ID de la obra: 551

Masen Manor

Het
R
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planificada Mini, escritos 631 páginas, 248.601 palabras, 36 capítulos
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Capítulo 35 - El final

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Traducción autorizada al español del fanfic Masen Manor, escrito por drotuno. Sin fines de lucro. Personajes de Stephenie Meyer. Nota de la autora: Este es el último capítulo regular de Masen Manor. Todo este capítulo es de Bella, y el epílogo será completamente de Edward. . Capítulo 35 Enero de 2003 BELLA . El tren salió de Penn Station, y mis ojos se dirigieron a la ventana para ver cómo la ciudad se desvanecía. Mis dedos jugaban con mi pulsera de dijes, específicamente con el dije de Leah. Había dudado de lo que Leah dijo cuando me lo regaló, pero después de todo, me alegraba tenerlo en la muñeca. Las vacaciones de Navidad habían sido mayormente tranquilas, normales, casi demasiado silenciosas, pero me gustó. Fueron divertidas y con suficientes días nevados como para que Edward pudiera pasar mucho tiempo en mi casa, y Carlisle y Esme también vinieron de visita. Hubo duelos entre Edward y yo en el piano usando villancicos, acurrucamientos frente a su chimenea, y una figura alta y delgada que se colaba por mi ventana todas las noches. Mi madre había mostrado una gran mejoría. Seguía viendo a la Dra. Buchanan, y se había reconectado con algunos amigos antiguos de mi padre, personas que no estaban del todo al tanto de lo que había sucedido hace cinco años. Lo que había puesto a Edward y a mí en un estado de sonrisas ocultas y ataques de risa silenciosa fue Harry Clearwater. Tenía un enamoramiento evidente con Chelsea, con una torpeza adorable que debía de ser hilarante considerando que Edward podía leer su mente. Solo hubo un incidente, y al recordarlo miré el dije de Leah. Una vez más, la pequeña moneda plateada casi me quema, aunque esta vez no tan fuerte como para dejarme una marca como antes. Fue en Nochevieja, una celebración para todos, pero para Edward y para mí, significaba una especie de aniversario de nuestra primera cita real. Queríamos tener la noche para nosotros, así que rechazamos la invitación de Carlisle a otra fiesta como la del año anterior. En cambio, pasamos la noche en Boston. Edward me había dejado en la entrada del teatro para evitar que caminara en la nieve, pero mientras estacionaba el auto, el dije de Leah prácticamente brilló por el calor. Ella nos había explicado que el dije podía sentir malas intenciones, que advertía, repelía e incluso bloqueaba cualquier cosa dirigida hacia mí. Una mirada rápida a mi alrededor me dio la respuesta. Había un hombre observándome desde el momento en que Edward me había ayudado a bajar del auto. Parecía estar ebrio o drogado, pero antes de que pudiera acercarse, Edward ya subía las escaleras para unirse a mí. Fue la expresión tensa en su rostro lo que me hizo tomar su mano y tirar de él hacia adentro. No estaba del todo segura de lo que haría. Sin embargo, él había sentido el calor del dije, girando la cabeza para fulminar con la mirada al hombre una vez más. Fue esa mirada, esa amenaza silenciosa, la que hizo que el tipo se alejara. Mi hermoso Edward solía ser dulce y tranquilo, pero cuando quería, podía ser aterrador. —Ah, ahí estás —oí decir en el pasillo del tren, y sonreí al ver a Angela—. No estaba segura de si tomarías el tren o si Edward te llevaría de vuelta. Negué con la cabeza. —No, él ya está de vuelta en clases —mentí con fluidez, dándole una palmadita a la mesa para que se sentara conmigo—. ¿Cómo estuvieron tus vacaciones? —Pfft, aburridas. —Puso los ojos en blanco—. Aunque… conocí a alguien —dijo en voz baja, con las mejillas sonrojadas. Sonriendo, me incliné hacia ella. —¿Ah, sí? Habla, mujer. Se rio, y fue divertido verla así. Angela era una persona amable, pero extremadamente reservada. Ver sus mejillas sonrojadas, sus gestos animados y su tartamudeo al hablar sobre el chico nuevo que había conocido era de lo más tierno. Ben Cheney. Hablaba y hablaba del hijo tímido y algo nerd de los nuevos vecinos de sus padres. Al parecer, él era un poco más bajo que Angela, pero a ella no le importaba. Era dulce y un poco torpe, con el cabello castaño claro y grandes ojos azul oscuro. Angela estaba completamente embobada. —¿Y… salieron? —pregunté, sonriendo cuando asintió con los ojos muy abiertos detrás de sus lentes gruesos. —Sí, y estamos como que… —Juntos —terminé por ella, riendo cuando volvió a asentir con fuerza. —¿Van a intentar una relación a distancia? —Sí, pero ya me ha llamado como tres veces desde que me fui de casa. Era lindo verla feliz. Siempre había sido muy amable conmigo, y Edward me había dicho más de una vez que la mente de Angela era amable, tranquila y fácil de leer. —¿Y tú? ¿Cómo está Edward? Me tocó a mí sonrojarme, simplemente porque el sonido de su nombre me hizo moverme un poco en mi asiento, lo que a su vez hizo que mi cuerpo vibrara con ese delicioso dolorcito en cada