ID de la obra: 554

Spin & Sway

Het
NC-17
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 583 páginas, 214.110 palabras, 49 capítulos
Descripción:
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No te olvides de la tarta de nueces Bella

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Nota de la traductora: En esta traducción, se ha respetado el uso de palabras y expresiones en español que aparecían en el texto original en inglés. Estas palabras forman parte de la identidad cultural de los personajes y contribuyen a enriquecer la narrativa. Dado que Bella y Angie son de ascendencia latina, suelen incluir palabras en español en sus frases. Estas palabras estarán en cursiva. Por favor, tenlo en cuenta al encontrarlas.   Capítulo 33: No te olvides de la tarta de nueces Bella . Aunque esta noche solo seremos los tres, he preparado un enorme pavo de casi diez kilos porque me encantan las sobras de Acción de gracias, ¡así que estoy cocinando suficiente para que dure toda la semana! Ahora mismo estoy haciendo la ensalada de papa, y levanté a Mel bien temprano para que me ayudara. No estaba segura de cómo se sentiría esta mañana, siendo su primer Acción de gracias sin sus padres. Pero mientras desmorona el pan de maíz en pequeños trozos, sonríe y me cuenta que a su mamá también le encantaba cocinar para Acción de gracias. Me reconforta ver lo mucho más fácil que le resulta hablar de sus padres últimamente. A veces, su dulce voz aún baja a un susurro cuando los menciona, y toma esas grandes respiraciones, como si estuviera juntando valor, pero ahí está esa sonrisa. Así que mezclo un par de cucharadas de mayonesa en las papas cocidas y luego agrego las cebollas rojas y los pimientos picados, junto con montones de cilantro. Mientras tanto, Mel me cuenta sobre las cenas que solían preparar su mamá y su tía Rose, todo mientras mide seis tazas de arroz en el colador y las enjuaga para que podamos agregarlas a la gran olla de gandules y sofrito. Los pasteles que me dio la mamá de Angie están en el congelador, y los pondré a cocinar tan pronto como volvamos a casa, y solo de pensar en su aroma en la cocina... Se me hace agua la boca. —¿Cuál era el platillo favorito de tu mamá para preparar? —¡Tarta de nueces con chocolate! —grita Mel rápidamente. —¡Tarta de nueces con chocolate! ¡Ay, qué rico suena! —gimo. —¡Bella, ojalá hubieras probado la tarta de nueces con chocolate de mi mamá! ¡Era brutal! —Me lo imagino. —Me acerco a ella y la ayudo a agregar cuidadosamente el arroz a la mezcla hirviendo de gandules y sofrito—. Quiero decir, ¡chocolate en una tarta de nueces! ¡Eso es genial! ¡Apuesto a que estaba brutalmente bueno! Se ríe suavemente y suelta algunos grandes suspiros. —Lo estaba. Envuelvo un brazo alrededor de sus hombros, y ella apoya su cabeza en el hueco de mi cuello. —El tío Edward les habla cuando vamos al cementerio, pero yo... —Niega con la cabeza, levantando sus claros ojos azules hacia el techo—. Me duele ir allí. Quiero hacerlo, pero... yo... —su voz se apaga. Tomando una respiración profunda, la giro para que me mire. —Mellita, escúchame. Si tu tío se siente cómodo hablándoles en el cementerio, eso no significa que esa sea la forma en la que tú tienes que hacerlo. —Pero se enoja cuando no quiero ir. Tengo que pensar en cómo decir esto con cuidado porque Edward y yo hemos hablado al respecto. —Creo... creo que lo que le molesta no es que no vayas al cementerio; más bien, es que ya no... te comuniques con ellos. —Pero están muertos, y... duele fingir que no lo están —dice con lágrimas en los ojos, y la abrazo completamente—. Quiero hablarles, pero no sé cómo... ni dónde. —Sus lágrimas empapan mi hombro. —Mel... Nunca he tenido una pérdida como la tuya, pero ¿quieres saber lo que creo... lo que realmente creo? —Sí —dice ansiosa. La separo un poco para poder ver su bonito rostro, húmedo de lágrimas y con la nariz moqueando. —Creo que cuando perdemos personas en este mundo, en este