Nadie tiene tiempo
22 de octubre de 2025, 10:37
Edward
.
Golpeo la pistola de clavos sobre el panel de yeso un poco más fuerte de lo necesario, ganándome algunos trozos contra las gafas.
—Luego me dice que le va a decir a sus monitores, profesores o quien sea que pregunte que yo solamente trato con follamigas. Quiero decir, ella ni siquiera tiene trece años todavía. ¿Cómo sabe siquiera lo que es una follamiga?
El sonido de las risas cordiales de Emmett resuena sobre el fuerte ruido de nuestras herramientas.
—Hombre, tener trece años hoy en día es muy diferente a cuando nosotros teníamos esa edad.
Reflexiono sobre eso en silencio, sin disfrutar ese hecho en absoluto. A los trece fue cuando tomé mi primer trago; mi amigo Sam y yo sacamos a escondidas una botella de Jack del gabinete de licores de su padre, y el resto, como dicen, es una larga y borracha historia. Si hoy en día tener trece es mucho más que eso, entonces... estoy en un maldito problema.
»Además —continúa—, no hay nada malo en tener una follamiga. O dos. No es que eso sea lo que deberías decirle a Mel. Pero si Heidi y tú tienen una buena relación, no dejen que Mel los haga sentir culpables por ello.
—Pásame la pistola de calafateo (3) —murmuro.
Trabajamos juntos en silencio durante los siguientes minutos.
—De todos modos, esa mierda con Heidi ya terminó hace unas semanas —digo mientras limpio el exceso de sellador con los dedos y luego los limpio en mis pantalones.
Emmett se agacha frente a las bolsas de cemento seco y abre una antes de mirarme. —¿Qué pasó? Vamos, hombre, tómate un descanso. —Señala con la barbilla un cubo volcado a su lado—. Ya llevas algunas horas trabajando sin parar.
Me quito el casco por un segundo y me limpio la frente con el interior del antebrazo. Hace un calor terrible hoy. Trabajar al aire libre es una verdadera mierda cuando tienes el sol brillando sobre tu cabeza y espalda todo el día. Con un profundo suspiro, me siento en el cubo y abro las piernas, desenrollo el paquete de cigarrillos de mi manga y le ofrezco uno a Emmett antes de fumar.
—Ella comenzó a actuar muy raro, ya sabes, como si fuéramos más que simplemente...
—¿Follamigos? —Emmett termina por mí con una risa.
Me río entre dientes. —Sí. Quiero decir, ella sabía desde el principio que… —Sacudo la cabeza, dejando que el mentol quemado baje por mi garganta y llegue a mis pulmones—. Y luego intentó ser dulce con Mel, y Mel no la soporta, la mira mal cada vez que nos encontramos en el pasillo, pone los ojos en blanco si respira en su dirección
—Oh, sí, he visto a esa niña poner los ojos en blanco. Son premiados. —Vuelve a reírse.
—Te lo digo, si hubiese recibido un centavo por cada vez... —Inhalo el humo profundamente. Es la única adicción que se me permite ahora y, diablos, voy a aprovecharla al máximo—. El punto es que no tengo tiempo para toda esa mierda, ¿sabes? Relaciones y… tonterías. —Frunzo el ceño mientras Emmett resopla en señal de acuerdo—. Entre Mel y las reuniones y este maldito trabajo...
—Oye, oye, oye.
—Sabes a lo que me refiero. —Sonrío—. Mira, Em, sabes que aprecio que me hayas dado una oportunidad aquí, ¿verdad? Aceptándome como parte de tu equipo.
—Bueno, Jasper era tu hermano… además, pensé que algunas de esas habilidades se te debían haber contagiado. El resto te lo has ganado, amigo. Eres un gran trabajador, igual que él.
Miro con furia mis botas gastadas, llenas de tierra, pintura y cemento, y pisoteo el trozo de cigarrillo en el suelo con la punta de una bota.
»Pero sí, de acuerdo, no necesitas esa mierda —coincide Emmett, levantándose para encender la mezcladora de cemento—. Especialmente no ahora. Tómatelo con calma. Todo se solucionará por sí solo muy pronto. No ha pasado mucho tiempo. Mel estará bien. Ambos lo estarán.
