ID de la obra: 554

Spin & Sway

Het
NC-17
En progreso
0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 583 páginas, 214.110 palabras, 49 capítulos
Descripción:
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Toma del futuro 5

Ajustes de texto
Nota de la traductora: En esta traducción, se ha respetado el uso de palabras y expresiones en español que aparecían en el texto original en inglés. Estas palabras forman parte de la identidad cultural de los personajes y contribuyen a enriquecer la narrativa. Dado que Bella y Angie son de ascendencia latina, suelen incluir palabras en español en sus frases. Estas palabras estarán en cursiva. Por favor, tenlo en cuenta al encontrarlas. Toma del futuro Parte 5 . —¡Maldita sea! La maldición viene del otro lado de la puerta del vestidor, pero tengo el vestido de dama de honor a medio ponerme, así que en cuanto asomo la cabeza por el escote, camino hacia allá para ver qué diablos tiene tan alterado a Edward ahora. —¿Qué pasa? —pregunto. Está parado frente al espejo de cuerpo entero que tenemos colgado en la puerta. De alguna manera logró ponerse la camisa del esmoquin, aunque la lleva desabrochada y abierta. Ahora está intentando hacerse el nudo de la corbata... con una sola mano. Es extraño. Salir corriendo de mi ducha el otro día para encontrar a Edward arrancando el zócalo entre quejidos y gruñidos cada vez que movía demasiado su hombro lesionado me molestó, sí, pero no me hizo estallar. Al día siguiente, cuando volví de hacer diligencias y vi que había movido medio mobiliario de la sala para repintar una pared, me dio rabia... pero tampoco me hizo perder los estribos. Anoche, cuando me hizo el amor como si quisiera follarme hasta el más allá, me dejó un poco sacudida -aunque fue jodidamente maravilloso, pero no me hizo estallar. Verlo ahora luchar para hacerse el nudo de la corbata con una sola mano porque es demasiado terco, orgulloso o lo que sea que le pase… esto, esto es lo que me ha hecho perder el maldito control. —¿Cuál carajo es tu puto problema? Edward se detiene, con la mano torcida de forma absurda sobre la tela gris y sedosa que le rodea el cuello. Con los ojos bien abiertos y la expresión atónita, me observa a través del espejo. Y aunque estoy furiosa, no puedo evitar preguntarme por qué se ve tan desconcertado. Entonces, Mel entra al cuarto. Lleva el vestido azul oscuro, sin tirantes y a media pierna que usará hoy para la boda de Angie. Se ve absolutamente hermosa… y tan sorprendida como su tío. —Ehh… —mira rápidamente entre su tío y yo—, ¿todo está bien aquí? ¿Estás bien, tía Bella? —Sí, Mel, estoy bien —respondo, aunque la voz me tiembla de rabia contenida. —Ajá, okay. Algunos íbamos a reunirnos en casa de Jake para ir juntos a la iglesia, y estoy pensando que… este podría ser un buen momento para que me vaya. Estoy confundida, pero entonces… Mi mente reproduce lo que acabo de decir, y con un jadeo ahogado, me doy cuenta de que no le grité simplemente «¿Qué demonios te pasa?» a su tío. Lo que grité, a todo pulmón, fue—: Maldita sea, ¿cuál es tu jodido puto problema de mierda? —Está bien —le digo a Mel, sintiendo cómo se me sonroja hasta el alma—. Nos vemos en la iglesia. No llegues tarde. Y… te ves preciosa, Princesa. —No voy a llegar tarde. Y tú también te ves hermosa, tía Bella. Me sonríe con ternura antes de lanzarle a su tío una mirada fulminante. —Buena suerte, Bro. Apenas escuchamos la puerta de entrada cerrarse tras ella, Edward y yo nos giramos para encararnos mutuamente. Y sí, esto ya empezó. —¡Ya me hartaste esta semana! ¿Cuál carajo es tu problema? Él se golpea el pecho con un dedo enojado. —¿Mi problema? ¿Mi problema? ¡Tú eres la que lleva una semana gritando como una loca por toda la casa! —¿Una loca? ¿Estás diciéndome loca? Pero mira qué cojones tiene este hijo' e... —¡Eh, eh, eh! —interrumpe, señalándome—. ¡Córtala con el español! Si no lo entiendo, no puedo defenderme. Le lanzo una mirada asesina. —¿Y quién ha