nivel, ellas siguen aquí, pero en un nivel diferente. Aunque ya no podamos verlas o escucharlas, se comunican con nosotros de diferentes maneras: a través de un sol radiante, de la sonrisa de un amigo... del amor de un tío. Y realmente creo que cuando estés lista, te escucharán sin importar dónde estés... cuando estés lista. ¿Tiene sentido? Asiente lentamente. Volvemos a nuestras preparaciones, y eventualmente vuelve a ser habladora. Esa es la gran ventaja de tener casi trece años: el mundo es una gran distracción. Vemos el desfile de Macy's en la pequeña televisión de la cocina mientras terminamos de preparar nuestro banquete para tres. Gritamos emocionadas con los artistas, hacemos ooh y aah con las carrozas, todo mientras agradecemos a Dios por no estar allá afuera congelándonos el trasero, sino aquí adentro, cálidas y juntas. Mientras tanto, pienso en Edward... siempre en mi mente. Pero estamos oliendo toda esta delicia y muriendo de ganas por la cena de esta noche. El chorizo que estoy sofriendo para el relleno llena la cocina con un aroma tan sabroso que se me hace agua la boca. —Muy bien, creo que tenemos suficiente arroz y relleno para llevar un poco a casa de tu tía y para picar desde ahora hasta tu cumpleaños —bromeo mientras esponjo el relleno ya listo. —¿Por qué tenemos que ir a casa de la tía Rose tan temprano? —se queja Mel. Está sentada en el mesón, probando las batatas dulces con cobertura de streusel—. ¿No podemos esperar a que el tío Edward llegue a casa y los tres ir juntos? —No estoy segura de a qué hora Edward estará en casa —digo, sintiendo el pecho pesado porque lo extraño, y la verdad es que estoy preocupada y solo quiero que esté aquí con nosotras. Y extraño a mis padres, pero aún estoy enojada con mi papá por la forma en que trató a Edward cuando fuimos a cenar. Y no he sabido nada de Ben todavía. Y este es el primer Día de Acción de Gracias de Mel sin sus padres, y quiero que sea lo más libre de estrés posible. —Iremos temprano —digo con entusiasmo—, y tendremos un bonito brunch de Acción de Gracias con tu tía, su esposo y tus primos, y tu tío se unirá a nosotras en cuanto pueda. S & S La hermana de Edward ha estado llorando. Evita mi mirada, manteniendo la cabeza baja mientras trabaja, pero sus bonitos ojos azules están enrojecidos, y su rímel está corrido, lo cual es una pena porque, aparte de eso, se ve muy hermosa hoy. Lleva un vestido ceñido marrón que favorece maravillosamente su figura. Quiero decir, ha tenido tres hijos y tiene esa figura... ¡guau! Ojalá me vea así de bien cuando haya tenido uno o tres niños. Y luego pienso en Edward e imagino cómo se vería sosteniendo a un bebé, nuestro bebé. Y parpadeo rápidamente porque estoy en la cocina con Rosalie, ayudándola a preparar la comida, y sé que está molesta, así que no puedo perderme en pensamientos de Edward y bebés de ojos verdes en este momento. Así que estoy sirviendo las judías verdes en una cazuela mientras ella corta el pavo, quejándose de lo seco que se ve y de que lo cocinó de más porque los niños la estaban volviendo loca. Mel espolvorea un poco de canela en el ponche navideño de huevo mientras el pequeño Seth corre alrededor de nosotras en círculos con esa pistola Nerf con la que Mel ha amenazado tres veces con meter en el trasero del pavo. —¡Maldición! —grita Rose. Dejo de servir las judías verdes y me doy la vuelta. Está sosteniendo su dedo índice sangrante. —¿Tienes curitas por aquí? —En ese cajón de allá. —Señala de mal humor, con la voz temblando como si estuviera a punto de llorar, solo que no creo que tenga nada que ver con el pequeño corte en su dedo. Saco una curita del cajón mientras Seth dispara a la pierna de su madre. —Tía Rose, ¿por qué no le pides al tío Royce que corte el pavo? Papá siempre lo hacía —dice Mel en voz baja—. ¿Recuerdas? Solía decir que era un trabajo de hombres. —Royce no está aquí. ¡Seth, basta! —grita cuando él le dispara en el brazo. Las lágrimas comienzan a formarse en