Regístrate
22 de octubre de 2025, 10:37
Nota de la autora: Solamente para aclarar algo, Bella NO fue violada en esta historia. No escribo historias de violaciones.
En cuanto a Bella, sí, es mitad latina, por parte de su madre. Charlie no es latino.
Capítulo 4 — Regístrate
Edward
.
Cuando suena el timbre de la puerta, Bella mira detrás de mí y me doy la vuelta.
Hay un chico caminando hacia nosotros, de piel oscura, de mediana estatura, vestido con un sombrero de fieltro negro y una de esas camisas de manga corta que se ajustan alrededor de los brazos y el pecho para que parezca que hay más de lo que realmente hay. Sus jeans demasiado ajustados nunca deberían estar en ningún tipo que se precie.
El tipo mira a Mel, que está sentada en el banco escribiendo, con la música tan alta que puedo oírla desde aquí. Luego me mira a mí y luego a Bella, y luego sus ojos bajan hasta nuestras manos, que todavía están unidas.
Continúa su caminata casual, moviéndose detrás del mostrador y envolviendo sus brazos alrededor de las caderas de Bella antes de dejarle un beso en el cuello.
—¿Qué pasa, Nenita? ¿Qué pasa? Lo siento, llego tarde. Los malditos bailarines no podían arreglar sus cosas.
Bella sonríe, sus ojos todavía sobre mí, pero el chisporroteo parece haber abandonado por completo esos danzantes ojos oscuros suyos. Ella suelta mi mano.
Y como aparentemente así es como va la mierda, retomo mi papeleo.
—Ni siquiera me había dado cuenta de que llegabas tarde. Estaba terminando algunas cosas.
Fuera de mi periferia, la veo retorcerse en sus brazos.
—¿Estás lista para practicar? —pregunta.
—Sí —responde, desenredándose—. Solamente dame unos minutos. Estoy inscribiendo a una nueva estudiante.
Ah, entonces eso es lo que estábamos haciendo.
—Es un poco tarde noche para un nuevo registro. ¿No está cerrado el estudio?
—Ya casi terminamos —responde—. ¿Por qué no vas a esperarme en estudio uno?
Él no responde, pero siento unos ojos ardiendo en la parte superior de mi cabeza, así que miro hacia arriba.
Hace cinco meses y veintinueve días, la forma en que este tipo me miraba me habría hecho preguntarle exactamente cuál carajo es su problema.
Pero cinco meses y veintinueve días después, simplemente le sostengo la mirada fijamente para hacerle saber que sé que está marcando su territorio y que me importa una mierda. ¿Qué carajo querría yo de una chica que coquetea abiertamente con un chico mientras ya tiene novio?
Tal vez le diga lo que quiero, pienso irónicamente, solamente para darle una razón para mirarme fijamente.
Pero tengo a Mel aquí y no tengo tiempo para problemas.
—Primero déjame hacer un par de llamadas telefónicas —dice, bajando la vista.
Resoplé en voz baja porque no está siendo jodidamente obvio en absoluto. Así que vuelvo mis ojos a mi papeleo, más que un poco enojado conmigo mismo por todo el tiempo que he desperdiciado cuando tengo cosas más importantes que hacer. Cabreado porque esta chica me tomó por un imbécil, cabreado porque el hombre que estoy tratando de ser para Mel no puede empezar una mierda con este tipo.
Luego llego al precio por hora de estas clases de mierda.
Cerrando los ojos, me maldigo mentalmente por permitir que una cara bonita me hiciera olvidar por qué me oponía a esta mierda cuando entré por primera vez.
—¿Son correctas estas tarifas? —cuestiono, porque en realidad no puede cobrar esto solo para enseñar a los niños a mover los pies hacia adelante y hacia atrás.
—Sí —responde Bella—. La clase de Melody se reúne tres veces por semana durante noventa minutos cada sesión, así que solamente tienes que multiplicar la tarifa por hora por... —hace una pausa para hacer los cálculos—, 4,5.
—Caaaarajo —digo en voz baja, calculando la tarifa mensual en mi cabeza.
