Aprender a hacer que lo bueno supere lo malo
22 de octubre de 2025, 10:37
Capítulo 22: Aprender a hacer que lo bueno supere lo malo.
Edward
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Mel ha estado callada y de mal humor desde que llegué del trabajo esta tarde.
Ahora estamos avanzando lentamente entre el tráfico bajo el Gowanus Expressway, de camino a recoger a Bella para luego ir a Staten Island, a casa de sus padres, para esta… cena familiar a la que, siendo honesto, no tengo muchas ganas de ir. Mis manos se aferran con fuerza al volante de la camioneta, y por un momento me pregunto qué pensará el señor S. al verme llegar a su casa en esta vieja y destartalada camioneta, con su hermosa hija a mi lado, cuando fácilmente podría andar por la ciudad en autos deportivos y en elegantes y costosas camionetas.
Me paso una mano por la cara mientras espero que el semáforo cambie de rojo a verde. El sol de la tarde comienza a ponerse sobre el río; se cuela entre los edificios maltrechos mientras avanzamos lentamente entre el tráfico. Eso es lo que Mel ha estado mirando durante los últimos cinco minutos, y otra vez me pregunto qué es lo que la tiene tan callada hoy. Así, a primera vista, pensaría que se enteró de la mierda que pasó ayer, pero no creo que sea el caso porque estaba toda sonrisas cuando salimos de casa de Bella anoche.
—Tío Edward, ¿por qué mi papá no les agradaba a la abuela ni al abuelo Brandon?
—Porque los padres pueden ser unos idiotas. Porque el dinero hace girar el mundo, y cuando no lo tienes…
Fuera de mi periferia, veo a Mel echar la cabeza hacia atrás.
Carajo.
Suspiro. —Mira, Mel, olvídalo. He estado... esa fue una respuesta de mierda. Pido disculpas. La verdad es que era… probablemente más complicado que eso.
—Entonces, ¿por qué era?
—¿No te lo explicaron tus padres?
—Simplemente decían que mis abuelos no entendían un mundo fuera del que estaban acostumbrados y que algún día me explicarían más cuando yo fuera mayor, pero… —se detiene.
Mierda.
Por mucho que odie entrar en este tema con ella, me sorprende que haya mencionado a Al y Jasper para empezar. Al parecer, hoy ha estado pensando en sus padres, lo que explica su estado de ánimo pensativo.
Pienso en lo que Bella y yo hemos discutido, acerca de lograr que Mel se abra más sobre Alice y Jasper.
—Mel, ¿alguna vez tus padres te contaron cómo se conocieron?
—Por supuesto que sí. —Puedo escuchar los ojos en blanco en su tono, pero también creo detectar una sonrisa—. Mamá siempre me contaba sobre la noche en que se conocieron, en su cumpleaños número dieciséis, en un restaurante donde papá era mesero. Él tenía dieciocho, y se enamoraron casi al instante —dice con un suspiro—. Pero luego siempre me explicaba que la vida no es un cuento de hadas —añade con una risita sarcástica—. Siempre me decía que, aunque ella y papá se amaban muchísimo, las historias de amor reales requieren mucho, mucho esfuerzo y no tienen esos finales felices que me leía en los libros. En la vida real, solía decir, tienes que trabajar para que lo bueno pese más que lo malo… es entonces cuando puedes crear tu propio cuento de hadas.
Trago saliva a través del nudo en mi garganta.
—Sí, eso suena como algo que tu mamá habría dicho.
—Aún no has respondido a mi pregunta —dice Mel después de un minuto—. ¿En realidad se trataba solamente de dinero? ¿Porque los padres de mamá tienen mucho y papá no?
—Bueno… —Me muevo en mi asiento—. Como dije, creo que fue más complicado que eso. A veces… a veces el dinero significa control, Mel. Algunas personas se dejan controlar por él y otras lo utilizan para intentar controlar a los demás. Pero tu mamá y tu papá no eran ese tipo de personas.
—¿Qué quieres decir?
Suspiro profundamente.
