ID de la obra: 551

Masen Manor

Het
R
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1
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planificada Mini, escritos 631 páginas, 248.601 palabras, 36 capítulos
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Capítulo 34

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Traducción autorizada al español del fanfic Masen Manor, escrito por drotuno. Sin fines de lucro. Personajes de Stephenie Meyer. . Capítulo 34 Septiembre de 2002 BELLA . Mis pies tocaron la alfombra mullida del baño, pero mis piernas seguían temblorosas. No podía apartar la vista de Edward. Agarró dos toallas, envolviendo una rápidamente alrededor de su cintura, solo para acercarse a mí y asegurar la otra a mi alrededor. Con un beso suave, me acomodó sobre el tocador. —Voy a llenarte la bañera, ¿está bien? —preguntó, luciendo un poco arrepentido, pero dulce y decidido al mismo tiempo. Cuando asentí, me besó de nuevo antes de girarse hacia la tina. El vapor comenzó a elevarse, empañando el espejo mientras Edward se ocupaba de las burbujas. Luego salió del baño un momento, pero no pude evitar sonreír al oír la música sonar en la sala, especialmente cuando la primera canción fue aquella que había tocado tanto tiempo atrás en el piano durante una de nuestras lecciones. Fue cuando supe que estaba completamente enamorada de Edward, y era una canción sobre sentirse atraído hacia alguien sin poder evitarlo. Volví a recogerme el cabello en un moño desordenado, y mis ojos recorrieron la espalda desnuda de Edward mientras ajustaba el agua. Sus hombros anchos y los músculos firmes y lisos se movían con naturalidad, y tragué saliva ante el deseo. Debería haberme sentido rendida y satisfecha, pero me sentía inquieta y necesitada. Por un momento, me pregunté si acabábamos de abrir una compuerta que no podía comprender del todo. —Edward —lo llamé suavemente, extendiendo los brazos hacia él cuando giró la cabeza para mirarme. Inmediatamente estuvo frente a mí, enterrando el rostro en el hueco de mi cuello. Su respiración era algo agitada, pero sus manos eran calmadas mientras se deslizaban arriba y abajo por mi espalda. —Quizás debería preguntarte si tú estás bien —bromeé, sonriendo cuando él soltó una risa y presionó un beso en mi cuello. Se apartó un poco, sus ojos cálidos y dulces, de ese color miel que tanto amaba. —Vamos a meterte en el agua —dijo con suavidad, tirando con cuidado de mi toalla. Cuando esta cayó, sus ojos se oscurecieron otra vez, pero luego frunció el ceño, sus largos dedos recorrieron mi costado hasta llegar a la cadera. Al mirar hacia abajo, vi que estaban empezando a aparecer moretones, pero volví la mirada hacia él. —Estoy bien, Edward. Asintió con tristeza, pero me levantó del tocador y me colocó en el agua. Antes de que pudiera alejarse, tomé su mano. —Entra tú también. —Bella… —¿Sí? Tragó con nerviosismo, pero me indicó que me moviera un poco hacia adelante. Cuando se metió detrás de mí, me acomodé contra su pecho, aunque su preocupación seguía centrada en ese maldito moretón. Estaba a punto de decir algo cuando sus labios tocaron mi hombro y luego mi oído. —Te prometo que voy a encontrar la manera de tocarte sin dejar más de estos —murmuró en el susurro más dulce que me haya dicho. La risa que me salió fue de puro alivio. No quería que pensara que me había hecho daño, porque no era así. Apoyé la cabeza en su hombro y giré el rostro para besar sus labios. —Edward, voy a tener moretones. Es un hecho que necesitas saber desde ya. Seguramente me los has visto en el año que me conoces —le expliqué, asegurándome de que me miraba a los ojos. Frunció el ceño, pero asintió. —Lo sé, y los he visto. Solo… odio que sean por mi culpa. Sonriendo, le acaricié la mejilla con la nariz. —Bueno, yo odio las mesas de centro y las esquinas afiladas. Sobreviviré. —Justo así, mi amor —soltó una risa grave y sexi, juntando agua jabonosa en sus manos para dejarla caer por mi rodilla flexionada. Sus dedos empezaron a masajear mi piel y mis músculos con un movimiento constante, y con el tiempo, empecé a retorcerme bajo su toque. Pasó de ser dulce y calmado, a