Cómo se cierra un trato
22 de octubre de 2025, 10:37
Capítulo 36: Cómo se cierra un trato
Edward
.
—¿Qué me case contigo?
Parece sorprendida. No sé… tal vez hasta horrorizada.
Por unos segundos, todo lo que puedo pensar es que la cagué. La jodí completamente porque era lo que más deseaba. Ella nos quería a Mel y a mí, a los dos, para siempre, y fui y lo arruiné, fui demasiado lejos. Así que, durante los siguientes segundos, realmente considero retractarme, tomar mis palabras y mi propuesta de regreso.
Pero luego… no. No puedo.
No quiero.
Porque esto no se trata solo de nosotros. Si se tratara solo de nosotros, tal vez podría echarme atrás y aceptar simplemente vivir juntos. No soy precisamente un tipo chapado a la antigua, Dios sabe que no. Mis padres estaban casados, sí, pero los votos que hicieron aparentemente no significaron una mierda para ninguno de los dos. Que se joda eso de estar juntos en lo bueno y en lo malo, en la riqueza y en la pobreza.
Pero… una vez tuve la suerte de presenciar algo mucho mejor que eso, algo real: el amor de mi hermano y Alice.
No, su relación no avanzó de manera tradicional ni lineal. El sexo estuvo ahí desde el principio. Pero cuando Jasper me sentó aquel día, hace tantos años, y me dijo que iba a hacer lo correcto por ellos, que él y Alice iban a construir una vida juntos, no hablaba solo de vivir juntos. Hablaba de todo, de lo completo. Encontraron un apartamento, se mudaron, se casaron y tuvieron un bebé.
No soy tan ingenuo como para pensar que vivieron un cuento de hadas, al menos no el tipo de cuento infantil. No tenían mucho, no tenían a nadie a quien recurrir ni quien les echara una mano, ni siquiera sus malditos padres. Probablemente pasaron tiempos más difíciles de los que siquiera sé. Pero creo…
No. Sé que, a su manera, a pesar de lo jodido que terminó todo para ellos, cuando se miraban, cuando reían… lo vi ahí: la devoción, la determinación. Estaban en esto de por vida, en lo bueno y en lo malo. Y tal vez, en otra dimensión, lograron su final feliz como esposo y esposa.
Esposo.
Esposa.
Y Mel.
Mi sobrina. Mi responsabilidad ahora. Mi… hija.
Ahora es mi turno de hacer lo correcto por ella… por ella y por Bella.
Así que lo que quiero enseñarle a Mel no es que un estúpido pedazo de papel signifique algo o que pueda retener a alguien que no quiere ser retenido. Lo que quiero que entienda es que cuando amas, de verdad amas, vas por el oro, por el platino, por el premio mayor. No te conformas. No pruebas el terreno. Cuando amas, realmente amas, no te das una salida, un «probemos primero», un periodo de prueba. Te lanzas de lleno y marcas tu territorio de manera permanente. Pones todas tus fichas en la mesa. Tratas ese amor con la dignidad, el cuidado y el maldito respeto que merece, en lo bueno y en lo malo, sin importar si eres rico o pobre. En la salud y en la enfermedad, hasta que solo la jodida muerte los separe. Eso es lo que quiero decir.
Mi convicción crece con cada segundo, lo que hace que mis palabras suenen más como una orden que como una petición.
—Sí, Bella. Cásate conmigo.
Se ve completamente desconcertada.
—Edward… —balbucea. Coloco mi mano sobre su pecho agitado y, efectivamente, su corazón parece a punto de salirse de ahí.
Le sujeto los hombros.
—Escúchame, te amo —digo rápidamente— y sé que no soy ningún premio…
—Edward, basta.
—No. Déjame decir esto. Tengo esta enfermedad que siempre será parte de mí, y afectará todo, incluso la forma en que podrías celebrar tu propia boda. —Hago una mueca, pasándome una mano temblorosa por el cabello y tomando una respiración desigual—. Me gusta pensar que estoy mejorando, pero siempre estará ahí. Lo mismo con el trabajo. Estoy mejor ahora, sí, y ojalá mejore con esa licitación para las oficinas… pero en este momento, apenas podría llevar la mitad de la carga aquí, mucho menos la mayor parte, como debería hacerlo un hombre. Pero te daré todo lo que pueda y más, Bella, y con suerte algún día… estaré a la altura. Luego está Mel, y tú solo tienes veinticuatro años y apenas estás comenzando tu carrera; no necesitas ese tipo de responsabilidad.
—Edward…
—El punto es que te estoy cargando con esta propuesta, y lo sé. Pero no puedo retractarme porque, en mi cabeza, esto es lo correcto, este es el camino que estamos siguiendo.
