Cómo se maneja un asunto de gala
22 de octubre de 2025, 10:37
Nota de la traductora: En esta traducción, se ha respetado el uso de palabras y expresiones en español que aparecían en el texto original en inglés. Estas palabras forman parte de la identidad cultural de los personajes y contribuyen a enriquecer la narrativa. Dado que Bella y Angie son de ascendencia latina, suelen incluir palabras en español en sus frases. Estas palabras estarán en cursiva. Por favor, tenlo en cuenta al encontrarlas.
Capítulo 38: Cómo se maneja un asunto de gala
Bella
.
Quien haya dicho que hacerle una mamada a tu novio mientras conduce es sexy y ardiente, fue un gran mentiroso.
No hay nada sexy en tener que girar el cuerpo dentro de una camioneta, con el abrigo largo y el cinturón de seguridad puesto. Y seguro que no hay nada bueno en la forma en que su polla golpea la parte posterior de tu garganta cada vez que la camioneta rebota, induciendo tu reflejo nauseoso. Todo el mundo omite mencionar que tienes que envolver tus labios alrededor de tus dientes como una viejecita solo para asegurarte de no morder accidentalmente a su amigo con cada golpe y sacudida en el camino.
Pero Edward seguro lo disfruta. Él gruñe y gime, me golpea la parte superior de la cabeza y me masajea el cuero cabelludo. su polla se vuelve cada vez más dura a cada segundo.
Así que muevo la cabeza hacia arriba y hacia abajo a un ritmo uniforme, haciendo girar con cuidado mi lengua alrededor de su gruesa cabeza y teniendo cuidado de no rasparlo con los dientes cada vez que la camioneta choca contra un bache. Cuando lo profundizo más, silba entre dientes y cierro los ojos porque conozco la cara que pone cuando emite ese sonido: la frente arrugada, las fosas nasales ligeramente dilatadas. Y sí, eso es sexy y ardiente. Solamente pensar en ello me moja de repente y me hace gemir.
Aparentemente, mis ruidos lo excitan aún más.
—Bella... Cielos... Nena —tararea—. Uuuh...
Edward ha estado nervioso desde que salimos del loft. Él me cuidó antes de que saliéramos de nuestra habitación, pero tan pronto como subimos a la camioneta, su mano izquierda se ubicó en las diez (18) mientras que su mano derecha pasó de las dos a mi muslo desnudo, acariciando mi piel suavemente, diciéndome una y otra vez lo hermosa que me veía y que no podía esperar para llevarme a casa esta noche. Así que mi mano también empezó a vagar, y una paja inocente se convirtió en esto.
Cuando llegamos a otro bache, casi me asfixio.
—Mierda, nena, lo siento. —Se ríe cuando me alejo para tomar aire.
Miro su hermoso rostro, enrojecido por la estimulación que está recibiendo y luciendo una sonrisa traviesa, y levanto una ceja.
—Usted, Sr. Cullen, debe venirse ahora mismo.
Y bajo la cabeza y vuelvo a la acción, subiendo y bajando rápidamente, lanzando mi lengua y lamiéndolo desde la base hasta la punta y hacia abajo antes de tragarlo nuevamente.
—Carajo, mierda, sí… Aah.
Vuelve a agarrarme el pelo y maniobra la camioneta con una mano mientras observo sus largas piernas estirarse y ponerse rígidas.
—Aquí viene, aquí viene —advierte, apretando su agarre sobre mi cabello, aunque no necesito ninguna advertencia porque en los últimos meses, he llegado a reconocer la forma en que su polla se vuelve gruesa hasta convertirse en acero justo antes de que él eyacule. Escucho su gruñido bajo al mismo tiempo que se dispara en el fondo de mi garganta.
Una vez que le dejo alcanzar su máximo nivel, me siento y lo miro. Él mira al frente, con el pecho agitado, inhalando y exhalando profundamente a través de los labios entrecerrados.
—Oh, nena —dice.