rincón. Probablemente Edward ya estaba de vuelta en Masen y oculto en su ala este, pero la noche anterior había estado llena de caricias, besos y susurros que todavía resonaban en mis oídos. A veces, mi Edward podía decir las cosas más increíbles, pero su determinación de que lo sintiera durante todo el viaje en tren casi me hace desmoronarme en mil pedazos. Y tuvo éxito total. Parecía que a Edward le encantaba encontrar formas de hacer que mi cuerpo cantara para él. Me tocaba mejor que al piano, mientras leía cada pensamiento que cruzaba por mi cabeza. Había cumplido su palabra de no volver a dejarme moretones desde nuestra primera vez, y lo había logrado. Sin embargo, había descubierto que podía dejar su marca de otras maneras. Estaba bastante segura de que en ese momento tenía al menos dos… y probablemente un par que no podía ver. —Tan bien, ¿eh? —bromeó Angela. Me reí, pero asentí. —Sí, fue una buena Navidad y Año Nuevo. La señora C y el Dr. Cullen se quedaron en Boston con él, así que pudimos pasar mucho tiempo juntos. Va a venir a Masen en sus vacaciones de primavera. El teléfono de Angela sonó, y su sonrojo delató al llamante, así que solté una risita, enfocando mi atención en el diario rojo brillante frente a mí. Cómo Edward lograba escribir una entrada allí sin que me diera cuenta era no solo tierno, sino increíblemente divertido. Me encantaba que escribiera en él cuando yo dormía. Mi hermosa Bella, No hay nada como verte dormir en mis brazos. Nada. Una vez me preguntaste por qué no te apartaba, qué tan aburrido debía ser. Pero no es aburrido. Ni un ejército entero podría sacarte de mis brazos. No has tenido una pesadilla en meses, pero me encanta que aún te aferres a mí, que mi piel fría no te moleste, y que sea mi nombre el que susurres en la parte más oscura de la noche. Aún más, me encanta el aroma de nosotros mezclados. Cada centímetro de tu piel huele a mí, y viceversa. Los próximos meses, este último semestre de escuela, serán ocupados para ti. Mi promesa es darte suficiente tiempo para que termines tu trabajo. Sé que tiendo a distraerte -no es que te quejes, dulzura-, pero es importante que te concentres en graduarte. Estoy tan orgulloso de ti, amor. Ya has recibido varias cartas de aceptación de algunas universidades, y solo tienes que elegir una. No me importa a cuál vayamos, Bella, así que por favor no bases tu decisión en nada que tenga que ver conmigo. Quiero que estés feliz con tu elección. Tampoco quiero que tomes tu decisión en función de tu madre. Sé que quieres cuidarla, y lo haremos, pero eso se puede lograr sin importar a dónde vayamos. Está muy bien, Bella. Su mente está tranquila, sus pensamientos más enfocados, y está aprendiendo simplemente a ser. Aún está trabajando en su culpa. Lo veo. La siente intensamente en ciertas ocasiones: cuando cree que Charlie se está perdiendo algo contigo, cuando nota que lo extrañas o estás luchando con algo, y cuando recuerda cómo cayó en mentiras y engaños. Dicho todo eso, tómate tu tiempo con tu decisión, amor. Solo quiero que estés feliz con lo que elijas. Dijiste que la música es importante, pero no parece ser tu prioridad. Si ese es el caso, entonces reduce tus opciones para simplificarlo. Sin embargo, dondequiera que elijas, estaré justo a tu lado, así que para mí no importa. He vivido muchísimo tiempo, haciendo una larga lista de cosas solo para mantenerme ocupado. El camino por delante siempre me pareció gris y eterno, sin importar quién me lo mostrara. Giselle hablaba de mi hermosa y silenciosa cisne, Leah me mostró consuelo y una compañía que no podía creer, pero la realidad supera todo lo que alguna vez intentaron decirme. Incluso Alice, con todas sus visiones muy vívidas, no pudo predecir la perfección que trae tu presencia a mi vida. Esta será la primera vez desde que era humano que estoy esperando con ilusión mi futuro. Todo es nuevo a través de tus ojos, Bella, así que confía en mí cuando te digo que mientras pueda estar a tu lado, no necesito emitir un voto. Pronto estarás de regreso en el tren hacia casa, un pensamiento que me hace sonreír, me hace robarte besos mientras duermes a mi lado solo para escucharte susurrar mi nombre. Hogar, Bella. Sé que eventualmente seremos iguales -algo que estoy más que dispuesto a esperar con paciencia- y que habrá muchos lugares donde nos estableceremos temporalmente. Sé que viajaremos, aprenderemos y creceremos; una sola vida nunca será suficiente contigo, pero un solo lugar siempre será nuestra casa, y ese lugar es Masen Manor. Cuando era nuevo en esta vida, pensé que me iría y nunca volvería, pero siempre regresaba. No importaba si me escondía en el ala este, si intentaba enseñar, o si actuaba como el hijo o sobrino devoto de Esme y Carlisle. No importaban la historia de mis padres ni mi transformación ni nada. Masen Manor siempre será el hogar. Veo que lo mismo te pasa a ti. Lo he oído en tu mente inteligente y hermosa, que lo consideras nuestro hogar. No tienes idea de cuánto significa eso para mí. Ninguna. Pero también sé que tú, como yo, eres