estado actuando como un pendejo, haciendo berrinche y lanzando miradas de muerte desde que llegó del hospital? —Levanto las manos, exasperada—. ¡Tuviste una caída muy seria! ¡Deberías estar agradecido de no haberte matado! ¿Que no puedes volver al trabajo en unos meses? ¿Y qué? ¡Vamos a estar bien! ¡Podemos permitírnoslo, Edward! ¡No siempre tienes que ser el macho proveedor alfa! ¡Carajo, si yo hubiera querido estar con semejante muestra de masculinidad tóxica todo el tiempo, me habría casado con Eli! Oh. Mierda. ¿Qué carajos acabo de decir? Estoy a punto de culpar a las hormonas del embarazo, pero entonces recuerdo que Edward aún no sabe que estoy embarazada. Mientras tanto, Edward me está fulminando con la mirada, la ceja alzada, la mandíbula cuadrada y apretada. »Ni se te ocurra —le advierto, levantando una mano, palma hacia él, antes de que convierta esta discusión en algo sobre alguien que no tiene nada que ver con nuestras vidas desde hace años—. Ya sabes a qué me refiero —gruño entre dientes. —¿A qué te refieres? —masculla. —A que pidas ayuda cuando la necesitas, ¡carajo! Camino hasta él y jalo los extremos de la corbata que lleva alrededor del cuello, tirando con fuerza hasta que su cabeza se inclina bruscamente hacia mí. Gime de dolor, y por un segundo me siento mal, seguro le lastimé el hombro… pero enseguida recuerdo que ha estado pintando, arrancando zócalos y follándome con fuerza con ese mismo hombro lesionado, así que más le vale que no se queje por un tirón. Furiosa, le ato la corbata y lo oigo gruñir otra vez cuando la aprieto demasiado. —Gracias… de verdad —dice con una sonrisa sarcástica. Le lanzo una mirada mortal, resoplo con fuerza y me doy la vuelta antes de que las malditas hormonas del embarazo me hagan hacer algo aún más estúpido que mencionar a mi ex… como, no sé, pegarle. Pero Edward me rodea la cintura con su brazo sano y me jala hacia él, pegándome a su pecho medio vendado mientras yo lucho por soltarme. —¡Suéltame! ¡Suéltame! —No. —Así seguimos un buen minuto—. ¿Terminaste? —pregunta cuando se da cuenta de que ya me cansé. Su voz suena más tranquila, más serena. Me encojo de hombros, molesta. Suspira. Mi peinado deja al descubierto mi nuca, así que siento su aliento cálido sobre la piel. Y cuando besa justo detrás de mi oreja y apoya su mandíbula entre mi cuello y mi hombro, me derrito. Traga saliva antes de hablar, la voz baja, quebrada. —Mientras caía… en esos segundos antes de tocar la red de seguridad, solo podía pensar en ti y en Mel… en cómo te dejaría viuda antes de que cumplas los treinta… y en que Mel se quedaría sin padre… otra vez. —Edward… —Trato de girarme, pero él me mantiene en mi sitio. —Sé que todo fue culpa mía, Bella. Claro que lo sé. Y también sé cuán cerca estuve de dejarlas solas, y no puedo perdonarme por eso —su voz es gruesa, cargada de emoción. —Pero estás bien —susurro. Él continúa, como si no me hubiera escuchado: —Pensé que al menos cuando Jasper murió, se llevó a Alice. Ella no tuvo que vivir sin él. Pero luego pensé en Mel… y en que al menos ahora ella te tiene a ti. Exhala con fuerza, y aprovecho que afloja su brazo para girarme. Baja la cabeza, pero veo el dolor en su rostro, ese que intenta ocultar. —Edward… —me meto en su campo de visión. —Lo siento, Bella. Siento haber sido tan imprudente, y siento haberme comportado como un imbécil en casa estos días. No ha sido hacia ti ni Mel ni contra nadie más. Estoy enojado conmigo mismo… y he estado tratando de procesarlo sin… sin tener que beber. Lo abrazo por el cuello con cuidado de no lastimar su hombro. —¿Has tenido ganas? —Un poco —admite, con una sonrisa triste que me parte el corazón. —Amor… no tienes nada de qué avergonzarte. Es una enfermedad, mi vida. Una que has logrado controlar, y cuando necesites ayuda, para eso está Carlisle… y yo. Háblame, Edward. Nunca voy a pensar menos de ti. Ya lo sabes, ¿cierto? Respira hondo, cierra los ojos y apoya su frente contra la mía. —Lo