Curvo mis manos alrededor de su suave cuello y la acerco a mí. Sus ojos… Dios, sus ojos… están abiertos y brillantes, húmedos con lágrimas, y no sé… no sé qué está pasando por su mente, pero tenía que decirlo todo. Poner todas las cartas sobre la mesa para que pueda tomar una decisión informada.
»Pero te juro, Bella, que seguiré esforzándome por ser un buen hombre para ti. Me esforzaré aún más de lo que lo he hecho hasta ahora. Y me convertiré en un mejor hombre, alguien que tal vez algún día sea digno de ti y de Mel y de la familia que quiero que seamos. Tú dices que vivir juntos no cambiaría nada, pero Bella, yo te digo «cásate conmigo» porque cambiará todo.
Para este punto, sus lágrimas corren silenciosas por su hermoso rostro de tono miel, sus labios tiemblan. Cuando sacude la cabeza, mi corazón se hunde hasta mis pies.
—¿Ya terminaste? —pregunta.
Asiento con gravedad, sintiendo un nudo en el pecho. Mis pulmones han dejado de funcionar.
—¿Cómo puedes…? —Sacude la cabeza de nuevo, exhalando con fuerza entre sus fosas nasales dilatadas—. No vuelvas a decir o insinuar que tú o Mel son una carga para mí. Ustedes son mis anclas, y hay una gran diferencia. Me mantienen conectada a lo realmente importante. Son mi vida, los dos, y por eso… —Sonríe—, por eso quiero estar contigo siempre, para abrazarte, para cuidarte… para casarme contigo.
—¿Qué?
—Y luego dices que yo soy la tonta. —Sonríe con picardía—. Edward, me atrapaste desde el momento en que entraste a ese estudio, todo duro y sudoroso después de un largo día de trabajo, un momento coqueteándome y al siguiente, todo molesto.
Una lenta y esperanzada sonrisa se dibuja en mi rostro. Le limpio suavemente una lágrima que resbala por su labio superior, y esa sonrisa… Dios, esa sonrisa… brilla como el sol. Dentro de cuarenta años, si sigo vivo, miraré atrás a esta desastrosa propuesta y, si no recuerdo nada más, recordaré esa sonrisa.
—¿Entonces eso significa…?
—Significa que sí —aclara.
Sí.
Mierda santa, dijo que sí.
Debo de tener una expresión… ni siquiera sé cómo me veo en este momento, pero debe de ser un espectáculo porque Bella se ríe.
—¿Estás bien?
—Dame un minuto. —Creo que sonrío, pero estoy temblando tanto que no estoy seguro. Sostengo su rostro entre mis manos, fijo los pies en el suelo y separo un poco las piernas para estabilizarme porque me siento mareado.
—Edward…
Su voz resuena como si viniera desde muy lejos…
»Edward…
Cuando inclina la cabeza y me atrapa con esa mirada oscura suya, cada momento que hemos pasado juntos, y digo cada. maldito. momento… desde que la vi girando y deslizándose en la pantalla de aquel televisor en el estudio hasta este preciso instante, mirándome con toda esa confianza, ese amor y esa expectativa… todo está ahí, en esos ojos oscuros.
Respiro hondo, lleno mis pulmones de aire que se siente y sabe a ella, aire que siempre será de ella. Mis piernas se enderezan. Mis hombros se cuadran solos.
—Bella… no planeé esto, al menos no para hoy, pero cuando te miro, esto es lo que veo. Eres mía para siempre.
Su labio inferior tiembla. Asiente lentamente y, cuando presiono mis labios contra los suyos, exhala un suspiro largo dentro de mi boca. Saboreo su dulzura, su labio superior, el inferior, antes de apoyar mi frente en la suya, todavía con el pulso tembloroso.
»Dijiste que sí.
Ella asiente.
»Dijiste que sí… dijiste que sí… —repito una y otra vez, cerrando los ojos.
Bella ríe, y la envuelvo con fuerza entre mis brazos porque es mía. Es mía y va a ser mi esposa. Y de repente me dan ganas de reír también, y ella se ríe conmigo porque estamos atónitos y emocionados y completamente desconcertados.
—Mierda. —Me separo de ella de golpe—. Yo… mierda, Bella, no tengo un anillo para ti.
—No necesito un anillo. —Sonríe sin preocuparse, secándose una lágrima suelta de la mejilla.
—Sí lo necesitas. Te juro que te conseguiré uno lo antes posible.
—Shh. —Entierra sus cálidas manos en mi cabello, enmarcando mi rostro—. No necesito un anillo de inmediato. Podemos ahorrar y encontrar el indicado. Lo que sí vamos a necesitar cuanto antes… son paredes. —Sonríe.
