ID de la obra: 554

Spin & Sway

Het
NC-17
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 583 páginas, 214.110 palabras, 49 capítulos
Descripción:
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Encontrando nuestro equilibrio

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Nota de la traductora: En esta traducción, se ha respetado el uso de palabras y expresiones en español que aparecían en el texto original en inglés. Estas palabras forman parte de la identidad cultural de los personajes y contribuyen a enriquecer la narrativa. Dado que Bella y Angie son de ascendencia latina, suelen incluir palabras en español en sus frases. Estas palabras estarán en cursiva. Por favor, tenlo en cuenta al encontrarlas. . Capítulo 41: Encontrando nuestro equilibrio Bella . —Las asanas son la herramienta principal del yoga para equilibrar el cuerpo físico y crear un flujo de energía que nos permite dirigir nuestra atención hacia adentro. —¿Qué carajo es «asana»? Yo pensé que estábamos haciendo ejercicio. —¡Shh! —le ordeno a Angie. Ella resopla con impaciencia mientras se sienta en la esterilla con las piernas cruzadas. Mel se ríe a su lado. —Estamos haciendo ejercicios de equilibrio. Aquí dice que las asanas de yoga nos ayudarán a equilibrar nuestros Doshas. El que vamos a trabajar esta noche es el vata, que rige la movilidad, velocidad, agilidad y flexibilidad. —Chica, ¿qué idioma estás hablando? Me perdiste en cuanto dijiste «siéntate con las piernas cruzadas». Mel se ríe otra vez. —¿Vas a tomar esto en serio o qué? ¡Faltan solo dos días para el estreno del show y necesito mantener mi equilibrio! —¡Está bien! ¡'Sta bien! ¡Vamos a hacer yoga con nuestros asanas! —Hace un gesto con la mano para que continúe. —Okay —respiro profundo tratando de mantener la calma y apunto el control remoto al estéreo, encendiendo la música suave y relajante. Me siento con las piernas cruzadas frente a Mel y Angie, y luego, inhalando de nuevo, seguimos las instrucciones de la voz suave que acompaña la música. En medio de la postura del perro boca abajo, miro de reojo a Mel. Parece… distinta desde que la encontramos aquí mismo hace unos días: más tranquila, más en paz, como si finalmente hubiera comprendido dónde pertenece. Sí, siempre extrañará a sus padres, pero Edward y yo siempre haremos lo mejor por ella, y creo que por fin está empezando a entenderlo. Y aunque hemos avanzado muchísimo en los últimos meses… en los últimos días incluso, todos seguimos aprendiendo. Mel ahora sabe que, sin importar las discusiones y desacuerdos, sin importar cuán altos sean los picos o cuán profundos los valles, estamos donde debemos estar. Estamos encontrando el equilibrio. Pero equilibrio también significa consecuencias, y Mel está castigada porque nos dio el susto de nuestras vidas. Equilibrio significa límites: lo que es aceptable en esta familia que estamos construyendo. Ella cruzó esos límites, y ahora debe afrontar las consecuencias. Pero eso no significa que no la amemos, y creo que ella también lo entiende. Así que, por el resto de este periodo, no irá a clase de hiphop. Seguirá yendo al estudio después del colegio, ayudará y hará su tarea hasta que sea hora de irnos a casa, pero no tomará clases por ahora. Me duele castigarla, y aunque espero que no haya muchas más ocasiones en que tengamos que hacerlo seriamente, también acepto que probablemente sí las habrá, y que me metí en esto con los ojos bien abiertos… y no lo cambiaría por nada en el mundo. A Mel obviamente no le hace gracia perderse sus clases de baile, pero sabe que estuvo mal escuchar a escondidas una conversación entre adultos y luego irse sin hablar con nosotros sobre lo que escuchó. No se resistió. Está creciendo. Está aprendiendo. Está madurando. En cuanto a los recitales a finales de mayo, le dijimos que los reevaluaremos más adelante, cuando se acerque la fecha, para ver si puede participar. Y en cuanto a sus abuelos… El lunes en la mañana, Edward habló con el abogado que manejó el testamento de Alice y Jasper después de que fallecieron. Resulta que el abogado, Jason Jenks, era un viejo amigo de Alice. Habían ido juntos a una