable frente a mí. Tenía los ojos llenos de una calidez que sonreía, el cabello canoso. Estaba más ancho en la cintura, pero aún se le notaba fuerte y ágil para tener la edad de mi padre.
Ahogué un suspiro de sorpresa.
—¡Helado! —dije en voz baja, haciendo que el hombre soltara una carcajada—. Tú… tú comías helado con nosotros.
Todos en la habitación rieron suavemente, y Harry asintió.
—Así es.
Sentí la mano de Edward sobre mi hombro, y me recosté contra él justo cuando se inclinaba hacia mi oído.
—Bella, pensamos que sería mejor que hablaras con el detective Clearwater en casa. Él va a encontrarse con nosotros allá. ¿Estás de acuerdo?
Me tensé, pero Edward me apretó con suavidad.
—Sí… está bien —respondí. Al mirar alrededor, pregunté—: ¿Quiénes…?
—Vamos a estar todos —dijo Edward—. Excepto Jasper… él no puede —agregó en voz más baja, negando con la cabeza—. Va a acompañar a Leah de regreso a casa.
Lo entendí de inmediato. Las emociones —las mías, las de mi madre, y sobre todo la rabia renovada de Edward— serían demasiado intensas para él. Miré a Jasper y asentí con tristeza.
Leah estaba concentrada en una conversación tranquila con Carlisle, que le señalaba la muñeca, así que supe que le estaba preguntando por mi dije y la quemadura que me dejó. Me interesaba saber qué le respondería, pero intuía que no lo haría frente a todos.
Los dedos de Edward se cerraron con suavidad sobre mi muñeca, pero con la otra mano sacó el brazalete de su bolsillo. Estaba callado, casi reverente, mientras volvía a ponérmelo. Sus ojos, cálidos, se encontraron con los míos.
—¿Lista? —preguntó simplemente, aunque su rostro decía mil cosas más.
Cuando asentí, mi madre dio un paso hacia mí.
—Amor, ¿estás segura? Podemos esperar un día o dos más. Seth dijo que podíamos.
Tragué saliva, pero negué con la cabeza, entrelazando mis dedos con los de Edward.
—No. Estoy segura.
~oOo~
EDWARD
Seth levantó la grabadora y la detuvo con un clic. Su mirada, cargada de simpatía, se posó en Bella. Estaba impresionado con ella, aunque todos los que estábamos sentados en el comedor estábamos completamente atónitos.
—Podemos hacer una pausa, Bella —le dijo, negando con la cabeza.
—Estoy bien —replicó ella en voz baja.
Él sonrió, guiñándole un ojo.
—Estás más que bien, pero el que necesita un descanso soy yo, ¿sí?
Su compañero soltó una risa leve por lo bajo. Paul parecía el más rudo de los dos, pero más de una vez se había levantado de la mesa para recorrer el comedor de punta a punta. También había tomado las fotos de evidencia y recorrido toda la escena del crimen desde la noche en que mataron a Charlie. El único error que cometió fue pisar el sexto escalón de la escalera, lo que hizo que Bella se pusiera nerviosa durante unos minutos. El sonido por sí solo le había traído demasiados recuerdos.
Sin embargo, Bella había hecho exactamente lo que prometió, lo que quería hacer. En cuanto los detectives se sentaron con ella a la mesa, le deslizaron una libreta legal, pero ella la empujó con el ceño fruncido. Seth sacó una grabadora, y ella comenzó a hablar… a hablar de verdad, contándoles todo.
Renee había llorado en silencio, la boca de Chelsea se había quedado abierta… pero yo, yo me sentía tan orgulloso de mi chica que sentía que iba a estallar. Escucharla hablarles a personas que no conocía -y no en susurros, sino con firmeza- era algo que jamás olvidaría. La determinación que se dibujó en su hermoso rostro fue, probablemente, lo más sexi que había visto en mi vida.
—Quiero hablar contigo sobre lo que pasó el domingo, pero… puede esperar unos minutos —le dijo Seth.