—Paredes —me burlo, riendo con ella—. Sí, vamos a necesitar muchas. Y que sean realmente buenas… y a prueba de sonido.
S & S
Pasamos la siguiente hora en el sofá haciendo planes, hablando al mismo tiempo por la emoción de decirlo todo en voz alta, todavía en una especie de trance porque esta mañana salimos a comprar regalos de Navidad y ahora estamos malditamente comprometidos.
Lo primero son esas paredes. Esas paredes tienen que levantarse, y le aseguro que entre Emmett y yo podemos hacerlo rápido. Sí, lo estoy ofreciendo sin preguntarle, cuando ya me está ayudando con las remodelaciones en el estudio de Bella, pero tiene un sótano que quiere terminar para el verano en la casa que compró la primavera pasada, además de una cocina y un baño que necesita demoler y renovar por completo, así que supongo que al final todo se equilibra.
También acabo de renovar mi contrato de arrendamiento, pero tal vez pueda salirme de él. Al final, le dará al maldito administrador una excusa para subir la renta por un buen margen.
Mientras Bella hace planes para la habitación de Mel, ya hablando sobre combinaciones de colores y cortinas, yo empiezo a quitarme algunas capas de ropa, empezando por su suéter.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta con una risita, levantando los brazos por encima de la cabeza para ayudarme.
—Tenemos que sellar este trato, nena.
Se ríe con ganas, aferrándose a mis hombros y levantando la cadera del sofá mientras le bajo los pantalones de algodón.
—¿Ah, sí?
—Sí. No será oficial hasta que lo hagamos.
Me quito la sudadera y la camiseta de un solo movimiento.
Bella se da la vuelta y apoya la cabeza sobre mi regazo. Me mira con felicidad, pasando los dedos suavemente por mi pecho.
—¿Cuándo deberíamos hacerlo?
Trazo el contorno de sus labios carnosos.
—Mañana, pasado, la próxima semana… tú decides.
Ella vuelve a reír.
—Este verano, en agosto, después de que termine la producción podría funcionar. Mel estará de vacaciones. El estudio no está tan concurrido en esa época… —Sus dedos recorren mi abdomen, haciéndolo contraerse por el contacto—. Tú estarás trabajando en esos edificios de oficinas…
—Tal vez. Eso no es seguro.
—Lo harás. —Sonríe con confianza y luego cierra los ojos, inclinando la cabeza hacia atrás—. Ya lo veo… vestidos de tirantes finos, flores blancas en mi cabello… Mel con un vestido azul suave que haga juego con sus ojos, y tú… con un esmoquin… Oh, Dios, tú con un esmoquin…
Suelto una carcajada.
—¿Dónde?
Abre los ojos y me mira.
—No me importa dónde, tal vez en el jardín trasero de mis padres. —Se encoge de hombros—. Es bonito y lo suficientemente grande para todos. ¡Sue estará tan emocionada!
—Mierda, tu padre me va a matar —digo con tono tenso, apenas recordando su existencia—. Tal vez deberíamos reconsiderarlo.
Solo la estoy molestando, pero ella se endereza, me agarra del cabello y acerca nuestros rostros.
—Ni se te ocurra —gruñe, haciéndome reír. Luego intenta pellizcarme las costillas, pero la piel ahí está demasiado tensa para que logre agarrarme bien.
—Te vas a casar conmigo, señor Cullen, vas a hacerme una mujer decente.
Le levanto el mentón y acerco mi boca a la suya otra vez.
—Bella Maria Swan —digo con voz ronca—, vas a ser mi esposa, y nadie lo va a impedir.
Suspira temblorosamente y sello sus labios con los míos, deslizando mi lengua dentro de su boca. Ella gime y rodea mi cuello con una mano, y por un largo rato, nada más existe salvo su sabor y nuestras lenguas encontrándose y retirándose en perfecta sincronía. Pero entonces se incorpora y se voltea, quedando con ese trasero perfecto en el aire mientras apoya la cara en mi regazo.
—¿Qué estás haciendo? —pregunto con voz entrecortada mientras desabrocha mi pantalón y baja lentamente el cierre.
—Estamos sellando este trato, nene —murmura, repitiendo mis propias palabras. Levanto las caderas del sofá mientras ella me baja los pantalones y el bóxer hasta los muslos, dejándolos caer hasta mis pies. Mi erección se alza dura y gruesa a solo un par de centímetros de su boca, y cuando vuelve a hablar, siento la vibración de sus palabras directamente en la punta hinchada.
—Cuando ponga mi boca en ti, cuando te pruebe, este trato quedará sellado, Edward.
Un gruñido gutural se escapa de mí.
