ID de la obra: 551

Masen Manor

Het
R
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1
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planificada Mini, escritos 631 páginas, 248.601 palabras, 36 capítulos
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Capítulo 31

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. Capítulo 31 Julio de 2002 EDWARD . —Edward, cariño —llamó Chelsea desde el rellano del segundo piso—. Creo que encontrarás lo que necesitas en el garaje. —Sí, señora —dije con un asentimiento, girándome hacia Carlisle, que observaba el sexto escalón con el ojo calculador de un cirujano. —No es un trasplante de corazón —solté una risita, negando con la cabeza ante su mirada fulminante antes de entrar al garaje. A lo largo de la pared del fondo había una encimera larga. Encima estaba lo que parecía ser la vieja caja de herramientas de Charlie. Levanté la tapa, asintiendo al ver que tenía todo lo que pensé que necesitaríamos, incluyendo una pequeña palanca. Chelsea y Bella nos observaban con expresiones divertidas en el rostro, sentadas lado a lado en el escalón superior del segundo piso. —Sabes, Edward, no tienes que arreglarlo. Ninguno de los dos —suspiró Bella, aunque su sonrisa era dulce y adorable. Carlisle sonrió, levantando la vista desde la caja de herramientas. —Sabemos que no tenemos que hacerlo, Bella. Queremos hacerlo. Si eso te hace dormir más tranquila… Bella arrugó la nariz, pero me miró. No necesitaba leer su mente para saber que no estaba del todo segura de cómo sentirse. Arreglar el escalón que chirriaba detendría el pánico que venía con escucharlo, pero también se sentía como una especie de derrota, como si estuviera dejando que el miedo ganara. Jacob y Jasper habían empezado el proyecto justo antes de irse, tal como le habían prometido, pero ella los había detenido. Ellos no discutieron, pero dejaron los materiales que habían comprado, por si acaso cambiaba de opinión. En realidad, fue Renee quien pidió ayuda; quería empezar a cambiar pequeñas cosas, limpiar lo malo y enfocarse en lo bueno, y por eso estábamos intentando este proyecto mientras ella estaba en una de sus sesiones de terapia. Carlisle sacó la palanca y la deslizó debajo del borde del escalón, pero la mente de Chelsea me hizo contener la sonrisa por lo que se venía. —¡Carlisle, espera! —exclamó ella, y él se congeló, alzando la vista hacia ella. —¿Qué pasa si… si hay algo ahí dentro? —¿Algo como qué? —preguntó, alzando las cejas hasta la frente. Solté una carcajada, negando con la cabeza. —Esto va a estar bueno —dije lo suficientemente bajo para que las dos mujeres no me escucharan. —¡No sé! ¡Quizás Charlie escondió algo o… o… y si…! La risa musical de Bella resonó por toda la escalera. —Chelsea, lees demasiadas novelas de misterio… No hay ninguna cinta de video súper secreta ni fotos incriminatorias. Apuesto a que solo hay polvo y bichos muertos que tuvieron un final terrible. Chelsea se rio, dándole un codazo juguetón a mi chica. —¡Cállate tú! Guiñándole un ojo a mi chica, me giré hacia Carlisle. —Vamos, Indiana Jones, veamos qué hay en la tumba. Las chicas soltaron risitas cuando Carlisle puso los ojos en blanco, pero con cuidado levantó la tabla de madera del escalón. Con un gesto dramático, alzó toda la tabla del marco. —¿Y bien? —preguntaron Chelsea y Bella al mismo tiempo, inclinándose hacia adelante con curiosidad. Carlisle bufó, apartando la tabla para que pudieran ver desde arriba. Bella resopló, alzando una ceja bastante sexi hacia Chelsea y cruzándose de brazos. —Te lo dije. ¡Mira! Arañas muertas y telarañas. Chelsea se rio. —La realidad es aburrida. Por eso leo novelas de misterio. Todos nos reímos con ella, pero Carlisle y yo volvimos al escalón. Pasó un dedo por el marco, ladeando la cabeza. —¿No crees? —le susurré solo a él, mientras yo también pasaba el pulgar por la madera. —Parece que el escalón se aflojó hace tiempo —dijo, y luego señaló—. Esto… esto es mi marca. ¿Ves lo fresca que está? —Luego señaló una marca similar al otro lado—. Esta ya lleva tiempo. —Bajando la voz solo para mí, añadió—: Y la herramienta coincide, hijo. Por pura curiosidad, miré a las chicas y pregunté: —¿Desde cuándo chirría el escalón? Se miraron entre ellas y luego a mí, encogiéndose de hombros. —Oh, no sé… ¿Quizá un año antes de que muriera Charlie? —adivinó Chelsea, encogiéndose de hombros otra vez—. Solo es un cálculo. ¿Por qué? —Porque él lo aflojó… o al menos eso parece —respondió Carlisle, empezando a preparar la tabla para lijarla y ponerle pegamento para madera. Bella soltó una risa suave, pero varias emociones cruzaron por su rostro. Se mezclaban y fundían en una sonrisa húmeda. Vi tristeza antigua, un toque de diversión y algo que solo podía adivinar como culpa. A veces, no poder leer su mente dolía, porque solo quería ayudarla. —¿Bella, amor? —la llamé, y sus ojos se apartaron del trabajo de Carlisle para volver a los míos—. ¿Estás bien? Chelsea rodeó a mi chica con un brazo cariñoso, besándole la sien. Bella miró la tabla en las manos de Carlisle, y luego pasó la mirada entre nosotros dos. —Él quería que chirriara —murmuró, sin mucha emoción en la voz—. Para poder oír si