sensual y provocador: por el interior de mis muslos bajo el agua, una mano plana por mi vientre, y luego sus palmas acariciaron mis senos, donde mis pezones estaban tensos por el agua y su contacto. —Dios, Bella… No puedo… No puedo dejar de tocarte —suplicó, sus ojos clavándose en los míos cuando me giré en sus brazos. El agua se derramó un poco, pero apenas le prestamos atención. Su deseo por mí estaba atrapado entre nosotros mientras me acomodaba sobre sus muslos, tomando su rostro entre mis manos. —No quiero que te detengas, Edward —confesé contra sus labios. Sus manos sujetaron con suavidad mis caderas y me levantó un poco. —¿Te duele? —preguntó, ronroneando lo suficiente para hacer vibrar el agua a nuestro alrededor cuando negué con la cabeza. Pude ver la misma curiosidad en sus ojos que sentía yo. Ambos nos preguntábamos si volvería a escuchar mi mente una vez que estuviera dentro de mí. —Hey —susurré, y se congeló por el miedo—. No, no… Solo ve despacio, Edward. Mi respiración se detuvo cuando me llenó. Dios, se sentía tan bien, diferente no solo por estar en el agua, sino por la posición. Un gruñido profundo vibró entre nosotros, y Edward tenía los ojos negros mientras me miraba desde abajo. Rodeé sus hombros con los brazos y apoyé la frente en la suya. —Puedes oírme, ¿verdad? —le pregunté. —Dios, sí… todo —susurró con asombro y deseo—. No lo sabía, Bella… Creí que lo sabía, pero… Se siente como… Se siente tan jodidamente bien. Asentí, incapaz de hablar, dejando que mi mente hablara por mí. Apenas nos movíamos, aunque el agua chapoteaba un poco. Entre el calor del baño y la frialdad de su piel, solo podía sentirlo a él, cuán completo se sentía todo, no el ardor de estar siendo estirada otra vez tan pronto. Era abrumador, y sentí que el pecho me estallaría con todo aquello. Lo abracé con más fuerza, las lágrimas nublándome la vista mientras el amor que sentía por él amenazaba con sobrepasarme. Un sollozo escapó de mis labios al intentar decirlo en voz alta. —Shh, dulzura —me calmó, apoyando una mano en mi espalda y la otra sobre mi corazón—. Te tengo, amor. Dios… tu corazón… como alas de colibrí… Me besó y luego se puso de pie, el agua cayendo de nuevo a la tina en una cascada, pero me mantuvo aferrada a él. Cuando me volvió a dejar sobre la toalla que habíamos dejado en el tocador, apartó el sudor y el cabello de mi rostro. —Necesito que respires, Bella. La única forma que conocía para calmarme era inhalar el aroma puro de su cuello. Apoyé la frente en su hombro mientras estrellas estallaban detrás de mis ojos. Sus brazos, fuertes como acero, me envolvieron dándome una sensación de pura seguridad y consuelo. Mi respiración se estabilizó, mi corazón se calmó, pero cuando abrí los ojos, vi dónde seguíamos conectados, con mis piernas envueltas alrededor de sus caderas. Era difícil saber dónde terminaba yo y dónde comenzaba él. Un gemido tan sexi que me hizo temblar escapó de Edward, y mis ojos subieron a su rostro. —Me estás matando —susurró apenas, con una sonrisa torcida en los labios—. Necesito moverme o voy a explotar, pero no quiero… y tú estabas… Jesús, se siente tan bien. El calor, Bella… —Por favor —fue todo lo que dije antes de que empezara a moverse lentamente, capturando mi boca en un beso ardiente y posesivo. Cuando volvió a empujar dentro de mí, ambos gemimos, perdiéndonos por completo. Supe en ese momento que nunca sería suficiente. Nunca podría estar demasiado cerca o llenarme lo suficiente. Ese hecho me asustó y me reconfortó al mismo tiempo, porque todo lo que yo sentía, lo veía reflejado en su rostro. Sus manos cayeron con fuerza sobre la superficie de mármol a ambos lados de mis muslos mientras seguía moviéndose dentro de mí. Inclinarse hacia atrás cambió la sensación, y ambos gemimos cuando empecé a moverme con él. —Dios, sí… así, justo así —susurró, mirando entre nosotros donde estábamos unidos—. Ya estás cerca, amor… por favor… Quiero sentirlo. Dejando una mano apoyada en el mármol, deslizó la otra entre nosotros, y una sonrisa casi maliciosa se dibujó en su rostro al tocar el lugar exacto que sabía me haría perder el control. —Sí… —jadeó, ya fuera