—Ves cómo viven tus abuelos: su posición, su riqueza. Están acostumbrados a establecer todas las reglas de sus vidas, acostumbrados a moldear su propio mundo. Creo que estaban acostumbrados a hacer eso con tu mamá también, pero… una vez que ella conoció a tu papá, ya no pudieron controlarla más. Si hubiera conocido a alguien de su mundo y se hubiera casado con él, habría sido más fácil para tus abuelos convertirla en el tipo de persona que pensaban que debería ser. Creo que eso es lo que más les molestó: no que tu padre no tuviera dinero, sino que tu madre se convirtió en su propia persona y no en quien ellos querían que fuera.
—La abuela dice que debería vivir con ellos, no contigo. Dice que soy una Brandon, no una Cullen, y que pertenezco a ellos.
Mi pecho se contrae. Una oleada de calor se filtra en mis venas, pero cuando miro y veo que Mel está llorando, jodidamente llorando, algo que no la he visto hacer en meses, la indignación rápidamente se transforma en horror. Ya me estaba preparando para estacionar frente al loft de Bella, así que rápidamente estacioné el auto y giré todo mi cuerpo hacia Mel.
Tiene la cabeza gacha y solloza una y otra vez y por mucho que la vista me haga doler el pecho, no puedo evitar pensar que de alguna manera esto es bueno. Está hablando. Está reaccionando.
—¿Qué quieres tú, Mel?
Cuando ella no responde de inmediato, una punzada de miedo aprieta mis pulmones.
¿Quiere ir con ellos?
¿Realmente lo he jodido tanto?
—¿Alguna vez has visto el interior de su casa, tío Ed? —pregunta en un tenso susurro, mirando fijamente su regazo.
—No, no puedo decir que sí.
Mel nunca me ha hablado de lo que sucede durante los fines de semana en casa de sus abuelos ricos. Siempre que le he preguntado, sus respuestas siempre han sido breves y vagas.
—Es tan … grande. Como tres veces más grande que el loft de Bella. Ocupa tres plantas. Solo mi habitación es aproximadamente del tamaño de todo nuestro apartamento. Está justo enfrente del Central Park. Hay un hombre de traje y guantes blancos que me abre la puerta cuando llego al edificio. Me llama señorita Brandon e incluso presiona el botón del ascensor por mí. Hay una señora, la señora Cope, ella es parte del... servicio. Se supone que debo decirle cada vez que necesito algo. Cenamos en esta mesa larga y otra señora y un hombre nos la sirven. Tengo mi propia pantalla plana y mi computadora portátil y... un armario lleno de toda esta... ropa. Todo el mundo recoge mis cosas y no tengo que lavar mis propios platos ni fregar el baño. A veces vamos a esos espectáculos elegantes y la abuela me presenta a sus amigas como Melody Brandon, la hija de Mary Alice, nunca como Mel Cullen, la hija de Jasper y Al. —Mel me mira—. Quiero decir, es solamente un fin de semana al mes. ¿Cómo puede la gente vivir así todos los días de su vida?
Resoplé. —Mucha gente lo hace, Mel.
—¡Bueno, son unos grandes pendejos estúpidos!
Las lágrimas empiezan a caer de nuevo. Veo una deslizarse por su mejilla y salpicar la falda de mezclilla que eligió para ir a encontrarse con los padres de Bella. Y reprenderla por su lenguaje es lo último que tengo en mente.
»¡No quiero vivir allí! ¡Los odio! Tal vez si hubieran sido más amables con mamá y papá, entonces todavía… todavía estarían aquí.
Empieza a sollozar con fuerza, y la atraigo hacia mí, envolviendo su pequeño y frágil cuerpo entre mis brazos, como solía hacer cuando era más pequeña y la dejaba ver esas películas de miedo que Alice siempre me decía que no debía dejarla ver.
Y los últimos doce años pasan ante mis ojos, y estoy tan jodidamente avergonzado porque hace apenas un par de meses...
Hace un par de meses, tal vez hubiera considerado renunciar a ella. No en esos primeros meses después de la muerte de Jasper y Alice, pero si soy honesto conmigo mismo, creo que entonces fue más una cuestión de orgullo. Ella me había sido entregada y nadie iba a cambiar eso.