—Si me das tu tarjeta de crédito —continúa—, puedo configurar tu cuenta mientras terminas con los formularios.
Mi maldita tarjeta de crédito está cargada al máximo para pagar la mierda que mis miserables ingresos no me permiten, ¿y ahora tengo que agregar lecciones de baile a la mezcla?
Me doy vuelta para decirle a Mel que lo siento, pero no vamos a poder hacer esto, incluso si su maestra es hermosa, incluso si puede bailar hasta dejarse el culo, incluso si ella coqueteó mucho. No me daría cuenta de lo ridículamente caras que serían sus lecciones de mierda.
Pero Mel ya está caminando hacia mí, saltando de verdad, con una enorme sonrisa en su rostro.
—El formulario está listo, tío Ed.
Y maldita sea, hacía mucho que no la veía tan emocionada.
Con un profundo suspiro, le tomo el formulario, saco mi billetera del bolsillo trasero y deslizo todo sobre el mostrador.
Bella lo toma todo y me ofrece otra sonrisa, que esta vez no soy tan estúpido como para devolverle.
—¿Ya casi terminamos? Estamos realmente apurados aquí.
Su sonrisa flaquea. —Oh... sí, haré esto rápidamente.
Golpeo con un dedo irritado el mostrador mientras espero a que ella haga su mierda. Ahora soy yo quien mira fijamente un agujero en la cabeza del chico, desafiándolo mentalmente a que me mire porque mi ira crece a cada segundo.
—Uhm... —Bella se gira hacia mí, pareciendo francamente incómoda ahora—. Edward, me temo que tu tarjeta de crédito fue rechazada —dice en voz muy baja—. ¿Quieres que intente deslizarla de nuevo…? ¿O tienes otra que te gustaría que probara?
A pesar de la forma en que bajó la voz, puedo decir que su amigo escucha cada palabra porque levanta la cabeza de su lectura de mierda de su teléfono y hace una pausa, todavía de espaldas a mí, y espero a que una palabra salga de su boca. Solamente una. Maldita. Palabra. Así que le doy unos segundos para pensar en su próximo movimiento, para ver si quiere conservar los dientes.
Cuando parece que ha decidido que no hacer comentarios podría ser lo mejor para él, me dirijo a Mel.
—Mira, Mel...
—Tío Edward, por favor —suplica en un susurro—. Podemos usar el dinero que me da el Estado por mamá y papá.
—Diablos, no. Hasta el último centavo de eso es para tu universidad, y lo sabes —siseo en voz baja—. No vamos a tocar ese dinero para unas clases de baile de mierda.
—¡Bien! ¡Entonces le preguntaré a mis abuelos si pueden ayudarme! ¡Conseguiré un trabajo después de la escuela! ¡Por favor, tío Edward!
—No les vas a pedir ni un centavo a tus abuelos. Y tienes doce. Nadie te va a dar un trabajo después de la escuela.
—¡Tengo casi trece años! Tío Edward, por favor —suplica una vez más, con las manos entrelazadas sobre la barbilla y las comisuras de los ojos brillando.
Maldición. Maldición.
Mierda, infierno y maldición.
Respiro profundamente y pienso en mis opciones; ¿Y si puedo hacer algo aquí?, en parte porque Mel está a punto de sufrir una crisis nerviosa, y en parte porque no hay manera de que salga de aquí dándole a esta chica la impresión de que ni siquiera puedo pagar las lecciones de baile de mi sobrina.
Hoy era el día de pago, y aunque he estado necesitando un nuevo par de botas y pantalones de trabajo e iba a usar una gran parte de mis ganancias para eso... supongo que, si es necesario, puedo hacer que lo que tengo dure unos cuantos más meses.
Lo que no haré es tocar el fondo universitario de Mel. Lo que no haré es pedir ayuda a los malditos padres de Alice. Admitirles que estoy pasando por un momento difícil, darles una excusa para intentar llevarse a Mel. Lo que no haré es mirar a esta linda coqueta y hacerle saber que básicamente vivimos de sueldo en sueldo y que sus clases de mierda me van a poner a prueba.