por la reacción de mi cuerpo o de mi mente, no lo supe, pero las mariposas en mi estómago pelearon hasta que finalmente estallaron en un millón de pedazos, llevándome con ellas. Mi cabeza cayó hacia atrás, contra el espejo detrás de nosotros, y sentí los labios de Edward en mi cuello, su boca abriéndose paso sobre mi piel. Con unas últimas embestidas y un gruñido profundo, por fin se quedó quieto. Todo mi cuerpo se estremeció en un espasmo involuntario mientras trataba de volver a la realidad. Estaba bastante segura de que mañana no podría ni caminar. Edward sonrió contra mi piel, soltando una pequeña risa. —No si no quieres, mi dulce y hermosa niña. Aún respiraba con dificultad cuando una risa suave se me escapó. —Está bien —fue todo lo que pude responder. Él rio un poco, pero luego me tomó el rostro entre las manos. —Se suponía que debía cuidarte, no volver a devorarte —dijo antes de besarme con dulzura al ver mi sonrisa, aunque mi mente estaba feliz, satisfecha y estúpidamente enamorada de él. —Yo también te amo —dijo en respuesta, con una sonrisa adorable—. Por mucho que me encanta escucharte, y por todo lo sagrado, de verdad que me encanta… no era para nada lo que esperaba, ahora sí tengo que cuidarte, Bella. Asentí con la cabeza, soltando sus hombros con cuidado, y solté un quejido cuando se apartó de mí. Se movió rápido, casi como un borrón, mientras vaciaba la bañera, mojaba un paño con agua tibia para limpiarme y salía del baño. No pasó ni un segundo antes de que regresara con un pantalón de pijama puesto y una camiseta en la mano, ayudándome a ponérmela. También me dio un par de pastillas y un vaso de agua, murmurando algo sobre cómo estaría adolorida mañana. Antes de darme cuenta de lo que hacía, ya me encontraba acurrucada contra su pecho, bajo las cobijas. Me dio un poco de risa, pero me acurruqué aún más. Mis brazos favoritos me envolvieron mientras besos suaves caían sobre mi cabeza. —¿Cómo se siente? Escuchar mi mente —murmuré en medio de un largo y profundo bostezo. Edward se deslizó un poco hacia abajo hasta que quedamos frente a frente sobre una misma almohada. Su sonrisa era dulce y feliz, y sus ojos habían vuelto a ser de ese dorado miel que tanto me gustaba. —Como tu voz, pero mejor. Es un sueño hecho realidad para mí —respondió, y su tono estaba lleno de sinceridad—. Me hace preguntarme si podré oírla todo el tiempo cuando seas como yo. Sonreí, deslizando los dedos por su rostro. —Tal vez… aunque eso me hace pensar si eventualmente no terminarás volviéndote loco. Él rio suavecito, con ese dulce aliento empujándose contra mi cara. —Lo dudo mucho, amor mío. —Ajá, eso lo dices ahora… —Volví a bostezar. Sus labios rozaron mi mejilla y mi barbilla mientras susurraba: —Duerme, mi Bella. Mis ojos se cerraron sin que pudiera evitarlo, pero mi mano lo buscó por la cintura para acercarlo más. Creo que murmuré algo sobre que me abrazara, pero no estuve segura hasta que su voz de terciopelo me respondió: —¿Y a dónde más voy a ir? ~oOo~ Mis sueños fueron vívidos, mezclando recuerdos sensuales con posibles escenas del futuro. Al moverme un poco, noté que no estaba tan adolorida como había pensado que estaría, pero podía sentir cada caricia de la noche anterior. Era un dolorcito en todo el cuerpo, pero delicioso, que me recordaba besos, palabras dulces… y amor. Me acurruqué más en las sábanas, dándome cuenta de que estaba sola en la cama, pero el suave sonido del piano llegó a mis oídos. Abrí un ojo y sonreí contra la almohada de Edward al ver una de las imágenes más sexis que podía imaginar. Edward estaba perdido en la música, aunque tenía el volumen del teclado bastante bajo. Estaba sentado de espaldas a mí, sin camisa y usando solo los jeans de la noche anterior. Incluso tenía los pies descalzos. Volví a recorrer con la mirada sus anchos hombros, los músculos que se movían con cada nota que tocaba. Desde las puntas de sus dedos en las teclas, subiendo por sus fuertes brazos y hasta sus omóplatos. La necesidad de sentir esa piel contra la mía anuló cualquier otro pensamiento en mi cabeza. Me quité su camiseta, me envolví en la sábana y caminé hacia él. Por supuesto, me