de esas exclusivas escuelas del Upper East Side. Jenks le prometió a Edward que volvería a revisar el testamento y le daría una respuesta lo antes posible. Ayer, Edward y yo nos reunimos con Jenks en su lujosa oficina del Upper East Side. Resultó que Alice y Jasper sabían exactamente lo que hacían. —No tenía ni idea —murmuró Edward mientras estábamos sentados uno al lado del otro. —Es comprensible, señor Cullen. Estaban en estado de shock. Como había una menor involucrada, el testamento se leyó con rapidez. No sería el primero en pasar por alto ciertas cláusulas en esa situación. —Entonces, para aclarar… ¿puedo terminar las visitas cuando yo quiera? —preguntó Edward. —El testamento estipula específicamente que, después de un año, el tutor de la señorita Cullen podrá decidir continuar, modificar o finalizar las visitas mensuales a su discreción, que en este caso, es la suya. Si usted considera que las visitas no le están aportando nada a la señorita Cullen, puede suspenderlas en cualquier momento a partir de ahora. Edward se pasó la mano por la cara, y apretó la mía con fuerza. —¿Los Brandon pueden pelear esto? —pregunté. Jenks sonrió. Era fácil notar la elegancia, el ego y la sangre azul que emanaban por cada poro, pero también tenía una mirada amable. —Pueden intentarlo, claro, pero si yo fuera su abogado, les aconsejaría no hacerlo. Mary Alice me buscó para preparar su testamento porque, en caso de lo peor, quería garantizar la seguridad de su hija. Ese documento es hermético; me aseguré de ello. Además, quienes conocemos a los Brandon sabemos que no querrían la atención pública que generaría ir en contra de la voluntad de su hija. Y si a eso le sumamos el hecho de que no llamaron a las autoridades cuando la señorita Cullen desapareció… bueno, sería una vergüenza, como mínimo. Mary Alice fue una gran amiga mía. Ella y su esposo depositaron toda su confianza en usted, señor Cullen, para hacer lo mejor por su hija. Cuando la señorita Cullen sea mayor de edad, podrá decidir por sí misma la relación que desea tener con sus abuelos. Pero hasta entonces, usted tiene la completa responsabilidad. Edward inhaló profundamente. —Gracias, señor Jenks. —Como dije, ella era una buena amiga. ¿Por qué cree que nunca recibió una factura por mis servicios? —Pensé que se le había olvidado. —Se rio Edward. Jenks lo miró fijamente… y luego estalló en carcajadas. Tengo que admitir que yo también me reí. Esa noche, Edward y yo hablamos con Mel sobre las visitas. —¿Entonces ya no tengo que ir donde mis abuelos? —preguntó. —No si no quieres —respondió Edward—. Visitar o no es decisión tuya, pero ya hablé con nuestro abogado para suspender las visitas mensuales. Después de lo que pasó, no me siento cómodo dejándote allá un fin de semana al mes. Si quieres verlos unas horas al mes o cada semana, está bien. Pero ya no vas a dormir allá. Mel asintió en silencio. —¿Puedo pensarlo? O sea, sí son mis abuelos, pero… no estoy segura de cómo me siento al verlos. Le aparté un mechón de cabello del rostro, sintiendo cómo se me hinchaba el corazón de amor y orgullo por esta niña, mi niña. —Claro que puedes pensarlo. Suspiró con cierto temblor, y la atraje a mis brazos. Esa noche, con la puerta cerrada y nuestra niña segura y profundamente dormida en su cuarto, Edward y yo volvimos a conectar. Habían sido días difíciles. Mientras se movía dentro de mí, lo abracé con fuerza, rodeando su cuello con los brazos, deslizando mis manos por su espalda, sintiendo la tensión de sus músculos firmes mientras se contraían y estiraban con cada embestida profunda. Me dejé envolver por esa mezcla de placer, seguridad y amor que solo él podía hacerme sentir. Desde la primera vez que hicimos el amor, hasta esta noche, y todas las veces intermedias, Edward siempre había sido un amante maravilloso. Pero esta noche… esta noche había un vigor extra en su forma de hacer el amor. Me abrazó más cerca, sus brazos sostenían mi cuerpo, sus manos rodeaban mis hombros mientras nuestras caderas se balanceaban juntas en un ritmo maravilloso, lento y lánguido, rápido y fuerte. Me llenó plena y completamente. Cada vez que se alejaba, me