Asiento en silencio y me levanto, tomando otra bolsa de cemento seco sobre mi hombro.
—Oye, espera. Déjame llegar al otro extremo antes de que te lastimes.
—Lo tengo.
Emmett resopla y giro la bolsa sobre la mezcladora de cemento, observándola girar dentro del eje.
—Hoy son seis meses. —Miro fijamente cómo el cemento, la arena y el agua se convierten en hormigón espeso.
—Sí. Lo sé.
—Cinco meses y veintinueve días sobrio.
Siento su mirada sobre mí. —Bien por ti, hombre.
S&S
Las reuniones se llevan a cabo en el salón de Caballeros de Colón en Varick Street, frente a Smith Houses: un proyecto viejo y ruinoso rodeado de almacenes en un extremo y casas de piedra rojiza en el otro.
Comenzamos con la Oración de la Serenidad. Siempre comenzamos con la oración de la serenidad. Luego recorremos la habitación compartiendo cuánto tiempo ha pasado desde nuestra última copa, cómo llegamos a donde estamos, por qué sabemos que nunca podremos volver atrás. Lo que hemos perdido.
Porque esta es nuestra versión de un confesionario, excepto cuando confesamos nuestros pecados, no hay oraciones que eliminen esos pecados, solamente la comprensión de aquellos que están tan jodidos como nosotros. ¿Sabes qué significa cuando confiesas tus secretos más profundos y oscuros a otras personas tan jodidas como tú? Significa que estás metido en una mierda muy profunda.
A casi la mitad de la reunión, mi teléfono suena con un mensaje de texto.
-Tío Ed, estoy lista para que me recojas.
-Mel, la reunión ni siquiera ha llegado a la mitad. Dijiste que terminabas más tarde.
-Terminó hace diez minutos.
-No he llegado ni a la mitad de la reunión.
-Bueno, ¡estoy lista para que me recojas!
-¡Tendrás que esperar porque no he llegado ni a la mitad de mi reunión!
Gimo en voz baja, mientras en el podio, Jason Lewis explica cómo perdió a su familia.
—¿Qué pasa? —Carlisle susurra a mi lado.
—La clase de Mel ya terminó.
—Pensé que habías dicho que terminaría más tarde.
—Eso es lo que ella me dijo, pero ahora dice que está lista para que la recoja.
Carlisle asiente y mira al frente.
—Sabes que no puedes acostumbrarte a salir temprano de estas reuniones, especialmente hoy, Edward.
—Lo sé. Puede esperar un poco.
—¿Está seguro?
No le respondo porque ahora Jason Lewis está al frente llorando, hablo de esos sollozos desgarradores que sacuden todo su cuerpo, y creo que al menos merece la atención de los que estamos igual de jodidos a él. Pero siento los ojos de Carlisle sobre mí.
Cinco meses y veintinueve días.
Eso no es nada comparado con sus veinte años de sobriedad. Una gota en el balde. Es por eso que él es mi padrino, por qué respeto su opinión, por qué algún día espero poder pararme ahí, al frente donde Jason Lewis llora por su divorcio y decir: Soy Edward Cullen, y no he bebido en veinte años.
Solamente faltan diecinueve años y medio.
S&S
Aproximadamente media hora después, mientras se reparte el café, me giro hacia Carlisle.
—Te veré mañana, hombre.
—Sí. —duda—. ¿Mel y tú estarán bien esta noche?
Han pasado seis meses. Seis meses desde que ese imbécil borracho se puso al volante. Seis meses desde que su decisión lo puso en el mismo camino que mi hermano Jasper y su esposa.
Hijo de puta con cara de mierda.
Como yo.
—Sí, estaremos bien.
S&S
-¿Hola? ¿Dónde estás?
-Estoy en camino.
-¡Las clases terminaron hace casi una hora!
-Mel, SABÍAS que tenía mi reunión esta noche. Ahora deja de enviarme mensajes de texto, estoy conduciendo.