las comisuras de sus ojos. Uy. —Mel, cariño —digo mientras envuelvo la curita firmemente alrededor del dedo sangrante de Rose—, ¿por qué no llevas a Seth a la sala y mira si quieren ver esa película de The Grinch que trajimos? —Está bien, sí —Mel asiente, como si supiera que su tía está a punto de perder el control. Una vez que Mel y Seth se van, las lágrimas de Rose comienzan a caer sin parar mientras ambas miramos la curita envuelta en su dedo. —Sé que no nos conocemos muy bien, pero si quieres hablar... Apoya su cabeza en mi hombro y empieza a sollozar, y maldita sea... demonios, maldición. Envuelvo mis brazos alrededor de ella, y realmente se desahoga, y no tengo idea de qué decir, así que no digo nada. Solo la sostengo aquí, y la dejo llorar en mi hombro, el mismo hombro en el que Mel lloró antes, durante los siguientes diez minutos. Luego me siento culpable porque me puse esta blusa para Edward y todo en lo que puedo pensar es en cómo ahora está llena de lágrimas y mocos, y tendré que cambiarme tan pronto como llegue a casa. Es una blusa suelta, de color crema, translúcida, con un tank top de encaje color piel debajo, y va preciosa con los leggings marrones y las botas de cuero color burdeos hasta el muslo que llevo puestas. Me encantaba este atuendo. —Él me está engañando. Ah, mierda. Levanta la cabeza, y sus ojos, llenos de tanto dolor y traición, se encuentran con los míos. —¿Estás segura? Asiente, con lágrimas silenciosas aún corriendo por su rostro. —Llegó tarde anoche, como siempre —suelta una risa amarga—, oliendo a sexo y perfume barato. Lo negó, pero... quiero decir, ni siquiera se molesta en limpiarse —su voz se quiebra—. Discutimos, y juró que nunca más, pero siempre lo jura... y luego, esta mañana, se fue, ¡y es Acción de Gracias! —sisea—. Los niños... si lo atropellara un autobús, probablemente ni se darían cuenta. ¿Sabes lo triste que es eso? Le acaricio el cabello todo el tiempo. Es largo y suave, pero tiene las puntas abiertas. Necesita un buen corte, pero con tres niños y un esposo que siempre anda por ahí revolcándose con otras, ¿cuándo encuentras tiempo? —De todas formas, me lo merezco. —No digas eso. —Sacudo la cabeza con fuerza—. Nadie merece ser tratado así. —¡He permitido que se salga con la suya durante años! ¡Aunque lo odio! ¡Aunque me mata por dentro! ¡Por supuesto que me lo merezco! Me muerdo el labio, incómoda. Ahora llora lágrimas de rabia. —Todos me lo advirtieron. Jasper me lo advirtió, Alice me lo advirtió, incluso Edward me lo advirtió. Pero, ¿qué demonios sabían ellos, verdad? Especialmente Edward... bebía tanto que ni siquiera recordaba a quién se había fo... Se detiene, pero ya lo ha soltado, y tengo que hacer un esfuerzo para no arrancarle cada una de esas puntas abiertas de raíz. »Lo siento. No respondo porque no confío en mí misma para no maldecirla. »Quiero decir, he intentado por el bien de los niños, pero ¡es Acción de Gracias! —repite, bajando la cabeza y negando de un lado a otro—. Debería haberlos escuchado, pero todo lo que veía era una escapatoria. —Se ríe con amargura—. Y ahora estoy más atrapada que nunca. Mi mente divaga de nuevo... y me veo en sus zapatos... y... a Eli en el lugar de su esposo... y me estremezco internamente al pensar que podría haber terminado así: atada al hombre equivocado, dejando que la vida pase mientras me quejo y lloro para ocultar lo insignificante que me siento. —No estás atrapada —insisto, con el corazón latiendo inquieto, aunque todo el tiempo me repito que su situación es diferente. Lo es. Mi vínculo con Eli es un estudio de danza; su vínculo son tres niños. —Tres niños, Bella. —Sonríe con tristeza, como si hubiera leído mi mente—. Son mi vida. No puedo... —Suspira—. Jasper, Edward y yo crecimos sin un padre, y… no quiero hacerles eso a ellos. —Lo siento —digo con cuidado—, pero por lo que he visto, ya están creciendo sin un padre. Hace una mueca y baja la cabeza. —Soy una idiota. —Mira, solo necesitas... respirar, Rose. El