—No tengo ningún problema con eso, nena.
Inclina la cabeza de lado, haciendo que nuestros ojos se encuentren. Una sonrisa descarada y traviesa se extiende por su rostro.
—¿Listo? —susurra.
—Sí —respondo, sintiendo mi corazón golpear con fuerza dentro del pecho—. Sí, estoy listo.
Dolorosamente, Bella baja lentamente la cabeza. Cuando siento esa primera lamida, siento un hormigueo hasta mis bolas y luego sube por mi columna. Silbo y echo la cabeza hacia atrás, instintivamente apretando mi mano en su nuca y guiando su boca.
Se mueve exasperantemente lento arriba y abajo de mi longitud, ahuecando sus mejillas para succión, haciendo que las estrellas bailen ante mis ojos.
—Sí, Bella. Sí…
Ella gime y el sonido sube por mi polla hasta cada extremidad de mi cuerpo. Con una mano agarra mi muslo, sosteniéndose, la otra juega con mi miembro, subiendo y bajando.
—Uhh...
El calor de su boca me quema, su lengua húmeda hace círculos alrededor y se siente... de alguna manera se siente diferente, mejor sabiendo que ella será mi esposa.
—¿Te gusta eso, futuro esposo?
—Mmm —apenas lo logro tararear porque la presión se está acumulando profundamente en mi estómago, enroscándose en mis músculos, la sangre corriendo hacia mi polla...
Pero no. No quiero venirme todavía, no así. No estaba bromeando cuando dije que quería cerrar el trato.
Usando mi agarre en su cabello como palanca, suave pero firmemente le quito la boca de mí. Tengo que exhalar con los labios entrecerrados cuando pierdo el calor y la succión de su boca jodidamente caliente.
Encuentra mi mirada, la lujuria en sus ojos es casi suficiente para hacerme perder la cabeza allí mismo, así que la agarro por los hombros y la empujo contra el sofá, recostándola sobre los cómodos cojines.
—¿Qué vas a…?
Antes de que pueda terminar la frase, le quito las bragas de una vez y me arrodillo frente a ella. Deslizando mi brazo debajo de sus rodillas, las guío hacia arriba y la abro, y luego entierro mi rostro en su cálido núcleo. Grita y su trasero se levanta del sofá, pero la sostengo en su lugar con mis manos extendidas a lo largo de la parte interna de sus muslos mientras mi lengua lame esa dulce e hinchada protuberancia.
—Edward... —gime—. Edward…
Su cabeza se mueve de un lado a otro, con las manos en puños en mi cabello mientras deslizo mi lengua arriba y abajo por su raja antes de hundirla profundamente en su interior. Otro grito ahogado se escapa de sus labios, empuja mi cara más profundamente y yo obedezco, hambriento de ese dulce néctar suyo. Entro y saco mi lengua de ese lugar, lamiéndola y luego chupando con avidez. A ella le gusta lamer, pero cuando la chupo… cuando la chupo, se vuelve loca.
Pero aquí estamos cerrando un trato.
Cuando ella comienza a mover sus caderas cada vez más rápido contra mi boca, sé que se está acercando, así que aparto mi boca y ella me mira con total desconcierto antes de extenderme sobre ella y sumergir mi polla profundamente dentro de esas húmedas y apretadas paredes.
—¡M-mierda! —gruño por la enloquecedora sensación, y Bella gime larga y profundamente, arqueando su espalda nuevamente. Envuelve sus largas piernas alrededor de mis caderas y usa sus talones en mi trasero para acercarme más. Bombeo rápido y fuerte porque ambos estamos demasiado excitados para un ritmo lento.
—Cerremos el trato, nena —digo con brusquedad, empalándola una y otra vez hasta que su espalda se levanta de los cojines, pero su rostro está arrugado en esta expresión de placer puro y explosivo, y ella me recibe empuje tras empuje, nuestras caderas golpeándose ruidosamente una contra la otra.
—¿Te casarás conmigo, Bella?
—¡Sí! —gime.
—¿Eres mía?
—¡Sí! ¡Sí!
—Todas las noches, nena. ¿Me darás esto todas las noches por el resto de nuestras vidas?
—Sí, Edward. ¡Sí! ¡Sí! ¡Cada noche! ¡Siempre! ¡Siempre!
Y me doy cuenta de que estoy dentro de mi futura esposa, mi prometida, entre sus piernas, en su corazón, en su mente, siempre…
Es... abrumador.
Cuando ambos nos juntamos, mirándonos a los ojos, mi cabeza da vueltas y se balancea como ella lo hizo desde el primer día, como siempre lo hará.