—¿Te sientes mejor? —Sonrío y lavo la sustancia en mi boca con una botella de agua.
—Diablos, sí. —Me devuelve la sonrisa y me guiña un ojo rápidamente. Toma mi mano sobre la consola y entrelaza sus dedos con los míos, besando mis nudillos—. Eres una gran prometida.
Ambos nos reímos.
S & S
El ala Peter Jay Sharp del Brooklyn Academy of Music resplandece con luces que iluminan desde el interior de la estructura de granito y mármol gris. Afuera, mujeres en vestidos elegantes y hombres en trajes y esmóquines rondan riendo, claramente tratando de llamar la atención. Aquí es donde empieza el juego.
—¿Dónde estaciono? —pregunta Edward, acercándose lentamente al edificio.
—Solo detente junto a esos tipos con chaquetas blancas. Ellos se encargan de estacionar por nosotros.
Se detiene detrás de un par de autos que esperan frente a nosotros y gira la cabeza hacia mí, levantando una ceja.
—¿Servicio de parqueo?
—Sí. —Me encojo de hombros.
Frunce los labios y vuelve a mirar al frente.
—Yo habría podido encontrar un lugar —murmura en voz baja.
Una vez que entregamos las llaves, entramos tomados de la mano al Lepercq Event Room, donde se celebra esta noche la gala previa a la inauguración.
Hay música fuerte cuando entramos, y el salón está lleno a reventar. Distingo a algunas personas de la producción, compañeros bailarines y personal técnico, pero mis ojos recorren la sala buscando a Ben, quien me escribió para avisarme que ya estaba aquí.
Mientras tanto, cualquier relajación que Edward haya conseguido gracias a esa mamada claramente se desvaneció. Está rígido a mi lado, sujetándome fuerte, pero no por placer. Cuando un mesero elegantemente vestido se nos acerca con una bandeja de copas de champán, Edward sacude la cabeza sobriamente.
—No, gracias —digo yo también.
—Pudiste haber tomado una —me dice Edward al oído cuando el mesero se aleja.
—Tal vez no quiero una.
Frunce los labios con escepticismo y me rodea la cintura con las manos.
—¿Por qué no? Es tu noche. Deberías celebrarlo.
—No es mi noche —lo corrijo con una sonrisa, sujetando sus antebrazos—. Es la noche de Renata, y ya se encargó de dejar eso bien claro para todos.
Él se sonríe de lado. Ya le conté todo sobre la maravilla que es Renata.
—Además —mi sonrisa se ensancha mientras acerco mi boca a la suya—, yo voy a celebrar esta noche… en nuestra cama… contigo encima de mí… debajo de mí… detrás de mí… una y otra vez.
—¿Por qué no me dices lo que de verdad quieres? —dice con media sonrisa ladeada.
Suelto una risita.
Alguien me da un golpecito en el hombro.
—¡Hey, Bella!
—¡Hey!
Es Gianna, una de mis compañeras de segundo nivel, como nos llamamos entre nosotras. Nos abrazamos y chillamos como niñas tontas, pero tengo que admitirlo: esto es emocionante.
—¡Te ves buenísima con ese vestido! —dice. Le devuelvo el cumplido.
—¿Puedes creer esto? —exclama—. ¡Tienen caviar Beluga allá al frente, tiritas de carne Kobe… y ya probaste el champán que están sirviendo? ¡Está jodidamente delicioso!
Solo me río.
—Este es mi novio, Jack —dice, presentándome al tipo que está a su lado. Nos damos la mano.
—Este es mi prometido, Edward —anuncio con orgullo.
Sus ojos casi se le salen de la cara, pero puedo notar que intenta disimularlo porque su chico está al lado.
—Hola —dice entre risitas, dándole la mano a Edward. Luego se inclina hacia mí.
—¡Mierda! ¡Con razón nunca le prestaste atención a Alec!
Le sonrío mientras se aleja.