apretaba a su alrededor rogándole que se quedara adentro y luego, con un gruñido, empujaba nuevamente hacia adentro. Duró horas, o tal vez simplemente se sentía así. Llegué y él siguió y me hizo venir otra vez. Una y otra vez hasta que se puso tan bueno que no pude soportarlo más. Mi boca buscó la suya, nuestras lenguas recrearon lo que el resto de nuestros cuerpos estaban haciendo, y esa última vez que lo solté, lo dejamos ir juntos. Grité, con lágrimas en los ojos por lo bien que se sentía, y mientras miraba sus oscuros ojos esmeralda tan llenos de resolución, de una determinación que nunca antes había visto… él sonrió como si finalmente, finalmente hubiera hecho. paz consigo mismo, con el verdadero hombre en lo más profundo de su ser. S & S A dos días de que se levante el telón, Angie, Mel y yo estamos tarareando y posando, tarareando y posando, hasta que finalmente Mel resopla y se pone de pie. —¡Esto es demasiado raro, tía Bella! Voy a encontrar mi equilibrio a la antigua. Angie y yo la miramos mientras camina con decisión hacia el estéreo y apaga la música suave y relajante, reemplazándola por Justin Timberlake. —Ahora… —dice con una sonrisa, mirándonos— ¡sí se puede! Y empieza a bailar y a mover esas caderas de trece años, bajando hasta el suelo y lanzando las piernas bien alto. —¡Eso, Mellita! —grita Angie, silbando con los dedos—. ¡Wujuuu! Pero Mel ya está en su zona, y yo sé muy bien lo que es eso. Le sonrío antes de cerrar los ojos de nuevo, manteniendo mi postura de loto, cuando escucho a Angie levantarse. —Está bien, Bellita, lo intentamos a tu manera, y fue horrible. Mi cuerpo no fue hecho para ser torturado así… a menos, claro, que estemos en una galaxia muy, muy lejana y yo esté salvando a mi Jedi Papito de caer en el lado oscuro. Tarareo con fuerza e intento por todos los medios bloquear el escándalo del estéreo al otro lado de la sala y la voz de Angie justo al lado mío. »…entonces lo agarro bien fuerte y paso mi mano arriba y abajo por toda su longitud… Sigue con su detallada descripción de sus duelos con el sable de luz de mi agente. »…y cuando presiono los botones correctos, esa cosa crece y vibra, y cuando me lo meto a la boca… Dejo de tararear y abro los ojos. —¿Te metes su sable de luz en la boca? —susurro. —¡Sí! —¿Su sable de luz? Rueda los ojos. —Sí, su sable de luz. —Pero… ¿no es… o sea… no es grande y grueso? —Oh, es muy grande y grueso. —Se ríe. —¿Y no te duele la boca? —Tengo cuidado —responde con una sonrisa pícara. La miro con cara de «no entiendo nada», mientras ella alza una ceja… —Mierda, esta vez sí estás hablando de su pene, ¿verdad? Ella se muere de la risa, y yo me levanto y la empujo al suelo. S & S Mi corazón late con fuerza en el pecho, en partes iguales de emoción y nervios. Estamos en uno de los camerinos. Ya tengo puesto mi vestuario de apertura, y la maquillista acaba de comenzar con mi rostro. Espero no sudarlo todo antes siquiera de pisar el escenario. Hay varias de nosotras aquí, y todas sentimos la misma mezcla de euforia y miedo puro. Eso nos hace reír, parlotear y decir muchas tonterías. Cuando tocan la puerta, miro por el gran espejo frente a mí y veo los reflejos de Ben y Edward entrando a toda prisa, seguidos por varios silbidos y piropos desvergonzados y sin disculpas por parte de hombres y mujeres por igual. Ben, la verdad, luce bastante bien. Lleva un traje oscuro impecable, camisa blanca inmaculada y corbata a juego. Sus rizos normalmente rebeldes están domados hacia atrás, y las gafas descansan perfectamente sobre su nariz. Pero no le llega ni a los talones a Edward. Con su traje igualmente oscuro, parece salido de un anuncio de GQ. La forma en que le entalla en los hombros, cómo los pantalones se ajustan a sus caderas… y su cabello… no está perfectamente peinado hacia atrás, y cuando se mueve rápido hacia mí y desliza las manos alrededor de mi cuello, lo único que quiero es pasar los dedos por su cabello ahora mismo. —¿Qué pasa? —pregunto. —Bella… —Los ojos de Edward me recorren descaradamente mientras me mira de arriba abajo. Es la primera vez que me ve con el vestuario puesto: una falda corta, negra, llena