Guerra
22 de octubre de 2025, 10:37
Capítulo 4: Guerra
El martilleo en mi cabeza me despertó a la mañana siguiente, y maldije la cerveza de anoche con Emmett. Pero al sentarme y alcanzar mis gafas, me di cuenta de que no era mi cabeza en absoluto. Por el sonido, parecía que alguien intentaba echar abajo la puerta.
Esperé un momento para ver si Emmett respondía, pero los golpes continuaron. Con un suspiro, me puse un pantalón deportivo sobre el bóxer y fui a abrir, tambaleándome medio dormido. En cuanto abrí la puerta, quise cerrarla de golpe.
—Guau, Urkel*. Tienes un cuerpazo debajo de esos suéteres nauseabundos.
La amiga rubia de Bella estaba en el umbral, mirándome de arriba abajo con brillo en los ojos. Entró al apartamento sin esperar invitación.
—Eh… sí, adelante, no te detengas —dije, haciendo un gesto amplio para ilustrar mi punto, aunque claramente no lo necesitaba.
—No estás respondiendo los mensajes de Bella.
Fue directo al grano. Me sentí terriblemente desarreglado para una conversación así, así que me disculpé para ir a buscar una camiseta. Parte de mí esperaba que se hubiera ido cuando regresara, pero mi suerte había terminado la noche anterior, justo cuando Bella y yo salimos del restaurante.
—Entonces, Edward. No estás respondiendo los mensajes de Bella. ¿Quieres contarme por qué?
—Eh… no estoy seguro de que sea asunto tuyo. —No sabía de dónde salió ese valor, pero ahí estaba.
—Discrepo. Cuando mi mejor amiga llora toda la noche, se vuelve asunto mío. ¿Tan difícil es responder, aunque sea para decirle que no te moleste más?
Sus palabras me golpearon directo en el pecho, dejándome sin aire. ¿Bella había estado llorado? ¿Por mí?
—Quieres que te siga molestando, ¿verdad? —Rosalie interpretó bien la situación. Era una chica lista.
Tuve que concentrarme, pero por fin encontré las palabras.
—Sé lo que ambas piensan de mí. Nunca he sido guapo ni del tipo atlético…
Su mirada lenta y descarada a mi cuerpo me interrumpió, y su sonrisa burlona fue más ruidosa que cualquier cosa que pudiera haber dicho. Sentí cómo me ardían las mejillas y me crucé de brazos sobre el pecho en defensa propia.
—No soy una cita por lástima de nadie. Puedo encontrar a alguien que me quiera tal como soy, y es obvio que Bella no lo hace.
—Ves, yo creo que estás equivocado. Toma asiento, Urkel.
Me mantuve firme y levanté una ceja. Cuando ella se sentó y volvió a señalar la silla para que yo hiciera lo mismo, simplemente la miré por encima de los lentes. El efecto se arruinó cuando los lentes se me resbalaron por la nariz, pero aun así me sentí orgulloso de no ceder.
—De acuerdo —concedió al fin, sonriendo—. Siéntate, Edward. Por favor.
Me dejé caer para calmarla, pero aún me negaba a hablar. Me molestaba que Bella hubiera llorado toda la noche, especialmente porque ella fue quien se equivocó. ¿Serían lágrimas de culpa?
—No fuiste una cita por lástima para ella, Edward. Quizá empezó así, pero de verdad le gustas. Se lo pasó genial, y yo arruiné eso. Estoy aquí para disculparme por lo que dije, y para que sepas que ella no siente eso.
—Claro. Quieres decir que no sentiría eso si yo me viera mejor. Sé que no estoy a su altura. Nunca lo estuve. En la secundaria iba detrás de ella como un perrito faldero, moviendo la cola por cualquier migaja de su atención. Es una buena chica, pero hasta las chicas buenas no salen con nerds.
Rosalie se puso de pie y me tomó la mano.
—Vamos, Urk… Edward. Vamos a ver qué clase de tipo hay debajo de esas gafas y ese pelo de loco.
Antes de que pudiera decir una palabra, me quitó los lentes de la cara y me arrastró hasta mi habitación. Tropecé en el camino, esquivando los zapatos y el maletín de Emmett. Tenía tal autoridad que no me cuestioné cómo supo cuál dormitorio era el mío.