La puerta de la cocina se abrió, y Chelsea dejó una bandeja con sándwiches y una jarra de té. Había sido ella quien se encargó de limpiar la cocina después del ataque a Bella, una vez que la policía liberó la escena. Ahora todo estaba tan impecable como antes, aunque ella intentaba no pensar en eso. También trataba de no preocuparse por su hijo, que había sido dado de alta el mismo día que Bella fue ingresada en observación. Tim le había asegurado a su madre que estaba bien, que no necesitaba un guarda policial, aunque Harry asignó un agente por si acaso.
La casa de los Swan tenía dos oficiales apostados en la puerta principal, además de una patrulla que pasaba ocasionalmente por el vecindario. Seth temía que Phil quisiera vengarse. Se decía en la calle que Patrick Brown había puesto precio a su cabeza. Phil se enteró de eso casi en el mismo momento en que comprendió que Renee no le creía ni una palabra. Lo había perdido todo de golpe. A esas alturas, todos asumíamos que estaba desesperado. Personalmente, deseaba que lo intentara. La sed que tenía por su sangre era casi imposible de contener.
Harry, Jenks y Carlisle estaban ocupados con una laptop. El astuto abogado absorbía toda la información posible mientras mantenía contacto con el contador del fideicomiso de Bella. Estaba más al tanto que nadie de lo que había ocurrido en esa casa; había sido de gran ayuda -tanto en lo legal como en lo… no tan legal. En ese momento, estaba haciendo todo lo posible para mover el dinero de las cuentas de Renee hacia una cuenta en el extranjero, fuera del alcance de cualquiera. Era una jugada turbia, pero Phil no era precisamente un ciudadano ejemplar, así que nadie dijo nada al respecto.
Los detectives agradecieron a Chelsea, y me incliné hacia el oído de Bella.
—Come algo, dulzura.
Ella negó con la cabeza y me miró.
—Todavía no. Lo haré, pero cuando termine.
Fruncí el ceño, suspirando, pero se puso de pie, tirando de mi mano.
—Ven conmigo —dijo, y la dejé guiarme por la parte trasera de la casa hasta salir al porche trasero.
Tuvimos suerte de que el día estuviera nublado y bochornoso. Eso nos permitió a Carlisle y a mí acompañarla, pero le debíamos un agradecimiento a Alice, que había llamado para avisarnos que podíamos salir durante el día. De lo contrario, habríamos buscado la forma de aplazar la conversación hasta después del atardecer.
Respiré hondo, apoyándome en uno de los pilares. El aire olía a tormenta de verano. No había prestado mucha atención al patio trasero de Bella antes. Estaba hermosamente arreglado, con una piscina, árboles altos y una cerca de privacidad.
—Supongo que debería estar feliz de que vaya a llover —murmuró Bella, sentándose en la baranda del porche.
Me acerqué a ella, apoyándome a su lado.
—Habríamos encontrado la forma. Carlisle y yo queríamos estar aquí. Tú pediste que estuviéramos aquí, así que habríamos movido cielo y tierra para lograrlo.
Sonrió, apoyando la cabeza contra mi pecho y abrazándome por la cintura. De inmediato la rodeé con el brazo y empecé a acariciarle el cabello. Parecía necesitar el silencio, así que no dije nada. Solo la sostuve cerca.
El trueno retumbó a lo lejos, acompañado de una brisa ligera, pero no me moví. A pesar de todo lo que había avanzado -no solo en los últimos días, sino en el último año-, sentía que mi Bella siempre necesitaría esos momentos de calma, ese refugio silencioso. Se había vuelto parte de ella, y eso me parecía perfecto. Ella apaciguaba las voces en mi mente que a veces me sobrecargaban. Su simple presencia, su aroma, su tacto, eran capaces de calmar hasta lo más profundo de mi ser. Podíamos comunicarnos sin decir una palabra.
Besé su frente al recordar lo que había dicho en el hospital, durante su charla con Carlisle.
—Sabes, amor mío, no tienes que compensarme nada —susurré contra su piel perfumada, sonriendo al oír su risa suave.
—Lo sabía… Sabía que estabas escuchando.