idiota aquí es él, no tú. Dijiste que lo has intentado, y él también debería haberlo intentado, por el bien de los niños, como acabas de decir. ¿Edward sabe algo de esto? Niega con la cabeza. —No he querido decírselo por... ya sabes... sus... problemas. —Suelta un pequeño bufido desdeñoso. Esta vez, me contengo para no darle una patada en la entrepierna. »Él muestra su mejor cara contigo, pero ese hermano mío tiene muy mal genio, Bella, y es peor cuando ha estado bebiendo. —Ya no bebe —respondo a la defensiva—. Y no está fingiendo. Sí, tiene un temperamento fuerte, pero es tu hermano y, al parecer, el único verdadero hombre en tu vida, y se preocupa por ti y por los niños. —Los hombres son unos imbéciles —vuelve a llorar. Suspiro. —Sí, algunos hombres son unos imbéciles —acepto—. Yo también he conocido a un par de joyitas. Pero no todos son así. Definitivamente tu hermano no lo es. Es fuerte, leal, amable y cariñoso, y si le das la oportunidad, estará aquí para ti... y para los niños. Me mira entonces, sus labios temblorosos. —No quiero darle a Edward más problemas de los que puede manejar. Con una pequeña risa, tomo su mano entre las mías. —Justo ayer, alguien me dijo que el mundo no deja de girar sin importar lo que pase. Todos tenemos que... ayudarnos unos a otros. Permanece en silencio durante un rato. —Sé que soy dura con él, pero tú no estuviste allí, Bella. Es... difícil verlo como un hombre diferente ahora. Es difícil verlo como... alguien responsable, capaz de cuidar de Mel. —Por muy difícil que sea para ti —le digo con firmeza—, tienes que hacerlo. Jasper y Alice vieron lo bueno en él; por eso le dejaron a Mel. Tienes que aceptarlo, Rose. Y, sinceramente, no quiero que hables mal de él nunca más; ni delante de mí y, definitivamente, no delante de Mel. No quiero escuchar sobre el Edward del pasado. Este Edward es el único que conozco, y es el único por el que me guiaré. De repente, su expresión se suaviza. —Edward tiene suerte de tenerte. —Yo tengo suerte de tenerlo a él. Una pequeña sonrisa se forma en sus labios. —Mira quién lo dice, ¿verdad? ¿Qué sé yo sobre elegir bien? Ni siquiera puedo elegir a uno que pase las malditas fiestas con sus propios hijos. Tomo aire profundamente y suspiro. —Todas cometemos errores al elegir, Rose. Mira... ¿por qué no vienes a casa con Mel y conmigo? Hice un pavo enorme con muchas guarniciones. Deja ese pavo reseco aquí para que ese imbécil se atragante con él cuando aparezca. Se ríe a pesar de las lágrimas que aún brillan en sus ojos, y yo le devuelvo la sonrisa. —Puedes relajarte y despejar tu mente un rato. —No quiero ser una carga. Sé que Edward estaba deseando pasar la tarde solo contigo y Mel. —Rose... eres la hermana de Edward. Eres la tía de Mel. Eres familia. No eres una carga. —¿Estás segura? Envuelvo un brazo alrededor de sus hombros y la guío fuera de la cocina. —Sí. Claro que estoy segura. S & S Así que con Rose y sus hijos siguiéndonos en su minivan, Mel y yo manejamos de regreso a Brooklyn sin haber tenido nuestro brunch de Acción de Gracias. —El tío Royce siempre ha sido un pendejo —dice Mel de la nada. —Primero, el lenguaje. Segundo, ¿cómo sabes lo que pasó? —Rachel me lo dijo. —Se encoge de hombros—. Dijo que su mamá y su papá estuvieron peleando peor que de costumbre anoche, y que su papá se fue esta mañana, y que espera que nunca vuelva. ¿Yo sabía tanto cuando era niña? Me parte un poco el corazón que ellas sí lo sepan. —Bueno —suspiro—, no le digas nada al tío Edward. Eso es algo que tu tía Rose le dirá cuando esté lista. —Está bien. —Sonríe, encogiéndose de hombros de nuevo—, pero es un pendejo. Mi celular vibra y, como estoy manejando, le pido a Mel que revise el mensaje. —¡Eww! ¡Qué asco! ¡El tío Ed te está mandando mensajes subidos de tono! Casi estrello la camioneta de Edward contra la barrera divisoria. —No, no es cierto. No es cierto. Ella lee el mensaje de texto en voz alta. —¡Solo tiene hambre! —señalo. —¡Hambre