—¿Aceptas efectivo?
—Claro que sí —Bella sonríe alegremente.
Y ahora el pendejo se da vuelta.
—No, amigo. Aquí no tratamos con pagos en efectivo. El sistema solamente está configurado para transacciones electrónicas.
—¿Qué diablos pasó con el valor del todopoderoso dólar, amigo? —me burlo de él.
—Fue reemplazado por plástico, colega —responde con desprecio.
Dejo caer la cabeza y dejo escapar una risita, pellizcando el puente de mi nariz.
«Dios, concédeme la serenidad…» recito en mi cabeza.
Hace unos meses, ahora mismo me estaría lanzando sobre este mostrador.
Cuando levanto la mirada, el pendejo y yo nos miramos fijamente. Desde mi periferia, puedo ver lo incómoda que se siente la linda coqueta, y me siento un poco mal por eso.
Pero es cuando siento la pequeña mano de Mel rodear la mía, sus dedos enroscándose alrededor de los míos ansiosamente, que recuerdo...
Recuerdo por qué no puedo lanzarme. Por qué no lo haré.
—Tío Ed…
Inspiro profundamente por la nariz y exhalo por los labios entrecerrados.
—Entonces, ¿quién es exactamente el dueño de este lugar para que pueda arreglar esto con esa persona?
—Yo lo soy —dice Bella.
—Ambos lo somos —aclara su novio idiota, pasando un brazo alrededor de su hombro como si acabara de preguntarle quién es el dueño de ella.
Antes de que pueda decir algo más, ella se vuelve hacia él y le quita el brazo del hombro.
—Sí, ambos lo hacemos, pero yo dirijo el lugar, maldita sea Eleazar, ¡y digo que sí aceptamos efectivo!
Carajo, está aún más caliente cuando está enojada. Sus ojos oscuros están jodidamente ardiendo ahora, su delicioso pecho palpitando, sus manos agarrando con enojo esas perfectas caderas.
—Escucha, no quiero provocar una pelea entre amantes —me río sardónicamente y paso un brazo alrededor del hombro de Mel, haciéndola girar—. Mel, te buscaremos otra escuela de baile donde recuerden que el dinero en efectivo estadounidense es mejor que el plástico.
—¡Tío Edward, quiero esta escuela de baile! ¡Becca viene acá y también algunos de mis otros amigos! Y la señorita Bella es la mejor; ¡Todo el mundo lo dice!
—Mel…
—Mira, aceptamos efectivo —repite Bella—. No es un problema, te lo prometo.
Debería simplemente recoger a Mel y sacarla de aquí, quiera o no irse. No debería darme la vuelta. Debería seguir caminando.
Me doy la vuelta.
La cara de Bella está sonrojada. —Él no dirige este lugar, yo sí. —Sonríe temblorosamente.
Hay un tono en su voz que me hace pensar que puede estar tan cerca de perder la cabeza como yo. La forma en que me mira... como si me estuviera suplicando que la ayudara a expresar su punto.
Mientras tanto, su idiota novio se queda ahí, con el ceño fruncido y furioso, pero en silencio.
—Aceptarán efectivo, tío Edward. ¿Sí?— Mel dice a mi lado.
Le sonrío fríamente a Bella y camino de regreso hacia el mostrador, sacando mi billetera una vez más. Cuento el valor del primer mes y la cuota de inscripción y se los entrego.
—¿Puede darme un recibo?
—Por supuesto.
Ya no hay nada de alegría en ninguno de nuestros tonos. Imprime un recibo y me lo entrega, evitando mi mirada.
—Aquí tienes. —Ella mira a Mel—. Melody, nos vemos el miércoles, ¿de acuerdo? —le dice un poco demasiado alegremente.
—¡Nos vemos el miércoles, señorita Bella! —Mel le dice, caminando hacia la puerta.
Camino hacia la puerta, manteniendo mis ojos en Bella hasta que se ve obligada a mirarme.
—Lamento cualquier... confusión —murmura.