feliz solo con saber que tu otra mitad está cerca. Ya casi es hora de despertarte, pero solo quería que tuvieras esto para el viaje de regreso a la escuela. Te amo, mi dulce y hermosa niña. Te has convertido en mi mejor amiga, mi razón para vivir y mi único propósito en esta vida. Nos vemos de regreso en casa. Con amor siempre, Edward Pasé la página, sonriendo ante los dibujos que él había dejado ahí. Eran pequeñas instantáneas de cosas: mi mano aferrada a un puñado de su camiseta, mi mamá y yo riendo frente al árbol de Navidad, el rostro dulce de Chelsea mientras le ofrecía galletas a Harry en tono de burla, y mi forma dormida. Esta última era impresionante, si de verdad así era como él me veía. Estaba enredada en las sábanas, con una pierna desnuda que se había escapado. Mi rostro era tranquilo, sereno, y mi cabello se desparramaba sobre la almohada. Solté una risita al ver la mancha oscura justo encima de mi omóplato, y habría apostado que él no solo había disfrutado dejarla, sino también dibujarla. Me dibujaba de forma hermosa, pero más que nada, me hacía sentir hermosa. Pasé la página de nuevo hasta una en blanco, comenzando mi nota de vuelta para él mientras Angela seguía hablando con Ben por teléfono. Una sensación de ansiedad se apoderó de mí —no eran exactamente nervios, sino emoción. Este era el último semestre de mi último año. Las cosas serían agitadas, ocupadas y llenas de decisiones importantes, pero también era un recordatorio de que, en unos meses, todas las apariencias cambiarían. Era aterrador y abrumador, pero también emocionante. Mientras la ciudad daba paso a los árboles, me pregunté si debería hablar con Leah o con Alice pronto… quizás con ambas. ~oOo~ Febrero de 2003 Respiré hondo y lo solté despacio, recogiendo mi cabello en un moño desordenado solo para mantenerlo fuera de mi cara. Extendidas sobre la cama estaban todas mis cartas de aceptación universitaria. Las tenía divididas por ubicación -costas este u oeste- y luego marcadas con becas completas o parciales. Mi piano había sido mi boleto de entrada, pero quería explorar caminos más allá de la música, así que, con el corazón algo encogido, Julliard quedó descartada. La dejé a un lado. New York seguía estando cerca de mi madre, pero no estaba segura de querer vivir allí los próximos años. A pesar de la insistencia de Edward de que mi decisión no debía girar en torno a él, New York sería mucho para que él lo soportara -aunque en realidad cualquier gran ciudad lo sería-, con demasiadas mentes, demasiados humanos y sin lugares cercanos donde pudiera cazar sin ausentarse por días. Sonreí con resignación, reconociendo que mantener a Edward cerca era una razón lo suficientemente egoísta como para eliminar esa opción de la lista, y pasé a las otras pilas. Él había sido muy enfático en el proceso de decisión. Tenía que ser mía, por mis razones, mi elección. Miré hacia Edward. Estaba sentado en su escritorio, con el portátil abierto, y apretaba la mandíbula una y otra vez mientras se frotaba la barbilla. Había estado trabajando en la contabilidad de la escuela durante toda la mañana de ese domingo, aunque estaba segura de que era una excusa para darme espacio. Era una distracción, incluso con el simple hecho de estar sentado allí, portándose bien. Había días en los que no lograba hacer nada. Edward siempre se sentía mal por eso, sentía que era demasiado demandante, pero era lo que éramos. Estábamos unidos, y lo habíamos estado desde mi cumpleaños. Había días que simplemente se trataban de nosotros, y nada fuera de eso importaba. Habíamos aprendido a lidiar con ello lo mejor posible. Y yo también había aprendido a hacer toneladas de tareas en la biblioteca. Apartando la vista de esa hermosa figura sin camisa frente a mí, descarté unas cuantas escuelas más y reduje las opciones a un pequeño grupo. Negué con la cabeza, alzando la mirada hacia él de nuevo. —No puedo tomar esta decisión sola, Edward —murmuré, frotándome la cara. Su suave risa me hizo sonreír, pero se levantó del escritorio. Trepando sobre la cama, se situó detrás de mí, tirando de mí hacia él y besando mi mejilla. —¿Estas son tus opciones finales? —preguntó, apoyando la barbilla en mi hombro. —Sí —suspiré con cansancio, recostándome contra su pecho. —Dime por qué… de cada una, amor —me pidió, señalando el primer sobre de la izquierda—. Empieza con este. Fruncí el ceño, pero lo tomé. —Universidad de Washington. Beca completa. Tienen un buen programa de música, y está en Seattle, así que… ya sabes, una gran ciudad musical. También era una ciudad lluviosa y muy cercana a reservas forestales y montañas, sin mencionar que estaba más cerca de Alaska, por si alguna vez queríamos visitar. Lo único que realmente me atraía de UW era lo fácil que le haría las cosas a Edward. —También está al otro lado del país, dulzura —señaló Edward—. Y el dinero no es exactamente... —Lo sé —me quejé, asintiendo un poco—. En ambos puntos, lo sé. Edward sonrió contra mi mejilla, pero no dijo nada mientras tomaba el siguiente sobre. —¿Y este? —Harvard —solté