Seguimos caminando y saludando a algunos de los demás. Miradas recorren a Edward de pies a cabeza a nuestro paso, tanto de mujeres como de hombres. Fiel a su palabra, Edward está pegado a mí como si fuera mi sombra, y eso me tiene emocionada y aliviada -no porque no confíe en él. Ya estamos muy lejos de preocupaciones por infidelidades. En cuanto a esa otra preocupación, en los últimos meses he aprendido a reconocer esa ansiedad constante, y las reuniones de AA para familias me han ayudado porque me han enseñado que Edward será tan fuerte como pueda ser, ni más ni menos. Habrá días como este, días en los que el champán, la cerveza y el vino fluyen sin parar, y será difícil, pero no puedo mantenerlo alejado de eso. No puedo pelear la batalla por él, ni evitar siempre estas fiestas, ni dejarlo en casa solo para alejarlo de la tentación. Él enfrentará esto porque tiene que hacerlo. Y yo lo enfrentaré con él. No puedo hacer más que eso, y él tampoco.
Veo a nuestro productor y le presento a Edward, y es otro que se lo devora con los ojos, pero Edward se porta como un caballero, aunque me está apretando la mano como si fuera su ancla.
Entonces escucho una risa fuerte y familiar detrás de mí.
—¿Nena, dónde te habías metido?
—¿Angie?
Se ve espectacular con un top rojo brillante, ceñido y de lentejuelas, de un solo hombro que termina justo sobre la cintura. Unos centímetros más abajo empieza una falda a juego, igual de ajustada, que le llega a la mitad del muslo. Lleva sandalias negras de tacón y punta abierta, y su cabello está recogido en un moño grande pero perfecto, como un halo de ébano sobre el cuerpo de un ángel oscuro.
Antes de que pueda preguntar nada más, aparece Ben detrás de ella. La rodea por la cintura descubierta con un brazo.
—¿Ben?
—Te estuve llamando —dice.
Asombrada, miro mi celular y me doy cuenta de que tengo tres llamadas perdidas.
—Yo… estábamos saludando gente. ¿Angie? —vuelvo a preguntar, porque de verdad estoy confundida aquí.
—Bellita, ¡tienes que probar la carne Kobe! No está tan buena como el bistec que hace mi abuela, ya sabes, el que marina con mojo… pero aguanta. —Se ríe—. ¿Verdad, mi Jedi Papito?
—Verdad —responde Ben, mirando a Angie como si ella acabara de descubrir quién fue el responsable del atentado contra la senadora Amidala.
¿Ves? Estoy aprendiendo. Edward y yo pasamos un domingo entero viendo las seis películas. Pensé que era importante para mi carrera.
Pero ahora mismo estoy perdida otra vez, así que miro a Edward por si él ve algo que yo no, pero solo se encoge de hombros y niega con la cabeza.
—Angie, ¿qué estás haciendo aquí?
Ella suelta una risita.
—Vine con mi Ben Kenobi —dice, volviendo a mirar a Ben. Se miran como si fueran los únicos en la sala.
—¿Ben Kenobi? ¿Quieres decir el Maestro Jedi?
Me mira y sonríe.
—Claro que el Maestro Jedi. Eso es lo que es mi Papito —dice, deslizándole el brazo por la cintura—. Tienes que ver cómo maneja ese sable de luz. —Se abanica con la mano—. ¡Ay, Bendito! De izquierda a derecha, de arriba a abajo, una y otra vez sin parar, ¡sin ni un respiro! Y luego lo lanza, y zumba, y vibra, y…
Le jalo el brazo y la aparto un par de pasos.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—¿Qué? —pregunta, pero de la forma en que lo dice, suena como un bebé llorando.
—Primero que todo, ¡Ben es mi agente! Ya cometí un error una vez, pero he aprendido que tengo que mantener algo de profesionalismo entre mi agente y yo, ¡y no necesito escuchar sobre tus aventuras sexuales con él! —me quejo.
