Toma del futuro 1
22 de octubre de 2025, 10:37
Toma del futuro
Parte 1
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El alboroto que me rodea calma mis nervios alterados y me da algo más en lo que concentrarme esta tarde.
—¡No, Angela, no!
La mamá de Angie, doña Lucía, hunde los dedos en el material blanco alrededor de la cintura delgada de Angie.
—¡Dile a esa mierda de costurera que tiene que apretarte más la cintura para darte una figura de reloj de arena!
—¡Mami, si me aprieta más, no voy a poder respirar en la boda!
—¡Qué respirar ni qué respirar?! ¡No necesitas respirar para verte bien! —Doña Lucía aprieta con los dedos unos cuantos centímetros del vestido de novia y me lanza una mirada suplicante—. ¡Bellita, dile a Angie que se ve mejor así!
Estoy sentada al otro lado del salón de novias, en un diván tapizado de terciopelo morado, pero por insistencia de la mamá de Angie, inclino la cabeza hacia un lado para observar a su hija, cuya cara empieza a parecerse a un tomate al que le están quitando el oxígeno.
—Eh… Doñita Lucía, ¿y si mejor le preguntamos a la costurera qué opina?
—¡Bah! —resopla, claramente disgustada con mi respuesta—. Esa costurera no sabe lo que hace. Yo le dije a Angela que me dejara hacerle el vestido, pero no me escuchó, ¡y ahora mira! —gime.
Como parece estar a punto de echarse a llorar, me guardo la carcajada grosera que amenaza con escaparse. Angie, sin embargo, le arrebata el vestido de las manos a su madre e, ignorando el estallido de doña Lucía, se acerca a mí. Ahora su madre se ve obligada a trasladar sus múltiples quejas a las primas de Angie.
Angie se deja caer lentamente en el asiento junto a mí, extendiendo su vestido blanco, largo y complicado, lo que me obliga a arrinconarme en una esquina del diván.
—¡Coño, odio este vestido! ¿Por qué no puedo usar uno como el tuyo?
Observa con anhelo el vestido lila de tirantes finos que me dejó elegir. Es mucho menos elaborado que el vestido oscuro, morado, intrincado y con vuelos que doña Lucía intentó convencerme de usar.
Le sonrío con indulgencia.
—Porque tú eres la novia, y tienes que eclipsar a todas. Y lo haces. De verdad lo haces. Te ves hermosa.
Se me llenan los ojos de emoción, pero cuando Angie resopla enfadada, suelto una carcajada.
—Chica, ¿te estás riendo o estás llorando? —pregunta, mirándome de cerca—. ¿Qué te pasa, Bellita? Hoy has estado toda rara.
—No pasa nada —respondo, bajando la vista a mi regazo mientras finjo alisar la falda suave y sedosa.
—Mentira. Nena, nos conocemos desde antes de poder llenar una copa 34C entre las dos, y ahora míranos… —dice, mirando hacia donde están sus parientes discutiendo a gritos. Pero por la expresión soñadora que se le dibuja, apuesto lo que sea a que no los está viendo realmente, sino que probablemente está viendo a su talentoso agente con cara de nerd y sable de luz en mano—. Ahora míranos —repite—, tú tienes un perfecto par de tetas que llenan esas copas y mis niñas tampoco están tan mal, si me lo permito decir. ¡Y en una semana, mi Jedi Papito y yo estaremos casados, uniéndonos a ti y a tu papichulo en la tierra del matrimonio feliz! ¿Cuántos años suma eso?
—Muchos.
—¡Exacto! Así que dime qué pasa —insiste—, porque creo que acabamos de establecer que te conozco lo suficiente como para saber cuándo estás diciendo puras tonterías.
—¿Porque conoces mi talla de brasier?
—La talla de brasier es una metáfora de…
—Estoy embarazada.
—¡Oh Dios mío! ¡Oh Dios mío, sí! ¡Sí! ¡Ay Bendito, sí! ¡SÍ!