una risita, mirándolo—. Ese es obvio, ¿no? Es mi ciudad natal, tu antigua escuela y una elección increíble. Es una beca parcial, pero no necesitaría alojamiento, y aunque usáramos tu casa, estaría cerca de mamá —levanté una mano para detenerlo—. Sé que dijiste que no tomara eso en cuenta, pero es Harvard. Como diría Alice… ¡Duh! Su risa fue sexi y dulce, y me dio una palmadita en la pierna. —Sí, eso es bastante cierto. —Tomó otro sobre. Miré los papeles en su mano. —Northwestern en Chicago. Beca parcial, pero el alojamiento está incluido, si llegara a necesitarlo. Tienen un enorme programa de música, y también varias opciones si decidiera meterme a educación. Edward asintió, pero dijo: —No necesitarías alojamiento. —¿Ah, no? Me giré un poco para poder mirarlo. —No —dijo suavemente, besando mis labios—. Carlisle y Esme tienen un lugar en Chicago. De hecho, también tienen uno en Seattle. Nos dejarían usarlos el tiempo que quisiéramos. O conseguiríamos uno propio. —Está bien —respondí con un encogimiento de hombros, alcanzando las dos últimas cartas—. Entonces… déjame preguntarte algo. —Lo que quieras. Sonreí ante su rostro hermoso y sincero. —No importa cuál elija, ¿estarías bien? Tú… ¿Qué harías? ¿Tomarías clases? ¿Seguirías trabajando con Masen desde casa? Su sonrisa fue dulce. —Sí, tal vez… probablemente ambas. Siempre estaré pendiente de esta escuela, sin importar dónde estemos. Las clases solo me interesarían si decidiera ampliar mi educación o si las tomara contigo. Necesitaría que Jenks falsificara mis papeles, pero podría ir a la universidad contigo, Bella. —Está bien —levanté las tres opciones que habíamos discutido—. ¿Cuál escogerías tú? —¿Y esas dos? Negué con la cabeza. —Nunca estuvieron tan arriba en mi lista —le dije, lanzándolas al suelo con el resto. Una era en Alaska y la otra en la Universidad de Oregón. Ninguna tenía buenas ofertas, ni sus programas musicales eran lo que buscaba. Edward sonrió con picardía, pero recogió los tres sobres finales. Empujó todos los demás a un lado. Sin embargo, la expresión en su rostro era traviesa, con los ojos entrecerrados y un lento y largo desliz de su lengua por el labio inferior. —Costa este, costa oeste, medio oeste —canturreó Edward, riéndose mientras levantaba la carta de la Universidad de Washington primero—. Muchos bosques y lluvia en Washington, Isabella. Abrí la boca para decir algo, pero terminé cerrándola de golpe. Finalmente solté: —Lo cual, egoístamente, me da más acceso a ti. —¿Pero? Fruncí la nariz. —Pero… no sé si quiero mudarme tan lejos. —Entonces está descartada, amor —declaró con firmeza, arrojándola sobre la creciente pila de cartas descartadas en el suelo—. La siguiente… Levantó la de Harvard. —Una elección inteligente, y está cerca de casa, pero… —¿Tal vez demasiado cerca? —pregunté con cautela, tomando la carta de sus manos. Edward ladeó un poco la cabeza, con los ojos como miel derretida. —Tú quieres Northwestern. Ha sido tu elección desde el principio. Reí con nerviosismo y asentí. —Solo que no lo sabía… —Suspiré profundamente—. Edward, sé que dijiste que era mi decisión, pero los dos tenemos que vivir con ella. Así que… ¿puedes ayudar a tu chica, por favor? Su risa fue profunda, y prácticamente sacudió toda la cama, pero se inclinó para besarme los labios. —Eso es. Mi chica —ronroneó, sus ojos oscureciéndose un poco mientras me miraba con intensidad. —Ay, por Dios… Edward, por favor concéntrate en esto último… Sonriendo, asintió y me entregó el sobre. —Northwestern, entonces, amor. Y antes de que me preguntes por qué… Porque tú la quieres, y es una universidad fantástica, pero también porque hace mucho tiempo tuve familia extendida en Chicago, Bella, así que será bueno volver a verla. Esme es de cerca de allí, ¿sabes? Mordiéndome el labio, lo miré a los ojos. —¿De verdad? Apartó todas las cartas, tirando de mí hasta sentarme sobre su regazo. —De verdad. No podría haber escogido mejor yo mismo, mi dulce niña. Rodeé su cuello con los brazos y suspiré cuando sus labios se posaron en mi garganta, específicamente sobre mi cicatriz. —Entonces… ¿Ch-Chicago? —tartamudeé cuando su lengua hizo ese movimiento en espiral justo debajo de mi oreja. Sonrió contra mi piel. —Chicago —ronroneó bajo y sensual. —Es una ciudad grande —dije, con los ojos rodando hacia atrás mientras cada célula de mi cuerpo se encendía, pero necesitaba saber si él estaba bien con eso. Sujetándole el rostro con ambas manos, lo alejé lo suficiente para poder mirarlo a los ojos… y pensar con claridad—. ¿Estás bien con eso? —pregunté, tocando su sien para que entendiera a qué me refería. —Sí —susurró, pasándose la lengua por los labios, pero sus ojos ya eran fuego negro. Quise reír por lo mucho que se perdía a veces, pero no pude. Amaba que me amara así, siempre, cada minuto del día—. He vivido en ciudades grandes antes, Bella. Puedo manejarlo. Prometo hablar con Carlisle para usar su casa, ¿de acuerdo? —dijo con voz ronca—. Lo que no puedo aceptar es que me interrumpan cuando sabes tan… tan delicioso… Mi risa se