oyó acercarme. Sonrió por sobre el hombro cuando me pegué a él, y se recostó contra mí mientras envolvía la sábana alrededor de ambos. Un ronroneo salió de su pecho, haciéndome reír contra su mejilla antes de besarlo. —¿Te desperté? —preguntó, deslizando los dedos por mis brazos mientras lo abrazaba por detrás. —No. —Inhalé el aroma de su cuello, dejando un beso en la piel justo detrás de su oreja—. ¿Qué estabas tocando? Sonrió, tímido y dulce, pero alargó la mano para subir un poco el volumen. —Se me ocurrió hace como una hora… otra parte para la canción. Me senté a su lado, montando el banco para poder seguir abrazando su torso desde un lado, pero dejando libres sus brazos para tocar. Era fluido y hermoso, casi erótico y sensual. Éramos nosotros… pero nosotros desde anoche. Alcancé a poner mi mano izquierda sobre las teclas para agregar algo, sonriendo cuando Edward se rio. —Sí, me gusta eso… —murmuró, imitando lo que yo había hecho, integrándolo a lo que ya tenía escrito. Era perfecta… y casi estaba completa. Me reí contra su brazo desnudo, besándolo allí y mirando su rostro. —¿Qué haré el resto del año una vez que esto esté terminado? —pregunté, riéndome cuando se giró rápido para arrastrarme sobre su regazo y abrazarme. Su sonrisa era torcida, sexi y traviesa al mismo tiempo. —Oh, mi dulce niña… seguro se nos ocurre algo. Sonreí, lamiendo mi labio inferior. —Segura estoy —coincidí, llevándome el cabello hacia atrás y acariciando su frente. Edward cerró los ojos, inclinándose hacia mi mano. —Te traje desayuno, amor —dijo, señalando con el mentón su escritorio, donde otro plato de Esme estaba envuelto, esperándome. Cuando volví a mirarlo, tenía una expresión nerviosa y culpable. —No me fui por mucho tiempo, pero te prometí que no caminarías hoy —bromeó en voz baja, con una sonrisa mientras sus manos empezaban a deslizarse por mi piel: muslos, estómago, costillas. —¿Literalmente? —me reí, chillando de la risa cuando de pronto me alzó en brazos y me dejó sobre la cama en menos de un segundo. Me reí más fuerte cuando el plato de Esme fue colocado en mi regazo. Edward se veía muy orgulloso de sí mismo, y me incliné para besarlo tras volver a ponerme su camiseta. —Literalmente —gruñó de forma dramática contra mi cuello—. Ya rompiste esa promesa por mí, mi Bella. Trata de no hacerlo de nuevo… Resoplé cuando apuntó con un dedo largo hacia el teclado, sacudiendo la cabeza, pero destapé el plato para encontrar mis favoritos: huevos, fruta y un bagel con queso crema. —Gracias —le dije, tomando una fresa roja brillante. Él asintió, pero jugueteó con el cobertor de la cama con la mirada baja, y me pregunté qué lo ponía tan tímido. Si fuera humano, estaría rojo como un tomate. Me quedé callada, comiendo lento y dándole su espacio. Edward no dijo nada hasta que terminé de comer. Aunque se quedó a mi lado todo el tiempo, solo se levantó para llevarse el plato. Sin embargo, cuando me levanté para ir al baño, levanté un dedo. —Esto no cuenta, Edward. No estoy rompiendo promesas, lo juro, pero no vas a cargarme hasta el baño. Su risa fue fuerte, pero se sentó al borde de la cama, fingiendo que era todo inocencia. No me lo creí ni un poco. Estaba adorablemente feliz, pero también atento, porque notó mi leve mueca al bajarme de la cama. Cuando regresé, sintiéndome más fresca y un poco mejor, me estaba esperando con una botella de agua y dos pastillas. —Te duele —explicó simplemente. Tomé las pastillas y el agua, pero lo besé cuando me mantuvo entre sus piernas. —Estoy adolorida, Edward, no inválida —le dije mientras él jugaba con el borde de la camiseta que llevaba puesta. Sonrió con picardía, pero lo vi relajarse un poco. —¿Estabas preocupado? —pregunté mientras me acomodaba en la cama. Él asintió, siguiéndome, y lo jalé hasta que su cabeza quedó en mi regazo. —Estaba… tenía miedo de haberte lastimado de verdad. —Sonrió cuando ya estaba negando con la cabeza antes de que terminara de hablar—. Y luego pensé… ¿fue demasiado, Bella? Me incliné sobre él, besando su frente, la punta de su nariz, y por último sus labios. —Leíste mi mente, Edward. ¿Crees que fue demasiado? Sus ojos se oscurecieron