Pero cuando mi cabeza se aclaró… y me di cuenta de qué carajo era ahora responsable, en qué me habían metido Alice y Jasper…
Mi corazón late dolorosamente contra mis costillas. Me imagino a Mel preparándose por las mañanas, caminando perezosamente entre su pequeño dormitorio y su baño más pequeño, peleándose conmigo por su elección de ropa, su maquillaje, su lenguaje, por tener que limpiar el baño una vez a la semana, quejándose de su falta de privacidad en nuestro apartamento de mierda, poniendo los ojos en blanco frente a Heidi...
Me la imagino practicando los pasos que aprende en casa de Bella, preparándome frijoles rojos y arroz y la forma en que su rostro se ilumina cuando le digo que está delicioso, sonriendo felizmente desde el pequeño desván en casa de Bella, poniendo los ojos en blanco cuando beso a Bella.
Me imagino a los tres cenando juntos alrededor de la barra de la cocina de Bella.
—Escúchame. ¿Estás escuchando?
—Mhm —murmura, con la cara presionada contra mi hombro.
—No ha sido fácil, y todavía hay días en los que quiero matarte, pero a menos que quieras irte, Mel, perteneces exactamente a donde estás. —Siento la humedad de sus lágrimas filtrándose a través de mi suéter y de mi camisa, la camisa que me puse para impresionar al Sr. S. y su esposa.
»Y no empieces a pensar en cómo podrían haber sido las cosas si tus abuelos hubieran sido diferentes con tus padres. Al y Jasper nunca perdieron el tiempo quejándose de eso. Tuvieron una gran vida juntos. Compartían un maldito amor que apenas estoy empezando a... —Suspiro—. Y sé que no te gusta hablar de eso, pero sí, Mel, se fueron. Se fueron, pero sé que dondequiera que estén, están juntos. Y siempre estarán juntos, y tal vez algún día, no demasiado pronto, los volveremos a ver.
Llora más fuerte y cierro los ojos con fuerza porque, carajo, creo que lo he empeorado.
Pero sus sollozos comienzan a disminuir y pronto, jadea de manera desigual; en silencio.
—¿De verdad crees que están juntos? —pregunta.
—Sí, Mel, realmente lo creo.
Y cierro los ojos, ahogando el nudo en mi garganta.
S & S
A pesar de la escena en el auto, cuando Bella abre la puerta, todavía estoy impresionado por su belleza. En todo caso, mirarla es como un bálsamo tranquilizador para mi espíritu.
Lleva un vestido rojo que se parece más a una camisa de vestir larga con un cinturón negro delgado alrededor de su delgada cintura. El vestido se ajusta en todos los lugares correctos, pero no porque sea ajustado, solo porque tiene un cuerpo fantástico.
Nos sonríe a mí y a Mel, pero la sonrisa se desvanece rápidamente cuando sus ojos pasan de mi cara a los ojos rojos e hinchados de Mel.
—¿Qué pasó? —pregunta ansiosamente, alcanzando a Mel y acercándola a sus brazos.
Me encojo de hombros y abro la boca para explicar… pero no sale nada. No tengo idea de por dónde empezar.
Bella frunce el ceño. Con sus brazos todavía alrededor de Mel, se inclina y se pone de puntillas para darme un beso rápido.
—¿Estás bien? —me susurra.
—Sí, estoy bien. Ella… —Señalo a Mel con mi barbilla.
Bella busca mis ojos y luego asiente y mira a Mel.
—Mel, princesa, vamos, déjame ayudarte a lavarte la cara.
La veo llevar a Mel hacia su dormitorio, murmurando palabras suaves que no puedo oír del todo. A unos metros de distancia, se detiene y me mira.
—Edward, cariño, ponte cómodo, ¿de acuerdo? —Frunce los labios y me lanza un beso silencioso, y sí, es un bálsamo.
—Lo haré. —Sonrío.
Entro a la sala y suspiro con cansancio. Si fuera por mí, nos quedaríamos aquí el resto de la noche, solamente nosotros tres.
