Capítulo 18: El baile
22 de octubre de 2025, 10:38
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Capítulo 18: El baile
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Fue sumamente fuera de lo común que Edward besara tan impulsivamente a su esposa frente a sus hombres, pero no pudo evitarlo. Estaba deslumbrante. Todo lo que él quería era tocarla, abrazarla. Aquella tarde junto al río, pasó más tiempo observándola mientras dormía que leyendo su libro. La posibilidad de que ella estuviera embarazada con su hijo desató su instinto protector a niveles insospechados. Esa noche, iba a extender su manta justo afuera de la carreta. Dudaba que pudiera dormir.
Mientras caminaban hacia el baile, notó que Jacob Black salía de entre las sombras del porche del salón. Iba a mantenerlo vigilado de cerca. No le gustaba la forma en que miraba a su esposa.
Había esperado alguna reacción de su parte respecto a que Rose se quedara con Bella y Alice, pero no había dicho nada. Esperaba que Jacob no causara un alboroto por ello. Las chicas parecían llevarse bien y sería una lástima que Jacob arruinara su convivencia.
Había hablado con Cookie sobre la señorita Black y aún no tenía claro cómo se sentía al respecto de esa conversación.
—La señorita Rosalie y yo nos estamos cortejando —confirmó Cookie.
—Pero pensé que ella había dicho algo distinto hace un tiempo.
Cookie le sonrió a Edward y simplemente negó con la cabeza.
—Una mujer tiene derecho a cambiar de opinión.
—¿Y su hermano?
—La señorita Rosalie es mayor de edad y no depende de su hermano. Él no tiene nada que decir sobre lo que ella haga, y si me pregunta, ha descuidado sus responsabilidades con la señorita Rosalie desde que murió su padre.
Edward se sorprendió y le deseó buena suerte. Algo pasaba en el rancho de los Black y eso lo inquietaba. Sí, sería prudente mantener a Jacob bajo vigilancia.
Apenas entraron al salón de baile, una mujer robusta de mediana edad se les acercó apresuradamente, exclamando:
—¡Oh, señor Cullen, qué dama tan encantadora tiene! ¡He estado con el alma en un hilo esperando conocerla!
—Señora Cope, es un placer para mí presentarle a mi esposa. —Miró a Bella y añadió—: Isabella, la señora Cope y su esposo manejan la tienda general. Además, ella es la presidenta de la Asociación Cultural de Bear Valley, que organiza estos eventos.
—Es un verdadero placer conocerla, señora Cullen. Por supuesto, debe unirse a la Asociación. Es una influencia de refinamiento en este pueblo. La necesitamos.
Bella se sintió abrumada. ¿Cómo podría participar en una organización si apenas venía al pueblo?
—Es un honor que me lo pida, señora, pero no estoy segura de ser una buena candidata para algo así.
—Oh, pamplinas, por supuesto que lo es. Pero no se preocupe por eso ahora. El baile va a comenzar. Hemos dedicado el primer número a ustedes. ¿Serían tan amables de encabezar la primera ronda?
Bella miró a Edward con desesperación, pero él solo sonrió y se encogió de hombros.
—Sería un honor, señora. ¿Qué tipo de baile se acostumbra aquí?
—Estoy segura de que no es tan elegante como lo que usted conoce, señora Cullen. ¡Aquí no hacemos minués! Pero no se decepcionará. Nos divertimos mucho con nuestras danzas de rueda y cuadrillas. Incluso tenemos uno o dos valses.
Como Bella tampoco sabría cómo bailar un minué, se sintió aliviada al poder decir:
—Le aseguro, señora Cope, que espero con muchas ganas el baile. —Volviéndose hacia sus cuñados, dijo—: Tenemos invitados con nosotros. Permítame presentarle a mi cuñado y su esposa, el señor y la señora Jasper Cullen.
La señora Cope se deshizo en elogios hacia Jasper y Alice mientras Bella apretaba el brazo de Edward, solo para asegurarse de que él estaba allí. Él debía haber sentido su nerviosismo, porque cubrió su mano con la suya y le sonrió con ternura. Sabía que ella sería la reina de ese baile.
Le susurró al oído—: Solo asegúrate de guardarme el primer vals.
Ella lo miró sorprendida. ¿Acaso no esperaba que bailara todas las piezas con él?
—Edward, yo pensaba bailar solamente contigo.
—Vamos, Bella, no puedes venir a un baile donde hay unos diez hombres por cada dama y bailar solo con uno de ellos, aunque ese sea yo. Si fuera tan egoísta, creo que provocaría una revuelta aquí mismo.