S & S
Vamos a recoger a Mel, y antes de bajar de la camioneta, le digo a Bella que dejo en sus manos cómo manejar esto, la parte de contarle a la gente sobre nuestro compromiso.
—¿Quieres mantenerlo en secreto? ¿Crees que así será más fácil retractarte? —me provoca con una sonrisa traviesa.
—Por supuesto que no, Bella, pero sabes que no soy bueno con los anuncios ni esas cosas.
Sonríe suavemente.
—Si quieres, yo haré los anuncios. En cuanto a Rose… estaba pensando que tal vez deberíamos esperar para decírselo —dice con cautela—. Con todos los problemas que está teniendo con su matrimonio, podría parecer que le estamos restregando nuestra felicidad en la cara.
Me encojo de hombros porque, como dije, dejo esto en sus manos.
Así que pasamos un par de horas con mi hermana y los niños, sin mencionar ni una sola palabra sobre este nuevo trato entre Bella y yo, pero carajo, Bella está radiante, incluso yo puedo verlo. No tengo idea de cómo salimos de ahí sin soltar la sopa.
Cuando los tres regresamos a Brooklyn, pasamos un rato en el loft de Bella y luego ella se sienta con Mel, mientras yo me quedo de pie frente a ambas, con los brazos cruzados sobre el pecho, esperando.
—Mel, tu tío y yo tenemos… algunas noticias para ti.
Mel frunce el ceño con curiosidad y, cuando Bella le dice que nos vamos a casar, al principio parece no entender.
Luego, sus ojos se abren como platos y suelta un grito tan agudo que tengo que taparme los oídos mientras las dos se abrazan en el sofá.
—¡Te dije que ibas a ser mi tía! —grita Mel, pero grita de verdad—. ¡Te lo dije! ¡Te lo dije! ¡Síííí!
—¿Cuándo pasó eso? —pregunto.
Bella se sonroja.
—No importa.
Y entonces Mel se pone de pie y me rodea la cintura con los brazos.
—Gracias, tío Ed.
Lo dice con tanta emoción, como si le hubiera dado un regalo de Navidad anticipado. El mejor regalo posible.
No sé bien qué decir, así que simplemente suspiro y la abrazo con fuerza.
S & S
Las semanas previas a Navidad están más ocupadas que nunca.
Resulta que el encargado ya tiene a alguien dispuesto a pagar mucho más de lo que nosotros estamos pagando, así que no tiene problema en dejarnos salir del contrato a partir del primero de enero. Así que ahora tenemos una fecha límite, lo que significa que estoy trabajando día y noche entre los lofts de Eli, el estudio de Bella y ahora construyendo un nuevo dormitorio para Mel y levantando paredes alrededor de nuestro dormitorio.
El señor S conoce a alguien en la junta del condominio, así que nos conceden permiso inmediato para empezar con la obra, aunque tenemos que hacerlo bajo S & D Contracting, porque, como suele pasar con los edificios en régimen de condominio, solo ciertos contratistas aprobados pueden hacer trabajos ahí. Y, por supuesto, S & D es uno de ellos.
Lo que significa que ahora tengo que aceptar la ayuda del señor S y, aunque en apariencia me cuesta, la realidad es que el día solo tiene pocas horas y necesito ayuda.
Bella y yo hemos revisado los planos que preparé rápidamente. Vamos a dividir el desván superior en dos espacios: una habitación de 3,6 m x 4,2 m para Mel y otro espacio de 3,6 m x 3,6 m que convertiré en un área de almacenamiento adecuada, con armarios empotrados y estantes diseñados para guardar el material del estudio de Bella, mis herramientas y cualquier otra cosa que necesitemos almacenar.
Así que, mientras las chicas se van de compras navideñas una vez más en el siguiente fin de semana, Emmett, el señor S y yo empezamos con la obra.
En algún momento, el señor S y yo estamos perforando lado a lado.
—Mira, es algo apresurado —dice, y suelto una risa seca porque, sí, como si no hubiera notado que esto le ha estado rondando la cabeza desde el momento en que le dimos la noticia—, pero… confío en Bella… y confío en ti con ella.
Sonrío para mis adentros, pero algo dentro de mí se afloja, aunque ni siquiera sé por qué.
—Supongo que ahora puedes llamarme Charlie —gruñe.
Pongo los ojos en blanco mientras sigo perforando porque, mierda, otra vez con esto, y supongo que no puedo seguir llamándolo «señor S» cuando sea mi suegro.
Pero también hay una sonrisa amenazando con asomarse en la comisura de mis labios.
—O podrías llamarlo «papá» —se mete Emmett desde algún lugar detrás de nosotros, riéndose con ganas.
Los dos lo ignoramos.
S & S
Dos días antes de Navidad, por fin terminamos con los malditos lofts de Eli.