En lugar de eso, me quito mis brillantes zapatos Oxford negros y me arrastro hacia las grandes ventanas, mirando la gran vista de Bella, con las manos hundidas en los bolsillos. Después de unos minutos, enciendo la televisión y me siento en el sofá mientras navego por los canales. Luego entro a la cocina a tomar un trago de agua. Hay un par de galones en el refrigerador, así que saco el que está abierto y luego busco un vaso en un par de sus gabinetes. Los encuentro fácilmente, pero algo más sobre el contenido en el refrigerador y los gabinetes de Bella llama mi atención. Así que abro el resto y luego busco con cuidado en su despensa...
—¿Todo bien? —Escucho decir detrás de mí y me doy la vuelta.
—Sí —Sonrío, sosteniendo el vaso en mi mano—, solo estoy buscando esto.
Asiente y, aunque parece curiosa, no pregunta nada más.
—¿Quieres un poco?— pregunto. Asiente de nuevo, así que nos sirvo a ambos un poco de agua. Me apoyo en su mostrador y ella se para frente a mí. Rodeo su cintura con un brazo mientras ambos bebemos agua, mirándonos el uno al otro. Y luego deja su vaso y me rodea con sus brazos.
—Ven aquí —susurra, y se me escapa un suspiro largo y pesado—. ¿Estás seguro de que estás bien?
—Estoy bien, Bella. —Y es verdad. Cuando estoy con ella, cuando me abraza de esta manera, todo está bien.
Durante un largo rato, me quedo allí con la cara enterrada en su cabello, inhalando su dulce aroma a miel.
Con un profundo suspiro, me alejo y la miro. —Entonces, ¿qué pasó? —pregunto—. Mel ha estado de muy mal humor todo el día.
—Ella… tiene muchas cosas en mente ahora mismo. —Bella se encoge de hombros—. Está empezando a abrirse un poco más, y supongo que con eso vendrán… ya sabes… diferentes reacciones y emociones. Me dijo que los extraña.
Asiento. —Sí, ella estaba hablando de ellos en el camino. Tenía todas estas preguntas que me tomaron por sorpresa. Quiero decir, me alegro de que se esté abriendo, pero mierda… —Me paso una mano por el cabello—. No estoy seguro de cómo manejarlo, ¿sabes?
—Supongo que lo único que puedes hacer es dejar que ella exprese sus sentimientos. Escúchala. Estar ahí cuando ella lo necesite y brindarle espacio cuando sea el caso. —Respira—. Estaba hablando de su cumpleaños el próximo mes y de cómo ella y sus padres solían ir a la ciudad a patinar sobre hielo en el Rockefeller Center todos los años para celebrarlo.
—Así es —asiento y miro hacia otro lado pensativamente—, me había olvidado de eso. —Alice solía decir que era una de las pocas tradiciones que le inculcaron sus padres y que ella conservaba. Vuelvo a mirarla—. ¿Crees que es algo que le gustaría hacer este año?
—No lo sé, Edward. Iba a preguntarle, pero pensé que tal vez sería mejor si tú le preguntaras.
De nuevo, asiento. —¿Podrías… venir con nosotros?
Una suave sonrisa tira de las comisuras de su boca haciendo puchero. —Si tú y ella me quieren ahí, por supuesto que iría contigo.
—Ella te quiere en todas partes —le digo—. Y… yo también. —La admisión resulta sorprendentemente sencilla.
Bella suspira de manera desigual, mirándome por un largo momento antes de presionar su boca contra la mía. —Me encanta... patinar en el Rockefeller Center.
—Nunca lo he hecho —me río entre dientes—, pero supongo que podría intentarlo. O mejor aún, simplemente míralas a ti y a Mel.
Se ríe suavemente.
—Me pregunto si eso fue lo que la hizo pensar también en sus abuelos.
—¿Qué dijo sobre ellos? —pregunta Bella.
—Dijo que le dijeron que es una Brandon, no una Cullen, y que… quieren que ella vaya a vivir con ellos. Malditos imbéciles —Frunzo el ceño.
Bella respira hondo y rápido y abre los ojos como platos. —No la dejarías ir, ¿verdad?