alguien entraba… —Se mordió el interior de la mejilla, hasta que por fin se encontró con mi mirada—. Bueno… —Inhaló con fuerza y soltó el aire despacio—. Ya no lo necesitamos. La amenaza se fue, y ahora estamos bien protegidas. Su voz sonó como una orden que no debía ignorarse. Todavía tenía un matiz de tristeza, pero venía cargada de verdad. Lo vi en sus ojos: confiaba plenamente en nosotros, ya no tenía que tener miedo. Donde Charlie había hecho todo lo posible por protegerlas, Carlisle y yo -diablos, toda mi familia- no fallaríamos. Nunca. Pude ver en ella a mi compañera feroz, la inmortal que sería algún día, mientras sus ojos oscuros seguían fijos en los míos. —Está bien, dulzura. Hará falta una bomba para que se vuelva a soltar —le prometí, apoyando una mano en mi pecho. —Sin duda —coincidió Carlisle, sonriendo cuando las chicas rieron de nuevo—. Muy bien, hijo, manos a la obra. ~oOo~ Agosto de 2002 EDWARD Mi casa estaba en silencio por primera vez desde que comenzó el verano. Al mirar el reloj, fruncí el ceño al ver lo lento que parecía avanzar el tiempo cuando Bella no estaba cerca. Negué con la cabeza ante lo malacostumbrado que eso me hacía sentir, y volví al teclado del piano bajo mis dedos. La música fluía, haciendo que mis músculos se relajaran y mi mente dejara de preocuparse. Había estado tratando de darle tiempo a Bella con su madre. Ambas se necesitaban con desesperación. Necesitaban sanar juntas, aunque eso viniera envuelto en días de compras, películas y tratamientos de spa. Sonreí al pensar en lo último, soltando una risa suave para mí mismo. Bella se había mostrado algo malhumorada por ese paseo, pero volvió deslumbrante, más hermosa que nunca y oliendo mejor que siempre. Dejó de quejarse cuando casi besé cada centímetro de ella. A medida que se acercaba el inicio del año escolar, me había alejado un poco para que Chelsea, Renee y Bella pudieran encontrar algún tipo de rutina. Yo tendría a mi chica el resto del año, en su mayoría, así que quería que ellas tuvieran el resto del verano para simplemente estar. Todavía me colaba por la ventana de Bella, la abrazaba por las noches y, en ocasiones, «me quedaba a dormir», usando la habitación de invitados, pero en días soleados como ese, me alegraba poder dejar a las chicas hacer lo que quisieran. Finalmente, estaban a salvo. Aparté las manos del piano, llevándolas a mi cabello mientras la realidad de eso me golpeaba. Había matado a ese maldito desgraciado de Phil. Mi reflejo en la superficie brillante del piano mostraba que estaba en camino de recuperar el color dorado de mis ojos, aunque todavía no llegaba del todo. Aun así, parte de mí no se arrepentía ni de una sola gota de sangre consumida esa noche. Lo único malo había sido la preocupación de Bella… y mi fuerza exagerada por culpa de la sangre humana. Los hermanos Brown estaban seguros en la cárcel del condado, esperando su traslado a una prisión federal. Habían aceptado un acuerdo, ofreciendo algo de información para reducir su condena. Ambos recibieron veinticinco años. Probablemente cumplirían la mitad si se portaban bien. Al menos, eso fue lo que dijeron Seth y Harry Clearwater. Estaban bastante molestos con la sentencia, pero a mí no me afectó. No me importaba. Su padre, Patrick, seguía con vida, pero cumpliría mi palabra. Los hermanos estarían a salvo mientras el anciano respirara… pero nunca vivirían tanto como él. Solo tenía que ser muy paciente. Volví a tocar, sonriendo ante las mentes a mi alrededor. Algunos humanos en la acera me oían, pensando que mi canción era bonita. A los pocos vecinos a ambos lados de mi brownstone no les molestaba el piano. A quien sí detestaban era al vecino del extremo, con su estéreo demasiado alto y sus fiestas hasta tarde. Pero otra mente me alcanzó, tan suave como alas de mariposa. —Edward, ¿puedo entrar? —Sí, Esme. Claro —respondí en voz alta, girándome en la banca para verla entrar por la puerta principal. Se quitó el sombrero y los guantes que había usado para ocultar su piel mientras conducía, abriendo los brazos para mí. —Te he echado de menos. Sonreí cuando tomó mi rostro entre sus manos. —Yo también. No te esperaba hasta mañana. Sus pensamientos se centraban en el color de mis ojos, pero no dijo nada al respecto. Estaba orgullosa de lo que había hecho con respecto a Phil, porque él era una criatura despreciable, y Carlisle también lo estaba, aunque ambos se preocuparon de que pudiera recaer con mi dieta. El orgullo de Esme era casi palpable en su expresión, y se preguntaba fugazmente si no habría habido algo de catarsis al eliminar a Phil, simplemente porque le recordaba demasiado a mi propio padre. Pero no dijo nada en voz alta. —Bueno, mi última entrevista con un estudiante terminó antes, así que pensé en venir directo. No estaba segura de si necesitabas que viajara con Bella en tren de regreso a Hunter's Lake al final de la semana —dijo, sentándose en el sofá. Me senté en la silla junto a ella. —Probablemente le encantaría, ya que tengo que llevar el auto de regreso a Masen. —Me reí—. Te ha echado de menos. Esme se iluminó, y pude ver cuánto quería mi madre a mi chica. Demonios, toda la familia la adoraba, incluso los que