ID de la obra: 555

The Mail Order Bride

Het
R
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Emparejamientos y personajes:
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planificada Mini, escritos 271 páginas, 96.562 palabras, 30 capítulos
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Capítulo 19: Las repercusiones

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. Capítulo 19: Las repercusiones . El baile terminó tras el ataque verbal de Jacob. Los asistentes no sabían exactamente qué le había dicho a Bella, pero todos entendieron que había sido sumamente insultante. En conjunto, se sentían avergonzados. Aquella belleza exótica venida de tierras lejanas había llegado entre ellos solo para que uno de los suyos mostrara tal falta de civismo. Temían que ella decidiera no relacionarse nunca más con ellos. Se especulaba mucho sobre la naturaleza del insulto. Tal vez había hecho algún comentario desagradable sobre sus raíces sureñas. Para algunos, los sentimientos respecto a la Guerra Civil aún estaban a flor de piel. Otros opinaban que Jacob había hecho una insinuación atrevida y que la señora Cullen se había ofendido por ello. Pero en el fondo, nadie sabía con certeza lo ocurrido. Solo esperaban que ella no los metiera a todos en el mismo saco que a aquel necio. Unánimemente, querían compensarla. Pronto, un comité de vecinos se acercó al campamento Cullen para intentar enmendar lo sucedido. Se sorprendieron al ver a una Bella serena, escuchando atentamente algo que le decía su cuñado. —…así que, Bella, harías sentir muy orgullosa a mi abuela. Nunca conocí a nadie que pudiera hacer un «corte directo» tan bien como ella… hasta ahora. —Te digo, Jasper, no era mi intención. Estaba haciendo todo lo posible por no abofetear a ese hombre insolente. Eso solo habría dado peso a lo que me dijo. —No te preocupes, Bella. Nosotros lo abofetearemos por ti. —Ay, Jasper, agradezco tu caballerosidad, pero preferiría olvidar todo esto. La señora Cope carraspeó. —Señora Cullen, mis más sinceras disculpas por el incidente que acaba de ocurrir. En realidad, solo damos la bienvenida a damas y caballeros en nuestras reuniones. No nos habíamos dado cuenta de que el carácter de Jacob Black se había desviado tanto. Proviene de una familia respetable. Le pedimos disculpas por cualquier malestar que haya podido causarle. Bella se puso de pie y apoyó la mano sobre el brazo de la señora Cope. —Oh, señora, fue como una tormenta de verano… pronto pasada y olvidada. No se preocupe más por ello. —Es usted demasiado generosa, señora Cullen. —Sonrió agradecida la señora Cope—. Pero a raíz del desastre de esta noche, los Black han sido borrados de nuestro registro. Rosalie, que se apoyaba en el brazo de Cookie, soltó un jadeo. —Oh, no, señora Cope. La señorita Rosalie Black no merece semejante castigo. Ha sido tan víctima de su hermano como cualquiera, probablemente más. No la castiguen por sus faltas. —Mmm. Vive sola en esa casa vacía la mayor parte del tiempo. ¿Quién puede decir qué hace ahí? Edward intervino en ese momento: —Señora Cope, por favor. La señorita Black es nuestra invitada y no permitiremos que se hable de ella de esa manera. —Oh, por supuesto, señor Cullen. Jamás quise mancillar el nombre de una amiga suya. La señora Cope supo recular al ver dónde estaba la oportunidad. Poco después, se despidió y regresó al salón de baile para asegurarse de que todos ayudaran a recoger y limpiar el lugar. Bella notó que Rose tenía el rostro enterrado en el pecho de Cookie y sus hombros se sacudían como si sollozara. —Oh, Rosalie. No dejes que lo que dijo te afecte. Nadie te va a culpar por las acciones