sé. Solo necesitaba que me lo recordaras. —Pues aquí tienes tu recordatorio: te amo, Edward. Eres mi hombre, y eres valiente, fuerte y con más fuerza de voluntad que nadie que haya conocido. —Suspiro y apoyo mi cabeza en su pecho firme, escuchando el latido acelerado de su corazón—. Y estás a salvo. Es todo lo que me importa. Él suelta una risita. —¿Segura? Porque sonaste bastante… molesta, por decir lo menos. Me alejo un poco y sonrío con timidez. —Estaba bastante molesta, lo admito. Y perdón por mi lenguaje. Pero mientras me prometas que vas a cuidarte más de ahora en adelante, podemos dejar todo esto atrás. —Te lo prometo —dice—. No quiero dejarlas ni a ti ni a Mel. No por mucho, mucho tiempo. Y estuve a punto de decirlo: No serías solo a nosotras dos a quienes dejarías. Pero por alguna razón… las palabras simplemente no salen. Mientras tanto, Edward respira hondo, su pecho se expande con alivio. Sonríe, toda tensión evidente ha desaparecido. Su hombro bueno está firme y cuadrado. Me atrae con su brazo sano, besando la parte superior de mi cabeza. —Te amo, Bella. —Yo también te amo. Se da la vuelta y sale del dormitorio silbando y diciendo algo sobre si Rose y Emmett nos van a encontrar allá o aquí en la casa, y yo entro al clóset y me quedo frente a mi estantería de zapatos, mirando los tacones color lavanda que usaré esta noche y tratando desesperadamente de no llorar. Aunque por mi vida no entiendo por qué demonios todavía quiero llorar. Ya hablamos. Él lo lamenta; yo lo lamento. Entonces, ¿por qué demonios no puedo decirle que estoy embarazada? Mi cobardía me da ganas de llorar, y Dios, no voy a soportarme si paso los próximos nueve meses siendo una llorona indecisa, cobarde y tonta. Cuando escucho a Edward volver al dormitorio, contengo las lágrimas, empujándolas hacia adentro mientras agarro los zapatos y los dejo caer al suelo. Entonces siento que me envuelve con su brazo de nuevo, solo que esta vez hay una emoción encendida en su contacto. Su palma descansa firmemente sobre mi vientre plano. —¿Hay algo que quieras decirme? —susurra. Grito ahogada y me doy la vuelta, encontrando su mirada atónita con la mía, igual de sorprendida. —¿Cómo lo sabes? Exhala por los labios entrecerrados, cerrando los ojos momentáneamente como si, sin importar lo que acabara de preguntar, no estuviera completamente seguro hasta que lo confirmé. Su nuez sube y baja. —Hubo algo más en lo que pensé mientras caía —dice. Se detiene—. Me arrepentí tanto de no haberte dado un bebé. Me arrepentí de no haber visto nunca a un niñito con tus ojos y mi cabello, una niñita que baila o un niño sabelotodo. Estaba pensando en todo eso ahora cuando fui a la cocina y… —Se ríe bajito—, y eso me hizo pensar que quería intentar hacer un bebé contigo ahora mismo, antes de irnos a la boda. Lo que me llevó a pensar en tu período… lo que me recordó que debías haberlo tenido la semana pasada… y entonces me vino un destello de esa mirada extraña que me diste en el hospital… y recordé… no has tenido tu período. No puedo evitar reírme de su complicado proceso de pensamiento… pero eficaz. —¿Llevas la cuenta de mi período? —Por supuesto que sí. ¿No lo hacen todos los esposos? Me encojo de hombros. —No lo sé. —Pues deberían. Si no, ¿cómo van a saber por qué sus esposas están actuando como…? —Niega con la cabeza rápidamente, alcanzando mi rostro con sus manos fuertes—. Olvídalo. La pregunta es, ¿por qué no me lo dijiste? —¡Te caíste de un andamio! —digo, y ahora sí me salen las lágrimas—. Y después estabas herido y de mal humor, y… nunca pareció el momento adecuado. Iba a decírtelo esta noche, y luego me sentí culpable por eso porque esta noche es la noche de Angie, y no quería robarle su momento. Me sonríe, con los ojos llenos de una emoción que nunca le había visto. —Bella, sí, esta noche es la noche de Angie y Ben, pero me importa un bledo ahora mismo si les robamos protagonismo. Esto de aquí es nuestro momento. —¿Entonces estás feliz? —Lloro