Ella se sonrojó un poco y recordó cómo solía ser una flor de pared en Virginia, pero por la razón contraria. También recordó lo agradecida que se sentía cuando alguien la invitaba a bailar, sin importar quién fuera. Sentarse a mirar estaba bien de vez en cuando, pero no durante toda la velada. Asintió a Edward mientras tomaban su lugar al frente de la fila.
El establo funcionaba bastante bien como salón de baile. Aunque rústico, tenía piso de madera y una gran área central despejada que facilitaba el baile. Para preparar el lugar, habían sacado a todo el ganado al pasto y retirado todos los carros y carruajes, excepto una carreta baja que serviría como escenario para los músicos.
Tras una limpieza a fondo del lugar, trajeron fardos de heno cubiertos con mantas para sentarse, decoraron las vigas y columnas con guirnaldas y flores, y colocaron una mesa larga para los refrigerios y el ponche.
Los músicos estaban afinando sus instrumentos y el salón estaba casi lleno. Bella notó que, en efecto, había muchos más hombres que mujeres, pero sí había varias damas presentes. Esperaba con entusiasmo conocerlas.
El maestro de ceremonias fue ayudado a subir a la carreta y pidió atención al público.
—Buenas noches, damas y caballeros, y bienvenidos a nuestra pequeña velada. Entre nosotros hay algunos rostros nuevos a quienes queremos dar una cálida bienvenida. Con suerte, esta será la primera de muchas ocasiones en que los recibamos entre nosotros.
Se aclaró la garganta y señaló hacia donde estaban Bella y Edward.
—Queremos felicitar al señor Edward Cullen por su reciente matrimonio con una encantadora joven de Virginia. Les deseamos un matrimonio feliz y próspero.
Hubo silbidos, gritos de felicitación y aplausos, y Edward levantó la mano en señal de agradecimiento mientras Bella sonreía, sonrojada, e inclinaba una pequeña reverencia.
El maestro de ceremonias continuó:
—En honor a la señora Cullen, comenzaremos la noche con una Virginia Reel. ¿Maestro?
Miró hacia el llamador y luego bajó del escenario.
El llamador se colocó al frente de la carreta y anunció:
—Muy bien, damas encantadoras y caballeros apuestos, va a sonar la Viiiiiiir-ginia Reeeeeel.
Las damas, lideradas por Bella, se formaron en una línea frente a los caballeros, encabezados por Edward. Había suficientes parejas para formar dos grupos de siete, lo cual alegró a Bella.
—Saluden a su pareja —dijo el llamador, y de inmediato las dos líneas hicieron una reverencia y una inclinación al compás del acorde.
Comenzó la animada melodía de «Rattlin' Bog» y el llamador gritó—: ¡Giren con la mano derecha!
Las parejas alzaron la mano derecha y giraron en sentido horario una alrededor de la otra.
—¡Ahora con la izquierda!
Cambiaron de mano y giraron en sentido contrario.
—¡Do-si-do!
Volvieron a girar, esta vez con los brazos cruzados al frente y por la espalda. Bella sonrió radiante al pasar junto a su esposo, y él le devolvió la sonrisa, feliz pero no sorprendido de lo ligera que era en sus movimientos.
—¡Dama del inicio y caballero del final, adelante y atrás!
Era momento de mirar a lo largo de la línea para ver con quién bailaría Bella esa parte, avanzando en diagonal para encontrarse a medio camino con el caballero del otro extremo.
La sonrisa de Edward se transformó en una mueca cuando notó que el caballero en cuestión no era otro que Jacob Black. Bueno, se dijo, no había mucho que pudiera hacer al respecto más que observar.
—Señora Cullen —dijo Jacob cuando se encontraron al centro.
—Señor Black —respondió ella, justo cuando el ritmo de la danza los empujó de nuevo a sus posiciones.
— Dama del inicio y caballero del final, ¡do-si-do!
Bailaron por la fila y giraron uno alrededor del otro.
Jacob se atrevió a decir:
—Es una noche hermosa, señora Cullen.
—Así es, señor.
Y luego se separaron para regresar con sus respectivas parejas. Era el turno de Edward para avanzar, así que no pudo evaluar del todo la reacción de Bella ante Jacob, pero esperaba que todo estuviera bien. En realidad, ¿qué podía hacer ese hombre en un salón de baile abarrotado?