—Ajá —murmuré, encogiéndome de hombros cuando ella se apartó para mirarme a los ojos—. No puedo evitarlo. Estaba preocupado por ti. Y la mente de Carlisle… siempre ha sido bastante clara. Probablemente porque lo conozco desde hace tanto tiempo.
Su sonrisa fue suave, pero se inclinó para besarme.
—Está bien. Y quizás sí quiero compensártelo. Quiero llegar al punto en que no me sienta una carga.
—Jamás te llamaría eso, Isabella —gruñí con suavidad, frunciendo el ceño mientras la miraba—. Nunca. —Besé sus labios para acallarla cuando intentó discutir—. Entiendo por qué te sientes así. De verdad que lo entiendo. Sé que has cargado con un peso muy grande durante años, que has visto cosas terribles… cosas que me enloquecen solo de pensarlas, pero no eres una carga, amor. Tu naturaleza tranquila es parte de ti ahora, y está bien. Nunca quiero que pienses que no puedes venir a mí y simplemente… ser. No hay nada que no te daría, y si lo que necesitas es silencio, entonces puedo quedarme callado.
Sonrió, negando con la cabeza.
—Lo sé, Edward. Es solo que… quiero sentirme cómoda con todos como me siento contigo.
—Puede que eso nunca pase, dulzura —suspiré, inclinando la cabeza hacia ella—. Puede que siempre desconfíes de quienes no conoces, o que sigas siendo tímida al conocer a alguien por primera vez. ¿Quién dice que habrías sido diferente si nunca hubiera ocurrido el ataque? ¿Eras muy extrovertida de niña?
Bella frunció el ceño, bajando la mirada hacia mi camisa y jugueteando con el dobladillo. Finalmente, alzó la vista y negó lentamente.
—Eh… no, no mucho. Pero sí respondía preguntas en clase o… al menos podía pedir algo en un maldito menú.
—Bien, entonces puedes trabajar para volver a eso, pero Bella, estás muy lejos de ser una carga. No eres rara, ni estás rota, ni nada de esas cosas que pareces creer. Y no podría amarte más…
Ella me tomó el rostro entre las manos y apoyó su frente contra la mía.
—Te amo por eso.
Sonriendo, froté mi nariz con la suya.
—Esa es la parte fácil. Eres… mi Bella. Siempre vas a ser mi Bella… hablemos o no, siempre serás lo que me hace ser un mejor hombre.
Un par de gotas gruesas de lluvia golpearon el borde de la piscina antes de que la noche se abriera por completo. El trueno retumbó otra vez, haciendo vibrar la baranda del porche.
—Deberíamos volver adentro —le dije—. No saben si interrumpirnos o no. —Bella sonrió apenas, así que añadí—: Están impresionados contigo, especialmente tu madre.
Bella se tensó.
—¿Cómo está ella?
Negué con la cabeza y suspiré.
—Es más fuerte de lo que crees, pero está herida. También se siente culpable, y Jasper trataba de contener eso en el hospital. Ella se siente responsable, a pesar de que Phil realmente supo interpretar el papel de esposo devoto y padrastro preocupado. Si yo fuera él, temería por mi vida —resoplé, sintiendo cómo mis ojos se volvían negros—. Aunque…
—Va a venir por mí, ¿verdad?
—Vendrá… por todos nosotros —susurré contra su frente, haciendo un esfuerzo por controlar mi temperamento. Me aparté para mirarla a los ojos—. No voy a ir a ningún lado, Bella. Carlisle habló con tu madre. Chelsea ya preparó la habitación de invitados para mí. —Sonreí cuando ella soltó un pequeño jadeo, pero continué—. No es algo permanente, aunque me colaría por tu ventana si fuera necesario—, pero él sugirió que un hombre en la casa no estaría de más, por si algo llegara a pasar. Aunque haya protección policial afuera, pensó que alguien dentro podría… ayudarlas a ellas y a ti.
La sonrisa de mi chica fue dulce y traviesa.
—Excelente… una pijamada.
Solté una carcajada y la besé con fuerza.