de ti! —¡Mel! —¡Está bien, está bien! S & S Edward está innegablemente sorprendido de que su hermana y su prole hayan regresado a casa con nosotros, pero, aunque no está molesto, definitivamente hay algo... mal en él. Está callado, aunque no necesariamente melancólico. Me pone nerviosa saber qué diablos pudo haber pasado esta mañana en esa reunión. Aun así, él está sonriendo, y está aquí, y ahora tenemos la casa llena, así que no podemos entrar en eso en este momento. Edward está preparando la mesa con sillas plegables adicionales que tenía en el pequeño desván del segundo piso, y yo estoy poniendo esos pasteles en una olla con agua hirviendo. Y los hijos de Rose corren mientras ella y Mel los persiguen. Parece que hay treinta personas más aquí en lugar de cuatro más, pero todo está bien. Mientras agrego sal a la olla, Edward se acerca detrás de mí y envuelve sus fuertes brazos alrededor de mis caderas. Su cálido aliento baña mi nuca y puedo sentir cada línea de su duro cuerpo detrás de mí, contra mí, y se siente tan bien. —Cariño, te ves tan jodidamente sexy con esa ropa. —Respira en mi oído, chupando suavemente el lóbulo de mi oreja antes de apoyar su barbilla en mi hombro—. Siempre te ves sexy. No puedo esperar para quitártela —Te estás contradiciendo. —Me río suavemente—. ¿No acabas de decir que te gustaba mi atuendo? —Sí. Pero me gusta más tu piel desnuda. —Sus manos se deslizan debajo de mi blusa y sus manos ásperas acarician mis senos, haciendo que mi respiración se corte. —Edward... —gimo, revolviendo el agua en la olla mientras mi corazón se acelera—, hay gente... —Están en la otra habitación... no pueden vernos. —Muerde mi cuello suavemente mientras una mano baja por mi cuerpo, acariciando mis muslos—. Qué caliente —sisea, con las manos ocupadas masajeándome. Me arqueo hacia él instintivamente, sintiendo su erección contra mi trasero. —Edward... —Me río entre dientes, tratando de evitar que mis piernas se doblen—. Ahora no… tenemos todo el fin de semana… además, tengo una colección de lágrimas y mocos justo donde apoyas tu barbilla. Él retrocede de inmediato y me doy la vuelta, sonriendo mientras él lo asimila. —¿Quién estuvo llorando? ¿Mel? Cuando asiento, frunce el ceño y se pasa una mano por el pelo. —No te preocupes, ya está bien. Asiente. —¿Quién más estuvo llorando en tu hombro, la pequeña Leah? Sacudo la cabeza. »¿Seth? Sacudiendo la cabeza de nuevo, sostengo su mirada. Le toma un par de segundos, pero luego su boca se curva en una mueca de enojo. —¿Qué diablos hizo ese gran pendejo ahora? —No me corresponde a mí decirlo. Cuando esté lista, hablará contigo al respecto. Suspira. »Entonces, ¿a quién invitaste? —pregunto cambiando de tema. —Uh… —Nuevamente su mano cepilla su cabello—. La familia de Emmett está lejos, y él iba a pasar la noche solo así que… —Me alegra que lo hayas invitado. —Sonrío—. Tenemos comida más que suficiente. —No has visto comer a Em. —Aunque se ríe, sus ojos todavía están nublados, así que envuelvo mis brazos alrededor de su cintura y lo miro. —Dime qué pasó hoy. Aparta sus ojos de mí y ahora realmente estoy empezando a preocuparme. —Hablaremos de eso más tarde. —Edward… —Maldito Royce —sisea—. ¿Sabes cuántas veces le he dicho que simplemente lo deje? Ahora es él quien cambia de tema. —No es tan fácil. Tiene tres hijos —respondo, aunque sé lo que está haciendo. —Si lo tuviera frente a mí ahora mismo… —Eso probablemente no ayudaría a mejorar la situación, Edward. —Lo sé, lo sé —murmura. Sus manos agarran mis caderas con fuerza aunque sus ojos todavía están fijos en algo más allá de mí—. Solamente voy a agregar otro nombre a mi lista negra... Cierro los ojos y expulso una larga bocanada de aire por la nariz. Cuando los vuelvo a abrir, sus ojos están puestos de nuevo en mí, mirándome con arrepentimiento. —¿Qué pasó hoy? —intento de nuevo. Su dedo rodea mis labios, dando vueltas y vueltas. —Nadie está en la cárcel. —Sonríe levemente y yo gimo. Él se ríe y me