aún no la conocían. Tanya estaba desesperada por conocerla, pero no podía salir de Alaska todavía. —Yo también la he extrañado. Soy lo suficientemente egoísta para decir que no puedo esperar a tenerla de vuelta en Masen —dijo con una sonrisa y una risa suave—. ¿Cómo está? —Increíble —dije con verdadera admiración y respeto—. Habla más y más cada maldito día. Convenció a su madre de ver a una terapeuta, y hasta fue con ella un par de veces. Se sentó con Jenks y su contador para darles instrucciones estrictas y específicas sobre lo que debía pasar en su cumpleaños número dieciocho, lo cual hizo reír al contador, porque al parecer, sonaba exactamente como Charlie. Quiere que su madre esté cuidada, y también Chelsea. El fondo fiduciario se disolverá el trece de septiembre a medianoche, pero Renee recibirá suficiente como para no tener que preocuparse nunca más. Chelsea también, y cuando empezó a protestar, Bella fue tajante, diciéndole que es tan madre suya como Renee. Esme sonrió con orgullo. —¡Bien hecho! Me encogí de hombros, riéndome. —Sinceramente creo que Bella simplemente no quiere la responsabilidad de todo eso, y lo entiendo. No es algo que le importe. Su expresión se suavizó y sonrió con tristeza. —Bueno, Bella no es una chica superficial, y apostaría a que entregaría hasta el último centavo por tener de vuelta a su papá, así que… simplemente no es importante para ella. Puedo imaginar que lo ve como una carga, una obligación. Asentí, tarareando en acuerdo, y sonreí ante la línea de pensamiento de Esme. —Sí, hemos hablado del año escolar que viene —cuando rio, le guiñé un ojo—. Según la madre de Bella y sus amigas de la escuela, yo se supone que estaré estudiando en la universidad, así que no tendré más opción que mantenerme en segundo plano por ahora. Haré «visitas programadas» para verlos a ustedes… y a ella, por supuesto, pero ya no vamos a ocultar nuestra relación. No puedo hacerlo. Su edad no es un problema frente al público… y realmente no lo será en septiembre. —Entonces Harris le dará clases de piano —dedujo Esme, alzando una ceja hacia mí. Suspirando ante ese hecho, asentí. —Sí, pero no con una rutina fija. Solo revisará su progreso durante el año escolar y calificará su recital final. Ella está muy por encima de su nivel, y su falta de habla lo puso incómodo el año pasado, pero… —Sonreí, encontrando esa mirada cálida y miel que me hacía feliz—. Creo que este año lo va a sorprender. Quiere intentar participar más en clases. Y es lo suficientemente terca como para lograrlo. Esme negó con la cabeza, maravillada. —Ha llegado muy lejos —susurró con la voz cargada de emoción, y tragué saliva para contener la mía mientras asentía—. ¿Dónde está? Me sorprende que no estén juntos. ¿Todo bien? —Mejor, imposible. —Me reí un poco, bajando la vista al piso y luego regresando la mirada a Esme—. Hoy le toca chequeo médico y compras escolares. No me invitaron. Bueno, siempre estoy invitado, pero… —señalé por la ventana hacia el día soleado—. Tuve que rechazar, así que me esperan para la cena. Mi sonrisa se desvaneció rápido, pero Esme lo notó. Se deslizó por el sofá hasta tomarme de la mano. —¿Edward? Negué con la cabeza, tratando de restarle importancia, pero no podía mentirle. —¿Tú crees…? ¿Crees que ella se va a cansar de esto? Yo… yo no puedo ser… normal. Nunca podré llevarla a lugares como… —¿Ella dijo algo, hijo? —preguntó Esme, apretando mi mano. —¿Qué? No, claro que no, pero me preocupa. Es decir, no puedo… oír su mente, así que no sé si está bien con todo esto, o simplemente lo está ocultando —admití en voz baja—. Y luego… siento que… siento que la bombardeo con solo… con mi presencia. La necesito mucho. Esa última frase salió apenas como un susurro mientras me frotaba la cara, pero ella la escuchó perfectamente. Esme sonrió con tristeza y me apartó el cabello de la frente. —Por favor, créeme cuando te digo… Ella te necesita igual de mucho. Se le nota en el rostro, en esa sonrisa que solo te da a ti, y en esa risa musical que solo tú puedes hacerle brotar. No, mi dulce niño, ella es tuya. Aunque nunca volviera a hablar, seguiría siendo cierto. —Sonrió otra vez al ver mi expresión preocupada, acariciando la arruga entre mis cejas con el pulgar—. Lo supe en el segundo que los presenté sobre el escenario del auditorio. Toda la sala vibró con ello. Así que no lo dudes, Edward. Asentí, bajando la mirada a mis manos. —No hemos… Leah predijo que… —gruñí, cerrando los ojos con fuerza, hasta que finalmente lo solté de golpe—. No hemos consumado el vínculo, Esme… Y yo… —Abrí los ojos y lo único que encontré fue comprensión—. Me estoy volviendo loco, pero todavía soy demasiado fuerte, y a veces… es demasiado. Le dio unas palmadas al cojín del sofá junto a ella, y me acomodé para que pudiera rodearme con un brazo y besarme la mejilla con suavidad. —Sabes que cualquier relación puede ser abrumadora, Edward. Lo sabes. Puedes verlo en los pensamientos de las personas —dijo con voz baja y pausada—. No tiene nada que ver con lo que eres; se trata del amor, que a veces simplemente desborda entre dos personas. Y ustedes dos se aman profundamente, hijo. Han recorrido un largo camino, comenzando con la