—Si alguna vez se va con ellos, sería su elección, no la mía —digo—. Hace unos meses… no lo habría sabido. —Sacudo la cabeza y me paso una mano por el cabello—. Tal vez. Estaba abrumado, Bella. Entre cuidarla y… la sobriedad.
Ella asiente y me mira con una expresión triste, no de lástima, sino como si me sintiera.
—Pero ahora… quiero decir, Jasper y Alice tomaron su decisión, carajo, y esos malditos Brandon tienen que aceptar eso. Además —deslizo ambas manos alrededor de sus caderas y la acerco—, ahora te tengo... ayudándome.
Bella acuna mi rostro en sus cálidas manos. —Sabes que te ayudaré en todo lo que pueda. Ella también significa mucho para mí.
—Sé que lo hace. Eres tan... Dios, Bella, ¿qué haría sin ti? —Respiro contra su boca, beso sus labios carnosos una, dos veces y luego deslizo mi lengua dentro. Esta vez envuelve sus brazos alrededor de mi cuello con fuerza y sus besos se sienten llenos de desesperación y un deseo total que no había sentido por ella desde nuestro fin de semana a solas, porque Mel siempre ha estado presente y generalmente le preocupa que la atrapen.
—Entonces, ¿dónde está Mel?
—Está tomando una siesta —dice Bella, con los ojos cerrados y la boca en la mía—. Le di algo para su malestar. Se sentirá mejor dentro de un rato.
—¿No se siente bien?
—Es justo esa época del mes.
—¿La de no sentirse bien? —Frunzo el ceño.
Bella abre los ojos y me los pone en blanco, muy parecido a Mel. Se ríe entre dientes.
—Edward, cariño, tu sobrina, que está a un mes de cumplir trece años, hoy está de mal humor, irritable y con cólicos.
—Lo sé —resoplo—. ¿Y qué más hay de nuevo?
Frunce los labios, cruzando los brazos sobre sus dulces pechos. Una de sus cejas se eleva mientras me mira fijamente...
—Oh —digo finalmente, y luego hago una mueca—. Oh. Es esa época. Mierda. ¿Y ahora qué?
Bella se ríe.
—Edward, es una chica joven que ya está pasando por una edad complicada; esto solo la hará un poco… más complicada unos días al mes. No es gran cosa.
Respiro hondo.
—Fácil para ti decirlo. No tienes que vivir con eso.
Resopla.
—Oye, ¿estás seguro de que estás bien? Pareces haber tenido un día largo.
—Lo tuve —admito.
—¿Quieres quedarte en casa esta noche? Puedo llamar a mis padres y...
Es lo que estaba esperando. Lo que he estado esperando todo el día.
—No, Bella. —La atraigo contra mí de nuevo—. Tus padres te están esperando. Estoy bien.
Me estudia, sus profundos ojos marrones sostienen mi mirada. —Está bien, si estás seguro. Dejaremos que Mel duerma un rato…
—¿Y qué hacemos mientras tanto? —Sonrío torcidamente, dejando que mis manos caigan sobre su trasero regordete y masajeando ambas nalgas con firmeza y dios… dios, se siente bien. La quiero tanto que apenas puedo respirar porque literalmente me duele la polla con cada respiración. No estoy seguro de cuánto tiempo quiere esperar, pero me está matando. Pero esperaré. Por ella, esperaré todo el tiempo que necesite.
Se ríe roncamente. —Parece que ya tienes una idea.
Nos reímos, nos besamos, nos tocamos y afortunadamente nos frotamos en silencio durante unos preciosos minutos mientras Mel toma una siesta, y con Bella en mis brazos, la mierda de ayer y del viaje en auto con Mel casi se siente inexistente, como si nunca hubiera sucedido. Eso es lo que Bella me hace… me tranquiliza; me calma, quita el aguijón de cada piquete. Ella me hace creer que tal vez, solamente tal vez, si navegamos por esto correctamente… lo bueno superará a lo malo, tal como dijo Alice, y estas noches con solo nosotros tres… pueden conducir a mucho más.