Me envuelve en sus brazos con tanta fuerza que ahora soy yo la que apenas puede respirar. Por encima de su hombro, veo cómo su familia se queda en silencio y nos observa con curiosidad.
—Shh —le susurro—. ¡No digas nada, Angie! ¡Edward todavía no lo sabe!
—¿Qué pasa allá? —pregunta doña Lucía, con las manos en las caderas.
Angie se separa de mí lentamente.
—Eh… Bella solo me estaba dando unos últimos consejos para la luna de miel. Ya sabes, sobre gritar y… esas cosas.
Doña Lucía entrecierra los ojos, frunce los labios con desaprobación.
—Sucias.
Y con eso, todos retoman sus conversaciones a gritos.
Angie se encoge de hombros.
—Bellita, ¿por qué demonios no le has dicho a papichulo todavía?
—No… no sé. —Me encojo de hombros también—. Supongo que estoy un poco nerviosa por cómo va a reaccionar.
—Pero ustedes hablaron de eso hace años, antes de casarse, ¿no? ¿No dijo que sí quería tener hijos, solo que quería esperar un poco más?
Asiento con la cabeza.
Ella sonríe.
—¡Pues ya es más adelante en el camino! Ustedes llevan cuatro años de casados, te va excelente en tu carrera, y a él también. O sea, puede que él, Emmett y Charlie terminen matándose un día de estos ahora que trabajan juntos, pero fuera de eso, ¿no está todo color de rosa?
—Sí. Sí, lo está —admito con un suspiro—. Y ese es el problema.
Frunce el ceño.
—Perdón, Bellita, pero o tus hormonas de embarazo o mis nervios preboda nos están jodiendo a alguna de las dos, porque eso no tiene sentido.
Pongo los ojos en blanco.
—Sí, Edward dijo que sí quería tener hijos, pero… ¿y si solo lo dijo para complacerme porque sabe que es lo que yo quiero? ¿O qué tal si ahora que todo está yendo tan bien, decide que un embarazo solo vendría a arruinar este momento ideal?
Me observa un rato.
—Sí, Bellita, definitivamente son las hormonas del embarazo. Te están jodiendo el cerebro.
Le doy un empujón en el brazo, lo cual, como siempre, la hace reír a carcajadas.
—¡Lo digo en serio!
—Estás loca, es lo que estás. —Se ríe.
—Angie, en serio… —Debe escuchar algo en mi voz, porque su risa se detiene—. Es solo que estoy… asustada —confieso.
—¿De qué? —su tono ahora es mucho más suave.
—Tengo miedo de que… si le digo a Edward, y él no está total y completamente feliz, puede que nunca pueda perdonárselo. O sea, estoy embarazada, Angie —sonrío, aunque el labio inferior me tiembla un poco—, y sé que él se preocupa por cómo su alcoholismo podría afectar al bebé…
—Pero no ha tomado ni una gota en más de cinco años —me recuerda Angie.
—Lo sé, pero es algo que todavía le preocupa, y cuando le diga que vamos a tener un bebé, lo último que quiero escuchar son temores sobre genes y ADN. Y créeme, sé lo egoísta que suena eso, y probablemente lo sea, pero eso es lo que me da miedo —admito—, que pase los próximos nueve meses preocupado y no se permita disfrutarlo, y que por eso tampoco me deje disfrutarlo a mí. Sé que tenemos que averiguar cómo puede afectar el alcoholismo al bebé, pero…
Me siento como una egoísta de mierda al decir estas cosas, pero siempre he podido decirle a Angie exactamente lo que estoy sintiendo. Y como era de esperarse, en sus ojos grandes y oscuros no hay nada más que ternura y comprensión. Por eso siempre será mi mejor amiga.
En lugar de decirme que me deje de dramas, estira la mano y toma la mía, entrelazando nuestros dedos con fuerza.
—Ay, Bellita, no tengo idea de cómo va a reaccionar papichulo con la noticia, pero de lo que sí estoy segura es de una cosa: ese hombre te ama como si hubieran inventado la palabra solo para ustedes dos. Díselo.