amistad más dulce y fuerte que he visto jamás. Sonreí un poco ante eso y asentí. —Lo sé, y me encanta eso, pero podría matarla. —Tsk. Ni de casualidad. No lo veo, Edward. La amas mucho. —Ya le dejé moretones. —¿Y? —preguntó, sonriendo con picardía cuando la miré mal—. Los moretones también ocurren en relaciones «normales», como tú dices. Ella es una chica menudita, de piel clara, amor. Es lógico que se le marquen fácil. A mí me pasaba cuando era humana. Cielos, me salían moretones con solo chocar contra una mesa. No lo hiciste con mala intención, y apuesto a que ella ni lo sintió. Solté una risa ahogada. —No, estaba bien. Supongo que fui yo el que se asustó. —¿Y qué dijo Carlisle? Solté un suspiro profundo. —Que mientras tengamos cuidado… en todos los aspectos… deberíamos estar bien. Es solo que… soy yo. Me preocupo demasiado, creo. La esperé tanto tiempo, y ahora que está aquí… —Sonreí hacia Esme—. Solo… dime que me calle y que esté agradecido. Eso es lo que ella diría. Esme soltó una carcajada, echando la cabeza hacia atrás. —Jamás te diré eso, pero puedo imaginarla diciéndotelo. —Una y otra vez. Esme sonrió y besó mi sien. —Ella es buena para ti. Deja que eso te guíe. Asentí en silencio, pero levanté la cabeza de golpe. Como si hablar de ella hubiera causado su aparición, mi chica entró por la puerta principal como el día más soleado y feliz. Tenía las mejillas sonrojadas, una coleta que se movía de un lado a otro y un brillo en los ojos simplemente deslumbrante. —¡Edward! —llamó, pero se detuvo en seco al ver quién estaba conmigo—. ¡Esme! —chilló de emoción, corriendo hacia ella—. No pensé que te vería hasta que volviera a clases. Perdón por interrumpir —dijo, mirando entre ambos una vez se separó del abrazo de Esme. Solté una carcajada fuerte y poco cortés, lo que hizo que ambas se rieran. Abrí los brazos y atrapé a Bella, atrayéndola a mi regazo e inhalando su aroma puro. —Jamás —gruñí contra su cuello, sonriendo contra su piel suave cuando se retorció un poco—. No es que me queje, pero no creí verte por unas horas más, amor. ¿Qué te trae tan feliz? —¡Oh! Chelsea quiere hacer una barbacoa, y me mandó a buscarte. Seth y Harry van a venir. Es como una forma de agradecerles y también una despedida antes de que vuelva a clases. Esme, tú también puedes venir. Mis ojos se desviaron al sol que brillaba por la ventana, pero volví a Bella cuando ella se rio. —Es esta noche, Edward. No ahora, tonto. ¿De verdad creíste que lo haría? —me preguntó, ladeando la cabeza de esa manera hermosa suya, con los ojos girando dramáticamente. Abrí la boca para decir algo, pero ella me besó para callarme—. Cállate y agradece… y di que vendrás a nadar esta noche antes de que se acabe el verano. Esme rio suavemente, pensando que yo tenía razón sobre la actitud de Bella. También estaba gritando «te lo dije» en mi cabeza, así que le lancé una mirada de advertencia, lo que solo hizo que se riera más fuerte. —Sí, Bella… iremos —respondió por los dos mientras se ponía de pie—. Ahora, si me disculpan, voy a llamar a Carlisle para contarle mi horario de esta semana. —Está bien —dijimos Bella y yo al unísono, observando cómo subía al cuarto de huéspedes. Volví mi atención a Bella. Mis ojos absorbieron cada centímetro de su presencia, y ella giró para encontrarse con mi mirada. —Te extrañé hoy. En realidad, te he extrañado toda esta semana —dijo en voz baja, con una ligera tristeza en los ojos. La besé en los labios. —Quería darte tiempo con Chelsea y tu madre, dulzura. Yo te tendré para mí durante el año escolar. Solo dejé que ellas fueran egoístas contigo un poco. —Oh. —Estudió mi rostro, frunciendo el ceño—. Y también ha hecho sol, ¿verdad? ¿Lo odias? —¿Tú lo odias? —repliqué, dejando que mis inseguridades salieran a flote. —No —dijo con una risita ligera—. Odio no poder estar contigo, no el porqué… Algo dentro de mi pecho se alivió, y solté el aire lentamente. —Yo también, amor. —Entonces… ¿vas a venir a nadar? —preguntó otra vez, sonriéndome. Riéndome ante su carita dulce —y sabiendo perfectamente que no podía decirle que no—, simplemente respondí: —Sí, señora. ~oOo~ Había más autos de los que esperaba cuando me detuve frente a la casa de Bella y acompañé a Esme hasta la puerta principal. La mente de Chelsea estaba algo alterada cuando nos recibió. —Edward, me alegra que estés aquí —dijo con un suspiro. —Chelsea, recuerdas a mi tía. Esme Cullen —presenté. —¡Por supuesto! Señora Cullen, qué bueno que haya venido —dijo Chelsea, cerrando la puerta una vez que estuvimos dentro, pero su mirada volvió a posarse en mí—. Renee tenía buenas intenciones, pero… creo que hay demasiada gente para Bella. —Frunció el gesto levemente—. O tal vez es por quién vino. —¿Dónde está? —pregunté, mirando alrededor, aunque mi mente luchaba por filtrar los pensamientos abundantes a mi alrededor. Había algunas mentes conocidas, en su mayoría de oficiales que habían custodiado la casa Swan. Había otras que no reconocía, además de chillidos y risas provenientes del área de la piscina. Un rostro apareció en la mente de Chelsea, pero no la conocía… hasta que pensó el nombre. Maggie. —Está en la biblioteca, Edward —me dijo, encontrando mi