—¿Qué? —repite de nuevo con ese mismo tonito, echando la cabeza hacia atrás—. ¿Bellita, tú'tas loca? ¡Yo no te estoy dando ninguna aventura sexual! ¡Ben me ha estado enseñando a usar un sable de luz!
—¿Un sable de luz… real? —pregunto con duda.
—¡Coño, chica, sí, un sable de luz real! ¿De qué pensaste que estaba hablando? El de él es azul, porque él está del lado de la Fuerza, y el mío es rojo porque… bueno, porque yo estoy en el lado oscuro. —Se ríe con picardía.
Me le quedo viendo.
—Oye, es divertido… y mucho más difícil de lo que parece. Esos sables son gruesos y pesados… ¡justo como me gustan!
Claro que tenía que decir eso.
S & S
Socializamos y bailamos un poco. Ben y Angie se van por su cuenta después de un rato, pero no sin antes presentarme a una de sus pocas clientas. La invitó esta noche para que pudiera tener algo de exposición. Es algo que suelen hacer los agentes, y si su talento es la mitad de impresionante que su apariencia, esta chica va a ser difícil de ignorar. Se llama Asha, es joven y menudita, con una melena afro negra y salvaje que enmarca sus facciones oscuras de forma hermosa, y unos ojos profundos que destacan bajo unas pestañas largas y rizadas.
Parece impresionada conmigo -lo cual me parece en partes iguales aterrador y gracioso-, preguntándome por consejos como si yo tuviera alguno realmente valioso que darle, pero hago lo mejor que puedo. Y cuando aparto la vista de ella un segundo para tomar un sorbo de mi botella de agua, mis ojos se cruzan con los de Renata.
Ella también me está mirando y no se molesta en ocultar el ceño fruncido en su «innegablemente hermoso» rostro, poniendo los ojos en blanco mientras se da la vuelta.
Pero entonces hace una doble toma inmediata, como si su cerebro recién hubiera procesado lo que vieron sus ojos, y su expresión se transforma en una sonrisa.
Se acerca contoneándose, sus piernas increíblemente largas y delgadas resaltadas a la perfección por la minifalda de cuero que lleva puesta. El resto de ese perfecto cuerpo de bailarina está apenas cubierto por un top negro de lentejuelas que brilla bajo las luces del salón. Su largo cabello rubio cae sobre su pequeño y firme pecho.
Se balancea un poco al detenerse justo frente a mí.
—Bella. —Sonríe, besando una mejilla y luego la otra—. Esperaba verte esta noche. Quería asegurarme de conocer al afortunado que te dio ese anillo tan bonito.
Su voz arrastrada y las pupilas dilatadas son un par de señales más de que ya lleva más de unas copas encima, pero esté borracha o no, yo no voy a jugar su jueguito. No nos caemos bien, ni sobrias ni ebrias, y todo el mundo lo sabe.
Así que no voy a presentarle a mi hombre.
Aparentemente, no está tan ida como para no hacer la presentación por su cuenta. Estira su delicada mano hacia Edward.
Y sí, él se la toma.
—Soy Renata, la estrella de la producción —dice arrastrando las palabras, el aliento apestando a licor, y en este momento de verdad quiero estamparle el puño en la cara.
—Edward Cullen —responde Edward con calma, alejando ligeramente la cabeza.
Ella lo mira sin ningún pudor. Perra. Y cuando se dirige a mí otra vez, sus ojos siguen clavados en él.
—Bella, no entiendo por qué te molestarías en mirar a Alec o a cualquier otro si tienes este perfecto ejemplar de hombre esperándote en casa —dice Renata.
—Renata, no sé de qué estás hablando —respondo con cansancio—, y esto ya está muy trillado. El estreno es en poco más de una semana. Ubícate.
—Ni siquiera estaba en la lista para hacer audición como mi suplente —le dice a Edward, tambaleándose un poco hacia adelante y completamente ignorando lo que acabo de decir—. Pero el productor, el director, Alec y su agente estaban todos entusiasmados por darle una oportunidad. ¿Por qué crees que es eso, Edward Cullen? ¿Sabes cuáles son los rumores sobre tu prometida? —Suelta una risita.