La danza continuó y Edward pudo presentar a Bella ante muchos de los asistentes, especialmente las damas. Sabía que las mujeres necesitaban compañía femenina para sentirse completamente a gusto en la vida, sin importar cuán feliz fuera su matrimonio. Pero Bella no pudo hacer mucho más que saludarlas brevemente antes de ser arrastrada por uno u otro de los caballeros que esperaban su turno para bailar con ella. Alice también era muy solicitada, y Jasper y Edward se encontraron más de una vez observando a sus sonrientes esposas ser giradas por entusiastas vaqueros.
Sin embargo, Edward logró reclamar su vals, y aprovechó la oportunidad para sacar a Bella por las puertas abiertas hacia la calle, hasta un rincón oscuro donde la besó con toda la emoción contenida que había reprimido esa noche.
Bella rio y dijo:
—Edward, tu lado travieso está saliendo a relucir.
—No puedo evitarlo —le respondió, besándola de nuevo—. ¿Cómo te sientes? Espero que no estés muy cansada.
—No. Me siento bien. Lo estoy disfrutando. Todos han sido muy amables.
—Y así debe ser. Eres una flor entre espinas.
—Estás demasiado encariñado conmigo como para ser objetivo.
Edward simplemente negó con la cabeza y sonrió. Escuchó que la música del vals terminaba y dijo:
—Debemos volver adentro, o tendremos una fila de pretendientes viniendo a buscarte.
Bella rio mientras él la conducía de regreso al improvisado salón de baile, directo a los brazos ansiosos de su siguiente pareja.
Estaba recuperando el aliento al final de una rueda cuando comenzaron los acordes de otro vals. Se giró buscando a Edward y tropezó con los brazos de Jacob Black.
—Oh, discúlpeme, señor Black. No sabía que estaba ahí.
—Ganar su perdón será fácil, señora Cullen.
—¿Y cómo es eso?
—Permitiéndome bailar esta pieza con usted.
—¿Esta que está sonando ahora?
—Por supuesto.
Bella se sintió un poco incómoda, pero no encontró una buena razón para rechazarlo, así que simplemente le extendió las manos y Jacob la llevó a la pista. Había algo que podía decir sobre Jacob: era un bailarín excelente. Su vals era suave como el cristal. Bella empezaba a soltar parte de la ansiedad natural que sentía al estar cerca del señor Black.
Le sonrió y le preguntó:
—¿Siempre viene a estos bailes de los domingos del pastor?
—Solo si hay alguien con quien quiero bailar aquí.
La miró fijamente a los ojos, y eso bastó para que su ansiedad regresara triplicada.
—Es usted un excelente bailarín, señor Black. Puedo entender por qué muchas damas desearían bailar con usted.
—Multitudes de damas no me interesan. El baile no es lo único en lo que soy bueno.
Cada palabra que decía parecía cargada de insinuaciones. La acercó imperceptiblemente y apretó un poco más su agarre. Bella comenzaba a sentirse muy incómoda.
Él le lanzó una mirada lasciva y dijo:
—¿Acostumbra nadar con frecuencia, señora Cullen?
Bella se sorprendió.
—¿Nadar? ¿Por qué lo pregunta?
—Hace unas semanas, escuché disparos cuando estaba en el límite norte de mis tierras y fui a investigar. Imagine mi sorpresa cuando vi lo que debía ser una ninfa acuática retozando en el pozo de agua en la montaña. ¿Disfrutó sus actividades allá arriba, señora Cullen?
Bella se puso roja como un tomate y repitió con voz apenas audible:
—¿Actividades?
—Imagínese mi asombro cuando vi a mi hermosa ninfa siendo poseída por un enorme sátiro. Fue una escena bastante escandalosa, se lo aseguro.
Jacob debió haberlos visto a ella y a Edward nadando y haciendo el amor junto al estanque aquel día. Bella estaba mortificada.
—Señor Black, me angustia que mencione algo tan privado que presenció por accidente. Un caballero se habría marchado tan pronto como entendiera lo que había interrumpido.
—Ah, pero señora Cullen, yo no soy un caballero… y por lo que vi, usted no es una dama.
El hombre era insoportable. La vergüenza de Bella se transformó rápidamente en ira. Dejó de bailar y se soltó de sus brazos. Lo fulminó con la mirada y simplemente giró sobre sus talones y se alejó de la pista.
Inmediatamente, Edward estuvo a su lado y le tomó del brazo.
—Bella, ¿qué pasó?
—¡Ese hombre es despreciable!
—¿Qué hizo? —La voz de Edward era dura.
Jasper se acercó al lado de Edward. También había visto lo ocurrido en la pista. Bella estaba furiosa, pero muy consciente de que todos los presentes la observaban, y no quería hacer nada que empeorara su humillación.