mirada—. ¿Podrías…? Asentí, girándome hacia Esme, quien me besó la mejilla y dijo: —Ve con ella. Yo estaré bien. No estaba seguro de lo que encontraría en la biblioteca, pero me detuve al escucharla tocar nuestra canción más reciente. Por más que adorara ese sonido, sabía que algo no estaba bien. Se notaba en su forma de tocar, y ya lo había visto en la mente de Chelsea. Abrí la puerta en silencio y la cerré con un suave clic. No pude evitar sonreír al verla. Llevaba puestos unos shorts y una camiseta sin mangas, pero pude ver la parte superior de su traje de baño atada en la nuca. Sus ojos estaban oscuros y llenos de enojo. —¿Dónde está la chica feliz que vi hace apenas unas horas? —le pregunté, sentándome a horcajadas en la banca junto a ella, y se acurrucó contra mi pecho. —Nunca te había visto en shorts —dijo, lo que me hizo sonreír contra su cabello. —No prestes atención a mis pálidas piernas, Bella… —Reí cuando ella resopló, pero me separé un poco para poder ver su rostro—. ¿Qué pasó? Chelsea está en pánico. —Mamá invitó… a todo el maldito mundo. Vecinos, algunos compañeros de su clase de arte, amigas del colegio… —murmuró, enterrando el rostro en mi pecho. No pude evitar rodearla con los brazos—. Sé que tenía buenas intenciones, pero… hay personas que no quiero ver. —Como Maggie. Su cabeza se levantó, y asintió lentamente. —Edward, ella… ella… —Sé lo que hizo —la tranquilicé, apartándole un rizo suelto de la cara mientras estudiaba su rostro hermoso, aunque lleno de dolor. Maggie había sido su mejor amiga en el momento del asesinato de Charlie y del ataque a Bella. El padre de la chica era policía, y ella había tenido la brillante idea de llevar fotos de la escena del crimen a la escuela. Fue una acción insensible e infantil, pero apenas tenían trece años en ese entonces. No era una excusa decente, pero lo explicaba en parte. —Han pasado cinco años, amor —le dije suavemente, besándola antes de que pudiera protestar—. Tú ya no eres la misma persona, y probablemente ella tampoco. No estoy diciendo que lo que hizo estuvo bien. Para nada. Solo pregunto… ¿vale la pena seguir enojada? ¿Ella vale la pena como para perderte un momento de tu vida? La mirada de Bella cayó a sus manos sobre su regazo. —Mi dulce niña, has sanado, has seguido adelante. Tienes mejores amigas ahora, leales. Tienes a este… extraño, pero completamente devoto novio. La risa de Bella fue más hermosa que la canción que había estado tocando, pero sus ojos se encontraron con los míos. —Oye, yo solo digo lo que veo —expliqué con una sonrisa—. Él realmente te adora, ¿sabes? —susurré contra su frente. Algo en eso la hizo congelarse, pero enseguida me sujetó el rostro con ambas manos. Me besó con urgencia, pero yo quería que escuchara una cosa más. —Bella, has dejado atrás cosas peores de las que cualquiera podría imaginar. Esto… esto no es nada. Es solo… la vida. Los amigos vienen y van, no siempre son leales, pero tú… tú tienes suerte. Tienes amigas que siempre van a estar ahí. Siempre. —Le alcé una ceja para que entendiera de dónde venía. Supe que lo había entendido cuando murmuró: —Extraño a Alice. —Lo sé, dulzura. Ella también te extraña. Pronto se verán de nuevo. Está haciendo todo lo posible para llegar al punto en que pueda venir a verte —prometí, levantándole el rostro por el mentón. Besé sus labios—. No dejes que una persona te arruine nada, amor. Has llegado muy lejos, y yo, por mi parte, estoy muy orgulloso de ti. Bella pareció tomar fuerza, enderezándose y mirándome con decisión. —Solo… tengo que pasar por esto, ¿cierto? Luego vuelvo a clases. Probablemente sea la última vez que la vea… a cualquiera de ellos. Sonreí y asentí. —Muy probablemente. ¿Ellos? Bella hizo una mueca. —Sí, hay algunos excompañeros de escuela aquí, pero… —se encogió de hombros, y no pude evitar besarle el hombro—. Estás aquí, así que… nada más importa. —Esa es mi chica —gruñí suavemente contra su piel perfumada, haciéndola retorcerse un poco—. Entonces… ¿vamos? —pregunté, poniéndome de pie junto a la banca, ofreciéndole la mano y haciendo una reverencia exagerada. Todo eso la hizo reír, pero tomó mi mano con una sonrisa dulce y un leve rubor en las mejillas. ~oOo~ BELLA Intenté concentrarme en la sensación de la mano de Edward en la mía mientras me guiaba por la casa. Tenía razón; a estas alturas no debería seguir guardando rencor contra nadie, considerando todo lo que había vivido, pero ver a Maggie había abierto heridas frescas que creía haber olvidado. —¡Ahí están! —canturreó mi madre, y alcé la vista para ver a varios oficiales que reconocía, junto con Harry y Esme—. ¿Por qué no van a comer algo? Pueden meterse a la piscina si quieren. Ya hay toallas allá afuera. Edward saludó a mi madre y estrechó la mano de algunos oficiales. Harry le dio una palmada en el hombro. —Seth está a cargo de la parrilla, Cullen, así que si no quieres que se queme todo, te sugiero que te apures —bromeó, guiñándome un ojo. Realmente me agradaba Harry, y no solo porque fuera un viejo amigo de mi papá. Era genuinamente amable y simplemente… auténtico. No siempre seguía las reglas, pero parecía saber siempre cuál era la decisión correcta. Podía notar que a Edward también le