—Sin dormir, me temo —bromeé—. Pero te advierto que Seth quizás le sugiera a Renee que se vaya de la ciudad por un tiempo, al menos hasta que lo encuentren. Chelsea tiene una tía en New Hampshire que Phil no conoce.
—No. No quiero irme —protestó, negando con la cabeza.
—No, no, no —la callé suavemente—. Si eso pasa, veré si puedes quedarte conmigo… o con Leah, en todo caso —agregué con una sonrisa ante su resoplido.
—¿Has pensado en todo?
—Tengo que pensar en todo cuando se trata de ti, Bella —le dije con seriedad—. Eres todo para mí.
Ella asintió, pero desvió la mirada cuando escuchamos la puerta mosquitera abrirse. Sabía que era Renee porque llevaba varios minutos debatiéndose mentalmente sobre si interrumpirnos o no, pero quería saber si Bella estaba lista para continuar con Seth.
—Cariño, están listos si tú lo estás —dijo con suavidad, aunque no estaba del todo segura de querer escuchar lo que había ocurrido en su cocina unos días antes. No sabía si podría soportarlo, pero estaba decidida a intentarlo. Sentía que se lo debía a su hija.
Con una sonrisa, me giré hacia Bella, quien asintió y se deslizó para bajar de la baranda. En lugar de dejarla, la cargué de un tirón y la eché sobre mi hombro, llevándola de regreso a la casa.
Renee soltó una carcajada ante el chillido de Bella y las risas ruborizadas que soltó mientras se aferraba a mi camisa como si fuera su salvavidas.
—Oh, está lista —le dije a Renee con una sonrisa al pasar—. Ella puede con esto. ¿Verdad que sí, Bella? —pregunté, haciéndole cosquillas detrás de la rodilla.
Necesitaba ese sonido. Necesitaba que Bella mantuviera su confianza, su fuerza, porque se lo debía a ella misma. No podía dejar que ganaran.
—¡Sí! —gritó entre carcajadas—. ¡Edward, basta!
Con un guiño a Chelsea -quien reía tapándose la boca-, deposité a Bella con cuidado en su silla junto a la mesa. La dulce ama de llaves quería besarme por ese sonido que tanto había extrañado. Por un momento, no podía recordar la última vez que Bella había reído así.
Besé la parte superior de la cabeza de mi chica.
—Tómate tu tiempo, dulzura.
~oOo~
—¿Estás segura, Bella? —le preguntó Renee a su hija por duodécima vez en la última hora, mientras dejaba sus maletas junto a la puerta principal—. Me cuesta dejarte justo cuando…
Bella negó con la cabeza y besó la mejilla de su madre.
—No podría estar más segura, mamá. Estoy más que protegida con la familia de Edward —dijo con total confianza, señalándome a mí y luego a Jacob y Jasper, que estaban tirados en la sala viendo televisión—. Incluso Esme vendrá uno o dos días. Seth dijo que necesitaba que identificara a Alec cuando por fin lo capturen.
Renee apretó los labios, pero lo entendía. Y además de eso, confiaba en Carlisle y en mí.
Chelsea me tendió un papel.
—Aquí es donde estaremos. Harry me dijo que te lo entregara, por si acaso. Nadie más lo sabrá, ni siquiera Seth.
Asentí y lo guardé en el bolsillo trasero de mis jeans.
—Ella va a estar bien —prometí con una pequeña sonrisa—. Harry las cuidará muy bien en casa de tu tía, y apenas encuentren a Phil, todas volverán a reunirse aquí.
Ese era el plan, al menos. Lo habíamos trazado la semana anterior, después de que Bella diera su testimonio. La historia de mi chica, su declaración jurada y su inocencia en todo esto desataron el infierno dentro del Departamento de Policía. Ella no merecía nada de lo que le había ocurrido; no hizo nada para justificar los actos violentos que sobrevivió, no una, sino dos veces. Hombres que habían conocido a Charlie, hombres que tenían hijas propias, y otros que simplemente odiaban la injusticia se volcaron por completo para convertir un caso archivado y polvoriento en una investigación abierta a gran escala y una verdadera cacería humana.