con eso y negó con la cabeza. —No, pero… estabas como… —¿Adolorida? Sí —asentí, riendo—. Adolorida, pero no herida. Él asintió, disfrutando que le pasara los dedos por el cabello una y otra vez. —Aún no puedo creer que te escuché —reflexionó en voz alta, con una sonrisa brillante en su rostro. —¿Qué dijo Carlisle? —pregunté, riendo cuando puso cara de sorprendido—. Ni lo intentes… fuiste a su casa por mi desayuno. Sé que dijiste algo. Se rio. —Sí, pero solo porque podían ver que… que yo… —Te habías apareado. —Sí —susurró, llevando mis dedos a su boca para besarlos uno por uno, pero sus ojos eran puro fuego negro y deseo… y orgullo—. Pero no supo qué pensar al respecto. Encogí los hombros. No me importaban los porqués ni los cómos. —Me gusta —admití en voz baja, sintiendo que se me sonrojaban las mejillas al decir la verdad—. Creo que te ayudó. —Lo hizo —susurró de vuelta—. Mucho. Edward sonrió desde mi regazo, tirando de mí para que lo besara. El beso fue lento, profundo y prolongado, y lo sentí en todo el cuerpo. Lo sentí en lugares que sabía estaban demasiado sensibles como para recibir atención. Y él debió haberlo notado en mi respiración o el latido de mi corazón, porque su sonrisa rompió el beso. —Estoy empezando algo que no podemos terminar, amor mío —suspiró, pero la sonrisa seguía en sus labios. Frunció un poco la nariz—. ¿Está mal que me guste saber que todavía puedes sentirme? —No, a mí también me gusta —respondí contra sus labios—. Pero… Se incorporó, tomándome el rostro entre sus manos. —Pero estás adolorida, Bella —asintió con una pequeña sonrisa—. Me portaré bien, lo prometo. Solo no puedo prometer dejar de tocarte. Necesito estar cerca de ti, amor. Lo entendía perfectamente, así que asentí. —Está bien. —Está bien —repitió con un suspiro de alivio. —Volver a clases el lunes va a ser… interesante —murmuré con ironía, sonriendo al oír su risa. Se llevó una mano al corazón, un gesto de su época, pero que me encantaba. —También prometo que encontraremos un equilibrio, Bella. Esto también es abrumador para mí. Hice una nota mental para hablar con Esme, y posiblemente con Carlisle, porque Edward tenía razón. Me sentía necesitada, deseosa, incluso cuando él me miraba con tanto amor y comprensión. Lo quería al punto de volverme loca. —No cambiaría nada, Edward, pero… Sonrió, trayendo mis labios a los suyos. —Pero es mucho para asimilar. Lo sé, amor. —Sonrió otra vez cuando asentí—. Solo necesitamos… —Una distracción —dije entre risas, entrecerrando los ojos cuando levantó una ceja sexi—. Oye… —Lo piqué para que se concentrara—. Hablemos de… la universidad. ~oOo~ Noviembre de 2002 EDWARD Las sombras me envolvían mientras observaba a Bella desde el clóset de utilería en la parte trasera del escenario. Harris caminaba de un lado a otro, su mente iba a mil por hora debido a su interpretación. En realidad, no tenía idea de qué decirle. Estaba acostumbrado a enseñar escalas, partituras simples y las piezas básicas que la mayoría de los chicos de secundaria requerían. Por lo que me había contado Bella, ella había superado ese tipo de libros antes de cumplir siete años. Su abuela Swan tenía que haber sido una maestra increíble, pero la verdad era que Bella simplemente… tenía talento. Observar a mi chica en secreto me daba la oportunidad de absorber de verdad todo sobre ella: la expresión tranquila y serena en su rostro; los destellos dorados que resaltaban en sus profundos ojos castaños; el leve matiz rojizo que se mezclaba con su cabello color chocolate; y la curva de sus labios mientras dominaba ese piano. Nuestra canción estaba terminada. Le haríamos uno que otro ajuste aquí y allá, pero en esencia, ya estaba lista. Sería su examen final del año, y ambos estábamos sumamente orgullosos de ella. Y, por los pensamientos que pasaban por la mente de Harris, debíamos estarlo. La canción terminó, y Harris estudió a la chica frente a él. Entrecerré los ojos, esperando que dijera algo, porque su mente se volvió un poco confusa, pero para sorpresa de ambos, fue Bella quien habló primero. —Todavía necesito hacer algunos ajustes, pero está prácticamente lista —afirmó, y sonreí desde mi