caía bien. Edward nos llevó hasta la puerta trasera, donde se detuvo. —¿Piscina o comida, Bella? Sonreí, encogiéndome de hombros. —Piqué algo mientras Chelsea organizaba todo. Podemos nadar. Asintió una vez, pero me tomó el rostro entre las manos. —Mírame, amor. —Cuando mis ojos se encontraron con los suyos, él sonrió—. No olvides que ellos no te conocen ahora. Escucho sus pensamientos, dulzura. Creen que sigues en silencio, que aún eres… —Un bicho raro… Edward gruñó, sus ojos oscureciéndose a pesar de los lentes de contacto que usaba para ocultar su inusual, y temporal, color. —En realidad, no. Esa palabra no es la que piensan. Triste… es la palabra que oigo. —Oh. —Tragué saliva con nerviosismo, pero asentí—. Está bien. Sabía que había cuatro o cinco allá afuera. Todos habían estado en mi antigua escuela, vivían en mi vecindario, y algunos los había considerado buenos amigos en su momento, pero desaparecieron cuando ya no pude hablar. Algunos incluso se rieron de mí, o tomaron las fotos que Maggie había llevado a la escuela y las pusieron frente a mí, lanzándome preguntas de todos lados. Todos me dejaron sola cuando tuve un ataque de pánico ese día. Estuve sola hasta Masen Academy. Ese pensamiento fue el que me trajo de vuelta al paciente y guapo ser que tenía delante. —¿Lista? —preguntó, sonriendo mientras abría la puerta cuando asentí. En cuanto salimos al porche, nos recibieron Seth y Paul, que parecían estar discutiendo junto a la parrilla. Sin embargo, el grupo de gente de mi edad dejó de bromear y nadar para mirar en nuestra dirección. —Creen que aún no hablarás, Bella —susurró Edward contra mi sien, pero sonrió cuando lo miré—. Tú decides, amor. Estoy aquí para ti. Ellos no me importan. —Rodó los ojos, negando con la cabeza—. Y están deseando saber quién soy. Sobre todo, las chicas. Entrecerré los ojos hacia él y no pude evitar reír. —¿No te alegra no poder leer mis pensamientos? Resopló. —Guardaremos ese debate para otra ocasión, amor. Vamos… a socializar. La palabra socializar sonaba rara y ajena viniendo de Edward, pero me hizo reír. Sin embargo, vi claramente cómo se encendía el interés en los rostros de las chicas mientras caminábamos por la terraza de la piscina. Era imposible no sentirse atraída por Edward. Era, de hecho, hermoso, y no importaba que solo llevara una simple camiseta blanca y una pantaloneta azul marino; parecía salido de una revista. El primero en acercarse me hizo sonreír. Danny había sido aquel del que me quejé con mi papá, el que intentó tomarme de la mano en el autobús escolar. Ahora era alto y delgado, con el cabello oscuro rapado. Lo seguían los demás. —Bella —dijo, dándole a Edward una mirada cautelosa, pero fue la expresión nerviosa de Maggie la que me impulsó a hablar. Se veía enferma al verme, no cruel, no burlona. —Danny —lo saludé, lo que provocó que Edward me apretara la mano y que mis antiguos amigos soltaran pequeños jadeos. Miré a Edward—. Edward, ellos son algunos de mis antiguos amigos. Danny, Troy y Jason —dije, señalando a los tres chicos—. Y Maggie y Sophie. Él es mi novio, Edward. Hubo saludos por todos lados, y el rostro de Danny se ensombreció un poco, especialmente cuando el brazo de Edward rodeó mi cintura, atrayéndome más hacia él. Seth gritó que las hamburguesas estaban listas, y todos menos Maggie se marcharon. Edward me miró, besándome la frente. —Te dejo un momento —murmuró antes de caminar hacia la piscina. —Bella, yo… —empezó Maggie, con la mirada fija en Edward mientras se alejaba, pero luego volvió a enfocarse en mí. Era mayor, más alta, pero igual de bonita que cuando éramos amigas, con su cabello oscuro y rizado. —Lo siento. Me metí en muchos problemas… Levanté una mano. —No. Ya no importa. Asintió, aunque no parecía convencida, y luego preguntó: —¿Vas a volver a la escuela? Negué con la cabeza. —No, tengo una nueva escuela. En realidad, es casi perfecta. Volveré allí. Maggie volvió a asentir, mirando de reojo cuando Troy la llamó, pero de nuevo me miró. —¿Es allí donde…? —Señaló con el pulgar hacia Edward, que estaba sentado al borde de mi piscina. —Sí —respondí con una sonrisa, negando con la cabeza al ver la media sonrisa de Edward, que no logró ocultar del todo. Ella rio. —Danny va a estar decepcionado. Siempre le gustaste. —Lo siento —canturreé, avanzando hacia el borde de la piscina—. No puedo evitarlo. Juraría que la oí murmurar «No la culpo», pero mi atención ya estaba fija en Edward. Por detrás, tomé el borde inferior de su camiseta, y él rio mientras se la quitaba. Alzó una ceja, jugueteando con el borde de mi camiseta. De pronto, las risas, las conversaciones y la música del estéreo se desvanecieron. Me quité la camiseta, luego los shorts, mientras Edward se metía al extremo poco profundo de la piscina, abriendo los brazos para mí. A pesar de que ya era de noche y él usaba lentes de contacto, sus ojos eran fuego oscuro al recorrer cada centímetro de mí. No era la primera vez que me veía con tan poca ropa. De hecho, ya me había visto con menos. Pero la forma en que me miraba me hacía sentir hermosa. El agua estaba tibia, sus manos ya a la misma temperatura cuando me bajó lentamente. En vez de apoyar los pies en el