atrae hacia él, envolviéndome en sus fuertes brazos, y aunque quiero saberlo, al mismo tiempo, no lo hago. Él está aquí. Estamos juntos. Levanto la mano y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello, sosteniéndome con todas mis fuerzas. —Te amo. —Sé que lo haces. Y sabes lo que siento por ti. —Oh, ahora eres vago. —Lo miro y me pongo de puntillas, susurrando cerca de su oído—. Pero cuando estás dentro de mí, los te amo vuelan por todos lados. Es su turno de gemir. Agarra mi trasero y aprieta cada nalga con fuerza dentro de sus palmas. —Estás tratando de matarme con toda esta gente aquí, sabiendo que no puedo llevarte a esa cama ahora mismo… —Sonríe con malicia—, o a ese baño… o en esta encimera… necesitamos paredes. —Definitivamente son necesarias. Él se ríe y me besa, su cálida lengua deslizándose dentro de mi boca, y me olvido por completo de todos los demás aquí arriba, mis manos agarran esos músculos duros, sintiendo sus manos acariciar mi trasero suavemente. —Esta noche ayudaré tanto como pueda —dice cuando nos separamos—, especialmente porque la mayoría de los invitados adicionales son mi gente. Además, no quiero que estés demasiado cansada antes de este fin de semana… Las mariposas en mi vientre bailan de emoción, aunque sé que tenemos más de qué hablar, pero lo dejaremos para más tarde. Me está distrayendo y lo dejaré... por ahora. S & S Edward se ofrece a vigilar a los hijos de Rose mientras ella nos ayuda a Mel y a mí a servir la comida en la mesa. Al principio, puedo decir que le preocupa que Edward cuide a sus hijos. Me cabrea hasta que algo me golpea: Rose no está acostumbrada a que un hombre la ayude con los niños, esa podría ser parte de la razón por la que le hace pasar un momento tan difícil a Edward con Mel. Pero a medida que preparamos un plato tras otro, Rose comienza a relajarse. Sonríe mientras observa a sus tres hijos pelearse con su tío. Suena el timbre mientras estoy pelando las hojas de plátano de los pasteles. —Yo me encargo, nena —grita Edward, y unos segundos después escucho una risa áspera y cordial que debe ser del jefe y amigo de Edward, Emmett. —No sabía que esperabas más compañía —menciona Rose mientras sirve el arroz con una cuchara en un tazón para llevarlo a la mesa. —Sí, Edward invitó a su amigo, Emmett. La cuchara choca contra el cuenco. —Oh. —¿Conoces a Emmett? —Sí. Sí, conozco a Emmett desde hace tiempo. Edward lleva a Emmett a la cocina y de inmediato puedo ver por qué él y Edward son buenos amigos. Tiene una amplia y contagiosa sonrisa en su rostro, este tipo enorme y musculoso que es incluso más grande que Edward. Es guapo, supongo, aunque nadie es tan atractivo como mi hombre. Y cuando Edward nos presenta, debo admitir que, a diferencia de Edward, es amigable desde el principio. Tengo la sensación de que lo veremos mucho más por aquí. Cuando el timbre vuelve a sonar, Edward me mira. —Uh... hay un par más... Frunzo el ceño mientras él camina hacia la puerta… y mis ojos se abren cuando aparece Sue, seguida por Edward… y mi papá detrás de él. Trago el nudo en mi garganta mientras corro hacia ellos. —¿Qué… cómo…? —trato de preguntar mientras Sue me abraza con fuerza. —Edward habló con tu papá —susurra—. Hay cosas… pero eso lo dejaremos para después… Asiento con vehemencia. Sí, ya sé que hay cosas, y sí, las dejaremos para después. Cuando Sue me suelta, mi papá me mira con recelo, pero tan pronto como estoy lo suficientemente cerca, extiende la mano y me envuelve en sus brazos. Cierro los ojos y él suspira. —¿Esto está bien? —pregunta vacilante. —Más que bien. Estoy muy feliz de que estén aquí. Abro los ojos y Edward está parado a un par de metros de distancia, mirándome con una suave sonrisa. S & S Estamos todos reunidos alrededor de la mesa abarrotada al máximo. Las sillas están prácticamente una encima de otra y los platos están tan juntos que parece una larga fila de buffet. Edward y yo volvemos a la cocina para disfrutar de la gloria suprema, el