La noche anterior, Emmett y yo entregamos la propuesta para el trabajo de las oficinas.
Durante todo este tiempo, Charlie y yo no hemos intercambiado ni una sola palabra sobre nada de esto. Hay temas que es mejor dejar en paz, y la licitación es el principal, por razones obvias.
En cuanto a Eli, Bella ha aceptado la oferta de sus padres. Su abogado está redactando una propuesta para Eli. Es algo en lo que no puedo involucrarme… todavía… no hasta que esté en condiciones de hacerme cargo de ese préstamo. Ese va a ser un tema delicado cuando lo abordemos, así que, por ahora, lo dejamos en pausa.
Voy a pagar la mitad de la hipoteca, y vamos a agregar mi nombre al título de propiedad. Mi Bella… mi futura esposa… mi prometida… cuando ella se compromete con algo, lo hace por completo. Quiere hacer de Mel la beneficiaria en caso de que algo nos pase a cualquiera de los dos, pero le digo que por ahora lo dejemos pendiente. Todavía no somos marido y mujer.
En fin, Charlie y Emmett tienen que ir a la obra esta mañana para hacer la limpieza final, pero yo me estoy mudando hoy. No he tomado un solo maldito día libre en todo este trabajo, así que nadie puede decirme nada por tomarme este día.
Así que hoy estamos en plena mudanza y donando muebles y demás cosas. Faltan tres días para el cumpleaños de Mel, así que ya ha recibido un montón de regalos anticipados de cumpleaños y Navidad combinados, y me aseguro de que sepa que mi trabajo, junto con el de Emmett y Charlie, es parte de sus regalos. También pasamos toda una tarde en Home Depot eligiendo accesorios para su habitación, aunque si le preguntas a Bella, dirá que la mayor parte del tiempo me la pasé en la sección de herramientas. Bella le compró un televisor de 32" para su habitación, y además recibió una laptop y un escritorio de parte de los padres de Bella, así como un nuevo juego de sábanas y cortinas de su tía Rose.
Y nuestra habitación, nuestro dormitorio, ahora tiene cuatro paredes. Instalé una chimenea eléctrica para Bella porque dijo que siempre había querido una en la habitación. También reconfiguré el vestidor, quitando algo de espacio, para que cupieran nuestras cosas y para que Bella y yo tengamos espacio para admirar su hermoso cuerpo mientras se viste y se cambia. Además, cambié las luminarias, añadí un ventilador de techo y pinté la habitación de azul aciano. En realidad, hemos repintado casi todo el loft porque Bella todavía tenía las paredes blancas estándar de cuando se mudó. Dijo que antes no sentía la inclinación de hacer mejoras, que no tenía ganas de cambiar nada.
Pero ahora… ahora este es nuestro hogar.
El estudio está cerrado estas dos semanas por las fiestas, así que tenemos muchas manos ayudando hoy: Jake, Carlisle, que reorganizó sus citas de la mañana, Ben, que últimamente pasa mucho tiempo en el estudio, y luego están Angie, Bella y yo.
Como es día de mudanza, Mel volverá aquí oficialmente después de la escuela. Bella y yo ya fuimos a la escuela y llenamos la documentación para su «cambio de domicilio», además de registrar quiénes están autorizados para recogerla.
Los chicos y yo cargamos lo más pesado: los muebles de la habitación de Mel, mis herramientas, un sofá de dos plazas que está en buen estado y que a Bella le encantó, ropa y algunas otras cosas. Luego terminamos. Jake me hace el favor de llevar lo que sobra al Ejército de Salvación en mi camioneta mientras yo termino de instalar todo en el apartamento de Bella.
No… nuestro apartamento.
Tengo que acostumbrarme a eso.
Y Mel se queda mirando la camioneta alejarse con nostalgia, pero hablamos de esto anoche cuando tomamos las decisiones finales sobre qué se quedaba y qué se donaba. Conservamos muchas de las cosas de sus padres, pero gran parte del resto…
—No necesitamos nada de eso, Mel. Es mejor dejar que otras personas lo aprovechen.
Ella suspira, con la mirada perdida. —Lo sé, tío Edward, nuevo lugar, nueva vida.
Y luego recoge su lámpara y un par de osos de peluche que ha tenido desde niña y entra al edificio.
S & S
Este sujeto, Ben, el agente de Bella, es un buen tipo. Tiene una obsesión con Star Wars, pero todo bien. Sé lo suficiente para seguirle el ritmo, aunque Bella tiene que acudir continuamente a mí para que se lo traduzca cuando se pone a hablar en jerga Jedi.