de lentejuelas brillantes con una capa de tul dorado fluido por encima, y un top negro de lentejuelas a juego. Me han alisado el cabello y recogido en una coleta alta y larga que se moverá con cada uno de mis pasos, y la maquillista estaba justo en medio de aplicarme la sombra oscura en los ojos cuando ellos irrumpieron. Por la manera en que sus ojos se pasean por mi cuerpo, sé que le encanta cómo se ve todo. Una sonrisa cargada de deseo se dibuja en la comisura de sus labios. —¿Vas a usar esto para volver a casa luego? —Tal vez. Ben chasquea la lengua, claramente frustrado con la distracción de Edward. Le pone una mano en el hombro y lo aparta con firmeza. —Bella, aquí va la cosa. Parece que Renata tuvo su propia fiesta pre-estreno anoche, en la azotea de su edificio, e invitó solo a unos pocos selectos. —Sí, escuché sobre eso —dice una de mis compañeras bailarinas, poniendo los ojos en blanco—. Solo invitó a su grupo de porristas. —Para resumir —continúa Ben—, trató de hacer un Alec - Bella y bailó el número de apertura, pero era una azotea pequeña, y al parecer calculó mal uno de los saltos. Contengo el aliento de golpe, llevándome una mano a la boca. —¿Oh por Dios, se cayó del techo? —No —Ben se burla, rodando los ojos—. Intentó corregir en el aire y cayó pésimo, se lastimó el tobillo. Luego les gritó a todos que se fueran. Resulta que llegó cojeando esta noche y se negó a que alguien le revisara el pie. Al final, tuvieron que llamar al productor. Cuando la obligaron a quitarse los zapatos, su pie estaba del tamaño de Chewbacca. Vas a reemplazarla. —¡¿Qué?! Justo en ese momento, uno de los asistentes de producción asoma la cabeza por la puerta. —¡Veinte minutos, gente! ¡Bella, el productor quiere verte afuera en quince! —Y cierra la puerta. —Ay, mierda, no puedo hacer esto. —Respiro agitadamente. —¡Claro que puedes! —grita una de las chicas—. ¡Has sido tan buena como ella, si no mejor, todo el tiempo! Las demás asienten ruidosamente, pero siento que mi corazón está a punto de salirse de mi pecho. —Edward, sácame de aquí. No puedo hacer esto. —Él sonríe, con los ojos verdes brillando con picardía. Le agarro las solapas del saco—. ¡Edward! —¡Bella, tú puedes! —insiste Ben—. ¡Edward, díselo! —¡Edward, sácame de aquí! —¡Edward! —¡Ben! —dice Edward—. Dame un minuto con Bella. Toma mi mano y me lleva hacia una esquina del camerino. El suave roce de mi falda de vestuario suena como una marcha fúnebre en mis oídos. —Edward, yo... Él desliza sus manos ásperas por mis caderas y luego presiona su boca contra la mía. Su beso es tierno, sus labios se amoldan a los míos antes de tomar uno entre los suyos, succionarlo suavemente y luego alternar con el otro. Todo mi cuerpo vibra mientras sus manos acarician con delicadeza mi cintura desnuda, sus pulgares dibujando círculos tranquilizadores sobre mis costillas. Su lengua roza apenas la mía, punta con punta, antes de separarse con una sonrisa, dejándome jadeando y con ganas de más. A nuestro alrededor, se escuchan risas y silbidos, pero los ignoramos por completo. —¿Eso fue un soborno? —logro susurrar, mirándolo a través de mis párpados pesados. —Si quieres que lo sea. —Ríe—. Pero solo estaba tratando de calmarte. Te estabas volviendo loca un poquito. —Sus manos suben hasta enmarcar mi rostro—. Mi hermosa y perfecta bailarina. Sabes que puedes hacerlo —dice con una sonrisa que me da fuerzas—. Naciste para esto. Vas a cerrar los ojos y todo va a desaparecer, y solo vas a estar tú y tu baile. Y cuando termines, volverás a casa conmigo y con Mel. Inhalo profundo, mirándolo con absoluta adoración, con los ojos ardiendo por las lágrimas felices que amenazan con caer. —Me conoces —murmuro. —Te conozco. Respiro hondo varias veces, el terror disminuyendo poco a poco y transformándose de nuevo en emoción. —Es como una película. Estas cosas no pasan en la vida real. —Aparentemente, sí pasan en la nuestra. —Sonríe de lado—. Está lo difícil, y luego lo más fácil. Está lo duro, y luego está tu momento de brillar. Todo es cuestión de equilibrio. Ve y patea traseros, nena. Y esta vez, cuando me besa, lo hace en serio, inclinándome hacia