de otro. Rosalie levantó el rostro empapado en lágrimas hacia Bella. —Lo harán. Conozco a esta gente. Disfrutarán con mi desgracia. —Siempre tendrás nuestra amistad, Rosalie. Estoy segura de que muchos otros también estarán de tu lado. Olvida esta noche. Todo se solucionará —intentó tranquilizarla Edward. Cookie miró a Rosalie a los ojos. —No te preocupes, Rose. Nosotros cuidaremos de ti. Ella se apartó de él. —No pueden. Estoy sola en este mundo. Quiero irme a casa. ¿Podrías ensillar mi caballo, por favor? —Rose, es medianoche. No puedes viajar ahora; y, además, no estás sola. Me tienes a mí. —Sí. Te tengo a ti, y qué gran pareja formamos: yo, con una dote de media casa y medio rancho; tú, con tu habilidad para alimentar a cincuenta hombres en un abrir y cerrar de ojos. Tendremos una vida maravillosa. Bella nunca había oído a Rose hablar con un tono tan cínico. —Rose, por favor, quédate con nosotros. Me sentiré más tranquila sabiendo que estás a salvo. —Bella, como te dije, nadie me va a hacer daño aquí. Quiero irme a casa. No puedo quedarme entre toda esa gente mezquina. Quizá sí deban borrarme del registro social. No hará ninguna diferencia para mí. No volveré aquí jamás. Y con eso, Rose se dio la vuelta y se dirigió a la carreta en la que se habían cambiado antes y en la que planeaban dormir esa noche. Algunos minutos después, apareció vestida con ropa de montar y con su pequeño maletín en la mano. —Rose, yo voy contigo —dijo Cookie con firmeza. —No me quedará ni un pedazo de reputación si lo haces. —Claro que sí te quedará reputación. Llevaré a algunos de los muchachos que están con nosotros esta noche. Acamparemos una vez lleguemos. Estarás segura; con tu reputación intacta. Bella observó cómo Rose, Emmett y otros dos hombres salían del campamento cabalgando. El rancho Lazy B estaba a menos de una hora del pueblo, así que, aunque ya era tarde, no les quedaba mucho camino por recorrer. La noche había terminado por irse al traste, todo gracias a la imprudencia de un solo hombre. Bella se preguntaba si Jacob era consciente del daño que le había causado a la reputación de su hermana. Con suerte, la influencia de Edward en la comunidad ayudaría a contener lo peor. Suspirando, se volvió para regresar a la carreta. Qué velada tan agotadora había resultado ser. De pronto, el cansancio la venció y tropezó un poco al caminar. Unos brazos fuertes le rodearon la cintura y la atrajeron contra el cuerpo de Edward. —Con cuidado, Bella. —Oh, es solo que de repente me siento tan cansada. No veo la hora de acostarme. Edward la apretó un poco, pensando que ojalá estuvieran en casa para poder acostarse juntos. Tenía el presentimiento de que esa sería una noche larga. —Bella, detesto volver a cosas dolorosas, pero… ¿podrías decirme exactamente qué te dijo Jacob Black antes de que te vayas a dormir? —Estuvimos intercambiando algunas cortesías, y luego me preguntó qué tan seguido iba a nadar. Me sorprendió la pregunta y se lo dije. Entonces relató cómo, hace unas semanas, escuchó disparos mientras cabalgaba por sus tierras. Fue a investigar y vio a una «ninfa» nadando en un estanque de montaña. Luego admitió haber visto a esa misma ninfa ser «poseída» por un «sátiro». Lo reprendí por su comportamiento tan poco caballeroso y admitió que no lo era, pero luego, tras lo que había observado, me dijo que yo no era una dama. Y fue ahí cuando me fui. —Es un canalla miserable por decir eso, pero acabas de aclararme algo. La única posición desde donde Jacob pudo haber visto fue desde la cresta que da al estanque. No pudo acercarse más por lo empinado del terreno, lo que significa que estaba al menos a medio