convirtió en un gemido bajo cuando volvió justo al punto donde se había detenido. Quise advertirle que era domingo, lo cual significaba que Alice podría llamar en cualquier momento, que las interrupciones eran inevitables, pero no pude. Apenas sabía cómo me llamaba cuando Edward me suplicó con susurros sensuales que le permitiera saborearme por completo. Escuché cartas caer al suelo, y apenas registré que la camiseta de Edward que yo llevaba ya no estaba. Me encantaba cuando se movía tan rápido que perdía el control de ciertos aspectos de su inmortalidad. Se deshacía de zapatos o ropa a velocidad sobrehumana, pero cuando volvía a mí, siempre era lento, delicado, dulce. Cuando me recostó sobre la cama, le pasé los dedos por el cabello. Siempre parecía ayudarlo a enfocarse. Seguía con los jeans puestos, pero podía sentirlo duro y pesado a través de la tela áspera. —En todas partes, Bella —suplicó, inclinándose para rodear mi pezón con su lengua, solo para pasar al otro. Sus ojos no se apartaron de los míos cuando añadió—: Puedo saborearte en el aire, amor. Es tan… Yo… Lo quiero… Estaba perdida. Completamente perdida. Su honestidad cruda, su dulce voz, su toque delicado y urgente, y el lazo que siempre nos unía… Yo era suya, para hacer conmigo lo que quisiera. Y lo hacía. Mi piel parecía a punto de incendiarse con cada beso, cada movimiento de su lengua mientras descendía por mi cuerpo. Se volvió aún más lento cuando deslizó sus manos por el interior de mis muslos para abrirme a él. Una sonrisa traviesa curvó sus labios cuando me retorcí debajo de él, tirando de sus hombros con los pies y gimiendo su nombre. Cuando se inclinó, sentí su piel fría, pero en cuanto su boca se conectó con el lugar donde más lo necesitaba, una oleada de deseo y necesidad me arrasó como una marea. No era la primera vez que hacía eso, pero nunca duraba mucho, simplemente porque se volvía demasiado intenso, demasiado sensible para ambos. Besaba mi sexo como besaba mi boca: con profundidad, con lenguas que giraban y sonidos de aprobación. Cuando añadió sus dedos, me deshice tan fuerte que vi estrellas detrás de los párpados. Todo mi cuerpo tembló con la fuerza del clímax, casi convulsionando cuando se apartó. Cuando abrí los ojos de nuevo, me miraba con esa expresión, esa que decía que todavía se preguntaba si yo era real. —Ven aquí —susurré, con el corazón aún latiendo con fuerza, pero lo atraje hacia mí. Se deslizó dentro de mí lentamente al mismo tiempo que rodeaba su cintura con las piernas, pero siempre había una pausa, un momento que tomaba solo para leer mi mente, así que le dejé ver todo: mi amor por él, mi esperanza para el futuro, incluso las preocupaciones que solía enterrar. No estaba segura si leía lo profundo o solo la superficie, pero le ofrecí todo de mí. —Todo. Puedo ver todo lo que me muestras, amor —susurró, apoyando la frente contra la mía, pero sus ojos no se apartaron de mi rostro cuando empezó a moverse. En algún momento, entre la niebla de nuestro amor, creí oír sonar mi teléfono, pero quedó sin contestar. ~oOo~ Abril de 2003 Tocar para mi examen final no fue ni la mitad de estresante que el año anterior. Mi último recital había venido envuelto en la ausencia de Edward, en interpretar una canción que significaba demasiado, con noches largas e insomnes llenas de sueños aterradores, y con el miedo de enfrentarme al público escolar. Sin embargo, este año fue fácil. La canción era ligera, divertida, sensual. Éramos Edward y yo en una melodía que contaba nuestra historia. Fue más sencillo porque él no estaba escondido entre las sombras esta vez, sino sentado en primera fila, justo al lado de Esme. Sentía su presencia como una manta cálida y reconfortante. Ese tonto además fue el primero en ponerse de pie durante la ovación. Ese pensamiento me hizo inclinarme para besarle el cuello mientras me llevaba por el pasadizo oculto hacia la casa de Leah. La familia de Edward y Alice querían celebrar mi recital, que me había dado una nota perfecta, así que todos nos esperaban en la pequeña cabaña al fondo de los terrenos de Masen. Salimos del túnel y Edward me puso de pie, pero me atrajo hacia él. —¿A qué vino el beso, Bella? Solté una risita y me subí de puntillas para dárselo otra vez, esta vez en los labios. —Porque puedo. Él rio, bajando la mirada por un segundo, pero asintió. —Antes de entrar, solo quiero decirte… Lo hiciste increíble, dulzura. Estoy muy orgulloso de ti. —Era tu canción. —Nuestra canción —corrigió suavemente—. Pero igual la tocaste a la perfección. Sentí cómo me ardían las mejillas por el rubor, porque sus halagos cuando se trataba del piano seguían significando todo para mí. Y me pregunté si eso siempre sería así. Si en lo más profundo de su ser seguiría siendo ese chico dulce, de sonrisa ladeada y mirada amable que conocí en mi primera clase, el que vio más allá de las cicatrices, del silencio, y llegó hasta mi alma. Él me hacía sentir fuerte, inteligente, y su igual en casi todo, pero cuando se trataba de música, quería impresionarlo con todas mis fuerzas. Sentí