—No hay problema. —Sonrío y luego, a propósito, dejo que mis ojos recorran su cuerpo lascivamente, descansando en sus tetas llenas—. Disfruté cada segundo de la... confusión. —Le guiño un ojo.
Sus ojos brillan con enojo, y por una fracción de segundo, me siento como un imbécil, pero vuelvo mis ojos hacia su novio y ya no me arrepiento. Esta vez, es él quien parece dispuesto a abalanzarse sobre el mostrador.
—Cuídate... amigo —sonrío, esperando a ver si realmente da ese salto.
Cuando permanece en su lugar, resoplo y me doy la vuelta, silbando mientras cruzo la puerta.
S S
Con menos de diez minutos libres antes de que el cementerio cierre por la noche, estoy lleno de sonrisas y guiños a la chica en la puerta. Después de prometerle que tomaré su número cuando tengamos más tiempo, levanta la barra y nos deja pasar.
—Fantaputastico —murmura Mel.
—Cuida tu lenguaje. No tuve elección. Tuve que activar el encanto.
—Sí —resopla—. ¿Al igual en que lo encendiste en el estudio? Fuiste encantador, ¿cierto?
No respondo a eso y conducimos en silencio a través del cementerio oscuro hasta que llegamos a sus lotes, uno al lado del otro.
Lado a lado, incluso en la muerte.
Las lápidas se colocaron hace apenas un par de semanas. Aparentemente, lleva un tiempo hacer las lápidas. Quería hacerlas yo mismo, pero el cementerio no me lo permitió.
De todos modos, las lápidas no son nada lujosas ni prolijas. Ninguno de los dos hubiera querido eso. La luz de la luna se refleja en el granito oscuro, iluminando sus nombres y esas pocas palabras que tan mal resumen sus vidas:
Jasper Adam Cullen (1982 - 2013): Hermano, esposo y padre devoto.
Mary Alice Cullen (1983 - 2013): Fiel esposa, madre y amiga
.
Se fueron demasiado pronto, pero nunca los olvidaremos.
Se fueron demasiado pronto, gracias a un maldito pedazo de basura borracho... como yo.
Mel y yo nos quedamos en silencio frente a las lápidas.
—¿Quieres un par de minutos a solas con ellos? —le pregunto a Mel—. Puedo ir a sentarme en el banco de allí mientras...
—No, no quiero pasar tiempo a solas con ellos. No tengo cinco años, tío Edward. Sé que en realidad no están aquí.
Vuelve a ser la frívola y sabelotodo de la que he estado cuidando durante los últimos seis meses; volvió a su nueva actitud estándar en el viaje en auto hasta aquí.
—No tiene nada que ver con tener cinco o veinticinco años. Jesús, Mel, habla con ellos. Déjales saber cómo estás; lo que estás sintiendo. Hazle saber a alguien cómo te sientes, ya que no hablarás con tu consejero escolar ni con...
—¡No tengo nada de qué hablar! —grita—. ¡Están muertos y eso es todo! ¡Deja de intentar que hable con ellos cuando están muertos!
—Muy bien, cálmate. Solamente tenemos unos cinco minutos aquí. No los desperdiciemos...
—¿Cinco minutos para qué? ¿Para hablar con lápidas que no pueden oír una mierda? ¡Esto es estúpido! ¡Voy a esperar en la camioneta! Ella se dirige furiosa hacia donde la dejamos parqueada.
—¡Mel! ¡Mel, trae tu trasero aquí! ¡Maldita sea, Mel!
Pero no escucha. Regresa a la camioneta, abre la puerta del lado del pasajero y sube, cerrando la puerta detrás de ella.
—Mierda —murmuro, levantando ambas manos para agarrar con fuerza mi nuca—. Mierda. Mierda. —La sigo mirando durante unos treinta segundos antes de volverme hacia mi hermano y mi cuñada. Con una respiración profunda, me arrodillo frente a ellos y agacho la cabeza.