-Puedo seguir enviándote mensajes de texto. Puedes optar por no leerlos mientras conduces.
Mientras estaciono la camioneta al otro lado de la calle de la escuela de baile, me preparo mentalmente para pelear. Si la clase de Mel va a terminar a esta hora todas las noches, entonces tenemos un problema. Carlisle tiene razón: no puedo salir temprano de estas reuniones tres noches a la semana. Cinco meses y veintinueve días sobrio no es una mierda. Esa maldita botella me llama todos los malditos días; es mi primer antojo por la mañana, mi último pensamiento por la noche.
El estudio de baile está en la Smith Street, y esa es otra razón por la que no creo que esta mierda funcione. Cuando era niño, Smith Street, a solamente unas cuadras de Smith Houses, era una franja destartalada llena de edificios abandonados, comida china barata para llevar o bodegas pequeñas y sucias en cada esquina. Los ancianos jugaban ruidosamente al dominó sobre mesas plegables en la acera, mientras los jóvenes traficaban drogas a unos metros de distancia. Jasper y yo andábamos en bicicleta, asimilando todo y terminando en los proyectos antes de regresar a casa. Luego mamá nos gritaba que nos mantuviéramos alejados de «ese vecindario», como si nuestro pequeño apartamento en ruinas debajo de la autopista fuera mejor.
De todos modos, supongo que en algún momento Smith Street experimentó su propia versión de renacimiento, y ahora toda la franja está repleta de boutiques, pequeños restaurantes elegantes y bares. Los chinos baratos han sido sustituidos por casas de sushi, las bodegas han sido reemplazadas por mercados orgánicos. Y los traficantes de drogas ahora usan trajes.
Baila está a mitad de cuadra. En lugar de un gran cartel con toldo, tienen uno de esos antiguos y elegantes carteles de madera que cuelgan de un gancho de metal en ángulo perpendicular. Ahora, sé con certeza que cuesta más instalarlos, lo que significa que, si bien es un buen toque, probablemente también haga que este lugar sea caro.
Saliendo del camión, camino rápidamente hacia la vitrina de cristal, mirando la hora en mi teléfono. El cementerio cierra en poco más de media hora, así que tenemos que darnos prisa si queremos llegar.
Apago el cigarrillo con la bota y entro en un estudio blanco, grande, vacío y limpio. Debe ser nuevo. Mi mente automáticamente vaga hacia toda la mierda que puedo agregar a esta pizarra en blanco. Paredes y color y divisiones. Media docena de pantallas de treinta y dos pulgadas se alinean en una larga pared, pero solamente una de ellas está encendida.
Mientras cruzo la habitación, veo una figura en la pantalla, en una habitación llena de espejos, moviéndose al ritmo de una música que puedo escuchar vagamente a través de una puerta cerrada a unos metros de distancia. La figura gira y se balancea. Gira y se balancea.
Luego ella salta.
Y salta de nuevo.
—¿Puedo ayudarle?
Parpadeo para apartar los ojos de la pantalla. —Sí, ¿estoy buscando a Melody?
La mujer detrás del mostrador sonríe ampliamente, una de esas sonrisas en las que los ojos te recorren de pies a cabeza mientras la sonrisa se ensancha exponencialmente, y no se hace ningún intento por ocultar el hecho de que te están follando descaradamente con los ojos. Y luego las mujeres hablan mal de que los hombres hacemos eso. De todos modos, esta hace girar un mechón de cabello largo, oscuro y rizado alrededor de su dedo y levanta sus cejas oscuras. Tengo restos de yeso, masilla, cemento y Dios sabe qué más en mi cabello, debajo de mis uñas, subiendo y bajando por mis antebrazos y salpicando mis jeans de trabajo, pero aquí está ella evaluándome como un potencial follamigo, como diría mi sobrina de trece años.
—Ella está en el estudio uno. —Sonríe la mujer—. Te la traeré.
Saliendo de detrás del mostrador, me lanza otra sonrisa, sacudiendo su trasero cubierto con un leotardo mucho más de lo necesario mientras camina tres metros desde detrás de un mostrador hasta una puerta.