su beso en la frente y entrelazó nuestros dedos. —Vamos, dulzura —dijo con una risa—. La paciencia de Alice está… menguando. —Miró hacia la cabaña de Leah y volvió a reír—. Tal vez eso es decir poco. —¡Edward, deja de acapararla! —oí que gritaban detrás de él, y no pude evitar reír, sobre todo cuando Edward murmuró algo sobre que sí, que me acaparaba, mientras me guiaba hasta la casa, donde Alice nos esperaba en el jardín. —Lo oí —respingó, frunciendo los ojos, pero aun así me envolvió en un abrazo. Lo que sea que ella le estuviera mostrando, lo hizo reír y encogerse de hombros, pero de repente se detuvo, entrecerrando los ojos. —Deja de torturar a mi vampiro, Alice —le susurré, sonriéndole a ambos cuando se echaron a reír. La casa estaba llena. Esme y Carlisle se nos unieron poco después de que Edward y yo llegamos. Jasper y Alice estaban acurrucados en el sofá, y Leah tarareaba felizmente en la cocina. Jake, sin embargo, estaba sentado con alguien a quien no conocía. Era joven, de piel tostada y cabello oscuro. Parecía estar completamente enfocada en Jacob, hasta que él nos presentó. —Bella, Edward, ella es Nessie —dijo, y le estreché la mano. Edward, sin embargo, no la tocó; optó por sonreír y saludar con un gesto amable desde detrás de mí, y me pregunté qué tanto sabía ella, si es que sabía algo. Una sola mirada a Leah, no obstante, me dijo varias cosas. Había una tristeza profunda en el pliegue de sus ojos, pero también un toque de alivio. —Ella lo vio, lo vio encontrarla —susurré para mí misma. —Sí —murmuró Edward junto a mi oído antes de jalar una silla—. En Boston. Asentí una sola vez y me senté. Cuando lo miré a los ojos, negó con la cabeza, pero sabía que me contaría más tarde. Nessie era dulce, adorable y divertida. Parecía relajada y tranquila, pero cómoda con todos, y pude ver por la manera en que Edward y su familia actuaban que ella no sabía lo que ellos eran. Al parecer, acababa de mudarse a Hunter's Lake con su madre desde un pequeño pueblo a unas horas de Seattle, y trabajaba en el restaurante del pueblo. Sabía lo suficiente sobre Jacob como para saber que no era precisamente un santo con las chicas. Pero era mucho mayor de lo que aparentaba, así que verlo tan embobado con Nessie era de lo más dulce. Edward y Jasper apenas podían contenerse de molestarlo; lo notaba en sus risas silenciosas, sus miradas ocasionales, y las miradas fulminantes que Jacob les lanzaba. Leah se mantuvo en silencio, pero su rostro parecía absorber felizmente la risa y la alegría dentro de su hogar. Ofreció té y pastel, pero solo quienes comíamos comida humana aceptamos. No creo que Nessie se diera cuenta. Cuando llegó la hora de irse, Jacob se ofreció a llevarla. —Suelta, lector de mentes —le dije a Edward en cuanto se cerró la puerta, y él sonrió. —Ay, quiero molestarlo tanto, pero no puedo —se rio, chocando los puños con Jasper—. Está completamente aterrorizado de que ella lo descubra todo. —¡Ay! —gemimos Esme y yo al unísono. —Ella es buena para él —dijo Leah mientras jugueteaba con su taza de té—. Estará para él mucho después de que yo ya no esté. Ya lo vi. Y aceptará la verdad sin siquiera parpadear. Toda la sala se quedó en silencio, y el rostro de Jasper se contrajo ante las emociones que podía imaginar perfectamente que todos estábamos emitiendo. Miré entre la tranquila aceptación de Leah, la mirada oscura de Edward y, finalmente, el gesto doloroso de Alice. Sus ojos iban de un lado a otro, delatando que estaba buscando algo, cualquier cosa que le dijera lo que venía, pero terminó mirando a Edward, que se veía muy serio. Sin embargo, fue Carlisle quien habló. —Leah, tienes mi palabra de que todos cuidaremos de él. Es una promesa que hice cuando nació, y es una que pienso cumplir —aseguró sin apartar la mirada de la de ella—. Él es parte de mi familia, y siempre lo será. Si escoge a Nessie, entonces… ella también será bienvenida. —He estado investigando sobre tu maldición, Leah —comenzó Edward, pero ella alzó la mano para detenerlo. —Ay, Edward. No quiero saber —respondió, inclinándose para besarle la mejilla—. Sin esa supuesta maldición, mi abuela no te habría conocido, así que… le estoy agradecida. —Lo sé, solo que… —Edward titubeó, bajando la mirada a sus manos—. Quería ayudar. Ella tomó su rostro entre las manos, obligándolo a mirarla. —Nunca pienses que no ayudaste, Edward. Sin ti y Carlisle… sin todos ustedes, puede que Jacob ni siquiera hubiera nacido, nunca habríamos conocido lo que es una verdadera familia, y jamás habríamos tenido este lugar que llamamos hogar desde hace más de cien años. Ayudaste a criar a mi hijo, muchacho dulce. Le enseñaste lo que está bien y lo que está mal, a manejar un auto, a sobrevivir su larga vida sin volverse loco. No podría quererlos más por eso —le dijo, besándole la frente arrugada—. Pero tengo noventa y tres años, hijo. Ya no soy una jovencita. Mi corazón es débil, pero está lleno. Mi hora llegará, pero no quiero que ninguno de ustedes esté triste. He vivido una vida muy plena, feliz, segura en este lugar, algo