De cualquier modo, Carlisle tuvo que irse, así que Ben me está ayudando a armar la cama de Mel en su nueva habitación. Mientras tanto, Mel, Angie y Bella están organizando el resto de las cosas, y hace un calor infernal con tanta gente metida en la habitación mientras Ben y yo trabajamos.
Cuando me quito la camisa, escucho los silbidos de Angie detrás de mí, Bella suelta una risita y Mel dice con fastidio:
—¡Ay, por favor!
Así que supongo que Ben también tiene calor. Por el rabillo del ojo apenas lo veo levantarse la camiseta deslavada de Obi-Wan Kenobi, porque estoy concentrado en asegurar bien el marco de la cama con el martillo. Es el repentino silencio lo que me hace levantar la vista.
Y sí, el cabrón engañaba con esas camisetas vintage anchas y camisas sueltas y todo eso.
—¡Guau!, tío Edward, los músculos de Ben son casi tan grandes como los tuyos.
Miro a Mel y sonrío con suficiencia.
—Hazme un favor. Tráeme la caja de herramientas pequeña que está en el pasillo.
—Vamos, Mellita, yo te ayudo —dice Bella antes de que pueda pedírselo.
Y entonces solo quedamos los dos.
—Ben, yo me encargo de esto si quieres irte ya —digo.
—O, puedes venir a ayudarme, mi Jedi papito —interviene Angie—. Ayúdame a terminar de acomodar estos libros en el estante.
—Claro —responde él de inmediato, soltando la llave inglesa tan rápido que me cae justo en los malditos dedos del pie.
—Así que dime más sobre ese… sable de luz tuyo —le escucho decir a Angie—. ¿Es grande?
—Muy grande.
Pongo los ojos en blanco mientras sigo ajustando el marco de la cama.
—¿Y largo?
—Muy largo.
—Apuesto a que lo manejas con maestría.
¿Habla en serio?
—Y… hago lo mejor que puedo, pero… sería bueno practicar con alguien…
—Oh, yo soy toda una defensora de la práctica, papi. Creo firmemente en que la práctica hace al maestro.
Suelto un gruñido por lo bajo y sacudo la cabeza, pero mis labios se curvan apenas en una sonrisa.
Estos dos están completamente locos.
S & S
Eventualmente, Bella tiene que irse a sus ensayos, y Ben y Angie también se van, gracias a Dios, dejándonos a Mel y a mí solos en este loft que ahora es nuestro hogar.
Ha sido un día largo. En realidad, el tiempo se acomodó bien. No tiene clases en las próximas dos semanas. Eso le dará un poco de tiempo para adaptarse.
Estamos en su nueva habitación. He ajustado su televisor como unas cien veces hasta que, por fin, ha quedado exactamente como lo quiere. Ahora está sentada en el piso, hablando a mil por hora mientras acomoda el resto de sus cosas.
—Oye, ¿estás bien? —pregunto, solo para asegurarme.
Deja de parlotear y toma una respiración profunda, soltándola lentamente.
—Sí. —Sonríe—. Es… raro. Hace un año… Mamá y yo estábamos horneando snickerdoodles (17) para papá porque eran sus galletas navideñas favoritas. Y papá tenía una pulsera que le había comprado a mamá. Me la mostró y me dijo que no le contara. —Se ríe suavemente.
—Sí, sé cuál es —digo—. Todo eso está guardado para ti.
—Lo sé —susurra.
Pero no se trata de la pulsera. Puede que no sepa mucho, pero estoy aprendiendo, y sé que no es la pulsera.
—Es… diferente —digo, porque no puedo decir que sea mejor para ella, no sin mi hermano y Alice.
Pero algunas cosas sí son mejores. Tanto, que a veces es abrumador.
—Gracias, tío Edward, por todo esto. —Sonríe, abrazando un cojín enorme mientras sus ojos recorren su nueva habitación.
—De nada, Mel —respondo—. Y como te dije… sé que es diferente, pero… juntos, vamos a hacer que funcione, ¿sí?
Asiente, aún sonriendo.
—Sí.
—Bien —respiro y luego doy una palmada—. Entonces… ¿sabes guardar secretos de Navidad?
S & S
Un poco más tarde, vamos a recoger a Bella de los ensayos.
Ella y Mel están emocionadas todo el camino de regreso a casa, hablando de nuestra nueva vida juntos, de los planes para el futuro, de la boda en verano. La relación de Mel con Bella es diferente; más abierta. Se ilumina cuando Bella está cerca, y le agradezco por eso. Refuerza todo: la… certeza de esto.
Cuando llegamos, hay un nuevo árbol de Navidad esperándonos. Bella chilla de sorpresa porque, con todo lo que ha estado pasando, no habíamos tenido la oportunidad de poner uno. Pero cuando terminé con todo, bajé a la esquina donde venden árboles y compré uno. Es pequeño y no tan fresco como me hubiera gustado, pero considerando que faltan solo dos días para Navidad, servirá.