Harry, mientras estuviera en New Hampshire con Chelsea y Renee, tendría a sus propios hombres atentos en las calles por si se filtraba información sobre Phil y los hermanos Brown, además de contar con apoyo dentro del mismo cuerpo policial. Nadie los había visto. Patrick Brown afirmaba que nadie había entregado a Phil, lo cual era cierto, pero no decía ni una palabra sobre sus hijos. Sabíamos que había varios lugares donde Demetri y Alec podrían esconderse, con amigos en Nueva York, familiares lejanos en Rhode Island o con la familia de Heidi en Florida. Todos esos lugares estaban siendo vigilados por los hombres de Seth. Phil, sin embargo, parecía haberse desvanecido por completo.
Lo que nadie más sabía era que mi familia también estaba haciendo sus propias búsquedas. Jacob podía moverse durante el día, vigilando los alrededores de la casa, y a veces se quedaba a dormir en la sala de estar mientras Jasper y yo salíamos a patrullar de noche mientras Chelsea, Bella y Renee dormían. Carlisle había regresado a Alaska para ver a Esme, y ambos estaban considerando volver a Boston por uno o dos días, dependiendo de cómo estuviera Alice. Sabía que Jasper necesitaba volver pronto con ella; era una conversación que debíamos tener tan pronto como todos se fueran.
Bella abrazó a Chelsea, quien al principio se había sentido algo incómoda al ser la beneficiaria, pero cuando Jenks le explicó que eso había alejado el blanco de Renee, aceptó sin dudarlo.
Por dentro, solté un suspiro ante lo que se venía, pero me obligué a mantener una expresión neutra cuando Renee se me acercó.
—Edward, ¿puedes ayudarme con las maletas al auto? —me pidió, aunque lo que realmente quería era hablar a solas conmigo. Tomé más equipaje del necesario y salí al garaje, donde lo dejé en el maletero de su auto.
—Hijo… yo sé que… Eres muy bueno para Bella, pero me preocupa… lo de ustedes dos… —balbuceó, tan nerviosa como yo me sentía con ese tema.
Sonreí de lado, bajando la mirada.
—Ah, sí… Le prometo que mis intenciones con su hija son completamente honorables, señora Dwyer. Bella marca el ritmo y, eh…
—Llámame Renee, por favor —Suspiró con cansancio, sin poder decir que no quería volver a escuchar el apellido de su segundo esposo jamás—. Veo cómo se miran, y todo es entendible. Solo… tengan cuidado. Eso es lo único que pido. No soy tan ingenua como para pensar que no pasa, o que no va a pasar, pero también sigo siendo su madre. Solo quiero que esté a salvo y sea feliz. Y eso, por lo visto, viene envuelto en ti, así que…
Inspiré hondo antes de responder, porque, aunque su cara ya decía todo -igual que la de Bella-, ahora sabía exactamente lo que tenía en mente.
—Le aseguro que Bella es la indicada para mí. Sé que para usted parecemos jóvenes, pero tiene que entender que no me tomo a la ligera nada de lo que pasa entre nosotros. Ni a ella, ni a esto, ni lo que hemos vivido. —Normalmente, habría tenido esta conversación con Charlie, y algo en mí se rompió al pensarlo—. No está en mí hacerle daño, Renee. La amo. Y pase lo que pase, está atada a mí hasta que ella decida que ya no me quiere cerca.
Renee resopló, igualito que su hija.
—Mmm… No creo que eso pase pronto, Edward. Está loca por ti. No la había visto tan llena de vida desde antes de que muriera Charlie. De hecho, no ha dejado de hablar desde que salió del hospital. Debería darte las gracias por eso. Solo… protege su corazón tanto como el resto de ella, ¿sí?
Asentí con una sonrisa, llevándome una mano al pecho.
—Con mi vida… en ambos sentidos.
Cuando Chelsea y Renee salieron en el auto, seguidas de cerca por Harry, volví a la sala, donde encontré a Jake y Jasper riéndose por lo bajo, claramente por la conversación que acababa de tener con Renee.