—Lo lamento. Lo estoy intentando. Juro que lo estoy intentando. ¿Qué ha pasado?... Déjame ver... Creo que le está yendo mejor en la escuela... obtuvo un ochenta y cinco en su último examen de Matemáticas... así que... ya sabes... eso es bueno. Ha estado saliendo con una nueva amiga; Becca, ese es su nombre. Rose dice que eso es bueno. Ella debería estar haciendo amigos. Ah, sí, la inscribí en clases de baile hoy. —Sonrío—. Está muy entusiasmada con eso. Sé que no lo parece —sonrío—, pero lo está. Tomará clases de hiphop tres días a la semana. No sé cómo me las arreglaré con la mensualidad y teniendo que salir temprano de las reuniones de AA, pero lo resolveré. No se preocupen por eso. ¿Rose vino a verlos hoy más temprano? Ella dijo que lo iba a intentar, pero ya sabes que no le gusta traer a los pequeños al cementerio. Piensa que van a tener pesadillas. Bueno, ya sabes lo tensa que es, Jasper. —Sonrío—. Tú y yo tuvimos que crecer con ella. Al, Mel se parece mucho a ti últimamente. Esta mañana la miré y se parecía a ti… se está poniendo tan grande… no, no te preocupes, no la dejé salir de casa con esos jeans. De hecho, los quemaré tan pronto como lleguemos a casa. —Me río entre dientes.
Luego me río un poco más. Antes de darme cuenta, me estoy riendo a carcajadas. Tengo que sujetarme las costillas por la fuerza de la risa, presionarlas muy fuerte porque duele. Me río, pero no me siento bien, y Dios, ¿cuándo me sentiré bien? ¿Cuándo esto se sentirá bien?
»No sé qué estaban pensando ustedes dos dejándomela a mí. En serio. Quiero decir, sí, Rose tiene tres hijos y un tonto por marido, y Al, tus padres son probablemente los mayores idiotas del planeta, pero ¿yo? —Trago—. Lo estoy intentando. Jesús, lo estoy intentando. —Me ahogo y cierro los ojos con fuerza—. Pero todas las mañanas necesito un puto trago, y todas las noches...
Me obligo a detenerme. Esto no es lo que quieren oír. Esto no es lo que necesitan oír. Entonces, respiro profundamente, lleno mis pulmones con el aire de la noche y levanto la mirada, observando sus lápidas y tratando de imaginarme sus caras. Mi mano se extiende y toca a Jasper, cabello rubio como el de nuestra madre en lugar de cobrizo como el de nuestro padre. Ambos tenemos los ojos verdes, la misma mandíbula y la misma hendidura.
Trazo su nombre en la lápida... no es Jasper, pero lo veo. Sí.
Lo veo sonreírme, esa sonrisa perezosa y descuidada que heredó de papá, supongo, porque me han dicho que yo también la tengo.
S S
—Conocí a esta chica hoy. —sonaba tan jodidamente emocionado. Recuerdo eso—. Tiene el pelo negro como la tinta y ojos azules, azules, como el cielo.
—¿Estás enamorado otra vez, Jass? ¿Y eso qué tiene de jodidamente nuevo? Me burlé, sin siquiera molestarme en quitar mis ojos de la pantalla de Xbox porque Jasper y una chica nueva y bonita no eran nada nuevo.
—No, Ed. Esto es diferente. Esta es diferente. Es la indicada.
—Sí —resoplé—. Lo que sea. Oye, toma el otro control remoto y déjame enseñarte, a menos que seas demasiado cobarde para...
—Hola, Edward.
Dejé caer el control remoto y me di la vuelta rápidamente, porque era la voz de una chica, pero no era la de Rosalie. Era dulce y fuerte al mismo tiempo, no quejosa y cansada como nuestra hermana mayor.
Era una chica. Y no solamente era bonita; era hermosa. Su cabello era tan oscuro que casi era azul, y sus ojos azules eran tan brillantes que parecían esos cristales que se encuentran en las ventanas de las iglesias; radiante.