—Así que piensas que no eres suficiente, ¿eh? —ni siquiera se dio vuelta mientras empezaba a revolver mi armario a velocidad de rayo.
—¿Qué? No. O sea, me gusto como soy. Solo sé que no soy lo que ella necesita.
—¿Se lo preguntaste? —dijo la rubia. Su voz salía amortiguada por una década de regalos bien intencionados de mi madre—. Dios, tienes un montón de suéteres.
—No necesitaba preguntarle. Tú me lo dijiste.
Se apartó del clóset y me dirigió una sonrisa resignada.
—Soy ruidosa, insoportable y siempre inapropiada. No puedes tomar en serio lo que digo.
Esa descripción de sí misma me hizo pensar en Emmett, lo que a su vez me hizo preguntarme dónde estaba, y luego, cómo ella había sabido siquiera dónde encontrarme. Tenía mis sospechas.
—¿Cómo supiste dónde vivo?
—Emmett.
Tal como imaginaba.
—Traidor.
—Bah. No voy a hacerte daño. Quiero ayudarte a conquistar a la chica. Ponte esto y encuéntrame en el baño.
No dejaba mucho espacio para discutir, así que me puse el polo y los jeans que me había asignado. Ni siquiera recordaba la última vez que me había puesto algo así. Tal vez ya era hora de renovar el armario.
Cuando la encontré en el baño, había sacado todos los productos para el cabello de Emmett. Me asombró lo cómoda que se sentía en casa ajena, aunque presentía que Emmett no habría respetado ningún límite si los papeles se hubieran invertido. Ella era la versión femenina de mi mejor amigo, y eso hizo que me cayera un poco mejor.
—Entonces tú y Emmett, ¿eh?
—Sí. No es así… todavía. Seguimos en contacto después de conocernos la otra noche, pero no nos hemos vuelto a ver. Solo le dije que necesitaba ayuda y él me la dio. Y aquí estoy. Siéntate.
Obedecí sin rechistar y la escuché hablar mientras intentaba domar mi cabello.
—Él te tiene en un pedestal, ¿sabes? O sea, igual habría hecho esto por Bella, pero después de oír de él lo buen tipo que realmente eres… Bueno, lamento haber dicho lo que dije.
—Ya está hecho.
Rosalie puso un dedo bajo mi barbilla y me obligó a mirarla.
—No. No es como tú dices. Eres un gran tipo, con un cuerpo increíble. Inteligente, divertido, exitoso. Esto es lo que veo… lo que debí ver antes. Esto es lo que eres. No tus gafas ni tu cabello ni esos suéteres ridículos. Sé ese tipo, Edward.
Soltó mi cabeza con esas palabras finales y señaló el espejo. El reflejo borroso no se parecía en nada a mí. Fui a tomar mis gafas, pero ella negó con la cabeza, sonriendo.
—Ponte lentes de contacto. Hasta entonces, me aseguraré de que no mueras. Vamos. Tu chica te está esperando.
Luchaba conmigo mismo entre exigir mis gafas o presentarme ante Bella como un hombre completamente nuevo. ¿Era debilidad ceder y convertirme en lo que creía que ella quería? ¿O era fortaleza permitirme crecer y cambiar? Esas preguntas giraban en mi cabeza mientras Rosalie me llevaba hasta el ascensor y luego a un taxi, pero no tenía ninguna respuesta clara cuando llegamos a su edificio.
—Esto es fortaleza, ¿cierto? O sea, estoy creciendo, no rindiéndome.
No respondió. En lugar de eso, me tomó de la mano y me sacó del taxi, dejándome sobre la acera igual que lo habría hecho Emmett. Su expresión era suave, eso sí. No supe qué significaba, y ella no me dio tiempo de averiguarlo.
—Ella no sabe que vienes. Se supone que yo estoy en yoga. Sabe que algo pasa porque la dejé cancelar. Nunca la dejo cancelar yoga. Me gané un pase gratis esta vez, así que no la cagues.
*Urkel es un personaje de la serie de televisión "Family Matters" (Cosas de casa), conocido por su estilo nerd: gafas grandes, suéteres chillones y actitud torpe.