fondo de la piscina, me envolví alrededor de él, lo que provocó un ronroneo bajo que hizo vibrar levemente el agua. —Eres… tan hermosa, Bella —susurró con asombro mientras nos hundía en el agua, sentándose en los escalones. Miré por encima del hombro, sonriéndole a Edward. —¿A alguien le importa que esté a punto de besarte hasta dejarte tonto? Sonrió, riendo suavemente. —No. A nadie. Y si a alguien le importara, no creo que me importe. —Bien —murmuré antes de presionar mis labios contra los suyos. Había algo liberador en estar no solo en el agua, sino escondidos en la oscuridad de la piscina. Las luces estaban encendidas, pero más hacia el extremo profundo, así que los escalones quedaban en sombras, lo que significaba que las manos se deslizaban… por todas partes. Me acerqué más a Edward, mis manos recorriendo su pecho desnudo, pero se me cortó el aliento al sentir su deseo, más aún cuando sus manos sujetaron mi trasero y me presionaron contra él. —No puedo evitarlo, Bella —dijo contra mis labios antes de apartarse solo lo justo para apoyar su frente en la mía, aunque sus manos no se detuvieron—. Podría disculparme, pero en realidad no lo estoy. Quizá por el momento… Sonreí, soltando una risa suave. —Te amo. —Siempre —respondió al instante, con total sinceridad. Sus dedos largos subían y bajaban por mi espalda, mientras su otro brazo me mantenía firmemente pegada a él—. Bella, tienes que quedarte quieta, o vamos a tener un problemita —me advirtió, alzando una ceja mortal. —¿«Problemita»? —me reí, echando la cabeza hacia atrás. Sentí su risa vibrar en un beso contra mi cuello, pero de pronto me levantó y me lanzó al agua. Emergí chapoteando, peinándome el cabello hacia atrás con las manos, pero reí aún más fuerte cuando me envolvió desde abajo. Cuando salimos a la superficie, Edward me sostenía en sus brazos, con su hermosa sonrisa ladeada, pero se inclinó hacia mi oído. —Sigue siendo un problema, mi hermosa niña —dijo, con la voz un poco ronca—. Es un problema porque no puedo hacer nada al respecto en este momento, por más que quiera reclamarte como mía frente a tu amigo Danny. Tiene la vista suelta y una imaginación vívida, Bella, y ambas cosas me están volviendo loco. Y cuando por fin pueda hacer algo al respecto, te lo juro por cada estrella en el cielo sobre nosotros que no será en una piscina delante de un montón de gente, así que… ¿puedes darle un respiro a tu vampiro… por ahora? Sonriendo contra su cuello, susurré: —Lo siento, Edward. —No lo sientas —dijo contra mi mejilla—. Pero… tu mamá te está buscando… Asentí, separándome de él. —Está bien, está bien… Nos comportaremos. —Me dirigí hacia los escalones de la piscina, arrastrando a Edward de la mano detrás de mí. Antes de salir, lo detuve—. Oye, Edward… no importa lo que él piense. Nunca me gustó de esa forma. Los labios de Edward se curvaron un poco. —Lo sé… y él también lo sabe. Bufé ante su sonrisa orgullosa, pero lo arrastré fuera de la piscina conmigo. —Vamos a socializar, Edward… como dijiste. Él rio, pero me siguió obediente fuera del agua. ~oOo~ La estación de tren estaba llena de gente apresurada, maletas rodando y anuncios ruidosos por los altavoces. Miré a mi alrededor, sonriendo al ver a Edward y Esme conversando con Chelsea, pero era mi madre quien necesitaba mi atención. Alice y Edward me habían explicado que mi madre todavía se sentía desubicada con todo lo que había pasado. Estaba con el corazón roto y un poco enojada, pero también llena de una culpa que no tenía sentido. Guardé el tiquete del tren en el bolsillo trasero de mis jeans y me volví hacia ella. —No fue tu culpa, ¿sabes? —dije en voz baja, con los ojos llenándose de lágrimas al ver los suyos hacer lo mismo—. Nada de esto lo fue. Ni siquiera lo de papá. Todos los oficiales, y Harry, me habían explicado exactamente lo que Phil había planeado e intentado en su búsqueda de dinero. Había engañado a mi madre, así de simple. Se convirtió en lo que ella necesitaba y deseaba solo para acercarse a ella, a nuestra familia, a nuestro dinero. Incluso su terapeuta, la doctora Buchanan, le había explicado exactamente el tipo de sociópata en el que Phil se había convertido. —Quiero que sigas yendo con la doctora Buchanan, mamá —le pedí—. Por favor. Ella te va a ayudar a ordenar todo. —¿Y tú qué? —sollozó, abrazándome con fuerza antes de apartarse para tomar mi rostro entre sus manos—. Edward estará en la universidad… Sonreí. —El doctor Cullen estará cerca. Lo tendré a él. Esme también es genial. No te preocupes por mí. Sus labios temblaron un poco y asintió. —Siempre me preocuparé, Bella, pero… me alegra ver cuánto has avanzado. Eres más fuerte que yo. Siempre lo fuiste. Eres como Charlie en eso. —Me secó las lágrimas con los pulgares—. Veo tanto de él en ti. Tu fuerza, tu lógica, tu… —Su voz se desvaneció, pero sus ojos se deslizaron hacia Edward—. Tu capacidad de amar con todo lo que tienes, con el corazón y el alma completos. Me gustaría poder pedirle perdón. Nunca quise… Negué con la cabeza. —No lo hagas. Él lo sabía. Estoy bastante segura de que él sabía de lo que Phil era capaz, pero no había forma de detenerlo. Tú misma dijiste, y Chelsea también, que ustedes ya estaban