Oh, sí, está buscando un compañero de sexo. Pero como le dije a Em, no tengo tiempo para esto. Le sonrío al trasero y dejo que mis ojos regresen a la pantalla donde la figura todavía gira, se balancea y salta por la habitación.
—Melody, mi amor, ¡alguien te está buscando!
Cierra la puerta y camina de regreso al mostrador, mostrándome otra sonrisa lasciva, moviendo sus caderas de un lado a otro. Reprimí una sonrisa directamente hacia ella, no porque no esté buena, sino porque se vuelve viejo.
—Saldrá en un segundo.
Asiento, comprobando ansiosamente la hora de nuevo y golpeo con el pie. —Un poco vacío aquí, ¿no? —Señalo con la barbilla la sala de espera vacía. Mel me dijo que era un lugar popular, pero no lo parece.
—Eso es porque llevamos cuarenta y cinco minutos cerrados, Papi.
—Ah, mierda. —Paso una mano por mi cabello lleno de pintura. —. ¿Estaban esperándome? Lo lamento.
—Está bien. Valió la pena esperar por ti. —Sonríe tímidamente.
Resoplo ante su audacia, pero ella solo se ríe.
—De todos modos, ella siempre se queda después de clases, haciendo lo suyo. —Señala con la cabeza la pantalla—. Y yo estaba ocupándome de algo.
Nuevamente, mis ojos se mueven hacia la pantalla. El ritmo de la canción parece haberse acelerado y los movimientos de la figura coinciden con el ritmo de la música.
—¿Quién es?
—La dueña del estudio. —Se ríe, como si de alguna manera yo debería saberlo.
La figura en la pantalla gira y salta tan rápido que empieza a marearme.
—Y supongo que es ella haciendo lo suyo —murmuro.
—Oh sí. Definitivamente es ella haciendo lo suyo.
No estoy seguro de cuánto tiempo ha pasado cuando la mujer en la pantalla gira una última vez, gira y gira y gira... y luego cae sobre una rodilla, con los brazos extendidos como las alas de un pájaro, la espalda y el cuello arqueados hacia al cielo como en adoración. No es hasta que la música termina que me doy cuenta de que mi corazón ha estado latiendo al ritmo de la música.
—Hey, mi amor, ¿me oyes?
—Lo siento, ¿qué?
Sus ojos pasan de mí a la pantalla y regresan. —Me estaba presentando, papichulo. Soy Angie.
—Oh.
—Hipnotizado por ese baile, ¿no?
—¿Qué? No.
—¿Bailas?
—Solía hacerlo. Un poco. Con amigos y esa mierda. —Cuando estaba borracho—. Pero nada como eso. —Señalo la pantalla con la barbilla, pero la bailarina se ha salido del alcance de la cámara—. Supongo que es buena en lo suyo.
—¿Estás bromeando, Papi? Ella es genial en eso.
Mis ojos permanecen fijos en la pantalla, como esperando que la bailarina vuelva al alcance de la cámara, pero luego parpadeo un par de veces y me doy la vuelta.
—Encantado de conocerte, Angie. Soy…
Se abre la puerta. Risas preceden la aparición de Mel. Sus mejillas están sonrojadas por la emoción y luce el tipo de sonrisa que no he visto en ella desde… bueno, desde hace tiempo. Sonríe cuando me ve.
—Ya era hora.
—Te dije que no podría venir hasta más tarde.
—Sí, no estabas bromeando cuando dijiste tarde. Cielos.
Pone sus ojos azules en blanco, y extiendo la mano y tiro de un mechón de su cabello antes de pasar una mano alrededor de su hombro, tratando de sacarla rápidamente porque tenemos que llegar al cementerio antes de que cierre, y porque el lugar está caliente, al igual que Angie, pero no estoy buscando una nueva compañera sexual, y porque espero que Mel haya sacado esto de su sistema y no quiera registrarse. Este lugar parece muy caro.
Escucho una suave risa detrás de Mel.
Cuando miro hacia arriba, me encuentro con el par de ojos más oscuros que jamás haya visto.