—Mira, no me interesa nada de lo que tengas que decir. Con permiso —responde Edward con voz baja y áspera. Dicho eso, toma mi mano y nos da media vuelta, dejando a Renata ahí plantada.
Antes de que pueda recuperar el aliento, aparece Alec.
—¡Bella!
Alec se ve tan guapo como siempre, y lo único que puedo pensar es que es probablemente la última persona con la que deberíamos toparnos justo ahora.
—Alec, ¿puedes darnos un minuto...?
—Vi que Renata estaba ilustrándote con sus elocuentes habilidades conversacionales —dice con una sonrisa divertida—. ¿Me haces un favor? Ven a bailar conmigo.
Ante lo que debe haber sido una mirada bastante fulminante de Edward, Alec se apresura a añadir:
—Tranquilo, hermano —dice, colocando suavemente una de sus manos de bailarín en el pecho de Edward. Edward baja la vista hacia donde lo está tocando y arquea una ceja.
—Antes de que me partas la cara, déjame decirte que traté de tirarle la onda a Bella cuando empezaron los ensayos, pero no me dio ni la hora. Y respeto eso —asiente—. No pasa muy seguido. Es buena, muy buena. Debería haber tenido el papel principal, pero no sé qué pasó entre bambalinas. —La media sonrisa que se le dibuja me hace pensar que tal vez sabe más de lo que deja ver—. Bella, haz el baile de apertura conmigo.
—¿Estás loco? ¡A Renata le va a dar un infarto!
—¿Y qué? —Se encoge de hombros, una sonrisa traviesa en el rostro—. Mira, solo confía en mí, ¿sí? O no —agrega al ver la cara de duda que seguramente tengo.
Estoy dividida, porque me encantaría bailar esa coreografía en público, aunque fuera solo una vez, aunque sea en esta gala previa al estreno. Pero no estaba bromeando; a Renata de verdad le puede dar algo.
Miro a Edward, y me sorprende más que un poco ver la sonrisa traviesa que se le dibuja.
—Hazlo.
—¿Estás hablando en serio? —bufé.
Asiente, repitiendo:
—Hazlo.
Mis ojos van de los suyos al resto del salón, pero no hay vacilación en su mirada.
—Vuelvo enseguida. —Le sonrío, y lo beso rápido.
Alec toma mi mano y me lleva al centro del salón. Da unas palmadas fuertes para captar la atención de todos.
—¡Muy bien! —grita—. ¿Qué tal si les damos una probadita de lo que pueden hacer los suplentes? ¡Alguien ponga la música!
Todos aplauden y vitorean. Alec me toma en posición, y cuando comienza la música, giramos y nos deslizamos por la pista hasta que la música se me mete en la sangre, y cada compás fluye por mis venas.
Cuando la canción termina y nos detenemos, hay unos cinco segundos de silencio absoluto antes de que estalle una ovación que me retumba en los oídos.
Alec me mira, con el pecho agitado.
—Y así es como haces que Renata cierre la maldita boca.
Corro de regreso hacia Edward, que aplaude como loco, silbando con fuerza entre los dientes. Cuando llego hasta él, me levanta y me pega a su cuerpo.
—Dios, Bella.
Eso es todo lo que dice, pero lo dice todo. Presiona su boca contra la mía y une nuestros labios, y me derrito en él. Nos besamos y reímos al borde de esa pista de baile, y cuando se separa, me mira con unos ojos llenos de orgullo y asombro. Cuando Ben y Angie intentan abrazarme y felicitarme, es torpe, porque todavía estoy en los brazos de Edward, y ninguno de los dos tiene el menor deseo de soltarse.
Y ahora tengo esta oleada de adrenalina recorriéndome el cuerpo, y no quiero nada más que llegar a casa y tener a Edward dentro de mí. Pero todo el equipo de la producción viene a felicitarme. No veo a Renata, pero a estas alturas, no podría importarme menos.