atrás como si estuviéramos en una escena de película, haciendo que una de mis piernas se eleve en el aire. Se ríe contra mi boca al escuchar todos los silbidos y gritos de ánimo que nos lanzan. S & S Cuando se levanta el telón, siento náuseas, pero entonces pienso en las palabras de Edward, en su toque… en su boca. Pienso en todos, en mi familia, en quienes han estado conmigo desde hace años y en quienes se han unido recientemente a esta locura. Antes de darme cuenta, ya estoy en movimiento. Luego Alec toma mi mano, y volamos por ese escenario, saltando y girando, balanceándonos de un lado a otro. La música se ralentiza y luego acelera. Bailamos separados. Bailamos juntos. Los demás bailarines se nos unen, y para cuando hacemos la reverencia final, los aplausos y vítores son ensordecedores. Me sacan del trance en el que he estado, y busco su rostro, el dulce rostro de Mel. Están en primera fila… los dos mirándome con tanto orgullo. Edward silba con los dedos en la boca, y Mel grita a todo pulmón, agitando los brazos con fuerza. Yo río mientras las lágrimas me resbalan por el rostro. S & S Después de recibir las felicitaciones de compañeros del elenco, productores y del director, me abro paso entre la multitud, y ahí está él, esperándome con un ramo en una mano. Me atrapa cuando salto a sus brazos. —Edward… —Es todo lo que puedo decir—. Edward. Me besa la cara, el cuello, la boca y la frente. —¡Lo lograste, nena! —ríe—. ¡Lo lograste! Miro las flores en sus manos, un hermoso ramo de rosas rojas vibrantes. —Son de una floristería de verdad —Sonríe con sarcasmo—, no de la gasolinera de la esquina. Recuerdo esas primeras rosas… ese primer intento hermoso de su parte por alcanzar lo que ya no podía seguir conteniendo. —Son preciosas. —Las tomo de sus manos e inhalo su dulce aroma—. Pero no tan preciosas como aquellas primeras. Él resopla, pero puedo notar que le agrada que las recuerde. Su mano acaricia mi mejilla. —Esas fueron… las rosas con más suerte del mundo. —Sí —suspiro—, sí que lo fueron. S & S Celebramos en un buen restaurante no muy lejos de la academia, donde Edward y mis padres me han sorprendido con una pequeña fiesta, y mientras observo a los que se han reunido esta noche, mi corazón se llena de alegría al ver hasta dónde hemos llegado todos en el último año. Angie se ríe en voz baja al final de la mesa junto a Ben. Cuando nuestras miradas se cruzan, me guiña un ojo, y veo tanto amor en su hermoso rostro. Frente a ellos están Emmett, Rose y los niños. Emmett hace cosquillas a Leah, que tiene dos años y está sentada en su silla alta, haciéndola reír tanto que escupe la comida en su cara. Él se ríe mientras se limpia. Mientras tanto, Seth trata de treparlo como si fuera un árbol. Cuando Emmett lo acomoda en su regazo, Seth se queda quieto. A su otro lado, Rachel lo mira con adoración. Entonces alcanzo la mirada de Carlisle. Él y Esme alzan sus copas de agua en mi dirección a modo de brindis, y yo levanto la mía en respuesta. Incluso Jake y Jessica están aquí. Han sido de gran ayuda esta temporada, especialmente Jake, y no puedo esperar para decirle que le asignaré un par de clases propias para la próxima. En este momento, Jessica le susurra algo al oído mientras Mel la fulmina con la mirada. Ella está sentada a mi derecha, así que le jalo suavemente del brazo para llamar su atención. —Sé que te gusta su trasero, pero es muy grande para ti, cariño —le susurro al oído. —Sólo tiene seis años más. El tío Edward es casi cinco años mayor que tú. —El tío Edward y yo estamos en nuestros veintes. Es una gran diferencia. Ella se encoge de hombros con una sonrisa, pero luego su rostro se ilumina. —¿Cuando tenga veinte puedo salir con él? Suelto una risa baja. —Cuando tengas veinte, si Jake sigue soltero y él muestra interés, lo hablamos de nuevo. Pero hasta entonces… no hay prisa, Mellita. —Suspiro con un nudo en el pecho, deseando tener años y años para poder ayudarla, guiarla y evitar que cometa tantos errores. Aunque, supongo, hará los suyos propios. Pero yo estaré aquí en cada paso del camino. —Tienes décadas para llegar a eso, Mel. Ella sonríe de nuevo, pero luego se