—Cállense, los dos —les solté, negando con la cabeza—. Todo lo que ella me dijo era válido. Todo lo dijo desde el miedo. Estuvo a punto de perder a Bella… dos veces. ¿Tienen idea de lo difícil que fue para ella irse?
Los dos dejaron de reírse, y Jake frunció la nariz, pero asintió. Jasper inclinó la cabeza hacia mí.
—Lo siento, hermano —pensó Jasper—. Es que ese momento fue algo así como de «¿puedo tener su bendición…?»
—No pedí permiso para nada —gruñí bajo—. Solo presenté mi caso.
Jacob soltó una risita.
—Oh, mierda… —le hizo un gesto a Jasper—. Bella dijo que te dijera que está arriba empacando sus cosas. Dijo que podemos irnos cuando tú estés listo. Solo hay que avisarles a los oficiales afuera.
Asentí, pero me volví hacia Jasper.
—Tú… necesitas volver con Alice.
Él frunció el ceño, soltando un suspiro largo.
—Lo sé, pero no se siente bien irme mientras ese imbécil siga suelto.
—Eh, perdón… Tres imbéciles, muchas gracias —añadió Jake.
Jasper lo señaló, mirándome.
—¿Ves?
—Bueno, Carlisle y Esme llegan en dos días. Jacob sigue aquí. Y Leah lleva días rogando por hacernos una lectura a Bella y a mí, así que… no lo sé. Decídanlo entre ustedes dos, pero sigo pensando que Alice te necesita —les dije, dejándolos para que lo hablaran.
Subí las escaleras, evitando el sexto peldaño, y entré a la habitación en la que había estado «durmiendo» la última semana. Cuando los días estaban soleados, salía antes del amanecer diciendo que tenía que ocuparme de Leah y no regresaba hasta que caía el sol. Para Chelsea y Renee, yo solo era un joven responsable, nada más. Mantenía la farsa de una rutina nocturna hasta que ellas se iban a dormir, y entonces salía a patrullar con Jasper o me metía en la cama de Bella para espantarle las pesadillas.
Ya había empacado las pocas cosas que había traído, así que tomé mi bolso y crucé el pasillo hacia la habitación de Bella. No pude evitar sonreír al verla sentada en medio de la cama con nuestro diario abierto sobre las piernas. Tenía una maleta medio hecha a los pies de la cama.
—Siento que se me olvida algo —murmuró sin mirarme, pasando una página del cuaderno.
Sonriendo, me tumbé a su lado, apoyándome en un codo. Alcé una mano para apartarle un mechón de cabello del rostro. Necesitaba ver esa carita dulce.
—No te preocupes. Si olvidaste algo, nosotros, o yo, podemos venir a buscarlo —le dije.
Asintió, hojeando aún nuestro diario, pero ambos miramos hacia la puerta cuando Jasper y Jacob soltaron una carcajada desde abajo.
Rodó los ojos con una sonrisa y luego me miró.
—Los amo, pero… ¿podemos quedarnos aquí un rato antes de estar rodeados de gente en tu casa?
Me reí, asintiendo.
—Por supuesto, amor. Además, le prometí a Chelsea que vaciaría el refrigerador de cualquier cosa que se pudiera dañar… eh… voy a necesitar tu ayuda con eso y luego sacar la basura hasta el final del camino.
Bella sonrió, gateó por encima de mí para dejar el diario sobre su ropa en la maleta. Y yo, sin vergüenza alguna, aproveché el momento para tocarla. Mi chica era hermosa. Había sido un espectáculo el día que la conocí, pero ahora lo era aún más, porque en sus ojos había una luz que antes no existía. Era el alivio de soltar un poco del peso que había llevado durante tanto tiempo, de sobrevivir al dolor de ver morir a su padre… y a todo lo demás. También me había contado sobre el sueño que tuvo mientras estaba inconsciente. Dijo que era un recuerdo, uno que creía que había ocurrido el día que Charlie supo que Renee lo engañaba, pero que se había quedado con la sabiduría que él le había transmitido ese día: rodearse de personas en las que pudiera confiar. Me dijo que sentía que lo había hecho, y que esa confianza era lo que le había permitido empezar a soltar el dolor.