S & S
Una mujer de unos cuarenta y pocos años abre la puerta de la casa colonial blanca en el tranquilo calle sin salida, en una de las mejores zonas de Staten Island. Es un poco robusta, con cabello oscuro y ojos oscuros que son de un tono completamente diferente al cabello y los ojos oscuros que, en esos pocos y miserables minutos de ayer, noté que Bella y su padre comparten.
—Izzy, cariño, ¡estás aquí! —La mujer sonríe emocionada y le da a Bella un fuerte abrazo de oso que la hace gemir. Pero también está sonriendo.
—Mamá Sue, te he extrañado —tararea Bella.
La mujer se ríe. —Entonces tal vez deberías visitarnos más a menudo.
—Sí —responde Bella en voz baja—, tal vez debería.
Sue se aleja y ambas mujeres se miran, como si se estuvieran comunicando sin palabras.
Con un suspiro irregular, Bella retrocede. —Sue, este es mi novio, Edward Cullen. Edward, esta es mi mamá Sue.
—¡Hola, Edward! —Sue sonríe amablemente—. Qué bueno conocerte.
—¿Cómo está, señora Swan? —La saludo, estrechando su mano.
—Solamente llámame Sue. —Cuando sonríe, tiene estas arrugas profundas que van desde los ojos hasta las sienes, pero de alguna manera, la hacen parecer más joven e incluso más jovial.
—Y esta es su sobrina, Melody. —Bella rodea a Mel con un brazo protectoramente mientras la presenta, y por alguna razón hace que mi pecho se hinche de orgullo.
Mel le da la mano a la mujer. Aún está un poco retraída esta noche, y ahora me sorprende porque tiene esa sonrisa tímida. No estoy seguro de dónde vino eso, pero entre los cólicos y la timidez repentina, tal vez la mantengan callada y educada.
—Vaya, no estabas bromeando, Izzy. Es una belleza. ¡Bienvenidos chicos! ¡Adelante!
—¿Izzy? —le pregunto a Bella mientras caminamos detrás de Sue. Las mejillas de Bella se sonrojan de esa hermosa manera suya.
—Ella siempre me ha llamado así. —susurra—. Es la única que lo hace.
Mientras caminamos por la casa, me siento un poco más relajado que cuando veníamos de camino. Sue parece una mujer agradable, y su saludo me ha hecho sentir un poco más tranquilo. Bella dijo que su madrastra era muy sencilla y relajada, pero, por otro lado, también dijo que su papá era un hombre justo, y por la forma en que me miró ayer después de que Bella nos presentó, no estoy teniendo esa impresión.
Pero ya veremos. Mantengo la mente abierta... por ella.
La casa es de buen tamaño y está bien mantenida. La entrada conduce a un pasillo corto que se abre a una enorme cocina con gabinetes oscuros y modernos y una puerta que da a lo que parece un gran patio trasero. Pero afuera está oscuro, por lo que es difícil ver qué hay ahí fuera.
—¡Charlie, Izzy está aquí! —Sue llama mientras recorremos la cocina y entramos en una sala familiar con una chimenea de leña y una pantalla plana sobre la repisa. Unos cuantos marcos de fotos están sobre la repisa de la chimenea, y desde aquí, parecen ser en su mayoría de Bella de distintas edades.
—Tu papá está en el sótano jugando con algunas herramientas nuevas.
—Tienes una casa hermosa, Sue —le digo.
—Gracias —dice efusivamente—. A mí también me encanta. La cocina es mi lugar favorito.
—A Sue le gusta cocinar —me informa Bella.
—Sí, ¿no te habías dado cuenta? —Sue se ríe, señalándose a sí misma.
—Te ves hermosa, mamá —le dice Bella.
—Siempre has sido la belleza de la familia, Izzy. —Sus ojos oscuros brillan con un afecto desbordante.
Sue mira a Mel. —Y ahora tenemos otra belleza. ¿Te gusta cocinar, Mel?
—Bella me ha enseñado a cocinar un montón de cosas —dice Mel, todavía con un toque de vergüenza, pero al igual que yo, parece más relajada que junto a la puerta.