—Soy Alice—dijo, sonriéndome mientras yo me sentaba allí con la boca abierta como un idiota. Y entonces Jasper le pasó un brazo por el hombro y ella lo miró como si estuviera segura de que el sol saldría y se pondría en sus ojos.
Ella me miró. —Jass ha estado hablando de ti todo el día, así que pensé que estaría bien si venía a conocer a mi futuro cuñado.
—¿Cuñado? —Me reí—. Te estás moviendo un poco rápido, ¿no? No conoces a mi hermano.
Alice se rio, y Jasper también.
—Supongo que nos estamos moviendo rápido, pero ¿sabes qué, Edward? — ella dijo—: Jasper y yo estaremos juntos para siempre, así que ¿por qué perder el tiempo? Así que sí, cuñadito, tú y yo crearemos lazos.
Y ella volvió a reír, pero aunque se reía de mí, no podía estar enojado. No cuando mi hermano ya parecía tan feliz. No cuando parecía tan segura de que sería para siempre; que su para siempre duraría y duraría.
— Uhm… —Pasé una mano por mi cabello—. Entonces, ¿cómo crearemos lazos?
Se rio entre dientes.. —Vamos a ver. ¿Qué estás jugando? ¡Maldita sea, me encanta ese juego! Hazte a un lado, Edward —Me golpeó con su cadera—. ¡Déjame mostrarte cómo se juega!
—Uh… no lo creo. Este es un juego de chicos.
—¿Sí? ¿Eso crees? —Cogió el control remoto y se acomodó en el suelo.
Cuando miré a mi hermano, me estaba dando una sonrisa de comemierda. —Te dije que ella era la mejor que jamás haya existido.
Y durante las siguientes horas, Alice Brandon procedió a darme una paliza...
S S
Mi hermano mayor y Alice. La única historia de amor que he conocido... y qué puto final.
—Estaremos bien —les digo ahora, mi palma presionada contra la lápida de Jasper, ignorando la humedad que se filtra desde mis ojos hacia mi boca—. Estaremos bien. La cuidaré bien; lo prometo. No te preocupes, ¿de acuerdo? Ella va a tomar estas clases ahora, y está sonriendo más, y su profesora de baile es realmente talentosa y... tan hermosa, Jasper. Ojalá pudiera hablar contigo sobre ella…
Resoplé para mis adentros porque ni siquiera sé de dónde vino eso.
—De todos modos, está un poco molesta en este momento. Mel, quiero decir, no su profesora de baile. Aunque creo que su profesora de baile también podría estar molesta. No con Mel, conmigo. En cierto modo actué como un idiota, pero… como sea. Estoy seguro de que ustedes no quieren oír hablar de ella; sobre eso. Y estoy seguro de que Mel estará lista para hablar con ustedes la próxima vez que los visitemos. Mientras tanto…
Mientras tanto, ¿qué?
Doy unas palmaditas en la lápida con una mano callosa llena de tierra y pintura, como si le estuviera dando una palmadita en el hombro a mi hermano.
—Los amo, chicos —murmuro y luego me levanto y camino de regreso a la camioneta.
S S
Esa noche estoy encerrado en el baño, realizando mi ritual matutino y vespertino. La botella está en mi mano, con los dedos alrededor de la curva y las puntas golpeando el vidrio frío. Es la última botella que he tocado. La que estaba bebiendo cuando recibí la noticia. Ahora es solamente un recordatorio; una advertencia.
Porque todas las noches me llama. Cada noche inclino mi cabeza hacia el dios oscuro en la botella y me siento allí, rogándole que no me lleve, ansiando tanto su puto sabor que duele físicamente porque nunca hay nada que desee más que su sabor.
La cuestión es que, mientras estoy sentado mirando el líquido transparente que chapotea dentro de la botella, por primera vez en mucho tiempo, lo que está en primer plano no es el sabor del líquido blanco en la botella. No es la imagen de esa botella acercándose a mi boca lo que más llena mi mente.
Es cabello oscuro... y ojos oscuros... piel color miel... una hermosa sonrisa... girando... y balanceándose...
S S
*Palabras originalmente en español*
¿Qué pasa, Nenita?