encoge de hombros y deja a Jake y a Jessica en paz. Mis ojos se encuentran con los de Edward, que está sentado al otro lado de la mesa. Niega con la cabeza, claramente desaprobando lo que acaba de ver, y yo suelto una risa baja. Después del postre, Charlie choca una cuchara contra su vaso de agua y se pone de pie. —Ahora, Bella, tú sabes que no soy un hombre de muchas palabras —dice nervioso—. Lo hiciste genial, nena, como todos sabíamos que lo harías. Y bueno… tu mamá y yo tenemos algo así como un regalo para ti. Extiende una carpeta hacia mí, y yo me levanto y la tomo, abriéndola con una sonrisa curiosa. Mis ojos se abren de par en par mientras reviso el contenido. —El estudio es completamente tuyo ahora. —Papá… —susurro, levantando la mirada hacia él y negando con la cabeza—. Papá, yo te voy a pagar… —Eli fue un idiota al mencionar el trabajo que Ed hizo en el lugar. Pensó que no tendría que pagar por la mano de obra porque tú no lo hiciste, pero el abogado nos dijo que no funciona así. Llegamos a un acuerdo. —Sonríe con autosuficiencia, balanceándose sobre los talones—. En cuanto a que me pagues… bueno, Ed y yo ya hablamos de eso, y dejaré que eso lo manejen entre ustedes dos. Desvío la mirada hacia Edward, pero él simplemente sonríe, y no puedo evitar preguntarme qué fue lo que tramaron esos dos a mis espaldas. Pero es cuando los veo mirándose entre ellos, comunicándose en silencio, que vuelvo a recordar cuánto hemos avanzado. S & S Edward y yo nos despedimos de todos y les damos las gracias por haber venido a celebrar con nosotros. Mi papá y Sue son los últimos en irse, y ya hemos subido a Mel a la camioneta porque está agotada, pobrecita. Antes de que Edward me abra la puerta del copiloto, me toma de la mano y me lleva unos pasos lejos del vehículo. Cuando me detengo y lo miro, tiene esa misma expresión decidida que vi en su rostro la otra noche. —Dame tres años. —¿Qué? —sonrío, ladeando la cabeza con curiosidad. Desliza una mano alrededor de mi cuello y con la otra acaricia suavemente debajo de mi ojo con un dedo. —Bella, no hay nada que desee más que ver a una niña… o a un niño con tus ojos oscuros. —Lleva su mano por todo el largo de mi cabello—. Con tu cabello suave —coloca la palma sobre mi pecho—. Con tu corazón tierno. No puedo evitarlo. Todas las emociones del día me alcanzan de golpe, y ahora Edward… siempre Edward. —Edward, no tienes que hacer esto. El otro día, después de que encontramos a Mel, tuve una epifanía... —Respiro hondo mientras su mirada me atraviesa—. No quiero desperdiciar nuestro presente preocupándome por lo que el futuro pueda traer. Tú y Mel son mi vida. Ella es mi niña, y tú eres mi hombre, y eso es todo lo que necesito. Si algo cambia en el futuro, entonces lo hablaremos —asiento—, pero ustedes dos me hacen más feliz de lo que jamás imaginé que podía ser. —No, Bella. —¿No? —No. Da un paso hacia mí, su aliento cálido roza mi rostro, el calor de su cercanía me estremece, y sé que siempre será así. Lo sé. Sus ojos verdes arden con esa determinación, con esa resolución recién nacida. —Tuve una epifanía la otra noche. Estaba aterrado cuando no pudimos encontrarla, Bella —admite—, y por un segundo quise… —Baja la cabeza, pero con un suspiro profundo, vuelve a alzar la mirada con confianza—. Quise un trago con todas mis fuerzas, solo para borrarlo todo, para no tener que lidiar con el miedo y el dolor. Y me dije a mí mismo: por esto es que no puedo ser padre, porque no puedo con esto. Pero Bella… he podido con esto. Asiento con fuerza porque sí, eso es justo lo que he estado tratando de hacerle entender todo este tiempo. Pero supongo que Sue tenía razón: era algo que Edward tenía que descubrir por sí mismo. »He enfrentado la muerte de Jasper y Alice; he enfrentado el shock de que Mel de repente fuera mi responsabilidad; he enfrentado tener que contarte mis verdades; he enfrentado no poder matar a Eli o a Felix; he enfrentado el terror de pensar que podríamos haber perdido a Mel, y ha sido… difícil, pero Bella, lo he enfrentado. Lloro sin poder evitarlo, pero al mismo tiempo sonrío. Y cuando habla de nuevo, su voz está cargada de emoción. »Y