Están enmarcadas en un rostro claro y acaramelado, del color de la miel. Es la chica de la pantalla, aunque ahora a tamaño real. Tiene las mejillas enrojecidas por el esfuerzo, el pelo oscuro recogido en un moño, pero algunos mechones sueltos por las vueltas y los saltos.
Mis ojos se fijan en la bailarina. Sigo intentando sacar a Melody de aquí, pero mis ojos están fijos en la bailarina.Mel se mantiene firme y se niega a ceder. —¡Espera! ¿No vas a inscribirme?
Con un parpadeo rápido, rompo el dominio que los ojos de la bailarina tienen sobre mí y miro a mi sobrina.
—Mel, vamos a llegar tarde. —Tomo su mano y trato de arrastrarla, pero la niña no cede ni un centímetro. En cambio, juega al tira y afloja con ambas manos, y aunque en circunstancias normales, simplemente la pondría sobre mi hombro, no creo que esta nueva «mujer» en la que Mel se convirtió de la noche a la mañana apreciaría eso.
—¡Por favor! ¡Pueden hacerlo rápidamente! ¿No es así, señorita Bella?
La sonrisa de la bailarina se hace más amplia. Es una bonita sonrisa; una sonrisa realmente bonita, en realidad, plasmada en una cara realmente bonita; algunos incluso podrían decir hermoso, si estuvieras buscando ese tipo de cosas.
—Seguro. Si tu papá quiere inscribirte, podemos hacerlo bastante rápido.
—¡Dios mío, él no es mi papá! —Mel grita como si la bailarina acabara de sugerir que ella es el engendro de Satán.
Es mi turno de poner los ojos en blanco, y supongo que hago un trabajo bastante cruel porque cuando aterrizan sobre la bailarina una vez más, me siento fuera de equilibrio otra vez, como si ella todavía estuviera girando y balanceándose y dejándome tan mareado como un trago triple de vodka directamente.
—Soy su tío —aclaro, tratando de disipar el mareo y dirigiendo una sonrisa hacia Mel—. Eres un grano en el trasero, ¿lo sabías?
En lugar de una respuesta inteligente, esto la hace reír, nuevamente como no lo había hecho en mucho tiempo.
Tratando de ignorar la forma en que mi cabeza sigue dando vueltas como si estuviera en medio de una juerga, fuerzo a mis ojos a volver a mirar a la bailarina.
—¿Podremos hacer esto rápidamente? Mel y yo tenemos un lugar donde estar.
Ella levanta las cejas, cejas bonitas con lindos arcos, y sí, entiendo la ironía de llegar casi una hora tarde a recoger a Mel, pero ahora apresurándola. Pero siento que, si no salgo de aquí pronto, voy a vomitar tan mal como esa vez. Sam apostó que no podría terminar cada botella en el gabinete de su padre en menos de una hora.
—Claro, déjame darte los formularios.
Cuando se mueve detrás de Mel, vislumbro uno de esos sujetadores deportivos negros debajo de la blusa holgada que lleva. Parecen sostener un par de senos perfectamente redondos. La camiseta corta deja al descubierto los músculos firmes del estómago y una piel completamente suave. Ella continúa pasando junto a mí hacia el mostrador y mis ojos siguen la pequeña cintura enmarcada por un trozo de material transparente que supongo que se supone que es una falda, pero es tan delgada como el aire y no hace nada para cubrir las nalgas regordetas. que sobresalen de la parte inferior de sus bragas negras, o como diablos se llamen esas cosas. Piernas largas y fuertes completan el cuadro, y joder si el paquete completo no es el cuerpo más perfecto que he visto en mucho tiempo, o nunca.
Pero no tengo tiempo para esto. Para nada de eso, así que cuando ella se pone detrás del mostrador, parpadeo y fuerzo mi mirada hacia otro lado porque necesito salir de aquí.
Sin embargo, aparentemente no soy lo suficientemente rápido porque cuando levanto la vista, Angie me está mirando con una sonrisa de complicidad plasmada en su boca manchada de lápiz labial rojo brillante.