Finalmente, Edward y yo nos quedamos solos, y él me envuelve en sus brazos otra vez. Una canción lenta suena de fondo ahora, y nos balanceamos de un lado a otro, con las miradas fijas el uno en el otro, mi pecho aún agitado por esta explosión de energía.
Enrosco mis brazos alrededor de su cuello con fuerza.
—Edward…
Él sonríe porque ya me conoce. Me conoce demasiado bien.
—Déjame llevarte a casa, Bella —dice, con la voz ronca por el mismo deseo que yo estoy sintiendo.
Asiento con fuerza, y ambos sonreímos.
—Solo voy rápido al baño —le digo.
—Está bien. Voy a buscar a Ben y Angie para decirles que nos vamos.
Salgo del salón porque aquí dentro no hay baño. Está todo el camino al final del pasillo, vacío, y mientras corro por el piso de mármol, me quito los tacones para poder moverme más rápido, ansiosa por volver con Edward y a nuestro…
—Bella.
Es como si hubiera chocado contra una pared. El impacto de esa voz detiene mis pasos, aunque mi mente me dice que siga. Es ese mismo desconcierto lo que me hace girar.
—¿Qué haces…? —empiezo a decir, pero no termino la pregunta porque es obvio: es un agente, tiene clientes que necesitan exposición. Claro que tiene sentido que esté aquí. Me reprocho mentalmente no haberlo anticipado. Tal vez creí que se consideraría demasiado «de alto nivel» para esta producción.
Tal vez, en el fondo, esperaba que no apareciera.
—Clientes —responde a mi pregunta inconclusa—. Y también… para verte a ti.
Trago saliva, queriendo hacer que mis pies se muevan, pero de repente se sienten como si cada uno pesara una tonelada.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar, Felix. Nuestra relación profesional se disolvió hace tiempo, y yo ya seguí adelante.
—Sí, veo que seguiste adelante, y muy bien, por lo que parece.
Sonríe, y a diferencia de Eli, no hay sarcasmo en su sonrisa ni en sus palabras. De hecho, cualquiera que lo vea o escuche pensaría que está siendo perfectamente sincero… y eso es lo que lo convierte en un gran agente.
—Tengo que irme —digo, y me doy la vuelta.
—Vi tu baile.
Cierro los ojos y exhalo con fuerza.
»Estuviste… increíble, Bella. Mejor que nunca. No sé qué has estado haciendo, pero tu talento ha crecido a pasos agigantados en el tiempo que hemos estado separados.
—Eso debería decirte algo —respondo con frialdad.
Guarda silencio.
—Supongo que me lo merezco. No valoré tu talento como debía cuando estabas en mi… equipo.
Me doy la vuelta con rabia.
—Y desde entonces te has dedicado a manchar mi nombre por todas partes, diciéndole a la gente que no me contrate.
—Estaba enojado —dice con calma, metiendo las manos en los bolsillos de su impecable pantalón de vestir. Siempre tan pulcro—. Estuvo mal, y lo siento.
—¿Lo sientes? —suelto con desdén—. Es un poco tarde para eso. ¡Los rumores ya están circulando! —susurro, temblorosa.
—Y los vas a superar, porque tienes un talento real, como acabas de demostrar en ese salón y como seguirás demostrando.
Lo miro. Su presencia entera es un recordatorio de una etapa de mi vida que ni siquiera quiero recordar. Un recordatorio que me da náuseas.
—Adiós, Felix —digo, y me doy la vuelta una vez más.
—Habrá audiciones para las Rockettes a finales de este año. No se anunciarán, así que tu agente nunca podrá conseguirte una prueba. Ya se la aseguré a Carmen, pero… es tuya, Bella, si la quieres.
No sé cuánto tiempo me quedo ahí parada. Ni siquiera estoy segura de qué pasa por mi cabeza.