pavo, cuando el timbre suena una vez más. —No me mires —dice Edward esta vez. Frunciendo el ceño, ambos nos apresuramos hacia la puerta. Cuando la abro, Angie entra con jeans negros y tacones rojos de quince centímetros que combinan con el color de sus labios... ah, y una botella de Bacardi bajo un brazo, dos six-packs en una mano y una bolsa de supermercado en la otra. —Pues resulta que Titi María le dijo a Titi Sylvia que Tío Samuel intentó agarrarle el trasero en la cena de Acción de Gracias de 1964. Así que, por supuesto, Tío Tomás tuvo que defender el honor de su viejita de setenta años. ¡Deberías haber visto esos puños arrugados volando! —Se ríe—. Quiero decir, ¡fue hace cincuenta malditos años, y han tenido una docena de hijos entre los cuatro desde entonces! Y luego las viejitas se fueron a los golpes, y me duele la maldita cabeza de tanto grito, así que me robé el Bacardi de la abuela y la cerveza de mi cuñada, ¡y aquí estoy! Parpadeo mirándola, pero todo lo que veo es esa botella de Bacardi y las latas de cerveza. Cuando miro a Edward, sus ojos también están fijos en ellas. —¿Qué? —Angie frunce el ceño, mirando de mí a Edward y de vuelta—. Te juro que no voy a comer mucho, y lavaré mis propios platos. ¡Lavaré todos los platos! Solo no me hagas volver con esos locos. Edward toma a Angie del codo y la gira de nuevo hacia la puerta. Los sigo al pasillo, mi corazón latiendo con fuerza. —¿Qué demonios? ¿De verdad me estás echando? ¡Bellita, deténlo! —¡Edward! Edward toma el Bacardi y las cervezas de las manos de Angie. Camina hacia el ducto de basura a unos metros, lo abre, deposita todo dentro y lo cierra con fuerza. Angie le lanza una sonrisa burlona. —Ese no era cualquier ron, Papi. Era Bacardi Premium. La reserva especial de mi abuela. Él sonríe mientras regresa hacia nosotras y apoya las manos en los hombros de Angie. —No estaba intentando echarte, loca. Soy alcohólico. Estoy en mi primer año de sobriedad, y aún me cuesta un poco estar cerca de esa mierda. —¡Ay, hombre, no tenía idea! —Angie se gira hacia mí acusadoramente—. Bellita, ¿por qué demonios no me dijiste? —me pregunta, empujándome. —No me correspondía a mí decírtelo —respondo, devolviéndole el empujón. —Ay, papichulo, no te preocupes. —Hace un gesto con su mano vacía—. Finge que no viste eso. —Luego levanta la bolsa de supermercado en su otra mano—. Ahora, aquí tengo todos los ingredientes para hacer el famoso Coquito puertorriqueño de la bisabuela Sarita. Es una receta que ha pasado de generación en generación. Claro, el ingrediente estrella acaba de bajar por el ducto de basura —reflexiona—, pero ¡al diablo, reinventaremos la receta! Esta noche vamos a hacer el mejor maldito Coquito virgen fuera de la isla, aunque la abuela Sarita se revuelque en su tumba. —Se encoge de hombros y luego planta un beso en la mejilla de Edward antes de volver a entrar, moviendo las caderas y bailando al ritmo de una música que solo ella puede escuchar. Edward y yo nos quedamos ahí, mirándonos. —¡Mel, princesa! ¿Qué estás cocinando, cariño? ¡Sue! ¡Charlie! ¡Qué gusto verlos! ¿Y quiénes son todas estas personas? Soy Angie, la mejor amiga de Bella. Estallamos en carcajadas. S & S Hemos reservado un lugar en el centro de la mesa para el pavo. Edward lo trae desde la cocina y lo coloca en su lugar de honor. Todos lo miramos con reverencia, con su piel dorada y crujiente, y el aroma que desprende... increíble, si me permito decirlo. Luego, él se aparta, y supongo que todos instintivamente estamos dejando que la edad dicte el rango. Todos miran a mi papá. Se acerca al pavo, toma el cuchillo de trinchar y lo levanta sobre el ave. Con la respiración contenida y las bocas salivando, todos esperamos la primera rebanada. Pero entonces Charlie levanta la vista, y sus ojos encuentran de inmediato a Edward, que está sentado a mi lado en estas sillas apretadas en esta cena de Acción de Gracias que se suponía era para tres, pero que ahora reúne a todas las