Bella se giró, subió por mi torso y se colocó encima de mí mientras yo me dejaba caer de espaldas sobre la cama.
Riéndome, no pude evitar molestarla un poco.
—¿Tú crees que puedes venir y empujarme, así como así?
Una risita dulce escapó de sus labios mientras asentía.
—Más o menos, sí.
Moviéndome rápido, pero con cuidado, la envolví y la giré conmigo, quedando yo encima de ella y sujetándola suavemente.
—Tsk. No lo creo, señorita Swan.
Soltó una risa ahogada, pero me tomó la cara entre las manos para besarme. Y en ese instante, me perdí por completo en ella. Sus labios suaves, cálidos y húmedos eran todo en lo que podía pensar, junto con sus dulces gemidos y sus manos aferrándose a mi cabello. Estaba duro para ella al instante, mi cuerpo se alineaba perfectamente con el suyo. A pesar de que estábamos vestidos con jeans y camisetas, estábamos haciendo todo lo posible por sentir el máximo contacto entre los dos. Sus dedos se enredaron otra vez en mi cabello con una mano, mientras la otra se deslizaba deliciosamente por mi espalda, bajo mi camisa. Solté un gruñido bajo que salió desde lo más profundo de mi pecho, y eso hizo que su aroma se disparara, algo que ya había empezado a notar con más intensidad. Mi lado vampiro no solo no la asustaba… la excitaba. Apoyé mi frente en la suya, sonriendo al pasarme la lengua por el labio inferior solo para saborearla y respirar su aroma. Sabía que mis ojos estaban oscuros, pero los suyos también.
Estaba a punto de inclinarme y besarla hasta dejarla sin aliento cuando el crujido del sexto escalón la hizo congelarse. Sus ojos se abrieron con miedo, y su corazón latía con tanta fuerza que parecía que se le iba a salir del pecho.
—Mírame, mírame —le repetí, obligándola a fijar sus ojos en los míos—. Aunque fuera el mismísimo diablo el que subiera esas escaleras, no viviría para contarlo. Pero te juro, Bella, que es solamente Jacob.
—¡Ah, mierda! —se escuchó a Jacob desde el pasillo—. ¡Ay no… Bella, lo siento! ¡Olvidé el escalón! Ed… ¡dile que lo siento!
Bella cerró los ojos, tratando de calmarse, pero sus labios se curvaron cuando mis hermanos empezaron a golpearse mutuamente en la escalera.
—¡Idiota! —gruñó Jasper, y se escuchó un golpe seco en la casa—. ¿Tan difícil es contar hasta seis, imbécil?
—¡Ya dije que lo sentía! —replicó Jake—. No fue a propósito.
—Maldita sea —murmuró Jasper, pero la única razón por la que reaccionaba así era porque podía sentir su miedo, y era intenso, agudo y aterrador.
Solté un resoplido y miré hacia abajo, a Bella.
—¿Estás bien? —le pregunté suavemente, presionando mis labios contra los suyos. Cuando asintió y su ritmo cardíaco se estabilizó, me levanté de la cama, ofreciéndole la mano—. Vamos, vamos a terminar lo de la cocina.
Salimos al pasillo, y no pude evitar negar con la cabeza al ver a mis dos hermanos. Estaban agachados, inspeccionando el sexto escalón, y finalmente alzaron la vista hacia Bella.
—Puedo arreglar esto, Bella —le dijo Jasper, levantando un poco la tabla suelta—. No volverá a chirriar jamás.
—Sí, sin duda —coincidió Jake con un enérgico asentimiento—. Unos clavos nuevos, un poco de lija y pegamento para madera, y quedará más silencioso que un ratón.
Ella soltó una risita, probablemente por sus expresiones de arrepentimiento.
—No tienen que hacerlo.
—Pero podemos —insistió Jacob, señalando el escalón—. Voy a saquear la ferretería y lo arreglo en un par de días. ¿Está bien?
Bella me miró a mí y negó con la cabeza. Luego volvió la vista a los chicos y sonrió.