»Le pagaré a tu agente para sacarte del contrato. Podemos volver a como era antes, sin las… partes que ya no quieras. Está bien. Me doy cuenta de que ahora tienes un novio que no está… precisamente encantado con las cosas que solíamos hacer juntos. Me han dicho que es un hombre muy… celoso, por decir lo menos. Puedes asegurarle que esta será una relación puramente profesional. Yo manejaré tu carrera mientras avanzas al nivel que tu talento merece, en lugar de desperdiciarlo en estas producciones pequeñas e insignificantes. Todos estaremos felices. Creo que es una situación en la que todos ganamos.
Mi corazón late desbocado en mi pecho.
Las Rockettes.
Mi sueño.
Desde la primera vez que Sue me llevó al Radio City Music Hall, me vi a mí misma sobre ese escenario, ese escenario enorme donde se ha hecho historia en medio de la ciudad más grandiosa del mundo. Es mi meta. Es donde siempre he querido estar, para que miles de niñas me vean alzar las piernas en perfecta sincronía con mis compañeras.
Puedo verlas ahora.
Veo a más jóvenes como Asha observándome, admirándome, viéndome como ejemplo. Queriendo ser como yo.
Y luego…
Luego la veo a ella. A Mel, mirándome desde abajo, desde la platea, con los ojos puestos en mí. Veo el orgullo en su rostro hermoso e inocente.
Y me doy la vuelta.
—Una situación en la que todos ganamos —repito en voz baja.
—Exactamente —responde Felix con una sonrisa.
Asiento lentamente, de forma pensativa.
—Edward es mi prometido, no mi novio. Vamos a casarnos y… estamos criando a una niña juntos. Una niña que ama el baile, que se expresa a través de él. Una niña que apenas está empezando a entender lo que significa bailar hasta que se te limpie el alma, y… no puedo ayudarla con eso si vendo la mía.
—¿Vender tu alma? —se burla, soltando una risita—. Estás siendo un poco melodramática, Isabella. ¿Vas a empezar a actuar ahora también? —Levanta una ceja, con esa sonrisa divertida—. Vamos, ¿de verdad vas a cargarte con un agente cuyo mayor logro en la carrera es haberte conseguido este papel? Yo manejo estrellas, Bella. Ya lo sabes. Gente que baila en Broadway, en West Side Story, en Rent. No producciones sin importancia en Brooklyn. Y sobre tu prometido… ¿vas a dejar que su mente cerrada limite tus oportunidades porque no puede lidiar con el hecho de que a veces, personas creativas y talentosas como nosotros tenemos necesidades distintas a las de la gente común, y nos gusta compartir esas necesidades entre nosotros?
—Ya te dije una vez que no me sentía cómoda con eso —respondo, con la voz temblorosa.
—Pero accediste, Bella, y las cosas fueron geniales para tu carrera. No volví a escuchar quejas… hasta ese último día en que entraste a mi oficina.
—Porque yo… yo no sabía… —Cierro los ojos y respiro hondo—. Felix, puedes agarrar tu oferta de las Rockettes y metértela por tu sucio culo. En cuanto a mi agente, es mejor representante, mejor apoyo y un ser humano mucho más honesto de lo que tú vas a ser jamás. Y Edward, mi prometido, no me limita en nada. Ese baile que acabas de ver, ese talento que según tú ha crecido a pasos agigantados, es gracias a él y a lo que me hace sentir. A cómo me hace volar. ¿Qué tal eso de melodramático? —Le sonrío—. Lo dije en serio ese día que salí de tu oficina. Se acabó. Nunca más. Y ahora será mejor que te largues antes de que Edward venga a buscarte, porque si te ve, no puedo garantizar tu seguridad.
Justo en ese momento, escucho pasos detrás de Felix, más de un par. En silencio, Edward y Ben emergen desde la sombra del pasillo.
Ben se detiene a unos metros, pero Edward camina directo hacia Felix.
Suspira hondo, y sé exactamente lo que oigo en ese suspiro. El Edward de antes ya estaría lanzando el primer golpe, pero este Edward…
—Debes de ser el prometido —dice Felix, extendiéndole la mano a Edward.