Así que los tres decoramos el árbol con adornos que Bella tenía guardados, y ella pone villancicos, primero los tradicionales y luego unas canciones en español, animadas, con las que ella y Mel empiezan a bailar.
Cuando Mel está lista para irse a la cama, toma a Bella de la mano y suben juntas, observando su habitación como si estuviera llena de oro, y mi pecho… mi pecho duele, pero de la mejor forma posible.
—Le encanta —dice Bella, emocionada, más tarde cuando Mel ya está dormida. Se sienta en nuestra cama y recorre con la mirada nuestro nuevo dormitorio—. Y yo amo esto.
Me doy la vuelta y cierro la puerta con llave. Ahora tenemos cuatro paredes y una puerta. Luego, con los ojos fijos en los suyos, regreso a su lado, tomo su mano y la guío para que se ponga de pie.
Ella envuelve sus brazos alrededor de mi cuello, y yo rodeo su cintura delgada con los míos. Lleva puesto uno de esos diminutos camisones negros, y con la luz de la luna filtrándose por la ventana, puedo notar que no lleva nada debajo.
La beso con ternura.
—¿Eres feliz?
—No tienes idea.
—Creo que sí la tengo. —Sonrío contra su boca. Luego empiezo a mecerla lentamente, no como bailaba hace un rato con Mel, sino de manera sensual, como me enseñó una noche hace unos meses, una noche que parece haber sido hace una eternidad y al mismo tiempo, ayer.
—Estás aprendiendo. —Se ríe mientras nos movemos al ritmo de un silencio que no nos importa. Probablemente lo estoy haciendo fatal, pero ella está en mis brazos, y eso es lo único que me importa.
La miro fijamente, perdido en esos ojos hermosos, y entonces deslizo su brazo izquierdo de mi cuello y lo traigo entre nosotros.
Ella jadea con fuerza cuando siente el frío del metal deslizándose en su dedo.
—Edward… —susurra, su mano suave se mantiene rígida entre nosotros, sus ojos saltando de mí al anillo—. Edward, ¿cómo? ¿Cuándo?
Empieza a llorar.
Tomo su mano entre las mías y entrelazo nuestros dedos.
—No puedes comprometerte de verdad sin un anillo, nena, te lo dije.
Está sollozando, pero sonriendo al mismo tiempo, y yo siento una plenitud que nunca antes había sentido.
Dejamos las grandes ventanas que dan al río sin cortinas. A ella le gustan así. Por las mañanas, la luz del sol inunda la habitación, y por las noches, la luna y las luces de los rascacielos de la ciudad la iluminan.
Ahora mismo, esas luces iluminan su hermoso rostro, mostrándome cómo sus ojos bailan y brillan. Su anillo también lo hace. Es una banda delgada pero fuerte de platino, con un diamante solitario en el centro. No es grande, pero es de buena calidad, con excelentes calificaciones en todas esas escalas de las «C». Mi futura suegra tiene una amiga que me atendió bien, me mostró algunas opciones buenas, nada exagerado en precio, y me ofreció un financiamiento justo.
—Edward… —susurra entre lágrimas—. Edward… ¿por qué?
—Para sellar el trato como se debe. —Sonrío.
Cuando me arrodillo frente a ella, su respiración se entrecorta. Tomo su mano y la llevo a mi boca, besándola con suavidad.
—Isabella Maria Swan… —me aclaro la garganta y trago saliva, recordándome que ya ha dicho que sí—. Bella, desde el día que te conocí, has hecho que mi mundo gire sin parar, y no quiero que nunca deje de hacerlo. ¿Me harías el honor de ser mi esposa?
—Oh… —exhala, sus dulces labios formando una perfecta «O» mientras respira profundamente—. Sí. Claro que sí.
En ese instante, de repente, una imagen de Jasper y Alice cruza mi mente.
Pero no es un recuerdo del pasado.
Me están sonriendo desde algún lugar. Lo veo. Lo siento.
Tomo a mi futura esposa en brazos y la levanto, y luego la recuesto en nuestra cama, dentro de nuestras cuatro paredes, donde comenzaremos a construir un futuro juntos… en las buenas y en las malas.
S & S
(17) Las snickerdoodles son un tipo de galletas de azúcar hechas con crémor tártaro y bicarbonato de sodio, rebozadas en azúcar y canela. Aunque en las recetas modernas, se utiliza la levadura química en lugar del crémor tártaro y el bicarbonato de sodio. Son muy fáciles de hacer y se conservan muy bien durante varios días