—Está bien, pero no hay prisa. No estaremos aquí por un tiempo, de todos modos.
Ellos asintieron, pero Jasper me miró.
—Alice amenazó mi hombría si regreso a Alaska, así que estaré por aquí al menos hasta que lleguen Carlisle y Esme.
Bella y yo nos reímos y le dimos las gracias.
Jacob se rio del comentario de Jasper y luego se volvió hacia nosotros.
—Voy a volver a la casa a revisar cómo está mi mamá. ¿Necesitan algo?
—No, estamos bien. Te seguiremos en menos de una hora. Le prometí a Chelsea lo de la basura.
—Diez-cuatro. Avisaremos a los oficiales al salir —dijo Jasper.
Mientras Bella entraba a la cocina, revisé las puertas principales para asegurarme de que estuvieran bien cerradas, y también los seguros traseros. Extendí mi percepción unas casas más allá, y no detecté ninguna mente fuera de lugar. Los dos policías afuera hablaban de deportes, el vecino de atrás se preparaba para una venta de garaje ese fin de semana, y la anciana al final de la calle ya estaba dormida.
Bella me ayudó con el refrigerador, y yo embolsé la basura, la arrojé en el contenedor plástico y lo llevé rodando hasta la acera. Asentí hacia los policías al pasar, avisándoles que pronto saldríamos.
Encontré a Bella de nuevo arriba, cerrando su maleta. La tomé y la dejé junto a la mía. Luego le acaricié el rostro, planeando besarla antes de que estuviéramos rodeados por Leah, Jasper y Jacob en mi casa.
Mi teléfono vibró en la mesita de noche de Bella, y lo recogí, frunciendo el ceño al ver quién era.
—¿Alice?
—¡Pásame el puto teléfono con Bella! —ordenó—. Tanya está llamando a los chicos de vuelta. ¡Ese imbécil va camino a ustedes ahora mismo!
—¿Tengo tiempo de sacarla de aquí? —gruñí, caminando hacia la ventana y mirando de un extremo a otro de la calle.
—No, está cruzando por los patios para llegar. Está solo, y está armado, Edward. Los dos guardias no van a lograrlo. Dame a Bella. Yo le diré qué hacer. Ya lo vi todo. Tú… tú ve a buscar a ese bastardo —soltó una risita tensa—. Te dije que conseguirías lo que querías… Déjalo pensar que puede entrar, Edward. Es la única forma en que funcionará. ¿Entiendes?
—Sí —susurré, con el labio curvado por la rabia.
Parte de mí quería discutir con ella, simplemente porque no estaba seguro de querer alejar a Bella de mi vista, pero ya conocía lo suficiente a Alice como para saber que, cuando ella veía algo, era absolutamente certero.
Los ojos de Bella estaban muy abiertos cuando me giré hacia ella con el teléfono en la mano.
—Amor… haz exactamente lo que Alice te diga, y nada más, sin importar lo que escuches. A prueba de balas, ¿recuerdas? —le dije, y ella asintió, tomando el teléfono con una mano temblorosa—. Ya casi termina…
Bella tragó saliva con nerviosismo, pero se llevó el teléfono a la oreja.
—¿Alice?
Justo antes de salir del dormitorio, escuché las instrucciones de Alice:
—Bella, vas a correr por el pasillo hasta la caja eléctrica y vas a cortar la energía. Luego vas a desactivar la alarma. Cuando termines, ve directo al cuarto de tu mamá y baja la escalera del ático. ¡Corre!
Cuando llegué al primer piso, toda la casa se sumió en la oscuridad justo al mismo tiempo en que percibí la mente enferma y retorcida que había estado buscando durante toda la semana. Usando las sombras a mi favor, me oculté en la sala, mirando hacia el oscuro jardín trasero. Mi sonrisa fue cruel, y mi gruñido apenas contenido.
—Vamos, bastardo —murmuré—. Vamos a ver qué se siente cuando las tornas se inviertan…
Nota de la autora: Perdón por dejarlo en un momento así, pero este era el mejor punto para cortar. El próximo capítulo se extendía demasiado.