y sonrío al mismo tiempo, y Edward se ríe con unas carcajadas como nunca le había escuchado. Me envuelve en sus brazos, apretándome fuerte mientras ríe. —Dios, no puedo ni describirte cómo me siento. No soy bueno con las palabras, ya lo sabes, así que supongo que «feliz» tendrá que bastar, pero no puedo creer que hayas estado dudando… —Sacude la cabeza—. Espera, ¿cuánto tiempo hace que sabes que estás embarazada? —Desde el día de tu accidente —confieso. Niega con la cabeza con pesar. —No puedo creer que hayas estado preocupada por mí, cuidando a este idiota autocompasivo desde el momento en que te enteraste de que estabas… de que estábamos… Dios, yo debería haber estado cuidándote a ti. ¡Tú deberías haber estado emocionada y feliz, no lidiando al imbécil de tu esposo! —Oye, oye, oye —sonrío—, del imbécil de mi esposo no estés hablando. Y sí estuve emocionada y feliz —le aseguro—. Y sabía que… con el tiempo… tú también estarías feliz. Solo que al principio no sabía cómo te sentirías. Esa fue parte de la razón por la que no te lo dije de inmediato. —Ay, mi amor… —Sus palabras salen temblorosas, pero sus ojos… Dios, están prácticamente brillando—. Siento haber arruinado esto. —No has arruinado nada. Pero, ¿estás seguro de que estás feliz? Me mira con tanto amor que me sonrojo. Luego se arrodilla, y cuando apoya la palma de su mano buena sobre mi vientre, doy un respingo. —Gracias —murmura con reverencia, mirándome desde abajo a través de sus largas pestañas oscuras—. Gracias por darme una vida que nunca imaginé para mí… ni para Mel. Gracias por aguantarme cuando me pongo estúpido. Y gracias… —besa mi vientre—, por nuestro… bebé. Cuando rodea mi cintura con el brazo, atrayéndome contra él y apoyando la cabeza en mi vientre, suelto unas respiraciones entrecortadas mientras las lágrimas silenciosas de felicidad me corren por el rostro, y Edward murmura «nuestro bebé… nuestro bebé…» una y otra vez. Me mira, y al verme llorar, se pone de pie de inmediato. —No me hagas caso —me río entre lágrimas—. Creo que voy a ser un desastre llorón durante los próximos ocho meses más o menos. Él también se ríe, secándome las lágrimas con la yema de los dedos. —¿Entonces no estás preocupada por tus genes… o el ADN… o… el alcoholismo y cómo podría afectar al bebé? Suspira, rodeándome la cintura con su mano buena. —O sea, es algo de lo que tenemos que estar conscientes, pero… Bella, estos últimos años contigo, manteniéndome sobrio, me siento como un hombre completamente distinto al que conociste aquella noche en tu estudio. El alcoholismo… la tentación siempre va a estar ahí, pero esa otra vida… se siente como una pesadilla de hace mucho. Vamos a estar ahí para nuestros hijos, Bella, pase lo que pase. Estoy tan aliviada que empiezo a llorar… otra vez. Me observa, sonriendo con ternura. —¿Sabes qué? —¿Qué? —Estoy empezando a pensar que este accidente fue una bendición disfrazada porque ahora voy a estar en casa los próximos meses y podré cuidarte. Levanto una ceja y miro su hombro vendado. —Bueno, no sé si llamarlo bendición disfrazada. ¿Qué tal si mejor nos cuidamos el uno al otro? Se ríe, mirándome a los ojos. —Sí, está bien, pero quiero que sepas una cosa, Bella: siempre voy a cuidar de ustedes… de ti, de Mel… y de Junior o Junioreta aquí —dice, dándome una palmadita en el vientre. Son solo palabras, promesas que ha hecho y cumplido muchas veces en los últimos años, pero ahora, dichas con una nueva fuerza, una nueva determinación. Toma mi mano y besa mis nudillos. —Y ahora, si no queremos morir esta noche, será mejor que lleguemos a esa iglesia bien temprano o Angie nos va a matar. —Nos va a matar —coincido. Él entrelaza sus dedos con los míos y respira hondo. —Isabella Maria Cullen, estoy listo para el resto de nuestras vidas. ¿Y tú? —Contigo —sonrío—, siempre. S & S *Palabras originalmente en español: Maldita sea, Pero mira qué cojones tiene este hijo' e...
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