que pocas mujeres gitanas pueden decir. Se levantó de la mesa para ocuparse en la cocina un momento. Me sequé las lágrimas, mirando a Alice junto con todos los demás. —Ella no puede leer su propio futuro —dijo en voz baja—. Nunca habría salido en ninguna lectura. Y no necesito cartas del tarot. Sin embargo, no será pronto, porque hay nieve en el suelo y no los veo a ustedes dos viviendo aquí en el castillo. —Le hizo una lectura a Jacob —murmuró Edward, rodeándome con el brazo y besando la cima de mi cabeza—. Vio fertilidad y prosperidad. Lo vio envejecer. —Lo dijo con el corazón —añadió Jasper en voz baja, sonriendo un poco—. Está feliz, en paz. —Puede irse ahora que alguien cuidará de su hijo —concluyó Edward, mirando a Carlisle. —Sí, y la cuidaremos como siempre lo hemos hecho —afirmó Carlisle—. ¿Qué has descubierto? Edward sonrió, mirando a Leah por un segundo. —Que puede que no sea una maldición, sino una línea ancestral de cambiaformas. Tengo que seguir investigando, pero creo que puede haber comenzado con los nativos americanos. Gente que podía transformarse en un animal, específicamente en lobos. Y están diseñados para matarnos —dijo con una sonrisa, señalándose el pecho. —Ay, por Dios —soltó Jasper entre risas, negando con la cabeza—. No se lo digas a Jake; no se va a callar nunca. ~oOo~ Mayo de 2003 Mirando por la ventana, contemplaba sin ver el patio trasero de los terrenos de Masen. Mis manos temblaban y mi estómago estaba lleno de mariposas blindadas que parecían dispuestas a abrirse paso con espadas y flechas. No estaba segura de haber estado nunca tan nerviosa como en ese momento. Giré a la derecha para mirar la toga y el birrete de graduación color rojo sangre. La predicción de Alice se había hecho realidad. Yo era la estudiante con el mejor promedio. Tyler Crowley había quedado justo debajo de mí como segundo mejor. Debería haberlo dejado a él dar el maldito discurso. No sabía en qué estaba pensando. Tragué saliva con nerviosismo y eché un vistazo alrededor del cuarto de Edward. Él no estaba allí, pero venía de regreso de recoger a mi madre y a Chelsea en la estación del tren. Yo lo había animado a ir, pero ahora me arrepentía de haberme separado de él aunque fuera por unos minutos. Debería haberlo mantenido a mi lado. Un golpe suave en la puerta me hizo girar de inmediato, pero me encontré envuelta en unos brazos fuertes. —Alice… —suspiré, aliviada de verla—. ¿Qué haces…? ¿Cómo entraste aquí? Soltó una risita mientras me guiaba hacia el sofá. —Tengo mis métodos, pero en realidad, solo tuve que decidir pedirle a Jasper que me ayudara, y me mostró el pasaje secreto. ¿De verdad usaban todos esos caminos escondidos? Sonriendo, asentí y la abracé de nuevo. —No puedo hacer esto, Alice. —Claro que puedes, y lo harás —me aseguró, llevándose un rizo suelto de mi cabello entre los dedos—. ¿Quieres saber cómo? —Cuando asentí otra vez, tomó mis manos—. Porque no vas a dar ese discurso por los otros once que se gradúan, ni por Edward, ni siquiera por mí, aunque desearía estar graduándome contigo, sino por ti. No es por tu mamá ni por Chelsea. Vas a hacerlo para vengarte de todos los que intentaron detenerte. Podemos ponerle una etiqueta y llamarlo retribución, o simplemente puedes darte cuenta de que eres más fuerte que todos nosotros. Hizo una pausa, y sus ojos color ámbar se ensombrecieron. —Voy a contarte un secreto, Bella. He logrado ocultárselo a Edward, pero no ha sido nada fácil. —Ustedes dos me matan de la risa —dije con una sonrisa. —Es divertidísimo jugar con él —respondió, guiñándome un ojo—. Pero tenías razón… Fue un maestro increíble. Me hizo sentir que mi don no era algo que debía odiar o temer, sino algo que debía aprender a controlar. Y, oh por Dios, Bella… está loco por ti. Me sonrojé, dejando escapar una risa suave. —¿Y cuál es ese secreto? Porque ya sé lo buen maestro que es y cuánto me ama. Se rio también, pero no por mucho tiempo. —He visto tu futuro… con nosotros, como una de los nuestros, y es claro, perfecto y lleno de color. Pero hubo un momento… cuando Phil estaba en tu casa, cuando Alec vertió las drogas en tu vaso, en el que te fuiste. Bella… tú eres quien mantendrá unida a esta familia. Sin ti, Edward se pierde, simplemente… desaparece. Jasper y yo nos alejamos; no nos quedamos. Y sin sus «hijos», el corazón de Esme se rompe. Le ruega a Carlisle que se la lleve del castillo. Jacob también se va, después de que su madre muere, para empezar una nueva vida en otro lugar. No solo eso, sin Edward, la escuela cierra, el castillo se derrumba. Muchas cosas dependen de ti. —¿Y mi futuro como una de ustedes? Sonrió, apretando un poco mis manos. —Lo he visto, y es bueno. Muy bueno, Bella. Sabrás cuándo estés lista para ser una de nosotros; simplemente lo sentirás un día. Y créeme, lo único que tienes que hacer es decir la palabra, y Edward te daría el mundo. Y todos estaremos allí. Mirando hacia mis manos, respiré hondo y lo solté lentamente. —He oído tu discurso, Bella —dijo, señalando su sien con un dedo—. Tienes que decirlo. Tienes