Edward mira su mano y luego vuelve a mirarlo a los ojos. Luego mete las manos en los bolsillos. Para la mayoría, parece un gesto casual, pero yo vi cómo estaban cerrados sus puños, vi sus nudillos duros, blancos de tensión.
—Tú y yo tenemos un par de cosas pendientes que decirnos.
—¿Ah, sí? —pregunta Felix, todavía sonriendo.
—No voy a estrellarte contra esa pared de ahí —dice Edward, señalando con un movimiento de la mandíbula cuadrada la pared a la izquierda de Felix, dejándole claro a cuál se refiere—, por lo que le hiciste a Bella en el pasado. Ni siquiera voy a estrangularte por haber arruinado su carrera.
—Dices que no vas a hacer esas cosas, pero suenan bastante como amenazas —escupe Felix con desdén.
—Lo son —responde Edward entre dientes apretados—. Pero aquí está la razón por la que no voy a hacer ninguna de las dos: porque tengo suficiente fe en el talento de Bella como para saber que va a llegar adonde tiene que llegar, sin importar la mierda que intentes. Y más aún, confío en su agente actual para que haga todo lo posible por ayudarla a llegar.
Edward da un paso más hacia Felix, mirándolo con furia, y aunque Felix intenta aparentar indiferencia, puedo ver cómo empiezan a formarse gotas de sudor en su frente, y cómo su manzana de Adán sube y baja nerviosamente.
»Así que si Bella alguna vez audiciona para un papel que no consiga, lo enfrentaremos… a menos que algo huela raro. Ahí, mi amigo —Edward le da una palmada en el hombro a Felix, una tan fuerte que lo hace tambalearse—, es cuando voy a ir tras de ti.
—Sabes que puedo hacer que te arresten por estas amenazas —gruñe Felix, enderezándose.
—Inténtalo —advierte Ben, dando unos pasos hacia adelante hasta quedar al lado de Edward—, y me encargaré de contactar a cada uno de tus clientes para contarles lo que oí esta noche: que le ofreciste a Bella un papel que, aparentemente, ya le habías ofrecido a otra de tus representadas. ¿Qué clase de agente hace eso? Y encima vienes a hablar pestes de producciones en las que estás intentando meter a tus propios clientes. Me pregunto cuántos de ellos están siendo manipulados para entrar en «relaciones creativas y talentosas» en las que no tienen ningún interés —dice con repulsión—. Ya es hora de que alguien les abra los ojos y les diga que tu definición de creativo y talentoso es una basura.
—¿Y crees que te van a escuchar? —se ríe Felix—. ¡Tú trabajas desde un maldito sótano!
—Tal vez me escuchen, tal vez no —responde Ben encogiéndose de hombros—, pero les va a quedar la duda; les voy a plantar la semilla. Y como todo buen estudiante del lado oscuro sabe… una sola semilla de duda es suficiente.
—¿De qué carajos hablas? ¡Eres un maldito don nadie! —escupe Felix.
—Tal vez —repite Ben con tranquilidad—, pero soy un don nadie que sabe cómo lograr las cosas, que tiene la Fuerza de su lado, y con el talento que estoy reuniendo, con la fuerza innata de Bella y mi conocimiento del Código Jedi, no hay nada que no podamos lograr.
Felix frunce el ceño, visiblemente confundido, porque está claro que no tiene ni idea de lo que está hablando Ben.
—Perdedores —escupe—. Bella, no vengas a llamarme cuando no consigas ni un papel en un musical para niños.
—No te preocupes —le sonrío—, no lo haré.
Y con una mirada furiosa dirigida a los tres, Felix se da media vuelta y se marcha.
S & S
(18) Acá es una analogía al reloj análogo (valga la redundancia), siendo la posición más común y aceptada es la conocida como 10:10 que es determinada por la colocación de las manos conforme a las manecillas de un reloj.