Sue aplaude una vez. —¡A mi Izzy le encanta cocinar! Cuando tenía tu edad, solíamos pasar juntas horas y horas en la cocina, probando nuevas recetas para su papá mientras él estaba en el trabajo.
—De ahí surgió mi amor por la cocina —confirma Bella.
—Y ahora ella es incluso mejor cocinera que yo. ¿Ya ha cocinado para ti, Edward? —Sue me pregunta.
—Unas cuantas veces. —Me río entre dientes—. Y sí, es excelente en eso.
—Realmente lo es. Pero ella es buena en muchas cosas.
Me quedo mirando la forma en que esta mujer prácticamente le sonríe a Bella. Es... extraño para mí. Quiero decir, la única madre que he visto sonreírle tanto a su hijo antes fue a Alice con Mel.
Miro a Mel, y ella también mira a Sue, con la cabeza inclinada hacia un lado, y casi apuesto a que también está pensando en su madre.
Nos quedamos ahí y conversamos un poco más durante unos minutos, y realmente estoy pensando que tal vez, solamente tal vez, esta noche no sea tan mala después de todo, cuando se abre una puerta hacia la parte trasera de la cocina, que da al lado. Escucho un par de pasos pesados y luego el Sr. S. (Charlie) entra a la cocina.
Al igual que yo, hoy no tiene ropa de trabajo ni casco, está vestido con pantalones caqui y un polo que estoy segura que Sue debe haber elegido para él porque se ve muy incómodo, tirando de sus pantalones y del cuello de su camisa.
Sus ojos se mueven entre Bella, Mel y yo, y se acerca a nosotros lentamente, su rostro con una expresión en blanco que emulo. No voy a besarle el trasero a este tipo, especialmente cuando sé que quiere a su hija, mi mujer, con otro hijo de puta. Seré respetuoso por ella, por Emmett porque merece ese trabajo, por Mel porque las cosas serán más fáciles para ella si ganamos ese contrato, pero no le besaré el trasero. No creo que pudiera, aunque quisiera.
Él va directamente hacia Bella y le da un abrazo, y murmuran algunos saludos.
Luego me mira.
—Edward.
—Señor S.
Compartimos un incómodo apretón de manos que soltamos rápidamente.
—Papá —dice Bella—, ella es Melody, la sobrinita de Edward de la que te hablé. La llamamos Mel.
Mel saluda al padre de Bella con el mismo toque de timidez con el que saludó a la madrastra de Bella.
—Sobrinita —repite Charlie con un bufido—. Bells, hiciste que pareciera que sería una niña pequeña. Esta de aquí es una joven dama.
Y ahora Mel se está sonrojando. Quiero poner los ojos en blanco, pero me contengo.
—¿Cuántos años tienes, Mel? —pregunta Charlie.
—Trece —Mel responde con orgullo.
—Doce —corrigimos Bella y yo al mismo tiempo.
—Cumpliré trece el mes que viene —aclara Mel—, así que mejor me acostumbro a decirlo o seguiré diciendo doce cuando tenga trece años.
Charlie asiente. —Tienes un buen punto ahí. Doce contra trece. Eso es bastante grande, si mal no recuerdo. Sue, ¿recuerdas lo emocionada que estaba Bells por cumplir trece?
—Claro que sí —responde Sue—. Le compré su primer labial. Lo llevaba a todas partes —dice con una sonrisa.
—Bella me compró un juego completo de lápices labiales. Todos claros porque ella dice que, si uso colores oscuros en mi cara ahora, estaré pálida como un vampiro cuando tenga veinte años.
—Entonces deberías escuchar a mi hija —dice Charlie con una solemnidad ligeramente exagerada—. Mira su piel. Es perfecta. No querrás tener arrugas o tener la piel pálida a una edad tan temprana, ¿verdad?
Mel sacude la cabeza con los ojos muy abiertos.
—Bien. Es un placer conocerte, pequeña —dice Charlie—. ¿O debería decir, jovencita?
Y a pesar del saludo ciertamente frío hacia mí, no puedo evitar estar agradecido por la forma en que Charlie Swan ha tranquilizado a mi sobrina.