escondite. —Es… brillante, Bella —respondió Harris, y sus pensamientos coincidían con esa afirmación—. De verdad. ¿Cuándo encuentras el tiempo? Ella sonrió, y un gruñido retumbó en mi pecho al ver cuán secreta y sensual se veía esa sonrisa en su hermoso rostro. —Uso este piano cuando nadie más lo hace —le dijo con sinceridad, porque de vez en cuando nos colábamos al auditorio para usarlo. La acústica era mejor que en mi habitación, y no había nada como el sonido de un piano real, aunque el teclado que le había comprado era útil—. Y a veces, me grabo en el portátil y le mando el archivo a Edward por correo electrónico —añadió, cubriendo mi paradero. Su franqueza, su respuesta directa, lo sorprendió, aunque no debió hacerlo. Bella había trabajado muchísimo para hablar en voz alta con personas fuera de su pequeño círculo cómodo. Carlisle y yo estábamos extraordinariamente orgullosos de ella, pero también sabíamos que probablemente siempre sería tímida. Solo tímida… no traumatizada ni asustada. Pero lo más probable era que siempre llevara consigo una naturaleza reservada. Y estábamos perfectamente bien con eso. No había nada de malo en ser callada frente a personas con las que no estaba acostumbrada, pero con nosotros -su familia y amigos- era la chica alegre y dulce que seguramente siempre había sido, incluso antes de la muerte de Charlie. Al oír mi nombre, los pensamientos de Harris divagaron sobre lo que éramos el uno para el otro. Había escuchado los rumores, pero nunca preguntó si eran ciertos. En lugar de preguntar, tomó otra ruta. —¿Y la universidad? ¿Has pensado en eso? —le preguntó mientras ella guardaba sus cosas. Fue mi turno de sonreír en secreto. Habíamos comenzado a llenar solicitudes para varias universidades para ella. Sus elecciones eran interesantes, y no siempre basadas en si el programa de música valía la pena, pero quería cubrir todas las opciones. Algunas fueron seleccionadas por el clima y la ubicación -en mi beneficio-, sin mencionar a las universidades Ivy League de rigor. Incluso le ofrecí Dartmouth, simplemente para darle la oportunidad de ver de nuevo a Rosalie Hale y Emmett McCarty, pero ella la descartó. Y su razonamiento era una dura realidad sobre lo que éramos, en lo que ella eventualmente se convertiría: inmortal. Fingir su muerte mientras volvía a estar cerca de Rose y Emmett sería demasiado difícil. No estaba segura de cuándo estaría lista para ese cambio -y yo le daría todo el tiempo que necesitara-, pero sabía que tenía que estar preparada. —Sí, lo he hecho —respondió con un asentimiento—. De hecho, tengo más solicitudes que debo llenar en mi habitación. Estaré trabajando en eso ya que me voy a quedar en la escuela la próxima semana durante las vacaciones de Acción de Gracias. Sonriendo con eso, esperé a que Harris la despidiera, pero en cambio, le ofreció el auditorio por un rato más, dejándola sola en ese amplio espacio vacío. —Sabes, no tienes que vigilar al pobre hombre —dijo en voz baja con una adorable risita. Sus ojos se alzaron desde las teclas cuando salí de las sombras del backstage. Sonriendo, me encogí de hombros, metiendo las manos en los bolsillos delanteros de mis vaqueros. Su expresión se suavizó al mirarme, y me pregunté qué estaría pensando. Aunque ese tren de pensamiento podía meterme en un gran problema, porque oficialmente me había vuelto adicto a oír su mente, lo que, a su vez, me volvía absolutamente hambriento de ella en todos los sentidos. Desde su cumpleaños, nos habíamos vuelto insaciables el uno por el otro. Era una necesidad mutua que iba de la mano con el vínculo de apareamiento, pero en realidad, había momentos en los que simplemente la necesitaba. Necesitaba sentirla envuelta en mí con cada centímetro de su cuerpo, oír su hermosa y amorosa mente, y ver sus ojos anclarse a los míos cuando nos desmoronábamos juntos. Estaba arruinado, en el mejor sentido posible, era un vampiro vinculado, y sabía con certeza que dentro de cien años, la amaría igual… No, probablemente más. —¿Qué, amor? —pregunté. ~oOo~ —No, mamá, estoy bien. Tengo solicitudes universitarias que llenar y esas cosas —balbuceó Bella por teléfono mientras