saber que estás aquí ahora… para enfrentar todo eso a mi lado… Bella… —niega con la cabeza y me toma las manos, llevando una a su boca para besarla con ternura. —Más que nada, quiero enfrentar todo lo que la vida nos traiga juntos: matrimonio, carreras, Mel y… bebés. Suelto una risa entre mis lágrimas, y él también tiene los ojos vidriosos. »Porque cada maldito momento difícil vale la pena si puedo tener solo un minuto, un momento de felicidad contigo, con nuestra familia. Cada lucha. Cada obstáculo. Y si tenemos que esforzarnos más por nuestros hijos, entonces lo haremos. Lo quiero todo contigo, Bella. Incluso si no sabemos qué traerá el futuro, porque donde sea que nos lleve, lo haremos juntos. Le echo los brazos al cuello, llorando como una loca, pero más feliz de lo que he estado en toda mi vida. Edward respira hondo y se aparta un poco, sus ojos decididos. »Así que solo dame tres años. Tres años para ponerme en orden. Para acercarme a creer que te merezco; que puedo ser lo que tú, Mel y nuestros futuros hijos merecen. —Edward, tú ya eres… —Lo sé. —Sonríe, colocando mi mano sobre su corazón—. Aquí dentro, lo sé, Bella, pero necesito confiar en mí tanto como tú confías en mí. Necesito más tiempo de sobriedad a mis espaldas, llegar a un punto en el que sepa que estaríamos bien incluso si solo dependieran de mí. Sé que puede sonar anticuado, pero así soy yo. Y también quiero que tú cumplas tus sueños. En tres años, si todavía me quieres, entonces seré el bastardo más afortunado del mundo si me dejas ponerte un bebé aquí. —Guiña un ojo, acariciando mi abdomen. —Sí, Edward —sonrío ampliamente—. Sí, te puedo garantizar que voy a querer que me pongas un bebé ahí. Tal vez no en tres años… tal vez en cuatro, tal vez en cinco… Suspira como si se quitara un gran peso de encima, como si de verdad hubiera dudado de mi respuesta, y luego me envuelve en sus brazos fuertes, en ese espacio donde siempre me sentiré más segura. —Perfecto —susurra en mi oído—. Tú dime cuándo estés lista. Mientras tanto, vamos a casa… y practicamos. S & S Es uno de esos días de finales de verano con casi nada de brisa y mucha humedad. Tenemos las ventanas de la camioneta completamente abajo porque el aire acondicionado no está funcionando bien. Mel le dice a Edward que necesita una camioneta nueva, y él le responde que tal vez cambiará sus clases de baile por una nueva camioneta. Ella se burla, y yo sonrío para mí misma. Ya no necesita hacer ese tipo de intercambios, y él lo sabe. Hemos estado ahorrando para una camioneta nueva, y ya casi lo logramos. —Dame otra pista —digo de la nada—. No es justo que me vaya a casar en un par de semanas y no tenga ni idea de a dónde iré en la luna de miel. Edward se ríe, entrelazando sus dedos con los míos sobre la consola del medio. —Ya sabes todo lo que necesitas saber. Empaca muchos trajes de baño y protector solar. Sonrío con picardía, y aunque mantiene los ojos en el parabrisas, puedo ver que se está divirtiendo a costa mía. —Pero Edward, tengo que hacer planes con la producción —miento—. ¿Y qué tal que el próximo…? —Tu producción termina en una semana, y los ensayos del siguiente show no empiezan hasta mediados de septiembre. Chasqueo la lengua con frustración y dejo caer la cabeza contra el respaldo. Detrás de mí, escucho a Mel reírse bajito. —¿Y Mel? ¡Tenemos que hacer arreglos para ella! —Todos los arreglos ya están hechos, y lo sabes —dice con una sonrisa—. Va a pasar unos días con Rose y Emmett, y otros con tus papás. Va a estar bien. —Sí, voy a estar bien —afirma Mel desde el asiento trasero. —No puedo creer que tú sepas, Mel, y no me lo digas. Ella se ríe otra vez. —¡Eres muy impaciente, tía Bella! —Soy muy impaciente —repito, girándome para lanzarle una mirada fingida. Ella ríe con esa alegría libre y despreocupada, y mientras la observo, sé que, a pesar del lugar al que vamos hoy, realmente va a estar bien. —Muchos trajes de baño —susurra Edward en mi oído—. Bien diminutos. —¡Ewww, escuché eso! —dice Mel. —¿Pensé que habías aprendido la lección sobre escuchar las conversaciones de otras personas? —Edward murmura. —Amigo, estoy en la camioneta