—Angie, pásame uno de esos paquetes de inscripción, por favor —dice la bailarina, y Angie le pasa algunos formularios, todavía sonriéndome con complicidad.
—Bueno, supongo que no tiene sentido que me quede aquí ahora. —Suspira Angie—. Bella, mi amor, ¿necesitas ayuda para cerrar? —Se inclina y le susurra algo inaudible al oído de la bailarina, lo que la hace primero poner los ojos en blanco y luego alejarla. Angie se ríe a carcajadas.
—Adiós, Angie —dice la bailarina en un falso tono de exasperación, organizando lo que supongo que es el paquete de inscripción que tiene en sus manos.
Angie me mira una vez más. —Cuídate, papi. Fue un placer conocerte. Y, por cierto, Mel es una gran niña.
—Encantado de conocerte también.
—Oh, ya sé que sí. —Se ríe y luego se aleja, poniéndose los auriculares en los oídos y cantando alguna canción en español. Todavía sacudiendo ese trasero.
Cuando se va, la bailarina se vuelve hacia mí y me dirijo al mostrador.
—No te preocupes, Angie. Está llena de mierda —pronuncia la última palabra, sonriendo y dirigiendo sus ojos hacia Mel, a pesar de que Mel ya tiene un par de auriculares en sus oídos.
Me río entre dientes y me paso una mano por el pelo. —Sí, podría decirse.
Esto la hace reír. Es una gran carcajada. Llena de vida y energía y…
—Aunque es buena gente. Y tiene razón acerca de tu sobrina: Mel es muy divertida.
—Ni siquiera quiero saber lo que ha estado diciendo.
—Probablemente no —coincide con una sonrisa traviesa—. ¿Eres… su tutor legal?
—Sí —digo, preparándome para el aluvión de interrogantes invasivos que suelen acompañar a esa pregunta.
—Ah, bien. Solamente necesito saberlo para fines de registro. —Empuja un par de hojas de papel sobre el mostrador—. Ahora, si llenas estos formularios, ingresaré la información en nuestro sistema y te sacaré de aquí lo más rápido posible.
Me sorprende su falta de preguntas, pero extiendo las manos con las palmas hacia arriba, donde la pintura y el cemento manchan las puntas de mis dedos y la piel callosa de mis nudillos.
—Pido disculpas de antemano si ensucio los documentos con algo de esto.
Sus ojos recorren mis manos, suben hasta mi cabello, recorren mi cara, mi pecho y mis brazos. Siento un extraño ardor, algo así como el ardor de una quinta parte de whisky, dondequiera que sus ojos vagan.
—Ningún problema. Mi papá está en la construcción. Estoy acostumbrada a la pintura, la masilla y el yeso por todas partes.
La sonrisa traviesa se convierte en una mueca, los ojos brillan y maldita sea si no es simplemente jodidamente hermosa. Es el tipo de mujer hermosa que recuerdo vagamente haber encontrado cuando estaba borracho, pero no he tomado una copa en cinco meses y veintinueve días. Tiene dientes blancos y perfectos que resaltan contra su piel tono miel, cabello casi tan oscuro como solía ser el de Alice. Es como luchar contra una maldita fuerza solamente para apartar mis ojos el tiempo suficiente para tomar un bolígrafo del frasco sobre el mostrador.
Hay un par de formularios, así que tomo el de abajo y otro bolígrafo y me giro hacia Mel, que está parada detrás de mí con sus auriculares a todo volumen, las manos metidas profundamente en el bolsillo canguro de su sudadera con capucha, y tiro del formulario. auriculares fuera.
—Toma, Grano-en-el-Culo, esta fue tu idea. Ayúdame con este formulario para que podamos terminar más rápido. —Porque tu tío está a punto de perder la cabeza por tu nueva profesora de baile, agrego mentalmente.
Los ojos en blanco han vuelto, pero Mel me quita el formulario y camina unos metros hacia la sala de espera, dejándose caer sobre una silla. Se vuelve a poner los auriculares en los oídos y comienza a rellenar el papel.
Cuando me doy vuelta, la bailarina me está mirando. Abre su bonita boca para decir algo, pero luego la vuelve a cerrar. Luego la abre de nuevo.