—Lo sé —asiento—. Sé que tengo que hacerlo.
—Y pronto, porque te soy honesta: ¡me estoy muriendo por contarlo! No puedo prometerte que no lo voy a soltar la próxima vez que lo vea. —Ríe con picardía.
—Angie —la advierto.
—¡Está bien, está bien! Pero díselo. Y ya que abriste la lata, mientras me ayudas a desabotonar esta jodida fila de botones en la espalda, ¡vas soltando el resto de los frijoles! ¿Para cuándo es? ¿Cómo te sientes? ¿Crees que será niño o niña? ¡Imagínate si son gemelos! ¡Seré tía por partida doble! ¿Mel ya sabe? ¿Tú qué crees que va a considerar a este bebé -su primo o su hermano? ¡Ajá! A ver, cuéntamelo todo.
Sus más de veinte preguntas me hacen reír a pesar de los nervios. Se da la vuelta para que empiece a desabotonarle el vestido, y justo cuando estoy en eso, suena mi celular y aparece el número de mi papá. Me lo sujeto entre el hombro y la mandíbula para no dejar de usar las manos con los malditos botones de Angie, porque si no, no terminamos nunca.
—Hola, papá. ¿Qué pa…?
—Bells, primero que todo, ya lo tienen en el hospital y está en muy buenas manos.
Se me cae el teléfono.
Cae sobre el sofá tapizado con un golpe sordo. Tardo como tres segundos en reunir valor para recogerlo.
—¿Bella? ¿Bella? —dice Charlie del otro lado.
Apenas logro responder en un susurro—. Aquí estoy.
—Carajo, ese terco cabezón —sigue Charlie, pero la voz le tiembla con lo que parece ser un pánico apenas contenido—. Le dije que no se subiera al andamio sin arnés, pero dijo que solo iba a ajustar algo rápido y...
—¡Charlie! —chillo—. ¡Solo dime qué pasó y en qué hospital está!
A estas alturas, Angie ya se ha dado la vuelta y me observa boquiabierta, sus botones a medio deshacer completamente olvidados.
—Se cayó. La red de seguridad lo alcanzó, pero el hombro chocó contra una de las vigas al caer. Ya lo están llevando a cirugía.
—Dios mío —susurro, cerrando los ojos—. ¿A qué hospital? —Ya estoy casi fuera del lugar, el vestido de dama de honor ondeando mientras salgo directo a la acera para parar un taxi. Angie va detrás de mí, en su vestido blanco e impecable, y de fondo escucho a su madre gritar como loca.
—New York Downtown —responde Charlie.
—Ya voy para allá —cuelgo justo al tiempo que alzo la otra mano, agitando con desesperación en medio del tráfico—. ¡Vamos! ¡Vamos!
—Voy contigo —dice Angie.
—No, no vas —intento mantener la voz firme, porque sé que si dejo que el pánico me tome, no voy a poder sacudírmelo—. Vuelve adentro. Te llamo y te cuento qué pasa.
Un taxi por fin se detiene y abro la puerta trasera de golpe, pero Angie me agarra del brazo.
—Bellita, ¡ni de chiste te dejo ir sola! Estás temblando, estás más pálida que un fantasma y ¡estás embarazada!
—Angie, vuelve adentro. Con ese vestido no cabes en este taxi, y no tengo tiempo para esperar a que te cambies. Te juro que te llamo en cuanto llegue. Vuelve adentro. Tengo que irme.
Angie mira entre el asiento trasero del taxi, estrecho y apretado, y ella misma, dudando por un par de segundos, pero en ese tiempo ya me he subido y le estoy diciendo al taxista a dónde vamos.
La miro.
—Te llamo en cuanto pueda. Lo prometo.
Y sin esperar su respuesta, cierro la puerta y nos vamos.
S & S
*Palabras originalmente en español:
Dile a esa mierda… que… cintura
¡Que… ni que…!
Doñita / doña
¡y ahora mira!
Coño
Chica
Bellita
Papichulo
Qué me pasa
Sucias