contigo. Deja la dulce charla para detrás de puertas cerradas. Edward suspira, sacudiendo la cabeza. Y Mel y yo nos reímos a carcajadas. S & S Avanzamos lentamente por el camino de grava. Nuestras risas y risitas de hace unos minutos han quedado atrás por ahora. Mel está callada, tal vez incluso un poco nerviosa, pero no hay tensión a su alrededor... ya no. Bajamos de la camioneta bajo el sol ardiente del verano. Pero a pesar del calor, todo aquí crece hermoso; está bien cuidado. El pasto podado es de un verde brillante, parches de flores coloridas salpican el terreno por aquí y por allá, y los pájaros cantan en los árboles, entonando sus melodías de verano y haciendo compañía a quienes ya no están con nosotros. Mientras caminamos hacia las tumbas, sonrío al sentir una suave brisa que aparece de la nada y alborota el cabello largo de Mel. Ella se detiene justo antes de llegar a nuestro destino. —¿Puedo tener unos minutos sola con ellos? —Claro —responde Edward. Nos quedamos atrás, de la mano, mientras Mel se acerca, y creo que ambos soltamos la respiración que habíamos estado conteniendo cuando la vemos arrodillarse frente a las dos lápidas bien cuidadas. Su voz suave flota en el aire tranquilo que nos rodea. Aunque no podemos oír lo que dice ni ver su expresión, la escuchamos reír bajito, y luego reír de verdad. Edward suspira junto a mí, y yo aprieto su mano mientras nuestras miradas se encuentran, aliviadas. Cuando Mel regresa con nosotros, tiene los ojos enrojecidos, pero está sonriendo. —¿Estás lista para conocerlos, tía Bella? —Sí —asiento con dulzura. Nos acercamos juntos esta vez, con una de mis manos aún enlazada a la de Edward y la otra envuelta en la de Mel. —Mamá, papá, ella es Bella. Permanecemos allí un largo rato, mientras Edward y Mel me cuentan todo tipo de historias sobre un hermano y una cuñada que siempre alentaron y creyeron, y sobre una mamá y un papá que amaron con todo su corazón. Escuchamos el sonido de neumáticos sobre la grava, y al voltear, vemos que Rose y Emmett están estacionando junto a nuestra camioneta. —Los niños se quedaron dormidos —susurra Rose al bajar del vehículo. —Los ayudo con ellos —dice Edward. Mel se acerca a su tía y a Emmett, y cuando Edward intenta llevarme con él, me quedo en mi sitio. Él se gira para mirarme. —Ya voy —le sonrío. Él asiente, manteniendo mi mirada, y sé que entiende. —Tómate tu tiempo. Te esperamos. Camina hacia su hermana para ayudarla. ¿Ves? Hay equilibrio. Abarca cada aspecto de nuestras vidas. Perder nos lleva a encontrar. El dolor nos lleva a la felicidad. El punto más bajo nos lleva a la cima más alta. Y luego está todo lo que hay en medio… y es ahí donde vivimos nuestros mejores momentos. Paso mi mano por la lápida de Mary Alice Cullen, lisa y fresca al tacto a pesar del calor de hoy, y cierro los ojos e imagino su sonrisa, una sonrisa que he visto en fotos, una sonrisa que he visto recreada en su hija… en nuestra hija. —Alice, siento como si te conociera. Y sí, te conozco a través de Edward y Mel. Fuiste una gran maestra para los dos. Fuiste el primer ejemplo de Edward de lo que el amor puede llegar a ser, y le enseñaste a Mel a amar la vida, a seguir intentando pase lo que pase, y a amar libre y abiertamente. Paso mi mano a la lápida de Jasper Cullen, imaginando los ojos y la sonrisa de Edward en otro rostro. »Jasper, fuiste un hermano y padre maravilloso. Le enseñaste a Mel a ser fuerte, a mantenerse firme, y le enseñaste a Edward a ser valiente, a no rendirse nunca, a ser un verdadero hombre en todos los sentidos. Me arrodillo sobre la tierra suave. —Y ustedes dos los guiaron hasta mí; lo sé. Y quiero que sepan que estoy agradecida, que sé cuán precioso es el regalo que me dejaron, y que los voy a atesorar por el resto de mi vida. Siempre voy a cuidar de ellos. Se los prometo. Cierro los ojos, y en mi mente, los veo sonreír. Y entonces, una brisa suave y reconfortante sopla de la nada, acariciándome el rostro, alborotándome el cabello y llenándome de una calidez serena y envolvente. Inhalo profundo y me levanto, caminando hacia mi familia. Fin.
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