mal. Phil se aprovechó de eso. Mamá sollozó y asintió. No era nada que no hubiera oído antes. —Amaba a tu padre, Bella. Eso debes saberlo. Pero la gente cambia; se vuelve egoísta y amargada. Él trabajaba muchas horas, y sé que no es una excusa, pero a veces sentía que, al tenerte, ya había conseguido todo lo que quería del matrimonio. —Sonrió con tristeza, tocándose la sien—. Sé que no es verdad, pero así se sentía en ese momento. Debí haber luchado más. —Volvió a tomar mi rostro, besándome la frente—. Ese chico tan guapo de allá parece a punto de desgastar el suelo de tanto caminar. Es bueno, Bella, pero no creo que necesite decírtelo. Estar separados no es fácil, niña, así que, si ustedes dos logran superar este año, probablemente tengan una verdadera oportunidad. Le sonreí y asentí. Me habría gustado decirle que ya habíamos estado separados, que probablemente no lo estaríamos más, y que no había nada que luchar para mantenernos juntos. Edward y yo estábamos unidos para siempre, éramos compañeros, almas gemelas; podía confiarle a Edward todo mi corazón, mi cuerpo y mi alma. Pero no podía explicarle eso. La verdad debía permanecer en secreto, y las apariencias debían mantenerse, al menos durante este año escolar. La universidad sería otra historia. —Voy a dejar que Edward se despida, pero, cariño, asegúrate de llamarme mucho, y ven para Acción de Gracias, o al menos para Navidad —me dijo, sonriendo cuando asentí—. Ah, y tu cumpleaños es en un par de semanas… ¡y es importante este año! ¿Algún deseo en especial? —preguntó con una sonrisa genuina y sincera. Miré a Edward, Esme y Chelsea. —No, estoy bien. Todos están a salvo, y ya no quiero lidiar con lo del fondo fiduciario, así que… Me encogí de hombros, porque mi lista de deseos estaba llena de cosas que mi madre no podía comprar en una tienda. Quería ver a Alice, pero más que nada, quería a Edward. Quería demostrarle cuánto lo amaba, ver cómo se rendía ante esa necesidad que luchaba tan fuerte por contener. Y no estaba segura de que eso esperara hasta mi cumpleaños, pero él estaba decidido a recuperar por completo su dieta. Sus ojos eran de un ámbar profundo, aún ocultos detrás de los lentes de contacto, y estaba casi segura de que no se rendiría hasta que volvieran al dorado cálido que tanto extrañaba. —Bueno, ya veré qué se me ocurre —canturreó, besándome la mejilla—. Te amo, Bella. —Yo también te amo —respondí, sonriendo cuando mis brazos favoritos me envolvieron por la espalda—. Se supone que yo debería estar diciéndote adiós —lo provoqué con una risita antes de darme la vuelta para mirarlo, una vez mi madre se apartó. —Lo sé —ronroneó, rozando mis labios con los suyos—. Va a ser horrible… tantas horas separados. Sonriendo, negué con la cabeza. —¿Llegarás antes que nosotras? Sonrió. —No, llegaré después del anochecer. Tengo que cerrar la casa y tal vez cace en el camino, pero estaré en casa para cuando te metas en mi cama. Me han dicho que este año no tendrás compañera de cuarto… y que tendrás de nuevo tu antigua habitación, así que… —Sonrió, pasando la lengua por su labio inferior de una forma que casi me dejó ciega de deseo. —Así que… tendrás tu deseo. Dormiré en el ala este —dije riendo. —Esme adora consentirme. —Hmm, ya veo. Voy a hablar con ella sobre eso en el tren de regreso a casa, solo para que lo sepas. Sus ojos se oscurecieron al escuchar la palabra casa. Pero era cierto. Así se sentía. Boston siempre sería de donde venía, donde estaban mi madre y Chelsea, pero Masen Manor ahora era mi hogar. Al principio, la idea me abrumó cuando Leah lo dijo, pero ya no. No cuando sabía que el hombre frente a mí era mi futuro. Rodeé su cuello con los brazos, acurrucándome contra su garganta. Inhalé ese aroma que tanto amaba, solo para llevarlo conmigo en el tren. Los brazos de Edward me envolvieron, sus labios se posaron en el punto exacto donde latía mi pulso. —Debes irte, amor —susurró contra mi mejilla, apartándose un poco para tomarme el rostro y besarme de verdad. Fue profundo, pero duró muy poco—. Estaré justo detrás de ti. Asentí, besando de nuevo sus labios. —Te amo. —Siempre —respondió al instante. Alzó la vista cuando Esme me llamó, extendiendo una mano para mí porque era hora de abordar. Cuando nuestros ojos se encontraron de nuevo, estaban felices, pero también un poco traviesos—. Tu madre planea «interrogarme» sobre qué quieres para tu cumpleaños en el camino a casa, amor mío. Me reí, negando con la cabeza y dándole un último beso. —Suerte con eso. Su risa fue sexi y profunda, pero bajó la mirada al suelo al meter las manos en los bolsillos delanteros de sus jeans, como si estuviera luchando consigo mismo para dejarme ir… aunque fuera solo por esta breve separación. —Bella, ¿qué quieres? —No necesito nada, Edward. Ya tengo todo lo que quiero —le dije, robándole un último beso. Era lo mismo que él me había dicho la Navidad pasada cuando le pregunté por regalos—. Solo te quiero a ti. Después de un último abrazo a mi madre y a Chelsea, le sonreí de nuevo. Él me guiñó un ojo y me hizo un gesto de despedida antes de que Esme me tomara del brazo y me llevara hacia nuestro tren.
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