personas que más amo en el mundo. —Esta es tu cena y la de mi hija. Tú deberías trinchar. Edward lo mira y traga saliva. No se mueve, y por unos segundos, creo que lo va a ignorar. Pero luego, con una respiración profunda y sus ojos fijos en el pavo, Edward se levanta, camina hasta el lado de Charlie y toma el cuchillo de sus manos. Luego, en silencio, comienza a cortar. Y así, nos servimos pavo y estofado, arroz y papas, las judías verdes que trajo Rose y el pan fresco que horneó Sue. Las tartas de nueces que trajo Emmett esperan en el refrigerador. Cuando Em llegó con ellas, Rose recordó que Alice una vez le dio una receta para tarta de nueces con chocolate. Le prometió a Mel que la harán juntas. Emmett dijo que le encantaría probarla porque, al igual que Mel, le encanta la tarta de nueces. Y también tenemos Coquito virgen. Y miro alrededor de esta mesa abarrotada de personas que hablan y ríen, y Edward, que ha vuelto a mi lado, me aprieta el muslo bajo la mesa. Tenemos asuntos que debemos discutir, pero todos tenemos asuntos, todos aquí en esta mesa. Sin embargo, estamos juntos esta noche, y tengo la sensación de que estamos comenzando nuevas tradiciones. —Debemos dar las gracias —nos recuerda Sue antes de que alguien pueda empezar a comer. —Yo trincho el pavo, pero no soy bueno con los discursos. —Sonríe Edward. —¿Puedo decirlo yo? —pregunta Mel tímidamente. —Por supuesto. —Sonrío. Ella toma una respiración profunda, sus ojos azules, muy azules, fijos en los míos y luego inclina la cabeza. —Gracias... por todo. Porque el Tío Edward encontrara a Bella, por mi tía Rose y mis primos, e incluso por Seth, a quien voy a matar si me dispara con esa pistola una vez más. Gracias por ayudar a Emmett a recordar la tarta de nueces, y por Angie, que siempre me hace reír. —¡Parapam! —dice Angie con seriedad. —Gracias por los papás de Bella —continúa Mel—, que son muy geniales para su edad y... gracias... por mi mamá y mi papá. —Su dulce voz tiembla, pero se mantiene fuerte—. Gracias por dármelos a ellos, incluso si solo fue por unos años. Fueron los mejores padres del mundo. Yo... los amo, mamá y papá. Y los extraño, pero estaré bien. El tío Ed... y Bella... me cuidan y... estaré bien. Feliz día de Acción de Gracias, mami y papi. —Levanta la vista, sus ojos brillan con lágrimas contenidas, pero una sonrisa pacífica ilumina su hermoso rostro. —Feliz Acción de Gracias a todos. Nota de la autora: Si alguien está interesado en un poco de historia sobre el menú de Acción de Gracias de Latinella, aquí está: Sofrito es una base latina que se utiliza para sazonar casi todo, desde carnes hasta arroces y frijoles. Mojo es una salsa que se usa tanto como aderezo para mojar como para sazonar muchos platos, como carnes y pescados. Consiste en ajo, jugo de naranja fresca, jugo de lima, aceite de oliva y condimentos. Arroz con gandules es arroz amarillo mezclado con gandules. Se le pueden añadir aceitunas, chorizo o jamón o cerdo, pimientos, aceitunas y otras cosas que probablemente estoy olvidando. Chorizo es un embutido al estilo español con un toque picante. Coquito es la versión puertorriqueña del eggnog, hecho con huevos, canela fresca y en rama, leche evaporada, leche condensada y crema de coco. Y aunque es realmente bueno por sí solo, tal como lo terminó haciendo Angie, con ron es absolutamente celestial. Pasteles son un clásico puertorriqueño en cualquier mesa festiva. Son un poco como los tamales mexicanos. Se hacen con vegetales de raíz y tubérculos, que deben pelarse, cocinarse, machacarse y mezclarse con un montón de otros ingredientes. Son muy laboriosos de hacer; generalmente es un proyecto de todo el día entre un equipo de mujeres. Así que las mentes más emprendedoras hacen grandes lotes durante las fiestas y luego los venden por docena a aquellos de nosotros que no tenemos el tiempo o la paciencia. :) Y ahora tengo hambre de Acción de Gracias, jajaja. :)
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