kilómetro de distancia. Estoy seguro de que pudo ver que no teníamos ropa, pero no muchos detalles. Probablemente no sabía quiénes éramos, salvo por el color de nuestro cabello y porque estábamos en nuestras tierras. En realidad, no vio mucho. Y, además, Bella, no hicimos nada malo. —Aunque sigue siendo vergonzoso, me siento un poco más aliviada. Gracias. Sonriendo, él le ofreció el brazo y la acompañó hacia la carreta. —En cualquier caso, eres como Venus y jamás deberías avergonzarte de tu belleza. La mitad del problema de Jacob es que me tiene celos. Bella emitió un sonido que se pareció peligrosamente a un bufido, aunque, por supuesto, siendo una dama, no lo fue. —Ese es exactamente su problema, amor mío. Tú simplemente no te ves como te ve el resto del mundo. Soy un hombre orgulloso de ser tu esposo. Llegaron a la carreta. —Creo que Alice ya se ha retirado por esta noche —dijo él. —Oh, espero que aún no esté dormida. No quisiera despertarla. —Entonces entremos y podrás acompañarla pronto en el mundo de los sueños. Se detuvo, pero antes de ayudarla a subir a la carreta, miró a su alrededor para asegurarse de que nadie los estuviera observando, luego la giró hacia él y la besó de buenas noches. Como siempre, su beso encendió fuegos que no podrían apagarse fácilmente esa noche, pero no pudo evitarlo. Cuando se separaron, le susurró—: Te amo. Que duermas bien. Bella le sonrió mientras le susurraba también su buenas noches y subía a la carreta. Encontró a Alice sentada sobre el colchón cubierto con una sábana, con su camisón, cepillándose el cabello. —Fue una noche emocionante, Bella. —Sí. Un poco demasiado emocionante para mi gusto —exclamó Bella con pesar mientras comenzaba a desvestirse. —El hermano de Rosalie es un villano. Hoy fue evidente para todos. Solo necesitas sacarlo de tu mente. —Lo intentaré. Pero lo que más me duele es por Rose. Él la salpicó con su barro también. Alice la miró con curiosidad. —¿Qué fue exactamente lo que Jake te dijo, Bella? Bella se sonrojó profundamente. —No me molesta contártelo, pero realmente debe quedar entre nosotras. —Por supuesto. Somos familia. Bella asintió, esperando poder confiar en su nueva cuñada. —Hace unas semanas, Edward me llevó a un lugar hermoso en sus tierras, en las montañas, lleno de flores silvestres, árboles y un estanque precioso. Hicimos un picnic y, como el día estaba tan caluroso, Edward sugirió que nos diéramos un baño. No había nadie alrededor… o eso creímos. Así que lo hicimos. Jake nos vio y me lo confesó esta noche. —¡Oh, Bella! ¡Me sorprende que se atreviera a admitirte algo así! Qué vergüenza. ¡Eres valiente! Bueno, al menos tenías puesta tu camisola interior, eso es seguro. —Uhm, ese es el detalle. No teníamos ni una sola prenda puesta. —¿Jake te vio desnuda con tu esposo? Bella se sonrojó aún más. —Así fue. Pero estaba bastante lejos. No pudo ver nada con claridad. —Pero tu esposo sí. Bella miró a Alice con extrañeza; había estado desnuda frente a Edward prácticamente todas las noches desde que se casaron. Le parecía de lo más natural. —Pues claro. ¿No es eso lo normal? Alice soltó un jadeo. —¡Jamás me atrevería a presentarme así ante Jasper! —¿Tu esposo nunca te ha visto desnuda? —¡No! ¡Qué vergüenza! —Entonces no… —Bella se detuvo de golpe. No sabía cómo decirlo, pero Alice entendió perfectamente lo que estaba tratando de preguntar. —Pues claro que sí lo hemos hecho… unas cuantas veces —dijo Alice sonrojándose, sin querer admitir que en realidad habían sido más que solo unas pocas veces, aunque dudaba en confesar que había sido tan atrevida. —¡¿Solo unas cuantas veces?! —exclamó Bella, sorprendida—. En este aspecto, veo