—Avísame si tienes alguna pregunta mientras lo diligencias —dice antes de darse la vuelta detrás del mostrador.
Empiezo a llenar mi formulario, demasiado consciente de cada movimiento de la bailarina detrás del mostrador. Coge algo y lo guarda al otro lado del mostrador, golpea algo en el teclado, se inquieta y ordena algunos papeles.
Mis ojos vuelven a ella.
Ella me está mirando fijamente.
Cuando se da cuenta de que la han atrapado, otra vez, sus mejillas color miel se sonrojan con el tono más exótico.
—Soy la señorita Bella, por cierto. Seré la instructora de baile de Melody.
Dejé el bolígrafo; registro, cementerio, restricciones autoimpuestas casi olvidadas.
—Pensé que Mel dijo que iba a tomar clases de hiphop.
Sus ojos oscuros son penetrantes. Las luces empotradas que brillan arriba las hacen brillar y bailar tan perversamente como lo hacía su cuerpo.
—Así es. —Sonríe.
Inclino mi peso de lado sobre el mostrador. —Ahora, admito que no soy un experto —sonrío—, pero estoy seguro que no era hiphop lo que estabas bailando.
Se ríe y mira hacia abajo antes de volver a mirarme a los ojos, con sus largas y curvas pestañas revoloteando. —¿Viste eso?
—Lo hice —asiento lentamente.
—Éramos solo tu sobrina y yo. Bailo muchas disciplinas diferentes.
—Eres buena.
—Gracias —resopla—, pero me pareció oír que acabas de decir que no eres un experto. —Su boca se estira en una sonrisa irónica mientras lleva su mano a la cadera. Una cadera bonita y con curvas—. ¿Cómo sabrías si soy buena?
—Supongo que no. —Me río entre dientes—. Supongo que lo que quise decir es que te veías muy bien.
Otro sonrojo; un jodidamente hermoso rubor.
—Gracias. —Se ríe y vuelve a mirar hacia abajo, y le pido a Dios que me mire con esos ojos oscuros una vez más.
Lo hace.
—Soy Edward, por cierto. Edward Cullen.
—Es un placer conocerlo, Sr. Cullen. —Extiende una mano para estrechar la mía. Mano suave y femenina. Bonitas uñas con manicura roja, no demasiado largas, pero tampoco cortas. Ya puedo sentirlas en mi espalda; a través de la tinta...
—Probablemente no deberías estrecharme la mano —le advierto, girando mis manos de un lado a otro frente a ella para mostrarle la suciedad y las manchas; para darle la oportunidad de salir de esto, de retroceder.
Sonríe, pero no retrocede.
En cambio, su ágil cuerpo de bailarina avanza, se inclina contra el mostrador y huelo su aroma. Perfume suave y cuerpo limpio y santo infierno, es el aroma más embriagador que he inhalado jamás, lo cual es una locura viniendo de mí.
Envuelve su palma alrededor de la mía y luego gira nuestras manos hacia un lado en un apretón de manos adecuado, sujetándolas firmemente. Es suave y cálida y su mano cabe justo dentro.
—Está bien. El trabajo duro nunca me ha asustado.
—En ese caso, es un placer conocerla, señorita Bella.
—Bella. Puedes simplemente llamarme Bella. Solamente mis alumnos me llaman señorita Bella. —Se ríe.
—Está bien. Y puedes llamarme Edward.
—Está bien, Edward.
Nos miramos fijamente en silencio y ella se ríe de nuevo, y sé que debería soltarle la mano porque la necesito para terminar con este formulario y no tengo tiempo para esto. No para llenar estos papeles cuando debería estar en un cementerio, no para la tímida conversación que parece estar teniendo lugar aquí. No tengo tiempo para nada de eso.
Sin embargo, parece que no puedo soltar su mano.
S&S
(3) La Pistola de Calafatear o de calefateo es una herramienta complementaria que se usa para aplicar silicona, selladores, adhesivos y otros productos en tubo.
S&S
*Palabras originalmente en español*
Mi amor
Papichulo
Papi