salíamos de Masen Manor—. Edward está aquí visitando a sus tíos, así que pasaremos el Día de Acción de Gracias con ellos. Sonriendo, entrelacé nuestros dedos y llevé su mano a mis labios para besarla. En parte decía la verdad, aunque estaba simplificando bastante, pero lo que no decía era que íbamos camino a visitar a Alice y Jasper en Canadá. No estaríamos mucho tiempo, solo un par de días, y no nos quedaríamos con ellos. Había alquilado una cabaña cerca, para darle a Alice espacio con su dieta. Sin embargo, Bella no se sentía del todo cómoda diciéndole a su madre que pasaríamos unos días fuera de la escuela y durmiendo juntos. No era raro que compartiéramos habitación, y sospechaba que Renee ya intuía que nos habíamos vuelto activos sexualmente, pero Bella no quería restregárselo en la cara. Renee apenas estaba empezando a recuperarse tras todo lo ocurrido el verano anterior. Se había cambiado el apellido de nuevo a Higginbotham, seguía asistiendo a terapia con la Dra. Buchanan una vez a la semana, y su relación con Chelsea se había fortalecido… más allá de lo laboral. Ahora eran «compañeras de casa», como solían bromear Alice y Bella. —Si estás segura, nena, Chelsea y yo iremos a New Hampshire a visitar a su tía otra vez —dijo Renee a través del altavoz—. Puedes llamarme al celular en cualquier momento, ¿de acuerdo? —Sí, claro, mamá. Que se diviertan —respondió Bella. La conversación terminó poco después, y Bella se giró en el asiento para mirarme. —Sigue sin responderme sobre la casa. Me reí bajito y la miré de reojo mientras cambiaba de carril. —Técnicamente, la decisión es tuya, pero entiendo por qué quieres esperar. —Ay, Edward… es mi mamá —se quejó con dulzura—. No quiero decidir sola, pero esa casa… —Amor, shhh —susurré contra su mano antes de besarla de nuevo—. Lo sé, créeme. Mi sugerencia no es venderla, pero… No sé, Bella. Vivir ahí ha sido duro para ustedes, y es algo grande solo para las dos. —A menos que me quede en Harvard, y entonces querría que viviera con ellas, pero… —Pero tú no quieres vivir ahí —concluí, porque llevaba semanas dando vueltas a ese asunto. Ella me miró con gesto dolido. —No. Por mucho que me recuerde a papá, también me recuerda cosas feas —murmuró, girándose hacia la ventana—. Quiero quedarme contigo. Un instante de puro instinto posesivo me invadió. Gruñí bajo, luchando con la necesidad de darle lo que pedía. Aún estaba aprendiendo todo lo que implicaba el vínculo de apareamiento. El deseo de proteger, cuidar y proveer era tan fuerte que dolía. —Puedes quedarte conmigo, amor mío —prometí, encontrando su mirada—. Lo resolveremos. Solo que… —Sonreí, dándole un leve codazo que la hizo retorcerse—. Primero tienes que elegir universidad. Pero parece que Harvard te está gustando. Su sonrisa fue dulce, aunque pronto se desvaneció. —Sí, pero solo porque estaríamos cerca para vigilarla —suspiró. —Bella, también puedes hacer eso desde New York, en Julliard o NYU, desde Yale, en Connecticut, o desde Princeton. Todas están lo bastante cerca. Un viaje en tren… o en auto. Me reí al oír su gruñido. Llevaba días diciéndole que necesitaría un auto en la universidad, pero se negaba a escucharlo. En realidad, no lo necesitaba ahora, pero lo haría más adelante. Su sonrisa maliciosa me dio una idea. —Podrías dejarme manejar tu Mustang —dijo con inocencia fingida. Entrecerré los ojos, gruñendo solo para hacerla reír, pero mi respuesta fue clara. —Hecho. —¿Qué? No, Edward, ¡estaba bromeando! —rio, y sus mejillas se tiñeron de rosa. Dios, amaba ese sonido. Reí también y volví a besar su muñeca. —Si lo quieres, es tuyo, amor. Además, no es como si no pudiera encontrarte… Resopló, pero luego me miró. —¿Por qué? Puse los ojos en blanco mientras seguía conduciendo. —Porque lo quieres. —No, en serio. ¿Por qué, Edward Cullen? Miré al frente y encogí un hombro. —Porque te verías increíble manejándolo. Se sonrojó de nuevo, pero no dijo nada más. El resto del camino transcurrió en silencio, con conversaciones sueltas aquí y allá, pero Bella pasó la mayor parte del tiempo dormida mientras la radio sonaba de fondo. El lago donde estaba la cabaña de Alice y Jasper no era