que darlo, solo para dejarlo salir. Yo me esconderé en el armario, pero concéntrate en Edward. Estará justo al frente con el resto de tu familia. Familia. La palabra resonó en mí. Sabía que siempre amaría a mi madre y a Chelsea, pero ahora estaba rodeada de personas que estarían a mi lado por la eternidad. Habían luchado, protegido y cuidado de mí… y lo harían por siempre. No solo les debía a ellos el finalmente ponerme de pie con firmeza, también se lo debía a mi papá… y a mí misma. —Ahí está —susurró Alice, sonriendo cuando levanté la vista hacia ella—. Estarás bien. Todos te estamos apoyando. —Se puso de pie y me ayudó a levantarme también—. Vamos. Te ayudo a ponerte la toga. Ya casi es hora. Una vez estuve cubierta con la tela roja, el birrete bien colocado, la abracé y le dije cómo llegar al auditorio por el pasadizo secreto. Salí de mi habitación para unirme al resto de mi clase de graduandos. Parecía que cada asiento estaba ocupado cuando marchamos por el pasillo, y apenas escuché las palabras de presentación de Esme o su discurso, pero podía sentir mi mirada favorita fija en mí cuando subí al escenario y me situé frente al atril. Eché un vistazo alrededor, extrañando la presencia del piano, pero mi mirada se topó con el pizarrón, lo que me hizo sonreír. Me invadieron los recuerdos: guerras de bolas de papel, sonrisas torcidas llenas de ternura y una paciencia infinita. Recordé cada momento que Edward pasó conmigo ese primer año, empujándome, motivándome a ser yo misma, a superarme, a tocar. A confiar. Volví a mirar al frente y dejé mis notas sobre el atril. El brillo de mi pulsera de dijes captó mi atención; cada uno representaba una parte de mí. Desde recuerdos felices con mi papá, hasta el amor de Edward, todo estaba allí. Cada pieza encajaba, y cuando volví la vista hacia el público, encontré el rostro que más necesitaba ver. Carraspeé antes de hablar al micrófono. Me dieron ganas de reír al ver las expresiones de sorpresa en algunos rostros, simplemente porque había personas en la audiencia que nunca me habían oído hablar. —Mi nombre es Isabella Swan —comencé, respirando hondo para calmar el temblor de mis manos—. Algunos de ustedes no me conocen, o si lo hacen, probablemente han escuchado rumores sobre mí. Algunos son ciertos, otros no. »Cuando llegué a esta escuela, no hablaba. Era una costumbre que me quedó de cuando no era capaz de hacerlo, pero con la ayuda de varias personas, a las que no voy a nombrar, ahora puedo estar aquí y dar este discurso. Eché un vistazo a Edward, que estaba inclinado hacia adelante en su silla, con los codos apoyados en las rodillas. El pobre parecía listo para subir corriendo al escenario si tan solo pronunciaba una palabra. Sus dedos se fueron a su cabello, pero cuando cruzamos la mirada, soltó una risa leve y se encogió de hombros. Volví a mirar mis notas para no reírme de su naturaleza sobreprotectora, y continué. »Mi papá me dio un buen consejo una vez, y creo que aplica para mis compañeros de clase. Me dijo que siempre recordara que solo hay un número limitado de personas en este mundo en las que se puede confiar, y que debía rodearme de esas personas. Ya sea en los negocios o en las relaciones personales, necesitas gente en quien puedas confiar. »He intentado seguir ese consejo —dije, mirando a cada uno de los miembros de mi familia tanto humanos como inmortales—. Y ha funcionado. De muchas formas que ni siquiera podría comenzar a explicar. —También me hizo prometerle algunas cosas, y es esa promesa la que quiero compartir con la clase del 2003. Sean felices. Me dijo que tocara el piano hasta que se me cayeran los dedos, así que encuentren eso que aman y háganlo. Terminen la escuela. Vayan a la universidad. Cásense con alguien que de verdad adore el suelo que pisan. Busqué la mirada de Edward, que se había oscurecido apenas un poco, pero su amor cálido, interminable, su alma increíble y hermosa, prácticamente subió al escenario como si fuera otra entidad. Yo no podía ver el futuro como Leah o Alice, pero podía verlo en sus ojos. Sería una vida maravillosa, y se extendía ante mí con años largos y llenos de amor. Se me cerró la garganta por la emoción que me recorría. Cuando Edward me dijo en silencio «Te amo», supe que podía terminar mi discurso. »Vivan la vida al máximo. Y nunca dejen que nadie les diga lo contrario, que no pueden hacer algo. Demuéstrenles a todos que están equivocados. Nota de la autora: Era muy importante para mí que Bella llegara hasta aquí, hasta este punto. Llegó siendo una chica silenciosa, asustada y rota, pero se va siendo increíblemente fuerte, con un futuro asombroso extendiéndose ante ella. Todo lo que va más allá de eso es solo la cereza del pastel. :) Dicho eso, también visualicé el epílogo de una forma muy específica; es largo (casi como dos capítulos combinados), completamente desde el punto de vista de Edward, y abordará todas las cosas que ustedes posiblemente se han estado preguntando, incluida la nueva novia de Jake. ;)
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