que los hermanos no se parecen en nada. Alice soltó un jadeo. —¿Quieres decir que tú y Edward…? Bella rio entre dientes y dijo: —Sí, bastante seguido… y lo espero con ilusión. Alice la miró boquiabierta, completamente desconcertada. —¿Lo disfrutas? —Por supuesto que sí —respondió Bella—. De eso se trata la relación conyugal. Edward es considerado y amoroso conmigo. Yo aliento su deseo. —Bella, nunca había oído a una dama hablar así sobre el acto conyugal. Mi madre me dijo que era una cruz que todas las esposas debían cargar. —Supongo que ahí está la diferencia. Mi madre murió mucho antes de que tuviera necesidad de saber tales cosas, así que fue mi esposo quien me enseñó. —¡Y te ha enseñado a ser desvergonzada! —chilló Alice. —No, no soy desvergonzada, solo amorosa. Mi esposo me demuestra su amor, y yo puedo demostrarle el mío con nuestro cuerpo tanto como con nuestras palabras. —Eso no es cristiano. —Claro que sí lo es, Alice. De hecho, hay un libro entero en la Biblia que lo exalta. La próxima vez que tengas una a la mano, lee el Cantar de los Cantares. Te abrirá los ojos. Y a tu esposo le encantará. Alice la miró como si Bella hablara en un idioma extranjero que no comprendía. Para ese momento, Bella ya se había quitado el vestido y lo había doblado cuidadosamente. Comenzó a aflojar los cordones del corset, feliz de librarse de ese aparato opresivo. Al quitarse el corset por la cabeza, lo dobló sobre su vestido y se sentó junto a una Alice pensativa. —Alice, he estado pensando en esto muy seriamente. ¿Puedo hacerte una pregunta? —Supongo que sí. —¿Por qué te casaste con Jasper? —Era un buen partido para mí. —¿Eso es todo? —Parece que le agrado lo suficiente. —¿Solo le agradas? —Bueno… me dice que me ama. —Y honestamente, hermana, ¿qué sientes tú por él? Alice soltó un gran suspiro, y luego sus palabras salieron atropelladamente: —Honestamente, Bella, lo amo con todo mi corazón, pero no creo que él realmente me ame. Piensa que soy infantil. —¿Qué es lo que amas de él? —Es amable, divertido, sabio… tiene un hoyuelo adorable y su cabello es tan abundante y esponjoso. Me encanta estar en sus brazos y, para ser honesta… —¿Para ser honesta? —Para ser honesta… me encanta la atención que me da cuando estamos íntimamente juntos. —Alice, te lo digo de verdad: si le demuestras que lo amas y que disfrutas estar íntimamente con él, lo complacerás enormemente y te amará aún más. —¿Así fue como atrapaste a Edward? Bella se contuvo de soltar una carcajada. —Me temo que no tuvimos el lujo de jugar al «atrápame si puedes». Nos conocimos por cartas, y creo que nos enamoramos a través de esa correspondencia. Edward me mandó llamar, y descubrimos muy rápido que éramos perfectos el uno para el otro. —Mi hermana no era muy dada a escribir cartas… —No creo que eso hubiera cambiado mucho en su caso, Alice. Edward no estaba ni cerca de querer asentarse cuando tenía diecinueve o veinte años. —Aun así, no actuó correctamente con ella. —Pude notar que sentías cierto resentimiento hacia Edward cuando llegaste. —¿Se notó? —Me temo que sí. Alice volvió a suspirar. —No intentaba ser tan obvia. —¿Qué esperabas lograr? —No lo sé con precisión. Supongo que solo quería que reconociera que le hizo daño a Frances. —¿Y si él siente que fue Frances quien le hizo daño a él? —¡Él la dejó plantada en el altar, Bella! Bella se quedó pasmada y preguntó: —¿De verdad estaban comprometidos? —Bueno, casi oficialmente. —¿Edward le pidió matrimonio a Frances? —No… entonces habría sido oficial. Pero la trataba como si la estuviera cortejando. —¿Cómo era eso? —Siempre era su pareja en los bailes. Siempre le hablaba en las fiestas. Incluso… —Alice