Recordó lo idílico que había sido el picnic en el prado, y ahora Jacob lo había mancillado. Las lágrimas se acumularon en sus ojos, lo cual la enojó aún más. ¿Por qué demonios lloraba cuando se enojaba? Era tan frustrante.
Escuchó un alboroto detrás de ella. Cookie tenía a Jacob sujetado por el brazo.
—¡Maldito serpiente, no vales ni un escupitajo mío!
Lo arrastró hacia la puerta trasera del salón para echarlo, pero Jacob logró zafarse y salió huyendo por su cuenta.
Varios hombres lo persiguieron, y Bella se volvió hacia su esposo y dijo:
—No sé qué hacer.
Para Edward era evidente que su noche había terminado. Asintiendo a Jasper, condujo a Bella de regreso al campamento. Una vez que estuvieron en privado, le preguntó:
—Bella, ¿qué pasó?
Ella respondió con voz ahogada:
—No puedo decírtelo.
—¿Por qué no? —La preocupación de Edward crecía sin control. Lo que fuera debía ser algo realmente grave.
—No quiero que reacciones de forma exagerada, Edward. No quiero que te hagas daño.
—Bella, mi deber es protegerte. Tienes que permitírmelo.
Bella tragó saliva mientras las palabras de Jacob volvían a su mente. Las lágrimas comenzaron a brotar y se sentó en la superficie plana más cercana, que resultó ser un pequeño banco que Cookie usaba para subirse a la carreta. Edward se agachó frente a ella.
Le susurró:
—Dímelo, Bella. Tengo que saberlo para poder ayudarte.
—No quiero volver a estar cerca de Jacob Black nunca más.
—Puedo prometerte eso —dijo Edward con tono sombrío. Se inclinó aún más cerca de ella y dijo—: Dímelo, dulzura. Me estoy muriendo por dentro.
—Jacob me reveló que nos vio aquel día que fuimos al prado. Dijo que había escuchado disparos y fue a investigar. Me vio sin ropa, Edward. Nos vio teniendo relaciones.
Bella tragó varias veces antes de poder continuar.
—Cuando lo reprendí por no haberse marchado al darse cuenta de que era un momento privado, me dijo que no era un caballero. Y luego —sollozó, apenas capaz de decirlo—…luego dijo que, por lo que había visto, yo no era una dama. Fue entonces cuando lo dejé plantado en la pista.
—¡Ese desgraciado! —exclamó Edward. Cada palabra iba cargada de furia.
—Estuve a punto de abofetearlo, pero no me rebajé a su nivel.
Se sorprendió al ver la furia en el rostro de Edward.
—Esposo, no quiero que hagas nada extremo.
—Bella, ese hombre necesita que lo detengan de una vez, y será un placer hacerlo. Le daré su merecido. Es peor que un burro testarudo.
En ese momento, llegaron Jasper, Alice, Cookie y Rosalie.
Alice corrió hacia Bella:
—Hermana, ¿estás bien?
—Estoy bien, solo furiosa.
—Bella, lo siento tanto —dijo Rosalie con lágrimas en los ojos.
—Rosalie, tú no tuviste nada que ver con lo que dijo tu hermano.
—Siempre ha sido egoísta y ahora se ha convertido en un abusivo. No le importa nadie más que él mismo. Me da tanta vergüenza ser su hermana. Por favor, Bella, no dejes que su comportamiento arruine lo que hay entre nosotras.
Edward llevó a Cookie a un lado mientras las chicas hablaban y se consolaban mutuamente.
—Se escapó, jefe. Seguro que esperaba algún tipo de problema esta noche y ya tenía su caballo ensillado detrás del corral.
—¿Por qué haría algo tan ruin?
—No lo sé con certeza, jefe, pero se rumora que está desesperado. Ha apostado todo lo valioso que tenía, excepto el rancho, y eso también habría desaparecido si Rose se lo hubiera permitido, pero ella es dueña de la mitad de la casa, la tierra y todos los muebles.
—Y un hombre desesperado hace cosas desesperadas —reflexionó Edward.
—Entonces, hermano, ¿qué vas a hacer con ese canalla? —preguntó Jasper.
—Correré la voz de que lo estoy buscando, y cuando lo encuentre, al menos voy a azotarlo con el látigo.
—¿Y en el peor de los casos? —preguntó Jasper.
Edward lo miró directamente a los ojos y dijo:
—Matarlo.
TMOB
El "do-si-do" es un paso típico del baile cuadrado. Dos personas se cruzan de frente, caminan en círculo una alrededor de la otra (sin tocarse) y vuelven a su sitio. Muy del estilo granero y botas vaqueras.