Y así comienza la velada.
S & S
Nos quedamos un rato en la cocina mientras Sue y Bella se ponen al día. Bella ayuda a Sue a darle algunos toques finales a la cena, y logran que Mel participe también. Aunque Mel se mantiene cerca de Bella o de mí, parece sentirse mucho más cómoda a medida que pasan los minutos. La observo atentamente porque no estoy seguro de si eso es algo bueno o malo.
Charlie y yo permanecemos en la periferia de toda la acción. Sue y Bella intentan incluirnos en las interacciones, pero es evidente para cualquiera que preste atención que, mientras hablamos con ellas, nos evitamos estrictamente el uno al otro. Él no me dirige una palabra, y yo no le digo nada.
En la mesa, Sue le pregunta a Bella cómo va el tema del baile. Bella cuenta sobre una audición a la que asistió hace unas semanas y que no consiguió, pero menciona que tiene otra el próximo fin de semana para una producción en la Academia de Música de Brooklyn.
—Eso suena prometedor —dice Sue con una sonrisa alentadora—. Antes de que te des cuenta, estarás en el Radio City Music Hall.
Bella sonríe tímidamente mientras sus ojos recorren la mesa, y yo le devuelvo la sonrisa. Ella me contó sobre su sueño de ser una Rockette. Me encanta imaginarla en ese escenario, que solo he visto en televisión, levantando esas piernas tan hermosas y talentosas. No puedo evitar estar de acuerdo con Sue. Bella llegará allí. Tiene que hacerlo. Es demasiado buena para no lograrlo.
—Me gustaría poder ir a las audiciones —dice Mel, interrumpiendo la conversación—. Tal vez yo también pueda ser una Rockette algún día.
—Tal vez puedas —dice Bella con una sonrisa.
—¿Bailas, Mel? —pregunta Sue.
—Ajá —responde Mel, tragando y limpiándose la boca antes de continuar. Estoy agradecido de que alguien, ya sean sus padres o, más probablemente, esos malditos abuelos suyos, le haya enseñado modales en la mesa. Se sienta erguida, sostiene perfectamente los cubiertos y bebe agua en silencio. Estoy empezando a darme cuenta de que no he sido un gran instructor de modales en los últimos meses. Quizá pueda pedirle a Bella que me ayude con eso también.
—Bailo en la Escuela de Danza Baila de la señorita Bella. —Se ríe Mel.
—Ah, ¿así es como se conocieron? —Sue pregunta, sus ojos parpadean con curiosidad entre Bella y yo.
—Sí, así fue —confirmo asintiendo.
—Sí, así es como nos conocimos. —Bella me sonríe, sus ojos oscuros son tan brillantes que hacen que me duela el pecho.
—Mi tío Edward solía recogerme tarde y Bella lo regañó por eso —comparte Mel con una sonrisa.
¿Ves? Se siente demasiado cómoda aquí.
Pero Bella y Sue se ríen junto con ella.
—Parece que hay una historia interesante detrás de eso —dice Sue, levantando una ceja en dirección a Bella y a mí.
—No tienes idea. Recuérdame que te la cuente uno de estos días. —Bella le sonríe juguetonamente a su madrastra antes de girarse para darme un guiño coqueto.
—Sin embargo, funcionó bien, ¿no? —Sonrío torcidamente porque los modales tranquilos de Sue son contagiosos, y cuando Bella se sonroja y mira su plato, Sue se ríe más fuerte.
—¡Edward, estás haciendo sonrojar a mi hija! ¡No es fácil hacerla sonrojar!
—¿No? Porque ella se sonroja por mí todo el tiempo —digo—. Es una de mis cosas favoritas.
En este punto, tanto Sue como Mel comienzan a reírse, mientras Bella me mira con ojos penetrantes, y todos estamos pasando un momento bastante tranquilo.
Y por primera vez en toda la noche, Charlie decide unirse a la conversación.
Me mira sombríamente. —Entonces déjame ver si entendí esto: ¿solías recoger a Mel tarde del estudio de baile de mi hija sin avisarle a mi hija?
De repente todo queda en silencio alrededor de la mesa.