bajó la voz—…incluso la besó. —Pero ¿nunca habló realmente con ella sobre matrimonio ni habló con tu padre? —No, pero nuestros padres solían comentarlo con frecuencia. —Sé que soy su esposa y es probable que esté predispuesta, pero conozco lo suficiente a Edward como para decir que, si de verdad hubiera querido casarse con tu hermana, lo habría hecho y de forma honorable. —Edward ahora sí parece un hombre honorable. —Es el mejor hombre que he conocido en mi vida. Te das cuenta de que siempre hay dos versiones en toda historia, ¿verdad? ¿Qué crees tú que diría Edward si contara la suya? —No lo sé. —Entonces, ¿por qué no se lo preguntas? Estoy segura de que le agradaría ayudarte a aclarar las cosas. —¿Alguna vez te habló de Frances, Bella? Fue el turno de Bella de suspirar. —Sí, lo hizo. —¿Qué dijo? —Básicamente, que todo fue un malentendido. Más allá de eso, no podría decirte. Alice, sinceramente creo que deberías hablar con Edward al respecto. Estoy segura de que te diría la verdad desde su perspectiva. —Me cae muy bien Edward, Bella. Jasper no paraba de hablar de él, y desde que lo conocí empiezo a entender por qué. Cuando llegó la carta de Edward contando a su familia sobre su matrimonio, eso fue todo lo que Jasper necesitó para proponer que hiciéramos nuestra luna de miel en el Oeste. Ha sido una aventura y me alegro de haberla vivido, pero no habría sido un destino que yo hubiera elegido. —Pareces bastante feliz, Alice. —Oh, lo estoy. Me la estoy pasando de maravilla visitándolos. Las cosas aquí son más auténticas que en casa. Es más fácil respirar. Bella sonrió. —Y ahora sabes por qué Edward vino aquí: para poder respirar. Alice rio y dijo: —Bueno, estoy tan cansada. Me voy a dormir ya. ¿Quieres que apague la lámpara? —Sí, por favor. Pronto quedaron envueltas en la oscuridad, y Bella se recostó sobre el colchón, arropada con un grueso edredón. Después de que Alice se quedó dormida, Bella aún no podía tranquilizarse. Su siesta de la tarde le había alterado el ritmo de sueño, y además, toda la emoción y angustia que había vivido esa noche le hacían dar vueltas y vueltas con la mente despierta. Afuera de la carreta todo estaba en silencio, pero se escuchaban los chisporroteos del fuego del campamento. Suspiró. ¿Acaso no estaba Edward durmiendo justo afuera de la carreta esa noche? Se preguntó si podría verlo si se asomaba por la compuerta trasera. Se arrodilló y asomó la cabeza por la abertura del lienzo. En efecto, lo vio enrollado en su manta, con la cabeza recostada sobre una alforja. Había suficiente luz como para distinguir que tenía los ojos cerrados. Suspiró de nuevo, pero esta vez no de frustración, sino de asombro. Era hermoso… y era suyo. Y simplemente no podía resistirse a bajar y acurrucarse con él. No había nadie cerca que pudiera verla, así que cuidadosamente se apoyó en el borde de la compuerta trasera y se descolgó con cuidado, llevando su grueso edredón consigo. Pudo encontrar el suelo sin problema y caminó de puntillas los pocos pasos hasta donde Edward dormía. Envuelta en su edredón, trató de acostarse junto a su esposo sin despertarlo. Debería haber sabido que eso era un deseo imposible. —Bella, ¿qué estás haciendo? —susurró él. —Quería… no, no es eso… necesito que me abraces. Él la atrajo hacia sí. —Y yo necesito abrazarte, mi dulce Bella. Mientras se acurrucaba contra su pecho, Bella se dio cuenta de que todo lo que había salido mal ese día se corregía simplemente al sentirse sostenida por esos brazos fuertes contra su corazón, y al sentir sus suaves besos en la frente. Pensó que ahora sí podría dormir.
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