muy grande, pero se encontraba aislado, dentro del bosque. Pude notar que Carlisle se había tomado su tiempo para encontrar el lugar. Estaba lo suficientemente cerca como para que pudiéramos visitarlos con más frecuencia, pero también lo bastante alejado de los humanos como para que Alice pudiera relajarse. Sin embargo, la pequeña vampira no había tenido problemas desde la última vez que la habíamos visto en el cumpleaños de Bella. Me detuve frente a la cabaña que había alquilado, sonriendo al ver a Alice y Jasper esperándonos pacientemente en los escalones del porche. Habían sido lo suficientemente amables como para abastecer la cocina durante los días que Bella y yo estaríamos allí. Una vez que apagué el auto, me giré hacia mi chica, que dormía profundamente. Me incliné para apartarle un mechón de cabello de la cara y lo acomodé detrás de su oreja. —Dulzura —susurré, presionando un beso en su sien—. Bella, ya llegamos. Se incorporó un poco, bostezando ampliamente. —¿Qué? Sonriendo, señalé por el parabrisas hacia la cabaña. —Ya llegamos, amor. Sus ojos marrones se iluminaron al ver a mi hermano y a Alice, pero antes de salir, me besó dulcemente. —Gracias por esto —dijo, mientras alcanzaba la manija de la puerta. La detuve, girando su rostro hacia el mío. —¿Cuándo vas a entenderlo, amor mío? —pregunté con una risa suave y otro beso—. Te daría lo que fuera. Se mordió el labio, asintiendo con timidez… justo cuando a Alice se le agotó por completo la paciencia. Solté una carcajada al ver cómo mi chica era prácticamente sacada del auto y arrastrada a un abrazo. Por suerte, esta vez no hubo quejas ni gruñidos de dolor, solo risas y saludos. —¡Mierda! —pensó Jasper al verme—. ¡Te apareaste, hermano! Le lancé una ceja alzándola como advertencia para que no dijera algo estúpido. —No, no, no… siente lo que yo siento, Edward —me dijo de nuevo, proyectándome lo que captaba de Bella—. ¿Ves? Fruncí el ceño mientras me concentraba más en Jasper que en la alegre conversación entre las chicas, aunque sí capté el silencioso «Te dije que todo estaría bien» de Alice. Pero lo que percibía de Bella tenía capas: satisfacción, felicidad, un toque de nervios. Había un leve malestar, que podía atribuirse al largo viaje en auto. Sin embargo, lo más importante era lo que no sentía: miedo. No había ni rastro de él. Donde antes Bella cargaba el miedo como un abrigo, ahora ya no existía. —Está sanando —pensó Jasper con una sonrisa tranquila y sincera—. Bien por ella, hermano. Si alguien merece dejar atrás toda esa mierda, es Bella. Tragué con dificultad, asintiendo una vez. Por un momento, me pregunté cuál de los muchos cambios en la vida de Bella había sido el responsable: ¿yo? ¿La eliminación de Phil y la amenaza de los hermanos Brown? ¿Masen Manor? ¿O era todo eso junto? La mirada de Alice se alzó desde Bella, y su mente me mostró una visión si yo le preguntaba eso a Bella. La respuesta era mi propio rostro, pero no el de cuando la salvé de Phil, ni el de cuando estábamos envueltos el uno en el otro sin una sola prenda entre nosotros… sino el de cuando le sonreía con esa expresión que ella había dicho que la ayudaba a superar los peores días. —Gracias, Alice —murmuré tan bajo que Bella no pudo oírme. La pequeña me guiñó un ojo, pero volvió su atención a Bella. —Sé que es Día de Acción de Gracias y que Esme está preparando el pavo en la escuela, ya me lo dijo. Así que… tenme paciencia, Bella. —¿Cómo así? —preguntó mi chica, sonriendo. —Extraño nuestras charlas con pastel de chocolate, y te compré uno. Yo sola, fui a una tienda llena de humanos solo por ti. Además —añadió, volviéndose hacia mí con una ceja alzada—, parece que tenemos cosas con que ponernos al día. Bella rio, pero señaló hacia la cabaña. —Guíame, supongo que ya lo viste todo. Alice le tomó la mano para llevarla adentro, y Jasper y yo las seguimos obedientemente detrás. —Oh, he visto muchas cosas… Nota de la traductora: Mañana les estaré compartiendo el capítulo final así que les pido pasar y dejarle un mensaje a drotuno por compartirnos esta hermosa historia. El enlace está en mi perfil.
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